¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

domingo, 9 de abril de 2017

¿QUÉ CLASE DE REY ERES?

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¿Qué clase de Rey monta en un burro prestado,
se despoja de su rango
y no hace alarde de su categoría de Dios?

¿Qué clase de Rey entra sin su guardia real
en la ciudad donde sus asesinos 
le esperan para crucificarle?

¿Qué clase de Rey deja que sus súbditos 
lo traten como un libertador militar
pero no blanden arma alguna?

¿Qué clase de Rey eres?

¿Qué clase de Rey puede decirle a un mendigo ciego
"Tu fe te ha salvado" 
y realmente hacerle ver?

¿Qué clase de Rey llora en el funeral de su amigo
para decir: "¡Lázaro, sal fuera!"
y hacerlo volver a la vida?

¿Qué clase de Rey puede sentarse a la mesa
con sus súbditos y lavarles los pies?

¿Qué clase de Rey puede llevar su propia cruz
y no evitar su propia ejecución?

¿Qué clase de Rey puede morir
para que sus asesinos puedan vivir?

¿Qué clase de Rey eres?

Un Rey que no vino para ser servido
sino para servir.

Un Rey que dio su vida como rescate por muchos.
Un Rey que cumple sus promesas.
Un Rey en quien puedo confiar.
Un Rey que puede salvar.
Un Rey al que quiero seguir.

Y así vengo a ti, Jesús, mi Rey
para servirte y entregarte mi vida.

Toma mi manto
y úsalo para vestir al desnudo
o utilízalo para que tu burro lo pise.

No me importa
siempre y cuando seas Tú quien lo tome.
porque eres el único que me dará una nueva túnica blanca 
de santidad y justicia.

Una prenda que se ajuste tan bien a mí
que será un nuevo yo, Tu yo.

Úsame, Rey Jesús,
usa todo de mí como creas conveniente.
Hazme un caballo o un alfil o una torre,
o un simple peón.

No me importa qué pieza sea yo
mientras sea tu mano la que me mueve
porque es poderosa y gobiernas con cetro de hierro.

Déjame seguirte,
Rey Jesús
durante todo tu via crucis hasta el Gólgota.

Déjame caminar a tu lado,
alzar palmas, poner mi manto a tus pies
y gritar "Hosanna!".

Déjame sentarme a la mesa contigo
toma el pan y el vino de tus manos
y déjame reconocerte.

Déjame poner mi cabeza en tu pecho
Lávame los pies y vuelve a limpiarme.

Déjame orar contigo en Getsemaní
y aprender de ti cómo ser vulnerable con el Padre

Déjame ver tus lágrimas, tu sudor, tu dolor.
Y si mis oraciones dan paso al sueño
despiértame de nuevo
con las aguas de la regeneración.

Déjame caminar contigo hasta el Calvario.
Déjame ser Simón de Cirene,
y llevar mi cruz contigo.
Y si mi Simón de Cirene se convierte en Simón Pedro
y me alejo de tu cruz para negarte,
guíame de nuevo para poder morir contigo.
Y vivir.

Y a lo largo de este largo camino
deja que mi canción sea
¡Hosanna en las alturas!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Bendito sea el reino venidero de nuestro padre David!
¡Hosanna en las alturas!



Canción:
Hossana
Hillsong

sábado, 8 de abril de 2017

"ACERCAR A LOS ALEJADOS"


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"Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, 
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 
y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. 
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." 
(Mateo 28, 19-20)


El mandato de Jesús es claro: acercar a todas las personas a su Iglesia. Y por supuesto, todo sacerdote desea una parroquia creciente y próspera, y con gran número de feligreses. 

Pero este deseo debiera ser, no tanto porque la asistencia a misa sea una medida significativa de crecimiento, sino porque su aumento sea una prueba de que se está alcanzando a las personas, de que nuestra Iglesia está "en salida". 

Como miembro de esa Iglesia que todos queremos, hoy me gustaría reflexionar sobre ello, haciendo una analogía entre Iglesia y Mercado.

Mi formación universitaria y mi experiencia profesional se han desarrollado en el ámbito comercial y del marketing. Como estudiante de Publicidad y como director comercial de varias empresas, mis objetivos en el Mercado han sido y son la fidelización de los clientes habituales, la adquisición de nuevos clientes, el incremento de ventas, la formación y dirección del equipo de ventas, el crecimiento económico de la empresa, etc.

Y creo que en la iglesia, la dinámica es muy parecida. A decir vedad, es la misma.

Llegar a los "sin iglesia"

Podemos fidelizar a nuestros asistentes actuales ofreciéndoles actividades para el servicio, la formación y el discipulado, etc. Todo ello les ayudará a crecer y a madurar espiritualmente. Pero sólo con esto, el Reino de Dios no crece. Una Iglesia de puertas cerradas no cumple la función para la que Cristo la fundó .

Resultado de imagen de iglesias de puertas abiertasO también, podemos alcanzar a nuevas personas: los alejados, los "sin iglesia". Ese es el verdadero objetivo de la Iglesia en general, y de nuestra parroquia, en particular. Cristo instituyó la Iglesia para ir en busca de los que no pertenecen a ella, y lo hizo dando un mandamiento muy claro: "Id y haced discípulos" (Mateo 28, 19-20). No dice: "Quedaos y haced discípulos entre los vuestros".

En Hechos 1,8 nos dice cómo: "recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros para que seáis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra".

La Misión de la Iglesia sólo es posible a través del poder del Espíritu Santo. Nosotros debemos ser testigos de Cristo, cumpliendo nuestra misión en nuestra ciudad (Jerusalén), en nuestra comunidad autónoma o estado y en nuestros países (Judea y Samaria), y en cualquier otro lugar donde Dios nos envíe (hasta los confines de la tierra).

Ir en busca de los que no están en la Iglesia no quiere decir que lo hagamos en cualquier sitio o de cualquier manera. "Pescar en otras peceras", es decir, atraer a personas de otras parroquias, no es un crecimiento sano y próspero porque si la gente deja otra iglesia para asistir a nuestra iglesia, el Reino no aumenta.

Dicho esto, el crecimiento de la Iglesia requiere llegar a los "sin iglesia", a los que nunca la han tenido o a los que se han alejado de ella. 

Aquí está la gran noticia: Hay mucha más gente sin iglesia en nuestros barrios que asientos vacíos en nuestras iglesias. De hecho, probablemente haya más gente sin iglesia en nuestro barrio que asientos vacíos en todas las iglesias de nuestra ciudad. 

Volviendo al ámbito comercial y de los negocios, este hecho significaría una gran noticia: un montón de clientes potenciales, un "amplio target", es decir, un entorno rico en objetivos, un escenario idóneo para el crecimiento. 

Tan solo, necesitamos alcanzarlos. Si aprendemos a llegar de forma consciente e intencional a los "sin iglesia", nuestras parroquias no pararán de crecer.

Comprender a los "sin iglesia"

Para entender cómo llegar a los sin iglesia, volvamos de nuevo al ámbito empresarial. En el mercado, cuando una empresa desea llegar a un mercado potencial específico, realiza estudios de mercado, investiga las necesidades y preferencias del mercado. 

Es preciso dedicar tiempo y esfuerzo a organizar grupos de testeo, probar productos, desarrollar el etiquetado y empaquetado, determinar escalas de precio y luego realizar pruebas con un público más amplio. Es un proceso largo y sistemático, pero los resultados proporcionan un futuro negocio con un producto que impulsa las decisiones de compra para el mercado previsto.

Una vez más, los principios del mercado son trasladables al ministerio de la Iglesia. Para llegar a los sin iglesia, debemos conocer y comprender a los sin iglesia. Debemos saber sus necesidades, sus preferencias, su mentalidad.

Para ello, debemos:

Conocer nuestro "mercado objetivo". 

Si decimos que estamos preocupados por los alejados de nuestra comunidad parroquial, pero no tenemos relaciones personales o amistades con nadie alejado de la fe, no tenemos autoridad moral para decir a otros que inviertan en nosotros. Debemos llegar a conocerlos personalmente, conocer sus vidas, sus preocupaciones, sus inquietudes, sus estados, etc.

Comprender sus problemas. 

En la mayoría de los casos, las personas "sin iglesia" sufren los mismos problemas que las personas "con iglesia": problemas en el matrimonio, en la educación de los hijos, en el trabajo, en la falta de propósito, en la pérdida de esperanza, etc. 
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Sin embargo, la manera en que las personas sin iglesia procesan estos temas es diferente a la nuestra y, por lo tanto, requieren un enfoque diferente. Debemos investigar sus problemas y cómo procesan las soluciones. Aunque podamos estar de acuerdo en que Jesús es en última instancia su necesidad, ellos no reconocerán esta verdad por sí mismos ni de forma instantánea.

Mirar nuestra iglesia desde su perspectiva.

La mayoría de las personas sin iglesia no están en esa situación porque no hayan estado en la iglesia antes. La mayoría de las personas sin iglesia se han marchado o han sido desalojadas por malas experiencias. La gente no se marcha de la Iglesia por que no crean en Dios (motivos credenciales) sino porque no creen en ciertos aspectos de la iglesia (motivos vivenciales). Si realmente queremos saber lo que sus personas sin iglesia piensan de ella, necesitamos preguntarles directamente. Hay un axioma en el que creo profundamente: "nadie escuchará nada sobre la Iglesia sin antes decir lo que ellos piensan de ella". Para que nuestra Iglesia crezca, debemos buscar ese "feed-back" necesario, esa interacción entre oferta y demanda que existe igualmente en el mundo comercial.

Prestar atención a sus necesidades. 

A menudo, nuestras necesidades tanto materiales como espirituales dentro de la parroquia pueden estar cubiertas. Nuestra parroquia es un "entorno feliz" pero lo que debemos querer saber es lo que el mundo sin iglesia que nos rodea, está experimentando, lo que necesita. Por supuesto, hay límites (no seamos "ingenuos"), pero sabemos que sumergirnos en nuestros círculos cristianos de fe nos aísla de la sociedad que estamos tratando de alcanzar. No podemos estar aislados del mundo y llegar al mundo.

Analizar sus características demográficas, socio-económicas y de estilo de vida. 

Todas las personas sin iglesia no son iguales. Eso es como decir que todos los cristianos son iguales. Los "alejados" no deben ser estereotipados o agrupados en grandes categorías. Cuanto más se pueda entender la composición de nuestro objetivo de personas "sin iglesia", mejor seremos capaces de diseñar actuaciones, y acercarles nuestra iglesia hasta donde ellos están. De esta forma, nuestra parroquia estará posicionada para crecer. La programación de actividades, misas y servicios de nuestra parroquia deben reflejar y amoldarse a esas características. 

Deberíamos tomar en cuenta dónde está la gente sin iglesia cada domingo. Cuando la gente "de iglesia" está en la parroquia, ¿dónde están las personas sin iglesia? Si no lo sabemos, será muy difícil llegar a ellos. 

Evaluemos nuestra comunidad en su totalidad, pero miremos a cada persona una por una, porque no son un proyecto a conseguir, son personas a quienes Dios ama y quiere junto a Él.


martes, 4 de abril de 2017

LA LUZ PRIMORDIAL: ANTÍDOTO PARA LA ENVIDIA


"Nosotros también en otro tiempo fuimos unos locos, 
desobedientes, descarriados, 
esclavos de toda clase de concupiscencias y placeres, 
malos y envidiosos, 
odiados de todos y odiándonos mutuamente unos a otros. 
Pero Dios, nuestro Salvador, 
al manifestar su bondad y su amor por los hombres, 
nos ha salvado, no por la justicia que hayamos practicado, 
sino por puro amor, mediante el bautismo regenerador 
y la renovación del Espíritu Santo, 
que derramó abundantemente sobre nosotros 
por Jesucristo, nuestro Salvador, 
a fin de que, justificados por su gracia, 
seamos herederos de la vida eterna, tal y como lo esperamos." 
(Tito 3, 3-7) 


El diccionario define la envidia como  el "sentimiento de tristeza o enojo que experimenta una persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee."

La envidia es la conciencia dolorosa y resentida de una ventaja disfrutada por otra persona. La Biblia está repleta de situaciones que nos hablan de la envidia. Fijémonos en la parábola del hijo pródigo del Evangelio de Lucas: vemos cómo el hermano mayor llega del campo y no sólo se enfada con el Padre sino que no quiere entrar y alegrarse por su hermano (Lucas 15, 5-32).

El Rey Salomón nos dice en Proverbios 14,30 que “El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos; y en Eclesiastés 4, 4: “He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.”

El Santo Job dice: “Es cierto que al necio lo mata la ira, Y al codicioso lo consume la envidia.”(Job 5,2).

Esclavizados por la tiranía de la envidia, lloramos por los que se alegran y nos alegramos por los que lloran. La envidia es un camaleón sutil con muchas caras, se disfraza de suave adulación durante un minuto y de indignación injusta en al siguiente.

El peligro del éxito

La envidia es la enemiga de la fraternidad y la asesina de la comunión. Opera cerca de casa y asalta nuestras relaciones más cercanas. 

En el colegio o en el trabajo, la envidia nos ciega la vista cuando uno de nuestros compañeros de clase saca mejores notas, tiene más amigos, es mejor, más simpático, más educado, más dotado, más inteligente, más popular, más estimado o más exitoso. 

En casa, no vemos con buenos ojos o incluso, nos molesta que nuestro cónyuge progrese en el mundo laboral. Y yo mismo, he sufrido la envidia de mis propios padres: "un hijo nunca puede ser ni tener más que sus padres".

El éxito humano siempre engendra envidia, y con ella viene la rivalidad, la competencia, la codicia y el resentimiento. En la medida que prefiramos cambiar una relación de amor por una de envidia, sólo encontraremos resentimiento y amargura.

El éxito viene de Dios

Afortunadamente para nosotros, Dios es plenamente consciente de este pecado capital nuestro y lo aborda de frente. 

En el evangelio de Juan, los discípulos de Juan el Bautista vienen a él con palabras que parecen hechas a medida para provocar la envidia: "Fueron a Juan y le dijeron: "Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, del que tú diste testimonio, está bautizando y todos acuden a él". Juan respondió: "El hombre no puede apropiarse nada si Dios no se lo da."  (Juan 3, 26-27)

La respuesta de Juan vale su peso en oro. En primer lugar, les recuerda de dónde proviene toda bendición, éxito y oportunidad.  Cuando recordamos que el éxito nos lo regala Dios, matamos la envidia. Sin embargo, muchos de nosotros osamos contradecir la sabiduría divina, murmurando y criticando las oportunidades o el éxito de los demás.

Segundo, Juan recuerda su papel. Él es el amigo del Novio, el padrino, no el Esposo. Y los padrinos son felices cuando ven al novio y cuando oyen su voz. Sin embargo, muchos de nosotros jugamos a reemplazar al Novio. No queremos ser Jesús. A veces actuamos como si compitiéramos para ser el mejor hombre. 

Por eso es tan importante trabajar para alegrarnos mucho cuando oímos la voz del Novio en las voces de nuestros compañeros padrinos. ¿Qué estamos diciéndole al Novio si nuestra reacción ante un hermano es quejarse, quejarse o despedirlo?

Finalmente, la alegría de Juan se completa cuando el Novio llega y lo supera. Cuando Cristo aumenta, Juan se contenta con disminuir. Sin embargo, muchos de nosotros no nos alegramos cuando Cristo aumenta en otra persona.

La luz primordial

El otro día, escuchando a mi director espiritual, comprendí cuál es la clave para descartar definitivamente la envidia. Me contó lo que el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira definía como "luz primordial": 

"Cada hombre es llamado a contemplar a Dios y a reflejar sus perfecciones de un modo propio y característico". 

"Todo hombre nació para alabar a Dios. Esa alabanza se hace por la contemplación de ciertas verdades, virtudes y perfecciones divinas. La ‘luz primordial' es la aspiración existente en el alma de cada persona para contemplar a Dios de un modo propio".

"Cuando la persona consigue discernir su "luz primordial", descubre la virtud que dará unicidad a su llamado; como si fuese un rayo a brillar en su vida, indicando el norte para el cual ella mejor alcanzará a Dios. En el momento en que la persona llega a tornarla explícita para sí misma, encuentra su vía de santificación y, en ella, la paz interior".

"Todo hombre está dotado de un "centelleo de Dios", puesto por el Creador exclusivamente en su alma: no ha puesto ni pondrá otro a lo largo de toda la Historia."

"Cada hombre es, por así decirlo, un momento único de la Historia de Dios"

Monseñor João Clá tiene también un brillante comentario a ese respecto: 

"A manera de un punto en la superficie de un espejo, cada persona recibe del Sol de Justicia un rayo de luz sobrenatural impar. Y solamente ella puede y debe reflejarlo cada vez más en esta vida, hasta reflejarlo sin defecto en la eternidad. Así, ese concepto puede ser aplicado a la afirmación del salmista: "in lumine tuo videbimus lumen" - "en tu luz veremos la Luz" (Salmo 36, 10).
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"De ahí resulta que cada alma tiene un matiz irrepetible, que la torna, en algún punto, superior a todas las otras. Por ser ella, la "luz primordial", un don de Dios, fue concedida a todos los hombres para habilitarlos a reflejar las perfecciones divinas. O sea, desde aquel individuo menos agraciado hasta en el más dotado que pueda existir en la Historia de la Humanidad, ella estará presente".

Entonces, ¿por qué envidiar la luz de otros si Dios se la ha dado para que le veamos a Él en el prójimo? ¿qué razón hay para anhelar algo que cada uno de nosotros tenemos de forma exclusiva y única? ¿qué motivo nos impulsa a envidiar a otros si nosotros también estamos dotados de una "luz primordial"? ¿por qué envidiar a otros si todos somos hijos "únicos" de Dios?

Estoy convencido de que esta es una de las grandes pruebas de un cristiano: pasar de la envidia al halago, de la amargura a la alegría, de la oscuridad a la luz primordial

Así que os invito a asumir la prueba conmigo. La próxima vez que alguien brille, tenga éxito o una oportunidad que deseamos para nosotros, ¿Cómo reaccionaré? ¿murmuraré como el hermano mayor en la parábola del Hijo Pródigo o celebraré una fiesta con él? 

No se trata sólo de aceptar el éxito de los demás, sino de alegrarme, de celebrar, de bailar y comer por su éxito. 

Cuando alguien es bendecido por Dios, ¿estoy lleno de gratitud o vacío de amor por una rivalidad envidiosa? ¿Mi corazón se encoge de ira y amargura, o se hincha y se desborda con alegría? Cuando se trata de los triunfos o los frutos de otros, ¿soy su mayor fan o su mayor crítico? ¿veo la mano de Dios en ellos? En general ¿veo la "luz primordial" de los demás?

Por eso, le pido al Espíritu Santo que me ayude a ver la luz en los demás, a no consumirme de envidia ni a esclavizarme de rencor por los triunfos de los demás, sino que en vez de ello, la Gracia agrande mi corazón para alegrarme de sus bendiciones y que mi gozo sea completo cuando escucho la voz del Novio aumentando los dones y talentos de los demás.

Fuente:

-"La luz primordial"  (Gaudium Press)


Sugerencia:

-"La luz primordial y las potencias del alma: Plinio Corrêa de Oliveira- Charla en São Paulo, octubre de 1957.

lunes, 3 de abril de 2017

¿CÓMO VIVO MI VIDA?

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"Las obras de la carne son bien claras: 
lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, 
enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, 
partidismos, envidias, homicidios, borracheras, 
comilonas y cosas semejantes a éstas.
Os advierto, como ya antes os advertí, 
que los que se entregan a estas cosas no heredarán el reino de Dios. 

Por el contrario, los frutos del Espíritu son: 
amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, 
fe, mansedumbre, continencia; contra estas cosas no hay ley. 
Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias. 
Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu." 

(Gálatas 5, 19-25)

Existe una notable diferencia entre vivir una "buena vida" según el mundo (que nos influye de afuera hacia adentro) y vivir una "vida transformada" por el Espíritu de Dios (que nos transforma de adentro hacia afuera).

Resultado de imagen de obras de la carneComo sugiere el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas, la diferencia entre una vida llena de frutos del espíritu y una vida llena de las obras de la carne es diametralmente opuesta. 

Mientras que el Diablo nos incita a dejarnos tentar desde el exterior y confundirnos en el anhelo de una falsa felicidad, los que somos de Cristo, los cristianos, nos dejamos transformar y guiar por el Espíritu Santo, que nos renueva y nos da plenitud.

Pero ¿cómo podemos estar seguros de el Espíritu Santo guía nuestras vidas? Existen cinco razones que lo prueban:

Pasión por la Eucaristía y la Oración

Descubrir a Cristo en la Eucaristía sucede sólo cuando la pasión me lleva a desear buscarlo de todo corazón, en la certeza de que Él está presente; y cuando ocurre, ya no quiero estar en otro sitio ni con nadie más. 

Resultado de imagen de eucaristiaNo se trata tan sólo de "un sentimiento ni un deslumbramiento pasajero ni un te quiero vaciado de contenido". Es un amor puro, perfecto y real que me llena el alma, que inunda todo mi ser, una presencia real capaz de mover el mundo entero.  

Experimentar a Dios en la oración sucede "cuando rezo en lo secreto", y lo hago con pasión y con todo mi corazón (Mateo 6,6). Entonces, soy plenamente consciente de que estoy teniendo una verdadera conversación con un Dios verdadero, que me ama y me escucha, y cuanto más permito que el Espíritu gobierne mi vida, más satisfactoria es esa experiencia.

Cuando nos acercamos a Él, bien sea en la Eucaristía o en la Oración, Su Espíritu comienza a fluir a través de nosotros.

Pasión por la Palabra de Dios

La Biblia no es un libro histórico como muchos pretender hacerme creer. La Sagrada Escritura es viva y activa. Es un libro sobrenatural, inspirado por el Espíritu de Dios y que realmente me habla, me guía y me interpela.

Resultado de imagen de bibliaApasionarme por la Palabra de Dios no es una costumbre por leer o simplemente por aprender. Se trata de conocer a Dios porque la Escritura es el mismo Dios.

El apóstol Juan describe a Jesús como la Palabra viva: "Y aquel que es la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria, gloria cual de unigénito venido del Padre, lleno de gracia y de verdad. "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer."  (Juan 1, 14 y 18). 

Al leer la Biblia, las palabras salen del contexto en el que fueron escritas, salen de la página y se funden en mi realidad, en mi propia vida. Entonces, sé que Dios me está hablando directamente, a mi, aquí y ahora.

Pasión por los demás

Si me considero cristiano, seguidor de Jesús y lleno de su Espíritu, entonces debería ser capaz de verlo en cada una de las personas que Dios pone en mi camino. Si realmente le pertenezco a Él, entonces amaré a los demás con un amor profundo y sincero: el mismísimo amor de Dios.

Resultado de imagen de servir a dios"Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor es de Dios; y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se ha manifestado el amor de Dios por nosotros: en que ha mandado a su Hijo único al mundo para que nosotros vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos ha amado a nosotros y ha enviado a su Hijo como víctima expiatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos ha amado de este modo, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros."  (1 Juan 4, 7-11).

¿Me despierto cada mañana pensando en lo que otros deberían hacer por mí? Ese pensamiento no es sino una obra de la carne. Cuando el Espíritu motiva y alienta mis pensamientos, lo que hago es preguntarme: ¿Qué puedo hacer por los demás? ¿Cómo puedo servir a otros? ¿Cómo puedo ayudar? ¿Qué puedo ofrecer?

Pasión por dar testimonio de Jesús

Hace unas semanas, una persona un tanto alejada de la fe se fijó en las pulseras y en los rosarios que llevo en mi mano derecha. Me preguntó si lo llevaba por moda o porque realmente creía en Dios. Le parecía bastante raro e inusual.

Resultado de imagen de dar testimonioHablamos durante bastante tiempo, de lo vacía que estaba su vida que giraba en torno al dinero, el trabajo, la salud y las cosas materiales. Sentí la necesidad de rezar por él, porque realmente lo necesitaba; le pedí permiso y lo hice. 

Cuando terminé, levantó la vista, respiró hondo y  de sus ojos salieron unas lágrimas. Lagrimas de serenidad y calma.

No lo cuento por presunción, sino como demostración evidente de que cuando estás dispuesto a entregarte a la dirección en la que sopla el Espíritu Santo, compartir tu fe se convierte no sólo en una práctica habitual sino en una experiencia sobrenatural de felicidad y gozo plenos.

Pasión por servir a Dios

Mi pasión en mi servicio a Dios surge al poner mi confianza en Él, como creador mío, a abandonarme a Su Espíritu como dador de todo cuanto necesito. Entonces, es cuando me someto a mi Rey por amor y le sirvo, sabiendo que él va a cuidar de mi y del resto de mis necesidades.

"No os inquietéis, diciendo: "¿Qué comeremos?" o "¿qué beberemos?" o "¿cómo vestiremos?". Por todas esas cosas se afanan los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura." (Mateo 6, 31-33).

Cuando busco el Reino de Dios y me abandono plenamente a Su Espíritu, soy capaz de servirle mejor, porque Él sabe mejor que yo lo que necesito. 

Es entonces cuando mi pasión me lleva a dar la vida por los demás, preocupándome y entregándome generosamente a sus necesidades o preocupaciones, tal y como mi Señor hace siempre conmigo.

UN MODELO DE COMUNIDAD


"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, 
en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones. (...)

Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; 
vendían las posesiones y haciendas, 
y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno. 

Todos los días acudían juntos al templo, 
partían el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 

El Señor añadía cada día al grupo
 a todos los que entraban por el camino de la salvación.

Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, 
y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, 
sino que tenían en común todas las cosas. 

Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza
 de la resurrección de Jesús, el Señor.
 Y todos gozaban de gran simpatía." 

(Hechos 2, 42-47; 4, 32-34)

Estamos llamados a ser comunidad pero ¿cómo se crea una relación que trasciende de lo meramente educado y correcto? ¿Cómo crear comunidad?

Lo primero que tenemos que meditar es que jamás las relaciones entre personas pueden establecerse por imposición y por chantaje. Para que exista una relación, ambas partes han de ser libres; deben querer tener trato un encuentro libre y personal, caminar juntos, escuchar y ser escuchados, partir y compartir el pan. Eso es lo que Jesucristo nos enseñó: a vivir eucarísticamente en comunidad.

En una verdadera comunidad existe unidad, que no uniformidad; alegría, que no aburrimiento; libertad, que no presión; compromiso, que no obligación; igualdad, que no superioridad; transparencia, que no hermetismo; generosidad, que no egoísmo; amor, que no envidia. Y sobre todo, el vínculo que crea y solidifica todo lo anterior: Jesucristo en el medio.

Pero, sigamos con las preguntas: ¿Cómo pasamos de ser un grupo de personas desconectadas a ser una verdadera comunidad cristiana?

Yo creo que una verdadera comunidad es el "paritorio de la caridad", es la "incubadora del discipulado" y es la "sala de operaciones de la fe cristiana". La Palabra de Dios atestigua una y otra vez que la fe cristiana no está destinada a ser vivida ni cultivada en soledad.

No hay que inventar nada ni hacer un Master en Teología. Tan sólo hay que abrir dos cosas: la Biblia y  el corazón. Leyendo Hechos 2, 42-47 y Hechos 4, 32-35, y meditando ambos pasajes, obtenemos una visión ejemplarizante en la joven Iglesia de Jerusalén, que podemos aplicar en nuestros días y, así, comprender el maravilloso potencial que tenemos para poder desarrollar una auténtica comunidad cristiana.

Formación/Crecimiento/Madurez

En primer lugar, tiene que haber un deseo y un compromiso para crecer realmente como seguidores de Cristo. La comunidad se origina con un compromiso de progresar en el conocimiento de Dios, y a continuación, la madurez espiritual se desarrolla en comunidad con la aplicación de este conocimiento y su proclamación.

Hechos 2,42 dice: "Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles(compromiso implícito).

Hechos 2,46 dice: "Todos los días acudían juntos al templo" (enseñanza implícita).

Hechos 4,33 dice: "Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza  de la resurrección de Jesús" (proclamación implícita).

El deseo de crecer espiritualmente, de formarse, de aprender de Dios debe estar presente en las personas como el punto de partida de la incipiente comunidad cristiana. 

Sin un deseo de conocimiento de Dios que nos lleva a la madurez espiritual, sólo estaremos "pasando el rato". Sin un anuncio de Dios y de su Plan, no habrá ninguna diferencia con cualquier otro grupo de personas que se reúnen. 

Para la reflexión:

¿Cómo describiríamos el deseo que tienen las personas de nuestra parroquia llamadas a ser comunidad y a seguir a Cristo?

¿Existe pasión por conocer más acerca de Dios y su plan para nosotros?

¿Qué podemos hacer para ayudar a crecer este deseo?

Comunión/Fraternidad/Compañerismo

Vivir en comunión no sólo es pasar el rato, vivir la vida, caminar juntos, etc. Si pensamos profundamente en ello, se trata de una mezcla de medios y de fines. Al estar a menudo cerca conseguimos un vínculo de unión y viceversa. La comunión fraternal es el corazón de la comunidad.

Hechos 2,42 dice que los discípulos estaban "en unión fraterna"
Hechos 2,46 dice que los discípulos se reunían "todos los días".

Si nos fijamos en estos pasajes del libro de los Hechos de los Apóstoles, la idea se centra en que la comunión tiene dos aspectos: la proximidad (literalmente estar juntos) y la frecuencia (estar juntos a menudo). La fraternidad no puede suceder a menos que pasemos el rato juntos, que compartamos la vida  y que lo hagamos con frecuencia. 

Para la reflexión:

¿Fomentan la comunión nuestras reuniones y encuentros ?

¿Es suficiente reunirse formalmente los domingos en misa? 

¿O necesitamos encontrar espacios donde reunirnos más informal e íntimamente, fuera de horarios y parroquia?

Responsabilidad/Transparencia/Generosidad

Hechos 2, 44-45 dice: "Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían las posesiones y haciendas, y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno."  ¡La transparencia era total! No les preocupaba su imagen ni el "qué dirán". No dudaban en llevar abiertamente sus problemas y necesidades al grupo.


También existía generosidad. Estos cristianos ponían las necesidades de los demás por encima de las suyas y oraban unos por otros. Santiago 5,16 dice: "Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder." 

La responsabilidad no puede ser forzada. Más bien, crece y se desarrolla dentro de la comunidad si somos "un solo corazón y una sola alma". Tenemos que formar un ambiente de compañerismo y fraternidad; de confianza y ayuda mutuas. 

Para la reflexión:

¿Nuestro grupo valora la transparencia y la generosidad?

¿Somos responsables con nuestros hermanos?

¿Existe una disponibilidad plena para que los miembros de la comunidad puedan compartir abiertamente sus necesidades espirituales y emocionales "entre hermanos"?

Misericordia

Finalmente, sobre todas estas cosas, en una comunidad verdadera prevalece el estandarte de la misericordia. La tentación cuando tenemos conocimiento y madurez, cuando existe confianza y transparencia, es juzgar a los demás. Por eso, ¡La misericordia debe regir la comunidad! 

Creo que la mejor expresión de la misericordia en una comunidad es la que se expresa en Gálatas 6, 2-3: "Ayudaos unos a otros a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo. Porque si alguno se imagina ser algo, siendo así que es nada, se engaña a sí mismo." 

Si no hay misericordia, si no hay caridad, si no hay compasión, no puede haber verdadera transparencia, responsabilidad, generosidad ni confianza. Y en última instancia, no puede haber comunión, fraternidad ni compañerismo. 

Para la reflexión:

¿Fomentamos un ambiente de misericordia y perdón en nuestro grupo?

¿Empatizamos con las situaciones de vida de los demás?

¿Miramos con ojos de amor a nuestros hermanos?


El objetivo de una comunidad verdadera no es sólo "hacer" cosas juntos, pasar el rato y madurar. La meta  es "ser" semejantes a Cristo.