¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 30 de diciembre de 2022

EL LIBRITO ABIERTO DE APOCALIPSIS 10

"Y la voz del cielo que había escuchado 
se puso a hablarme de nuevo diciendo: 
'Ve a tomar el librito abierto de la mano del ángel 
que está de pie sobre el mar y la tierra'. 
Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. 
Él me dice: 'Toma y devóralo; 
te amargará en el vientre, 
pero en tu boca será dulce como la miel'. 
Tomé el librito de mano del ángel y lo devoré; 
en mi boca sabía dulce como la miel, 
pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor. 
Y me dicen: 'Es preciso que profetices de nuevo 
sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos'"
(Ap 10,8-11)

En la lectura del capítulo 10 de Apocalipsis se nos presenta una escena que habla de un librito abierto en manos de un ángel que está de pie sobre el mar y la tierra. Es el mismo ángel que aparece en Ap 1,9-20 y que tiene rasgos cristológicos, descritos en los primeros versículos (Ap 10,1-3)
  • va envuelto en una nube (referencia al Hijo del Hombre en Dn 7,13)
  • con el arco iris sobre su cabeza (señal de la alianza de la Creación en Gn 9,13 como el arco que empuñaba el primer jinete de Ap 6,2)
  • su rostro resplandeciente como el sol (referencia a Mt 17,2)
  • sus piernas columnas de fuego (apoya sus pies sobre la tierra y el mar, tiene poder sobre toda la creación)
  • grita con un rugido como el de un león (el león de la tribu de Judá, "la voz del Señor ha tronado", referencia a Sal 29,3)
  • en su mano tiene un librito abierto: es el Evangelio, que debe ser leído y proclamado, es decir, profetizado (Ez 2,8-3,1)
El ángel no es Cristo pero tiene sus rasgos porque habla en su nombreTras el rugido del ángel, hablan los siete truenos y Juan quiere escribir de inmediato lo que le han dicho pero una voz le prohíbe hacerlo. Al cristiano le basta con el Evangelio. Los apóstoles Juan y Pablo tienen una visión de Dios que va más allá del Evangelio pero no se les permite contarla (2 Cor 12,2-4). Al cristiano le basta con la gracia.

"Vete y toma el libro". A Juan se le pide que vaya a tomar el libro abierto de la mano del ángel:  Se le da autoridad para coger el libro y leerlo porque está abierto.

'Toma y devóralo" es una referencia a Ez 2,8-3,1: "Ahora, hijo de hombre, escucha lo que te digo: ¡No seas rebelde, como este pueblo rebelde! Abre la boca y come lo que te doy. Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un documento enrollado. Lo desenrolló ante mí:
 estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes. Entonces me dijo: 'Hijo de hombre, come lo que tienes ahí; cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel'. Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome: 'Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy'. Lo comí y me supo en la boca dulce como la miel.
                                
La Palabra de Dios debe ser devorada (interiorizada) porque ha de ponerse en práctica,  hay que vivirla. Debe ser digerida (asimilada) para que no haya distancia entre el hablar del profeta y la Palabra, para que "sean uno".

"Te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel"La dulzura es la misma Palabra de Dios. La amargura (que es doble) se refiere, en primer lugar, a que la palabra "remueve": requiere primero, la conversión del profeta, su purificación, y después, un cambio de vida; y en segundo lugar, será amarga porque será despreciada por muchos, como también el profeta será desechado.

"Es preciso que profetices de nuevo sobre muchos"
El libro abierto tiene que ser profetizado, el evangelio tiene que ser anunciado, pero para ello hacen falta profetas. Profeta es aquel que anuncia la Palabra de Dios con sus palabras y con su vida. Aquel que es capaz de captar lo profundo de la palabra y testimoniarlo no sólo con palabras sino también con hechos.

Juan, al igual que Ezequiel y otros profetas, recibe la investidura profética. Se le da autoridad para anunciar proféticamente la Palabra de Dios.

domingo, 16 de octubre de 2022

ENTENDER LA APOCALÍPTICA

"Revelación de Jesucristo,
que Dios le encargó mostrar a sus siervos
acerca de lo que tiene que suceder pronto.
La dio a conocer enviando su ángel a su siervo Juan,
el cual fue testigo de la palabra de Dios
y del testimonio de Jesucristo de todo cuanto vio"
(Ap 1,1-2)

Con frecuencia, tendemos a confundir conceptos como escatología, profecía y apocalíptica, y a mezclarlos como un mismo modo de entender los oráculos y las visiones de los autores bíblicos. Se suele atribuir a la apocalíptica profecías sobre calamidades, desastres y cataclismos referidos a tiempos futuros que nos impiden comprender e interpretarla de forma correcta la Sagrada Escritura.

La escatología (del griego ἔσχᾰτος =éschatos: último, y λόγος=logos: "estudio") es el estudio de las "realidades últimas",​ es decir, la muerte, la parusía o segunda venida de Cristo, el Anticristo, el Juicio final, la resurrección de los muertos y la vida eterna.

La profecía (del latín prophetīa, y este del griego προφητεία, o también φαινος= aparición) es la transmisión de la voluntad divina a los hombres a través de "videntes" (ro'eh), "visionarios (hozeh) o portavoces (nabí, profetés). La profecía va de la boca de Dios al corazón del hombre. Recibida, aceptada y acogida por el profeta, éste la expresa, la proclama y la transmite, primero de forma oral y luego, por escrito.

La apocalíptica (del griego apokálypsis =revelación y apokalyptein =quitar el velo, desvelar, retirar el velo, descubrir, desnudar) no predice sucesos futuros desconocidos sino más bien da a conocer aquello que a los ojos humanos resulta desconocido e impenetrable, no tanto porque se refiera a un futuro inaccesible, sino más bien porque pertenece a la profundidad, al misterio mismo de la creación querida por Dios y de la historia guiada por él.  Tampoco debe ser interpretada de forma literal.

Origen
La apocalíptica es un género de literatura teológica (bíblica y apócrifa) cuyo origen se remonta al ambiente histórico-espiritual del judaísmo tardío de la diáspora alrededor del s. II a.C., resultado de la combinación de la sabiduría bíblica y de la evolución de la profecía utilizada por algunos autores veterotestamentarios (Isaías 24-27; 33; 34-35; Ezequiel 2:8-3;3:38-39; Zacarías 12-14; Joel 2; Daniel 1-12) y apócrifos (Henoc; IV Esdras; II Baruc), y que alcanza su máxima expansión durante el período intertestamentario hasta su culmen con el Apocalipsis de San Juan, el último libro de la Sagrada Escritura.

Teología
La apocalíptica nace con una teología propia y siempre en un entorno hostil o de persecución hacia la fe y hacia el pueblo de Dios, que corre el riesgo de desaparecer, pero que espera con  confianza absoluta en el poder de Dios, y en su intervención directa y definitiva en la historia universal. No anhela una mejoría de la historia sino que ésta llegue a su fin: un mundo nuevo que traiga la salvación definitiva por parte de Dios.

En la apocalíptica, la verdad "sellada o escondida" es revelada a los hombres por la mediación de seres pertenecientes al mundo divino que la "abren" al mundo terreno y que muestran que la realidad va más allá de lo visible. La apocalíptica habla del pasado y del presente en futuro ante la inminente llegada del "día del Señor" anunciada a lo largo del profetismo veterotestamentario.

La apocalíptica no es tanto historia del pasado como revelación que acredita y testimonia cosas inmediatamente futuras, o mejor dicho, ya emergentes en el presente: el suceso futuro y el pasado están estrechamente vinculados entre sí pero no de forma cronológica o espaciotemporal sino teológica, espiritual, mística.

El interés del autor apocalíptico no se dirige al cosmos (foco de búsqueda en el mundo griego antiguo), sino a la historia en su globalidad, captada como un todo unitario. El apocalíptico sabe hacia dónde va la historia, cuál es su cumplimiento porque lee e interpreta el pasado en relación del futuro que viene ya determinado, desde la creación hasta el día de Yahvé, por el plan salvífico de Dios.
La apocalíptica se orienta de forma radical hacia la historia: los hechos y procesos cósmicos le interesan solo por lo que significan en orden a juzgar el curso de la historia. La revelación apocalíptica no se focaliza en el espacio celeste, sino en el tiempo de la historia terrena ofreciendo una visión total y global de ésta, pero no en la historia de un solo pueblo, sino en la de todos los pueblos, en la ‘de toda la humanidad', la apocalíptica piensa en términos de historia universal.


La apocalíptica afirma constantemente la realidad de dos "eones": el eón presente, el de los dolores, el mal, la injusticia, la impiedad, el pecado, al que le seguirá, mediante una ruptura victoriosa, el eón futuro, el de la alegría, la vida para siempre, la felicidad, el mundo de la comunión con Dios.

Presenta una lucha cósmica que marca la historia y que no es combatida por los hombres, sino que se da entre Cristo y Satanás, en la que Dios vence (ya ha vencido) y somete para siempre a la potencia satánica creando un mundo nuevo para los justos.  

El hombre no puede hacer nada en esta lucha. Tan sólo soportar, perseverar y esperar el fin de la tribulación y del mal. Pero no se trata de una actitud pasiva, porque la espera, los sufrimientos y el martirio del creyente constituyen una fuerza histórica que mueve el corazón misericordioso de Dios y le empuja a acelerar el final por amor a los elegidos.

Similitudes y diferencias con la profecía
A diferencia de la profecía que se recibe mediante oráculos y se expresa mediante la palabra, la apocalíptica lo hace a través de visiones extáticas, sueños, arrebatamientos y traslados a otros lugares. 

Son frecuentes las apariciones de seres celestiales, mediadores de la revelación y mensajeros de la voluntad de Dios: los ángeles.

También es característico el uso predominante de los símbolos como medios para expresar lo inexpresable y como portadores de una gran polivalencia de significados y de interpretaciones. Y dentro de la simbología cobran especial relevancia las cifras, los colores, los animales, los fenómenos cósmicos, las imágenes...
Aunque en la apocalíptica, la escatología prevalece sobre la predicación y el futuro predomina sobre el presente, profecía y apocalíptica son dos revelaciones que se entrecruzan. Toda profecía se halla reco­rrida transversalmente por la apocalíptica y toda apocalíptica hunde sus raíces en el interior de la profecía. 

La apocalíptica no es, por tanto, un lugar donde encontrar previsiones catastróficas del futuro. Como la profecía, nos habla de Dios, pero mientras que ésta nos cuenta la relación de Dios con un momento preciso de la historia, con los personajes, con un pueblo concreto, la apocalíptica muestra la relación de Dios con la creación en su totalidad y con la historia universal.

jueves, 11 de febrero de 2021

¿POR QUÉ FALTA UNA TRIBU DE ISRAEL EN EL APOCALIPSIS?

"Oí también el número de los sellados, 
ciento cuarenta y cuatro mil, 
de todas las tribus de Israel. 
De la tribu de Judá, doce mil sellados; 
de la tribu de Rubén, doce mil; 
de la tribu de Gad, doce mil; 
de la tribu de Aser, doce mil; 
de la tribu de Neftalí, doce mil; 
de la tribu de Manasés, doce mil; 
de la tribu de Simeón, doce mil; 
de la tribu de Leví, doce mil; 
de la tribu de Isacar, doce mil;
de la tribu de Zabulón, doce mil; 
de la tribu de José, doce mil; 
de la tribu de Benjamín, doce mil sellados. 
(Apocalipsis 7, 4-8)

En el capítulo 7 del Apocalipsis, San Juan describe el número de los sellados: los 144.000 de todas las tribus de Israel. Sin embargo, en esa lista no figura la tribu de Dan (que ha sido sustituida en la posición nº 6 por la de Manasés, en referencia a Efraín, hijo de José y hermano de Manasés) ni tampoco en la genealogía de 1 Crónicas 1-9, donde se incluyen detallan todas las demás tribus de Israel, aunque sí figura en la repartición final de la tierra prometida de Ezequiel 48.

Trataremos de ver el por qué de su exclusión y qué sentido simbólico tiene, a la luz de la Sagrada Escritura, y de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia:

Lo que dice  la Palabra de Dios
En el libro de Génesis, Jacob reúne a sus hijos para contarles lo que ocurriría en el futuro. De la tribu de Dan dice"Dan es culebra junto al camino, víbora junto al sendero. Muerde los talones del caballo, y cae de espaldas su jinete. Espero tu salvación, Señor" (Génesis 49,17-18). El propio Jacob le señala con la marca de la serpiente que muerde el talón, en referencia a la hostilidad entre la Mujer y la serpiente (Génesis 3, 14-15). Más adelante, la rebeldía hacia Dios de la tribu de Dan hará honor a su comparacion con el reptil.
En el libro de Jueces se relata cómo la tribu de Dan (5º hijo de Jacob), la segunda más numerosa, formada por distintos y divididos clanes, buscaba un asentamiento. La tierra que originalmente le fue asignada se encontraba en la zona costera central de la tierra de Canaán, entre Judá, Benjamín, Efraín y los filisteos.

Sin embargo, desde allí subieron hacia el norte, a la zona montañosa de Efraín para conquistar una ciudad llamada Lais, donde se asentaron. Allí erigieron una imagen para adorarla y su idolatría duró cerca de 500 años... "hasta el día de la deportación del país" (Jueces 18, 30). A lo largo de toda su historia, la tribu de Dan ha sido un claro ejemplo de apostasía e idolatría.
Lo que dice la Tradición Apóstolica y el Magisterio de la Iglesia

Ya en el siglo I, los apostóles Mateo, Pablo y Juan pusieron en alerta a las comunidades cristianas de la influencia de los idólatras (1 Tesalonicenses 1,9; Gálatas 5,19-21; 1 Corintios 10,7-14; Romanos 1,23;  1 Juan 5,21), los falsos profetas (Mateo 7,15-16; 2 Corintios 11,13-15; Apocalipsis 2,20) y los anticristos (1 Juan 2,18-22; 4,3).

A partir de los siglos II y III, surje el gnosticismo, herejía que negaba la divinidad de Dios y de la que los padres de la Iglesia, relacionando esta herejía con la figura del anticristo, advertían de su grave peligro como la encarnación del Mal, en oposición antagónica a Cristo, la Encarnación del Bien. 

San Ireneo (siglo II), en su obra "Contra las herejías", afirma que la tribu de Dan es la "descendencia de la serpiente", fuente del gnosticismo, de la idolatría, la apostasía y la herejía y por tanto, origen del Anticristo que, con sus herejías e idolatrías, "reinará durante tres años y medio, y se sentará en el trono de Jerusalén". Acosará, atacará y perseguirá constantemente a la descendencia de la mujer, la Iglesia. Dirá que es Dios y obligará a todos a rendirle culto.
Tertuliano (siglo II), en su obra "Contra Marción", afirma que "el anticristo se revelará antes de que venga el Señor, se jactará de ser Dios y hará que todos lo adoren". Dice que tanto los anticristos presentes (herejes que dividían la Iglesia) como el anticristo final y futuro (encarnación del mal) perseguirían al pueblo de Dios.

San Hipólito de Roma (siglo III), en su obra "Sobre Cristo y el anticristo", dice que el anticristo es una imitación pervertida de Cristo: "Tendrá origen judío, enviará a apóstoles, reunirá a personas repartidas por todo el mundo, sellará a sus seguidores, aparecerá bajo forma humana y construirá un templo en Jerusalén. Surgirá de un 'Imperio Romano' compuesto por diez reinos que durará tres años y medio y que perseguirá a los cristianos que se nieguen a adorarle".

Cipriano de Cartago (siglo III), Cirilo de Jerusalén y Lactancio (siglo IV) afirman que el anticristo "será el undécimo rey de un Imperio Romano dividido y fragmentado, nacido de un espíritu maligno, déspota, mentiroso y destructor del hombre que dominará con poder, magia y hechicería, reconstruirá el templo judío destruido erigiéndose como Hijo de Dios y perseguirá a los justos de Dios".

San Jerónimo (siglo V) afirma que el anticristo tendría "origen judío, que nacería de una virgen y que en él habitaría el propio Satanás", Tambié que el Imperio Romano se dividiría en diez reinos que serían conquistados por el anticristo, el undécimo rey.

Coincidencias
Es importante resaltar las similitudes que relacionan a la tribu de Dan con la descendencia de la serpiente y, por tanto, del Anticristo, así como las coincidencias entre las doce tribus de Israel y los doce apóstoles como pueblo de Dios y como Iglesia:
-La tribu de Dan traicionó a Dios por su idolatría a otros dioses. Judas Iscariote traicionó a Cristo por su idolatría a otro dios: el dinero. 

-Los evangelios sinópticos cambian a Judas por Matías de la lista de los doce apóstoles. El "evangelio del Resucitado" cambia  la tribu de Dan por la de Manasés/Efraín.

-La figura de Judas fue utilizada por el gnosticismo para interpretar el mensaje de Cristo de una forma esotérica y simbólica. La figura de la New Age es utilizada hoy por estos mismos grupos gnósticos para interpretar la fe como una espiritualidad mágica, ocultista y cabalística.

-El Espíritu de Dios habitaba en el hombre y retenía la maldad en la tierra en tiempos de Noé (Génesis 6,1-7). El Espíritu Santo que habita en la Iglesia, retiene el mal en nuestros tiempos .

Conclusiones

La disposición que San Juan hace de los 144.000 sellados nos permite concluir que esta lista posee un intencionado sentido simbólico y tipológico sobre el número 666 al colocar a la tribu de Manasés en el sexto lugar, sustituyendo a la tribu de Dan, marcada en el antiguo Testamento con el número seis (que simboliza al hombre, creado el sexto día; alejado del siete, que es la perfección/Dios; y también, la imperfección, el pecado), por su relación con la apostasía y el Anticristo. Tres veces seis simboliza la trinidad diabólica, la máxima perversión y maldad.

La relación entre la lista de las Doce Tribus de Israel y la lista de los Doce Apóstoles (sustitución de Judas Iscariote por Matías) nos permite concluir que el autor del Apocalipsis también estaría haciendo un paralelo simbólico y tipológico ente el Antiguo y el Nuevo Testamento, lo que cierra su cadena de significados ocultos apocalípticos y proféticos, totalmente contenida y sintetizada en el número 666.

De una forma velada, San Juan nos presenta las figuras "bestiales" con las que Satanás intenta su rebelde, grotesca y perversa imitación de Dios. Con su Revelación, nos ofrece una riqueza simbólica que sólo podemos entender a la luz del Espiritu Santo. Sólo siendo "arrebatados en espiritu" seremos capaces de acceder a una dimensión mística y espiritual que nos conduzca a la comprensión de los signos de los tiempos y a dicernir el Plan de Dios en la historia del hombre.

JHR

domingo, 29 de noviembre de 2020

APOCALIPSIS: LA TIERRA, CONTEMPLADA DESDE EL CIELO

"Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, 
pues el primer cielo 
y la primera tierra desaparecieron, 
y el mar ya no existe. 
Y vi la ciudad santa, 
la nueva Jerusalén que descendía del cielo, 
de parte de Dios, 
preparada como una esposa 
que se ha adornado para su esposo. 
Y oí una gran voz desde el trono que decía: 
'He aquí la morada de Dios entre los hombres, 
y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, 
y el “Dios con ellos” será su Dios'. 
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, 
y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, 
porque lo primero ha desaparecido" 
(Apocalipsis 21, 1-4)

Nos introducimos de nuevo en la Revelación de Dios a los hombres, penetrando en el misterio del Apocalipsis de San Juan. Haciendo una lectura espiritual, teológica y litúrgica profundizamos en el mensaje del "vidente de Patmos", para descubrir cómo el libro, lejos de ser una visión catastrófica y desoladora, es un motivo de regocijo y alegría para toda la humanidad.

Si en los Evangelios Sinópticos, el cielo es contemplado desde la tierra, en el Evangelio del Resucitado, la tierra es contemplada desde el cielo. El propio Jesucristo, Señor de la historia, el único que puede abrir el libro sellado, nos explica el significado de la historia y su sentido último.
El Apocalipsis es una exhortación a vivir la misma experiencia mística de San Juan y hacerla nuestra, a dejarnos "arrebatar en espíritu", a dejarnos llevar con docilidad por el Espíritu Santo para ser capaces de interpretar los símbolos y aprender a vivir nuestra propia vida a la luz de los mismos.

El Apocalipsis es una invitación a la felicidad que no puede leerse de una forma neutral o desinteresada. El libro no soporta, e incluso, rechaza a los lectores desinteresados. Esta es la razón por la que llama siete veces "Bienaventurados" a quienes leen y escuchan las palabras de este libro y las ponen en práctica; "Dichosos" a quienes reconocen al Señor Jesucristo como su Rey y los que no se han dejado seducir por el Usurpador, por el falso cristo; "Felices" a quienes saben luchar y resistir al Anticristo.

El Apocalipsis es una llamada a la esperanza, dirigida a quienes esperan que "algo importante está a punto de suceder", a quienes confían en la inminencia de un cambio: que el Rey de la historia está a punto de tomar el poder legítimo que le corresponde.

El Apocalipsis es una visión no tanto del fin del mundo ni de cataclismos, como de la afirmación del Reino de Dios. No habla tanto de desastres, calamidades o castigos de Dios como de la "catástrofe interior", que es la caída o pérdida de la fe. 

El Apocalipsis es una exhortación de San Juan a las 7 Iglesias, es decir, a la Iglesia de todos los tiempos, a todos los cristianos, a descubrir el sentido de la Historia, a permanecer firmes y a perseverar en la fe. A tener una actitud de escucha atenta al Señor, de abrirnos al Espíritu, cuando repite siete veces: "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias"

El Apocalipsis es una profecía del presente que muestra que los desafíos del cristiano de ayer y de hoy, son siempre los mismos. Nuestro mundo, como el de San Juan, también es un mundo apocalíptico que se encuentra en declive y en decadencia, y que espera un paradigma que vuelva a redefinir su Historia. 

El Apocalipsis es una guía para desenmascarar el poder seductor del Imperio, que pretende presionar, persuadir, controlar y arrinconar al cristiano para que apostate de Dios y dé culto a Satanás. 

El Apocalipsis es una constatación del surgimiento de la "Bestia", la manifestación del Dragón como un imperio cultural, un poder persuasivo e ideológico, un dominio perverso y malvado, una propaganda antidivina, a la que ninguno somos inmunes. 

El Apocalipsis es un camino hacia el gozo a través de la resistencia, que nos ofrece estrategias para resistir la influencia del Imperio y liberarnos de su sugestión, y que concluye con la instauración de la "ciudad santa", la nueva Jerusalén: La Iglesia es la esposa del Cordero, el lugar de la verdadera intimidad con Dios. Estamos todos invitados a entrar y pertenecer a Ella, porque somos ciudadanos del Cielo. 

El Apocalipsis es un compendio histórico que nos presenta dos caras: la cara oculta (sufrimientos, tribulaciones y llantos) y la cara luminosa (cantos de alabanza, oraciones y gloria), para mostrarnos que el sufrimiento no tiene la última palabra, sino que es el paso a la felicidad. Sin Cruz no hay Resurrección.

El Apocalipsis eel Evangelio del Resucitado que presenta a Jesucristo, el Cordero degollado, como el único que puede abrir el libro sellado, esto es, revelar la historia y dotarla de sentido. 
El Apocalipsis es un libro que se desvela para darnos dos mensajes: que Jesús está vivo y resucitado, y que tiene poder y con autoridad sobre la historia del mundo. Nos invita a decirle con esperanza: ¡Ven, Señor Jesús!, o incluso, nos constata que ¡Ya has venido, Señor!

El Apocalipsis es un manual de perseverancia cristiana que nos ofrece los instrumentos para crecer en la fe, alcanzar el sentido último de la vida y de nuestra vocación, presentándonos a la "Mujer" (la Virgen María, la Iglesia, la Esposa fiel, la nueva Jerusalén celeste) que sufre, que es perseguida y hostigada por el "Dragón" (Satanás, el Anticristo infiel, la gran Babilonia apóstata).

El Apocalipsis es un tratado de resistencia activa y no violenta contra el mal en la seguridad de que el cristiano no debe luchar porque Dios ya ha vencido. Se refiere más a la lucha interior que se vence con la oración personal y contemplativa, y con la plegaria comunitaria, que ve y mira, que suplica y que alaba a Dios. 

El Apocalipsis es una invitación a la conversión, un estímulo para el arrepentimiento y al crecimiento en el amor, un cambio radical de mentalidad, una transformación en un cristiano "místico", aquel que tiene los ojos abiertos hacia Dios, aquel que penetra en el misterio revelado, aquel que "tiene oídos y oye", aquel que se esfuerza en cambiarse a sí mismo para cambiar el mundo, aquel que anhela una vida nueva en un mundo nuevo.

El Apocalipsis es un vademécum sobre el "discípulo ideal", el "cristiano apocalíptico" que "se vuelve", " se convierte" y se postra ante la voz del Resucitado, aquel que "se deja tocar" por el Maestro, aquel que permite al Señor entrar en las profundidades de su corazón y establecer con Él una comunión íntima, aquel que no tiene miedo porque Cristo está "de pie" en medio de la Iglesia, aquel que es "santo"..

El Apocalipsis es un escrito sobre la "comunidad ideal", la "Iglesia fiel" que comparte la fidelidad al Reino de Dios en medio del "reino de la Bestia", aquella que comparte fatiga, persecución y tribulación por causa de Su nombre, aquella que se reúne "el día del Señor" para la alabanza eucarística, aquella que es, al mismo tiempo, divina y humana, brillante y opaca, santa y pecadora. 

El Apocalipsis es la manifestación de Dios Jesucristo, quien con poder y autoridad, nos habla desde el cielo y nos convoca, a la comunidad reunida en oración, a la celebración litúrgica, para acoger su Palabra y recibir su Presencia en nosotros y con nosotros.

"Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: 
de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento. 
Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear" 
(Isaías 65, 17-18)



Fuente:

-El Apocalipsis de San Juan (Emilio Aliaga, edición Verbo Divino)