¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

viernes, 29 de junio de 2018

CARIDAD Y VERDAD

"El amor se alegra de la verdad"
(1 Corintios 13,6)

El mensaje evangélico que Jesucristo vino a mostrar al mundo es el Amor verdadero. El amor ("caritas") es una fuerza extraordinaria que proviene de Dios, Amor eterno y Verdad absoluta, y que nos mueve a comprometernos con valentía y generosidad. Es pues, también, la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (Mateo 22,36-40).

Caridad y Verdad han de ir unidas. San Pablo propugnaba la veritas in caritate"para que no seamos niños vacilantes y no nos dejemos arrastrar por ningún viento de doctrina al capricho de gente astuta que induce al error; antes al contrario, practicando sinceramente el amor, crezcamos en todos los sentidos hacia aquel que es la cabeza, Cristo." (Efesios 4,15). 

Pero también es necesario tener en cuenta el sentido inverso y complementario de caritas in veritate con el que Benedicto XVI en su Encíclica, nos ilumina: caritas, sí, pero in veritate , es decir, según la doctrina de la Iglesia, depositaria de la Verdad revelada.
Resultado de imagen de VERITAS IN CARITATE benedicto xvi
Dar pan al hambriento y de beber al sediento, es amar pero sólo por compasión. Acoger a los marginados y discriminados, es amar pero sólo por misericordia. Hace falta algo más. Movernos sólo por compasión  o misericordia convierte la Verdad revelada en un simple "buenismo sentimental humano" que no implica un compromiso auténtico y sobrenatural, pues corre el riesgo de convertirse en una simple "limpieza de conciencia". Se queda en la tierra y no llega al cielo.

El punto está en hacerlo por y para Dios, y desde su voluntad, desde su verdad. La Caridad, desprendida de la Verdad de Cristo, se convierte en un simple afecto, en un sentimentalismo compasivo que mira al prójimo y dice: "pobrecito" 

Este engañoso "amor" corre el riesgo de quedarse en el ámbito humano de las emociones y de las opiniones arbitrarias, susceptible de ser distorsionado, de abusar de su uso y alterar su significado. ¡Cuidado! Un amor sentimental y opinable es un envoltorio muy bonito pero vacío de significado sobrenatural, que se rellena arbitrariamente con lo que cada uno quiere. Nuestro amor sólo trasciende desde el ámbito divino de la verdad.

Por tanto, la misión de la Iglesia no es convertirse en la mayor ONG del mundo; ni la nuestra, hacer un "brindis al sol por el Amor". Para eso no fundó Jesucristo su Casa sobre la Roca. Para eso no nos dio el mandato de "Id y hacer discípulos".

La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad, a través de la razón y la fe, y así adquiere el carácter sobrenatural que Cristo quiso darle al Amor. 

Pretender buscar, encontrar y dar el Amor al margen de Dios y desde nuestro punto de vista subjetivo, es del todo inútil porque sin Dios el hombre no sabe adonde ir ni tampoco logra entender quién es. 

Cristo, que es el Amor, la Verdad, el Camino y la Vida (1 Juan 4,8; Juan 14,6) nos dice: "Sin mí no podéis hacer nada" (Juan 15,5), pero también nos anima: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo" (Mateo 28,20). 

Sólo hay un Amor, una Verdad, un Camino y una Vida. Lo de "todos los caminos conducen a Roma" (a Dios) es, sencillamente, una falacia y una distorsión del mensaje cristiano.

Fuente: 

-Carta Encíclica "Caritas in Veritate" 
(Papa Benedicto XVI, Roma, 29 junio de 2009)

miércoles, 27 de junio de 2018

CHISMES DE PARROQUIA

Imagen relacionada

"Una parroquia de chismosos y chismosas
es una comunidad incapaz de dar testimonio"
(Papa Francisco)


Murmurar o chismorrear es hablar mal de una persona ausente de cosas que, tanto el que habla y el que escucha, conocen, pero que no debieran comentar de una manera "envenenada”. Es más, que no debieran comentar de ninguna manera.

El chisme o murmuración entre cristianos es una bomba terrible y un daño gratuito que resquebraja toda la Iglesia, porque envenena y hiere al que habla, al que escucha, y del que se murmura.

El Papa Francisco nos advierte de lo desgraciadamente comunes que son los chismorreos dentro de la Iglesia: "Uno de los pecados más frecuentemente cometidos en parroquias y grupos cristianos son las críticas y el apuñalamiento al prójimo, los cuales no sólo dividen nuestra comunidad, sino que alejan a las personas que vienen en busca de Dios". 

Y explica cómo los chismes son obra del Enemigo: "El demonio disfruta cuando nos lanzamos piedras entre nosotros, unos contra otros. Sabe cómo debilitar los esfuerzos de las personas para servir a Dios y salvaguardar la presencia del Espíritu Santo dentro de ellos. Él hará todo para que no seamos tiernos y respetuosos. Una comunidad cristiana que no protege al Espíritu Santo con ternura y respeto es como la serpiente de lengua larga que es representada en estatuas aplastada bajo el pie de María."(Papa Francisco, Roma 21/5/18).


El chisme destruye

Resultado de imagen de chismososEl chisme se propaga como la pólvora provocando desunión y división, destruyendo todo a su paso, como un fuego voraz. Tergiversa deliberadamente la dignidad y la reputación de una persona, le pone en vergüenza ante los demás, señala sus errores, exagerándolos.

Dañar el buen nombre del prójimo o manifestar sus pecados o defectos, aunque sean verdad no tiene ninguna justificación y además, según el Catecismo de la Iglesia Católica, es un pecado mortal, si con él dañamos gravemente el honor del prójimo, aunque sea en un ámbito local y aunque no se entere del daño que le hemos causado

"El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (CIC can. 220). Se hace culpable:
— de juicio temerario el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo;
— de maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran (Si 21, 28);

— de 
calumnia el que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos ( CIC 2477).
"Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve" (San Ignacio de Loyola, Exercitia spiritualia, 22). 

La Biblia nos dice: "no habléis mal de nadie, sed pacíficos, comprensivos y sumamente amables con todo el mundo."  (Tito 3,1-2).

¿Qué debemos hacer?

Debemos ser enérgicos ante el chisme. Cuando un hermano cometa una falta, debemos corregirle en privado, con caridad y cara a cara. Por supuesto, no debemos exagerar la falta cometida, ni hablar por detrás en su contra y menos en público. Como hijos de Dios, no debemos atacar a quienes formamos el cuerpo de Cristo, pues Dios mismo saldrá en defensa de los suyos.

Habitualmente, el chismoso utiliza palabras dichas o escritas, haciendo mal uso de las virtudes que Dios le ha concedido, pues ni habla con amor ni para el bien, sino para su propia satisfacción, conveniencia, vanidad, o acaso, manipulado por propósitos perversos.

Imagen relacionadaDebemos hacer ver a otros que Dios odia el chisme y al chismoso y por tanto, rechazarlo de plano. Por ejemplo, si alguien viene a nosotros y nos dice: “Tengo que contarte algo”, deberíamos preguntarle: “¿De algo o de alguien?”. Si dice: “de alguien”, decirle entonces: “¿Has hablado ya con ese 'alguien'?”.

No debem
os permitir que nos hablen mal de alguien si ese alguien no lo ha oído primero, ni permitir que nos metan en un problema de un hermano con otro, enredándonos en una lucha que no tiene vencedores.

Cuando intenten contarnos un chisme, debemos hacerle ver al chismoso que se está dañando a si mismo, a nosotros y a su hermano, un hijo de Dios, y explicarle cómo eso violenta el plan de Dios y perjudica a todo Su pueblo. 

Debemos cuidar, vigilar y controlar las "malas lenguas". Estamos obligados a evitar las conversaciones malintencionadas que solo dañan, haciéndoselo saber a quien "chismorrea", critica o murmura, incluso, reprendiéndole.

Debemos recordar al chismoso que Satanás fue el primer chismoso al hablar mal de Dios, mostrándole que si murmuran o chismorrean en la casa de Dios, están pecando contra Él.

Debemos hacerle ver al chismoso que si tiene un problema con alguien, en lugar de escucharle, debemos instarle a ir y hablarlo con él. Si ha hecho algún daño a la dignidad de esa persona, entonces debe pedirle perdón. Esto cierra el círculo. Asunto terminado.

Conclusión: El chisme es desagradable, destructivo y dañino. Por tanto, obra de Satanás y debe ser despreciado por todos los que aman a Cristo y su Iglesia. En lugar de ser pasivos y tolerantes ante un chisme que se propaga, debemos cortarlo de raíz. Nunca permitir que nos lo cuenten y, mucho menos, propagarlo.

Nosotros podemos y debemos corregirnos entre nosotros pero el único que puede juzgar es Dios. ¡Fuera chismes!

domingo, 24 de junio de 2018

VIVIR EN EL AGRADECIMIENTO

Imagen relacionada
"Dad gracias en todo, 
porque ésta es la voluntad de Dios 
en Cristo Jesús para con vosotros” 
(1 Tesalonicenses 5,18)


Algunas personas que me conocen bien se sorprenden de que, desde hace un tiempo, acuda a misa a diario. Y se preguntan por qué.

Mi respuesta es siempre la misma: me siento agraciado y agradecido. Agraciado, porque después de una vida en la que Dios ha caminado a mi lado sin yo darme cuenta, por fin, he sido capaz de reconocerle. Agradecido, porque hoy soy consciente de lo mucho que Dios ha hecho por mi, de lo mucho que me ha cuidado, de lo mucho que me ama.

Durante siete largos años he vivido anclado en el resentimiento, en el rencor, en la pérdida, en la queja... pensando“Yo merezco más de lo que tengo". 

Una vez que Jesús, haciéndose el encontradizo, ha caminando a mi lado, ha escuchado mis pérdidas y mis  quejas, me ha hecho la pregunta clave: "Alberto, ¿te he dicho alguna vez que te quiero?"

Fue entonces cuando mis ojos se abrieron, mi corazón se sintió infinitamente amado y mis labios dijeron: “Tengo más de lo merezco". Examinando mi vida, he encontrado muchos motivos para estar agradecido a Dios. Hoy, soy consciente de que todo lo que tengo es un regalo de Dios: mi mujer, mis hijos, mis amigos, mis hermanos, mi salud, mi trabajo, mi casa, mis capacidades....Todo es don. Todo es Gracia. Todo es gracias a Dios.

Por ello, he decidido vivir en el agradecimiento.


Vivir eucarísticamente


"Eucaristía" significa “acción de gracias”. Celebrar la Eucaristía y vivir una vida eucarística tiene muchísimo que ver con vivir en el agradecimiento. 

Vivir eucarísticamente es vivir la vida como un don, como un regalo por el que estoy muy agradecido. 
 
Vivir eucarísticamente es ser consciente de mi pequeñez, y por ello, suplicar la misericordia de Dios“Señor, ten piedad”“Kyrie Eleison”… Es el clamor de un corazón contrito que reconoce que no puedo culpar de mis pérdidas a Dios, al mundo o a los demás.


Imagen relacionadaVivir eucarísticamente es saber que mi imperfección humana no es una condición de la que soy víctima, ni tampoco una excusa para decir “no” al amor, ni un motivo para darle la espalda a Dios.

Mi nuevo corazón es un corazón que no acusa, que no juzga ni se queja. Es un corazón agradecido y lleno de amor a Dios. Un corazón que reconoce su propia parte de culpa y que, por eso mismo, está preparado para recibir la misericordia de Dios.

Y por eso voy a la Eucaristía cada día, a pedir misericordia y a dar gracias a Dios.


En todo y por Jesucristo


El apóstol Pablo, en sus epístolas, nos exhorta más de 46 veces a dar gracias: "Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros” (1 Tesalonicenses 5,18). La clave que resalta el apóstol es: “en todo”. 

El apóstol de los gentiles es una referencia y un ejemplo para mi de cómo, aún no teniendo una vida fácil (fue náufrago, tuvo numerosas enfermedades, fue perseguido y hecho prisionero, etc.), es posible dar gracias al Señor incluso en situaciones complicadas. Pero ¿cómo? 

En Efesios 5,20, nos muestra cómo: "dando siempre gracias por todo a Dios Padre en nombre de nuestro Señor Jesucristo." Debo dar gracias a Dios no sólo en los buenos momentos (que es fácil) sino también en los menos buenos (que me cuesta más), es decir, por todas las cosas, “en el nombre de Jesucristo”

Dar gracias en su nombre significa estar en Su persona, en Jesús mismo: debo ser uno con el Señor en darle gracias a Dios, es decir, vivir a Cristo: "y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gálatas, 2,20).

Vivir en el agradecimiento


Vivir en el agradecimient
o a Dios es mirar todo con la perspectiva de la temporalidad. En mi camino, Dios me regala situaciones y personas que aparecen, permanecen, se van o desaparecen….pero soy consciente de que son regalos suyos para llegar a Él.

Vivir en el agradecimiento es abandonarme a la Providencia y comenzar a experimentar a Dios en todo a mi alrededorde una manera poderosa.

Vivir en el agradecimiento es una actitud que nace de la humildad, al reconocer mi pequeñez, mis errores y limitaciones, al disponerme a equivocarme y a aprender, a pedir perdón, a valorar a los demás, a ser generoso y desprendido, a dar la vida por los demás.

Vivir en el agradecimiento cambia mi perspectiva del mundo y mi visión de la vida, y me enfoca en el servicio a los demás, en dar más que en recibir, en desprenderme de mis necesidades, para estar pendiente de las de los demás, practicar la misericordia y eliminar la auto-compasión.

Vivir en el agradecimiento es glorificar a Dios: "Porque todo es por vosotros, para que la gracia, cada vez más abundante, multiplique la acción de gracias para gloria de Dios." (
2 Corintios 4,15).

Vivir en el agradecimiento es reconocer la bondad de Dios:"Pues todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada se debe rechazar, sino recibirlo con agradecimiento" (1 Timoteo 4,4).

Vivir en el agradecimiento es adorar y bendecir a Dios: "Entrad en sus pórticos dándole gracias, alabadlo, bendecid su nombre" (Salmo 100,4).

Vivir en el agradecimiento es obedecer a Dios: "Dad gracias en toda coyuntura, porque esto es lo que Dios quiere de todos vosotros en Cristo Jesús" (1 Tesalonicenses 5,18).

Vivir en el agradecimiento es ver multiplicadas las gracias:"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí; pues he trabajado más que los demás; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo."(1 Corintios 15, 10).

Resultado de imagen de espiritualidadVivir en el agradecimiento es sentir refugio y paz"En mi angustia clamé al Señor, él me atendió y me dio respiro. El Señor está conmigo; de nada tengo miedo, ¿qué puede hacerme el hombre? El Señor está conmigo, él es mi apoyo, yo veré derrotado a mi enemigo." (Salmo 118).

Vivir en el agradecimiento es conmover el corazón de Jesús: "Levántate, anda; tu fe te ha salvado"" (Lucas 17,11-19).

Vivir en el agradecimiento es obtener favor de Dios: "El que encuentra una mujer encuentra la felicidad, es un favor que ha obtenido del Señor."  (Proverbios 18,21).

Vivir en el agradecimiento es obtener felicidad y libertad"Dando gracias al mismo tiempo a Dios, que os ha hecho capaces de participar en la herencia de su pueblo en la gloria, que nos rescató del poder de las tinieblas y nos transportó al reino de su Hijo querido" (Colosenses 1,12).



Gracias Dios, porque puedo oír y ver
Gracias Dios, porque tengo salud
Gracias Dios, porque tengo una familia
Gracias Dios, porque tengo un trabajo
Gracias Dios, porque tengo una comunidad de hermanos.
Gracias Dios, porque tengo una vida para buscarte, amarte, alabarte y darte gloria.
Gracias.

lunes, 18 de junio de 2018

MATAR AL HERMANO

Resultado de imagen de perdon
"Pero yo os digo que el que se irrite con su hermano será llevado a juicio; 
el que insulte a su hermano será llevado ante el tribunal supremo, 
y el que lo injurie gravemente será llevado al fuego. 
Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar 
te recuerdas allí que tu hermano tiene algo contra ti, 
deja tu ofrenda delante del altar 
y vete antes a reconciliarte con tu hermano; 
después vuelve y presenta tu ofrenda". 
(Mateo 5, 22-24)

Jesús nos advierte que el enfado conduce al asesinato cuando nos dice: "Conocéis los diez mandamientos, sabéis que no se debe matar, pero ahora os digo algo nuevo, cualquiera que se enoje contra su hermano, mata." Utiliza la palabra hermano, es decir, no habla para los de afuera. No habla de los que no creen en Él. Nos habla a nosotros, que somos hermanos en suyos porque sabe que entre nosotros,hay problemas y conflictos.

En este pasaje, Cristo menciona tres clases de actitudes que conducen a tres clases de juicios:

El primer juicio es enfadarse; un delito, tal vez leve. El segundo juicio es insultar; un juicio mas elevado pues el hecho tiene la intención de ofender a la persona. El tercer juicio es injuriar gravemente; un juicio grave, un juicio realizado por Dios, un juicio supremo.

Imagen relacionadaLa tercera actitud es una gran ofensa y Dios no la pasa por alto. Implica un corazón altamente contaminado por el resentimiento.

A nosotros no nos van a llevar delante del sacerdote porque nos enfademos con un hermano nuestro, ni nos van a llevar ante la Conferencia episcopal porque le insultemos. 

Y por ello, como no hay quien nos castigue, nos enfadamos con nuestro hermano, le insultamos y le ofendemos pensando que no hay problema, que no pasa nada, que todo volverá a su sendero. Y así, nos presentamos ante Dios como si fuéramos muy espirituales; venimos, sonreímos y hablamos con nuestro hermano, le abrazamos, le saludamos y tan panchos...

Pero, esto es muy peligroso, porque si miramos en nuestro interior y no vemos que tenemos pureza de intención, aunque tratáramos de justificarnos como hizo Adán, el Señor nos dirá: el enfado, la ofensa, el insulto y el mal que le has hecho a tu hermano, me lo has hecho a mí. Por eso, nos dice: "Cuidado, revisa tu corazón y cambia." (v. 23).

Jesús nos dice que, para estar en comunión con Él, debemos estar a bien con los demás, reconciliarnos, "hacer las paces". No podemos recibir la paz de Cristo, cuando dice: "Mi paz os dejo, mi paz os doy", y a la vez, estar "en guerra" entre nosotros.

Para recibir al Señor, nuestra conciencia debe estar libre y pura. Entonces, nuestro corazón estará limpio y receptivo a Dios; con un corazón contaminado, no dejamos sitio alguno para la pureza divina.

En Marcos 11,25 dice: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonárselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados."  Es decir, cuando estemos en la presencia de Dios, en el altar, si tenemos algo contra algún hermano porque nos ofendió, nos lastimó, tenemos que hacer algo: perdonar.

¿Qué fue lo que hizo nuestro Señor cuando le crucificaron? ¿Crees que Jesucristo tenía algo en contra de quienes lo habían crucificado? ¿Tenía algo en contra de la humanidad pecadora? No. Jesucristo no le pidió al Padre tiempo para ir a reconciliarse con todos los que le crucificaron, para echarles en cara lo que hicieron y lo que dijeron de él. Al contrario, le dijo al Padre: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen."

La segunda parte de este versículo de San Marcos es importante: si no le queremos perdonar por amor, hagámoslo por obligación, sabiendo que si no lo hacemos, Dios tampoco nos va a perdonar a nosotros.

El Señor entrelaza todo, no deja "flecos sueltos". Por eso, cuando oramos debemos meditar si realmente creemos que Dios nos bendecirá y nos dará su gracia y su paz estando en conflicto con otro hermano. Si es así, debemos tener la misma fe para perdonar a otros, porque si no perdonamos no vamos a recibir lo que pidamos en oración.

Dios no quiere un pueblo divido, con problemas y discusiones entre sí, no quiere...Un pueblo así no puede ganar al mundo.


En la 1 carta de Juan 3, 15 dice: "El que odia a su hermano es un homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene la vida eterna en sí mismo."

Cristo nos dice que quien entra en la vida cristiana, el que acepta seguir su camino, tiene exigencias superiores a las de los demás. No dice: "tiene ventajas superiores". ¡No! Dice: "Exigencias superiores". Las palabras de Jesús son claras y no dejan escapatoria: "Les aseguro que si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. 

Cuando rezamos el Padrenuestro, "Perdona nuestras ofensas"...nuestras peticiones se dirigen al futuro pero no serán escuchadas si no hemos respondido antes a una exigencia. Nuestra respuesta debe haberla precedido: “como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.

No podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano, a quien vemos (1 Juan 4, 20). Al negarnos a perdonar a nuestros hermanos, el corazón se nos cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre; mientras que en la confesión de nuestro propio pecado, el corazón se abre a su gracia.
Resultado de imagen de como el padre
Este “como” no es el único en la enseñanza de Jesús: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mateo 5, 48); "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lucas 6, 36); "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Juan 13, 34). 

Observar los mandamientos del Señor es imposible si no se imita Su modelo divino. Así, la Misericordia de Dios es posible, "perdonándonos mutuamente como nos perdonó Dios en Cristo" (Efesios 4, 32).

"Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión, los despide del altar para que antes se reconcilien con sus hermanos: Dios quiere ser pacificado con oraciones de paz. La obligación más bella para Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel" (San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23).


¿Qué hay en mi corazón… perdón, misericordia? 
¿Hay una actitud de perdonar a los que me han ofendido, o hay una actitud de rencor, de venganza? 
¿Prefiero hundirme en el resentimiento o emerger en el agradecimiento?

martes, 12 de junio de 2018

SERVIR EN EMAÚS

Resultado de imagen de lavatorio de pies
¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 
Os he dado ejemplo para que
lo que yo he hecho con vosotros, 
vosotros también lo hagáis. 
En verdad, en verdad os digo: 
el criado no es más que su amo,
ni el enviado es más que el que lo envía. 
Puesto que sabéis esto,
dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.” 
(Juan 13, 12-17) 


Este fin de semana se organizan varios retiros de Emaús en España. ¡Una nueva oportunidad para muchos de nosotros de colocarnos el "polo de servidores"! Sin embargo, ¿sabemos servir? ¿merecemos el nombre de "servidores"?

Los seres humanos, por causa del pecado, somos orgullosos y soberbios, y por ello, reacios a servir a otros; es más, 
pensamos que son los demás quienes están a nuestro servicio. Incluso, a veces, podemos pensar que Dios está para servirnos a nosotros.

Combatir estas tendencias requiere un esfuerzo firme y constante porque podríamos pensar que servir a Dios en un retiro de Emaús depende de nosotros y de nuestra aptitud. "Servir" a Dios depende sólo de Él y, en último caso de nuestra actitud. 

Para los cristianos, "servir" debe revelar el mismo y auténtico amor que Dios tiene hacia el ser humano, la misma actitud y disposición que Cristo manifestó, cuando dejó el cielo para "abajarse" a la tierra.

Servir con humildad 

Servir puede implicar motivaciones externas: podemos servir por obligación, por satisfacción, por beneficios propio, incluso, por reconocimiento.  

Sin embargo, un auténtico espíritu de servicio requiere una motivación interior que mana de un corazón humilde, dispuesto y entregado al Señor, como el de nuestra Madre la Virgen María. 
El genuino servicio requiere una fuerza interior que brota de un corazón puro y obediente que desea cumplir la voluntad de Dios, y que para ello, se pone a disposición de las necesidades de los demás hasta las últimas consecuencias, como el de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús nos muestra la actitud correcta del servicio humilde en el pasaje del lavatorio de los pies (Juan 13). Su ejemplo es nuestro modelo a seguir: Jesús lavó los pies a todos sus discípulos, una labor que estaba reservada a los esclavos. Incluso lavó los de Judas, de quien sabía que iba a traicionarle.

Y de eso trata en Emaús: nuestro servicio es una esclavitud de amor: "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos". "Dar la vida" significa dar muerte a nuestro orgullo, a nuestra soberbia, a nuestras motivaciones externas y a nuestros propios intereses para mirar con ojos de amor las necesidades de los demás. Con los mismos ojos amorosos con los que Dios nos mira.

Servir implica humildad, despojarnos de nuestro "ego" y entregarnos a todos los demás, hasta el final. Algo que normalmente, al ser humano le cuesta muchísimo, sobre todo, inclinarnos, humillarnos ante personas que no conocemos, o que nos traicionan o que nos tratan mal.

Implica
 desechar nuestros "derechos" para asegurar los de los demás y, así, servir a Dios. Implica, una pureza de intención, un "ser" que nos conduce al "hacer". Implica amor abnegado, amor que no busca recompensa. 

Implica reconocer nuestra pequeñez, someternos a la voluntad de Dios y aceptar con paciencia y gozo las circunstancias, experiencias y desafíos más difíciles de nuestro servicio y de nuestra vida.


Implica confiar en Dios, olvidarnos de nosotros mismos y ser conscientes de nuestra misión. Una misión que no está "organizada por laicos para laicos", sino por "Dios para los hombres".

Los "servidores" funcionamos al revés del mundo. No tratamos de llegar a la cima. No tratamos de buscar fama y reconocimiento. Y mucho menos de pisotear a los demás...un "servidor" está al servicio de una visión superior: la gloria de Dios. Y, entregándonos completamente a los demás, conducirlos de la mano por y hacia el amor de Cristo.

Entonces, servidores, es hora de humillarnos. Es hora de dejar de mirarnos al espejo y mirar a los demás hijos de Dios con amor, dulzura y compasión. Es hora de dejar de tratar de impresionar. Es hora de dejar de buscar nuestro propio interés y morir por los demás. Es hora de escuchar, de comprender, de amar...

Servir con alegría

¡Humildes...pero alegres! Servir no es (no debe ser) un trabajo penoso y triste.

Ser
vir es un privilegio que Dios nos concede aunque no nos necesita. Y por ello, debemos servir con alegría.
Dios nos da una oportunidad de formar parte de su plan de salvación. Nos regala la oportunidad maravillosa de poder ser instrumento de su Amor, de ser colaboradores de Cristo. Caminar a su lado, escucharle y aprender de su ejemplo. Y así, darle a Jesús la oportunidad de utilizarnos para ser su palabra, sus manos, sus brazos, sus ojos…

¡No queremos estar abatidos y apesadumbrados como los dos de Emaús cuando iban de vuelta! ¡Queremos reconocer a Cristo y que nuestro corazón se inflame! ¡Fuera tristeza! ¡Fuera desánimo!

Tenemos lo mejor que podemos encontrar: a Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14, 6). ¿Por qué habríamos de estar tristes?

Cuanto más cerca estemos de Dios, cuanto más presente le tengamos en nuestras vidas y en nuestro servicio, cuanto mayor es nuestra confianza en Él, mayor será nuestra capacidad para afrontar cualquier dificultad con serenidad y alegría; para superarl
as con resiliencia y aceptarlas con paz en nuestros corazones, pues sabemos que todo obedece al plan perfecto diseñado por Dios.

Servir con pasión

¡Humildes, alegres.... y apasionados!

Debemos hablar...qué digo, respirar con profunda pasión cuando servimos a Dios. Gritar apasionadamente que: ¡¡¡Jesucristo ha resucitado!!! Para que cuando nos escuchen, se pueda decir que sentimos lo que decimos, que vivimos lo que gritamos, que amamos a quien proclamamos
.
En un mundo donde reina la tristeza y el desánimo, nuestro fervor es un poderoso signo de sobrenaturalidad. Nuestra pasión, una muestra de la presencia real de Dios en cada uno de nosotros.

Para ser servidores dignos, para ser evangelizadores efectivos, tenemos que creernos lo que decimos y comunicarlo con pasión. Porque el Evangelio no es simplemente una idea entre muchas: la fe es creer lo que no  vemos con confianza absoluta, hasta el punto de estar dispuestos a sufrir y morir por ello si fuera necesario. 

Sí, hasta el martirio, si fuera preciso. Porque "mártir" (del griego "μάρτυς, -υρος", "testigo") es una persona que sufre persecución y muerte por defender una causa, o por renunciar a abjurar de ella, con lo que da "testimonio" de su fe. Los mártires dan testimonio de Cristo con sufrimiento y sangre porque son seguidores suyos y como tales, son fieles hasta el final. Un mártir está alegre...¡siempre! ¡hasta el final!

A través de la pasión que pongamos los servidores, los caminantes (y el mundo) verán lo mucho que nos amamos y lo mucho que les amamos. A través de nuestra disponibilidad, nuestra actitud de servicio, de entrega… verán las manos, los brazos, los ojos, la sonrisa… de Cristo vivo y resucitado.

Desde la humildad, pero con alegría y con pasión, transmitimos nuestra experiencia de Cristo a todos a los que servimos. Ese es el regalo que ofrece Emaús.

Porque no debemos olvidar nunca que Emaús es un plan de Dios, no nuestro. Emaús es sólo un método, una herramienta, un vehículo por el que las personas acuden para tener un encuentro personal con Jesús y, producido este encuentro, la relación de las personas con Cristo prosperará y crecerá a través de otras personas en la comunidad parroquial y a través de otros servicios.

Por último, la importancia de nuestro servicio no radica en la eficacia, sino en el amor con que hacemos las cosas: a Dios solo le importa el amor que ponemos en las cosas que hacemos y no cuántas cosas hacemos, cómo las hacemos, o quienes las hacemos.

“No cuenta la cantidad de las obras, 
sino la intensidad del Amor con que las hagas.” 
(Santa Teresa de Calcuta)

domingo, 10 de junio de 2018

IGLESIA CATÓLICA Y HOMOSEXUALIDAD

Resultado de imagen de iglesia y homosexualidad
"Vosotros conoceréis la verdad 
y la verdad os hará libres"
(Juan 8, 32)

De un tiempo a esta parte, la ideología de género (LGTB) y, en concreto, la homosexualidad, se ha convertido en objeto de intenso debate público, tanto en nuestra sociedad como en la propia Iglesia Católica.

Desgraciadamente, algunas personas católicas, entre los que se encuentran también algunos sacerdotes, expresan posiciones y argumentos que no son conformes con la enseñanza de la Iglesia Católica, suscitando una gran confusión en algunas parroquias y una justa preocupación en todos aquellos que estamos comprometidos con Cristo y su Iglesia. 

La posición de la moral católica está fundada sobre la figura de Cristo, apoyada por la razón humana, iluminada por la fe y guiada por la voluntad de Dios, a través de su Espíritu Santo.

La Iglesia respeta la compleja realidad de cada persona que, en sus dimensiones espiritual y física, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser heredera de la vida eterna. 

Sólo dentro de este contexto, podemos comprender con claridad cómo la homosexualidad, con sus múltiples dimensiones y efectos sobre la vida social, política y religiosa, es un problema que concierne y preocupa a todos, y de modo particular, a la Iglesia Católica.

Por ello, se hace necesario que tengamos claro lo que Dios nos dice a través de una reflexión honesta y teológicamente equilibrada, meditando y discerniendo lo que 
la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia revelan al respecto.

¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Desde el principio de la Biblia, el libro del Génesis nos muestra el punto de vista fundamental para la comprensión adecuada de la homosexualidad: "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó. "Dios los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos..."  (Génesis 1, 27-28). Así pues, los seres humanos estamos llamados a manifestar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador y la transmisión de la vida, mediante la recíproca donación esponsal.

Resultado de imagen de Congregación para la Educación CatólicaEn el capítulo 3, se nos muestra cómo el ser humano, en cuanto imagen de Dios, se oscureció por el pecado original y provocó la separación entre el hombre y Dios, entre la serpiente y la mujer, entre lo bueno y lo malo. 

Desde ese momento, el cuerpo humano, aún conservando su "significado nupcial", se encuentra oscurecido por el pecado y poco a poco, ha ido deteriorándose hasta Sodoma y Gomorra (Gen 19, 1-11) y, posteriormente, hasta nuestros días. 

En el libro de Levítico, Dios es claro y rotundo: "No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer; es una acción infame" (Lev 18, 22), y "Si un hombre se acuesta con otro hombre como se hace con una mujer, los dos cometen una infamia y serán castigados con la muerte" (Lev 20, 13). 

San Pablo, en su  1ª Carta a los Corintios, deja claro quienes no entrarán en el reino de Dios"¿Es que no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los invertidos..." (1Cor 6, 9). 

En su Carta a los Romanosante la confrontación entre el cristianismo y paganismo, el "Apóstol de los Gentiles" presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la completa ceguera y la grave desviación en la que ha sucumbido la humanidad: "Dios los abandonó a sus pasiones vergonzosas; pues, por una parte, sus mujeres cambiaron las relaciones naturales del sexo por otras contra la naturaleza. Por otra, también los hombres, dejando las relaciones naturales con la mujer, se entregaron a la homosexualidad, hombres con hombres, cometiendo acciones vergonzosas y recibiendo en su propio cuerpo el castigo merecido por su extravío. Y como no se preocuparon de tener el conocimiento cabal de Dios, Dios los abandonó a su mente depravada, que los empuja a hacer lo que no deben. Están llenos de injusticia, malicia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes de odio, de asesinatos, de disputas, de engaño, de malignidad; chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, altaneros, soberbios, inventores de maldades, desobedientes a los padres, insensatos, desleales, sin amor y sin piedad; saben bien que Dios declara reos de muerte a los que hacen tales cosas y, sin embargo, ellos las hacen y aplauden a los que las hacen. (Rm 1, 26-32).

En su 1ª Carta a Timoteo, menciona explícitamente como pecadores a aquellos que efectúan actos homosexuales"Algunos se han desviado de todo esto y se han perdido en vanas palabrerías, pretendiendo ser maestros de la ley, sin comprender ni lo que dicen ni lo que categóricamente afirman. Pues sabemos que la ley es buena si se hace de ella un legítimo uso, conscientes de que la ley no es para el justo, sino para los malvados y los rebeldes, los criminales y los pecadores, los sacrílegos y los profanadores, los parricidas y los matricidas, los asesinos, los lujuriosos, los homosexuales, los traficantes de esclavos, los mentirosos, los que juran en falso; en una palabra, para todo el que se opone a la sana doctrina del glorioso evangelio que Dios bendito me ha confiado." (1 Tim 1, 6-11). 

Lamentablemente, algunas personas creen y afirman (de modo erróneo y desorientado) que la Sagrada Escritura deja alguna duda al respecto, o que ofrece una hipotética aprobación a la homosexualidad, o en todo caso, que sus mandamientos morales no pueden ser aplicados en nuestra vida contemporánea.

Es cierto que la Biblia fue escrita en una época muy distinta a la actual, p
ero existe una evidente y absoluta coherencia  sobre el comportamiento homosexual en toda ella, que no se basa solamente en frases aisladas (de las que algunos sacan discutibles argumentaciones teológicas) sino en el sólido fundamento y constante testimonio bíblico, inspirado por Dios.

¿Qué dice el Magisterio de la Iglesia Católica?

El Concilio Vaticano II afirmaba que la interpretación correcta de la Escritura debe estar en completo acuerdo con la enseñanza del Magisterio y la Tradición de la Iglesia, "ya que están unidos de tal forma, que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (Dei Verbum, n. 10).

Resultado de imagen de congregación para la doctrina de la feLa Congregación para la Doctrina de la Fe, en la "Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual" (29 diciembre 1975), subrayaba el deber de tratar de comprender la condición homosexual, pero estableciendo una clara distinción entre condición o tendencia homosexual y actos homosexuales:

"Los actos homosexuales, no sólo los consumados sino también los de deseo y pensamiento plenamente consentidos, están privados de su finalidad esencial e indispensable y son "intrínsecamente desordenados", es decir, malos "ex obiecto" y, en ningún caso, pueden recibir aprobación" (nº 8, párrafo 4). 

"La inclinación homosexual, aunque en sí no es pecado, constituye sin embargo, una tendencia que deriva en un comportamiento intrínsecamente malo, desde el punto de vista moral. Por este motivo, la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada. Las personas con inclinación homosexual deben, por tanto, ser objeto de una particular atención pastoral, para que no lleguen a creer que esta tendencia es una opción moralmente aceptable en la enseñanza de la Iglesia".

El Catecismo de la Iglesia Católica manifiesta que los actos homosexuales no pueden recibir aprobación en ningún caso, dado que son intrínsecamente desordenados, contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. (párrafo 2357).


También dice que las personas homosexuales no deben ser discriminadas, sino acogidas con respeto, compasión y delicadeza (párrafo 2358), que están llamadas a la castidad y que, mediante el dominio de sí mismos, el apoyo pastoral, la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse a la perfección cristiana, es decir, ser santas. (párrafo 2359).

Imagen relacionadaLa Congregación para la Educación Católica (9 julio 1985) y la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (16 mayo 2002), restringen la admisión en el sacerdocio a personas que practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostengan la llamada "cultura gay".

La
 Iglesia celebra en el sacramento del matrimonio, la voluntad divina de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y portadora de vida. Sólo en la relación conyugal, puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. 

Una persona que opta por una actividad sexual con una persona del mismo sexo desecha su rico simbolismo, su significado y, sobre todo, el designio del Creador para con la realidad sexual.  En definitiva, obra inmoralmente y en contra de Dios

Los actos homosexuales no son expresiones de la unión complementaria pensada por Dios al crearnos hombre y mujer, sobre todo, en una de sus cuatro dimensiones básicas: la física (genitalmente: órganos sexuales complementarios y germinalmente: células sexuales complementarias).

Los actos homosexuales no son expresiones de la colaboración creadora pensada por Dios, ya que no son capaces de transmitir la vida, y además, suponen una actitud egoísta, sin otro fin que la auto-complacencia. Nadie se da la vida a sí mismo. La vida de cada uno de nosotros es un don de Dios que realiza por la unión entre un hombre y una mujer, y cuya actitud generosa, es la esencia misma de la vida cristiana. 

Por ello, y aunque la mentalidad del mundo de hoy haya cambiado y su ideología trate de tentarnos a tratar de cambiar la doctrina, los católicos debemos ser plenamente conscientes de que, aunque la disciplina de la Iglesia puede cambiar, lo que nunca cambia es la doctrina. 

En palabras de San Juan Pablo II"Lo que no es moralmente admisible es la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivos con respecto a quien peca, a quien no es capaz de liberarse de esta tendencia, no equivale a disminuir las exigencias de la norma moral (VS,95). Cristo perdonó a la mujer adúltera, salvándola de la lapidación (Juan 8,1-11), pero, al mismo tiempo, le dijo: Ve y de ahora en adelante ya no peques más". 

E
sta es la clave: "Dios ama al pecador y odia al pecado" pero el pecador debe comprometerse a no pecar más. Por eso, no es posible estar al mismo tiempo en pecado y cerca de Dios, porque el pecado significa precisamente eso: "alejarse de Dios".

¿Qué dicen las personas homosexuales?

Hoy día, muchas personas, incluso desde dentro de la Iglesia, tratan de presionar y manipular a sus miembros, para que se acepte la condición homosexual, como si no fuera desordenada, y así, posteriormente, que también se legitimen los actos homosexuales

Las personas que mantienen actos homosexuales y que declaran abiertamente su inclinación son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento, sus actos o su estilo de vida como normales y buenos, y por ello, dignos de aprobación pública. 

Con frecuencia, estas personas y sus defensores enarbolan la bandera de la "discriminación sexual" o la "homofobía" (en su vocabulario) como un arma política para manipular a la sociedad y a la Iglesia. Su objetivo último no pretende encontrar un lugar en la sociedad, viviendo castamente, sino explícitamente, lograr la aprobación de sus comportamientos homosexuales. 

Pero es necesario decir que quienes, dentro de la comunidad cristiana, incitan y promueven esta dirección, se mueven por una visión opuesta a la Verdad plenamente revelada por Jesucristotratando de crear confusión en relación a la posición de la Iglesia, y que, aprovechando esta confusión para sus propios fines, intentan erigirse como abanderados y representantes de todas las personas homosexuales católicas.

Resultado de imagen de homosexuales catolicosBajo el amparo del catolicismo y con la excusa de la misericordia divina, estas personas homosexuales tratan de mantenerse y de mantener a otras, pero no tienen intención alguna de abandonar su comportamiento inmoral y afirman, en tono de protesta, que cualquier crítica o rechazo a las personas homosexuales, a sus actos o a su estilo de vida, constituyen una forma de injusta discriminación.

Quizás con
buena voluntad, pero no plenamente conscientes y seriamente equivocados, algunos católicos con tendencias homosexuales manifiestan una ideología relativista y materialista, que niega la naturaleza trascendente del ser humano y su vocación sobrenatural: ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan alterarla de alguna manera, manifiestan una errónea y malentendida visión del amor de Cristo, tratando de presentar a Jesús como amigo de los actos homosexuales.

Son p
ersonas que se amparan en una supuesta discriminación y un falso juicio para tratar de normalizar los actos homosexuales. Cualquiera que se considere un auténtico católico, jamás puede discriminar a una persona con tendencia homosexual ni juzgarla, y mucho menos, condenarla: "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados." (Lucas 6, 37).

Las personas con tendencias homosexuales y que no las declaran, casi siempre, son católicos que viven en castidad, llevando su cruz y compartiendo la de Cristo, porque son plenamente conscientes de que los actos homosexuales no son buenos ni correctos a los ojos de Dios.

¿Qué debe hacer la Iglesia?

La Iglesia no puede dejar de preocuparse por las personas homosexuales pero debe mantener firme su clara posición en contra de los actos homosexuales, la cual no puede ser modificada ni puesta en cuestión por la presión de los defensores de estos actos, ni de la legislación civil, ni de una ideología tiránica ni de una moda "buenista" del momento. 

Imagen relacionadaPor eso, los sacerdotes tienen un papel primordial en esta problemática, pues deben procurar que las personas homosexuales confiadas a su cuidado no se desvíen por esas opiniones tan profundamente opuestas a la enseñanza de la Iglesia.

Deben est
ar rectamente informados y personalmente dispuestos para transmitir clara, fiel, íntegra y eficazmente la doctrina de la Iglesia a todos los fieles y a la sociedad en su conjunto.

Los Obispos de
ben prestar especial atención en aquellos programas, grupos de presión, asociaciones... que intentan ejercer una presión sobre la Iglesia para tratar de cambiar su doctrina, aunque a veces, la envuelvan de espiritualidad, amor y misericordia.

Deben prestar particular vigilancia sobre aquellos que tratan de confundir y dispersar al rebaño con propuestas ambiguas que ocultan sus verdaderas intenciones, incluso calificando como "católicas" a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio sino que lo cuestionan y la atacan abiertamente. 

Todo programa pastoral auténtico debe excluir organizaciones, asociaciones, grupos, "lobbys" que no establezcan claramente que la actividad homosexual es inmoral. 

Todo programa pastoral debe dejar bien en claro que todo alejamiento de la enseñanza de la Iglesia, o el silencio acerca de ella, no constituye una forma de auténtica atención ni de pastoral válida. Sólo lo que es verdadero puede finalmente ser también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición de la Iglesia, se impide que las personas homosexuales reciban la atención que necesitan y a la que tienen derecho. 

Imagen relacionadaLos Obispos deben seleccionar a sacerdotes fieles al Magisterio y maduros espiritualmente que sean capaces de acoger y ayudar a las personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en particular, a través de la frecuente y sincera confesión, de la oración, del testimonio, del acompañamiento, del consejo y atención individual y de la correcta dirección espiritual. 

Además, toda la comunidad cristiana debe ser consciente de su vocación de asistir y acoger a estos hermanos, evitando su desilusión, discriminación o aislamiento. 

Los Obispos y los sacerdotes deben evitar y/o retirar todo apoyo a cualquier organización, grupo, asociación, etc. que busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aún su apariencia, podría dar lugar a graves malentendidos o a terribles escándalos.

Los sacerdotes deben prestar una especial atención a evitar la programación de celebraciones religiosas o al uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos.

La Iglesia debe condenar con firmeza cualquier expresión malévola, discriminación, injusticia o acción violenta hacia las personas homosexuales, puesto que el respeto y la dignidad de toda persona siempre deben ser considerados en las palabras, en las acciones y en las leyes. 

Sin embargo, esta justa reacción a las injusticias cometidas contra estas personas, en ningún caso, puede llevarnos a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada ni inmoral.

¿Qué debe hacer una persona homosexual que busca seguir al Señor? 

Resultado de imagen de homosexuales catolicosEsencialmente, las personas homosexuales están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición

Estas personas, como los demás cristianos, están llamadas a vivir la castidad y la auto-donación, a comprender que la cruz constituye una renuncia de uno mismo.

Deben abandonarse a la voluntad de Dios, que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en El, para que puedan practicar la virtud, buscar la santidad y liberarse de una forma de vida que amenaza con destruirles. 





Fuentes: 

-Declaración "Persona humana" sobre algunas cuestiones de ética sexual (Congregación para la Doctrina de la Fe, 29 de diciembre de 1975, número 8). 

-Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales (Joseph Card. Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Roma, 1 de octubre de 1986). 

-Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos  2357-2358 y 2359.

-Memorándum para los obispos que buscan asesoramiento sobre asuntos relacionados con la homosexualidad y los candidatos para la admisión al Seminario (Congregación para la Educación Católica,9 julio 1985).

-Carta Notitiae (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (16 mayo 2002),