¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 25 de octubre de 2016

ESOS MARAVILLOSOS GRUPOS PEQUEÑOS

Resultado de imagen de grupos pequeños

Cuando se trata de formar una comunión cristiana auténtica, el tamaño importa: Cuánto más pequeño, mejor. 

Esto no quiere decir que asistiendo a una eucaristía, o en una adoración eucarística con una multitud no vayamos a formar comunidad, si no que es prácticamente imposible establecer una comunión completa con cada una de las personas que asistan. 

Cuando un grupo supera las 10 personas, la intimidad es difícil de conseguir. Y sin intimidad no se consigue crear comunidad. 

Por desgracia, la creación de grupos pequeños dentro de la parroquia no garantiza que las personas experimenten una verdadera comunidad. Muchas catequesis, grupos de Biblia o de cualquier otra cosa, pueden crear una comunidad a nivel superficial pero no será una comunidad genuina.

Sin embargo, en esos maravillosos grupos pequeños donde existe comunión e intimidad se comparte la vida, se genera un espacio donde las personas viven en una total comunión, centrándose en cuatro elementos esenciales: la autenticidad, la reciprocidad, la simpatía y piedad.

Autenticidad

La comunión auténtica no es superficial, sino genuina, de corazón a corazón, a veces visceral. Sucede cuando las personas honestas comparten lo que son y lo que está sucediendo en sus vidas, cuando comparten sus heridas, revelan sus sentimientos, confiesan sus fracasos, dan a conocer sus dudas, admiten sus temores, reconocen sus debilidades, y piden ayuda y oración.

Por supuesto, ser auténticos requiere coraje y humildad. Significa que nos enfrentamos a nuestro miedo a la exposición pública, al rechazo, y a ser herido de nuevo. 

¿Por qué alguien debe correr ese riesgo? Porque es la única manera de crecer espiritualmente y mantener la salud emocional. 

La Biblia dice: "Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder." (Santiago 5, 16). 

Sólo creceremos si asumimos riesgos, y el más difícil de todos los riesgos es ser honestos con nosotros mismos y con los demás.

Reciprocidad

La reciprocidad es el arte de dar y recibir. Está en función de uno al otro. 

La Biblia dice: "Y es que Dios hizo el cuerpo, dando mayor honor a lo menos noble, para evitar divisiones en el cuerpo y para que todos los miembros se preocupen unos de otros. Así, si un miembro sufre, con él sufren todos los miembros; si un miembro recibe una atención especial, todos los miembros se alegran." (1 Corintios 12, 24-26). 


La reciprocidad es el corazón de la comunión. Es la construcción de relaciones de doble dirección, es compartir responsabilidades y ayudar a los demás. 

El apóstol Pablo dijo: "Así nos animaríamos mutuamente unos a otros con la fe."(Romanos 1,12). 

Todos somos más constantes en la fe cuando otros caminan junto a nosotros y nos animan. 

La Biblia nos exhorta más de 50 veces en el Nuevo Testamento a realizar diferentes tareas de "unos a otros": "busquemos la paz y la ayuda mutua." (Romanos 14,19).

Empatía

La empatía no es dar consejos u ofrecer ayuda rápida y cosmética; la empatía se demuestra entrando en el dolor de los demás y compartiendo el propio: "Ayudaos unos a otros a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo." (Gálatas 6, 2).

La empatía dice "entiendo lo que te pasa, y lo que sientes no es ni extraño ni raro." 

La cercanía en el sufrimiento es el nivel más profundo de comunión más profunda. Es el lugar donde entramos en el dolor de los demás y somos capaces de llevar las cargas de los otros.

Nos necesitamos unos a otros, sobre todo, en tiempos de crisis profundas, de penas, y de pérdidas. 

Cuando las circunstancias nos aplastan hasta el punto que se tambalea nuestra fe, es cuando tenemos amigos que nos apoyan. En un grupo pequeño, el Cuerpo de Cristo es real y tangible.

Misericordia

La comunión es un lugar de gracia, un espacio donde los errores no se echan en cara sino que se borran. La comunión se produce cuando se antepone la misericordia a la justicia.

Todos necesitamos la misericordia, porque todos tropezamos y caemos, y requerimos ayuda para volver a levantarnos. 


Necesitamos ofrecer misericordia y estar dispuesto a recibir la misericordia de los demás. 

Cuando alguien peca, Dios dice: "que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza." (2 Corintios 2, 7).

El perdón debe ser inmediato, con independencia de que una persona lo pida o no. No se puede tener comunión sin perdón. Y el mejor lugar para restablecer la confianza es dentro de un pequeño grupo que ofrece estímulo y disculpa.

La verdadera comunión es una parte esencial de la vida cristiana. No puede pasarse por alto. 

La construcción de pequeños grupos o células de fe en torno a la autenticidad, la reciprocidad, la empatía y la misericordia proporcionará un lugar donde sus miembros encontrarán la comunión entre ellos y con Cristo.





jueves, 5 de mayo de 2016

LA RESURRECCIÓN DEL AMOR

We all need a love resurrection
Just a little divine intervention
(Alison Moyet)



"Todos necesitamos resucitar al amor, tan sólo basta una pequeña intervención divina". Lo que Alison Moyet desconocía es que ya la hubo y no fue pequeña, precisamente. 

Jesucristo, con su muerte y resurrección, nos ha enseñado el verdadero significado del amor: nos amó hasta el extremo, incondicionalmente, tal y como somos, y a la vez, nos perdonó.

Con Él, resucitamos al amor. Con su perdón, somos restaurados en el amor. Jesús no esperó a que le pidiéramos perdón, se lanzó a nosotros con los brazos abiertos.

Este fin de semana escuche al padre Roel preguntar "¿Quién debe dar el primer paso, el que debe perdonar o el que debe ser perdonado?" Su respuesta fue muy sencilla: "Quien más ame".  

Si tú eres el que más ama, lánzate y perdona. Cristo lo hizo.

Nuestro Padre misericordioso nos ofrece como gracia, la posibilidad continua de ser perdonados en el sacramento de la reconciliación. 

Reconcíliate con el Señor y corre a perdonar a tu hermano.

Alguien dijo en una ocasión que "el amor es una planta que se riega con paz y con perdón". ¡Qué gran verdad!

El amor no puede crecer con raíces de rencor ni con ramas de odio. 

El prejuicio y la intolerancia son males que se han convertido en una epidemia que destruye bosques enteros de humanidad. 

El odio ha matado al amor. Por ello, necesitamos regarlo con ríos de perdón y torrentes de paz.

El amor todo lo perdona, no lleva cuenta, no es rencoroso, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo (1 Corintios 13, 4-8).

El amor alienta.... el odio destruye. 
El amor atrae.... el odio rechaza. 
El amor confía.... el odio sospecha. 
El amor tranquiliza.... el odio altera. 
El amor espera.... el odio desespera. 
El amor consuela.... el odio crispa. 
El amor perdona.... el odio intriga. 
El amor vivifica.... el odio mata.
El amor es dulce.... el odio es amargo.
El amor es pacífico.... el odio es guerrero.
El amor es luz.... el odio es tiniebla.
El amor es humilde.... el odio es vanidoso.
El amor es espiritual.... el odio es carnal.
El amor es sublime.... el odio es triste.

martes, 25 de agosto de 2015

IGLESIAS DE PUERTAS ABIERTAS



  
“Pensad en una madre soltera que va a la Iglesia, a la parroquia
y le dice al secretario: 'Quiero bautizar a mi niño'.
Y el que la acoge le responde: 'No. Tú no puedes porque no estás casada'.
Esta chica que tuvo el coraje de continuar con su embarazo 
y no devolver a su hijo al remitente 
¿qué encuentra? Una puerta cerrada.

Pensad en dos novios que quieren casarse 
y se presentan en la secretaría de una parroquia 
y, en vez de apoyo o de felicitaciones, oyen enumerar los costes de la ceremonia
o les preguntan si sus documentos están bien.
En lugar de abrir las puertas, las cerramos.
en lugar de ser facilitadores de la fe, somos controladores.”

Papa Francisco


Quien se acerca a la Iglesia debe encontrar las puertas abiertas y no fiscales de la fe. Y así, si seguimos este camino y con esta actitud, no estamos haciendo bien a la gente, al Pueblo de Dios." Jesús creó los siete sacramentos y con este tipo de actitud creamos un octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral!”.

Se trata de una dura crítica para quienes pretenden ser más papistas que el papa y que posiblemente tendrían que entender que cerrar esa puerta es siempre un contrasentido y está muy lejos de la misericordia divina y del mensaje de Jesucristo.

En el evangelio de Marcos 10, 13-16, Jesús reprocha a los discípulos la intención de alejar de él a los niños que la gente llevaba para pedir una caricia. 

Los discípulos proponían “una bendición general y después todos fuera”, pero ¿qué dice el Evangelio? Que Jesús se indignó diciendo “dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. A quien es como ellos pertenece el Reino de Dios”.

Es “una tentación que tenemos; la de adueñarnos, apropiarnos del Señor”. Lo mismo le pasaba al hijo mayor de la parábola del hijo prodigo o a los mismos apóstoles cuando Jesús los reprende por impedir a la gente acercarse a él. No lo hacían por maldad: querían sólo ayudarle. Lo mismo hicieron aquellos que en Jericó, trataron de hacer callar al ciego que, advertido de la presencia de Jesús, gritaba para atraer su atención y hacerse salvar.

Dios es grande, perdona siempre, ama al pecador pero aborrece el pecado y, en el peor de los casos, ¿qué culpa tienen los niños o los que buscan encarecidamente a Dios? Jesús quiere que todos se acerquen a Él. Nunca se pueden cerrar las puertas de la Iglesia a quien con un buen fin acude a ella. Las iglesias no son oficinas donde presentar documentos y papeles cuando se pide entrar en la gracia de Dios.  Fuera burocracia!!!

Hay mucho resentimiento entre los “justos” y los “rectos.” Hay mucho juicio, condena y prejuicio entre los “santos.” Hay mucha ira entre la gente que está tan preocupada por evitar el “pecado.”

¿Qué hace más daño, la lujuria del hijo menor o el resentimiento del mayor? ¿Quién está más perdido, el hijo que regresa o el que ha estado siempre en casar? ¿Qué alegra más al padre, el arrepentimiento del menor o la recriminación del mayor?

Todos estamos llamados a confiar en el amor misericordioso de Dios, que lo perdona todo y a convertirnos, ya seamos uno u otro hijo.

Jesús dice: En la casa de mi Padre hay sitio para todos. (Juan 14,2). Cada hijo de Dios tiene su sitio, todos ellos son hijos de Dios. Tenemos que dejar de lado cualquier intento de comparación, cualquier rivalidad o competición, y rendirnos al amor del Padre entrando en casa y festejando el regreso de nuestro hermano. 

Mientras permanezcamos fuera, en la oscuridad, sólo podremos experimentar la queja y el resentimiento. Fuera de la luz, nuestro hermano menor parece más querido por el Padre que nosotros; más aún, fuera de la luz, ni siquiera lo reconocemos como nuestro hermano.


Jesús es enviado por el Padre para revelar el amor duradero de Dios hacia todos sus hijos (perdidos o resentidos) y para ofrecerse a sí mismo como el camino para llegar a casa. Jesús es el camino de Dios para hacer que lo imposible sea posible, para dejar que la luz conquiste la oscuridad, para dejar que todos se acerquen al Padre.




domingo, 23 de agosto de 2015

IGLESIA EN MOVIMIENTO


Movimiento e Iglesia han ido siempre de la mano. Desde los comienzos del cristianismo, la Iglesia ha tenido que moverse para cumplir el mandato de Cristo de evangelizar. Hoy día, debería ocurrir lo mismo!

Los movimientos eclesiales son comunidades de laicos dentro de la Iglesia católica que tienen una determinada forma de llevar a cabo o vivir la fe católica y están dedicadas a la evangelización y actividad misionera. 

Pero hoy no hablamos de movimientos eclesiales sino de actitudes individuales y/o colectivas concretas, dirigidas a todos los cristianos...estén "en movimiento" o "en paro".

¡Renueva tu parroquia!

Muchos cristianos tienen a su parroquia tan sólo como una cita semanal. “Fichan” a la entrada y a la salida como si fuera su trabajo y luego se van a casa, quejándose de “lo muerta que está la iglesia” y no hacen nada! 

La Iglesia estará tan viva y vibrante en tanto en cuanto lo estén sus miembros, porque ¡ellos son la iglesia! El apóstol Pablo dijo: “Todos somos parte del cuerpo de Cristo”, y como tal, se nos pide que hagamos un trabajo específico en el cuerpo. 

Comprométete con tu parroquia; busca la forma en la que tus talentos, tus dones y los de toda la comunidad sirvan para que tu parroquia esté viva y en continuo crecimiento.

¡Sé un discípulo misionero!

Echa un vistazo a la naturaleza: una planta crece y se desarrolla hasta un determinado momento, en el que ya no puede crece más. Entonces, da fruto y se reproduce. 

La parroquia es como una planta: debe crecer, dar fruto abundante y reproducirse mediante el discipulado.

Sirve en tu parroquia, sé voluntario, dale a alguien tu regalo de más valor, tu tiempo. Da a conocer a Jesús a otras personas y serás un autentico discípulo misionero.

Dios no desea que nos pongamos muy cómodos en esta vida. Jesús nos enseñó el camino: dejó su casa, su familia, su zona de confort y salió a contarle al mundo el plan de Dios. No es un camino de rosas, pero nada que valga la pena jamás será fácil.

¡Comparte experiencias con otras parroquias!

Esto no quiere decir que tengas que cambiarte de parroquia ¡No, no necesariamente!, sino simplemente que aprendas como otros cristianos honran a Dios. 

El cristianismo ha sido siempre una fe comunitaria, grupal. La Iglesia no son reductos individuales y autónomos; todas las comunidades deben estar conectadas entre sí. 

Debemos de buscar a Dios juntos, compartiendo conocimientos y experiencias y así podemos ser de mucha utilidad los unos con los otros y ayudarnos durante las dificultades a las que tengamos que enfrentarnos.

Es muy edificante conocer a personas que tienen formas, costumbres y métodos diferentes y que también son nuestros hermanos, aunque sean de otra parroquia. Ver cómo otros trabajan, sirven, oran o adoran puede ayudarte a entenderlos mejor y quizás a valorar la propia manera de adorar de tu parroquia. 

¡Alaba a Jesús con música!

Nada toca nuestro espíritu ni alegra nuestro corazón tanto como la música. 

Esto explica por qué ha sido una parte tan importante en la historia del hombre. 

Jesús quiere gozo en su casa, quiere risas y quiere canciones. No tengamos vergüenza de alabar a Dios con la alegría de la música sea del tipo que sea, clásica o moderna, pop o hasta Hip Hop…


¡Perdona siempre!

Es una de las cosas más difíciles a lo cual somos llamados como cristianos. Cuando nos hieren es muy difícil soltar el dolor causado por las heridas. Queremos justicia, venganza, castigar a quienes nos han herido. 

Pero si no perdonamos, también nos hacemos daño a nosotros mismos. Llenamos nuestro corazón de resentimiento y odio. Cristo nos llama a despojarnos de todo rencor y a perdonar así como hemos sido perdonados. 

Cuando perdonamos lo hacemos también por nosotros mismos.

¡Escucha a Dios!

Dios puede hablarnos en medio de las tormentas y torbellinos de la vida, pero muy a menudo nos habla a través del leve susurro de su voz; el cual muchas veces queda apagado por el ruido del mundo moderno y sus afanes. 

Ora continuamente, escucha, toma tiempo todos los días para estar alerta, en silencio y quizás te sorprendas de lo que escuches.



martes, 18 de agosto de 2015

LAS SIETE FRASES DE JESÚS EN LA CRUZ




Jesucristo murió en la cruz para redimir a la humanidad, para salvarnos de nuestros pecados a causa de su amor por nosotros.

Pero antes de morir y según consta en los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, Jesucristo pronunció siete frases en la cruz.  El de Mateo y el de Marcos, mencionan solamente una, la cuarta. El de Lucas relata tres, la primera, segunda y séptima. El de Juan recoge las tres restantes, la tercera, quinta y sexta.

1- PERDÓN

"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen."
Lucas 23,34

La humanidad entera, representada por los personajes allí presentes, se ensaña contra Jesús.Me dejareis sólo”, había dicho Jesús a sus discípulos. Y ahora está solo, entre el Cielo y la tierra.Se le negó incluso el consuelo de morir con un poco de dignidad.

Jesús no sólo perdona, sino que pide el perdón de su Padre para los que lo han entregado a la muerte.

Jesús mira hacia abajo, desde la cruz  y ora por los culpables de darle muerte, los soldados romanos que cruelmente, le han azotado, torturado escupido, golpeado, maltratado y que le han clavado en la cruz.

También por los que le han condenado a muerte, (Caifás y los sumos sacerdotes del Sanedrín), castigado a subir con su propia cruz, luego desnudado en público, tendido sobre la cruz, clavado a través de sus huesos de manos y pies.

Jesús también está pensando en sus apóstoles y compañeros que le han traicionado y abandonado, reza por Judas que lo ha vendido, por Pedro que lo ha negado tres veces, por la multitud voluble, que sólo unos días antes le alabaron, en su entrada a Jerusalén, y luego días más tarde prefirieron optar por Él frente a Barrabás, para ser crucificado, gritando su crucifixión. También por los que se reían y mofaban de Él.

Y no sólo pide el perdón para ellos, sino también para todos nosotros, para la humanidad entera, para todos los que con nuestros pecados somos el origen de su condena y crucifixión. 
  
Pero Jesús no reacciona con ira. En el apogeo de su sufrimiento físico, su amor prevalece y le pide a su Padre que perdone, pero es por su mismo sacrificio en la Cruz que la humanidad es capaz de ser perdonada!

Hasta sus últimas horas en la tierra, Jesús predica el perdón. Él enseña el perdón en la oración del Señor: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mateo 6,12).

Cuando se le preguntó por Pedro, ¿cuántas veces deberíamos perdonar a alguien, Jesús responde setenta veces siete (Mateo 18, 21-22).

En la Última Cena, Jesús explica su crucifixión a sus apóstoles cuando les dice a beber de la copa: "Bebed todos de ella todos, porque esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados "(Mateo 26, 27-28).

Él perdona al paralítico de Cafarnaúm (Marcos 2,5), y la adúltera sorprendida en el acto ya punto de ser lapidada (Juan 8, 1-11).

E incluso después de su resurrección, su primer acto es comisionar a sus discípulos a perdonar: "Recibid el Espíritu Santo a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados si los retengáis, les quedan retenidos." (Juan 20, 22-23).

2- SALVACIÓN

"En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso."
Lucas 23,43

Ahora no se trata sólo de los líderes religiosos o los soldados que se burlan de Jesús, sino de uno de los criminales que habla en favor de Jesús, explicando que ellos dos están recibiendo su justo castigo, mientras que "este hombre no ha hecho nada malo." Luego, dirigiéndose a Jesús, le dice: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino" (Lucas 23,42). 

La fe maravillosa de este pecador arrepentido hace que Jesús, haciendo caso omiso de su propio sufrimiento, le  responda con amor y misericordia con su segunda palabra, que es otra vez sobre el perdón, esta vez dirigido a un pecador.

Del mismo modo que la primera palabra, esta expresión bíblica se encuentra sólo en el Evangelio de Lucas. Jesús muestra su divinidad abriendo el cielo por un pecador arrepentido - tal generosidad de un hombre que sólo pidió ser recordado!

Pero el verdadero regalo que Jesús le hacía a aquel hombre, no era solamente el Paraíso. Jesús le ofreció el regalo de sí mismo. Lo más grande que puede poseer un hombre, una mujer, es compartir su existencia con Jesucristo.

Hemos sido creados para vivir en comunión con él y por ello, nos ofrece esperanza para la salvación, ya que si volvemos nuestros corazones y oraciones a Él, también vamos a estar con Jesús Cristo al final de nuestras vidas.

3- IGLESIA

"Jesús le dijo a su Madre:" Mujer, ahí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Esta es tu madre."
Juan 19,26-27

Jesús y María están juntos de nuevo, al comienzo de su ministerio en Cana y ahora al final de su ministerio público, a los pies de la Cruz.

El Señor se refiere a su madre como mujer en la fiesta de bodas de Caná (Juan 2, 1-11) y en este pasaje, recordando a la mujer en Génesis 3,15, la primera profecía mesiánica del Redentor, y anticipándose a la mujer vestida del sol en Apocalipsis 12.

Dios eligió a María desde siempre para ser Madre de Jesús, pero también para ser Madre de los hombres.

Jesús crucificado confía a María una nueva maternidad, crea desde la cruz “una familia nueva”. Forma la Iglesia y le otorga el papel maternal a la madre de Jesús, para que cuide de su nuevo hijo y al discípulo le enseña a quien debe querer, respetar y obedecer.

Qué dolor debe llenar el corazón de María, a ver a su Hijo denostado, torturado y crucificado. El sufrimiento de su hijo la hizo a Ella Corredentora, compañera en la redención.

Una vez más, se cumple en Cristo otra profecía, de Simeón en el Templo: “una espada atraviesa el alma de María” (Lucas 2,35).

Hay cuatro personas al pie de la cruz: María, su Madre, Juan, el discípulo a quien él amaba, María de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena. Él dirige su tercera palabra a María y Juan, el único testigo ocular de los escritores de los Evangelios.

De nuevo, Jesús se eleva por encima de la ocasión, y sus preocupaciones son para los que le aman. El buen hijo que Él es, Jesús se preocupa por el cuidado de su madre. De hecho, este pasaje ofrece una prueba de que Jesús era el único hijo de María, porque si él tenía hermanos o hermanas, se habrían preocupado por ella. Pero Jesús mira a Juan y le pide cuidar de ella.

También queda demostrado que San José estaba ausente; probablemente, habría muerto antes de la crucifixión, o de lo contrario habría sido el encargado de cuidar de María y también estaría allí.

4- SOLEDAD

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
Mateo 27,46 y Marcos 15,34

Esta fue la única expresión de Jesús en los Evangelios de Mateo y Marcos. Ambos indican que fue en la novena hora, después de tres horas de oscuridad, cuando Jesús clamó esta cuarta palabra. La novena hora eran las tres en Judea.

Sorprende el tono angustiado de esta expresión, en contraste con las tres primeras palabras de Jesús. Este grito sale desde el corazón doloroso y humano de Jesús, que debió sentirse abandonado por su Padre y por el Espíritu Santo, amén de sus compañeros terrenales, los discípulos.

Para subrayar su absoluta soledad, Marcos incluso dice que sus seres queridos  estaban allí "mirando desde lejos," no cercanos a él. Jesús se siente separado de su Padre, ahora está solo y tiene que enfrentarse a la muerte por sí mismo.

Esto es exactamente lo que nos sucede a todos nosotros cuando llega el momento de nuestra muerte, que debemos afrontarla solos! Jesús vive por completo la experiencia humana, al igual que nosotros, y al hacerlo, nos libera de la esclavitud del pecado.

Su cuarta palabra es tal y como empieza el Salmo 22: su grito en la cruz recuerda el grito de Israel, y de todas las personas inocentes que sufren. En el Salmo 22, capítulos16-19, David hace una profecía sorprendente de la crucifixión del Mesías en un momento en que no se conocía la existencia de la crucifixión: "Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte. Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran, repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica".

No puede haber un momento más terrible en la historia del hombre como ese. Jesús, que vino a salvarnos es crucificado, y da cuenta del horror de lo que está sucediendo y lo que ahora está soportando. Está a punto de ser engullido por el mar embravecido del pecado. El mal triunfa, como admite Jesús: "ahora reinan las tinieblas, y es su hora" (Lucas 22,53). Pero es sólo por un momento. La carga de todos los pecados de la humanidad por un momento abruma la humanidad de nuestro Salvador.

Es en la derrota de su humanidad donde se completa el plan divino de su Padre. Es por su muerte que somos redimidos. "Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno." (I Timoteo 2, 5-6).

"El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados". (I Pedro 2,24)


5-SUFRIMIENTO

"Tengo sed".
Juan 19,28
La quinta palabra de Jesús es la única expresión humana de su sufrimiento físico. Jesús está ahora en estado de shock. Las heridas infligidas en la flagelación, la corona de espinas, y el clavado en la cruz están dando resultado, especialmente después de perder sangre en la caminata de tres horas por la ciudad de Jerusalén hasta el. Los estudios sistemáticos de la Sábana Santa de Turín, indican que la Pasión de Jesús fue mucho peor que uno pueda imaginarse.

El sufrimiento de Cristo simboliza también el sufrimiento del ser humano aun en la mayor de las fes.

Jesús tiene sed en un sentido espiritual. Él tiene sed de amor. Él tiene sed de amor de su Padre que lo ha abandonado durante esta hora terrible cuando Él tiene que cumplir su misión solo, no alejándose de Él, sino privándole de su socorro.

Y él tiene sed de amor y de la salvación de su pueblo, la raza humana. Jesús practicaba lo que predicaba: "Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, dar la vida por sus amigos". Juan 15, 12-13

También evoca la sed espiritual que Cristo experimentó junto al pozo de la samaritana.

6- CUMPLIMIENTO

"Todo está cumplido"
Juan 19, 30

Se trata de la proclamación en boca de Cristo del cumplimiento perfecto de la Sagrada Escritura en su persona. Jesús era consciente de que había cumplido hasta el último detalle su misión redentora y la culminación del programa de su vida: cumplir la Escritura haciendo siempre la voluntad del Padre. Más que una palabra de agonía, es de victoria, "todo está concluido".

Juan recuerda el sacrificio del Cordero de la Pascua de Éxodo 12 en este pasaje. El hisopo es una planta medicinal pequeña que se usó para rociar la sangre del Cordero Pascual en las puertas de las casas de los judíos (Éxodo 12,22). El Evangelio de Juan relata que fue el día de la preparación, el día antes de la Pascua real (Pesaj en hebreo, Pascha en griego y latín), cuando Jesús fue condenado a muerte (19,14) y se sacrificó en la cruz (19,31).

Juan continúa en los versículos 33-34: "Pero cuando llegaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas", recordando la instrucción en Éxodo 12,46 relativa al Cordero Pascual.

Murió a la hora novena (tres de la tarde), casi al mismo tiempo que los corderos de la Pascua fueron sacrificados en el Templo. Cristo se convirtió en el Cordero Pascual, como señaló Pablo: "Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado." (I Corintios 5, 7). El Cordero inocente fue sacrificado por nuestros pecados, para que nosotros pudiéramos ser perdonados. La sexta palabra es el reconocimiento de que el sufrimiento de Jesús ha terminado y se ha completado su tarea. Jesús es obediente al Padre y le da su amor por la humanidad al redimirnos con su muerte en la Cruz.

El día más oscuro de la humanidad se convirtió en el día más brillante para la humanidad. Y los Evangelios sinópticos, al unísono, capturaron esta paradoja,  narran el horror del evento, la agonía en el jardín, el abandono por parte de sus Apóstoles, el juicio ante el Sanedrín, la intensa burla y tortura sobre Jesús, su sufrimiento en soledad, la oscuridad sobre la tierra, y su muerte, crudamente retratada tanto por Mateo (27, 47-51) y Marcos (15, 33-38).

Por el contrario, la pasión de Jesús en el Evangelio de Juan expresa su realeza y demuestra que es su camino triunfal hacia la gloria. Juan presenta a Jesús como dirigiendo la acción durante todo el camino. La frase: "Consumado es" conlleva un sentido de logro

En Juan, no hay juicio ante el Sanedrín, sino que Jesús se presentó en el juicio romano como "He aquí vuestro Rey!" (Juan 19,14). Jesús no está tropezando o cayendo como en los evangelios sinópticos, sino que el camino de la cruz se presenta con majestad y dignidad, porque "Jesús salió llevando su propia cruz" (Juan 19,17). Y en Juan, la inscripción a la cabeza de la cruz está deliberadamente escrita "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos" (Juan 19,19).

Cuando Jesús murió, "entregó" el Espíritu. Jesús mantuvo el control hasta el final, y es Él quien entregó su Espíritu. No hay que perderse el doble sentido aquí, porque esto también puede ser interpretado como que su muerte trajo el Espíritu Santo.

El Evangelio de Juan revela gradualmente el Espíritu Santo. Jesús menciona agua viva en Juan 4, 10-11 cuando se encuentra con la mujer samaritana en el pozo, y durante la Fiesta de los Tabernáculos se refiere a agua viva como el Espíritu Santo en 7, 37-39. En la Última Cena, Cristo anuncia que pedirá al Padre que envíe "otro Paráclito para estar con ustedes siempre, el Espíritu de verdad" (14, 16-17).

La palabra Paráclito también se traduce como Consolador, Abogado, Intercesor o Consejero. "Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho." (14,26).

El simbolismo del agua para que el Espíritu Santo se hace más evidente en Juan 19,34: " sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua." La perforación de su lado cumple la profecía en Zacarías 12,10: " En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito.". La perforación del costado de Jesús prefigura los sacramentos de la Eucaristía (la sangre) y el bautismo (agua), así como el comienzo de la Iglesia.

7-OBEDIENCIA

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Lucas 23,46

La séptima palabra de Jesús se encuentra en el Evangelio de Lucas, y se dirige al Padre en el cielo, justo antes de morir. Jesús recuerda el Salmo 31, 6: " En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, Señor, Dios fiel, me librarás." Se interpreta como un ejemplo de la confianza que debe tener un cristiano ante la entrada en el mundo espiritual.

Lucas declara la inocencia de Jesús en repetidas ocasiones: con Pilatos (Lucas 23, 4, 14-15, 22), a través de Dimas (por la leyenda), el criminal (Lucas 23,41), e inmediatamente después de su muerte con el centurión, que cuando vio lo que había pasado, alabó a Dios y dijo: "Verdaderamente este hombre era justo" (Lucas 23,47).

Jesús fue obediente a su Padre hasta el final, y su última frase antes de su muerte en la cruz fue una oración a su Padre.

La relación de Jesús con el Padre se revela en el Evangelio de Juan, porque Él comentó: "El Padre y yo somos uno" (10,30), y de nuevo, en la Última Cena: ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. "(14,10). Y Él puede regresar: " Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre" (16,28).

Jesús cumple su propia misión y la de su Padre en la cruz:

"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga vida eterna”

Juan 3,16