Interpretación historicista
v. 14 Significado teológico
- El Amén (Is 65: “Dios del Amén”): es el sí del Dios a los hombres (su entrega desde el principio de la creación y para siempre) y el sí de los hombres a Dios: es la adhesión completa.
- El testigo fiel y verdadero, el principio de las obras de Dios: la causa y el cumplimiento de todo, en Cristo se cumple el Amén del Padre, es decir, es el verdadero hombre en quien contemplar la verdadera humanidad.
v. 14 Alabanzas (0)
- Eres tibio: acedia, es decir, desgana, despreocupación, descuido, desdén hacia lo espiritual.
- Soy rico… y no tengo necesidad de nada=autosuficiencia, autojustificación, apego a lo material, se cree justo y piensa que no necesita nada, no necesita a Dios ni confía en Él, sino en sí mismo. Le bastan sus fuerzas, sus habilidades, su sabiduría.
- Autosuficiente (pelagianismo): la salvación depende de sus méritos, no de la gracia
- Orgullosa: que reduce el “ser” al “tener”, al “hacer” y le impide ver su miseria espiritual
- Perezosa: que le convierte en un ser irreligioso. Su vida eclesial está vacía de contenido
- Pobre: por lo espiritual y deslumbrada=por lo material
- Ciega: no ve a Dios, no sabe distinguir el bien del mal, le falta discernimiento
- Desnuda: no está revestida de los méritos de Cristo. Como Adán y Eva, está desnuda porque ha pecado
- Desgraciada, digna de lástima: suscita más compasión que desprecio
- No seas tibio: indiferencia a Dios
- o te vomitaré de mi boca: Dios no admite la mediocridad, la falsa justificación. La tibieza es una “versión” de vida espiritual reducida a un mero hecho formal, a una tradición, sin pasión, sin amor. Pero no se trata de “hacer “sino de “ser”.
- Compra: recuperar la gracia que ha recibido gratis y que ha perdido, pagándola con el precio del compromiso y el arrepentimiento. Dios habla en futuro “te vomitaré”, es decir, aún hay tiempo para la conversión, representada en tres símbolos:
- Oro acrisolado al fuego: autentificar la fe en la prueba: “Así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego” (1Pe 1,7). Sólo en la prueba vemos si nuestra fe es auténtica. Cuando todo nos va bien, aparece la tibieza.
- Vestiduras blancas: revestirse de Cristo, purificarse en la vida eucarística y sacramental. El nuevo bautismo en el Espíritu que nos hace resplandecer al resucitarnos a una nueva vida y ser “hijos de la luz” (CEC 1289).
- Colirio para tu ceguera: ver con los ojos de Cristo, dejarse interpelar por los dones del Espíritu Santo, para conocer la verdad de cómo vivimos. También, se refiere a la dirección espiritual.
v. 20-21 Promesas (2)
- Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo: Dios nos corrige porque nos ama. “Hijo mío, no rechaces la reprensión del Señor, no te enfades cuando él te corrija, porque el Señor corrige a los que ama, como un padre al hijo preferido” (Pr 3,11-12). “No es voluntad del Padre que ninguno de sus pequeños se pierda” (cf. Mt 18,14). El amor no es insensible: quien ama, corrige; quien no ama, muestra indiferencia.
- Estoy a la puerta y llamo: Cristo está siempre cerca y llama a nuestra alma pero respeta nuestra libertad. "Si me abres, entraré a cenar contigo" (Cant 5,2-5). Es una invitación a la Eucaristía, a la comunión con Dios, a entrar intimidad con Él clave esponsal.
El vencedor es quien entra en comunión con el Señor
Le dejaré sentar conmigo en mi trono, como yo me senté en el trono de mi Padre: resucitar a la vida eterna. Entrar en el misterio de la Trinidad y ser divinizado: ser como Jesús, uno solo con el Padre. El trono de Dios es accesible a todos gracias a Cristo, al Amén, el testigo fiel y veraz.
v. 22 Exhortación