¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 3 de julio de 2018

¿POR QUÉ RECITAS MIS PRECEPTOS Y DETESTAS MI ENSEÑANZA?

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"¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en tu boca mi alianza,
tú que detestas la corrección y rechazas mis palabras?
Si ves a un ladrón, te haces su cómplice, 
te juntas también con los adúlteros; 
entregas tu boca al crimen y tu lengua al engaño; 
te sientas y calumnias a tu hermano, 
deshonras al hijo de tu madre. 
Tú haces todo esto, ¿y yo voy a callarme? 
¿Es que te imaginas que yo soy como tú? 
Te denunciaré y te lo echaré en cara. 
Entended esto bien los que olvidáis a Dios".
(Salmo 49, 16-23)

El Salmo de hoy habla de la hipocresía. Y de cómo Dios la juzgará severamente. Desgraciadamente, algunos de los que proclaman los mandamientos del Señor a los demás, viven en desobediencia, abusando de la paciencia de Dios y pecando voluntariamente. Bendicen a Dios con la lengua, mientras le maldicen con su vida. 

Son hipócritas y fariseos que olvidan a Dios o que, de alguna manera, desprecian Su voluntad; aquellos que le "sacan del centro", que están entregados a la maldad y caminan en connivencia con ella.

Son falsos cristianos que olvidando a Dios, se olvidan a sí mismos; tratan de interpretar Su voluntad a su conveniencia, equivocándose gravemente; cohabitan con el pecado, y así, también pecan.

Son aquellos que se "elevan" espiritualmente con sus palabras y, a la vez, se "arrastran" mundanamente con sus ideologías y con sus obras.


¿Por qué recitas mis preceptos, y tienes en tu boca mi alianza...?

Dios interpela a quienes dicen una cosa y hacen la contraria, a quienes predican bondades y realizan maldades. Dios les corrige para que no se equivoquen ni equivoquen a los demás. Para que se acomoden en su mala vida, diciéndose: "A pesar de todo, Dios está con nosotros y no nos castigará porque es Amor y Misericordia".

No ponen atención a lo que Dios les dice en su interior, y pretenden que los demás escuchen lo que ellos dicen. Pero Dios les dice: ¿Por qué recitas mis preceptos? ¿Por qué tienes en la boca mi alianza? ¿Por qué asumes esa responsabilidad que a ti de nada te sirve? Está amonestándoles, no para que renuncien, sino para que sean obedientes a Su voluntad.



Detestas mi enseñanza y rechazas mis palabras

Detestan la enseñanza de Dios. Les parece "anticuada" para su tiempo. Cuando el Señor perdona, le alaban; cuando enseña o corrige, se quejan y se rebelan; como si sólo fuera su Dios cuando es misericordioso y dejara de serlo cuando les interpela.

Imagen relacionadaRechazan las palabras de Dios, no quieren escucharle ni mirarle. Y por eso le dan la espalda: "La espalda me han dado, y no la cara; y mientras yo trataba de instruirlos y educarlos con constancia y sin cesar, no han querido escuchar ni aceptar la lección." (Jeremías 32,33).

Abandonan la senda de Dios y toman su propio camino, enseñanzas de hombres, ilusiones del mundo: "Doble iniquidad ha cometido mi pueblo: me han abandonado a mí, la fuente de agua viva para excavarse aljibes, aljibes agrietados, que no retienen agua." (Jeremías 2,13).

Dan la espalda a Dios, ignorándole. No quieren que Él se “entrometa” en sus cosas. Salen de la luz para entrar en su oscuridad.

Eres cómplice de ladrones y te mezclas con adúlteros


Quizás, excusándose, digan: "Yo no robo ni cometo adulterio". Pero en realidad, sí lo hacen, porque están de acuerdo con los que lo hacen. Les dan su beneplácito y su aprobación. Están en connivencia con el pecado.

Esto significa ser cómplice
del ladrón y participar con el adúltero. Porque aunque no lo hagan personalmente, animan y elogian al que lo hace y no le corrigen. Se hacen cómplices de su transgresión. Es el mismo mal. Toman partido. Son cómplices y se mezclan con ellos.

Entregas tu boca al crimen y tu lengua al engaño

Provocan maldad y promueven el engaño. Y algunos, que por adulación o peloteo, aún sabiendo que lo que están oyendo o viendo es una maldad, por no disgustar, por una bondad mal entendida, no sólo consienten sin corregir o reprender, sino también con su silencio.

Imagen relacionadaAnte el pecado, en lugar de decir: "Obraste mal", dicen: "No pasa nada. Dios, en su misericordia, perdona todo", sabiendo que está mal. Engañan y mienten. Muestran una cierta complacencia en el mismo hecho malo, lo abrazan.

No sólo es lo que hacen, sino que se complacen en ello: empujan a la perdición al que incautamente manifiesta sus errores, y que tal vez, ignora que lo es. Pero ellos, que conocen que eso es una mala conducta o una pasión desordenada, no corrigen.

Ven, impasibles, caminar a las personas en la oscuridad, sabiendo que están al borde de un precipicio, y se callan.  ¿Qué clase de hombres son? Acaso ¿no son enemigos de su hermano?


Te sientas a hablar contra tu hermano y deshonras al hijo de tu madre

"Se sientan", es decir, lo hacen "a sabiendas", con el fin de criticar, de murmurar, de hacer daño. Denigran a sus hermanos y deshonran al hijo de su madre, es decir, a otros hermanos.

Cuando alguien difama a su hermano (uno que se cree con autoridad, maestro en alguna materia e instruido), ante un tercero que es débil, el escándalo le afecta a éste también. 


Cuando, quienes tienen algún peso y formación, murmuran y hablan contra otros, escandalizan a los débiles y les hacen caer, pues éstos todavía no saben discernir.

Por tanto, el "hijo de tu madre" es el débil, el que no está bien formado, el "bebé espiritual". Todavía no es del padre, porque todavía es lactante, y no puede comer alimento sólido en la mesa del padre, sino que su madre le sustenta. Es incapaz de emitir juicios, es incapaz de ver la luz hasta que Cristo se forme en ellos
.


No voy a callarme porque yo no soy como tú

Por eso, vendrá Dios, y no callará. Hasta ahora se ha abstenido del castigo, ha callado y ha sido paciente, esperando su conversión. 

Así lo advierte el apóstol Pablo:"Tú, con tu corazón impenitente y duro, estás amontonando castigos para el día del castigo, cuando se manifieste el justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno según sus obras" (Romanos 2, 5-6)
.

Mientras Dios espera su arrepentimiento y su conversión, ellos piensan malévolamente que Dios es como ellos. Les parece poco que sus maldades sean de su agrado y piensan que también le agradan a Él. Como no soportan a un Dios de justicia, quieren tenerlo como cómplice, como un juez corrupto que se deja sobornar.

Se niegan a ser semejantes a Dios: "Sed perfectos, nos dice el Señor, como lo es vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos" (Mateo 5, 45). Más bien al contrario, pretenden que Dios se asemeje a ellos.

Te denunciaré y te lo echaré en cara


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Cuando Dios venga (porque vendrá), no callará, se lo echará en cara. ¿Qué hará, entonces, con ellos?

Les pondrá ante sí mismos y no podrán esconderse ni ocultar su conducta indigna. Porque al dar la espalda a Dios, se la han dado a ellos mismos y no se ven, pero Dios les dará la vuelta. Dios hará que se vean, que vean su pecado, su fealdad delante de Él.


Entonces, ya no podrán corregirse ni convertirse sino avergonzarse y lamentarse: "Pero ellos no escucharon ni hicieron caso, sino que cada cual siguió el capricho de su perverso corazón. Entonces yo cumplí contra ellos todas las palabras de esta alianza que les había ordenado observar y que no observaron" (Jeremías 11, 8).


viernes, 29 de junio de 2018

CARIDAD Y VERDAD

"El amor se alegra de la verdad"
(1 Corintios 13,6)

El mensaje evangélico que Jesucristo vino a mostrar al mundo es el Amor verdadero. El amor ("caritas") es una fuerza extraordinaria que proviene de Dios, Amor eterno y Verdad absoluta, y que nos mueve a comprometernos con valentía y generosidad. Es pues, también, la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (Mateo 22,36-40).

Caridad y Verdad han de ir unidas. San Pablo propugnaba la veritas in caritate"para que no seamos niños vacilantes y no nos dejemos arrastrar por ningún viento de doctrina al capricho de gente astuta que induce al error; antes al contrario, practicando sinceramente el amor, crezcamos en todos los sentidos hacia aquel que es la cabeza, Cristo." (Efesios 4,15). 

Pero también es necesario tener en cuenta el sentido inverso y complementario de caritas in veritate con el que Benedicto XVI en su Encíclica, nos ilumina: caritas, sí, pero in veritate , es decir, según la doctrina de la Iglesia, depositaria de la Verdad revelada.
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Dar pan al hambriento y de beber al sediento, es amar pero sólo por compasión. Acoger a los marginados y discriminados, es amar pero sólo por misericordia. Hace falta algo más. Movernos sólo por compasión  o misericordia convierte la Verdad revelada en un simple "buenismo sentimental humano" que no implica un compromiso auténtico y sobrenatural, pues corre el riesgo de convertirse en una simple "limpieza de conciencia". Se queda en la tierra y no llega al cielo.

El punto está en hacerlo por y para Dios, y desde su voluntad, desde su verdad. La Caridad, desprendida de la Verdad de Cristo, se convierte en un simple afecto, en un sentimentalismo compasivo que mira al prójimo y dice: "pobrecito" 

Este engañoso "amor" corre el riesgo de quedarse en el ámbito humano de las emociones y de las opiniones arbitrarias, susceptible de ser distorsionado, de abusar de su uso y alterar su significado. ¡Cuidado! Un amor sentimental y opinable es un envoltorio muy bonito pero vacío de significado sobrenatural, que se rellena arbitrariamente con lo que cada uno quiere. Nuestro amor sólo trasciende desde el ámbito divino de la verdad.

Por tanto, la misión de la Iglesia no es convertirse en la mayor ONG del mundo; ni la nuestra, hacer un "brindis al sol por el Amor". Para eso no fundó Jesucristo su Casa sobre la Roca. Para eso no nos dio el mandato de "Id y hacer discípulos".

La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad, a través de la razón y la fe, y así adquiere el carácter sobrenatural que Cristo quiso darle al Amor. 

Pretender buscar, encontrar y dar el Amor al margen de Dios y desde nuestro punto de vista subjetivo, es del todo inútil porque sin Dios el hombre no sabe adonde ir ni tampoco logra entender quién es. 

Cristo, que es el Amor, la Verdad, el Camino y la Vida (1 Juan 4,8; Juan 14,6) nos dice: "Sin mí no podéis hacer nada" (Juan 15,5), pero también nos anima: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo" (Mateo 28,20). 

Sólo hay un Amor, una Verdad, un Camino y una Vida. Lo de "todos los caminos conducen a Roma" (a Dios) es, sencillamente, una falacia y una distorsión del mensaje cristiano.

Fuente: 

-Carta Encíclica "Caritas in Veritate" 
(Papa Benedicto XVI, Roma, 29 junio de 2009)

miércoles, 27 de junio de 2018

CHISMES DE PARROQUIA

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"Una parroquia de chismosos y chismosas
es una comunidad incapaz de dar testimonio"
(Papa Francisco)


Murmurar o chismorrear es hablar mal de una persona ausente de cosas que, tanto el que habla y el que escucha, conocen, pero que no debieran comentar de una manera "envenenada”. Es más, que no debieran comentar de ninguna manera.

El chisme o murmuración entre cristianos es una bomba terrible y un daño gratuito que resquebraja toda la Iglesia, porque envenena y hiere al que habla, al que escucha, y del que se murmura.

El Papa Francisco nos advierte de lo desgraciadamente comunes que son los chismorreos dentro de la Iglesia: "Uno de los pecados más frecuentemente cometidos en parroquias y grupos cristianos son las críticas y el apuñalamiento al prójimo, los cuales no sólo dividen nuestra comunidad, sino que alejan a las personas que vienen en busca de Dios". 

Y explica cómo los chismes son obra del Enemigo: "El demonio disfruta cuando nos lanzamos piedras entre nosotros, unos contra otros. Sabe cómo debilitar los esfuerzos de las personas para servir a Dios y salvaguardar la presencia del Espíritu Santo dentro de ellos. Él hará todo para que no seamos tiernos y respetuosos. Una comunidad cristiana que no protege al Espíritu Santo con ternura y respeto es como la serpiente de lengua larga que es representada en estatuas aplastada bajo el pie de María."(Papa Francisco, Roma 21/5/18).


El chisme destruye

Resultado de imagen de chismososEl chisme se propaga como la pólvora provocando desunión y división, destruyendo todo a su paso, como un fuego voraz. Tergiversa deliberadamente la dignidad y la reputación de una persona, le pone en vergüenza ante los demás, señala sus errores, exagerándolos.

Dañar el buen nombre del prójimo o manifestar sus pecados o defectos, aunque sean verdad no tiene ninguna justificación y además, según el Catecismo de la Iglesia Católica, es un pecado mortal, si con él dañamos gravemente el honor del prójimo, aunque sea en un ámbito local y aunque no se entere del daño que le hemos causado

"El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (CIC can. 220). Se hace culpable:
— de juicio temerario el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo;
— de maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran (Si 21, 28);

— de 
calumnia el que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos ( CIC 2477).
"Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve" (San Ignacio de Loyola, Exercitia spiritualia, 22). 

La Biblia nos dice: "no habléis mal de nadie, sed pacíficos, comprensivos y sumamente amables con todo el mundo."  (Tito 3,1-2).

¿Qué debemos hacer?

Debemos ser enérgicos ante el chisme. Cuando un hermano cometa una falta, debemos corregirle en privado, con caridad y cara a cara. Por supuesto, no debemos exagerar la falta cometida, ni hablar por detrás en su contra y menos en público. Como hijos de Dios, no debemos atacar a quienes formamos el cuerpo de Cristo, pues Dios mismo saldrá en defensa de los suyos.

Habitualmente, el chismoso utiliza palabras dichas o escritas, haciendo mal uso de las virtudes que Dios le ha concedido, pues ni habla con amor ni para el bien, sino para su propia satisfacción, conveniencia, vanidad, o acaso, manipulado por propósitos perversos.

Imagen relacionadaDebemos hacer ver a otros que Dios odia el chisme y al chismoso y por tanto, rechazarlo de plano. Por ejemplo, si alguien viene a nosotros y nos dice: “Tengo que contarte algo”, deberíamos preguntarle: “¿De algo o de alguien?”. Si dice: “de alguien”, decirle entonces: “¿Has hablado ya con ese 'alguien'?”.

No debem
os permitir que nos hablen mal de alguien si ese alguien no lo ha oído primero, ni permitir que nos metan en un problema de un hermano con otro, enredándonos en una lucha que no tiene vencedores.

Cuando intenten contarnos un chisme, debemos hacerle ver al chismoso que se está dañando a si mismo, a nosotros y a su hermano, un hijo de Dios, y explicarle cómo eso violenta el plan de Dios y perjudica a todo Su pueblo. 

Debemos cuidar, vigilar y controlar las "malas lenguas". Estamos obligados a evitar las conversaciones malintencionadas que solo dañan, haciéndoselo saber a quien "chismorrea", critica o murmura, incluso, reprendiéndole.

Debemos recordar al chismoso que Satanás fue el primer chismoso al hablar mal de Dios, mostrándole que si murmuran o chismorrean en la casa de Dios, están pecando contra Él.

Debemos hacerle ver al chismoso que si tiene un problema con alguien, en lugar de escucharle, debemos instarle a ir y hablarlo con él. Si ha hecho algún daño a la dignidad de esa persona, entonces debe pedirle perdón. Esto cierra el círculo. Asunto terminado.

Conclusión: El chisme es desagradable, destructivo y dañino. Por tanto, obra de Satanás y debe ser despreciado por todos los que aman a Cristo y su Iglesia. En lugar de ser pasivos y tolerantes ante un chisme que se propaga, debemos cortarlo de raíz. Nunca permitir que nos lo cuenten y, mucho menos, propagarlo.

Nosotros podemos y debemos corregirnos entre nosotros pero el único que puede juzgar es Dios. ¡Fuera chismes!

lunes, 25 de junio de 2018

VIVIR EN EL AGRADECIMIENTO

"Dad gracias en todo, 
porque ésta es la voluntad de Dios 
en Cristo Jesús para con vosotros” 
(1 Tes 5,18)


Algunas personas que me conocen bien se sorprenden de que, desde hace un tiempo, acuda a misa a diario. Y se preguntan por qué.

Mi respuesta es siempre la misma: me siento agraciado y agradecido. Agraciado, porque después de una vida en la que Dios ha caminado a mi lado sin yo darme cuenta, por fin, he sido capaz de reconocerle. Agradecido, porque hoy soy consciente de lo mucho que Dios ha hecho por mi, de lo mucho que me ha cuidado, de lo mucho que me ama.

Durante siete largos años he vivido anclado en el resentimiento, en el rencor, en la pérdida, en la queja... pensando“Yo merezco más de lo que tengo". 

Una vez que Jesús, haciéndose el encontradizo, ha caminando a mi lado, ha escuchado mis pérdidas y mis  quejas, me ha hecho la pregunta clave: "Alberto, ¿te he dicho alguna vez que te quiero?"

Fue entonces cuando mis ojos se abrieron, mi corazón se sintió infinitamente amado y mis labios dijeron: “Tengo más de lo merezco". Examinando mi vida, he encontrado muchos motivos para estar agradecido a Dios. Hoy, soy consciente de que todo lo que tengo es un regalo de Dios: mi mujer, mis hijos, mis amigos, mis hermanos, mi salud, mi trabajo, mi casa, mis capacidades....Todo es don. Todo es Gracia. Todo es gracias a Dios.

Por ello, he decidido vivir en el agradecimiento.

Vivir eucarísticamente

"Eucaristía" significa “acción de gracias”. Celebrar la Eucaristía y vivir una vida eucarística tiene muchísimo que ver con vivir en el agradecimiento. 

Vivir eucarísticamente es vivir la vida como un don, como un regalo por el que estoy muy agradecido. 
 
Vivir eucarísticamente es ser consciente de mi pequeñez, y por ello, suplicar la misericordia de Dios: “Señor, ten piedad”“Kyrie Eleison”… Es el clamor de un corazón contrito que reconoce que no puedo culpar de mis pérdidas a Dios, al mundo o a los demás.
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Vivir eucarísticamente es saber que mi imperfección humana no es una condición de la que soy víctima, ni tampoco una excusa para decir “no” al amor, ni un motivo para darle la espalda a Dios.

Mi nuevo corazón es un corazón que no acusa, que no juzga ni se queja. Es un corazón agradecido y lleno de amor a Dios. Un corazón que reconoce su propia parte de culpa y que, por eso mismo, está preparado para recibir la misericordia de Dios.

Y por eso voy a la Eucaristía cada día, a pedir misericordia y a dar gracias a Dios.

En todo y por Jesucristo

El apóstol Pablo, en sus epístolas, nos exhorta más de 46 veces a dar gracias: "Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros” (1 Tes 5,18). La clave que resalta el apóstol es: “en todo”. 

El apóstol de los gentiles es una referencia y un ejemplo para mi de cómo, aún no teniendo una vida fácil (fue náufrago, tuvo numerosas enfermedades, fue perseguido y hecho prisionero, etc.), es posible dar gracias al Señor incluso en situaciones complicadas. Pero ¿cómo? 

San Pablo nos muestra cómo: "dando siempre gracias por todo a Dios Padre en nombre de nuestro Señor Jesucristo" (Ef 5,20). Debo dar gracias a Dios no sólo en los buenos momentos (que es fácil) sino también en los menos buenos (que me cuesta más), es decir, por todas las cosas, “en el nombre de Jesucristo”

Dar gracias en su nombre significa estar en Su persona, en Jesús mismo: debo ser uno con el Señor en darle gracias a Dios, es decir, vivir a Cristo: "y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20).

Vivir en el agradecimiento

Vivir en el agradecimiento a Dios es:
  • mirar todo con la perspectiva de la temporalidad. En mi camino, Dios me regala situaciones y personas que aparecen, permanecen, se van o desaparecen….pero soy consciente de que son regalos suyos para llegar a Él. 
  • abandonarme a la Providencia y comenzar a experimentar a Dios en todo a mi alrededor de una manera poderosa.
  • una actitud que nace de la humildad, al reconocer mi pequeñez, mis errores y limitaciones, al disponerme a equivocarme y a aprender, a pedir perdón, a valorar a los demás, a ser generoso y desprendido, a dar la vida por los demás. 
  • cambiar mi perspectiva del mundo y mi visión de la vida, y enfocarme en el servicio a los demás, en dar más que en recibir, en desprenderme de mis necesidades, para estar pendiente de las de los demás, practicar la misericordia y eliminar la auto-compasión. 
  • glorificar a Dios: "Porque todo es por vosotros, para que la gracia, cada vez más abundante, multiplique la acción de gracias para gloria de Dios." (2 Co 4,15).
  • reconocer la bondad de Dios:"Pues todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada se debe rechazar, sino recibirlo con agradecimiento" (1 Tim 4,4).
  • adorar y bendecir a Dios: "Entrad en sus pórticos dándole gracias, alabadlo, bendecid su nombre" (Sal 100,4).
  • obedecer a Dios: "Dad gracias en toda coyuntura, porque esto es lo que Dios quiere de todos vosotros en Cristo Jesús" (1 Tes 5,18).
  • ver multiplicadas las gracias:"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí; pues he trabajado más que los demás; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo."(1 Co 15, 10).
  • sentir refugio y paz: "En mi angustia clamé al Señor, él me atendió y me dio respiro. El Señor está conmigo; de nada tengo miedo, ¿qué puede hacerme el hombre? El Señor está conmigo, él es mi apoyo, yo veré derrotado a mi enemigo." (Sal 118).
  • conmover el corazón de Jesús: "Levántate, anda; tu fe te ha salvado"" (Lc 17,11-19).
  • obtener favor de Dios: "El que encuentra una mujer encuentra la felicidad, es un favor que ha obtenido del Señor."  (Pro 18,21).
  • obtener felicidad y libertad: "Dando gracias al mismo tiempo a Dios, que os ha hecho capaces de participar en la herencia de su pueblo en la gloria, que nos rescató del poder de las tinieblas y nos transportó al reino de su Hijo querido" (Col 1,12).

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Gracias Dios, porque puedo oír y ver
Gracias Dios, porque tengo salud
Gracias Dios, porque tengo una familia
Gracias Dios, porque tengo un trabajo
Gracias Dios, porque tengo una comunidad de hermanos.
Gracias Dios, porque tengo una vida para buscarte, 
amarte, alabarte y darte gloria.
Gracias.

lunes, 18 de junio de 2018

MATAR AL HERMANO

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"Pero yo os digo que el que se irrite con su hermano será llevado a juicio; 
el que insulte a su hermano será llevado ante el tribunal supremo, 
y el que lo injurie gravemente será llevado al fuego. 
Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar 
te recuerdas allí que tu hermano tiene algo contra ti, 
deja tu ofrenda delante del altar 
y vete antes a reconciliarte con tu hermano; 
después vuelve y presenta tu ofrenda". 
(Mateo 5, 22-24)

Jesús nos advierte que el enfado conduce al asesinato cuando nos dice: "Conocéis los diez mandamientos, sabéis que no se debe matar, pero ahora os digo algo nuevo, cualquiera que se enoje contra su hermano, mata." Utiliza la palabra hermano, es decir, no habla para los de afuera. No habla de los que no creen en Él. Nos habla a nosotros, que somos hermanos en suyos porque sabe que entre nosotros,hay problemas y conflictos.

En este pasaje, Cristo menciona tres clases de actitudes que conducen a tres clases de juicios:

El primer juicio es enfadarse; un delito, tal vez leve. El segundo juicio es insultar; un juicio mas elevado pues el hecho tiene la intención de ofender a la persona. El tercer juicio es injuriar gravemente; un juicio grave, un juicio realizado por Dios, un juicio supremo.

Imagen relacionadaLa tercera actitud es una gran ofensa y Dios no la pasa por alto. Implica un corazón altamente contaminado por el resentimiento.

A nosotros no nos van a llevar delante del sacerdote porque nos enfademos con un hermano nuestro, ni nos van a llevar ante la Conferencia episcopal porque le insultemos. 

Y por ello, como no hay quien nos castigue, nos enfadamos con nuestro hermano, le insultamos y le ofendemos pensando que no hay problema, que no pasa nada, que todo volverá a su sendero. Y así, nos presentamos ante Dios como si fuéramos muy espirituales; venimos, sonreímos y hablamos con nuestro hermano, le abrazamos, le saludamos y tan panchos...

Pero, esto es muy peligroso, porque si miramos en nuestro interior y no vemos que tenemos pureza de intención, aunque tratáramos de justificarnos como hizo Adán, el Señor nos dirá: el enfado, la ofensa, el insulto y el mal que le has hecho a tu hermano, me lo has hecho a mí. Por eso, nos dice: "Cuidado, revisa tu corazón y cambia." (v. 23).

Jesús nos dice que, para estar en comunión con Él, debemos estar a bien con los demás, reconciliarnos, "hacer las paces". No podemos recibir la paz de Cristo, cuando dice: "Mi paz os dejo, mi paz os doy", y a la vez, estar "en guerra" entre nosotros.

Para recibir al Señor, nuestra conciencia debe estar libre y pura. Entonces, nuestro corazón estará limpio y receptivo a Dios; con un corazón contaminado, no dejamos sitio alguno para la pureza divina.

En Marcos 11,25 dice: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonárselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados."  Es decir, cuando estemos en la presencia de Dios, en el altar, si tenemos algo contra algún hermano porque nos ofendió, nos lastimó, tenemos que hacer algo: perdonar.

¿Qué fue lo que hizo nuestro Señor cuando le crucificaron? ¿Crees que Jesucristo tenía algo en contra de quienes lo habían crucificado? ¿Tenía algo en contra de la humanidad pecadora? No. Jesucristo no le pidió al Padre tiempo para ir a reconciliarse con todos los que le crucificaron, para echarles en cara lo que hicieron y lo que dijeron de él. Al contrario, le dijo al Padre: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen."

La segunda parte de este versículo de San Marcos es importante: si no le queremos perdonar por amor, hagámoslo por obligación, sabiendo que si no lo hacemos, Dios tampoco nos va a perdonar a nosotros.

El Señor entrelaza todo, no deja "flecos sueltos". Por eso, cuando oramos debemos meditar si realmente creemos que Dios nos bendecirá y nos dará su gracia y su paz estando en conflicto con otro hermano. Si es así, debemos tener la misma fe para perdonar a otros, porque si no perdonamos no vamos a recibir lo que pidamos en oración.

Dios no quiere un pueblo divido, con problemas y discusiones entre sí, no quiere...Un pueblo así no puede ganar al mundo.


En la 1 carta de Juan 3, 15 dice: "El que odia a su hermano es un homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene la vida eterna en sí mismo."

Cristo nos dice que quien entra en la vida cristiana, el que acepta seguir su camino, tiene exigencias superiores a las de los demás. No dice: "tiene ventajas superiores". ¡No! Dice: "Exigencias superiores". Las palabras de Jesús son claras y no dejan escapatoria: "Les aseguro que si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. 

Cuando rezamos el Padrenuestro, "Perdona nuestras ofensas"...nuestras peticiones se dirigen al futuro pero no serán escuchadas si no hemos respondido antes a una exigencia. Nuestra respuesta debe haberla precedido: “como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.

No podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano, a quien vemos (1 Juan 4, 20). Al negarnos a perdonar a nuestros hermanos, el corazón se nos cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre; mientras que en la confesión de nuestro propio pecado, el corazón se abre a su gracia.
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Este “como” no es el único en la enseñanza de Jesús: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mateo 5, 48); "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lucas 6, 36); "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Juan 13, 34). 

Observar los mandamientos del Señor es imposible si no se imita Su modelo divino. Así, la Misericordia de Dios es posible, "perdonándonos mutuamente como nos perdonó Dios en Cristo" (Efesios 4, 32).

"Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión, los despide del altar para que antes se reconcilien con sus hermanos: Dios quiere ser pacificado con oraciones de paz. La obligación más bella para Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel" (San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23).


¿Qué hay en mi corazón… perdón, misericordia? 
¿Hay una actitud de perdonar a los que me han ofendido, o hay una actitud de rencor, de venganza? 
¿Prefiero hundirme en el resentimiento o emerger en el agradecimiento?

martes, 12 de junio de 2018

SERVIR EN EMAÚS

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¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 
Os he dado ejemplo para que
lo que yo he hecho con vosotros, 
vosotros también lo hagáis. 
En verdad, en verdad os digo: 
el criado no es más que su amo,
ni el enviado es más que el que lo envía. 
Puesto que sabéis esto,
dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.” 
(Jn 13, 12-17) 


Este fin de semana se organizan varios retiros de Emaús en España. ¡Una nueva oportunidad para muchos de nosotros de colocarnos el "polo de servidores"! Sin embargo, ¿sabemos servir? ¿merecemos el nombre de "servidores"?

Los seres humanos, por causa del pecado, somos orgullosos y soberbios, y por ello, reacios a servir a otros; es más, 
pensamos que son los demás quienes están a nuestro servicio. Incluso, a veces, podemos pensar que Dios está para servirnos a nosotros.

Combatir estas tendencias requiere un esfuerzo firme y constante porque podríamos pensar que servir a Dios en un retiro de Emaús depende de nosotros y de nuestra aptitud. "Servir" a Dios depende sólo de Él y, en último caso de nuestra actitud. 

Para los cristianos, "servir" debe revelar el mismo y auténtico amor que Dios tiene hacia el ser humano, la misma actitud y disposición que Cristo manifestó, cuando dejó el cielo para "abajarse" a la tierra.

Servir con humildad 

Servir puede implicar motivaciones externas: podemos servir por obligación, por satisfacción, por beneficios propio, incluso, por reconocimiento.  

Sin embargo, un auténtico espíritu de servicio requiere una motivación interior que mana de un corazón humilde, dispuesto y entregado al Señor, como el de nuestra Madre la Virgen María. 
El genuino servicio requiere una fuerza interior que brota de un corazón puro y obediente que desea cumplir la voluntad de Dios, y que para ello, se pone a disposición de las necesidades de los demás hasta las últimas consecuencias, como el de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús nos muestra la actitud correcta del servicio humilde en el pasaje del lavatorio de los pies (Juan 13). Su ejemplo es nuestro modelo a seguir: Jesús lavó los pies a todos sus discípulos, una labor que estaba reservada a los esclavos. Incluso lavó los de Judas, de quien sabía que iba a traicionarle.

Y de eso trata en Emaús: nuestro servicio es una esclavitud de amor: "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos". "Dar la vida" significa dar muerte a nuestro orgullo, a nuestra soberbia, a nuestras motivaciones externas y a nuestros propios intereses para mirar con ojos de amor las necesidades de los demás. Con los mismos ojos amorosos con los que Dios nos mira.

Servir implica humildad, despojarnos de nuestro "ego" y entregarnos a todos los demás, hasta el final. Algo que normalmente, al ser humano le cuesta muchísimo, sobre todo, inclinarnos, humillarnos ante personas que no conocemos, o que nos traicionan o que nos tratan mal.

Implica
 desechar nuestros "derechos" para asegurar los de los demás y, así, servir a Dios. Implica, una pureza de intención, un "ser" que nos conduce al "hacer". Implica amor abnegado, amor que no busca recompensa. 

Implica reconocer nuestra pequeñez, someternos a la voluntad de Dios y aceptar con paciencia y gozo las circunstancias, experiencias y desafíos más difíciles de nuestro servicio y de nuestra vida.


Implica confiar en Dios, olvidarnos de nosotros mismos y ser conscientes de nuestra misión. Una misión que no está "organizada por laicos para laicos", sino por "Dios para los hombres".

Los "servidores" funcionamos al revés del mundo. No tratamos de llegar a la cima. No tratamos de buscar fama y reconocimiento. Y mucho menos de pisotear a los demás...un "servidor" está al servicio de una visión superior: la gloria de Dios. Y, entregándonos completamente a los demás, conducirlos de la mano por y hacia el amor de Cristo.

Entonces, servidores, es hora de humillarnos. Es hora de dejar de mirarnos al espejo y mirar a los demás hijos de Dios con amor, dulzura y compasión. Es hora de dejar de tratar de impresionar. Es hora de dejar de buscar nuestro propio interés y morir por los demás. Es hora de escuchar, de comprender, de amar...

Servir con alegría

¡Humildes...pero alegres! Servir no es (no debe ser) un trabajo penoso y triste.

Ser
vir es un privilegio que Dios nos concede aunque no nos necesita. Y por ello, debemos servir con alegría.
Dios nos da una oportunidad de formar parte de su plan de salvación. Nos regala la oportunidad maravillosa de poder ser instrumento de su Amor, de ser colaboradores de Cristo. Caminar a su lado, escucharle y aprender de su ejemplo. Y así, darle a Jesús la oportunidad de utilizarnos para ser su palabra, sus manos, sus brazos, sus ojos…

¡No queremos estar abatidos y apesadumbrados como los dos de Emaús cuando iban de vuelta! ¡Queremos reconocer a Cristo y que nuestro corazón se inflame! ¡Fuera tristeza! ¡Fuera desánimo!

Tenemos lo mejor que podemos encontrar: a Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14, 6). ¿Por qué habríamos de estar tristes?

Cuanto más cerca estemos de Dios, cuanto más presente le tengamos en nuestras vidas y en nuestro servicio, cuanto mayor es nuestra confianza en Él, mayor será nuestra capacidad para afrontar cualquier dificultad con serenidad y alegría; para superarl
as con resiliencia y aceptarlas con paz en nuestros corazones, pues sabemos que todo obedece al plan perfecto diseñado por Dios.

Servir con pasión

¡Humildes, alegres.... y apasionados!

Debemos hablar...qué digo, respirar con profunda pasión cuando servimos a Dios. Gritar apasionadamente que: ¡¡¡Jesucristo ha resucitado!!! Para que cuando nos escuchen, se pueda decir que sentimos lo que decimos, que vivimos lo que gritamos, que amamos a quien proclamamos
.

En un mundo donde reina la tristeza y el desánimo, nuestro fervor es un poderoso signo de sobrenaturalidad. Nuestra pasión, una muestra de la presencia real de Dios en cada uno de nosotros.

Para ser servidores dignos, para ser evangelizadores efectivos, tenemos que creernos lo que decimos y comunicarlo con pasión. Porque el Evangelio no es simplemente una idea entre muchas: la fe es creer lo que no  vemos con confianza absoluta, hasta el punto de estar dispuestos a sufrir y morir por ello si fuera necesario. 

Sí, hasta el martirio, si fuera preciso. Porque "mártir" (del griego "μάρτυς, -υρος", "testigo") es una persona que sufre persecución y muerte por defender una causa, o por renunciar a abjurar de ella, con lo que da "testimonio" de su fe. Los mártires dan testimonio de Cristo con sufrimiento y sangre porque son seguidores suyos y como tales, son fieles hasta el final. Un mártir está alegre...¡siempre! ¡hasta el final!

A través de la pasión que pongamos los servidores, los caminantes (y el mundo) verán lo mucho que nos amamos y lo mucho que les amamos. A través de nuestra disponibilidad, nuestra actitud de servicio, de entrega… verán las manos, los brazos, los ojos, la sonrisa… de Cristo vivo y resucitado.

Desde la humildad, pero con alegría y con pasión, transmitimos nuestra experiencia de Cristo a todos a los que servimos. Ese es el regalo que ofrece Emaús.

Porque no debemos olvidar nunca que Emaús es un plan de Dios, no nuestro. Emaús es sólo un método, una herramienta, un vehículo por el que las personas acuden para tener un encuentro personal con Jesús y, producido este encuentro, la relación de las personas con Cristo prosperará y crecerá a través de otras personas en la comunidad parroquial y a través de otros servicios.

Por último, la importancia de nuestro servicio no radica en la eficacia, sino en el amor con que hacemos las cosas: a Dios solo le importa el amor que ponemos en las cosas que hacemos y no cuántas cosas hacemos, cómo las hacemos, o quienes las hacemos.

“No cuenta la cantidad de las obras, 
sino la intensidad del Amor con que las hagas.” 
(Santa Teresa de Calcuta)