¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

viernes, 18 de enero de 2019

EVANGELIZAMOS ¿EN MODO BABEL O MODO PENTECOSTÉS?

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Durante cinco años dedicado a la evangelización, he podido observar que, a menudo, cometemos y repetimos algunos grandes errores. 

A veces, proclamamos a Jesucristo por motivos que tienen poco o nada que ver con el amor: lo hacemos por inercia, porque es "lo que toca", por rivalidad, por aumentar el número de personas y el prestigio de una parroquia, etc. 

Otras, realizamos esfuerzos estériles motivados por un activismo desaforado y vacío de contenido, cuyo único interés camina hacia la búsqueda ansiosa de ser valorados o admirados. Se trata, sin duda, de una "evangelización en espiral".

¿Por qué digo esto?

Porque con demasiada frecuencia, nos "activamos" (o incluso nos "hiperactivamos"), nos "movilizamos" y "montamos" métodos evangelizadores con excesiva precipitación, "como si no hubiera un mañana", y luego pretendemos decirle a Dios que nos de su beneplácito. 

Nos perdemos en una espiral evangelizadora que gira alrededor del activismo, alejándonos del verdadero sentido de la misión que Cristo nos encomendó. Y así...no. Así no podemos llevar almas a Dios. Así no podemos servir a Dios y al prójimo.

El verdadero estilo de vida de los cristianos es el servicio, que nos hace estar abiertos y disponibles, amar a Dios y al prójimo, y trabajar con entusiasmo por el bien común. 

Si nuestro servicio a Dios está basado en la búsqueda de una recompensa, de un aplauso o de un halago, vano es nuestro esfuerzo. 

Si nuestra labor evangelizadora pretende recibir una especie de "fuerza mágica" con la que satisfacer nuestras necesidades, vano es nuestro afán.

Si nuestro apostolado se reduce a hacerlo "de vez en cuando" o "cuando nos viene bien", o si se ciñe a  hacerle un hueco a Dios en nuestra agenda o a darle un porcentaje de nuestro tiempo o de nuestro esfuerzovano es nuestro empeño.

Servir e
s imitar a Cristo, que se hizo servidor por amor a nosotros. Se trata de vivir sirviendo 

Si pensá
ramos (aunque sólo fuera por un instante) que Dios es nuestro único público, deberíamos preguntarnos: ¿por qué queremos evangelizar? ¿Por qué queremos servir a Dios y al prójimo? El "por qué" es casi tan importante como el "qué" para purificar nuestras intenciones con oración, humildad y amor a Dios.

San Pablo pone de manifiesto que se puede anunciar a Cristo por motivos no precisamente
buenos y rectos: "Algunos predican a Cristo por espíritu de envidia y competencia,… por rivalidad" (Filipenses 1,15-17). 

Hay dos fines fundamentales por los que podemos predicar a Cristo: o por nosotros mismos, o por Cristo. Consciente de esto, el Apóstol declara solemnemente: "No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo" (2 Corintios 4,5).

Por eso, yo planteo la cuestión: ¿servimos en modo Babel o en modo Pentecos
tés?



Babel o Pentecostés

Para ilustrar estos dos fines, fijémonos en la antítesis entre Pentecostés y Babel. ¿Por qué en Babel las lenguas se confunden y nadie entiende nada, si hablan la misma lengua, mientras que en Pentecostés todos se entienden, aun hablando lenguas distintas? ¿Por qué en Babel se dispersan y en Pentecostés se unen?

Al leer el relato en Génesis 11, 3-4, advierto una particular forma de ilustrar el activismo de los babilonios cuando, para escenificar esa "puesta en acción", comienza siempre las frases con un "Ea": "Ea, hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego"."Ea, edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo" .
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Sin embargo, si continuamos el relato, descubrimos que la finalidad de este activismo, de este "ea" de los constructores de la torre de Babel era erigir un templo "a" Dios, pero no "para" Dios. Lo construyen para hacerse famosos, para su gloria. Instrumentalizan a Dios. 

A la vez, su espíritu era de lucha, rivalidad y competitividad (¿nos suena?). Otra vez la rebelión a Dios y el deseo de "querer ser como Dios". A causa de este orgullo rebelde, nadie es capaz de entender a nadie, cada uno va "por su cuenta". Y así, Dios les confunde y les dispersa (Génesis 11,4-9). 

Resultado de imagen de espiritu santo en nuestras vidasEn cambio, en Pentecostés todos entienden a los apóstoles porque ellos "proclaman las grandes obras de Dios" (Hechos 2,11). No se proclaman a sí mismos, sino a Dios. Se han convertido radicalmente. Ya no discuten quién de ellos es el más grande, sino que están preocupados sólo de la grandeza y de la majestad de Dios. Están como borrachos, "ebrios" de su gloria. Éste es el secreto de esa conversión en masa de tres mil personas. Por eso, los asistentes en Pentecostés "sintieron que les traspasaba el corazón". 
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Así pues tenemos dos opciones donde situar la evangelización:

Si nos colocamos en "modo Babel", pretendiendo "alcanzar el cielo" y trabajando para hacernos famosos, o para hacer famoso a nuestro método, o para competir con otros cristianos, o para rivalizar con otros movimientos o parroquias, nos confundiremos, nos dividiremos más entre nosotros y nos dejaremos consumir por el espíritu de competición y de rivalidad.


Resultado de imagen de recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotrosSi nos colocamos en "modo Pentecostés", trabajaremos para la gloria de Dios, le tendremos como único público y anunciaremos su gran mensaje de amor con espíritu de humildad y de obediencia. Entonces, todos nos escucharán, las personas sentirán como el Espíritu de Dios traspasará sus corazones. Construiremos la torre que llega hasta el cielo, que es la Iglesia. Una torre "para" Dios.


Así, con una actitud humilde y obediente, la tentación mundana jamás podrá embaucarnos para rivalizar con otros o con Dios, ni el "espíritu del mundo" podrá seducirnos con halagos o alabanzas para buscar nuestra gloria personal, porque como Jesús dijo: "¡Yo no busco mi gloria!" (Juan 8,50). 

Hagamos nuestras estas palabras y meditémoslas repetidamente en nuestros corazones. Hagamos de ellas, nuestra jaculatoria particular, una especie de grito de guerra que haga temblar y retorcerse al mismo Satanás, el orgulloso:"¡Yo no busco mi gloria! ¡Yo no busco mi gloria!".


¡Gloria a Dios! ¡Sólo a Dios!

miércoles, 9 de enero de 2019

UNA COMUNIDAD DE ALVÉOLOS Y CÉLULAS MADRE

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"Miremos los unos por los otros 
para estimularnos en el amor y en las obras buenas; 
no abandonéis vuestras propias asambleas, 
como algunos tienen por costumbre hacer, 
sino más bien animaos mutuamente, 
y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." 
 (Hb 10, 24-25)

A menudo, los católicos decimos que la fe se vive en comunidad pero lo cierto es que no lo ponemos en práctica. Los católicos tenemos algunos "acuerdos" generalizados pero pocos "compromisos" interiorizados.

Una comunidad cristiana no crece y se desarrolla sólo con el hecho de ir a misa, por cantar juntos, o por limitarnos a darnos la paz (si acaso), para una vez concluida la Eucaristía, salir "escopetados" de la Iglesia.

Cristo comenzó su Iglesia formando un grupo pequeño de 12 miembros. En ese grupo, compartían todo, camino, viajes, formación, oración, comida...es decir, eran íntimos. A partir de esas doce personas, de esa "masa crítica", el cristianismo llegó hasta los confines de la Tierra.

Una comunidad que forma "masa crítica" a partir de grupos pequeños es vital para la salud y el crecimiento de una parroquia. En los grupos grandes la intimidad y la autenticidad son difíciles de encontrar, o al menos, de mantener. El ambiente que se genera es más "superficial", más "social", más "espacioso". 

Las relaciones mutuas, personales, auténticas e íntimas suceden mejor, de forma más natural y automática en grupos pequeños que en grupos grandes por varias razones: puedes escuchar, aprender, preguntar, compartir, involucrarte, comprometerte y, en general, abrirte para hablar de tu fe y mostrarte vulnerable con otras personas que están haciendo lo mismo que tú.

Este tipo de relación comunitaria no puede producirse en una Iglesia, desde una homilía ni desde un altar porque no hay conversación ni diálogo, ni comentarios ni preguntas. No hay espacio para entablar un coloquio ni solventar dudas.  

Un hecho es evidente: se pierde intimidad a medida que crece el número de personas que forman una comunidad. No puedes conocer a todos y tampoco abrirás tu corazón en un grupo grande de personas que apenas conoces. Pero además, ni la Iglesia es el lugar ni la Eucaristía, el momento.

Alvéolos pulmonares


Los grupos pequeños son como los "alvéolos pulmonares" que forman la primera fase del sistema respiratorio/circulatorio de una parroquia (comunidad). 
Son los terminales del árbol bronquial (parroquia), en los que tiene lugar el intercambio gaseoso entre el aire inspirado (fe) y la sangre (intimidad). Sin ellos, el oxigeno no llega a los pulmones, y por tanto, no se bombea sangre al corazón. 
Los grupos pequeños son la imagen de la parábola de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-8). La Iglesia es, como la vid y como el cuerpo humano, un organismo vivo donde la fuente de vida es Jesucristo y donde sólo en unión íntima con Él, podemos ser fecundos.
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Me parece que gran parte del discipulado católico, basado casi exclusivamente en las "catequesis", sólo trata de lo que necesitamos saber, y no con quién necesitamos estar. Creo sinceramente que "funcionan" poco. 

Muy a menudo nos preocupamos sólo por las pastorales, por los horarios, por el "hacer" y no por el "ser"... y no nos tomamos en serio el discipulado basado en la comunidad y las relaciones dentro de grupos pequeños.

No se puede construir una comunidad sólo a base de pastorales o de catequesis. Es necesario encontrar una estrategia para ínter-actuar. Y hacerlo con Cristo y con nuestros hermanos. Sólo así se genera comunidad. Sólo así la Iglesia se regenera, se revitaliza y produce fruto.

Células madre

Los grupos pequeños son auténticas "células madre de fe" especializadas, que brindan amistades profundas, que poseen capacidad regenerativa y expansiva (mitosis), convirtiéndose en células de responsabilidad y compromiso, que producen más células madre.

Cuando las personas te conocen realmente y tú les conoces en profundidad, nuestras vidas se vuelven mucho más transparentes, más sinceras, más "auténticas" y el nivel de entrega y compromiso aumenta considerablemente.

Los grupos pequeños son oportunidades para discutir los problemas con los que los cristianos nos enfrentamos, para animarnos en la fe, para alegrarnos en la fe y para entregarnos más a Dios y a los demás. Son una necesidad absoluta para involucrar a tantas personas como sea posible en la vida y en el servicio de nuestra Iglesia católica.

El valor de la comunidad

Cuando en los grupos pequeños compartimos  nuestra fe, teniendo como vinculo de unión y oxigeno a Jesucristo y a la Virgen María, se produce automáticamente un crecimiento espiritual que nos transforma individualmente y en conjunto. Son los primeros frutos.

Esa madurez que vamos alcanzando en los grupos, compartiendo nuestras experiencias, nuestros testimonios, nuestras alegrías y nuestras preocupaciones, nos hace posicionarnos en la primera línea de salida del apostolado, en la "pole position" para evangelizar a los que están dentro y fuera de las paredes de una parroquia.
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Acudir a misa a diario para estar en presencia de Jesús, reunirse con un grupo pequeño de fe ("mi panda"), alrededor de una mesa compartiendo una cena o una cerveza, en una Adoración, en una peregrinación, en un Vía Crucis en el campo o en una Lectio Divina en una casa, genera una conexión íntima y poderosa.

De hecho, estoy convencido de que los grupos pequeños son el espacio donde gran parte de la fe y la presencia de Cristo que recibimos en la Eucaristía, crecen en conocimiento, se desarrollan en conversión y se potencian en acción. 

Si queremos que nuestra parroquia tenga clara su misión, debemos escucharla desde el ambón y desarrollarla desde los grupos pequeños.

Prioricemos y construyamos grupos pequeños (células madre) en nuestras parroquias (pulmones)  que edifiquen una comunidad (sistema respiratorio/circulatorio) alegre y entregada a Dios y a los demás (tejido vivo) y que desarrollen un "Cuerpo Místico" (organismo vivo) sano y vigoroso, regenerado  y reparado.

Sin grupos pequeños, no existe comunidad. Sin comunidad, no existe Iglesia. Sin Iglesia, no existe fe, esperanza o caridad en el mundo.

martes, 8 de enero de 2019

¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE LA MÚSICA EN UNA ADORACIÓN?

"Vive Jesús, el Señor,
vive Jesús, el Señor. 
Él vive, Él vive, Él vive,
vive, vive Jesús el Señor. "
(Lucas Casaert)

Hace ya algunos años, en Medjugorje descubrí la Adoración Eucarística. Fue realmente una experiencia sobrenatural, encontrarme en medio de cinco mil personas, contemplando, orando, cantando y meditando en distintos idiomas. Sin lugar a dudas, Dios se hace presente y manifiesta su Amor en cada Adoración.

Antes, no sabía ni que existía la Adoración. Ahora, sé que es una continuación de la Eucaristía, en la que ante su presencia le damos gracias, le contemplamos y le alabamos. Estoy convencido de que el mundo la necesita, desesperadamente. Necesitamos primero, contemplar a Dios, para después reconocerle, amarle y servirle en esta sociedad que camina perdida en oscuridad.

Jesús nos espera en el Santísimo Sacramento del Altar, yo diría, que hasta con un ansia, una pasión y un amor desmedidos. Y con un anhelo de derrocharse, derramarse, desbordarse en nuestros corazones. 

De un tiempo a esta parte, son muchas las parroquias que ven sus comunidades transformadas al recuperar e impulsar la Adoración Eucarística. Los coros y grupos musicales cristianos se han vuelto omnipresentes en las Adoraciones Eucarísticas de nuestras parroquias. 

Las notas de un teclado, de un violín o de una guitarra se funden con las voces armónicas del grupo musical o del coro para "elevarnos al cielo" y así, resonar suavemente en nuestros corazones, tras cada meditación, tras cada pausa, tras cada silencio.  Y eso es bueno. Muy bueno.

Pero, realmente, ¿la música es, en sí misma, lo más importante en una Adoración? 

Sinceramente, no. Podríamos decir que los aspectos más importantes de una Adoración son, primero, desear estar en presencia de Dios; segundo, prepararnosutilizando medios que nos ayuden a ponernos en situación, abriendo nuestro corazón a la Gracia y al Amor de Dios; y tercero, hacer silencio

El deseo debe partir de nosotros. Los medios para ponernos en situación pueden ser varios: la meditación, la oración o la música. Todos son vehículos de la gracia. La música, también, es un medio que nos ayuda a tomar mayor conciencia de su cercanía, pero no es el fin. El fin último es encontrar a Dios. En el silencio. En la contemplación.

Medio y Fuente

La Palabra de Dios nos muestra, en numerosos pasajes, que existe una conexión entre la música y la actividad del Espíritu Santo, es decir, la presencia de Dios. Los profetas y los Salmos, utilizan la música y los instrumentos musicales para alabar y glorificar a Dios. Dios mismo, utiliza a menudo la música y los instrumentos para manifestarse y hacerse presente al ser humano.

La música es, por tanto, un medio. Dios es la fuente. Dios a menudo usa medios físicos para hacer su trabajo. Pero cuando comenzamos a ver un medio de la gracia como una "necesidad" imperiosa, podemos caer en el riesgo de desviarnos de la Fuente.

A través de la música, el Espíritu Santo puede manifestar la presencia de Dios o dar indicaciones para conocer la presencia de Dios o construir un escenario donde proclamar su presencia, pero la música no es el actor principal ni el objetivo final. Hay una diferencia entre ver la música como algo que Dios usa y verla como algo que Él necesita. 

Dios no necesita nada de nosotros. Pero quiere "necesitarnos" para acercarse a nosotros. Cuando nos abrimos al Señor, su Poder se derrama, su presencia se manifiesta. Y la música es un excelente medio, pero sólo eso.

Perspectiva y Enfoque

La música nos afecta emocionalmente, suaviza nuestros corazones para escuchar los susurros de Dios, nos inspira un sentido de expectativa y de espera, crea una atmósfera de paz y serenidad. Hace que las transiciones entre meditación y silencio sean menos bruscas. Establece un tono reverente y un ambiente orante. Pero eso no significa necesariamente que Dios nos esté haciendo conscientes de su presencia a través de la música.

Debemos ser extremadamente cautelosos para no pretender dar la impresión de que Dios está más presente cuando hay música que cuando no; debemos ser muy cuidadosos para no querer dar la sensación de que la adoración es mejor o más favorable con música que sin ella; debemos ser excesivamente prudentes para no interpretar que la presencia de Dios en una Adoración dependa de que haya o no música.

La música pone la perspectiva en la emotividad. El Espíritu Santo se enfoca en Cristo. 

La música es un lenguaje emocional que nos conmueve (con o sin palabras) iluminando la presencia de Cristo en nuestros corazones, distribuyendo los dones espirituales y abriendo nuestros ojos y nuestros labios para adorar y alabar a Dios. El Espíritu Santo es un lenguaje sobrenatural que habla, incluso, en el silencio.

La música conecta nuestra cabeza con nuestro corazón. El Espíritu Santo conecta nuestra alma con Dios. 

Dios nos llama a la Adoración, no para que estemos en un ambiente cómodo, agradable y relajado, donde la música nos embargue y, así, facilitarle al Espíritu Santo su acción. No, o no sólo. Dios se nos manifiesta en Cristo, nos hace tomar conciencia de que somos templo de su Espíritu. Y para ello, utiliza todo tipo de medios: las meditaciones, el canto, la música, la luz tenue, etc.

La música no es lo que nos une, ni el medio por el cuál nos acercamos a Dios, ni por el que Dios se acerca a nosotros. Lo que nos une y acerca a Dios es Jesús, nuestro Salvador y Mediador.

Agradezcamos a Dios por el don de la música que fomente Adoraciones apasionadas y fervorosas pero también asegurémonos de no otorgar a la música un poder que nunca tuvo, tiene ni tendrá.

En la Adoración, todos nuestros sentidos deben estar puestos en Jesucristo, presente y manifestado en el Santísimo Sacramento del Altar.

viernes, 4 de enero de 2019

¿QUÉ BUSCÁIS?


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"Jesús se volvió y, al verlos, les dijo: "¿Qué buscáis?".
Ellos le dijeron: "Rabí (que significa maestro), ¿dónde vives?". 
Él les dijo: "Venid y lo veréis". 
Fueron, vieron dónde vivía y permanecieron con él aquel día. 
Eran como las cuatro de la tarde."


(Juan 1, 38-39)

El Evangelio de hoy vuelve a interpelarme de forma directa, recordándome mi experiencia de conversión, cuando le vi y le reconocí en un retiro de Emaús. Entonces, supe que era el Maestro. 

Jesu
cristo, como hizo con los dos discípulos de Emaús, me vio, se volvió y, haciéndose "el despistado", como si no lo supiera, como si no me esperara, como si Él "pasara por allí", sin más.... me preguntó: "¿Qué buscas?"

Ahora, le conozco, pero entonces,
 me sorprendió su maravillosa forma de actuar, su sutil modo para no imponerse, su delicada manera para no forzar mi voluntad ni quebrantar mi disposición. No me hizo ver quién era ni lo importante que era. Tampoco me recriminó nada ni comenzó a señalarme. Ni siquiera me dijo lo que debía hacer. 


Todo lo contrario. Con su maestría de Amor, quiso reafirmar la libertad, que siempre otorga a nuestra albedrío, para hacerme ver si realmente tenia interés y quería algo de Él, si realmente quería acercarme a Él, si realmente quería conocerle. 

Yo, pobre igno
rante, le contesté: "A ti, Señor. Me han dicho Quien eres, pero no te conozco ni sé dónde vives". Él me respondió: "Ven y verás". 

Su contestación no fue una frase hecha, ni una manera educada de calmar mi curiosidad, ni siquiera una forma condescendi
ente de tratarme. No era, ni mucho menos, un "tienes que..." ni un "debes de..."

Era una invit
ación en toda regla que despertó interés sincero en mí. Era una llamada personal de un Amigo a "ir y ver" porque, entonces (Él lo sabía... porque lo sabe todo), yo ni iba ni veía. Yo no sabía qué buscaba...



Aquella invitación a conocerle quedó impresa en mi corazón para siempre. Aquel ofrecimiento a compartir conmigo Su tiempo y Su vida quedó profundamente marcada en mi alma. Ante tal propuesta de intimidad y amistad ¿cómo podía negarme?

Resultado de imagen de rostro de jesusYo viví aquella invitación como un "moverme", como un "ir y ver" para "estar y ser". Comprendí que Jesús no es un Dios de teorías, de ideas o de normas, sino de hechos, de actividad, de acción.

Conocí en primera persona cómo la fe en Cristo comienza con una vivencia íntima, con un encuentro personal, con una experiencia completa de Amor desinteresado. Y por eso, Jesús siempre nos pregunta "¿Qué buscáis?".

Cristo escrutó en lo profundo de mi corazón para hacer emerger ese anhelo sincero que no busca interés, ese deseo generoso que no busca vanidad, esa intención desprendida de darme y abandonarme al Amor. Y me llamó.

Entonces, "fui y vi dónde vivía, y permanecí con Él desde ese día. Eran como las seis de la tarde de un viernes de noviembre".

miércoles, 2 de enero de 2019

AS TIME GOES BY (MIENTRAS PASA EL TIEMPO)

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"Las cosas fundamentales suceden mientras pasa el tiempo".
(As Time Goes By- Frank Sinatra)


La vida es un río siempre en movimiento, en continuo cambio y progreso, que fluye inexorablemente hacia el mar. Su cauce discurre fugazmente por lugares no marcados. A veces, tranquilos y otras, sinuosos o agitados. Un río que se bifurca en afluentes para dejar parte de su esencia, que elude obstáculos y amplía su caudal, para seguir su devenir. Y al final, en su desembocadura, se insinúa el mar, su destino final: el cielo.

Hoy quiero volver la mirada atrás hacia la eternidad de los instantes importantes de mi río

Hoy quiero recordar las cosas fundamentales que me han sucedido mientras ha pasado el tiempo. 

Hoy quiero evocar aquel instante en el que encontré a mi ángel. Hoy quiero rememorar aquel momento en el que unimos nuestras almas ante Dios, y del que más tarde, como regalos del cielo, nacieron nuestros queridos hijos.

Pero, sobre todo, quiero revivir aquel encuentro cara a cara con Dios, "fuente de agua viva", cuando parecía que mi río dejaba de fuir, estancándose en los problemas y que, sin embargo, emergió con renacida serenidad y confianza, creciendo en caudal y profundidad.

Miro hacia atrás y el pasado se revela ante mí. No me detengo. Mi río sigue hacia adelante y el futuro se vislumbra ante mí, sosegando mi conciencia en el presente, al descubrir el misterio de la luz, que abrasa mi corazón, ante la manifestación del fuego insondable del amor de Dios. 

Aquí, es donde no es posible perder el tiempo. Aquí, en la profundidad de los instantes de amor, es donde aparece un atisbo de eternidad. Aquí, es donde aparece Dios.

¿Cómo fue mi pasado? 
De mí depende no quedarme estancado en el pasado y hacer de mi curso fluvial un deseo de amar siempre. Porque el tiempo siempre pasa, aunque casi siempre pase inadvertido. Su huella será aprendizaje, unas veces. Sufrimiento, otras. Pero Amor, siempre. En todo caso, dejo mi pasado en manos de Su misericordia.

Imagen relacionada¿Cómo será mi futuro? 
Será corriente, cascada o remolino. Será como Dios lo haya escrito en su mapa geográfico, pero siempre abandonado a su ProvidenciaSon tantas las variables que pueden llegar a ser a lo largo de mi cauce que, si me dedicara a intentar visualizarlas, o aún, a tratar de controlarlas, no tendría tiempo de fluir, de vivir, de amar. 

¿Cómo es mi presente? 
Mi presente es asunto enteramente mío, y de mi libre voluntad depende dar la vida para recibirla. De mí, depende abrazar todo lo que a mi paso encuentro, como un regalo de Dios. En cada instante, voy muriendo en mí y naciendo en Dios.  En cada segundo, voy dejando de ser río para convertirme, poco a poco, en parte del mar.

Envejezco y a la vez, rejuvenezco al amar. Muero y renazco al conectarme con mi Creador. Soy consciente de que debo morir para vivir. Sé que debo encontrar el sentido de mi vida en cada renuncia, en cada abandono, en cada experiencia de Dios.

¡Cuánto he vivido! ¡Cuánto he surcado! Un "cuánto" que se disuelve en el Quién, y que es lo que importa. Un "cuánto" que se diluye en un "cómo" vivo cada día, en un "para quién" vivo cada instante, en un "a Quién" le ofrezco cada segundo.

Me queda mucho terreno que surcar en mi proceso continuo de búsqueda. ¿Cómo compaginar alegría y tristeza, gracia y desgracia, reposo y actividad, luz y oscuridad? ¿Vivir es acaso durar? o ¿Es amar mientras tanto?

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La vida es corta y lo importante es aquello que haga con el tiempo que se me ha dado. Podría Dios prolongar mis años, podría alargar mi cauce, y no por ello sería "más río". 

Lo que al final cuenta no es cuánto he durado, cuánto he vivido, sino cuánto he amado. Lo que importa es la profundidad e intensidad del amor con el que he regado los terrenos que he surcado.

Si no ejercito el amor, mi corazón se jubila, mi río se detiene y se seca. Si no aumento mi caudal adecuadamente, no podré llegar a mi meta. Si me detengo en los apegos que me estancan, arruino mi propio devenir. 

Si no conecto la cabeza al corazón, no comprenderé el sentido de mi vida. Si no renazco encendido por el fuego interior que Dios ha puesto en mí, no podré saborear las primicias del "Mar". 

Si no vivo esa presencia Suya, no podré experimentar la gratuidad de la Gracia, la infinidad de su Amor incondicional, que en cada recodo, en cada curva, en cada recoveco, me hace ser más libre para amar y fluir hacia el anhelo de la felicidad plena.

Mientras pasa el tiempo... mi amor permanece. 

domingo, 23 de diciembre de 2018

CASCADAS DE GRACIA


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"Por la gracia de Dios soy lo que soy, 
y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí;
 pues he trabajado más que los demás; 
pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo." 
(1 Corintios 15, 10) 

Ayer estuvimos en una Adoración en la que un buen sacerdote y hombre de Dios puso su garganta y sus cuerdas vocales para que el Señor nos hablara. Directamente. A los ojos. Y nos explicó qué es y cómo funciona su Gracia. Uno a uno.

La Gracia es el favor gratuito de Dios en beneficio de los hombresEs Dios que sale de sí mismo y entra en nuestro interior, para darnos su Amor.

La Gracia es el Amor de Dios que se expansiona para dar Su Luz a nuestro entendimiento y Su Fuerza a nuestra voluntad para llevarnos al Cielo.

La Gracia es la participación gratuita de la vida sobrenatural de Dios (CIC 1996-1997). Con el Bautismo, somos introducidos a la vida Trinitaria, somos hechos hijos adoptivos de Dios y recibimos la vida del Espíritu, que infunde la caridad y que forma la Iglesia.

La gracia es absolutamente necesaria para alcanzar la salvación, la vida eterna. Arranca al hombre del pecado contrario al amor de Dios y purifica su corazón. Es una acogida de la justicia de Dios por la fe en Cristo, merecida por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Pero ¿cómo administra Dios su Gracia a los hombres?

La economía de la Gracia


La economía de la Gracia es el don de Dios por el que hace partícipe al hombre de sus planes y propósitos eternos. Hablamos de economía como "administración" o "dispensación" del Espíritu Santo.

Antes de la Muerte y Resurrección de Jesucristo Nuestro Señor, Dios no prodigaba su presencia de manera generalizada en el interior de los hombres, aunque hubo algunas personas (los patriarcas, los profetas, los jueces y reyes de Israel y algunos otros) a los que Dios los llenó de Su Espíritu, de forma puntual y para realizar misiones específicas como parte de la historia de la Salvación.

Pero, sin duda, el derramamiento sobreabundante de Dios es obra de Jesucristo, de la Redención obrada por Su Muerte y Su Resurrección. Por eso en la Anunciación, el Ángel se presenta a María, dirigiéndose a Ella como la "llena de Gracia", porque en su seno estaba la Gracia plena, Jesucristo. Ella, administradora de la Gracia divina, dijo "Hágase en mí según tu Palabra".

Resultado de imagen de champagne being poured into glass towerJesucristo es la botella que se derrama en una copa. Pero hasta que la primera copa no se llena, no pasa a la siguiente, y así, sucesivamente. Para que Dios se derrame es necesario estar "abiertos" a la Gracia, es necesario que las copas estén "boca arriba" para recibirla. Cuando una copa se llena de Gracia, se derrama a la siguiente pero sigue recibiendo "nuevas" Gracias. Y así, sucesivamente.

Tras Su resurrección, Jesucristo cumplió su promesa de enviarnos al Paráclito e hizo partícipe a la humanidad de la vida y el amor de Dios. Así, en Pentecostés el Espíritu de Dios se derramó sobre los apóstoles y sobre otras personas, haciéndoles administradores de ese don divino. 

San Pablo, aunque no estuvo presente en Pentecostés, es un ejemplo singular en la administración de la Gracia. El Apóstol de los Gentiles define la gracia como:
  • el don que santifica el alma, que se opone al pecado y que Cristo ha merecido para los cristianos (Romanos 4, 4-5; 11, 6; 2 Corintios 12, 9)
  • el evangelio (en contraposición a la ley (Romanos 6, 14)
  • el poder de predicar y expulsar demonios o hacer milagros (Romanos 12, 6)
  • el apostolado como misión (1 Corintios 15, 10)
  • las virtudes propias del cristiano (2 Corintios 8, 7)
  • la benevolencia gratuita por parte de Dios (Hechos 14, 26)
  • los actos de amor a los demás (1 Corintios 16, 3)
  • el plan de salvación renovado tras la Resurrección (Gálatas 5, 4).

Las leyes de la Gracia

La Gracia es Dios donando Su vida y Su Amor a los hombres, para que podamos vivir en íntima conexión con Él en la tierra y después, en el cielo. 

Dios, que actúa siempre libremente sin someterse a nadie más que a Sí mismo,  por Amor a los hombres, ha querido darse gratuitamente a los hombres, se ha “sometido a nosotros" desde la Muerte y Resurrección de Jesucristo nuestro Señor

Y lo ha hecho respetando siempre ciertas normas, a saber, las “Leyes de la Gracia”:

Dios tiene un plan para cada uno 
Dios no deja nada al azar nunca. Construye y desarrolla Su plan de Amor específico para cada uno de nosotros, aunque siempre respetando nuestra libertad personal, con el objetivo de llevarnos a una vida de amistad íntima y eterna con Él, esto es, al Cielo.

Resultado de imagen de la graciaA lo largo de Su Palabra, podemos ver numerosos ejemplos de Su plan. En el Antiguo Testamento encontramos a Noé, Abrahán y los patriarcas, a David y los reyes, a José, Moisés, a los profetas Jeremías, Isaías, etc.. En el Nuevo Testamento encontramos a Zacarías, San José, La Santísima Virgen María, a los apóstoles, a San Pablo, etc.

Incluso hoy, dos mil años después de enviarnos a Cristo, Dios sigue desarrollando su Plan de Salvación en cada uno de nosotros y a través de cada uno de nosotros. Nuestro "hágase" es la base para otros muchos "hágase", nuestro "sí" es el fundamento de otros muchos "síes", nuestra "copa" abierta a su acción en nuestra vida, es el inicio de su Gracia en la vida de otros.

Dios nos presenta situaciones y personas para llevar a cabo su plan 
Dios actúa en nuestro interior poniendo en nuestro camino personas y situaciones para llevar a cabo su plan, aunque muchas veces, ni nos damos cuenta.

Dios, observando nuestra reacción ante cada una de esas situaciones, ante cada una de esas personas que pone en nuestro camino, sigue presentándonos nuevas situaciones y personas, con las que sigue regalándonos nuevas y mayores gracias.

La Gracia de Dios está ínter-relacionada
Cada gracia que Dios me regala, implica también gracias sobre otras personas, actuando en mi beneficio, y a mí moviéndome en beneficio de ellas. 

La Gracia se mueve en "cascada" sobre cada uno de nosotros y, a desde cada uno de nosotros, a otros. De esta forma, la Gracia nos convierte en mediadores en la salvación (en alcanzar el Cielo) de otros.

Cada Desgracia es una Gracia potenciada 
A primera vista, cuando sufrimos una desgracia, podría parecer que Dios se ha olvidado de nosotros o que hemos perdido su favor. De hecho, muchos se preguntan ¿por qué Dios permite el mal o el sufrimiento?
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Aunque una desgracia es una experiencia muy dolorosa, el sufrimiento nos solicita toda nuestra energía interior, toda nuestra fuerza voluntad, nos pone a prueba sacándonos de nuestra zona de confort y nos obliga a confrontar situaciones que nos llevan más allá de los límites habituales.

Dios, que conoce perfectamente nuestras limitaciones, nunca permite nada que no podamos aguantar. Por su Amor a nosotros, nos acom
paña en cada desgracia con un derramamiento de Su Gracia directamente proporcional a la intensidad de la desgracia padecida. Así, aceptando las desgracias, obtendremos más y mayores gracias.

La vida de la Gracia nos proporciona crecimiento
Cuanta más gracia acepto, más se me da: “A quien tiene, se le dará y tendrá de más; pero, al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene” (Mateo 25,29). 

Cuanto más me abro libremente a la Gracia de Dios, aceptando Sus mociones interiores y la guía del Espíritu Santo, cuanto más acepto voluntariamente dejarme guiar por Él, Dios, de nuevo, actúa más y más en mi vida para mi bien y para el resto de la humanidad.

Dios me envía Su Gracia sin violentarme, sin forzar, sin quebrantar, porque respeta mi libertad personal y sólo desde la libertad, es posible el amor.

Dios da su Gracia a los humildes
“Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (Santiago 4,6). 

Imagen relacionadaSin duda, el soberbio cree que no necesita a Dios, cree que es auto suficiente y que tiene el control sobre todas las cosas. No es dócil a la acción de Dios en su interior y decide vivir su vida según su propio criterio y así, construye una barrera infranqueable a la Gracia de Dios. ¿A quién de nosotros no nos ha ocurrido esto alguna vez?

Por eso, la humildad es tan importante y vital para llegar al cielo. Para ello, debemos reconocer nuestra "pequeñez", nuestra "insignificancia" y nuestra "incapacidad", aceptar que no somos nada y menos ante la Majestad Soberana de Dios, ante Su infinita Sabiduría y su infinito Amor. 

Y, después de Jesús, nuestro ejemplo más grande de humildad es la Virgen María, nuestra Santa Madre del Cielo, quien lo demostró a lo largo de su vida terrenal y lo proclamó en su maravilloso canto Magníficat. (Lucas 1,51-53).

Los medios de la Gracia
La Gracia nos puede llegar directamente a través de una moción interior o una locución interior, o indirectamente, a través de mediadores que Dios selecciona, dispone y utiliza al objeto de lograr nuestra salvación

Dios canaliza su Gracia hablándonos a través de Su Palabra,  o través de la lectura de cualquier escrito o libro espiritual inspirado por Él.

Dios también nos regala su gracia y nos habla a través del “consejo de los santos”, es decir, por boca de otros, una persona que hace o te dice algo en el momento oportuno. También, a través de las "palabras de conocimiento" con las que el Espíritu Santo pone el mensaje adecuado en los labios de alguien para transmitirlo a alguien en concreto. 

Los Sacramentos de la Iglesia son el maravilloso y principal conductor de la Gracia de Dios. Cada Sacramento tiene su Gracia particular, produce un efecto distinto y propio en quien participa en él, un efecto proporcional a la intensidad de la fe de quien lo recibe.