¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 22 de marzo de 2021

EVANGELIZACIÓN: DE "GASOLINERAS" A "ÁREAS DE SERVICIO"

"Así nos lo ha mandado el Señor: 
Yo te he puesto como luz de los gentiles, 
para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra" 
(Hechos 13,47)

Seguimos afrontando el mismo y, a la vez, siempre nuevo desafío de la Iglesia Católica: la evangelización. A pesar de que hay un gran impulso del Espíritu Santo para llevar almas a Dios, en general, seguimos teniendo poco espíritu misionero, poco deseo evangelizador.

Haber nacido cerca de la meta no presupone que hayamos ganado la prueba. La Iglesia existe para evangelizar y si no lo hace, no es Iglesia. Los católicos existimos no para esperar a otros, sino para ir a buscarlos, ponerles en carrera y ayudarles a cruzar la meta.

Evangelizar no es un "entrenamiento" de los sacerdotes ni un "ejercicio" de unos pocos "locos". Es la misión de todo seguidor de Cristo y no valen los pretextos: "no estoy en forma", "no estoy preparado" o "no estoy capacitado". Tampoco vale guardarla en el "cajón de las cosas pendientes y difíciles" ni "dejarla para mañana". A Cristo no le valen nuestras excusas.

Yo creo que el reto de muchos católicos es precisamente ese, que ven la evangelización como un trabajo penoso y duro, sólo para los que están en forma. Sin embargo, la evangelización es algo mucho más sencillo y bonito: es pasión y alegría por el descubrimiento de Jesucristo. 

La evangelización es ese "amor primero" que hace palpitar el corazón de forma acelerada, que hace tener una sonrisa continua en los labios y que impulsa a contárselo a todo el mundo. La evangelización es "sentir mariposas en el estómago".

Conversión personal
Como deciamos, evangelizar es una idea que no entusiasma a los católicos en general, es una asignatura pendiente que se nos "atranca" y nos cuesta aprobar, debido a varias razones:

-al "santo titubeopor el que pensamos que la fe es algo personal y que no debe imponerse a nadie. 

-al "temor acomplejado" ante un mundo que nos impone bajo amenaza "encerrar la fe" y nos impide la distinción entre cristianos y agnósticos.

-a la pérdida de entusiasmo y de pasión por Cristo ante una "fe cultural, complaciente y puntual" que cubre las necesidades espirituales más básicas y que nos impide pensar más allá de nosotros.

-a la falta de "mentalidad evangelizadora", que está perdida, olvidada o anestesiada por la comodidad, el materialismo y el relativismo.

Sin embargo, para acabar con los titubeos, temores y complejos, con la falta de entusiasmo y pasión, y construir una mentalidad evangelizadora, no es suficiente con establecer planes, métodos o retiros que favorezcan la conversión (o re-conversión) de otros. Antes de nada, es necesaria la conversión del evangelizador.

Ocurre que en muchas ocasiones, los evangelizadores somos "personas espejo" que nos miramos y sólo nos vemos a nosotros mismos reflejados, cuando deberíamos ser "personas cristal" que miran a través y ven un mundo más amplio, un gran campo de actuación.
Las "personas cristal" que evangelizan, ven más allá de sus propias necesidades, contagian su entusiasmo y animan a unirse a ellas, a un mundo que mira hacia el suelo, que está desesperanzado, que está perdido y a oscuras.

Las "personas espejo" que no evangelizan o que "creen" evangelizar, quieren que todos se parezcan a ellas, piensen como ellas, actúen como ellas y se "nieguen" a cambiar como ellas. En realidad, no tienen pasión porque les falta fe, no creen "del todo" en Dios.

Conversión comunitaria
Las personas están configuradas según la identidad de sus parroquias. Y, por tanto, también es precisa la conversión de la parroquia. Las "personas espejo" suelen acomodarse (aunque no por mucho tiempo) en "parroquias gasolinera", es decir, "parroquias de mantenimiento" a las que se va a repostar, a consumir en la tienda en "productos de impulso", pagar y marcharse para, quizás, no volver a pasar nunca más por allí, por lo que muchas, son cerradas y abandonadas.
Sin embargo, las "personas cristal", junto con el "encargado", replantean esas "parroquias gasolinera" para convertirlas en mucho más, en "parroquias área de servicio". Estas parroquias misioneras ofrecen muchos más "servicios extra" que el simple repostaje o mantenimiento: centro de información, "take away", supermercado, farmacia, parque infantil, lavadero de coches, taller de chapa y pintura, concesionario de coches, restaurante y hasta hotel. 
Estas parroquias son "zonas de servicio y de descanso", donde sus empleados muestran un deseo sincero de acoger y servir con una sonrisa a todo aquel que se acerque pero que también salen de "su área" para buscar nuevos clientes. Los clientes se sienten queridos y atendidos y se quedan ellas para volver a hacer lo mismo que han visto hacer a los empleados.

Es urgente y necesario que nos replanteemos qué modelo de parroquia tenemos y qué modelo queremos. Si nos conformamos con cubrir nuestras necesidades o si, por el contrario, queremos cubrir las de otros. Si elegimos este último, comprobaremos de primera mano que al dar recibimos mucho más de lo que aportamos, y que al servir cubrimos a la vez nuestras propias necesidades.

Del "mantenimiento" a la "evangelización"
Evangelizar es convertir parroquias de mantenimiento institucional (necesidades de la comunidad) y personal (necesidades de la individualidad) en parroquias misioneras (necesidades del mundo). Es pasar de la "prisión" a la "misión".

Evangelizar es salir de nuestras zonas de confort, de nuestros egoísmos personales, de nuestros hábitos rutinarios y de nuestras comodidades para "implicarnos" en la vida de los demás. Es "ensancharse" en lugar de "encogerse".

Evangelizar es abrir las puertas de par en para para recibir y para salir, no para "llenar bancos" sino para hacer discípulos. Es "complicarnos" la vida para "simplificar" las de otros. Es vivir para otros y no para nosotros. Es dar sin esperar recibir a cambio.

Evangelizar es establecer una "mentalidad evangelizadora de máximos" y no de mínimos. Es enseñar y compartir la fe. Es vivir el Evangelio en la práctica y no sólo en la teoría. Es una conversión del corazón y de la mente.

Evangelizar es pasar de personas espejo a personas cristal, de parroquias gasolinera a parroquias área de servicio. Es cambiar de actitud, no de doctrina. Es cambiar de corazón, no de cuerpo. Es "mirar hacia afuera y no hacia adentro".
Evangelizar es adoptar una cultura de invitación y no de rechazo: primero por parte del liderazgo y después, extendido a toda la comunidad. Es salir del "intimismo" a la "universalidad", de la "individualidad" a la "catolicidad".

Evangelizar no es organizar eventos sociales sino llevar a los hombres a Cristo. No es "hacer cosas por hacer" sino con un propósito más hondo; no es un servicio social de "comedores sociales o supermercados parroquiales" sino con una caridad más profunda: mostrar el amor de Dios a través de la unión a su Iglesia, a la comunidad cristiana, a la parroquia.

Evangelizar no es esperar a estar capacitado y preparado para ponerse "en acción" sino salir al mundo para descubrir lo que Dios quiere que hagamos. Es "activarse" con los "inactivos". Es formarse mientras se discipula, es crecer en la fe mientras se comparte.

Evangelizar es dejar de discutir con otros por lo que nos separa y ver lo que nos une. Es ir al encuentro del hijo pródigo para que regrese a la casa del Padre. Es abrir los brazos para fundirse en el amor y celebrarlo juntos.

Evangelizar es un modo de vivir, de interesarse de verdad por los demás, de "jugársela" y "desgastarse" por ellos. Y es, en último término, es obedecer una orden directa de Jesús: "Id al mundo y enseñarles lo que yo os he enseñado".



JHR

domingo, 24 de noviembre de 2019

¡CUÁNTA FE HAY EN EL SUR!

"Que el Dios de la esperanza llene de alegría y paz vuestra fe, 
y que la fuerza del Espíritu Santo os colme de esperanza." 
(Romanos 15, 13)

¡Cuánta fe hay en el sur! ¡Cuánto amor a Dios! ¡Cuánto fervor por la Virgen! ¡Cuánto sentimiento profundo de las tradiciones y de los valores identitarios cristianos! Este fin de semana lo he vivido en primera persona en el santuario de Santa María de Regla (Chipiona).

Durante mucho tiempo he tenido ciertos prejuicios de esa religiosidad sureña y que siempre me había parecido una manifestación populista, folklórica y poco profunda. Nada más lejos de la realidad. ¡Es auténtica! ¡Es genuina! 
El pasado viernes partí hacia Jerez un tanto sorprendido de que el Señor suscitara en mis queridos hermanos Antonio y José, una sincera, a la vez que inmerecida, invitación para servir con ellos en el VIII retiro de Emaús hombres Jerez, de la parroquia San Juan Bautista de la Salle. 

Hoy, regreso a Madrid con el corazón henchido de amor, felicidad y gozo "que no me cabe", tras un nuevo encuentro con el Resucitado, quien a través de un grupo de andaluces alegres y fieles, se ha hecho el encontradizo con todos nosotros y nos ha incendiado el alma. 

El Señor siempre nos sorprende y lo hace todo nuevo. ¡Este fin de semana Cristo ha vuelto a estar grande con nosotros! ¡Cuánta Gracia y cuánto amor divino derramado! 

Cuántos "ratitos" frente al Santísimo, llenos de emociones, risas y lágrimas de gozo... cuántos "cara a cara" con el Señor, dejándonos "tocar" por su Gracia...cuántas "punteras blancas" frente al altar...cuánto arte en las canciones ofrecidas con sentimiento al Señor... cuánta fraternidad y cuántos "te queremos"...

Por las venas de estos jerezanos, herederos de valientes navegantes y con gran tradición vinícola, corre un gran sentido patriótico (por desgracia, casi ausente en el resto de España) que, unido a una gracia natural (no exenta de ruido y algarabía) y una música única (el flamenco de los grandes maestros), nos han traspasado el corazón con una entrega total, una alegría desbordada, un amor verdadero y una fe firme. 

Algunos veníamos de distintas partes de España, de Galicia, de Cataluña, de Madrid, de Córdoba, de Sevilla...pero este fin de semana, todos nos hemos transformado en jerezanos.

En verdad, nos llevamos un recuerdo eterno, un alma alegre y un corazón ardiente. Y vuestro amor para siempre con nosotros.  

¡Gracias, queridos hermanos del sur!
¡Gloria a Dios!

JHR

"Hasta la locura... nos han hecho amar al Señor. 
Ya no quedan dudas en nuestros corazones... 
de que les amamos... 
de que te amamos Señor... "

"Todo es de su Cristo, 
por Él y para Él. .. 
a Él sea la gloria por siempre. 
Amen." 

"Volvemos con un nuevo corazón...
un corazón para alabar y servir a Dios...
limpio como el cristal, 
dulce como la miel, 
fiel como el andaluz..."

"Al sur yo quiero volver... 
A cantarle a la Virgen con fe... 
con un oleeeeee... olé, olé..." 



martes, 17 de julio de 2018

CLAVES DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

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" Duc in altum " 
(Lucas 5,4)

Ante a la grave situación que vive nuestra sociedad occidental descristianizada, estamos llamados a poner en práctica una pastoral misionera, volviendo a las fuentes y al espíritu de la primera evangelización, para “reavivar en nosotros el impulso de los orígenes”. (Juan Pablo II, Carta apostólica Novo MillennioIneunte, n. 40.).

La nueva evangelización de Europa necesita de una pastoral misionera con los siguientes rasgos significativos e irrenunciables:

-Dirigida a todos los sectores de nuestra sociedad plural. También los que son hostiles a lo religioso y, en concreto, a lo católico.

-Realizada por todos los miembros de la Iglesia.

-Iniciada desde la propia conversión personal, comunitaria y eclesial

-Edificada desde la oración, el testimonio de palabra y vida, y el servicio a los demás. 

-Desarrollada con un renovado impulso misionero, abierto a la Gracia y dócil al Espíritu Santo.


-Interiorizada desde una nueva experiencia íntima y profunda del amor de Dios que haga arder el corazón con la escucha contemplativa de la Palabra de Dios, como a los discípulos de Emaús.

-Anunciada como si se tratase de la primera vez, con toda la fuerza de su novedad, con todo su atractivo, sin temores ni complejos, con sencillez y sin privilegios.

-Elaborada desde un conocimiento del corazón del hombre de hoy, participando en sus alegrías y tristezas, y al mismo tiempo, enamorados de Dios

-Cumplida desde la presencia y el compromiso con los más necesitados, signo inequívoco de nuestro seguimiento a Jesucristo. 

-Abierta al mundo y sin encerrarnos en “clubes privados”, en el “calor del hogar”, "en la afectividad de los nuestros", sino saliendo de nuestras zonas de confort, a la intemperie, al encuentro, al diálogo, a la escucha del mundo actual. 

-Viviendo en el mundo, sin ser parte de él. Inmersos en su corazón, en su tejido social y humano, en su pensamiento, en sus sufrimientos y en sus anhelos.

-Atrayendo con la "verdad", la "bondad" y la "belleza" de Jesucristo, viviendo “alegres” para atraer a los que están fuera y para que participen de ese "encanto".

-Formando comunidades vivas y maduras, llenas del Espíritu, inmersas como levadura en el mundo, que sean luz en la oscuridad de este mundo. 

-Replanteando estructuras: las parroquias, las órdenes religiosas, los movimientos laicales, las catequesis...), para ser eficaces y efectivos. 

-Integrando a cristianos comprometidos, testigos con experiencia de Dios, con creatividad y dinamismo apostólico

-Saliendo al encuentro de los que vuelven a casa por el camino de Emaús, con un estilo cercano, de acompañamiento y de escucha.

-Despertando la fe de los demás con un carácter valiente, alegre y sin "caras de acelga".

-Utilizando un lenguaje comprensivo y actualizado a los tiempos, al "estilo" de Jesús: hablando a la gentes en su “lengua”, en su experiencia, con relatos/parábolas que empaticen con sus realidades, con imágenes y gestos en sintonía y en conexión con la mentalidad de las personas a las que se evangeliza. 

Resultado de imagen de nueva evangelizacionPara concluir, decir que no existen recetas ni fórmulas mágicas para los grandes desafíos de nuestro tiempo. Sólo es necesaria una Persona: Cristo.

La nueva evangelización implica la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios en esta evangelización "a la inversa" que se sostiene, fundamentalmente, sobre cinco pilares:

Servicio
Nuestras manos deben ser como las de Jesús: servidoras, dispuestas para tocar al leproso y lavar los pies a los discípulos.

Anuncio
Nuestra boca debe hablar de forma comprensible y auténtica de Jesucristo.

Comunión
Nuestra vida debe desarrollarse en comunión fraterna, en corresponsabilidad de tareas y servicios.

Testimonio
Nuestras palabras y obras deben testificar a Cristo. A nadie más.

Sacramentos
Nuestro compromiso con Dios debe conducirnos a celebrar todo a través de la Eucaristía, los sacramentos y la oración. 


martes, 12 de junio de 2018

SERVIR EN EMAÚS

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¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 
Os he dado ejemplo para que
lo que yo he hecho con vosotros, 
vosotros también lo hagáis. 
En verdad, en verdad os digo: 
el criado no es más que su amo,
ni el enviado es más que el que lo envía. 
Puesto que sabéis esto,
dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.” 
(Juan 13, 12-17) 


Este fin de semana se organizan varios retiros de Emaús en España. ¡Una nueva oportunidad para muchos de nosotros de colocarnos el "polo de servidores"! Sin embargo, ¿sabemos servir? ¿merecemos el nombre de "servidores"?

Los seres humanos, por causa del pecado, somos orgullosos y soberbios, y por ello, reacios a servir a otros; es más, 
pensamos que son los demás quienes están a nuestro servicio. Incluso, a veces, podemos pensar que Dios está para servirnos a nosotros.

Combatir estas tendencias requiere un esfuerzo firme y constante porque podríamos pensar que servir a Dios en un retiro de Emaús depende de nosotros y de nuestra aptitud. "Servir" a Dios depende sólo de Él y, en último caso de nuestra actitud. 

Para los cristianos, "servir" debe revelar el mismo y auténtico amor que Dios tiene hacia el ser humano, la misma actitud y disposición que Cristo manifestó, cuando dejó el cielo para "abajarse" a la tierra.

Servir con humildad 

Servir puede implicar motivaciones externas: podemos servir por obligación, por satisfacción, por beneficios propio, incluso, por reconocimiento.  

Sin embargo, un auténtico espíritu de servicio requiere una motivación interior que mana de un corazón humilde, dispuesto y entregado al Señor, como el de nuestra Madre la Virgen María. 
El genuino servicio requiere una fuerza interior que brota de un corazón puro y obediente que desea cumplir la voluntad de Dios, y que para ello, se pone a disposición de las necesidades de los demás hasta las últimas consecuencias, como el de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús nos muestra la actitud correcta del servicio humilde en el pasaje del lavatorio de los pies (Juan 13). Su ejemplo es nuestro modelo a seguir: Jesús lavó los pies a todos sus discípulos, una labor que estaba reservada a los esclavos. Incluso lavó los de Judas, de quien sabía que iba a traicionarle.

Y de eso trata en Emaús: nuestro servicio es una esclavitud de amor: "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos". "Dar la vida" significa dar muerte a nuestro orgullo, a nuestra soberbia, a nuestras motivaciones externas y a nuestros propios intereses para mirar con ojos de amor las necesidades de los demás. Con los mismos ojos amorosos con los que Dios nos mira.

Servir implica humildad, despojarnos de nuestro "ego" y entregarnos a todos los demás, hasta el final. Algo que normalmente, al ser humano le cuesta muchísimo, sobre todo, inclinarnos, humillarnos ante personas que no conocemos, o que nos traicionan o que nos tratan mal.

Implica
 desechar nuestros "derechos" para asegurar los de los demás y, así, servir a Dios. Implica, una pureza de intención, un "ser" que nos conduce al "hacer". Implica amor abnegado, amor que no busca recompensa. 

Implica reconocer nuestra pequeñez, someternos a la voluntad de Dios y aceptar con paciencia y gozo las circunstancias, experiencias y desafíos más difíciles de nuestro servicio y de nuestra vida.


Implica confiar en Dios, olvidarnos de nosotros mismos y ser conscientes de nuestra misión. Una misión que no está "organizada por laicos para laicos", sino por "Dios para los hombres".

Los "servidores" funcionamos al revés del mundo. No tratamos de llegar a la cima. No tratamos de buscar fama y reconocimiento. Y mucho menos de pisotear a los demás...un "servidor" está al servicio de una visión superior: la gloria de Dios. Y, entregándonos completamente a los demás, conducirlos de la mano por y hacia el amor de Cristo.

Entonces, servidores, es hora de humillarnos. Es hora de dejar de mirarnos al espejo y mirar a los demás hijos de Dios con amor, dulzura y compasión. Es hora de dejar de tratar de impresionar. Es hora de dejar de buscar nuestro propio interés y morir por los demás. Es hora de escuchar, de comprender, de amar...

Servir con alegría

¡Humildes...pero alegres! Servir no es (no debe ser) un trabajo penoso y triste.

Ser
vir es un privilegio que Dios nos concede aunque no nos necesita. Y por ello, debemos servir con alegría.
Dios nos da una oportunidad de formar parte de su plan de salvación. Nos regala la oportunidad maravillosa de poder ser instrumento de su Amor, de ser colaboradores de Cristo. Caminar a su lado, escucharle y aprender de su ejemplo. Y así, darle a Jesús la oportunidad de utilizarnos para ser su palabra, sus manos, sus brazos, sus ojos…

¡No queremos estar abatidos y apesadumbrados como los dos de Emaús cuando iban de vuelta! ¡Queremos reconocer a Cristo y que nuestro corazón se inflame! ¡Fuera tristeza! ¡Fuera desánimo!

Tenemos lo mejor que podemos encontrar: a Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14, 6). ¿Por qué habríamos de estar tristes?

Cuanto más cerca estemos de Dios, cuanto más presente le tengamos en nuestras vidas y en nuestro servicio, cuanto mayor es nuestra confianza en Él, mayor será nuestra capacidad para afrontar cualquier dificultad con serenidad y alegría; para superarl
as con resiliencia y aceptarlas con paz en nuestros corazones, pues sabemos que todo obedece al plan perfecto diseñado por Dios.

Servir con pasión

¡Humildes, alegres.... y apasionados!

Debemos hablar...qué digo, respirar con profunda pasión cuando servimos a Dios. Gritar apasionadamente que: ¡¡¡Jesucristo ha resucitado!!! Para que cuando nos escuchen, se pueda decir que sentimos lo que decimos, que vivimos lo que gritamos, que amamos a quien proclamamos
.
En un mundo donde reina la tristeza y el desánimo, nuestro fervor es un poderoso signo de sobrenaturalidad. Nuestra pasión, una muestra de la presencia real de Dios en cada uno de nosotros.

Para ser servidores dignos, para ser evangelizadores efectivos, tenemos que creernos lo que decimos y comunicarlo con pasión. Porque el Evangelio no es simplemente una idea entre muchas: la fe es creer lo que no  vemos con confianza absoluta, hasta el punto de estar dispuestos a sufrir y morir por ello si fuera necesario. 

Sí, hasta el martirio, si fuera preciso. Porque "mártir" (del griego "μάρτυς, -υρος", "testigo") es una persona que sufre persecución y muerte por defender una causa, o por renunciar a abjurar de ella, con lo que da "testimonio" de su fe. Los mártires dan testimonio de Cristo con sufrimiento y sangre porque son seguidores suyos y como tales, son fieles hasta el final. Un mártir está alegre...¡siempre! ¡hasta el final!

A través de la pasión que pongamos los servidores, los caminantes (y el mundo) verán lo mucho que nos amamos y lo mucho que les amamos. A través de nuestra disponibilidad, nuestra actitud de servicio, de entrega… verán las manos, los brazos, los ojos, la sonrisa… de Cristo vivo y resucitado.

Desde la humildad, pero con alegría y con pasión, transmitimos nuestra experiencia de Cristo a todos a los que servimos. Ese es el regalo que ofrece Emaús.

Porque no debemos olvidar nunca que Emaús es un plan de Dios, no nuestro. Emaús es sólo un método, una herramienta, un vehículo por el que las personas acuden para tener un encuentro personal con Jesús y, producido este encuentro, la relación de las personas con Cristo prosperará y crecerá a través de otras personas en la comunidad parroquial y a través de otros servicios.

Por último, la importancia de nuestro servicio no radica en la eficacia, sino en el amor con que hacemos las cosas: a Dios solo le importa el amor que ponemos en las cosas que hacemos y no cuántas cosas hacemos, cómo las hacemos, o quienes las hacemos.

“No cuenta la cantidad de las obras, 
sino la intensidad del Amor con que las hagas.” 
(Santa Teresa de Calcuta)

viernes, 21 de abril de 2017

II.FRANCISCO: UNA MIRADA EXTROVERTIDA

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El Papa Francisco, para cada una de las seis tentaciones de los agentes pastorales que reflexionábamos en el anterior artículo, propone una alternativa sanadora: el entusiasmo misionero, la alegría evangelizadora, la esperanza, la comunidad, el Evangelio y el ideal del amor fraterno, respectivamente. 

Entusiasmo misionero

El primer antídoto que Francisco ofrece a "la cultura globalizada actual que, sin dejar de mostrarnos valores y nuevas posibilidades, también puede limitarnos, condicionarnos e incluso enfermarnos" (EG 77) es el de una espiritualidad misionera que facilite la salida de la Iglesia y de todos sus agentes pastorales: "¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!" (EG 80)

El Papa no es pesimista, sino que nos ofrece su medicina espiritual: "Por todo esto, me permito insistir: ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!" (EG 83)

Alegría evangelizadora

La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (Juan 16,22). "Los males de nuestro mundo —y los de la Iglesia— no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer(EG 84)

"Precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza"(Benedicto XVI en la Homilía durante la Santa Misa de apertura del Año de la Fe el 11 octubre 2012).

"En todo caso, allí estamos llamados a ser personas-cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una pesada cruz, pero fue precisamente en la cruz donde, traspasado, el Señor se nos entregó como fuente de agua viva" (EG 86)

Esperanza 

En fin, frente a "la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre" (EG 85), Francisco anima: "¡No nos dejemos robar la esperanza!" (EG 86)

Comunidad

En este elenco de medicinas para superar las tentaciones que afectan a los agentes pastorales actuales, Francisco hace un alto para describir otro antídoto que ofrece a "la cultura globalizada actual": "Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo". Se trata de la mística de la comunidad y del encuentro

Hoy más que nunca, a pesar del desarrollo de las redes sociales y demás instrumentos de comunicación, "sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea." Benedicto XVI, Homilía durante la Santa Misa de apertura del Año de la Fe (11 octubre 2012).

Imagen relacionadaEl antídoto que Francisco nos ofrece es una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación. De este modo, las mayores posibilidades de comunicación se traducirán en más posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos.

La Iglesia necesita ofrecer al mundo espacios buenos, sanadores, liberadores, esperanzadores... "Salir de sí mismo para unirse a otros hace bien. Encerrarse en sí mismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, y la humanidad saldrá perdiendo con cada opción egoísta que hagamos" (EG 87)

Aquí Francisco recuerda sus reflexiones sobre "la revolución de la ternura", a la que el Hijo de Dios nos invita con su encarnación: "La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros" (EG 88)

Evangelio

Por eso, dice Francisco, el Evangelio es siempre un encuentro con el otro"Muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio. Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo"(EG 88)

Ciertamente más que el ateísmo, el desafío que se presenta actualmente a la Iglesia es el de "responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro. Si no encuentran en la Iglesia una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de paz al mismo tiempo que los convoque a la comunión solidaria y a la fecundidad misionera, terminarán engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios" (EG 89)

Frente a esta tentación de individualismo espiritual, el Papa Francisco contrapone la religiosidad popular, cuyas formas "son encarnadas, porque han brotado de la encarnación de la fe cristiana en una cultura popular. Por eso mismo incluyen una relación personal, no con energías armonizadoras sino con Dios, Jesucristo, María, un santo. Tienen carne, tienen rostros. Son aptas para alimentar potencialidades relacionales y no tanto fugas individualistas" (EG 90)

La solución que Francisco ofrece y que marca un desafío para la Iglesia es mostrar que la relación personal y comprometida con Dios no pude separarse al mismo tiempo de una relación comprometida con los otros"Hace falta ayudar a reconocer que el único camino consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad "(EG 91)

A diferencia de lo que piensa nuestra sociedad, en el encuentro con los demás se halla "la verdadera sanación, ya que el modo de relacionarnos con los demás que realmente nos sana en lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano…" (EG 92). 

Francisco es categórico en este tema de la comunidad, como lo ha sido en el de la misión: "Los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5,1316). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad!" (EG 92). 

Francisco propone la medicina de la "salida misionera" contra la mundanidad espiritual: "Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres. ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales!" (EG 97)

Para sanarse de esta "mundanidad asfixiante" hay que tomarle "el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios" (EG 97)

La conclusión y la advertencia del Papa no puede ser más dura y más sencilla: "¡No nos dejemos robar el Evangelio!" (EG 97)

Es evidente que el cambio de perspectiva realizado por el Magisterio del Papa Francisco es de 180 grados: Francisco no se queja tanto del pecado del mundo (secularización, laicismo, relativismo moral…), cuanto de la mundanidad interior de la Iglesia y de los agentes pastorales, porque "si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente" (Mateo 5,13). 

Amor fraterno

En un mundo lleno de divisiones y guerras, Francisco hace a todos los cristianos una petición sentida de "un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente"

El mundo está lacerado por las guerras y la violencia, o herido por un difuso individualismo que divide a los seres humanos y los enfrenta unos contra otros en pos del propio bienestar […] A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis: "En esto reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos a otros" (Juan 13,35). Es lo que con tantos deseos pedía Jesús al Padre: "Que sean uno en nosotros […] para que el mundo crea" (Juan 17,21) (EG 99). 

Francisco se muestra como un padre, que habla con cariño a sus hijos y los anima a quererse y a ayudarse: "¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos" (EG 99)

Es cierto que a veces cuesta perdonar, porque existen dolores y heridas profundas, pero la Iglesia debe dar un testimonio nítido en este tema, porque así lo enseñó y pidió el mismo Señor: "Si ven el testimonio de comunidades auténticamente fraternas y reconciliadas, eso es siempre una luz que atrae" (EG 100).

Para concluir con su elenco de luchas contra las tentaciones, Francisco propone cosas concretas para vivir la ley del amor

"Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué bueno es tener esta ley! ¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros en contra de todo! […] Todos tenemos simpatías y antipatías, y quizás ahora mismo estamos enojados con alguno. Al menos digamos al Señor: Señor, yo estoy enojado con éste, con aquélla. Yo te pido por él y por ella. Rezar por aquel con el que estamos irritados es un hermoso paso en el amor, y es un acto evangelizador. ¡Hagámoslo hoy!" (EG 101)

En fin, frente a la tentación de la envidia y de las divisiones, Francisco nos invita: "¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!" (EG 101).