¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 30 de marzo de 2018

COMBATIR EL BUEN COMBATE

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"He combatido el buen combate, 
he concluido mi carrera, 
he conservado la fe; 
sólo me queda recibir la corona merecida, 
que en el último día me dará el Señor, justo juez;
 y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su venida." 
(2 Timoteo 4, 7-8)

Saulo de Tarso, fariseo conocedor de la Ley Mosaica y las escrituras hebreas, difundió la muerte y el terror entre los seguidores de Cristo. Fue un cruel perseguidor de la Iglesia de Cristo.

Pablo, alma inquebrantable y, a la vez, atormentada tras su conversión hasta el final de sus días, es el ejemplo de cómo Dios puede transformar a una persona llena de odio en otra llena de amor. Unió su profunda teología a una auténtica vida de combate evangelizador.

La verdadera transformación ocurre cuando tenemos un encuentro personal con Cristo: es entonces cuando su amor nos abrasa, su misericordia nos sana y su gracia nos colma.

Y esto es lo que le ocurrió a Pablo. Tras su encuentro con el Señor, pasó de perseguidor a evangelizador, de quitar vidas a dar vida, del odio al amor, del rencor al agradecimiento, del resentimiento a la gracia.

Dios hace grande lo pequeño

Las actitudes de los que odian y persiguen son el orgullo, la vanidad y la hipocresía. Son personas de corazón impuro, que no quieren entregarse a Dios y cuya única preocupación es ser más que los demás. Su rencor está puesto en los demás y su amor, en ellos mismos. 
Saulo significa "el grande" y Pablo "el pequeño".  Saulo era "grande" a ojos de los hombres. Sin embargo, cuando se hizo "pequeño" a los ojos de Dios, el Señor transformó su corazón de odio en corazón de amor, hizo de lo pequeño algo grande.

Dios obra así: hace grande lo pequeño, enaltece al humilde y fecunda lo estéril. Y es que Dios siente predilección por lo pequeño, lo humilde, lo pobre. Entonces derrama toda su gracia. A Dios creemos darle todo pero en realidad, le damos nuestra pequeñez, para que obre grandezas; le damos nuestra nada para que Él la convierta en Todo. 

Yo lo tengo claro, el propósito de esta vida es tener un encuentro con Cristo, conocerle y tomar una decisión: elegirle o rechazarle. Amar u odiar. 

Si le elegimos, nos hará vivir una vida plena. Viviremos en Cristo, moriremos en Cristo, resucitaremos en Cristo.

La conversión implica un cambio de mentalidad y de pensamiento pero, aún más importante, un cambio de comportamiento, de actitud, de vida.

Misericordia


Todo...absolutamente todo es perdonado por Dios. No existe ningún pecado que no pueda ser perdonado por Dios. 

Él jamás nos dice: "culpa", "vergüenza","venganza", "justicia", vete y muere. Dios sólo te dice: "Te amo, te quiero, ven a mi y vive". Dios nos ama antes de nuestro pecado, durante nuestro pecado y después de nuestro pecado. Dios tiene un corazón de misericordia inagotable, un corazón de amor infinito.

El hombre, cuando sufre, se conforma con llenar sus manos con un poco agua, que tarde o temprano, resbala por sus dedos hasta que desaparece mientras que Dios nos ofrece un océano infinito de inagotable misericordia.

Amor


Una maldad terrible reina en este mundo. Este mundo no sabe nada del amor. La oscuridad se propaga por todos lados. Nosotros tenemos el imperioso mandato de Cristo de llevar la luz, el amor y la paz a este mundo en tinieblas. 
Pero no podemos devolver mal por mal (Romanos 12, 17-19). La única manera de vencer al mal es hacer el bien. El amor es el único camino: un amor que sufre, un amor que escucha y sirve a los demás, que no es orgulloso ni se jacta, que espera y que no envidia, que no busca su interés, que no se irrita, que se regocija en la verdad, que no lleva cuenta del mal, que todo lo excusa, que todo lo cree, que todo lo soporta (1 Corintios 13, 4-7).

Ese amor, ese camino no es otro que Cristo. Sufrió, escuchó y sirvió a los demás. Jamás se jactó o vanaglorió sino que siempre esperó y confió en el Padre. No buscó nunca su interés ni su voluntad sino la del Padre. Se regocijó siempre en la verdad y nunca llevó cuenta del mal. Todo lo perdonó, todo lo excusó, todo lo creyó y todo lo soportó.

Nuestra vida no comienza con odio. De niños no tenemos odio, somos inocentes como palomas. Cuando crecemos mentimos, creamos división, controversia y odiamos.

Gracia

Dios se complace en transformar a hombres llenos de pasión, ira y odio extremo en hombres llenos de sabiduría, amor y paz extremos. Y todo es por su Gracia. Cuando el pecado sobreabunda, la Gracia sobreabunda.
Nadie está fuera del alcance de la Gracia de Dios. No importa quien seas o lo que hagas, no importa donde has estado o con quien. Lo importante es reconocerse pecador y que sin la Gracia de Dios nada somos, nada podemos hacer.

No importa lo que estemos pasando, no importa lo que estemos sufriendo. Debemos mantener la esperanza y la confianza en nuestro Señor. Llegado el momento, por la Gracia, reunirás las fuerzas necesarias para hacer lo correcto.

La persecución pone a prueba la fe. Cada uno debe decidir por si mismo. No podemos reparar la falta de fe de otros pero con nuestra fe podemos guiarles.

En resumen, debemos nacer a una nueva vida regida por el amor, la gracia y la misericordia. Una nueva vida donde no hay lugar para el odio, el mal o la desesperanza. Una vida en unión con Dios y con el prójimo.


miércoles, 28 de junio de 2017

LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

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"Un hombre tenía dos hijos;
y el menor de ellos dijo al padre: 
´Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.´ 
Y él les repartió la hacienda.
Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, 
y comenzó a pasar necesidad.
Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, 
que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, 
pero nadie se las daba.
Y entrando en sí mismo, dijo: 
´¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, 
mientras que yo aquí me muero de hambre!
Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.´
Y, levantándose, partió hacia su padre. 
Estando él todavía lejos, le vió su padre y, 
conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
El hijo le dijo: ´Padre, pequé contra el cielo y ante ti; 
ya no merezco ser llamado hijo tuyo.´
Pero el padre dijo a sus siervos: ´Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, 
ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta,
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; 
estaba perdido y ha sido hallado.´ Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, 
oyó la música y las danzas;
y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
El le dijo: ´Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, 
porque le ha recobrado sano.´
El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
Pero él replicó a su padre: 
´Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, 
pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos;
y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, 
has matado para él el novillo cebado!´
Pero él le dijo: ´Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo;
pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, 
porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; 
estaba perdido, y ha sido hallado."
(Lc 15, 11-32)

La parábola del hijo pródigo es una de las más hermosas, profundas y significativa de la Biblia, que se enmarca como respuesta de Jesús a una crítica de los fariseos y los escribas, expertos judíos en la Ley mosaica, quienes le reprochaban juntarse con pecadores. Pero que también nos aplica a nosotros.

Tema principal: La misericordia de Dios hacia los pecadores arrepentidos y su alegría ante la conversión de los descarriados. El enfoque de la parábola no es el hijo joven, rebelde y luego arrepentido, sino el padre que espera y corre para dar la bienvenida al hogar a su hijo. 

Estructura. Según la actitud de los personajes en los que se centra el relato: 
  • el hijo pródigo se marcha (pecado: rebeldía/autosuficiencia)
  • vuelve (arrepentimiento/necesidad)
  • el padre le recibe (misericordia/amor) 
  • el primogénito se queja (envidia/soberbia)
Mensaje teológico.  El mensaje de amor de Cristo, siempre guiado a la conversión de los pecadores, al perdón de los pecados y al rechazo a los formalismos que apartan al creyente de la verdadera fe y misericordia.

El hijo pródigo - Pecado
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Es sobre quien, aparentemente, gira la historia, pues es quien hila las tres primeras escenas, el pecado (desobediencia, rebeldía), el arrepentimiento (sufrimiento, necesidad) y el perdón (misericordia, amor). La palabra "pródigo" no significa rebelde o perdido - significa "derrochador" y "extravagante". Se refiere a una persona que es imprudente y despilfarra su riqueza. 

Escena de la rebeldía: el menor de dos hermanos le pide al padre su parte de la herencia. 

Teológicamente:
  • el hijo menor representa a la humanidad pecadora que se ha alejado de Dios, a los pecadores (publicanos) que  no se someten a la voluntad de Dios y se alejan de Él. 
  • la herencia representa los dones y la gracia que Dios nos da a cada uno de nosotros.
  • la petición representa la caída (el pecado) en el Jardín de Edén. El hijo exige la libertad de utilizar los dones y la gracia al margen de la voluntad de su padre. 
  • la actitud del padre representa el amor de Dios al dejar libertad a nuestra voluntadEn realidad, el padre habría tenido que dividir la tierra y vender una parte de sus bienes para dar a su hijo la herencia solicitada. Cuando el hijo menor le pide su parte de la herencia a su padre es como si le dijera: "Ojalá estuvieras muerto." Se trata de un gran insulto, cargado de vergüenza y culpa. En la cultura judía, hacer algo así, probablemente, le habría acarreado la expulsión de la comunidad para siempre. Y ser parte de la comunidad era fundamental para la supervivencia, la salud y la calidad de vida en general.
Escena del derroche: malgasta la herencia de su padre (dones/gracia) llevando una vida disoluta.

Teológicamente:
  • representa que el pecado no está tanto en la reclamación (que también), sino, en la libertad mal utilizada de la misma, (derroche, libertinaje), que lo lleva a la más absoluta ruina, en todos los sentidos.
El pecado y la vida licenciosa le lleva, en un acto desesperado, a cometer un acto abominable: alimentarse con algarrobas igual que los cerdos, y como consecuencia, empeora más su situación. ¿Por qué? En la cultura judía, los cerdos eran animales "sucios" e "impuros", tal como se describe en la ley de Moisés (Lv 11,7), de tal forma que ni siquiera se les podía criar. Si un hombre judío anhelaba la comida de los cerdos es que definitivamente había caído en lo más bajo.

Escena del arrepentimiento/conversión: tras "tocar fondo", el hijo reflexiona acerca de su provecho personal y cae en cuenta de que le traerá mayor cuenta regresar a la casa del padre que seguir por su cuenta. 

Teológicamente:
  • representa las desgracias que provoca el pecado, que no son castigos divinos sino resultado de las malas acciones y que siempre acaban mal.
  • representa una actitud interesada en la conversión, es decir se arrepiente racionalmente y no sentimentalmente, busca un provecho personal y no la santidad en sí, de ahí que prepare una disculpa para que tal vez su padre lo recibiría como siervo. Esta es la prueba de que el hijo no comprende la profundidad del amor y la compasión de su padre. 
El hijo pródigo ensaya un discurso, pero nunca llega a usarlo. Incluso antes de llegar a casa de su padre, éste sale a su encuentro, ofreciéndole un perdón incondicional.  Se puede decir que su verdadera conversión, el arrepentimiento real, ocurre en este momento, pues ve en la actitud del padre (entrega y amor), principales características de una verdadera conversión. Esta conversión ocurre al acudir a Dios y al arrepentirnos de las malas acciones de nuestra vida.

El padre - Misericordia
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Es, en realidad, el personaje central de la parábola. 

Teológicamente:
  • el padre representa a Dios y, fundamentalmente, a su infinita misericordia y amor.
Escena del libre albedrío: El padre respeta y acepta la determinación que su hijo toma por su libre albedrío, le reparte su herencia y lo deja marcharse. 

Teológicamente:
  • representa a un Dios que no es ni dictador, ni prepotente, que nos muestra el camino, nos da su gracia pero nos deja libertad para utilizarla y para que escojamos nuestro destino (desgracia).
Escena de la misericordia: Al ver a su hijo que regresa, sale a buscarlo corriendo y antes de que diga palabra alguna lo abraza y lo besa. 

Teológicamente:
  • representa la infinita misericordia de Dios, incluso sabiendo que la conversión no es completa y que puede haber un trasfondo (interés egoísta), sale en busca de aquel que lo necesita y lo llama, le acepta sin reprocharle su descarrío o su indiferencia anterior.
Correr en la antigua cultura del Cercano Oriente era tabú. Requería a un hombre que subiera su túnica a las caderas y le expusiera las piernas y su desnudez para no tropezar. Correr no era nada bien visto y suponía escándalo y vergüenza para quien lo hacía.

Si un judío despilfarrara su dinero con los gentiles, la comunidad le habría expulsado de inmediato a su regreso. El padre de la parábola corrió probablemente para encontrarse con su hijo, antes de que cualquier persona en la comunidad tuviera ocasión de increparle. 

El padre no reprende al hijo, sino que le da una fiesta de bienvenida en casa, llamando a sus sirvientes a preparar el ternero cebado, un anillo, una túnica y zapatos. Así es como actúa Dios con los pecadores arrepentidos: es audaz, sorprendente y desbordante de alegría.

El padre le pone a su hijo una túnica para restaurar su dignidad frente a la comunidad. Sin duda el hijo tiene un aspecto andrajoso, sucio y mal alimentado, pero él le viste como un príncipe, en un acto de amor y compasión, y así honra a su hijo delante de todo el mundo.

El padre también le da un anillo al hijo. Llevar anillos en aquella época era un signo de riqueza y posición. El poder de este símbolo refleja el deseo del padre de restaurar su pertenencia de pleno derecho en la familia.

A continuación, el padre le pide a sus sirvientes que le traigan un par de sandalias. Este, tal vez el regalo más práctico que le permitían caminar con el padre sin temor a cortarse o ensuciarse los pies.

Pero hay un último regalo: el ternero cebado. Este tipo de banquete "extravagante" estaba reservado para ocasiones increíblemente importantes. Su hijo ya no comería las algarrobas de los cerdos; ahora cenaría con la mejor carne disponible en presencia de su familia y, probablemente, de todo el pueblo.

Escena de la justicia: en su diálogo con su primogénito, indica cómo el Padre cuida a los de su casa.

Teológicamente:
  • representa que Dios tampoco descuida a sus hijos, a aquellos que lo han seguido justamente y cómo ante el pecado de los justos, su actitud es de ternura pero también de firmeza.
El primogénito - Pecado
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La historia tiene una segunda parte sobre el hijo mayor, 
el primogénito, que a menudo se pasa por alto, porque es el personaje que menos participa en la parábola, pero es igual de importante. 

Teológicamente:
  • representa a los hijos de Dios que se consideran a sí mismos justos y fieles, y que dicen someterse en todo a la voluntad del Padre. El verdadero sentido de este personaje es mostrar como los fieles de Dios también caen en el pecado, en este caso, la soberbia y la envidia. 
  • representa a los fariseos y escribas a los que Jesús hablabaquienes se sintieron despreciados por la gracia escandalosa de Dios para con los pecadores y marginados. Además, han estado guardando las reglas siempre y le inquieren al padre por qué no les ha hecho a ellos una fiesta (reconocimiento de méritos). Aquellos que se someten (hipócritamente) a la voluntad de Dios, pero que tampoco están cerca de Él.
Al reprocharle al padre lo que le hace a su hermano en comparación con lo que ha hecho por él se muestra que también en su fe de obediencia, existía un móvil interesado.

¿Cuál es la respuesta del padre al hijo mayor?: "Todo lo que tengo es tuyo también, pero esto requiere una celebración: ¡mi hijo estaba muerto y ahora está vivo de nuevo!" 

Teológicamente:
  • representa la postura de Dios ante el pecador: justo, directo, generoso, enfocado en el poder del arrepentimiento no a las faltas cometidas.
La parábola termina con la negativa del hermano mayor a asistir a la fiesta. No sabemos lo que pasó, pero Jesús dejó la historia pendiente, abierta para preguntas y discusión, como hacía a menudo.

Enseñanza fundamental

Jesucristo, mediante esta parábola, transmite varias enseñanzas fundamentales: en primer lugar, a sus coetáneos, tanto a los fariseos y escribas como a los pecadores y publicanos; y segundo, hoy día a los fieles cristianos y a las personas alejadas de Dios:

Fariseos y escribas/cristianos fieles: señala nuestra debilidad ante la tentación. Indica que el pecado de soberbia puede alojarse fácilmente en nosotros al profesar la fe. Al mismo tiempo, advierte que la fe cristiana no consiste solamente en "cumplir" participando en ritos y liturgias sino en practicar la misericordia y no juzgar a los demás. Nos invita a la conversión continua.

Pecadores y publicanos/alejados de la fe: también es una invitación a la conversión. Indica las consecuencias del pecado y de nuestras malas acciones, la importancia de un verdadero arrepentimiento y nos recuerda que la misericordia de Dios todo lo perdona.

Finalmente y para la reflexión: 

¿En quién nos vemos representados en la parábola? 
 ¿A quién nos llama Dios a parecernos?



martes, 27 de junio de 2017

CÓMO DAR TESTIMONIO DE CRISTO

Nuestro testimonio de vida es una de las herramientas más efectivas en nuestro servicio a Dios. Un testimonio bien preparado bajo la guía y basado en el poder del Espíritu Santo, puede tener un gran impacto en casi todas las personas y situaciones. 

Nuestro objetivo debe ser presentar a Cristo de manera clara, atractiva, y sencilla, de modo que todo aquel que escuche, desee conocerle personalmente.

Mi testimonio no trata de mí

Es cierto que a todos nos encanta que nos cuenten una buena historia, pero sobre todo, nos encanta “compartir nuestros testimonios” y “contar nuestras experiencias”.

Este énfasis en la experiencia personal es uno de los puntos fuertes para captar a los "alejados" o a los "tibios", entendiendo que para la conversión, primero se necesita anunciar a Cristo a través de su acción en nuestras vidas. 

La identidad misionera, igual que las de los apóstoles de Cristo, está basada en compartir nuestras historias, nuestros encuentros personales con Jesús y nuestras conversiones pero esto es un peligro sutil que tiene "trampa escondida". 

Poner excesivo énfasis en nuestras historias y testimonios de conversión, sin querer, puede hacer que la gente piense que la evangelización "va" de compartir nuestra experiencia personal.

En otro artículo ya hablé acerca de este punto. Nuestra misión como cristianos no se basa de dar "testimonios selfies", no se trata de hablar de nosotros y lo maravillosos que somos después de ser cristianos. "Id y a haced discípulos” no es “Id y contad vuestra historia.” No son la misma cosa.

Mi testimonio trata de Cristo

Nuestra fe es Cristo-céntrica, es decir, que el mensaje del Evangelio (la vida, muerte y resurrección de Jesucristo) deben ser el centro de nuestra proclamación al mundo.

Pero al igual que en el ámbito comercial, no es suficiente con mostrar nuestro producto a los clientes ni basta con explicar sus excelentes resultados, tampoco es coherente pretender vender un producto utilizando otro de la competencia.
Por tanto, lo que decimos y hacemos,
 también debe dar testimonio de Cristo, al seguir su ejemplo. Nuestras experiencias de conversión deben estar en armonía con Cristo y respaldar nuestra proclamación del evangelio. 
El mensaje bíblico relatado en el libro de los Hechos de los Apóstoles no trata sobre las experiencias de conversión de los discípulos, sino en que la obra de Cristo hace que la conversión sea necesaria

Por esta razón, nuestro testimonio de fe cristiana debe estar enfocado principalmente en lo que Cristo hizo en la historia de la humanidad, no sólo lo que Cristo ha hecho en nuestra vida.

Esto no quiere decir que debemos dejar de dar testimonio personal. Muy al contrario, en nuestra sociedad actual, nuestros testimonios son poderosos a la par que inusuales. Se trata de que respalden y apoyen el mensaje claro del evangelio, y no lo reemplacen en manera alguna. 

Lo que Jesús ha hecho por mí debe siempre estar conectado únicamente con lo que Jesús ha hecho por la humanidad.

Si nuestro testimonio personal está enfocado principalmente en nuestra propia experiencias con Cristo puede, involuntariamente, restar importancia a los pilares sobre los que se fundamenta nuestra fe cristiana. De hecho, otras personas de otras confesiones o religiones hablan del mismo modo acerca de sus experiencias personales en el Islam, el Budismo o el Hinduismo. 

El deseo inicial de comunicar nuestra experiencia personal puede estar influido por la cultura posmoderna del "mostrarse", lo que nos llevaría a una presentación mutilada del evangelio, perdiendo su base en el hecho histórico y dirigiéndola a nuestra propia realidad narcisista.

El papel de la experiencia personal en el testimonio de Cristo debe ser visto como una evidencia adicional del poder del evangelio. No es el evangelio mismo, sino que, además, éste da testimonio de su poder.

Mi testimonio habla de Dios en mi vida

Al preparar mi testimonio, debo tener presente tres conceptos: ANTES, CÓMO, y DESPUÉS

1. ¿Cómo era mi vida ANTES de que tuviera un encuentro personal con Jesucristo y  le confiara totalmente mi vida?

¿Cómo buscaba mi seguridad, mi paz, mi felicidad? 
¿Era feliz o me faltaba algo?
¿Pensaba alguna vez en Él?
¿Estaba presente en mi vida?

Los ejemplos me llevarán a ser un testigo creíble en las mentes de aquellos a quienes estoy hablando. Debo evitar un enfoque excesivamente elevado o religioso. No debo invertir gran cantidad de tiempo hablando acerca de mis actividades en la iglesia antes de que mi vida comenzara a cambiar. 

Debo evitar ser demasiado explícito o incisivo al hablar de drogas, inmoralidad, crimen o alcoholismo. Huyamos del sensacionalismo.

2. ¿CÓMO llegué a conocer a Cristo? 
¿Cómo llegué a confiar en Él y entregarle el control completo de mi vida?
¿Cuál fue mi reacción inicial?
¿Cuándo y por qué comencé a sentirme atraído hacia Él?
¿Cuál fue el punto decisivo en mi actitud?
¿Qué barreras mentales experimenté?

Debo empatizar y tratar de pensar como lo hace mi audiencia: “¿Por qué debo permitir a quien me habla que me diga cómo debo dirigir mi vida?” Debo explicar por qué decidí invitar a Cristo a mi vida.

3. ¿Qué sucedió DESPUÉS de dar mi sí a Cristo?
¿Qué cambios se produjeron en mi vida, acciones, actitudes, problemas? 
Debo usar ejemplos específicos.
¿Cuánto tiempo pasó antes de que notara cambios?
Debo dejar claro que mi fe "no es magia".
¿Qué diría para describir lo importante que es Jesús para mi? 
Debemos ser tan descriptivos como podamos.

Al final, evaluemos nuestro Testimonio Personal:
1. ¿He comunicado claramente cómo puede una persona conocer a Cristo?
2. ¿Expresa mi testimonio la seguridad de que yo he dado mi sí incondicional a Jesús?
3.¿He enfatizado los beneficios de mi relación con Cristo?
4. ¿He incluido una frase inicial que capte la atención? 
5. ¿Hay un enunciado, una conclusión y una invitación claras en mi testimonio?



JHR

domingo, 27 de noviembre de 2016

EL APÓSTOL PABLO: REFERENCIA DE SERVICIO A DIOS





Me gusta el apóstol San Pablo. Siempre me ha gustado. Es mi referente porque me siento muy identificado con él y con su conversión.

El apóstol Pablo nos ofrece una enseñanza vivificante a través de su ministerio y de su prolífico legado de cartas dirigidas a las distintas iglesias (otra de las cosas que comparto con él, la escritura).

Es el discípulo más ferviente (o a mi me lo parece) en cuanto a seguir a Jesucristo. "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo." (1 Corintios 11, 1). Pablo sigue directamente a Jesús, que es la Piedra Angular, el Ejemplo por antonomasia... pero mientras que Cristo no tiene pecado, Pablo sí. Ahí está la cuestión: lo que también comparto con Pablo es la misma humanidad pecaminosa, y a pesar de ello, trato de seguir el ejemplo de nuestro Señor. 

Se me ocurren seis razones por las que me identifico con el apóstol, porque San Pablo era:

1Converso

Su conversión tumbativa y el cambio drástico en su modo de proceder son dos hechos que ocurrieron durante su camino a Damasco. 

Imagen relacionadaPasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos a ser un seguidor de Cristo y defensor de su pueblo:"El que antes nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir" (Gálatas 1,23).

Salvando las distancias, durante mucho tiempo, yo también odié a los cristianos y a la Iglesia. Y al igual que él, tras mi conversión, pasé de ser un opositor, a ser un seguidor de Cristo y defensor de su Iglesia, cuando le escuché decirme: "¿por qué me persigues?

Yo también me he encontrado a Cristo resucitado (en mi camino de Emaús). Él me ha perdonado y me ha encargado una misión: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

2. Auténtico

Pablo fue un hombre honesto precisamente por ser cristiano. Estaba completamente convencido de lo que hacía: "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9, 1-3).

Yo también me considero un hombre auténtico, sin doblez, honesto y comprometido. Pero nada de eso es por mérito propio, sino precisamente por ser cristiano y por dejarme guiar por la acción del Espíritu Santo. 

Lo importante es el hecho de que Cristo es La Verdad y que mi labor principal es acercar esa Verdad a los demás.

3. Discípulo misionero

"No considero mi vida de ningún valor ni precioso para mí, si sólo puedo terminar mi curso y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

"He peleado la buena pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe. De aquí en adelante me esconden la corona de la justicia". (2 Timoteo 4, 7-8).

"Yo hago mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya ha sido nombrado, para que no construya sobre el fundamento de otra persona". (Romanos 15, 20)

He llegado a comprender, como el apóstol, que mi vida no tiene sentido si no es para acercar a Cristo a los demás; que el propósito de mi vida es la misión. Por eso, es una de mis prioridades pedirle ayuda al Espíritu Santo, para que me conceda sus dones; sobre todo, el de aumentar mi fe. 

4. Valiente

"[He servido a Cristo] con trabajos mucho mayores, mucho más prisioneros, con innumerables palizas, ya menudo cerca de la muerte. Cinco veces recibí a manos de los judíos las cuarenta pestañas menos una. Tres veces me golpearon con varas. Una vez me apedrearon. Tres veces naufragué; Una noche y un día estuve a la deriva en el mar; El peligro de los pueblos, el peligro de los gentiles, el peligro de la ciudad, el peligro en el desierto, el peligro en el mar, el peligro de los falsos hermanos; En fatiga y dificultad, a través de muchas noches sin dormir, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y exposición. Y, aparte de otras cosas, hay la presión diaria en mí de mi ansiedad por todas las iglesias". (2 Corintios 11, 23-29).

Para Pablo, servir a Cristo trata de asumir un compromiso inquebrantable. Una "misión posible", aunque nada fácil. 
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Siempre digo que "ser cristiano es peligroso" en el sentido de que, a diferencia de lo que muchos "cristianos" piensan desde su fe de cumplimiento" ("cumplo y miento") y su convicción de mantenimiento ("mantengo y miento"), seguir a Cristo no basta con decir "ser cristiano" o acudir a misa. 

Ser cristiano es elegir un camino incómodo, nada confortable. El mismo Cristo nos dijo: "No he venido a ser servido sino a servir" (Mateo 20, 17-28). No se trata pues de un mensaje que nos conduce a una vida espiritual estática y tranquila. 

A partir de que tu decisión, tu sí, te compromete a seguirlo hasta el final, el camino se torna difícil y en ocasiones, muy "cuesta arriba"

Requiere "cargar con tu propia cruz", abandonar tu "zona de confort", e incluso, a los tuyos. Requiere altas dosis de coraje y valentía, y encierra mucho trabajo, bastantes decepciones y algo de sufrimiento. Vamos,  que Cristo es para valientes o para locos (2 Corintios 11,23). Y yo estoy muy loco.

5. Pecador

Pablo sabía que no era un hombre perfecto. Consciente de sus pecados y de sus defectos, ayudaba a otros a luchar por la santidad: desde la aceptación de los instintos de la carne, es Dios quien nos levanta hacia Él, quien nos ama y nos quiere "hacer suyos", es decir santos como Él.

"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo. Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
"(Romanos 7,15, 18, 22-25).

Y es que en muchas ocasiones me pasa como al apóstol: que no entiendo o no sé lo que a hago o por qué, aunque una cosa tengo clara: que mi mirada está fija en alcanzar la perfección, es decir, la santidad. 

No pretendo decir que yo sea mejor cristiano que otros o más perfecto. 

Muy al contrario, soy consciente de lo mucho que me falta para la santidad pero mi corazón ardiente me impulsa a correr hacia Él, que es perfecto y santo; me insta a mirar hacia adelante y nunca hacia atrás; me insta a "dejarlo todo por Él".

"No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús(Filipenses 3,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

Esto es, fundamentalmente, lo que sostiene mi fe: que Jesucristo vino a salvar a hombres como yo, pecadores; que Dios me ofrece misericordia, que es amor inmerecido, amor a un miserable; que Dios es  absolutamente asombroso, porque nos ama a pesar de nosotros mismos. Y por eso, en mi debilidad, pongo toda mi confianza en Dios.

6. Comprometido


El compromiso de Pablo con Cristo se hace evidente en su madurez espiritual, en su humildad y en su servicio a los demás.

Pablo estaba convencido que seguir a Cristo significa servir a los demás, y aunque formalmente educado a los pies de un maestro famoso (Hechos 22, 3), Pablo sirvió a otros sin tratar de deslumbrar ni de exaltarse a sí mismo. Por el contrario, instó a todos los cristianos a vivir como él: completamente para la gloria de Dios en Cristo.

Por eso, al igual que Pablo, mi compromiso es servir a los demás para la gloria de Dios. Hablo en serio: no me gustan nada las medallas ni las palmaditas en la espalda ni los reconocimientos. ¿Por qué? Porque es por eso que todas las cosas existen (incluido yo): para la gloria de Dios.


"Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén."(Romanos 11,36).




domingo, 19 de junio de 2016

SER CRISTIANO, ALGO MÁS QUE VESTIR LA CAMISETA


En el mundo, muchas personas afirman ser del Real Madrid, que se consideran "madridistas" y visten su camiseta, pero ¿realmente lo son? ¿vestir su camiseta les hace ser madridistas? ¿conocen los requisitos necesarios para pertenecer al Real Madrid?¿pueden certificar su pertenencia al club? ¿Acuden al campo cada domingo? ¿se alegran cuando el equipo gana y se entristecen, cuando pierde? ¿conocen los nombres de los jugadores? ¿saben la historia del club? ¿viven su pasión por el equipo con fervor o sólo se apuntan a sus triunfos? ¿qué dice su forma de actuar sobre su pertenencia o no? 

De la misma manera, muchas personas afirman ser de Cristo, es decir, se consideran "cristianas", pero ¿realmente lo son? Uno puede estar convencido de ser cristiano (incluso un buen cristiano) por el simple hecho de enfundarse la camiseta y sin embargo, estar jugando con otro equipo. No por decir que soy cristiano, lo soy. Es preciso discernir sobre lo que Dios y su Palabra dicen sobre lo que significa ser un cristiano realmente. 

Nuestra vida es como una carrera donde no importa el orden de llegada sino tan sólo cruzar la meta. Una carrera donde existen personas equipadas con ropa deportiva, zapatillas y dorsal que corren en una dirección, otras dando vueltas en circulo, otras están paradas o sentadas, tomándose un refrigerio y no se mueven, e incluso algunas corren en la dirección contraria. 

Todos creen formar parte de la carrera puesto que llevan dorsal; todos se creen corredores porque visten camiseta y deportivas, y todos creen estar en forma y en condiciones de llegar a la meta. Pero ¿llegarán a la meta dados su ritmo o a su dirección? ¿Están realmente corriendo la carrera? y lo más importante, ¿están corriendo en la dirección correcta? ¿Qué implica ser cristiano?

Ser parte de la "plantilla" de Dios

Ser cristiano no depende de que nosotros digamos serlo sino que Dios, que ve el corazón, sabe quien es y quién no (Lc 10,20; Jn 10,14; Fil 4,3; Ap 20,15). Para vestir la camiseta de cristiano, primero Dios nos tiene que "fichar". ¿Cómo? Por medio de Cristo nos rescata del pecado, nos cambia la camiseta de pecador. 

En Mateo 25,31-32 y 41-46 se muestra cómo Cristo separará a su pueblo del resto, como el pastor separa las ovejas de las cabras y cómo algunos que creían ser ovejas serán apartados.

En Mateo 7, 21-23 dice que no todo el que se considere cristiano se salvará sino el que hace la voluntad de Dios y que muchos dirán haber obrado como cristianos y sin embargo, Jesucristo los apartará.

La Palabra de Dios nos muestra que Jesús es el Juez y quien separa el rebaño. Tener fe es algo más que una decisión de corazón; ser cristiano implica algo más que tener fe; significa experimentar a Dios y hacer su voluntad, no la nuestra o lo que nosotros creemos que debe ser.

Vestir una "camiseta nueva"

El hombre, por el pecado, está alejado de Dios y espiritualmente muerto. Por ello, es necesario "nacer de nuevo" como don gratuito de Dios (Jn 3,1-8). No se trata de un nacimiento físico sino espiritual ni tampoco de una mejora personal: es preciso un cambio radical.

Dios promete intervenir y salvarnos (Ez 36,26-27) como acto unilateral y misericordioso. Es lo que llamamos "conversión": Dios por su amor misericordioso y regenerador nos cambia, nos transforma, nos convierte a otra forma de ser y actuar, es decir, nos vestimos con una camiseta nueva. 

El "nuevo nacimiento" o conversión es un acto invisible de Dios que se refleja en los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Ga 5,22-24).

Saber lo que implica el "escudo" 

Muchas personas reconocen la figura de Jesucristo, incluso los demonios, pero esto no les hace cristianas. Ser cristiano es creer en Él, tener fe en Él, confiar en Él. Y uno confía en alguien a quien ama. Sin amor no es posible la confianza.


El amor y la fe es lo que diferencia a un cristiano del resto pero no se puede creer ni amar a alguien a quien no se conoce (Ro 10,14). Al enfundarnos la nueva camiseta de cristiano, debemos conocer al capitán, lo que se requiere para vestir la camiseta y cómo hacerlo.

Por tanto, lo primero que se requiere es conocer a Dios, lo que dice, lo que hace, cómo es, para después, adoptar una decisión personal y sincera de confiar en Él, de amarle.


Luchar "hasta el final"

Un verdadero cristiano lucha y persevera hasta el final. No se rinde pues confía plenamente en la obra de Dios, su unión con Cristo, su "capitán" y su adhesión al "escudo" son completas.

Muchos, ante las dificultades o las presiones de su entorno, prefieren estar en el banquillo o buscarse otro equipo, donde la exigencia sea menor. Se quitan la camiseta y dejan de ser cristianos. En realidad, nunca lo fueron de verdad, porque si fueran auténticos cristianos perseverarían hasta el final.

Ser cristiano implica luchar hasta el final sabiendo que tenemos el apoyo y la recompensa de Jesucristo,  nuestro "capitán", que siempre obra en nosotros, insuflándonos ánimo, fortaleza y confianza.

"Amar los colores"

Una de las transformaciones más importantes y visibles de nuestra conversión a Cristo es el crecimiento de amor genuino por los demás. Al vestir la camiseta de cristiano, comenzamos a amar al resto del equipo, a "amar los colores".

Un cristiano se diferencia del resto de equipos por tres formas de amar los colores:
  • Amar a los del equipo. "En esto conocerán que sois mis discípulos"(Jn 13, 34-35), actuando así, sabrán de qué equipo somos. Amarse los unos a los otros representa el "escudo cristiano", significa cuidarse, apoyarse, compenetrarse. La fe se vive en comunidad y los partidos se ganan en equipo. 
  • Amar a los equipos más débiles. "Si lo hacéis a vuestro hermano, a mí me lo hacéis" (Mt 25, 34-40), obrando así, daremos a conocer los valores del equipo. Amar a los pobres, a los necesitados implica un patrón de vida distinto del resto, significa dar la mano a los débiles, preocuparnos por ellos y nunca mirarlos por encima del hombro.
  • Amar a los equipos rivales. "Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis? (Lc 6, 27-36), procediendo así demostramos lo más difícil: amar a nuestros rivales, a quienes están en nuestra contra, a los del otro equipo.
Un cristiano ama a otros cristianos, a los necesitados y a sus enemigos porque han nacido de Dios y Dios es amor (Jn 4,7).

Esas somos las personas a quienes Dios ama, aunque no le demos ninguna razón para amarnos, aunque no podamos pagarle y aunque le neguemos. Dios nos ama. Así, un cristiano no sólo ama a los de su equipo sino que amando a otros muestra a qué equipo pertenece.