¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

martes, 15 de octubre de 2019

¡NOS ATACAN!

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¿Final? No, el viaje no concluye aquí. 
La muerte es solo otro sendero, 
que recorreremos todos. 
El velo gris de este mundo se levanta 
y todo se convierte en plateado cristal. 
Es entonces, cuando se ve...La blanca orilla. 
Y mas allá, la inmensa campiña verde,
 tendida ante un fugaz amanecer.
(El Retorno del Rey)

Las estrellas se nublan. Algo se inquieta en el este. Una insomne malicia. El ojo del enemigo avanza. Es la calma que precede a la tempestad.

El Enemigo ha fijado su mirada en España. Su encendidos ojos rojos lanzan fuego sobre la descendencia de la Mujer. Quiere devorar al Heredero...destruir su linaje.

Una Cruz a lo lejos. Un Cruz blanca, en un gran patio de piedra. Cae demolida...

Hasta el mismísimo calor de la sangre arrebata. El Valle está cerrado. Los que murieron lo construyeron, y los Santos lo guardan. El Valle está cerrado.

Una ciudad en llamas. Un país dividido y arrasado por el odio...

Percibimos un esbozo del plan enemigo. Satanás avanza para atacar la ciudad blanca. 

Su derrota tiempo atrás, ha demostrado a nuestro enemigo una cosa, sabe que el heredero del Reino se ha dado a conocer, que los hombres no son tan débiles, que su coraje podría seguir intacto. 

Una fuerza tal vez suficiente para retarle. Satanás teme esto. No se arriesgará ante los pueblos de la Tierra de María, unidos bajo una misma fe, bajo un mismo espíritu. 

Urdirá división y tumulto. Reducirá la ciudad a escombros, antes de ver a un rey recuperar el trono de los hombres. Si las almenaras de la Ciudadela se encienden, que el país se prepare para la guerra.

Dime. ¿Por
qué rendir pleitesía a un Heredero destronado y olvidado? ¿Por qué cabalgar en ayuda de aquellos que no nos la prestaron? ¿Qué debemos a la Ciudadela?

El futuro se está agotando. Pero aún es nuestro. Nada es seguro, salvo nuestra fe. La tibieza y cobardía de muchos, antaño fieles, les impiden tomar partido y elegir bando. Pero no les ha sido otorgado la autoridad de negar el retorno del Rey. Los caballos se inquietan y los hombres callan. Les trastorna la Sombra de la Montaña.

El Enemigo está listo, con todo su poder reunido. No sólo con soldados de oriente, sino con hombres del oeste, también. Legiones de guerreros del sur. Mercenarios de la costa. Todos acudirán a la llamada del Mal. Será el fin del país que conocemos. Aquí el mazazo será mas contundente.

Si to
man el Valle, si la guarnición de San Benito cae, la última defensa de esta ciudad habrá caído. ¿Quien defenderá nuestros valores si las trincheras del frente caen? ¿Quién resistirá la furia, si los bastiones de vanguardia sucumben?

El Enemigo está por revelar aún a su más letal siervo. El que acaudilla los ejércitos del Mal en la guerra. Aquél de quien se dice que ningún hombre vivo puede resistir sus tentaciones. 

Tú ya le conoces, hirió a la Mujer en el calcañal. El Señor de los demonios. El averno es su guarida.  La ciudad muerta. Repugnante paraje repleto de maldad.

Y al fin llegó la hora. La gran batalla de nuestro tiempo. La situación ha emprendido una marcha imparable. El tablero está listo, las piezas se mueven
...

Ha roto nuestras defensas, han tomado el puente y l
a ribera oeste. Batallones de enemigos cruzan el Valle. Enviad a todas las legiones. No detengáis el ataque hasta que la Basílica haya sido tomada. ¡Aniquiladlos!

Recorred aprisa la Marca, alistad a todo hombre capaz en el sagrario. Los hombres han encontrado a su Señor. Le seguiremos a la batalla, hasta nuestro último aliento, incluso a la muerte. Nos ha traído esperanza Nosotros iremos. 

Llegada es la hora, Jinetes de Dios, os ata un juramento, dadle ahora cumplimiento. ¡Por el rey y la tierra!
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De las cenizas despertará el fuego. La luz brotará de la sombra. Forjada será de nuevo la espada de sus pedazos. El destronado retornará para ser rey.

¡Abrid paso al Rey! ¡Abrid paso! Doy esperanza a los Hombres. No guardo ninguna para mí.  ¡No temo a la muerte! 

¡Aprisa, a las murallas! ¡Defended la muralla! ¡Retomad posiciones! Sois soldados de Dios. No importa lo que atraviese esa puerta. Permaneced en el puesto. Contenedlos, ¡no cedáis al miedo! ¡Manteneos firmes! ¡Luchad!

¡Avanzad, sin temor a la oscuridad, luchad, luchad jinetes de María. Caerán las lanzas, se quebrarán los escudos, aún restará la espada, rojo será el día hasta el nacer del sol! ¡Cabalgad, hasta la desolación y el fin del mundo!

Veo en vuestros ojos el mismo miedo que encogería mi propio corazón.  

Pudiera llegar el día en que el valor de los hombre decayera, en que olvidáramos a nuestros compañeros y se rompieran los lazos de nuestra comunidad, pero hoy no es ese día.

En que una hora de lobos y escudos rotos rubricarán la consumación de la edad de los Hombres, pero hoy no es ese día... 

¡En este día lucharemos! Por todo aquello que vuestro corazón ama de esta buena tierra, os llamo a luchar, ¡Hombres del Oeste!

Esta noche recordamos a aquellos que dieron su sangre por defender esta bendita tierra de María. ¡Salve a los victoriosos caídos!


¡El que tenga oídos que oiga!

Fragmentos del libro "El Retorno de Rey", El Señor de los Anillos. J. R. R Tolkien

lunes, 14 de octubre de 2019

LOS DISCÍPULOS NO NACEN, SE HACEN.

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"Nadie echa vino nuevo en odres viejos, 
porque el vino nuevo reventaría los odres, 
el vino se derramaría y los odres se perderían; 
sino que el vino nuevo se echa en odres nuevos." 
(Lucas 5, 37-38)

Han pasado ya algunos años desde que algunos empezamos a tomar conciencia de la misión a la que siempre nos ha llamado el Señor: evangelizar.

Echando la mirada atrás, hemos avanzado en cierta forma, pero también percibimos que ahora estamos estancados porque algunas estructuras de la Iglesia están "caducas". Sencillamente no evangelizan. 

Creemos estar haciendo algo que "debemos" sin plantearnos si hoy, es eficaz. Seguramente, estamos echando vino nuevo en odres viejos, que se revientan y derraman el vino.

Catequesis de comunión y confirmación

Cada año, muchos denodados catequistas de nuestras parroquias españolas donan su tiempo y entregan su esfuerzo en la preparación de los niños para la Primera Comunión… Sin embargo, ¿cuántos de ellos seguirán asistiendo a los sacramentos al siguiente domingo, o al cabo de un año?
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Lo mismo ocurre con las confirmaciones. Se forma a jóvenes que, más pronto que tarde, dejan de tener un sentido de pertenencia y compromiso con Dios y con la Iglesia.

Las catequesis, sencillamente, no evangelizan. Son, más bien, una "necesaria puesta en escena" para una celebración que poco o nada tiene que ver con el sacramento de la Eucaristía. 

Quizás deberíamos transformar esa preparación que se "va por el desagüe", en una vivencia de la fe, en un encuentro con Cristo resucitado, tanto de nuestros jóvenes como de sus padres.

Centros educativos católicos

En palabras del Papa Francisco, los centros educativos católicos se han convertido en "búnkers" o "trincheras" organizadas sólo para la preservación, replegadas ante las incertidumbres de  los cambios e incapaces de provocar en sus alumnos "experiencias de fe perdurables".

Los colegios no evangelizan, porque no preparan a los jóvenes en propuestas morales para confrontarlas con un mundo que las ridiculiza y que les arrincona. No les enseñan a rezar ni a vivir la fe en medio de este ambiente hostil. 
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El problema es que muchos padres envían a sus hijos a centros católicos para que les enseñen esa fe que, desgraciadamente, ha dejado de vivirse en casa. 

Pero si algo aprenden en los colegios, son las ideologías del mundo (LGBTI, relativismo, progresismo, etc.) con las que les adoctrinaron desde pequeños, porque son obligatorias también para los colegios católicos.

Las universidades católicas tampoco evangelizan, porque no generan conversos, ni discípulos de Cristo, ni evangelizadores, al derivar recursos que, deberían dedicarse a evangelizar, a otras cuestiones que no dan resultado.

Hoy, por desgracia, nuestros hijos y adolescentes se educan fuera de la escuela. Y allí no suele existir una formación moral sino más bien, todo lo contrario.

Quizás deberíamos hacer de estos centros experiencias vitales de fe, donde se viva el encuentro con Dios y se haga atractivo el compromiso de los jóvenes con el mundo a través de un compromiso evangelizador.

Bodas y Funerales

A su vez, los sacerdotes diocesanos argumentan no poder dedicarse a evangelizar, a llevar la fe a los alejados, porque están muy ocupados en atender sacramentalmente sus parroquias

Resultado de imagen de bodas iglesiaCelebran bodas cristianas para parejas que no han sido evangelizadas realmente, y que se alejarán de la Iglesia según pongan un pie fuera del templo.

Celebran funerales que no se viven como parte del proceso cristiano hacia la casa eterna ni tienen repercusión en la vida de fe personal, familiar o social de los asistentes. 
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Sencillamente, se va por "cumplir", porque un gran número de bautizados ven los sacramentos más como eventos sociales que como celebraciones comunitarias de la fe y de compromiso con la Iglesia. 

Los párrocos no son capaces de aprovechar el acercamiento de muchas personas en estas ocasiones, y que de otro modo, no pisarían una iglesia, para evangelizarlos

Tampoco les quedan fuerzas para entrenar ayudantes, implantar métodos para llegar a los alejados, para convertir a un "consumidor de sacramentos" en un "discípulo comprometido de Cristo", etc… 

¡Cuántas oportunidades perdidas para evangelizar a quienes se acercan ocasionalmente a la Iglesia!

Retiros de conversión

Con los retiros de conversión (Emaús, Effetá, Amor Conyugal...) conseguimos acercar a las personas a Jesús, sienten su amor, una vida nueva… 

Y entonces, les llevamos a una "estructura vieja", es decir, parroquias "viejas" que no están dispuestas ni preparadas para acogerles, acompañarles y formarles en la fe. O que no saben cómo hacerlo, porque están adaptadas a los parroquianos de toda la vida.

Resultado de imagen de retiros espirituales catolicosEn las parroquias, en lugar de cristianos ‘comprometidos’, habitualmente encontramos, por un lado, bautizados practicantes de fe meramente individual, cómoda y fragmentada, que han perdido el entusiasmo en el mensaje cristiano, o que han dejado de tener sentido de pertenencia a la Iglesia. Y por otro, bautizados no practicantes, no iniciados en la fe y con falta de formación junto a no creyentes, todos ellos secularizados, que acuden por compromiso social. 

Es necesario y preciso que las parroquias adopten un compromiso de acoger y formar a estas personas que se acercan a Dios, tanto por parte de los sacerdotes como de los laicos.

Los discípulos, ¿nacen o se hacen?

"La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia, y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar” (Pablo VI en Evangelii Nuntiandi,1975). Por eso, debemos hacer discípulos, por que no nacen ni florecen.
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Si las catequesis infantiles, la exigua enseñanza en los colegios y universidades católicas, o cualquier otra cosa es ineficaz y no evangeliza ¿no es lógico que nos deshagamos de lo que no da frutos? 

O, peor aún, si nos impiden dedicar tiempo o recursos para la evangelización, ¿no deberíamos plantearnos dirigirnos hacia lo que funciona y dejar lo que no lleva a nada? 

Como dice el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: "Toda la Iglesia debe avanzar hacia una conversión pastoral y misionera. No puede dejar las cosas como están. Debe pasar de ser una 'simple administración' a un 'estado permanente de misión'".

Los Papas han hablado claro, pero parece que no va con nosotros. Nos falta unir fuerzas para crear estructuras capaces de formar nuevos evangelizadores. Nos falta pasión para impregnar de un compromiso misionero y apostólico todas la estructuras, métodos y planes pastorales, comunidades, movimientos y cualquier institución eclesial, que favorezca la transmisión de la fe. 

¿Cómo hacer discípulos?

Como el vino nuevo necesita odres nuevos y la nueva evangelización necesita nuevos evangelizadores formados en nuevas estructuras y que apliquen nuevos métodos.

Jesús no se centró en hablar a multitudes (que también), sino en formar a sus discípulos. Dio sus instrucciones: “Id y haced discípulos”. Nos insta a "producir" discípulos, formándolos y transmitiéndoles la fe de Cristo, porque no nacen ni crecen en el campo. 

Resultado de imagen de hacer discipulosEl fruto de la Iglesia es hacer discípulos. Nuestra mayor alegría no es ser discípulo sino hacer discípulos. Eso requiere una conversión pastoral que implica renunciar a otras cosas.

Es sorprendente que haya pastores que parezcan satisfechos con que su rebaño dé poco fruto y no piensen cambiar nada, ni modificar sus hábitos o sus estructuras

Ven pocos conversos, pocos cristianos maduros y comprometidos, pocos frutos… y dicen que es cosa de Dios dar fruto. Y es cierto, pero nosotros debemos sembrar y trabajar para que Dios haga el resto.

Cristo es exigente: “Mi Padre recibe gloria cuando producís fruto en abundancia; y os manifestáis como discípulos míos; os he destinado para que deis fruto abundante y duradero” (Juan 15, 8-16). Entonces, ¿cómo es posible que un pastor, un obispo, un religioso, un maestro, un catequista, un párroco, puedan estar satisfechos con pocos frutos cuando Cristo asegura que "nos ha destinado para que demos fruto abundante y duradero”? ¿Acaso estamos desobedeciéndole?

Un fruto abundante y duradero implica trabajar por la calidad más que la cantidad, pero, claro, fruto abundante también es cantidad. Para llegar a la cantidad hay que invertir en calidad. Basta de teología pesimista, de excusas derrotistas, de decir "es lo que hay”. 

Necesitamos estructuras de calidad que generen nuevos evangelizadores kerigmáticos (del primer anuncio de Cristo, que transforma a la persona), no catequéticos, porque catequéticos ya tenemos muchos”.

Necesitamos parroquias que no se limitan a hacer “algo” de evangelización “a ratos” y “porque es lo que toca ahora”, sino que han transformado sus estructuras y han convertido sus pastorales para ser plenamente evangelizadoras.

Necesitamos hacer discípulos. Y hacerlos ya.

¿A QUIEN DEBEMOS VOTAR LOS CATÓLICOS?

"Pues dad al césar lo que es del césar 
y a Dios lo que es de Dios" 
(Mateo 22, 21)

Los católicos tenemos la convicción y certeza de que Dios ha creado al hombre libre para vivir en sociedad. Y por ello, debemos obrar siempre en conciencia, especialmente, cuando se acercan elecciones políticas y se nos convoca a votar. 

Las palabras que Jesús le dijo a Pilato: "Mi Reino no es de este mundo" (Juan 18, 36) nos hacen meditar sobre la pérdida de tiempo y esfuerzo que significa tratar de hacer coincidir nuestra fe con las ambiguas propuestas ideológicas de los partidos políticos y otorgarles la capacidad de hacer perdurar las verdades de la fe católica.

Pero, Cristo también dijo: "Dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios" (Mateo 22, 21) y por eso, como cristianos, tenemos el derecho y la obligación de ofrecer nuestra aportación al bien común y optar por una alternativa que conduzca a la transformación de esta sociedad, en una que mire y se acerque más al cielo. 

Las elecciones deberían ser un momento propicio para "poner nuestra fe en acción"demostrar nuestro compromiso con Dios, nuestra lealtad a la Iglesia confrontar las propuestas de cada partido político con la doctrina católica.

Los buenos propósitos, promesas e intenciones de un programa político no pueden reducirse a un puro discurso, gestos o guiños ni a una tradición pasada para que le demos nuestro voto. 
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Los católicos debemos dar libremente nuestro voto al partido y candidato que mejor responda a nuestras convicciones morales y religiosas y así, ser coherentes con nuestra fe en público y en privado.

Es decir, comparar y discernir la coherencia de cada opción programática con la fe católica y votar a un partido que:


  • Defienda la vida desde la concepción hasta la muerte naturales decir, que no proponga o apoye leyes en favor del aborto o la eutanasia. 
  • Proteja el matrimonio y la familia, con leyes alejadas de ideologías LGTBI o de pensamiento único y relativista.
  • Respete el derecho fundamental de todo hombre o mujer a la libertad religiosa, es decir, a practicar, en privado o en público, individualmente o en grupo, con entera libertad sus creencias religiosa.
  • Vele por el Estado de Derecho, la justicia social y la paz.
  • Ofrezca una educación integral en verdaderos valores cristianos, sin manipular, controlar o adoctrinar a nuestros hijos.
  • Y en general, que busque el bien común
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Algunos católicos piensan, por error o por ignorancia que se puede votar a partidos que, antaño, defendían valores cristianos pero que ahora han ido cediendo al relativismo social que la aceptación total, al progresismo que busca la reforma o al separatismo que busca la división.

Hace algunos años, en junio de 2004, el ahora Papa Emérito Benedicto XVI, explicó, de forma clara y contundente en una carta a los obispos de Estados Unidos, por qué es pecado votar a favor de candidatos que, por ejemplo, favorecen el aborto:
“La Iglesia enseña que el aborto o la eutanasia son pecado grave. Por tanto, un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente votara a favor de un candidato que tuviera una postura permisiva respecto del aborto y/o la eutanasia”.
Votemos, pues, en coherencia con nuestra fe católica. 

miércoles, 25 de septiembre de 2019

A VECES ME PREGUNTO...

"Dichosos los que escuchan la palabra de Dios 
y la ponen en práctica."
(Lucas 11, 28)

A veces, me pregunto si la Iglesia no estará en una situación bajo mínimos, "en huelga" y de brazos caídos, cumpliendo con desgana y desinterés unos servicios mínimos que no conducen a nada...

A veces, me pregunto si la Iglesia no estará en "parada cardíaca" y que se ha olvidado de bombear sangre desde el corazón al resto del cuerpo. ¿Será porque los miembros han dejado de "moverse"? 

A veces, me pregunto si la Iglesia no se habrá instalado en una cultura de "cubrir el expediente", de “cumplir con lo mínimo” y pensar que eso... salva. 

A veces, me pregunto por qué distinguimos a los católicos en "practicantes" y "no practicantes", como si pudiera haber cristianos que no practicaran....

A veces, me pregunto por qué la "fe" de muchos se ha reducido a un mero "sentimiento" donde se cumplan los deseos propios, o a una tradición que cumple con lo justo sin  esfuerzos, sin "alardes", sin salir de la comodidad.  

A veces, me pregunto si el seguimiento a Cristo de muchos se habrá convertido en la realización de simples actos sociales y "folclóricos", donde nada es sentido ni vivido. 

A veces me pregunto si el catolicismo de muchos se habrá transfigurado en una pseudo creencia a distancia, donde el compromiso es exiguo, la verdad  "interesada" y la justicia, "fariseica".  
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A veces, me pregunto si el apostolado de muchos se habrá quedado reducido a un diálogo intimista, estático o de "tópicos", donde triunfa el "todo vale".

A veces, me pregu
nto si el servicio a Dios y al prójimo de muchos se habrá limitado a mantener una actitud ramplona, tibia, inerte...o, sencillamente inexistente. O si tan sólo se ha quedado en una bonita anécdota...

A veces, me pregunto si la esperanza de muchos se habrá quedado en una negación por alcanzar la santidad, en una excusa "oportuna" de falta de tiempo para rezar, para acudir a los sacramentos, para estar con Dios....

A veces, me pregunto si estos servicios mínimos espirituales no serán más que tibieza y mediocridad, con las que mantenerse "a una distancia prudencial" de Dios, con las que mantener una Iglesia a la medida, con las que "practicar" una fe que no exija demasiado, que sea fácil y llevadera, y en todo caso, "cumpliendo" en "última instancia" o como "último recurso".

A veces, me pregunto si en lugar de ser la Iglesia de Jesús es una multitud que no se compromete, que no deja todo cuando el Señor dice "Ven", que no camina en presencia del Espíritu Santo.

A veces, me pregunto si nos hemos convertido en una muchedumbre que no ansía la llegada del Reino de Dios, que no acepta que se cumpla la voluntad que no sea la propia, que no confía más que en sus esfuerzos, que no perdona y que "no se lo cree".

A vec
es, me pregunto si no será que hemos olvidado que Cristo nos llama a vivir con una mentalidad de "máximos", con un espíritu de "perfección" y de "santidad", con un sentido de "plenitud" y de "abundancia". 

A veces, me pregunto... Señor, ¿Cómo es que nos sigues queriendo?

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domingo, 22 de septiembre de 2019

¿LEEMOS O PROCLAMAMOS?

"Porque todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará. 
Pero, ¿cómo invocarán al Señor sin haber creído en Él? 
Y ¿cómo podrán creer, si no han oído hablar de Él? 
Y ¿cómo oirán si no hay nadie que lo proclame? 
Y ¿cómo lo proclamarán si no son enviados? 
¡Qué hermosos son los pies de los que traen buenas noticias! 
(Romanos 10,13-15)

Cada vez que me acerco a la Eucaristía, espero con interés la proclamación de la Palabra de Dios, con la convicción de que quien lo hace, realmente viva lo que está diciendo. Y así, poder guardarla en mi corazón y reflexionar lo que Su Espíritu me suscita.

Sin embargo, con demasiada frecuencia, cuesta encontrar lectores que proclamen la Palabra de Dios en la Eucaristía. Y, aún más, buenos lectores.

En ocasiones, quienes realizan este servicio a la Iglesia son personas, niños o jóvenes que, aunque con buena intención, desgraciadamente, leen de "carrerilla", con muchas equivocaciones, y quizás, sin comprender lo que están leyendo o sin darle la importancia que tiene.

Proclamar la Palabra de Dios nunca es un "derecho" de nadie, ni tampoco una "obligación" para nadie.  Es un “honor” y un gran privilegio: eCristo quien nos habla. Es Dios quien se dirige a nosotros.

Proclamar la Palabra de Dios no es leer un texto impreso sino dejar que el Espíritu de Dios hable a través nuestro, haciéndolo con sencillez y autenticidad, sin arrogancia ni protagonismo alguno.

Proclamar la Palabra de Dios en misa es un importante servicio a favor de la asamblea litúrgica, que no puede ser ejercido sin la debida formación y correspondiente preparación, por el honor de Dios, el respeto a Su pueblo y la eficacia misma de la liturgia.

Formación 

No todo el mundo puede ni debe leer. Ni todo el mundo tiene la capacidad para proclamar adecuadamente. 

Es necesario adquirir una formación correcta:

-Bíblica
Quien sube al ambón, debe saber lo que va a hacer y qué tipo de texto va a proclamar.
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Debe tener, al menos, un conocimiento mínimo de la Sagrada Escritura.

Debe conocer su estructura, composición, número y nombre de los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, sus autores y sus principales géneros literarios (histórico, poético, profético, sapiencial, etc.). 

Debe entender la Palabra que proclama, para darle el sentido que tiene. Y para ello, es aconsejable, primero haberla leído, entendido y rezado.

-Litúrgica
Quien sube al ambón, debe tener una suficiente formación litúrgica.

Debe saber distinguir los 
ritos, sus partes, sus significados, y su papel ministerial, en el contexto de la liturgia de la palabra.

Debe proclamar las lecturas bíblicas y las intenciones de la oración universal, y otras partes que se le señalen en los distinto
s ritos litúrgicos.


Preparación

Además de formarse, es necesaria una adecuada preparación:

-Espiritual
Quien sube al ambón, debe procurar cuidar la vida
 interior de la Gracia, actuar conforme a los mandamientos de Dios y las leyes de la Iglesia.

Debe proclamar con espíritu de oración y fe, para que la asamblea vea en el lector, un testigo de la Palabra que proclama.

- Técnica
Quien sube al ambón,debe saber cuándo, cómo acceder y cómo permanecer en él.

Lo aconsejable es
que en todas las Misas haya un lector distinto para cada lectura: uno para la primera, otro para la segunda y el salmista. Sube cuando los fieles han respondido “Amén” a la oración colecta que el sacerdote ha recitado, y no antes. 

Si son varios lectores, deben salir todos juntossin carreras ni precipitación, con dignidad; hacer la venia o inclinación profunda al altar al mismo tiempo, y subir y bajar a la vez del ambón.
Debe saber cómo usar el micrófono y el leccionario

Debe saber cómo pronunciar los diversos nombres, términos bíblicos, palabras difíciles, así como el propio estilo de la lectura (poético, narrativo, exhortativo, etc.), para darle la entonación adecuada, según cada caso. 

Debe proclamar los textos despacio y vocalizando, de forma calmada y sin precipitación, de manera clara y con ritmo, con un tono y un volumen que puedan ser escuchado por todos. 

Debe evitar una lectura apagada, monótona o demasiado enfática, conociendo las inflexiones de voz, en cada momento.

Antes de comenzar, debe comprobar que el leccionario está abierto por la lectura del día correcto y para ello, debe habérsela leído antes.

No se lee nunca lo que está en rojo (por ej: I Domingo del Tiempo Ordinario), ni el orden de las lecturas (que tambien está en rojo: “Primera lectura", “Salmo responsorial", “Segunda lectura") .  Son indicaciones, no para leer las en alta voz.
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Se comienza diciendo: “Lectura de…” y se termina  con “Palabra de Dios”, haciendo una pequeña pausa, no leído de forma seguida, como si formase parte del texto, ni como si fuera una pregunta “¿Palabra de Dios?", sino con tono de afirmación-aclamación: “¡Palabra de Dios!". Como es una aclamación, y no una información, no se dice: “Es Palabra de Dios", ni nada similar. 

El Salmo es un poema cantado, una plegaria con música y habitualmente debe ser cantado, o al menos, el estribillo o respuesta. Lo excepcional debería ser que se leyese. 


Si hay que leerlo, se iniciará directamente con la respuesta que todos van a repetir, dando tiempo a que los demás puedan responder después de cada estrofa. Ayudará mucho que el lector repita cada vez la respuesta para facilitar los fieles que la recuerden mejor.

El Aleluya se canta, no se lee. Si no se canta, es mejor omitirlo porque es absurdo convertir una aclamación musical en algo fugaz leído en voz alta.

viernes, 13 de septiembre de 2019

SÍNTOMAS DE UN EVANGELIZADOR

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"Para tener lo que no se tiene, 
hay que ir por donde no se ha ido"
(San Juan de la Cruz)

La Iglesia, en sus veinte siglos de historia, ha cumplido "religiosamente" el mandato que Jesús le dio de evangelizar el mundo. 

Ahora, muchos católicos hemos asumido el reto de la "Nueva Evangelización", que San Juan Pablo II puso en la cabeza de todos, que Benedicto XVI puso en boca de todos y que, ahora debe llegar al corazón de todos.

La nueva evangelización no es "evangelizar de nuevo" porque se haya hecho mal o porque no haya funcionado ni tampoco repetir o criticar lo pasado.

La nueva evangelización es "una actitud valiente" con la que desciframos los nuevos escenarios y desafíos que han surgido en nuestra sociedad, para transformarlos en espacios de testimonio y de anuncio del Evangelio. 

La nueva evangelización es "un estilo audaz" por el que los cristianos hacemos nuestro el coraje, la pasión y la fuerza de los primeros cristianos en el primer siglo. 

En realidad, podemos hablar de una "evangelización total", donde los católicos del siglo XVI, tenemos el privilegio de ser partícipes de un nuevo desarrollo evangelizador, con imaginación en los métodos y ardor apostólico en las acciones, para dar una respuesta como Iglesia a un mundo en continuo cambio, y en el que el único protagonista sigue siendo el Espíritu Santo. 

Así, para esta evangelización total, abandonamos lo estéril, desechamos lo que no produce, abandonamos lo cómodo, rechazamos la autosuficiencia y la introspección, para establecer lo útil, lo eficaz, lo provechoso, lo que da fruto. 

Los nuevos apóstoles del siglo XXI continúan escribiendo el libro de los Hechos y se les reconoce por unos síntomas muy significativos. Aquí hay, al menos, seis:

Conversión personal

En primer lugar, para evangelizar, Dios nos llama a la conversión personal (‘μετανοια’/metanoia). No podemos transmitir aquello en lo que no creemos, aquello que no vivimos. No podemos transmitir el Evangelio sin tener un encuentro personal y una relación estrecha con Jesús.

Para evangelizar, necesitamos desarrollar una vida interior diaria a través de la oración, los sacramentos, la vida comunitaria y el conocimiento del Evangelio

De esta manera, mantendremos una relación personal y estrecha con el Señor para conocer su voluntad, porque sin trato personal, diario y real con Dios, sin una vivencia de la fe en comunidad donde aportar nuestros talentos y donde alimentarnos espiritualmente, sin ímpetu y espíritu evangelizador, no seremos capaces de evangelizar.

Conversión pastoral

En segundo lugar, el Espíritu Santo nos da la guía para establecer una correcta composición de lugar: qué somos, cuáles son los retos, a quién dirigirnos, qué hacer, qué es lo que no funciona y lo qué sí. 

Por eso, antes de "salir afuera", como Iglesia, debemos desarrollar una profunda conversión pastoral que re-descubra nuestra propia identidad, aquello que es esencial, aquello que somos. 
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La identidad de la Iglesia es, a la vez, comunitaria (κοινωνία/koinonia), de envío (άπόστολος/enviado) y de servicio a los demás (διακονiα, diakonia). Así es como Jesús la fundó, anticipándose con su ejemplo.

Nuestro objetivo es ir y hacer discípulos, sirviendo en común. Nuestra tarea es ser discípulos que renueven la Iglesia, que den, que sirvan, que se conviertan en apóstoles, que, a su vez, hagan nuevos discípulos, que renueven la Iglesia…..Es un círculo continuo.

Es la propia misión la que nos conduce como Iglesia a la conversión pastoral, en la misma medida que la conversión pastoral nos empuja a la misión.

Pasión evangelizadora

En tercer lugar, la conversión pastoral nos conduce a adoptar una actitud de apostólicasentirnos interpelados por el mandato de Cristo de evangelizar, salir de nuestra comodidad, de nuestro cansancio o anestesia, hacia un renovado impulso, mostrar plena confianza en el Espíritu para que nos guíe, para que volvamos a asumir y testimoniar con alegría y con pasión el anuncio del Evangelio.
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Nuestra relación con el Señor desata en nosotros una sed intensa, suscita una pasión ilimitada, incita un apetito insaciable por aprender de otras experiencias y descubrir nuevos métodos, por buscar en sitios insospechados y caminos no habituales.

No pretendemos sacar "conejos de la "chistera", ni nos inventamos las cosas de la nada; no perfeccionamos nada ni tenemos la solución a todos los problemas de la Iglesia; no nos quedamos en el inmovilismo del "siempre se ha hecho así", ni perdemos las ganas de aprender, sino que buscamos, viajamos, aprendemos mientras cumplimos la voluntad de Dios; no creemos que nuestra parroquia, comunidad, movimiento o método evangelizador son la panacea ni la respuesta a todas las preguntas. 

Nuestra pasión y nuestra sed está provocadas por la acción del Espíritu Santo en atenta lectura de la Palabra de Dios y por el Magisterio...
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-por un pasaje de los Hechos sobre los viajes de San Pablo, sobre cómo eran las primeras comunidades y cómo actuaba el poder del Espíritu Santo... 

-por un un pasaje de los evangelios que hace arder nuestros corazones... 

-por una homilía de un sacerdote o una encíclica de un Papa que nos hace meditar...

-por un libro o una cita de un autor cristiano que nos hace pensar... 

-por el conocimiento de la vida de un santo...

-por un retiro, un congreso o una conferencia que nos mueve a la "acción".....

Acción en Oración

En cuarto lugar, la pasión evangelizadora nos produce una "santa insatisfacción" por re-descubrir el mensaje de Cristopor vivir la fe dentro de la Iglesia y sentirnos realmente parte de Ella y a una "divina impaciencia" por hacer la voluntad de Dios.  

Una santa insatisfacción por buscar y querer conocer más del amor de Dios porque "quienes prueban su Amor, siempre quieren más", y  que se aplaca a través de la comunicación con nuestro Padre, quien nos transforma el corazón.
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Los nuevos apóstoles del siglo XXI creemos, esperamos y amamos, ponemos la acción en oración. No somos activistas que quieran “atraer mucha gente”, ni tampoco somos resultadistas, ni pensamos que nuestra misión depende de nuestras aptitudes y esfuerzos. 

Obedientes a lo que Dios suscita en nuestras almas en oración, nos abandonamos ante el corazón de Dios, para verificar Su voz en nuestras vidas, buscando la dirección adecuada e intentando discernir los signos de los tiempos, según la Gracia suscitada por el Espíritu.

Humildes y asidos de la mano de Nuestra Madre, la Virgen María, tratamos de imitar su corazón puro y pronunciar sus mismas palabras: "He aquí el esclavo del Señor", con un "Hágase en mi Tu voluntad".

Celo por el servicio

En quinto lugar, buscamos no sólo ir a Misa con los de siempre, ni "refugiarnos" en nuestros "grupos estufa" donde dar rienda suelta a nuestra gula espiritual, ni juntarnos siempre con los que estamos cómodos y a gusto, sino estar más con los de afuera que con los de adentro. 

Anhelamos ser Iglesia en salida, imitando al Maestro en el servicio al prójimo, porque "el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por todos" (Mateo 20, 28; Marcos 10, 45).

Intentamos ser una Iglesia en servicio (κοινωνία/koinonia), que de la vida por los pobres, los alejados, los necesitados y los olvidados de nuestro tiempo.

Queremos construir una Iglesia que "primeree", que testimonie el amor de Dios hasta el último rincón de la tierra y de los corazones, y no tanto, que imponga normas o preceptos. Si hace falta incluso... con palabras.

Soñamos con ser una Iglesia que comparte con todos lo que hemos vivido, lo que hemos "aprendido y recibido, lo que habéis oído y visto" (Filipenses 4, 9-10).

Venderlo todo por un tesoro encontrado

Y en sexto lugar, lo vendemos todo para comprar el tesoro encontrado.

Venderlo todo es acabar con una auto-imagen religiosa de perfección y virtud, con rasgos pelagianos:"lo hacemos bien" o "somos buenos".
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Venderlo todo es entregar el propio tiempo, dejar de calcular lo que se tiene y lo que se hace, para empezar a dar con una medida generosa, que no busca nada a cambio.

Venderlo todo es perder lo propio y ganar para otros, con nuestros bienes, con nuestros dones, con nuestras obras y con nuestros actos.

Venderlo todo es trabajar al estilo del Reino, abandonando planes y esquemas propios, para cumplir la voluntad de Dios.


En realidad, es lo de siempre

Todos estos síntomas apostólicos han estado siempre presentes  en la Iglesia, sólo que hoy se llama Nueva Evangelización.. Les pasó a numerosos santos, conocidos o anónimos, que un día quisieron subirse a la ola del Espíritu Santo, que les suscitó la voluntad de Dios para su tiempo, dejando sus propias realidades y sus propios esquemas. 

Es lo de siempre pero no es igual

En cada época, el Espíritu Santo se manifiesta a su manera, cómo quiere y por donde quiere, para luchar contra las perezas adquiridascontra los hábitos rutinarios, contra las prácticas olvidadas, contra los nuevos escenarios adversos.

En cada momento, el Espíritu Santo ha provocado diferentes “olas” evangelizadoras: desde los apóstoles que edificaban iglesias con gentiles en los primeros tiempos, pasando por el desarrollo de los monasterios en la Edad Media, hasta nuestros días, en los que manifiesta la importancia de los laicos no sólo como “mantenedores de la fe” sino como "propagadores de la fe".

Sin embargo, no todos los cristianos desarrollan estos síntomas, que son especialmente refractarios con aquellos que se inmunizan al cambio y a la novedad, pensando que para estar bien hay que seguir como siempre, cuando la verdad es que para estar bien, hay que seguir cambiando como siempre... "haciéndolo todo nuevo".

¿Tengo yo algún síntoma de estos?