¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 12 de junio de 2018

SERVIR EN EMAÚS

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¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 
Os he dado ejemplo para que
lo que yo he hecho con vosotros, 
vosotros también lo hagáis. 
En verdad, en verdad os digo: 
el criado no es más que su amo,
ni el enviado es más que el que lo envía. 
Puesto que sabéis esto,
dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.” 
(Juan 13, 12-17) 


Este fin de semana se organizan varios retiros de Emaús en España. ¡Una nueva oportunidad para muchos de nosotros de colocarnos el "polo de servidores"! Sin embargo, ¿sabemos servir? ¿merecemos el nombre de "servidores"?

Los seres humanos, por causa del pecado, somos orgullosos y soberbios, y por ello, reacios a servir a otros; es más, 
pensamos que son los demás quienes están a nuestro servicio. Incluso, a veces, podemos pensar que Dios está para servirnos a nosotros.

Combatir estas tendencias requiere un esfuerzo firme y constante porque podríamos pensar que servir a Dios en un retiro de Emaús depende de nosotros y de nuestra aptitud. "Servir" a Dios depende sólo de Él y, en último caso de nuestra actitud. 

Para los cristianos, "servir" debe revelar el mismo y auténtico amor que Dios tiene hacia el ser humano, la misma actitud y disposición que Cristo manifestó, cuando dejó el cielo para "abajarse" a la tierra.

Servir con humildad 

Servir puede implicar motivaciones externas: podemos servir por obligación, por satisfacción, por beneficios propio, incluso, por reconocimiento.  

Sin embargo, un auténtico espíritu de servicio requiere una motivación interior que mana de un corazón humilde, dispuesto y entregado al Señor, como el de nuestra Madre la Virgen María. 
El genuino servicio requiere una fuerza interior que brota de un corazón puro y obediente que desea cumplir la voluntad de Dios, y que para ello, se pone a disposición de las necesidades de los demás hasta las últimas consecuencias, como el de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús nos muestra la actitud correcta del servicio humilde en el pasaje del lavatorio de los pies (Juan 13). Su ejemplo es nuestro modelo a seguir: Jesús lavó los pies a todos sus discípulos, una labor que estaba reservada a los esclavos. Incluso lavó los de Judas, de quien sabía que iba a traicionarle.

Y de eso trata en Emaús: nuestro servicio es una esclavitud de amor: "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos". "Dar la vida" significa dar muerte a nuestro orgullo, a nuestra soberbia, a nuestras motivaciones externas y a nuestros propios intereses para mirar con ojos de amor las necesidades de los demás. Con los mismos ojos amorosos con los que Dios nos mira.

Servir implica humildad, despojarnos de nuestro "ego" y entregarnos a todos los demás, hasta el final. Algo que normalmente, al ser humano le cuesta muchísimo, sobre todo, inclinarnos, humillarnos ante personas que no conocemos, o que nos traicionan o que nos tratan mal.

Implica
 desechar nuestros "derechos" para asegurar los de los demás y, así, servir a Dios. Implica, una pureza de intención, un "ser" que nos conduce al "hacer". Implica amor abnegado, amor que no busca recompensa. 

Implica reconocer nuestra pequeñez, someternos a la voluntad de Dios y aceptar con paciencia y gozo las circunstancias, experiencias y desafíos más difíciles de nuestro servicio y de nuestra vida.


Implica confiar en Dios, olvidarnos de nosotros mismos y ser conscientes de nuestra misión. Una misión que no está "organizada por laicos para laicos", sino por "Dios para los hombres".

Los "servidores" funcionamos al revés del mundo. No tratamos de llegar a la cima. No tratamos de buscar fama y reconocimiento. Y mucho menos de pisotear a los demás...un "servidor" está al servicio de una visión superior: la gloria de Dios. Y, entregándonos completamente a los demás, conducirlos de la mano por y hacia el amor de Cristo.

Entonces, servidores, es hora de humillarnos. Es hora de dejar de mirarnos al espejo y mirar a los demás hijos de Dios con amor, dulzura y compasión. Es hora de dejar de tratar de impresionar. Es hora de dejar de buscar nuestro propio interés y morir por los demás. Es hora de escuchar, de comprender, de amar...

Servir con alegría

¡Humildes...pero alegres! Servir no es (no debe ser) un trabajo penoso y triste.

Ser
vir es un privilegio que Dios nos concede aunque no nos necesita. Y por ello, debemos servir con alegría.
Dios nos da una oportunidad de formar parte de su plan de salvación. Nos regala la oportunidad maravillosa de poder ser instrumento de su Amor, de ser colaboradores de Cristo. Caminar a su lado, escucharle y aprender de su ejemplo. Y así, darle a Jesús la oportunidad de utilizarnos para ser su palabra, sus manos, sus brazos, sus ojos…

¡No queremos estar abatidos y apesadumbrados como los dos de Emaús cuando iban de vuelta! ¡Queremos reconocer a Cristo y que nuestro corazón se inflame! ¡Fuera tristeza! ¡Fuera desánimo!

Tenemos lo mejor que podemos encontrar: a Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14, 6). ¿Por qué habríamos de estar tristes?

Cuanto más cerca estemos de Dios, cuanto más presente le tengamos en nuestras vidas y en nuestro servicio, cuanto mayor es nuestra confianza en Él, mayor será nuestra capacidad para afrontar cualquier dificultad con serenidad y alegría; para superarl
as con resiliencia y aceptarlas con paz en nuestros corazones, pues sabemos que todo obedece al plan perfecto diseñado por Dios.

Servir con pasión

¡Humildes, alegres.... y apasionados!

Debemos hablar...qué digo, respirar con profunda pasión cuando servimos a Dios. Gritar apasionadamente que: ¡¡¡Jesucristo ha resucitado!!! Para que cuando nos escuchen, se pueda decir que sentimos lo que decimos, que vivimos lo que gritamos, que amamos a quien proclamamos
.
En un mundo donde reina la tristeza y el desánimo, nuestro fervor es un poderoso signo de sobrenaturalidad. Nuestra pasión, una muestra de la presencia real de Dios en cada uno de nosotros.

Para ser servidores dignos, para ser evangelizadores efectivos, tenemos que creernos lo que decimos y comunicarlo con pasión. Porque el Evangelio no es simplemente una idea entre muchas: la fe es creer lo que no  vemos con confianza absoluta, hasta el punto de estar dispuestos a sufrir y morir por ello si fuera necesario. 

Sí, hasta el martirio, si fuera preciso. Porque "mártir" (del griego "μάρτυς, -υρος", "testigo") es una persona que sufre persecución y muerte por defender una causa, o por renunciar a abjurar de ella, con lo que da "testimonio" de su fe. Los mártires dan testimonio de Cristo con sufrimiento y sangre porque son seguidores suyos y como tales, son fieles hasta el final. Un mártir está alegre...¡siempre! ¡hasta el final!

A través de la pasión que pongamos los servidores, los caminantes (y el mundo) verán lo mucho que nos amamos y lo mucho que les amamos. A través de nuestra disponibilidad, nuestra actitud de servicio, de entrega… verán las manos, los brazos, los ojos, la sonrisa… de Cristo vivo y resucitado.

Desde la humildad, pero con alegría y con pasión, transmitimos nuestra experiencia de Cristo a todos a los que servimos. Ese es el regalo que ofrece Emaús.

Porque no debemos olvidar nunca que Emaús es un plan de Dios, no nuestro. Emaús es sólo un método, una herramienta, un vehículo por el que las personas acuden para tener un encuentro personal con Jesús y, producido este encuentro, la relación de las personas con Cristo prosperará y crecerá a través de otras personas en la comunidad parroquial y a través de otros servicios.

Por último, la importancia de nuestro servicio no radica en la eficacia, sino en el amor con que hacemos las cosas: a Dios solo le importa el amor que ponemos en las cosas que hacemos y no cuántas cosas hacemos, cómo las hacemos, o quienes las hacemos.

“No cuenta la cantidad de las obras, 
sino la intensidad del Amor con que las hagas.” 
(Santa Teresa de Calcuta)

sábado, 30 de diciembre de 2017

BILLETES FALSOS

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"Examinaos a vosotros mismos a ver si estáis firmes en la fe; 
poneos vosotros mismos a prueba. 
¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? 
A ver si es que no superáis la prueba." 
(2 Corintios 13, 5)

Cuando vas a pagar en algún establecimiento con un billete, la dependienta primero, lo pasa por una máquina para asegurarse de que es verdadero. Si es falso, la máquina lo rechazará y entonces será un billete sin valor.

¿Cómo detectar que un billete falsificado? 


Tocándolo: El papel de los billetes tiene un tacto característico. Hecho con fibras de algodón, el papel es resistente, un poco áspero y con cierto relieve perceptible si se rasca con la uña. 

Resultado de imagen de deteccion de billetes falsosMirándolo: Al mirar un billete al trasluz se pueden apreciar tres elementos de seguridad fáciles de reconocer: la marca de agua (al colocar el billete sobre una superficie oscura, las zonas claras se oscurecen), el hilo de seguridad (una banda oscura en el que se ve la palabra euro y el valor del billete) y el motivo de coincidencia (trazos discontinuos en ambas caras que se complementan y forman la cifra del billete en una esquina). 

Girándolo: Al girar o inclinar un billete se observa la imagen cambiante de la banda holográfica, que alterna su valor y el símbolo del euro sobre un fondo multicolor.

Al igual que el dinero falso, existen falsificaciones de cristianos. Son personas que hacen alarde de una actitud de auto-justificación o de un comportamiento "cara a la galería", pero si exponemos sus corazones a la luz de Cristo, vemos que carecen de valor. No han comprendido bien la vida radical a la que Jesús nos llama. 

Durante su vida en la tierra, Jesús encontró a menudo cristianos falsificados: los fariseos se hacían pasar por hombres de Dios, justos y seguidores comprometidos, pero Jesús los pasaba por la maquina de billetes falsos: los tocaba, los miraba y los daba la vuelta.

Jesús en Mateo 7, 20-24 nos descubre cuál es la máquina para conocer los cristianos falsos, "Por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: ¡Señor! ¡Señor!, entrará en el reino de Dios, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor! ¡Señor!, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos arrojado a los demonios y hecho muchos milagros en tu nombre? Entonces yo les diré: 'Nunca os conocí. Apartaos de mí, agentes de injusticias'. El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca."

Ante la máquina anti-falsificación, que es Jesús (la Verdad Encarnada), las obras y los frutos, y no tanto las palabras, dejarán a la luz qué "billetes" son verdaderos y cuáles falsos.

Entonces ¿Cómo detectar a un cristiano falsificado?

He aquí algunos "billetes" falsos de la Iglesia:

El "cumplidor" 

Algunos creen que con el simple hecho de acudir a misa cada domingo, basta. E incluso se sienten más culpables por perderse una misa que por no servir al prójimo. Y es que les han educado en una religión donde la asistencia a misa era lo que definía a uno como católico.  Les hicieron creer (o lo malinterpretaron) que para ser un buen cristiano, no se podía faltar a misa el domingo, que la sola presencia en un edificio el domingo era más importante que los actos fuera del mismo el resto de la semana. 

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Así que la mayoría de domingos van a su parroquia, escuchan misa, comulgan, y a casa. Fuera de ella, se limitan a "cumplir" y cualquier parecido con un cristiano auténtico es simple coincidencia.

Si valoramos más la asistencia a misa que amar a los demás, es que no hemos entendido nada. 

Jesús lo explicó muy claramente cuando dijo que la Ley se resume en dos mandamientos: amar a Dios y amar a tu prójimo. Podemos ser personas de comunión diaria y, al mismo tiempo, estar lejos de Dios. Dios no valora la asistencia a misa, ni siquiera todo aquello que hagamos por la Iglesia. Lo que Dios valora es el amor hacia Él y hacia los demás.

El "sabelotodo" 

Algunos confían más en la Ley que en el propio Jesús. Se parecen bastante a los fariseos: Les han enseñado a que es más importante conocer y cumplir los 10 mandamientos y las normas del Catecismo para salvarse que la propia fuente de la salvación: Jesús. 

Si pensamos que el conocimiento y cumplimiento de los mandamientos por sí solos nos hacen cristianos, es que no hemos entendido nada.  

En Juan 5,39-40 Jesús nos dice: "Estudiáis cuidadosamente las Escrituras, pensando encontrar en ellas la vida eterna; ellas testifican de mí. ¡Y no queréis venir a mí para tener vida!"

Resultado de imagen de fariseosNi el Catecismo ni siquiera la Biblia son más importantes que Jesús (entiéndase bien). Recitar los Mandamientos o el Credo, memorizar el catecismo o conocer el orden de los libros de la Biblia es genial, pero eso solo no basta. 

Los fariseos memorizaban la Ley (Torá) y los libros del Pentateuco (o libros de Moisés), pensando que su conocimiento los hacía justos, y sin embargo, Jesús les dijo que su conocimiento era inútil puesto que sólo inflamaba sus egos y los cegaba ante el mismísimo Salvador, de forma que ni le reconocieron.

El objetivo del Catecismo, de la Ley y de la Biblia es Jesús. Todos hablan sobre Él. Adelante, medita la Biblia y cumple el Catecismo. Genial!!! Memoriza los libros de la Escritura. Bien!!. Pero esas cosas no te dan puntos extras ante Dios.

Recuerda que los cristianos del primer siglo, no tenían Biblia ni Catecismo. No tenían escritos sobre Jesús. Escucharon un mensaje de amor, lo interiorizaron y lo pusieron en práctica.

El "justificador" 

Algunos preguntan a menudo si esto o aquello está bien, si algo es pecado o no. Y aunque realmente lo saben, lo hacen con una sola intención: dejarse tentar.

Imagen relacionadaPreguntan porque coquetean con el mal y quieren auto-justificarse. 

Buscan para confesarse un sacerdote que les diga lo que quieren oír. Y si no, buscan a otro.

Son falsos cristianos que quieren una fe fácil, cómoda y a la medida de sus necesidades. 

Buscan una espiritualidad poco exigente que, evidentemente, está muy lejos de la "cruz" que debemos cargar para seguir a Cristo.

El "rencoroso" 

Algunos creen que es lícito guardar rencor contra alguien, si ese alguien les ofende lo suficiente: los falsos cristianos creen que no siempre hay que perdonar.

Resultado de imagen de cristianos hipócritasRezan el Credo y dicen: "...como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden", pero no lo cumplen. Depende de la ofensa, deciden si perdonan o no. Exigen a Dios perdón pero ellos no lo dan.


No se trata de minimizar el daño experimentado ante una ofensa sino de imitar el ejemplo de Jesús cuando fue insultado, vejado y vituperado. Después de los hombres clavaran al hijo de Dios en la cruz y se burlaran de él, Jesús alzó la vista y dijo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23,34).


Si Dios puede perdonar a los hombres por burlarse de él, ¿cómo no vamos a perdonar cualquier ofensa o herida que nos causen? No es fácil pero no podemos llamarnos cristianos si no le imitamos y nos negamos a perdonar.

El "acusador" 

Algunos piensan que un cristiano nunca debe codearse con nadie que no sea cristiano, que un católico no debe mezclarse con los que no "cumplen" ni con los que no "creen". En otras palabras: señalan con el dedo a otros y los acusan de pecadores.

Sin embargo, a menudo, Jesús se juntaba con recaudadores de impuestos, hablaba con prostitutas, tocaba a personas enfermas (impuras para los judíos) y comía con personas "señaladas" por la sociedad.
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En la cultura judía, tocar personas enfermas le convertía a uno en inmundo. Pero a Jesús no pareció importarle. Él estaba más preocupado por sanar física y espiritualmente a las personas que por mantener una reputación acorde a la época.

Yo creo que si Jesús estuviera aquí hoy, pasaría más tiempo en los bares con los borrachos,  en los albergues con los pobres o en las oficinas del paro con los desamparados, que en los edificios de la iglesia.

Todo este punto se centra en su comprensión de la santidad. En el Antiguo Testamento, la santidad equivalía a separación. Los israelitas no podían casarse con personas de otras naciones. No podían llegar a acuerdos con ellos. No podían mezclarse con otros.

Cuando Jesús vino, cambió esta mentalidad. se trataba de comprometerse. El mejor cristiano es el que sigue a Jesús involucrándose como hacia Él, comprometiéndose con los demás, con el objetivo de sanarlos y restaurarlos.


El "señorito" 

Algunos piensan que la madurez cristiana se trata más de cuánto se aprende que de lo que hace.


Imagen relacionadaLa noche anterior a la crucifixión, Jesús se reunió con sus discípulos para disfrutar de una última cena. Al acabar, Jesús cogió una palangana, una toalla y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. 

A menos que entendamos la cultura judía, nos perderemos la naturaleza escandalosa de lo que estaba sucediendo aquí. El lavado de pies era un trabajo sucio reservado para los esclavos más bajos. Jesús, en esencia, se hizo más humilde que la persona más baja de la sociedad.


Jesús no sacó una pizarra y resumió sus enseñanzas. Él no cuestionó a sus discípulos. Él no dijo nada. En cambio, se humilló a sí mismo. En este momento, vemos la síntesis del mensaje de Jesús. Cada sermón. Cada curación. Cada conversación. Todo se resume con esto ... lavar los pies a otros. Convertirse en un servidor.

Si quieres apuntarte al mundo a Jesús, deja de hablar sobre normas, teología, etc. Deja de decirle al mundo cuánto sabes. Ponte de rodillas y comienza a servir.

Hay un slogan publicitario que desafía a las personas a ponerse en acción que dice: "¡Levántate!". Sin embargo, el slogan de un cristiano es muy distinto: no se trata de levantarse. Se trata de abajarse, de humillarse, de servir a los demás.

Cuidado con las personas a las que les gusta hablar mucho pero que odian servir. Los cristianos espiritualmente maduros no son siempre los más elocuentes ni los más sabios. Los que más se parecen a Jesús son los que se ponen "manos a la obra" y colocan las necesidades de los demás por encima de las suyas.

Todo el mensaje cristiano se resume en esto: ama
 a Dios y ama a tu prójimo. 

El mensaje que Jesús vino a grabar en nuestros corazones de piedra fue "Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con toda tu fuerza", y "regala el amor de Dios a cada persona que te encuentres".

sábado, 16 de septiembre de 2017

FE EN ACCIÓN: MANTENER CELO POR EL SERVICIO

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"No siempre podemos hacer grandes cosas 
pero podemos hacer pequeñas cosas con gran amor"
(Santa Teresa de Calcuta)

Con frecuencia vemos en muchos cristianos la dificultad para mantenerse entusiasmados por servir...especialmente a largo plazo. Comienzan excitados (quizás sobre-excitados) y van "como motos" a servir en sus comunidades, pero con el tiempo, caen en la rutina, en la pereza o simplemente "se cansan de servir".

Lo primero que debemos tener en cuenta es que la fe es un maratón y no una carrera de velocidad. El camino es largo y dura toda la vida; no se trata de ir deprisa sino con paso firme y decidido cumpliendo la voluntad de Dios.

Imagen relacionadaLo segundo es que no debemos confundir la fe con la emociónLa emoción es la agitación del ánimo que se refugia en nuestra mente, mientras que la fe se encuentra en el espíritu, en lo más profundo del ser. Cuando alguien dice: “Siento que tengo fe”, se está expresando incorrectamente porque la fe no se siente, la fe se cree, la fe de tiene. La máxima prioridad de la fe es Dios, en los sentimientos, la única prioridad, es uno mismo. 

Lo tercero es ser conscientes de que lo que nos identifica como cristianos es cómo nos amamos y cómo nos reímos

Un cristiano siempre es una persona alegre, entusiasta y celosa por servir a Dios y a los demás. 

Un cristiano siempre es una persona atenta, acogedora y que ama a Dios y a los demás.


Por eso, los cristianos debemos ayudarnos unos a otros a mantener nuestra fe, el celo por la evangelización y el entusiasmo por el servicio. 

¿Cómo? Identificando y solucionando cualquier problema que cause o pueda causar desmotivación. 

Si el nivel de entusiasmo disminuye demasiado, la gente abandona. Si la alegría desaparece y el celo se disipa, la llama se apaga. Y el servicio se olvida.

Entonces, ¿cómo mantener esa vela encendida? ¿cómo prolongar ese ardor?

Ser ejemplos de servicio


La ley de la gravedad dice que "todo lo que sube, baja".  Es una ley física inexorable

Resultado de imagen de fe de montaña rusaEn la fe, también parece estar en vigor esta ley: todo sube y baja. Es el llamado efecto "montaña rusa". 

Lo he comprobado en muchas ocasiones: después de un retiro, de una actividad de voluntariado, de una peregrinación o de una misión mariana. 

La mayoría se emociona tanto al principio que experimenta un "subidón espiritual" para poco después, caer en un profundo "bajón". 

Y es que demasiado a menudo, el nivel de celo de las personas es un reflejo de su nivel de emoción. Su camino de fe está íntimamente ligado a su estado emocional y depende sólo de sus sentimientos.

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Por ello, es necesario que los líderes o los cristianos más comprometidos sean termostatos en lugar de termómetros. La diferencia estriba en que un termómetro sólo mide la temperatura mientras que un termostato establece la temperatura

Es preciso que nos aseguremos de establecer los medios a nuestro alcance para producir y mantener un entusiasmado continuado por el servicio, en lugar de para cuantificarlo o medirlo. 

Para que los demás absorban y hagan suyo nuestro nivel de entusiasmo, debemos demostrarlo a través de nuestras palabras, de nuestros actos, de nuestras prioridades, de qué  comunicamos y cómo inter-actuamos. En definitiva, del ejemplo que seamos para ellos.

Interesarse por ellos


El mejor termostato en la fe es mostrar entusiasmo por ellos, decirles cuánto les valoramos, ayudarles a ver lo valioso que es lo que están haciendo. 
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Cuando las personas se sientan valoradas en el servicio, se mantendrán entusiasmados por servir. Cuando no se sientan reconocidas, la moral comenzará a declinar. Es importante que escuchen palabras como "gracias", "bien hecho", "enhorabuena", etc.

Quien sirve, lo hace voluntariamente y por amor. Por tanto, debe sentirse útil, necesario y alentado. Un servidor debe siempre estar motivado por otro. 

También es muy importante hacerles participes de las cosas, mantenerlos informados, prepararlos y equiparlos...


Divertirse

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Una de las mejores maneras de mantener el nivel de celo alto es divertirse al servir. La alegría levanta el espíritu de equipo y crea una atmósfera donde todos desean servir

Y ¿cómo hacerlo? Creando diversión cada vez que nos reunamos. Puede ser algo tan simple como realizar dinámicas que entusiasmen a todos: charlas, excursiones, vídeos o películas, comer juntos en una barbacoa, etc. Incluso preguntarles lo que les gusta hacer, y hacerlo.


Mostrar los beneficios de servir


Una de las mejores cosas que se puede hacer para mantener a la gente motivada y encantada es mostrarles el impacto y los resultados de lo que están haciendo. 
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Invitarlos a ver cómo Dios actúa a través de ellos, cómo Dios se sirve de ellos como herramientas para su plan Universal, que son parte de "algo muy grande", que trasciende y va más a ya de un simple trabajo.

Hacerles ver el amor tan grande que se recibe cuando se sirve a otros y la gran verdad evangélica que asegura que "hay más felicidad en dar que la que hay en recibir". 

Comprobar que aunque se dan a otros, también reciben, y mucho. Reciben de ellos y de Dios.




Para la reflexión:

-¿Cuál es mi nivel actual de celo por el servicio? ¿alto? ¿bajo? ¿indiferente?
-¿Estoy sirviendo con el ejemplo? 
-¿Necesito reavivar mi pasión ante la llamada de Dios en mi vida?
-¿Mis hermanos saben que estoy entusiasmado con ellos? 
-¿Cómo les demuestro que les valoro?
-¿Es mi servicio un espacio donde hay alegría y diversión? o ¿sirvo con "cara de acelga" ?
-¿Cómo elevo el "factor de diversión"?
-¿Cómo puedo mostrarles que Dios les da un lugar en su Plan de salvación?
-¿Les he dicho alguna vez que los quiero?


sábado, 22 de julio de 2017

¿RECONOZCO LA LLAMADA DE DIOS?

"Me he aparecido a ti 
para hacerte ministro y testigo 
de lo que has visto de mí 
y de lo que te voy a mostrar." 
(Hechos 26,16).

Escuchar y seguir la llamada de Dios ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida. 

Después de mucho tiempo de recibir muchas llamadas que siempre rechacé, comencé a tener algunas nociones de que iba por un camino que no había sido elegido por mí. Pero fue en un retiro de Emaús cuando descolgué el teléfono, cuando escuché, cuando supe, que Dios me llamaba para servirle. Y eso es lo que hice.

Pero ¿Cómo estar seguro de haber sido llamado por Dios?

Lo primero que quiero decir es que todos somos llamados por Dios. Todos recibimos su llamada. El apóstol Pablo escribe, animando a todos: "Os pido que caminéis de una manera digna de la vocación que habéis recibido." (Efesios 4, 1). Todos somos llamados a una vocación. Podemos huir de ella, pero no podemos escondernos de ella.

La conversación entre Pablo y Jesús, relatada en el libro de los Hechos, es bastante útil para conocer si hemos sido llamados por Dios. Pablo comparte su testimonio con el rey Agripa: Es una frase sencilla en la que podemos ver seis aspectos de cómo Dios nos llama a cada uno de nosotros:

1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."

El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús). 
Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.

Para conocer el plan de Dios para mi vida es necesario encontrarme con Jesús. Si no descuelgo y acepto la llamada, no puedo escucharle. El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo.

Para la reflexión:  ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?

2. Propósito personal:  "... para hacerte..."

Dios nos ha creado a cada uno con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión para servirle. Nos ha dado un papel protagonista a cada uno en su plan divino de salvación. Dios quiere que seamos santos como Él y se ha asegurado en ofrecernos todos los medios para conseguirlo. 

Cuando un soldado se alista en el ejército, se le da un rango y una función. 

Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros.
Quizás algunos de nosotros hallamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. 
Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Apartemos un rato diario de nuestra agenda y pongámonos frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo nos lo dirá. 

A mí me ocurrió (y me sigue ocurriendo) así. Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas que no había atendido.

Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que me ha asignado?

3. Servicio: "...ministro..."

Un ministro es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús quiere que seamos sus ministros, sus servidores, sus instrumentos. Incluso hasta ser esclavos suyos.

Desgraciadamente, no todos los cristianos colocan a Jesús como el Señor de sus vidas, porque posiblemente piensan que es su Salvador, pero no su Señor. La Iglesia se ha convertido en un lugar de privilegio, en un club privado donde sólo hay "señores" que reciben pero no hay "servidores" que den.

Dios nos llama, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?

¿Has entregado y consagrado, en calidad de esclavo, tu cuerpo y tu alma, tus bienes interiores y exteriores, tus buenas acciones pasadas, presentes y futuras, tu familia y todo lo que tienes, sin reservas ni excepciones a Jesús? 

Sólo después de consagrarnos a Él (a través de María), recibimos la función que nos encomienda: esclavos de su amor y misericordia.

Para la reflexión: ¿Sirvo a Jesús?

4. Testimonio: "... y testigo..."

Un testigo es el que da testimonio. Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.

¿Hemos asumido el papel de un testigo? ¿Nos molesta el hecho de que tantos en el mundo están luchando por encontrar esperanza? ¿Estamos buscando maneras de dar audazmente un relato de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas?

Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?

5. Observación: "... de lo que has visto de mí..."

Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros?

Es posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se esconden detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y entorno. 

Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. Pero ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verlo. Debemos experimentarlo. Y después no puedes callártelo.

Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?

6. Crecimiento: "y de lo que te voy a mostrar"

Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe cambia porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.

Nuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.

Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre el plan y la voluntad divina. Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.

Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?

Todos somos llamados por Dios. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.

¿Vas a contestar a Jesús?

lunes, 19 de junio de 2017

EL SERVICIO, CÓMO Y A QUIÉN

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"Quien hace lo que quiere, no hace lo que debe"

La cultura occidental, enfocada en el individualismo y la libertad del hombre, difunde fundamentalmente el valor del respeto hacia la dignidad de la persona en el trabajo, favoreciendo su libre desarrollo y su autonomía, en detrimento de otros valores imprescindibles en el servicio, como la obediencia, la humildad o la disciplina.

Cuando sirvo a otros,  mi libertad individual, que lucha contra cualquier atisbo de normativa, orden o dependencia, corre el peligro de transformarse en relativismo (todo vale), y éste, en soberbia (porque yo lo valgo) y ésta, en rebelión al Creador (Dios no vale).

Es entonces cuando caigo en una forma de idolatría y rebeldía, que no sólo no aumenta mi libertad sino que me esclaviza y me conduce a un "no vivir", es decir, a la muerte.

¿Qué implica servir? 

Para servir son necesarias tres actitudes o facultades: obediencia, humildad y disciplina

Resultado de imagen de humildadEn el mundo actual, la obediencia “no se lleva”, “no es símbolo de libertad”, y la sustituimos por rebeldía; la humildad es "para los débiles" y la sustituimos por orgullo; la disciplina no tiene “buena prensa”, es “políticamente incorrecta” y la interiorizamos como falta de tolerancia, flexibilidad y complacencia. 

¿Qué es la obediencia? Del latín ob audire, el que escucha: “capacidad que conduce de la escucha atenta a la acción, mediante la subordinación de la voluntad a una autoridad, a una instrucción, al cumplimiento de una demanda o la abstención de una prohibición”.

¿Qué es la humildad? Del latín hŭmĭlĭtas, "conocimiento de las propias limitaciones y debilidades", "capacidad de restar importancia a los propios logros y virtudes y de reconocer los defectos y errores".

¿Qué es la disciplina? Del latín discere, "aprender": “capacidad de actuar ordenada y perseverantemente para conseguir un fin”, mediante un determinado código de conducta u orden.

¿Hacia dónde voy?

Mi servicio a Dios y al prójimo requiere la presencia de esas tres capacidades (obediencia, humildad y disciplina) y que, a su vez, junto a la fe y la oración, me conducen a:

- Una escucha atenta y diligente a quienes tienen conocimiento, experiencia, método o sabiduría. 

- Una acción aprendida e interiorizada con anterioridad, mediante la formación.

- Un  orden para ser capaz de lograr los objetivos deseados.

- Una armonía, porque todo en la creación guarda su lugar, su espacio y su proporción.

-Un respeto, porque requiere que acate un consenso y unas directrices pactadas.

- Un límite, porque un límite es una frontera que separa, pero que a la vez, une.

-Una coordinación y sincronización, porque aseguran la suma de todos nuestros esfuerzos complementarios y así, conseguir nuestro objetivo común.

- Una eficiencia, porque produce mayores resultados con menores esfuerzos.

- Una sumisión incondicional para cumplir la voluntad de la autoridad, que es, en definitiva, Dios.

-Una determinación y proyección de objetivos para saber por qué, para qué y a quién sirvo.

¿Qué busco?

De la misma forma que a los primeros discípulos que, inseguros y dudosos, siguieron a Cristo, el Señor me pregunta: “¿Qué buscas?” (Juan 1, 38) y me interpela:

Resultado de imagen de sombra de cristo¿Qué busca mi corazón? 
¿En qué cosas me afano? 
¿Me busco a mi mismo o busco al Señor? 
¿Sigo mis deseos o los de mi Creador? 
¿Persigo mi gloria o la de Dios? 
¿Obedezco a mis propias intenciones o a las ideas perfectas de Dios?
¿Cuál es mi anhelo? 
¿A quién busco?

“Tu rostro buscaré, Señor” (Salmo 26, 8): ésta es mi respuesta, pues he comprendido la infinita grandeza de Dios y la soberanía de su voluntad; pero también es la respuesta de toda criatura humana en busca de verdad y felicidad. 

Hoy en día, muchas personas ven negativamente toda forma de dependencia; pero es propio e innato de todo ser vivo, depender de Otro y, en la medida en que es un ser en relación, también depende de los otros.

Como cristiano, busco a Dios vivo y verdadero, Principio y Fin de todas las cosas; el Dios que no he forjado yo a mi imagen y semejanza (o a mi conveniencia), sino el que me ha hecho a imagen y semejanza suya; el Dios que manifiesta su voluntad y me indica los senderos para alcanzarla; el Creador de quien depende mi existencia

La voluntad de Dios es amiga, perfecta, benévola; quiere mi felicidad y mi realización, y desea mi libre respuesta de amor a su amor, para convertirme en un privilegiado instrumento de su infinita misericordia.

¿Quién es mi ejemplo?

Imagen relacionadaComo cristiano, mi guía y mi ejemplo es Cristo, “a quien el Padre ama y en quien se complace” (Mateo 3, 17; 17, 5). 

Jesucristo me ha liberado por su obediencia: en Él todo es escucha y acogida del Padre (Juan 8, 28-29); toda su vida en la tierra es expresión de obediencia y disciplina al Padre, hasta el punto de no hacer nada por sí mismo (Juan 8, 28), sino hacer en todo momento lo que le agrada al Padre. 

Por su obediencia radical hasta la muerte, soy constituido justo” (Romanos 5, 19). El rostro y el nombre de Cristo Jesús es Obediencia, Humildad y Oración.

De la misma manera, estoy llamado a seguir al Cristo obediente en mi vida cristiana como evangelizador, como instrumento de Dios o como servidor de los demás y así, obedezco y escucho como obedece y escucha el Hijo al Padre.

¿Sirvo o me sirvo?

Sirviendo sin obediencia, humildad y disciplina:

- trabajo el doble y rindo la mitad
- me disperso
- exteriorizo mi desconcierto, mi caos y provoco desunión
- extravío el rumbo y mis esfuerzos no se complementan con el resto del equipo
- incumplo los objetivos y la voluntad del Señor.
- quebranto la unidad
- instigo los roces con los integrantes del grupo
- disparo las quejas y lamentos por cuestiones menores
- rompo acuerdos y normas, busco ventajas propias
- hago perder el sentido de los esfuerzos conjuntos.

Contra el espíritu de discordia y división, la disciplina, la humildad y la obediencia brillan como signos verdaderos del rostro de Cristo, de la fraternidad nacida del Espíritu, de la libertad interior de quien confía de Dios, a pesar de los límites y fragilidades humanas. 

Sirviendo con obediencia, humildad y disciplina:

- me convenzo de que mis ideas y soluciones no son siempre las mejores
- soy consciente de que no puedo hacer mi voluntad, sino la Suya
- sé que no siempre tengo la razón y que no son los otros quienes deben cambiar
- no pienso sólo en mis cosas sino que me intereso por las necesidades de los demás
- Cristo resucitado se hace presente en mí
- sigo su modelo de amor
- cumplo la voluntad del Padre
- me pongo al servicio del Reino 
- me uno fraternalmente a la familia de Dios en la tierra.

¿Por qué sirvo?

A priori, pudiera parecer que servir es duro, pues requiere tiempo, obediencia y humildad. Tres facetas que escasean en nuestra sociedad. Pero el servicio no depende de uno mismo y está sustentado en lo siguiente:

- Dios me ha llamado a servir. Y si Dios me ha llamado, Él me guiará (Efesios 2,7). Sé que Él no me dejará ni me abandonará, sin importar lo que deba afrontar (Hebreos 13, 5).

El Espíritu de Dios habita en mí. Un milagro, en realidad, que a menudo doy por sentado, o sencillamente, ni me planteo. Cuando Dios mismo reside en mí (Romanos 8, 9), mi obra se hace factible. Para Dios no hay nada imposible.

- La Palabra de Dios es poderosa. De hecho, expulsa a Satanás (Mateo 4, 1-11), y no queda sin resultado (Isaías 55,11). Cuando vivo su Palabra, lo que Dios me dice cada día, no debo preocuparme por mi tarea.

- Dios cumplirá Su plan. Dios tiene un plan establecido (Salmos 33,11) para mi y para la eternidad. Pero para que el Plan de Dios se cumpla en mi vida, le debo fidelidad porque Él es fiel (1 Samuel 15). Así, puedo servir en la confianza de que Él siempre cumple.

- No estoy solo. Cristo camina siempre a mi lado y además, me envió al Espíritu Santo para guiarme, ayudarme y mostrarme el camino. Además, hay otros muchos cristianos como yo que mantienen mi llama de la fe y del servicio encendida, con su apoyo y con su amor.

- Formarme y aprender. Dios me conforma a la imagen de Su Hijo (Romanos 8,29). Eso significa que siempre estoy aprendiendo a seguirlo, a ser como Él y a servirle. Mientras soy aprendiz (puedo errar sin una culpa excesiva), el servicio es más fácil.

- Puedo hablar con mi Creador. A través de la oración, no sólo puedo hablarle a Él, sino que puedo confiar en que Él me oye cuando mi corazones está roto. Cuando tengo una conversación continua con Dios, todo parece menos complicado.

- Dios usa los momentos difíciles para hacerme como Él quiere que sea. El servicio puede ser duro, pero Dios trabaja siempre para Su gloria y mi bien. Mantener esa verdad en mi mente me hará soportar el estrés del servicio y éste se convertirá en una declaración de fe.