¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 12 de enero de 2021

TIPOS, ANTI TIPOS Y SÍMBOLOS BÍBLICOS

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Existe un pensamiento muy extendido sobre que la Biblia contiene grandes diferencias y contradicciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Sin embargo, según la exégesis, el Antiguo Testamento tiene su cumplimiento en el Nuevo, y el Nuevo tiene su desarrollo en el Antiguo.

Ambos son partes complementarias de la Revelación progresiva, y tienen su fundamento en Dios mismo, quien dispuso los elementos del Antiguo Testamento que tipifican y prefiguran las realidades que se manifiestan en el Nuevo Testamento. 

Dios configuró lo que en el Antiguo Testamento era un “tipo” y lo que en el Nuevo Testamento es un “antitipo”. 

“Tipo”Conexión histórica entre determinados hechos, personas o cosas del Antiguo Testamento y hechos, personas o cosas semejantes del Nuevo Testamento. 

“Antitipo”: Hechos, personas o cosas del Nuevo Testamento, que tienen su “tipo” en el Antiguo Testamento.

Un “tipo” del Antiguo Testamento tiene un “antitipo” en el Nuevo Testamento que arroja luz sobre el “tipo”. Si el “antitipo” no es claro, es probable que no corresponda a un “tipo”. El “tipo” y el “antitipo” están determinados por Dios mismo y no por la fantasía humana, por el capricho del intérprete o por la arbitrariedad de interpretación.

La interpretación de un tipo es una analogía formal entre dos personas, objetos o acontecimientos. Esencialmenteprefigura algo en el futuro.

La interpretación de un símbolo señala las cualidades particulares, marcas, aspectos o señales mediante los cuales un objeto, real o ideal, indica e ilustra a otro. Puede representar una cosa, presente, pasada o futura.

Tipos

Identificación e Interpretación

Hay tres características para proceder a la identificación de un tipo que realmente se presenta como tal, de manera expresa, en las Escrituras:
  • Figura profética de una realidad espiritual futura, establecida por inspiración divina. 
  • Figura plenamente manifestada de una realidad espiritual futura tras la venida de Cristo.
  • Su cumplimiento es el antitipo.
Tras identificar el tipo, podemos proceder a su interpretación siguiendo cuatro puntos:
  • Leer todo lo que la Escritura dice sobre el cumplimiento del tipo.
  • Detallar el tipo, señalar semejanzas y diferencias, sin forzar nunca un paralelo, ni caer en la alegorización.
  • Considerar el valor del tipo para los que lo vivieron.
  • Identificar el mensaje principal que nos transmite el tipo.
Clases 

1. Personales. Se refieren a las personas: 
  • Adán. Como cabeza y representante de la humanidad, prefigura a Cristo. (Rom 5,14 y 19; 1 Co 15,45).
  • Eva. Prefigura a la Virgen María. También a  la Iglesia. Eva fue creada de Adán para ser su esposa y su complemento. La Iglesia fue creada por Cristo para ser su esposa y su ayuda.
  • Abraham. Por su fe, es un “tipo” de todos los creyentes, y por el sacrificio de su hijo, de Dios mismo. (Gn 15,6; Rom 4,3; Rom 4,20-25).
  • La ofrenda de Isaac, (Gn 22) hizo de él un tipo de la fe que obra, enseñando que "el hombre es justificado por las obras y no sólo por la fe" (Stg 2,24).
  • Agar y Sara. Tipos de la esclavitud bajo la Ley del Antiguo Testamento y la libertad de la Gracia del Nuevo Testamento. (Gal 4,21-31).
  • Melquisedec. Es el “tipo” de Cristo al ser el puente o mediador (sacerdote) entre Dios y los hombres (Hb 7,1-39). Melquisedec significa “Rey de justicia”, y también “Rey de Salem”, esto es, “Rey de paz”. A semejanza del Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
  • Moisés. Otro “tipo” de Jesús. Por su fidelidad con la casa de Dios (Hb 3,2-6) y como profeta (Dt 18,15; Hch 3,22).
  • El Sumo sacerdote. “Tipo” de Jesús. quien siendo Dios, se hizo siervo y se desprendió de su realeza para realizar el sacrificio santo y perfecto, sin mancha, y luego regresó a su majestad. (Lv 16,4; Hb 4,14; Fil 2,5-11). 
  • El peto y las doce joyas de la vestidura del sumo sacerdote, representan a las doce tribus de Israel.
  • Enoc. Tipo de Cristo en que, por su vida san­ta y su arrebatamiento al cielo, dio a luz a la vida y a la inmortalidad al mundo antediluviano. 
  • Elías el Tisbita. Tipo de la Ascensión del Señor y también, de Juan el Bautista
  • Josué, Tipo de Cristo como dador de reposo (Hch 4,8-9; Mt 11,28- 29).
  • Jonás, que estuvo tres días y tres noches en el pez, tipo de Cristo, que estuvo tres días en el sepulcro (Mt 12,40).
2. Materiales. Objetos preciados que tienen un significado trascendente:
  • El tabernáculo. Con todos sus utensilios y objetos dedicados al culto (es decir, como un todo) es un “tipo” del cielo, pues si en el cielo todo es santo, en la tierra todo lo que se consagra a Dios también es santo. (Hb 10,12-24). También es tipo de Cristo, el Hijo de Dios encarnado (Jn 1,14) en el cual Dios manifestaría su presencia y su gloria. 
  • El templo de Jerusalén. Por ser exponente de la permanencia de Dios con su pueblo, prefigura a Cristo, Emmanuel, “Dios con nosotros” (Mt 1, 23).
  • La sangre de los corderos que se sacrificaban en el Templo es un “tipo” de la sangre expiatoria de Cristo. (Hb 9,13-22).
  • El maná. Jesús es el verdadero alimento que viene del cielo. (Jn 6,32-35).
  • El aceite de olivas machacadas, tipo del Espíritu Santo. (Ex 27,20). 
3. Institucionales. Las cosas que se instituyeron por Dios:
  • El sábado o "Sabbath". Es un “tipo” del descanso eterno de los creyentes. (Sal 95,10-11; Hb 4,1-4; Co 2, 17).
  • Los sacrificios de corderos y otros animales, cuya sangre se consagraba como expiación por las almas de los hombres (Lv 17,11) son tipos de Cristo.
  • El Cordero Pascual es tipo de Cristo. (Ex 12, 3-14)
4. Oficios o dignidades. Tareas o misiones específicas.
  • Los profetas del Antiguo Testamento, al ser medios de revelación divina y mensajeros enviados por Dios, son tipo de Cristo
  • Los sacerdotes, y especialmente el sumo sacerdote, en el desempeño de sus deberes sacerdotales, son tipo de Cristo, Aquél quien por su propia sangre entró por una sola vez en el santuario, obteniendo eterna redención (Hb 14,14 y 9,12). 
  • Los reyes David y Salomón son tipos de Cristo. (2 Sa 7,12-14; Hch 1,5). David, ungido rey de Dios pero no reconocido por el pueblo de Israel. Salomón, por su Sabiduría.
5. Cosas u objetos. Fabricados por el hombre a petición de Dios.
  • El Arca de la Alianza, fabricado de madera de acacia y oro, tipifica la deidad y la humanidad de Cristo. También tipifica a la Virgen María. En él se guardaba el maná (pan del cielo, Cristo).
  • El contenido del Arca de la Alianza: la Ley, el Maná, y la vara de Aarón tipificaban a Cristo, teniendo la ley en su corazón, siendo alimento y autoridad para su pueblo. 
  • El candelabro de oro (Menorah). Con siete brazos que representan a la Iglesia, en las cuales se quemaba el aceite. Su luz es un tipo de Jesús, presente e iluminando a la Iglesia: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 3,19; 8,12; 12,46). 
6. Acontecimientos. Sucesos que sobresalen en el Antiguo Testamento: 
  • El Éxodo y la Ley. Tipo de la liberación del pecado
  • Egipto  son un “tipo” del mundo, del Imperioy los egipcios simbolizan a los que están alejados de Dios. 
  • La esclavitud en Egipto es un “tipo” de la esclavitud del pecado. (Rom 6,17-18; Gal 5,1-6).
  • La serpiente de bronce. Levantada en el bastón de Moisés, es “tipo” de Jesús en la cruz: todo aquel que mira este sacrificio obtiene salvación. (Jn 3,14; Nm 21,4-9).
  • El diluvio. Es “tipo” del bautismo. (1 Pe 3,20-21).
  • El arco iris. Es “tipo” de la alianza de la misericordia y fidelidad de Dios (Gn 9,13‑16; Ez 1,28; Aps 4,3). 
  • La tienda de reunión fuera del campamento. Es “tipo” de la muerte de Cristo. (Ex 33,7-11; Hb 13,10-13).
  • Israel en el Éxodo, en el desierto, es tipo de la vida cristiana (1 Co 10, 1-6). El pueblo idólatra hebreo en el desierto se convierte en “tipo” del mundo y los pocos fieles hebreos se convierten en “tipo” de Su Iglesia
  • “Estar bajo la nube” y pasar por el Mar Rojo representan un modo de bautismo que unía a los israelitas con Moisés, del mismo modo que el cristiano expresa su unión con Cristo en el bautismo. 
  • El alimento espiritual o sobrenatural (el maná) es  Cristo en la Eucaristía
  • El agua de la roca se compara con el vino de la Cena del Señor. (Ex 17,6; Nm 20,8-11; 1 Co 10,1-5).
  • Las fiestas judías. Son tipos de la primera y segunda venida de Jesús,  y de la venida del Espíritu Santo. Las fiestas son: 
    • Pesaj o Pascua. Celebra la liberación de la esclavitud de Egipto. Jesús es el  “antitipo” del cordero pascual, porque a través de Su sangre sobre un madero, el pueblo se libra de la esclavitud del pecado. Pesaj quiere decir, “pasar por alto” en hebreo. Así como el ángel de la muerte pasó por alto las casas hebreas pintadas con la sangre del cordero, Dios pasa por alto nuestro pecado por la sangre de nuestro cordero pascual, Jesús. 
    • Hag HaMatzah o Los Panes sin Levadura. Tipo de la vida piadosa del creyente (1 Co 5, 7-8). Esta fiesta se celebra inmediatamente después de Pesaj o la Pascua. Significa que es necesario sacar la levadura (hongo contaminante) del pecado de nuestra casa, de nuestra familia, de nuestras vidas. 
    • Yom HaBikkurim o Las Primicias. Tipo de la Resurrección. Celebra y reconoce la mano de Dios de bendición y provisión sobre Su pueblo. Se entregaban los primeros frutos y animales de la manada. Jesús es nuestra primicia, el primero de muchos que habían de ser salvos. La primicia tiene como significado que el primero santifica al resto. Se celebra tres días después de la Pascua, el día en que Jesús resucitó… nuestra primicia. 
    • Shavout o Las Semanas. Es identificada como el tiempo de la entrega de la Tora en Sinaí. Es marcada por una lectura solemne de los Diez Mandamientos en la Sinagoga. Tipo de Pentecostés, donde el Señor nos dio Su Espíritu cumpliendo la profecía de que la ley sería escrita en nuestros corazones a través de su Espíritu. 
    • Sukkot o los Tabernáculos. Es un festival de la cosecha, pero las tiendas de cosecha donde los judíos comen durante los siete días de la fiesta también son identificadas como las tiendas donde los israelitas habitaron durante su jornada hacia la Tierra Prometida. Nuestra cosecha y tabernáculo es Jesús
    • Yom Kippur o Día de la Expiación. Tipo de la Cruz. De acuerdo a la tradición, el mundo es juzgado cada Nuevo Año y el decreto de ese juicio es sellado en el Día de la Expiación. Un cuerno de macho cabrío (shofar) es sonado en el Año Nuevo para llamar a la gente al arrepentimiento. El Día de la Expiación, el día más sagrado en el año Judío, es dedicado al ayuno, la oración y la confesión. Su cumplimiento es en el Cordero perfecto que expió, una vez y para siempre, el pecado de sus seguidores. (Hb 9, 19-28; 10,1-14; Lv 5, 16).

 Símbolos

Un símbolo es signo que establece una relación de identidad con una realidad espiritualUn tipo es siempre un símbolo, pero no todo símbolo es un tipo. La diferencia radical entre el tipo y el símbolo es que el primero tiene una confirmación en el Nuevo Testamento, mientras que el otro no. 

Un símbolo puede llegar a tener diferentes interpretaciones, dependiendo del contexto bíblico. 

Ejemplos

-En todos los libros de la Palabra de Dios encontramos numerosos símbolos:
  • El fuego es símbolo de purificación (1 Pe 1, 7); y también de juicio (Is 31,9)
  • El agua es símbolo del lavado moral (Ef 5,26); o de salvación (Jn 4, 14); o también de una vida llena del Espíritu Santo (Jn 7,37-39)
  • La lepra, es vista como un símbolo de los efectos del pecado en el hombre: (Lc 17, 17-19)
  • El fruto es símbolo de las virtudes de un cristiano (Gal 5, 22-23). El mismo Jesús utilizo la palabra fruto para decir que por ellos reconocerían a los falsos profetas (Mt 7, 15-17)
  • El oro representa la divinidad de Cristo. La plata significa redención. El bronce representa autoridad
  • El color azul representa lo que es celestial en naturaleza y origen. El color púrpura significa la realeza de CristoEl color rojo representa la sangre del sacrificio
  • La madera de acacia no se corroe y representaba el cuerpo de Jesús
-En los libros proféticos, encontramos símbolos usados para transmitir el mensaje de Dios:
  • Andar desnudo y descalzo, símbolo de lo que le iba a acontecer a Egipto (Is 20, 2-4)
  • La putrefacción del cinto en el Éufrates, símbolo de la soberbia de Judá (Jr 13,4-9)
  • La boda de Oseas con una fornicadora, símbolo del adulterio idólatra de Israel contra Dios, al adorar a otros dioses (Os 1)
  • La vara de almendro, símbolo del cumplimiento de la palabra de Dios (Jeremías 11)
  • La olla hirviente como símbolo del juicio que Dios traería sobre Jerusalén a través de Babilonia (Ez 24,1-14)
  • La restauración de los huesos secos como símbolo de la restauración de Israel como nación (Ez 37, 1-14)
-En los libros apocalípticos, encontramos literatura llena de símbolos:
  • La estatua del sueño de Nabucodonosor, con cabeza de oro, pecho y brazos de plata, vientre y muslos de bronce, y sus piernas de hierro. Cada material es símbolo de los imperios de Babilonia, Persia, Grecia y Roma (Dn 2,36-43).
  • Las cuatro bestias de la visión de Daniel representan también los imperios de Babilonia, Persia, Grecia y Roma (Dn 7,1-8). 
  • El carnero y del macho cabrío son símbolos del Imperio Persa y del Imperio Griego, respectivamente (Dn 8,1-8). 
  • Los siete candelabros, a las siete Iglesias de Asia, es decir, a la Iglesia de todos los tiempos (Ap 1,13).
  • Las dos bestias representan al Imperio del mal y su ideología, es decir, al Anticristo y al falso profeta (Ap 13).
  • El cordero, representa a Jesús (Ap 14, 1).
  • La gran ramera, Babilonia la Grande representa a Roma, al mundo, al Imperio (Ap 17,1-6).
  • La Ciudad santa, la nueva Jerusalén que representa a la Iglesia, al cielo (Ap 21,2). 
  • El dragón representa a Satanás (Ap 12,5-6).
  • La mujer vestida de sol representa a la Virgen María, a la Iglesia (Ap 12, 1).
En conclusión, la Biblia es rica en tipos y símbolos que debemos interpretar siguiendo la leyes de la hermenéutica y así, comprender el mensaje de Dios, es decir, lo que nos quiere revelar en su Palabra.

lunes, 11 de enero de 2021

MIENTRAS ESPERAMOS...

"Descargad en él todo vuestro agobio, 
porque él cuida de vosotros. 
Sed sobrios, velad. 
Vuestro adversario, el diablo, 
como león rugiente, 
ronda buscando a quien devorar. 
Resistidle, firmes en la fe, 
sabiendo que vuestra comunidad fraternal 
en el mundo entero 
está pasando por los mismos sufrimientos. 
Y el Dios de toda gracia que os ha llamado 
a su gloria eterna en Cristo Jesús, 
después de sufrir un poco, 
él mismo os restablecerá, os afianzará, 
os robustecerá y os consolidará. 
Suyo es el poder por los siglos" 
(1 Pe 5,7-11)

Hace tan sólo un año, nada hacía presagiar lo que habría de venir...nadie imaginaba la oscuridad que asolaría la tierra. En marzo llegó una tempestad invisible que ha hecho tambalear los cimientos del mundo, que ha colapsado todas sus estructuras políticas, económicas, sociales y sanitarias, y truncado todas las seguridades y referentes de bienestar prometidas por el hombre. 

Mientras las noticias desoladoras nos hablaban (y siguen haciéndolo) de números espeluznantes de contagios y de muertes, los políticos han impuesto medidas restrictivas y confinamientos que no han sido capaces de evitar la expansión del virus, prueba de que el hombre es incapaz de gobernarse por sí mismo.

A los aplausos de impotencia, les siguieron mensajes de resiliencia y de arengas para vivir una "nueva normalidad" en la que la salud ha pasado a convertirse en una prioridad global, convirtiendo a la ciencia en la gran esperanza de salvación del mundo, prueba de que el hombre sigue jugando a "ser Dios".

Ha sido un año de incertidumbres y miedos, de desolación y caos, de sufrimientos y ansiedades, de soledades y depresiones, de mascarillas y geles, de "epi's" y de "pcr's", de confinamientos y prohibiciones, de teletrabajos y de videoconferencias, de "colas del hambre" y de "ertes", de números rojos y de pérdidas de libertad, de confianza, de salud, de trabajo, de vidas humanas, prueba de que el hombre es esclavo de su pecado.
Las relaciones humanas y los actos sociales se han convertido en campo abonado para el recelo y la desconfianza: Un simple "¿cómo estás?" esconde en realidad, un ¿eres contagioso?  Una simple "tos" hace sospechar ¿eres "positivo"? Un simple acercamiento produce un efecto centrífugo de distanciamiento y de suspicacia hacia los demás".

Dios, con la Encarnación, se humanizó para "divinizarnos", y sin embargo, el hombre se desnaturaliza, despersonaliza y deshumaniza tratando de "divinizarse"Las mascarillas nos han dejado sin rostro y sin expresión. Los geles desinfectantes, sin huellas y sin olfato. Los chandals y los pijamas, sin "estética" y sin "estilo". Los confinamientos nos han dejado sin libertad y sin relaciones. Las muertes, sin entierros ni despedidas. Las cifras y las estadísticas, sin sensibilidad y sin afectividad...
 
La tempestad ha puesto de relieve la vulnerabilidad de nuestro utópico "estado del bienestar". La fragilidad de las "promesas del mundo" ha quedado al descubierto de improviso, y el hombre, desnudo ante su debilidad, ha sentido miedo y ha buscado refugio...

La incapacidad del hombre de gobernar la "nave", su temor a la zozobra y su falta de "rumbo" en la tormenta, debería recordarnos las palabras de Cristo "¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?" (Mc 4,35-41), para interpelarnos y cuestionarnos si creemos que Jesús duerme plácidamente y despreocupado, mientras parece que nosotros nos hundimos o si hemos dejado dormido lo que nos alimenta, sostiene y fortalece nuestra vida.

La rebelión del hombre de "jugar a ser Dios", de escuchar sólo lo que la razón y la ciencia dicen, debería evocarnos las palabras de la Virgen María "No hay vino...Haced lo que Él os diga" (Jn 2,1-10), para demandarnos e interrogarnos si seguimos el consejo de la Virgen, si hacemos lo que Dios nos dice o si creemos que, porque aún no ha llegado Su hora, Cristo no actuará.

Mientras esperamos "la hora del Señor", necesitamos inmunidad ante el pecado, una "vacuna" efectiva y duradera: el amor, la fe y la esperanza. Y medios o equipos de protección: la oración, la Palabra de Dios y los Sacramentos. 

En un mundo "sin escrúpulos", necesitamos reencontrar una "nueva humanidad", menos egoísta y empeñada en el "yo", y más compasiva y dedicada al "vosotros", que de testimonio del amor desinteresado que mueve a la acción y que no pasa nunca (1 Co 13,4-8). 
Mientras esperamos "la venida del Hijo del hombre", necesitamos discernir y retomar de nuevo el "rumbo" de la fe, que libera del miedo y nos ofrece esperanza. Necesitamos hacer "examen de conciencia" para elegir "hacer lo que Él nos diga". 

En un mundo "sin vino" necesitamos tomar el "agua" del Espíritu en nuestras tinajas para que se transforme en el "buen vino" del Señor, y beberlo. Necesitamos convertirnos y creer en el Evangelio porque "se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios" (Marcos 1,15).  

Mientras esperamos "el Reino de los Cielos", necesitamos despojarnos del viejo hombre egoísta e indiferente, superfluo y ensimismado, para convertirnos en el nuevo hombre desprendido y generoso, capaz de "dar la vida por los demás". 
En un mundo "sin calma", necesitamos ser capaces de descubrir la oportunidad de paz y descanso que Cristo nos ofrece: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré...y encontraréis descanso para vuestras almas" (Mt 11,28-29).

Mientras esperamos "el regreso de Cristo", necesitamos discernir los signos de los tiempos a la luz del Evangelio para encontrar el camino angosto pero seguro hacia la auténtica plenitud. En un mundo en tempestad, necesitamos reflexionar más que nunca cómo se manifiesta nuestro Señor en nuestras vidas en la escucha orante de Dios y en la escucha cotidiana del prójimo. 

Mientras esperamos en la Jerusalén terrestre con nuestros miedos y dudas, como los dos de Emaús al volver junto a los apóstoles, necesitamos ver que Jesucristo se hace presente en medio de nosotros para decirnos: "Paz a vosotros. ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad (...) soy yo en persona. Esto es lo que os dije (...) que era necesario que se cumpliera todo lo escrito" (Lc 24,36-44).

JHR

jueves, 7 de enero de 2021

¿CREEMOS EN EL PURGATORIO?

"Quien hable contra el Espíritu Santo 
no será perdonado ni en este mundo ni en el otro" 
(Mt 12,32)

Muchos católicos abandonan a sus difuntos en el Purgatorio pensando que ya descansan en el Cielo, en la presencia de Dios. 

Se trata de un error teológico muy común, aunque muy humano. Creer que todos los cristianos, cuando mueren, por el hecho de ser católicos (o de parecerlo), van directamente al cielo es una imprudencia. Decir que ya están en la Casa del Padre es una temeridad. Y lo es porque, antes del cielo, existe un estado intermedio: el Purgatorio.

El Purgatorio, si bien no es un espacio físico ni una "forma" de Infierno, es un estado transitorio de purificación y expiación del alma, que se encuentra en apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, previo a la bienaventuranza plena, y por tanto, al acceso a la visión beatífica de Dios.

El Purgatorio es la última etapa de santificación para llegar a la patria celestial en la que las almas que allí se encuentran ya están salvadas, pero sufren debido a que pueden ver la gloria del Cielo, pero aún no pueden ser partícipes de ella. Por tanto, no todo el cristiano que muere va al cielo de forma inmediata.
Si los Sacramentos, durante la vida terrenal, son oportunidades que Dios nos ofrece para alcanzar la Gracia santificante, el Purgatorio es otra (la última) de las incontables oportunidades que Dios nos ofrece para santificarnos, incluso, después de la muerte física, porque "Dios es rico en misericordia" (Efesios 2,4), paciente, clemente y compasivo, y no quiere que ningún alma se pierda: "El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión" (2 Pe 3,9).

Sin embargo, es importante recordar, en primer lugar, que la entrada en el cielo está reservada a los santos, y para ser santo, hay que llegar en estado completo de gracia, es decir, totalmente purificados. En el cielo no puede existir nada "impuro" ni nada "imperfecto".

En segundo lugar, que la existencia del Purgatorio es una enseñanza de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia, y por tanto, doctrina que debemos creer, meditar y, aún sin entenderla, guardar en nuestro corazón.

Y en tercer lugar, que toda bendita alma del Purgatorio necesita plegarias, oraciones, indulgencias, misas, ofrendas, reparaciones y votos de ánimas o actos heroicos de caridad para acortar su estancia en dicho estado.

Según San Agustín, todas estas obras buenas que se ofrecen por las almas del purgatorio producen cuatro efectos: 

-meritorio. Aumenta la gracia de quien la hace, y no puede cederse. 
-propiciatorio. Aplaca la ira de Dios
-impetratorio. Inclina a Dios a conceder lo que se le pide. 
-satisfactorio. Ayuda a satisfacer o pagar la pena por los pecados, ofreciendo a Dios una compensación por la pena temporal debida. 
Nuestros difuntos no necesitan tanto palabras de "buenismo sentimental" y poco cristiano que presupongan, indiquen o asuman que ya están en el cielo, como de nuestra ayuda, caridad e intercesión. Porque si los vivos nos olvidamos de ellos, si no nos preocupamos por su santidad, seguirán sufriendo y en situación de desamparo, y puede que a nosotros nos ocurra lo mismo el día que el Señor nos llame.

El Purgatorio en la Biblia

En Lc 12, 58-59 y en Mt 5,25-26Cristo nos habla del Purgatorio. Ambos evangelios se refieren a purificarse "mientras vas de camino", es decir, mientras se vive, o de lo contrario, será necesario pasar por una especie de "cárcel temporal", o sea, el Purgatorio, y "no saldrás de allí hasta que no pagues la última monedilla". No puede referirse, por tanto, al Infierno, porque una vez en él, nadie puede salir, ni siquiera "pagando".

San Juan, en su visión de la Jerusalén celeste, es decir, del cielo, en Ap 21,27 asegura que el Purgatorio es una necesidad y una consecuencia lógica de la santidad de Dios, ya que si Él es el tres veces santo (Isaías 6,3), o sea, es la plenitud de la santidad y la perfección, quienes estén junto a Él también deben de serlo (Mateo 5,48). En la ciudad celestial no puede entrar nada impuro, profano o pagano. Sólo los santos, los inscritos en "el libro de la vida del Cordero".

Mt 12,31-32 dice que "algunos pecados serán perdonados en este mundo o en el otro", lo que prueba la existencia del purgatorio, ya que no puede referirse ni al cielo, al que se accede sin pecado (ni mortal ni venial), ni al infierno, al que uno se arroja con pecado (mortal).

En Mt 18,21-35, Jesús compara el Reino de los Cielos con quien pide y recibe perdón pero que se niega a concederlo; aun así advierte que el hombre puede pagar su deuda. Habla de "ser entregados a los verdugos hasta que paguen toda la deuda... si cada cual no perdona de corazón a su hermano". Dado que en el cielo no hay "verdugos", es en el Purgatorio, ese "lugar intermedio", donde el hombre debe purificar y pagar sus deudas pendientes.

En 1 Co 3,13-15, San Pablo habla del Purgatorio cuando habla del "fuego", es decir, la purificación, que probará y dejará patente la obra de cada uno, y del "salario", es decir, la recompensa, la corona, el cielo. El que no acceda (directamente) al cielo será "castigado", es decir, "purificado" por el fuego, esto es, por el Espíritu Santo. Una vez, pasado por el crisol del Espíritu, podrá acceder al cielo.
El Antiguo Testamento (Dn 12,10; Zc 13,8-9; 2 Ma 12,45se refiere a esa purificación, limpieza o "purga" como una pena temporal necesaria porque aún habiendo sido confesado y perdonado el pecado, el "rastro" o "marca" que deja debe ser restituido, reparado y "blanqueado".

Una explicación coloquial de los tres estados (cielo, purgatorio e infierno) podría ser que las almas "negras" van al infierno, las "blancas", al cielo, y las "grises", al purgatorio. Éstas últimas no pueden ir al infierno, puesto que sus pecados no son mortales (veniales), ni tampoco al cielo, porque nos son perfectos. Por ello, necesitan ser "blanqueadas" en el purgatorio.

El Purgatorio en el Magisterio de la Iglesia

Además de la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia enseña la doctrina de la existencia del Purgatorio a través de:

-el Catecismo

"Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios" (CIC 1030).

"La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados" (CIC 1031).

"Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos. Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos" (CIC 1032).

"El Purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar en la eterna bienaventuranza. En virtud de la comunión de los santos, los fieles que peregrinan aún en la tierra pueden ayudar a las almas del Purgatorio ofreciendo por ellas oraciones de sufragio, en particular el sacrificio de la Eucaristía, pero también limosnas, indulgencias y obras de penitencia" (Compendio CIC 210-211).
-los Padres de la Iglesia:

"Nosotros ofrecemos sacrificios por los muertos..." (Tertuliano, 211 d. C.)

"El justo cuyos pecados permanecieron será atraído por el fuego (purificación)..." (Lactancio, 307 d. C.).

"Algunos pecadores no son perdonados ni en este mundo o en el próximo no se podría decir con verdad a no ser que hubieran otros (pecadores) quienes, aunque no se les perdone en esta vida, son perdonados en el mundo por venir." (San Agustín, 354 d. C.).

"No debemos dudar que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo..." (San Juan Crisóstomo, 386 d. C.)

"Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador..." (San Gregorio Magno, 580 d. C.).

“El purgatorio no es un elemento de las entrañas de la Tierra, no es un fuego exterior, sino interno. Es el fuego que purifica las almas en el camino de la plena unión con Dios” (Benedicto XVI, 2010 d. C.).
​-los Concilios:

"Las almas que partieron de este mundo en caridad con Dios, con verdadero arrepentimiento de sus pecados, antes de haber satisfecho con verdaderos frutos de penitencia por sus pecados de obra y omisión, son purificadas después de la muerte con las penas del Purgatorio" (Concilio de Lyon, 1254 y Concilio de Florencia, 1439).

"Como la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, a la luz de las sagradas Escrituras y de la antigua tradición de los Padres, haya enseñado en los sagrados concilios, y enseñe últimamente en este concilio ecuménico, que existe un purgatorio, y que las almas allí detenidas son socorridas por los sufragios de los fieles, y sobre todo por el santo sacrificio del altar; el santo concilio prescribe a los obispos que se esfuercen diligentemente para que la verdadera doctrina del purgatorio, recibida de los Santos Padres y de los santos concilios, se enseñe y predique en todas partes a fin de que sea creída y conservada por los fieles”. (Concilio de Trento, 1545-1563).

"Algunos de sus discípulos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados. [...] Santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados" (Concilio Vaticano II, 1962-1965).

Concluyendo, el Purgatorio existe, y por tanto, los cristianos tenemos el "deber" por la fe, no sólo de creer en él, sino  la "obligación" por el amor, de interceder por las almas que se encuentran purificándose en él.

miércoles, 6 de enero de 2021

LA MUJER EN EL PLAN DE DIOS

"Una mujer fuerte, ¿quién la hallará? 
Supera en valor a las perlas. 
Su marido se fía de ella, pues no le faltan riquezas. 
Le trae ganancias, no pérdidas, todos los días de su vida...
Todavía de noche, se levanta a preparar la comida a los de casa
y repartir trabajo a las criadas. 
Se ciñe la cintura con firmeza y despliega la fuerza de sus brazos. 
Comprueba si van bien sus asuntos, 
y aun de noche no se apaga su lámpara. 
Abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre...
Se viste de fuerza y dignidad, sonríe ante el día de mañana.
Abre la boca con sabiduría, su lengua enseña con bondad. 
Vigila la marcha de su casa, no come su pan de balde. 
Sus hijos se levantan y la llaman dichosa, 
su marido proclama su alabanza...
La que teme al Señor merece alabanza. 
Cantadle por el éxito de su trabajo, 
que sus obras la alaben en público"
(Pro 31,10-31)

Cuando escucho afirmar que la religión católica oprime a la mujer, o que Biblia es machista, o que Dios discrimina a la mujer, no tengo más remedio que contestar que lo hacen desde la más absoluta ignorancia o desde la más torticera malicia. 

Para hablar de algo, es necesario, ante todo, estar bien informado sobre el asunto a tratar, o se corre el riesgo de hacer el ridículo y perder toda credibilidad.

Dios tiene a la mujer en muy alta consideración y Su Palabra está llena de ejemplos en los que se describe y se alaba a la mujer como pieza fundamental y de vital importancia en Su plan de salvación

Mujeres que adquieren especial importancia en la Biblia, habida cuenta del contexto histórico en el que fue escrita y de la cultura judía que consideraba (aún hoy día lo hace) a la mujer indigna, marginada, inferior, dependiente del hombre (ya sea el padre o el marido) y desprovista de derechos, sobre todo, si era soltera, viuda o estéril. 

Posiblemente, este concepto judío sobre la mujer tenga su origen en las palabras de Dios dirigidas a Eva en Gn 3,16: "Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará". 

Adán, el hombre y Satanás, la serpiente, fueron malditos; no así Eva, la mujer. Ese "sufrir en la preñez" y "parir con dolor" y ese "ansia y dominio del Esposo",  en realidad, están tipificando a la futura Iglesia de Cristo, "madre de todos los que viven".
En ningún sitio de la Escritura se discrimina a la mujer (desde luego no por parte de Dios), ni se dice que la marginación de la mujer sea o forme parte del plan de Dios, pues, en el principio creó al hombre y a la mujer con la misma dignidad y con la potestad de dominar a todos los seres vivientes (Gn 1, 26-28), pero nunca con la intención de que el uno dominara al otro. 

Es más, cuando dice Dios "No es bueno que el hombre esté sólo(Gn 2,18), está resaltando a la mujer, está diciendo que el hombre, sin Eva, sin la mujer, no puede valerse por sí solo. Sin duda, esta afirmación es mucho más que un simple halago, es la corroboración de la importancia de la mujer para Dios y de la necesidad de la mujer para el hombre.

Por tanto, la voluntad de Dios no pasa por establecer un dominio u hostilidad entre hombre y mujer o viceversa, sino por favorecer una complementariedad entre ambos. Más bien, como leemos en Génesis 3, la serpiente, Satanás, es maldita por ser quien genera siempre la división y el enfrentamiento y la mujer no. Por eso, la hostilidad es entre la mujer y la serpiente (y sus descendencias), nunca entre la mujer y el hombre. 
El ejemplo más importante, significativo y sublime del papel de la mujer en el desarrollo de la voluntad divina es la Virgen María, Madre de Dios: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! (...) Bienaventurada la que ha creído (...) Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí" (Lc 1,42-48).

Pero le siguen otros muchos ejemplos de mujeres a las que Dios ensalza: como la alabanza y el canto a la mujer fuerte (Pro 31, 10-31); Sara, la mujer de Abrahán y madre del pueblo judío (Gn 12); Miriam, la profetisa (Ex 15,20-21); Débora, la juez (Jue 4 y 5), Rut, abuela del Rey David y linaje del Mesías (Rut 1-4 y Mt 1,5); Ana, madre de Samuel (1 Sa); Judit, aclamada por Israel (Jud 13); Ester, reina de Persia (Est 2), Ana la profetisa (Lc 2,36-38), Isabel, la madre de Juan el Bautista reconoció a María como la Madre del Salvador (Lc 1,44), etc.

Cada una de estas mujeres tuvo un rol diferente de las otras y en ningún caso, secundario en relación al hombre. Algunas, fueron madres de hijos importantes en la historia (reyes, profetas) o incluso, de Aquel que la cambiaría; otras, esposas que acompañaron y ayudaron a sus maridos en su misión; y otras, fueron protagonistas principales de su pueblo como reinas, jueces, discípulas, luchadoras o evangelizadoras.
Nunca trataron de equipararse al hombre ni pidieron igualdad ni desearon tener otro cometido o protagonismo distintos al suyo, sino que cada una de ellas cumplió su vocación, aquella misión para la que fueron creadas por Dios. 

Pero por si todos estos ejemplos fueran insuficientes, los Evangelios revelan el modo con el que Jesús acogió a algunas mujeres entre sus discípulos y seguidores, la manera en la que rompió todos los esquemas patriarcales judíos por el trato especial que dio a mujeres que se encontró durante su vida pública como la samaritana que dio de beber a Jesús (Jn 4,27), la hemorroísa que tocó el manto de Cristo (Mc 5, 25-34), la mujer encorvada (Lc 13, 10-16), la mujer adúltera que iba a ser apedreada (Jn 8, 3-11), la prostituta que le besó los pies y le ungió con perfume (Lc 7, 36-50), la suegra de Pedro, a la que curó (Mc 1, 29-31), la mujer pecadora de Betania, en casa de Simón (Mc 14, 3-9), la cananea que insistió a Jesús con fe (Mt 15, 21-28). la viuda de Naim a la que Jesús la devuelve su hijo muerto (Lc 7,11-17), la viuda pobre que dio todo lo que tenía (Lc 21,1-4), Marta y María de Betania (Lc 10, 38-42), etc.

Muchas mujeres desafiaron el sistema cultural de la época al seguir a Jesús, al hablar a solas con Él, al tocar su cuerpo, al dirigirse a Él en público y al servirle como discípulas. Muchas demostraron un amor sincero y una fe firme en Jesucristo. Muchas demostraron estar más cerca de Dios que muchos hombres. 

De crucial importancia es el papel de las mujeres que fueron testigos de la Pasión y Muerte de Cristo, y posteriormente, de su Resurrección (Lc 23, 26-30), entre las que se encontraba María Magdalena, María la de Cleofás (Jn 19,25), Salomé (Mc 15,40-41) y otras, pues fueron las primeras en ver a Jesús resucitado y en recibir el encargo de anunciarlo a los discípulos (Mt 28, 7; Mc 16, 7; Lc 24,9; Jn 20,18), condición indispensable para ser incluidas como Apóstoles de Cristo (Hch 1, 22).

Asimismo, demostraron su papel fundamental en la acción misionera de la Iglesia y su participación activa en el origen del cristianismo mujeres como Lidia, la primera cristiana conversa de Europa (Hch 16, 15) o Priscila, destacada discípula de San Pablo y formadora de Apolo (Hch 18,24-26; 1 Co 16,19; Rom 16,3-5), Febe, diaconisa de Cencreas (Rom 16,1-2), Junia, compañera de prisión de San Pablo en Roma (Rom 16,7), Cloe, acomodada comerciante cristiana y responsable de una Iglesia de Corinto (1 Co 1,11) y  Ninfa de la Iglesia de Laodicea (Col 4,15).

Por todo ello, quien acusa a Dios de discriminación a la mujer, no se ha enterado de nada. Quien le tacha de machista es que no conoce a Dios. Quien tilda a la Iglesia de marginar a la mujer no se da cuenta de que es la mujer la que sostiene a la Iglesia.

Por una mujer, Dios se hizo hombre y nos salvó. Por una mujer, la Iglesia comenzó su andadura a los pies de la cruz. Y por un grupo de mujeres, nuestra fe cobra todo su valor al anunciarnos que JESUCRISTO HA RESUCITADO.

lunes, 4 de enero de 2021

HIJOS CONTRA SUS PADRES


"Se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. 
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; 
pero el que persevere hasta el final, se salvará
(Mateo 10,21-22)

Está escrito en la Palabra de Dios. Cristo nos anticipa una terrible realidad: "vuestros hijos se rebelarán contra vosotros y os matarán." Pero, como siempre, también nos hace una promesa: quien persevere hasta el final, tendrá recompensa.

Muchos padres sufrimos esta situación con nuestros hijos en primera persona y en propia carne. Algunos, durante muchos años. Impotentes ante esta terrible experiencia, nos preguntamos ¿Por qué? ¿Cómo resolverlo? ¿Qué hacer?

El Diablo siempre utiliza la misma táctica: instiga a los hijos de Dios a rebelarse contra su Padre, con la excusa de la libertad y con el propósito de "matarlo", de "eliminarlo" de sus vidas. Y hace lo mismo con nuestros hijos. 

Por tanto, nuestra lucha no es contra nuestros hijos sino contra el poder del mal. Quizás, lo que deberíamos plantearnos todos, tanto padres como hijos, es ¿cómo reclamo la libertad que mi Padre me concede? ¿trato de obtenerla aunque ello suponga "asesinarle"? ¿sé utilizarla correctamente? 

En un mundo gobernado por el Enemigo y, por tanto, edificado sobre el odio, la división y el egoísmo, seguir a Cristo nos lleva irremediable a chocar con el plan del Adversario, quien pondrá toda su maquinaria en contra nuestra, incluso a nuestros hijos, para causarnos el mayor dolor posible.
No es nada fácil manejar esta dura y dolorosa experiencia personal, y colectiva, a la vez. No, si no pienso y medito en el dolor de la Pasión y Muerte de Dios. Sus criaturas más amadas, sus propios hijos, le "crucifican" y le "matan". Por lo tanto, si yo soy cristiano, tengo que saber que esto también me va a ocurrir a mí.

Aún así, Jesús, desde el Calvario, no me pide que luche contra ellos o que busque soluciones por mis medios, como algunos de sus discípulos pensaban en el Huerto, o como algunos soldados romanos le increpaban para que se salvase a sí mismo en el Gólgota. Cristo me llama a perseverar, a aguantar, a mantenerme firme en la fe y confiado en la voluntad del Padre. Como hizo Él.

En mi Getsemaní particular, puedo pedirle a Dios que pase de mí este cáliz. En mi Cruz personal, puedo preguntarle por qué me ha abandonado. Es humano. Pero como imitador de Cristo, lo que debo decirle al Padre es "que pase de mí este cáliz, pero que no se cumpla mi voluntad, sino la tuya". Como seguidor de Cristo, debo pedirle a Dios: "perdónales porque no saben lo que hacen". También, como cristiano, hijo suyo y amado, debo ofrecerle: "en tus manos encomiendo mi espíritu", es decir, poner mi vida en sus manos y que se cumpla Su voluntad.

La parábola del hijo pródigo (Lucas 15,11-32) refleja a la perfección esta situación que sufrimos muchos padres: nuestros hijos se rebelan contra nosotros, nos piden su "herencia" (su libertad) y nos "matan", para marcharse a un "país lejano". 
Según la costumbre judía, ningún hijo tenía derecho a heredar nada hasta que el padre no muriera. La exigencia del hijo menor de recibir su herencia no sólo implica una rebelión contra su padre, impensable para un judío, sino que además supone el "asesinato" del padre: para heredar, debe matarlo. El Padre, consciente de ello, no quebranta la libertad de su hijo y se le da. Es más, da su vida...por amor a su hijo. Y espera...

En ocasiones, quienes sufrimos esta situación angustiosa, pensamos que no somos capaces de vivir esta tristeza de corazón y que la resolución de este problema es imposible. Y nos asomamos al precipicio de la desesperación. Pero, debemos persistir en la certeza de que "para Dios nada hay imposible" (Lucas 1,37), y que "sabemos que a los que aman a Dios, todo les sirve para el bien" (Romanos 8,28).

Por eso y aunque sea tremendamente duro y doloroso, debemos aprender a vivir esta circunstancia con plena confianza en el Plan de Dios. Y, aún a pesar de todo el mal que nos desgarra el corazón y nos hiere profundamente el alma por lo que nuestros hijos digan o hagan, debemos amarles hasta el extremo, morir por ellos.

La parábola del hijo pródigo, o mejor, del Padre misericordioso, nos exhorta a hacerla nuestra y a vivirla como la vivió el Padre: con amor incondicional. Y además, a asumirla con la fe y la esperanza de que nuestros hijos, algún día, "vuelvan a casa", para salir corriendo a su encuentro, para abrazarles, cubrirles de besos y celebrar una gran fiesta.

A mi, personalmente, me ayuda mucho encontrar respuestas a mi cruz en la Palabra de Dios y a asumirla como Cristo me pide para seguirle:

Proverbios 22,6 dice: "Educa al muchacho en el buen camino: cuando llegue a viejo seguirá por él". Yo tengo la esperanza de que la semilla sembrada en sus corazones, tarde o temprano, crecerá. Yo la planté y Dios la hará germinar. Estoy seguro.

Gálatas 5,22-23 da la clave para soportar esta cruz con los frutos del Espíritu: "amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí". Por eso, siempre le pido al Espíritu Santo, no tanto que me resuelva la papeleta y solucione mis problemas, sino que me de sabiduría, entendimiento, consejo y fortaleza para vivirlos con perseverancia. 

El profeta Isaías 49,15 me da tranquilidad y paz cuando asegura: "¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré". Aunque yo olvidara mi amor por mis hijos, aunque yo me enfade con ellos y, a veces, hasta pierda los "papeles", Dios jamás lo hará. 

San Pablo en 1 Corintios 10,13 me da seguridad y ánimo"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla".

En 1 Tesalonicenses 5, 14-17 me desvela la manera de actuar con mis hijos: "Os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los indisciplinados, animéis a los apocados, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos. Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal; esmeraos siempre en haceros el bien unos a otros y a todos. Estad siempre alegres. Sed constantes en orar".

1 Pedro 5,7-10 me da la solución: "Descargad en Dios todo vuestro agobio, porque él cuida de vosotros. Sed sobrios, velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que vuestra comunidad fraternal en el mundo entero está pasando por los mismos sufrimientos. Y el Dios de toda gracia que os ha llamado a su gloria eterna en Cristo Jesús, después de sufrir un poco, él mismo os restablecerá, os afianzará, os robustecerá y os consolidará." 

Es en Dios y en su Gracia en quien debo descargar mis agobios. Él cuida de mí y de los míos. Yo sólo tengo que resistir a mi adversario, y como yo, otros que están pasando por los mismos sufrimientos. Dios resolverá todas nuestras angustias y todos nuestros problemas.

Señor, Padre todopoderoso,
te doy gracias por el don de mis hijos
que generosamente me has concedido.

Acepto con serenidad y paciencia, 
las preocupaciones y fatigas
que ellos me cuestan.

Dame consejo para guiarlos,
paciencia para instruirlos,
fe para servirles de ejemplo,
sabiduría para comprenderlos
y luz para ayudarlos a encontrarte.

Ayúdame a amarlos hasta el extremo
y a entregar mi vida por ellos.

 Amén

miércoles, 30 de diciembre de 2020

UN CAMINO DE SUBIDA

"Sed para mí santos, 
porque yo, el Señor, soy santo, 
y os he separado de los demás pueblos
 para que seáis míos"
(Levítico 20,26)

Jesucristo, el Santo, hizo un camino de bajada a la tierra, por amor, para llevarnos a todos los hombres a la santidad, es decir, para llevarnos de la mano por un camino de subida al cielo, a la comunión con el Padre, que habíamos perdido "en el principio", por causa de Adán.

Jesucristo, la Verdad, nos interroga, en la encrucijada de nuestras opciones existenciales, para que decidamos si seguimos en el valle cómodo y atractivo que nos sugiere el mundo (o incluso descendemos aún más, al precipicio, que nos sugiere el Enemigo), o iniciamos el camino de ascenso, difícil y escarpado, hacia el cielo.

A nosotros nos toca elegir: ser alpinistas que ascienden hacia la cumbre, que buscan la Luz de la gloria y los amplios horizontes del Amor, o ser mineros que descienden hacia las oscuridades de las grutas tenebrosas del pecado, que buscan algo que no pueden hallar.  

A nosotros nos toca decidir: ser salmones surgidos de las desembocaduras del mar y que nadan contracorriente en pos de su vocación, o ser culebras de agua que se dejan arrastar por la corriente hacia el mar y bucean en los peligros del caos.

El "Mapa"

El camino que nos muestra Cristo es un camino escarpado y sinuoso que requiere esfuerzo y supone fatiga pero que merece la pena, porque "arriba", en la cumbre, se respira aire puro, se percibe la amplitud del horizonte y, sobre todo, se encuentra a Dios.

Llegar a la cima no es fácil. Nos espera sufrimiento y persecución, llanto y calumnias, falta de paz y de justicia... pero Cristo nos promete (¡ocho veces!) ser dichosos, bienaventurados, felices...santos: 

"Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. 
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. 
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos"
(Mateo 5, 2-10)

Las Bienaventuranzas son la Carta Magna del cristiano, la Constitución del católico, las Nuevas Tablas de la Ley del amor y de la alegría. Son el mismo rostro de Jesús, el retrato del discípulo de Cristo.
Los hombres hemos sido creados para la felicidad, para la santidad, para el amor. Nuestro deseo tiene su cumplimiento en Cristo. Él es nuestra respuesta, nuestro camino, nuestro mapa. Él es el secreto de nuestra victoria. 

Pero es preciso entender que toda victoria supone esfuerzo, confianza y compromiso, y que es una lucha hasta la muerte. Cristo venció esta batalla, recorriendo y mostrándonos todo el camino, hasta la muerte en cruz. Y no lo hizo por Él, sino por nosotros. 

De la muerte surge la vida, del abismo del pecado surge la cima de la gracia, del viejo Adán surge el "nuevo" Adán. 

Las Bienaventuranzas son el "mapa del tesoro" que nos muestra el itinerario y la "brújula" que nos indica la dirección. Un "camino de subida" que Cristo ha recorrido antes que nosotros para demostrarnos que "sí, se puede". Porque el amor todo lo puede, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Corintios 13,7).
Un camino que es el propio Jesucristo, el más pobre de los pobres, el más manso de los mansos, el más justo de los justos, el más misericordioso, el más limpio de corazón, el más pacífico y el más perseguido. 

Un viaje que no recorremos solos. Con Cristo, que nos da la mano y camina a nuestro lado, y con el Espíritu Santo que nos guía y nos da fuerzas, podemos recorrer este viaje de "ascenso" hacia la felicidad, esta "escalada" hacia la plenitud, esta "subida" hacia la comunión con el Padre.

El "Itinerario"

Todos estamos llamados a la santidad. La santidad no es una misión imposible. O, sí lo es, si la miramos desde una convicción humana de obras y méritos propios. Sólo la gracia y los méritos de Cristo pueden conducirnos a ella: "Él nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia que nos dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos" (2 Timoteo 1,9).

La santidad, tras el encuentro con Cristo, supone un "trastorno" de nuestra historia y de nuestra vida, un "cambio" de nuestros planes y de nuestros proyectos, una conversión de nuestra mentalidad y de nuestra actitud, una renovación del corazón que el Espíritu Santo produce en nuestra alma, conformándonos al corazón del Hijo.

La santidad se realiza en la vida cotidiana, en el día a día. No supone una "vida extraordinaria en obras y milagros" sino una "vida ordinaria en amor y servicio". 

La santidad es un itinerario personal, adecuado a la vocación de cada uno. Ningún santo es igual a otro. No tiene por qué serlo. Cada uno tiene un ritmo y un paso. Pero todos tienen que converger en la experiencia gozosa del encuentro y la comunión íntima con Dios.
La santidad es un camino de subida que no admite dudas ni vacilaciones: o subes o no subes. Y si no subes, bajas. Es un camino angosto, incómodo y lleno de peligros que no depende de nuestras capacidades sino de seguir a Cristo.

La santidad es un ascenso "en el Espíritu" que requiere dejarse guiar con docilidad, confianza y obediencia por el Espíritu Santo. Un peregrinaje que ya han recorrido otros santos, allanándonos la senda.

La santidad no consiste en un viaje de auto-perfeccionamiento, ni de auto-satisfacción, ni de auto-ayuda, ni de auto-crecimiento. Es un recorrido de sanación por la gracia del Espíritu Santo, de acompañamiento por el Hijo hacia la feliz comunión con el Padre.

El cielo es nuestra patria. Somos ciudadanos del cielo, y como tales, no podemos esperar pasivamente ser "arrebatados" sin más. San Pablo nos exhorta a comprometernos activamente: "No nos cansemos de hacer el bien, que, si no desmayamos, a su tiempo cosecharemos. Por tanto, mientras tenemos ocasión, hagamos el bien a todos" (2 Tesalonicenses 3,13; Gálatas 6,9-10).

El Reino de los Cielos se realiza progresivamente en nuestra cotidianeidad, en nuestras tareas terrenales, colaborando con el Creador para edificar una casa digna para el hombre, un mundo donde reine la justicia y la paz, un paraíso donde se encuentre la verdad y el amor, una Jerusalén celeste donde el hombre se reconcilie con Dios.

"Lo mismo que es santo el que os llamó, 
sed santos también vosotros 
en toda vuestra conducta
porque está escrito: 
Seréis santos, porque yo soy santo."
(1 Pedro 1,15-16)