¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

jueves, 7 de diciembre de 2017

CREYENTE O CRISTIANO

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"En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, 
en que os amáis unos a otros" 
(Juan 13, 35)

¡Cuántas veces hemos escuchado: "soy católico pero no practicante"!

Generalmente, se refieren a que sólo creen pero poco más. No obstante, ir a misa los domingos tampoco define a una persona como católico practicante, como cristiano, como discípulo de Jesús.

Personalmente, no me gusta lo de "católico practicante". Yo prefiero hablar de creyentes y de discípulos. Ser discípulo es mucho más que ir a misa o participar en ella, es mucho más que rezar, es mucho más que "ser bueno".

Ser discípulo no sólo es decirlo sino demostrarlo en cada momento de nuestra vida, no sólo en la parroquia sino también en nuestro día a día, en nuestras tareas habituales, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestros ámbitos sociales o de amistades.
Ser cristiano es llevar una vida coherente con la Fe de Cristo, y que en definitiva es imitar a Jesús, seguirlo. 

Es demostrar con nuestros hechos y palabras que Jesús es el centro de nuestra vida, que pertenecemos a la Iglesia que Él ha fundado y que no nos quedamos en el hecho de repetir determinados ritos, en cumplir algunas normas o ir a determinados lugares y ciertos días.

Hoy más que nunca es necesario testimoniar a Cristo, ser "luz del mundo", mostrar a todos que es posible vivir de acuerdo a la fe.

Me gustaría compartir algunas diferencias que, en mi opinión, existen entre ser creyente y ser discípulo (cristiano/católico):


El creyente espera panes y peces; el discípulo es pescador.
El creyente lucha por crecer; el discípulo por reproducirse.
El creyente gusta del halago; el discípulo del servicio.
El creyente "hace"; el discípulo "es".
El creyente entrega parte de sus ganancias; el discípulo entrega parte de su vida.
El creyente es cómodo; el discípulo es revolucionario.
El creyente busca que le animen; el discípulo anima.
El creyente rehúye el compromiso; el discípulo asume responsabilidades.
El creyente murmura y reclama; el discípulo obedece y se niega a si mismo.
El creyente es "yo"; el discípulo es "ellos".
El creyente trata de "deslumbrar"; el discípulo "alumbra".
El creyente suma; el discípulo multiplica.
El creyente es ahorro; el discípulo inversión.
El creyente es soldado acuartelado; el discípulo es soldado atrincherado.
El creyente sueña con la iglesia ideal; el discípulo hace la iglesia real.
El creyente necesita de campañas para animarse; el discípulo vive en campaña porque está animado.
El creyente espera un avivamiento; el discípulo es parte de él.
El creyente agoniza sin morir; el discípulo muere y resucita para dar vida.
El creyente es socio; el discípulo es servidor.
El creyente piensa “ojala”; el discípulo dice “aquí estoy”.
El creyente hace amigos; el discípulo hace discípulos.
El creyente espera recompensa; el discípulo es recompensado mientras se da.
El creyente espera que oren por él; el discípulo reza por los demás.
El creyente espera que el mundo cambie; el discípulo lo cambia.
El creyente busca ser amado; el discípulo ama.

martes, 5 de diciembre de 2017

DIOS SE REVELA A LOS PEQUEÑOS

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"En aquella hora Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo:
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, 
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, 
y las has revelado a los pequeños. 
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. 
Todo me lo ha sido entregado por mi Padre, 
y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; 
ni quién es el Padre sino el Hijo 
y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar".
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! 
Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, 
y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron"
(Lucas 10, 21-24)

Este fin de semana pasado, quienes servimos a Dios y a los demás, hemos sido testigos de cómo el Espíritu Santo se derrama plenamente cuando cumplimos la misión de evangelización que Jesús nos ha encomendado. 

Lo que hemos visto y oído en los retiros de Emaús que han tenido lugar en distintas partes de España, se asemeja a lo que narra el capítulo 10 del Evangelio de Lucas: Jesús envía a sus discípulos a evangelizar y ellos vuelven eufóricos al ver tanto fruto en su exitosa misión. Jesús los recibe y parece contagiarse también de la alegría que traen. El Espíritu Santo se había derramado con fuerza.

Pero no es un triunfo humano lo que llena de gozo a Cristo. Es, ante todo, el reconocimiento del don de Dios que en aquellos hombres sencillos se ha prodigado abundantemente para transformarles en heraldos, en testigos y anunciadores de su mensaje. 
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A medida que nos acercamos más a Dios, que somos más de Dios, nuestros sentimientos coinciden con los Suyos, nuestra alegría con la Suya.

Lo que vemos y oímos no viene de nuestro talento, ni de un profundo conocimiento de la Escritura, ni de una gran formación teológica, sino de la luz de Dios. Ven los que reciben esa luz. 

Como los discípulos, sin apenas formación, nosotros también "caminamos a la luz de Dios, en su Gloria marchamos... y le vemos".

Como dice el apóstol Pablo: "Hablamos de una sabiduría de Dios misteriosa, escondida (...) desconocida de todos los príncipes de este mundo.(...) Si alguno entre vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio (...) pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios" (1 Corintios 3, 18-9).

A su vez, Jesús muestra una profunda alegría porque su Padre, Señor del cielo y de la tierra, ha ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los pequeños. 

Dios ha escondido su luz a aquellos que están demasiado llenos de sí mismos, apegados al mundo y que pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios

En cambio, los “pequeños”, los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, son a los que Jesús llama “benditos”. 

No es casualidad el hecho de que, a lo largo de más de 4000 años de historia Sagrada, las personas que Dios ha escogido para anunciar a los hombres sus mensajes hayan sido, por lo general, gentes sencillas y sin instrucción: pastores como José, el hijo pequeño de Jacob, el mismo rey David, y por supuesto, cuando elige a la Virgen María. Dios escoge a las personas más sencillas para revelar sus mensajes. 

También Guadalupe, Fátima o Lourdes son ejemplos de la coherencia del plan de Dios y de cómo la sencillez conquista y "subyuga" a Dios. Él se enamora de las almas humildes y simples.

La principal riqueza que Dios quiere comunicarnos es su amor, y éste se recibe únicamente con un corazón abierto y sencillo. 

Dios ama a quienes no están apegados a las cosas materiales, a quienes se abren con docilidad a su amor y al de los demás y revela sus secretos sólo a los sencillos de corazón. Como lo hizo en María y como lo ha hecho a lo largo de todos los siglos. Y también con nosotros.

¡¡¡Gloria a Dios!!!






LOS CRISTIANOS, LLAMADOS A SER COMO NIÑOS

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"Entonces le presentaron unos niños 
para que les impusiera las manos y rezase por ellos. 
Los discípulos los regañaban,
 pero Jesús dijo: 
"Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, 
porque de los que son como ellos es el reino de Dios".
(Mateo 19, 13-14)

Un niño confía ciegamente en su padre, sin pensarlo siquiera. Su vida depende de él, está en sus manos. 

Un niño es espontáneo, inocente y desea ser amado por su padre. No sabe lo que es el orgullo ni la soberbia. 

Un niño es vulnerable, humilde y obediente. Se deja guiar, abrazar y guiar por su padre.

Esa fe no es producto de la reflexión, es una realidad vital. Ama, confia y se abandona en brazos de su padre. Y de esta forma, es feliz. Asi de sencillo...

El pasaje del Evangelio que reflexionamos hoy es bien breve. Apenas dos versículos. Describe cómo Jesús acoge a los niños.

La actitud de los discípulos ante los niños

Llevaron a los niños ante Jesús, para que les impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos reñían a las madres. ¿Por qué? Probablemente, de acuerdo con las normas severas de las leyes de la impureza, los niños pequeños en las condiciones en las que vivían, eran considerados impuros. 

Si hubiesen tocado a Jesús, Jesús hubiera quedado impuro. Por esto, era importante evitar que llegasen cerca y le tocaran. Pues ya había acontecido una vez, cuando un leproso tocó a Jesús. Jesús, quedó impuro y no podía entrar en la ciudad. Tenía que estar en lugares desiertos (Marcos 1,4-45).

La actitud de Jesús

Jesús acoge y defiende la vida de los niños. Jesús reprende a los discípulos y no le importa transgredir las normas que impedían la fraternidad y la acogida que había que reservar a los pequeños. 

La nueva experiencia de Dios como Padre marcó la vida de Jesús y le dio una mirada nueva para percibir y valorar la relación entre las personas. 

Jesús se coloca del lado de los pequeños, de los excluidos y asume su defensa. Impresiona cuando se junta todo lo que la Biblia informa sobre las actitudes de Jesús en defensa de la vida de los niños, de los pequeños:

-Agradece la fe presente en los pequeños. La alegría de Jesús es grande, cuando percibe que los niños, los pequeños, entienden las cosas del Reino que él anunciaba a la gente. “Padre, ¡yo te agradezco!” (Mateo 11,25-26) Jesús reconoce que los pequeños entienden del Reino más que los doctores!

-Defiende el derecho a gritar. Cuando Jesús, al entrar en el Templo, derribó las mesas de los mercaderes, eran los niños los que gritaban: “¡Hosanna al hijo de David!” (Mateo 21,15). Criticados por los jefes de los sacerdotes y por los escribas, Jesús los defiende y en su defensa invoca las Escrituras (Mateo 21,16).

-Se identifica con los pequeños. Jesús abraza a los niños y se identifica con ellos. Quien recibe a un niño, recibe a Jesús (Marcos 9, 37). “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mateo 25,40).

-Acoge y condena el escándalo. Una de las palabras más duras de Jesús es contra los que causan escándalo a los pequeños, esto es, son el motivo por el cual los pequeños dejan de creer en Dios. Para éstos, mejor sería que le cuelguen una piedra de molino y le hundan en lo profundo del mar (Lucas 17,1-2; Mateo 18,5-7). Jesús condena el sistema, tanto político como religioso, que es el motivo por el cual la gente humilde, los niños, pierden su fe en Dios.

-Insta a volverse como niños. Jesús pide que los discípulos se vuelvan como niños y acepten el Reino como niños. Sin eso, no es posible entrar en el Reino (Lucas 9,46-48). ¡Coloca a los niños como profesores para adultos! Lo cual no es normal. Acostumbramos a hacer lo contrario.

-Toca y abraza a los niños. Las madres con niños se acercan a Jesús para pedir la bendición. Los apóstoles reaccionan y los alejan. Jesús corrige a los adultos y acoge a las madres con los niños. Los toca y les da un abrazo. “¡Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis!” (Marcos 10,13-16; Mateo 19,13-15). Dentro de las normas de la época, tanto las madres como los niños pequeños, todos ellos vivían prácticamente, en un estado de impureza legal. ¡Tocarlos significaba contraer impureza! Jesús no se incomoda.

-Cura a los niños. Son muchos los niños y los jóvenes que acoge, cura y resucita: la hija de Jairo, de 12 años (Marcos 5,41-42), la hija de la mujer Cananea (Marcos 7,29-30), el hijo de la viuda de Naim (Lucas 7,14-15), el niño epiléptico (Marcos 9,25-26), el hijo del Centurión (Lucas 7,9-10), el hijo del funcionario público(Juan 4,50), el niño de los cinco panes y de los dos peces (Juan 6,9).



lunes, 4 de diciembre de 2017

NO SIN CRUZ. NO SIN CRISTO

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"El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, 
cargue con su cruz cada día y venga conmigo".

La Cruz es el camino que Jesús ha recorrido antes. No hay fe cristiana fuera de la cruz: el camino de la humildad, del "abajamiento", de la humillación, de la negación a uno mismo, para después resurgir de nuevo. 

Este es el camino. Aunque duela. Aunque cueste. Aunque parezca impensable.

Dicen los deportistas que "no hay progreso sin dolor". Un dolor para mejorar. Una Cruz para salvar. Una muerte para vivir.

La fe, sin cruz no es cristiana, y sin Jesús, la cruz tampoco es cristiana. El cristiano toma su cruz con Jesús y le sigue adelante. No sin cruz, no sin Jesús.

Jesús nos ha dado el ejemplo y aun siendo Dios, se humilló a sí mismo, y se ha hecho siervo por nosotros. No vino para ser servido, sino para servir.

Este camino de negarse a sí mismo es para dar vida, es lo opuesto al camino del egoísmo, del apego a los bienes, incluso a la propia familia... 

Este camino está abierto a todos, porque ese camino que ha hecho Jesús, de anulación,  ha sido para dar vida.

Imagen relacionadaDice Jesús: "El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". No podemos ser cristianos ni discípulos suyos si no tomamos nuestra cruz y le seguimos. Con Cristo, la cruz es llevadera pero es que, además nos lleva a la resurrección.

La cruz constituye una de las columnas del cristianismo. Aunque hoy en día nadie quiere hablar de dolor y de sufrimiento, no por ello deja de estar presente en nuestras vidas. El dolor en sí mismo es un misterio. Es duro y, humanamente, rechazable. Sin embargo, es transformador.

No se trata de endulzar la cruz o de convertirla en una carga "light". Se trata de descubrir su valor cristiano y de darle un sentido. Sí, el auténtico cristianismo es exigente.

Jesús, no fue hacia el dolor de forma masoquista, como quien va a una fiesta. Fue para aliviar el dolor en los demás; y el dolor de la pasión le hizo temblar de miedo, cuando pidió al Padre que le librara de él; pero lo asumió, porque era necesario, porque era la voluntad de su Padre. Así, convirtió el dolor en redención, en fecundidad y en alegría interior. 

Imagen relacionadaSi quiero de verdad ser discípulo de Cristo tengo que despojarme de todos mis bienes, de mis esclavitudes, de mis conveniencias, hasta incluso de mi propia familia: "Y todo el que deje casa, hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos o campos por mi causa recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna" (Mateo 19,29).
Sólo así, seré digno de Él y encontraré la paz y la felicidad que sólo Él puede darme. Y nadie me la podrá arrancar.

Debo revisar mi vida y ver cómo puedo transformar y dar sentido a mis pequeños dolores cotidianos, a mis sufrimientos. 

Debo reflexionar sobre qué me queda por entregar de todos mis bienes y así, seguir el ejemplo de Jesús que, desde el Huerto de Getsemaní, se convirtió en el gran profesional de la cruz, fuente de salvación y de realización para todos los hombres. 

Cristo murió, es cierto. Pero, lo hizo para resucitar, para devolvernos la vida. "Quien no muere para nacer del espíritu, no puede entrar en el Reino de los cielos" (Juan 3, 5).

Nuestra fe, nuestra certeza es la de una Persona viva que, paso a paso, camina a nuestro lado, enseñándonos el mejor modo de vivir, muriendo.


lunes, 27 de noviembre de 2017

¿DEBE UN CRISTIANO SER AMBICIOSO?

"Ten valor y firmeza para cumplir fielmente
 todo lo que te ordenó Moisés, mi siervo; 
no te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda, 
para que tengas éxito en todas tus empresas."
(Jos 1,7)

Cuando un cristiano quiere ser ambicioso, las cosas se distorsionan porque las personas confunden ambición con orgullo, valentía con presunción y arrojo con vanidad.

Sin embargo, Jesús fue ambicioso en la construcción de su Iglesia. Pablo tuvo arrojo de evangelizar a los gentiles. Josué fue valiente al tomar la tierra prometida. 

Dios desea que tengamos una audaz visión, una actitud valiente y una sana ambición al servirle. Entonces, ¿Qué impide que seamos ambiciosos?

Confundimos humildad con miedo

Todos estamos creados y dotados de grandes fortalezas y grandes debilidades. Muchos creen que la humildad niega o reduce los dones, talentos o fortalezas que Dios nos ha regalado cuando en realidad, lo que implica es la capacidad de mantener el equilibrio y ser honesto con ambas.
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El apóstol Pablo dice: "Sígueme como yo sigo a Cristo". Y añade: "Yo soy el principal entre los pecadores." El apóstol de los gentiles nos muestra sus fortalezas y sus debilidades. Es humilde pero a la vez valiente.

Dios quiere que seamos humildes, pero no miedosos. Y no lograr nada no es humildad, sino miedo. Recordemos la parábola de los talentos: el siervo que tuvo miedo y enterró su talento fue castigo por su Amo.

No nos preocupemos por ser humildes. Dios tiene muchas maneras de hacernos ser humildes. Preocupémonos por no utilizar todos nuestros talentos por miedo.

Confundimos abandono con pereza

En la carta a los Filipenses 4,12 el apóstol Pablo dice: "He aprendido el secreto de estar contento en cualquier situación".

Esto no significa que no debamos tener ambición o que nunca establezcamos metas en nuestro camino de fe. Pablo no estaba diciendo: "No tengo ningún deseo acerca del mañana. No espero nada en el futuro. No tengo ninguna ambición". Lo que quiere decir es que "he aprendido a disfrutar plenamente hoy, este momento, aunque no haya alcanzado mis metas todavía"

Como cristianos necesitamos aprender a ser felices mientras tratamos de alcanzar nuestros objetivos.

Si no estamos contentos con el lugar en el que Dios nos ha colocado hoy, no seremos felices mientras crezcamos y caminemos en la fe porque siempre caeremos en la trampa del pensamiento del "cuándo".

Si todo el mundo usara el abandono en Dios como una excusa para la pereza, ¿quién construiría comunidades cristianas? ¿Quién se preocuparía por el hambre en el mundo? ¿Quién lucharía por la justicia y la igualdad? ¿Quién se preocuparía por los pobres y desamparados?

Confundimos intención con espiritualidad

Satanás es un experto en hacernos pensar que somos pequeños. Hay un viejo dicho que dice que la calidad es lo opuesto a la cantidad. En realidad, ambas son importantes. 

En nuestro servicio a Dios queremos llevar a Cristo a tantas personas como sea posible y deseamos que maduren en la fe pero si nuestra intención es valorada por la cantidad, entonces muchas veces se piensa que no existe espiritualidad. No confundamos intención con espiritualidad.

En nuestras oraciones, comencemos diciendo: "Dios, agranda mi ambición de servirte". 

Necesitamos cultivar un corazón ambicioso para las cosas de Dios. Dios no nos quiere mediocres ni tibios. El Señor exige mucho pero da mucho. Dios es ambicioso porque no le valen las medias tintas ni la holgazanería. ¡Todo o nada!

domingo, 26 de noviembre de 2017

LÁPICES EN MANOS DE DIOS

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"Y sabemos que Dios ordena todas las cosas para bien de los que le aman,
de los que han sido elegidos según su designio."
(Romanos 8, 28)

Dios nos ha creado a cada uno de nosotros con un propósito. Nos ha creado para servirle y hacer grandes cosas, cosas extraordinarias. 

La madre Teresa de Calcuta se definía a sí misma como un simple instrumento en las manos del Señor, “un lápiz en sus manos”.

El mérito nunca es del lápiz, sino de quien escribe: Dios. Es nuestra confianza en la gracia divina, no en nuestras propias fuerzas, la que nos hará escribir en el papel de nuestra vida.

Todos somos lápices en manos de Dios que escribiremos lo que Él quiera que escribamos y dibujaremos lo que Él quiera que dibujemos.

Unas veces estaremos en el plumier y otras, en Su mano. Borrará lo que hemos dibujado si no ha sido con su mano.

En ocasiones, nos romperemos, nos quebraremos pero siempre dejaremos nuestro trazo y nuestra marca.

Dios mueve el lápiz por donde quiere, no se guía por los renglones, ni por los márgenes porque el amor no tiene fronteras.

Dios nos elige una y otra vez para escribir el milagro.

El Plumier


Algunas veces estaremos guardados en el plumier, con el resto de pinturas e instrumentos.

Quizás pensemos que prefiere utilizar las pinturas de colores, que no servimos para nada o que nuestra vida no tiene sentido.

Nosotros sólo debemos esperar a que Dios nos saque del plumier y nos utilice según su voluntad.

El plumier es la Iglesia, nuestra comunidad.


La Mano


Sólo si nos dejamos sostener por su mano, dibujaremos, porque por nosotros mismos no podemos.

Muchos querrán que pintemos en la mesa o en la pared, pero no fuimos creados para eso. 

Dejemos que quién nos creó nos tome en su mano y nos use.

La mano es la Palabra de Dios, su Voluntad.


El Sacapuntas


Cada vez que quiera hacer algo nuevo con nosotros, Dios nos sacará punta con Su sacapuntas

Experimentaremos el dolor o el sufrimiento cada vez que lo haga y pensaremos que nos está dañando o castigando. 

Son nuestras pruebas de santificación con las que dibujaremos algo grande.

Nuestro lápiz debe tener la punta afilada punta para que haga los mejores trazos, líneas y bocetos.

El sacapuntas es la Eucaristía, la Adoración.


La Goma de borrar


Cometeremos muchos errores, mucho borrones en la vida. 

Sin embargo, Dios tiene una goma de borrar con la que borrará todos los errores que cometamos.

Simplemente, los borrará y volveremos a escribir.

La goma de borrar es la Confesión.



La Mina


La parte más importante de nosotros como lápices que somos, es lo que llevamos dentro de nosotros: la mina.

Por fuera nos pueden rallar, quitar la pintura o morder, pero eso no es lo importante. 

Lo mas valioso está dentro de nosotros. Aquello que puede dibujar en el papel.

La mina es el don de la fe que nos da el Espíritu Santo.



El Trazo


En cualquier superficie que seamos usados por Dios dejaremos nuestro trazo, nuestra marca.

No importan las circunstancias o las condiciones, deberemos seguir escribiendo y dibujando.

Todos sabrán que pasamos por allí, todos verán nuestro dibujo.

La marca es el amor, el distintivo de un discípulo de Cristo.



La Rotura

Habrá momentos en la vida en los que personas o circunstancias nos partirán en uno o en varios pedazos.

Cuando eso suceda, podríamos pensar que no vale la pena seguir escribiendo o dibujando porque nuestra vida se ha roto.

Entonces, recordemos que con el sacapuntas podemos sacarle punta a los pedazos rotos de nuestra vida. y así, estaremos listos para escribir o dibujar más cosas con esos pedazos que cuando eramos de una sola pieza.

La rotura es la enfermedad, la muerte, el sufrimiento.






"Señor, hazme instrumento de tu paz
donde haya odio ponga amor
donde haya ofensa perdón
donde haya error ponga yo verdad

Donde haya tinieblas ponga luz
donde haya duda ponga fe
donde haya tristeza alegría

Oh mi Señor, ponga yo tu amor
Porque dando, yo recibiré
olvidándome te encontraré
comprendiendo al hombre te seguiré

Oh mi Señor, enséñame a querer
Porque dando, yo recibiré
olvidándome te encontraré
comprendiendo al hombre te seguiré

Oh mi Señor, enséñame a querer"

(San Francisco)

lunes, 20 de noviembre de 2017

¿CÓMO ESTÁ MI LÁMPARA?

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¿La lámpara de mi fe brilla por el aceite del amor o está apagada por la tibieza?


Hoy reflexionamos sobre la parábola de las diez vírgenes, que leemos en el Evangelio de Mateo 25, 1-13 y que Jesús utiliza adecuadamente conociendo a la perfección las costumbres del pueblo judío sobre la importancia de la ceremonia nupcial. 

La familia judía era una institución con una sólida estructura patriarcal, en la que el cabeza de familia, el esposo, tenía poder y autoridad sobre todos los que estaban bajo su protección. Previamente a una boda, las familias de los novios acordaban las condiciones de la unión (dote), celebraban los desposorios (pedida de mano) en los que la pareja quedaba prometida mediante un contrato escrito y por último, se fijaba la fecha de la boda, con bastante antelación. 

Para los judíos, la formación de una nueva familia tenía gran importancia por lo que una boda era un acontecimiento muy alegre, con fastuosos festejos que duraban una semana y en ocasiones, hasta dos. Éstos solían comenzar a la hora del crepúsculo, cuando el día iba de caída y la oscuridad se adueñaba de todo (como en el relato de Emaús, Cristo siempre ilumina en la oscuridad). 

El novio iba a la casa de la novia acompañado de sus amigos y ataviado con corona como un rey. Las amigas de la novia, también vírgenes, aguardaban junto a ella, la llegada del novio, para acompañarla en cortejo hasta la casa del padre del novio, portando lámparas de aceite para iluminar la oscuridad de la noche, por lo que si el trayecto hasta la casa del padre del novio era largo, debían llevar reserva de aceite. 

Encender una lámpara apagada era, sin duda, una tarea compleja ya que no existían las cerillas ni el fósforo, por lo que habitualmente se mantenía siempre encendida una lámpara. Para ello, era necesario cuidar y vigilar que esa lámpara nunca se apagase.

Diez vírgenes: sentidos carnales y espirituales

Generalmente, el numero de vírgenes que podían acompañar a la novia no estaba estipulado por lo que podían ser tantas como desearan los prometidos. Entonces, ¿por qué Jesús se refiere a cinco prudentes y cinco necias?
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San Jerónimo, uno de los padres de la Iglesia y autor de "la Vulgata" (Biblia traducida al latín) afirma que "las cinco vírgenes son como nuestros cinco sentidos, de los cuales unos caminan hacia el Señor, anhelando '"las cosas y moradas de lo alto' y, los otros, preocupados por los afanes del mundo, carecen de luz en sus corazones".

Por lo tanto, todos disponemos de cinco sentidos corporales (vista, oído, gusto, tacto y olfato) que tienen sus correspondientes sentidos espirituales, según nos muestran las Escrituras (1 Jn 1,1; Sal 33,9; Cant 1,3; 2 Cor 2,15).

Así, podemos vivir en función de nuestros sentidos carnales o en función de los espirituales: Quien actúa de acuerdo a los carnales, los utiliza para el mal, para complacer su orgullo, egoísmo y vanidad, comparándose con los demás. En definitiva, para satisfacer sus pasiones. Por el contrario, quien actúa en función de los sentidos espirituales, está siempre vigilante, orientado hacia su propósito y vocación, y siempre tiene presente a Dios.

Las vírgenes prudentes (nuestros sentidos espirituales) están continuamente vigilantes y a la expectativa de la llegada del novio... con aceite de sobra para no quedarse sin luz; vigilando que ninguna circunstancia les desvíe su atención de la llegada del Novio. ¡Qué alegría vivir así, esperando al novio! ¡Qué fe, esperanza y caridad para recibir al Novio! 

Las cinco vírgenes necias

Las vírgenes necias se duermen, se les apaga la luz por falta de aceite, por falta de cuidado, por falta de previsión. No esperan realmente de corazón la llegada del novio. Esperan la ayuda de las otras y se comparan con ellas. ¡Qué poca fe! ¡Qué poco amor! ¡Que poca esperanza!

Resultado de imagen de parabola de las vírgenesLas cinco vírgenes necias son personas tibias y mediocres, católicos de cumplimiento que hacen lo mínimo necesario para no cargar con más aceite, cristianos de consumo que creen que con una pequeña cantidad tendrán suficiente, y si no lo tienen, podrán pedírselo a otros.

Son personas de término medio: aferradas a las cosas materiales y a los afanes del mundo, contentándose a sí mismas, viviendo una fe a la medida, con la cantidad justa de aceite, eludiendo cualquier compromiso en la fe, justificándose de sus faltas por haber nacido en pecado original y por ello, consideran que su escaso esfuerzo y compromiso son suficientes para entrar en el Cielo.

Sin embargo, cuando llegue el momento, cuando venga Jesucristo, no las conocerá. Dios es muy duro con los tibios: "Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueses frío o caliente. Pero porque eres tibio, y no eres ni frío ni caliente, te voy a vomitar de mi boca." (Apocalipsis 3, 15-16)

Dormir y prever

Podría ocurrir que, a veces, el novio se retrasara o tardara más de lo previsto. Sin embargo, en la parábola, Jesús se refiere a un retraso exageradamente intencionado, por lo que las diez vírgenes (todas) ceden al cansancio y se duermen.

Jesús no recrimina el hecho de que todas se duerman sino la falta de previsión de las cinco vírgenes necias. Y es que todos, hasta los santos e incluso el mismo Jesús, a las puertas de la muerte, pasamos por períodos de aridez donde los sentidos se apagan, y cae la noche oscura. 

También, en ocasiones, podemos sentirnos inmersos en las realidades de la vida. Son momentos en los que no logramos alcanzar el horizonte sobrenatural y damos una cabezada, es decir, prestamos atención a los aspectos materiales: la salud, la familia, el alimento o las necesidades económicas.

Cuando esto nos ocurre, debemos guardar una vasija de aceite, símbolo de una vida interior sólida, con mucha vigilancia, de modo que pasada la necesidad de cuidar de lo concreto, volvamos a elevar la mirada hacia las cosas celestiales.

Cuántas veces cabeceamos hasta el punto de caer en un sueño profundo y nos olvidamos de aprovisionarnos de aceite...abandonamos las cosas de Dios, dejamos de rezar o de asistir a misa, o nos dejamos llevar por el pecado...Pero cuidado, porque si nos relajamos puede que cuando menos lo esperemos, llegue el Novio. Por eso, mucha vigilancia y oración, pues sin la ayuda del Espíritu Santo, ninguna criatura está en estado de gracia constante.

¿Por qué no prestar nuestro aceite?

Las vírgenes prudentes no prestaron su aceite a las necias cuando éstas se lo pidieron, y no lo hicieron por egoísmo sino por derecho a disponer de lo que habían previsto. Por eso, las mandaron a comprar aceite. Pero ¿cómo iban a encontrar una tienda abierta a esas horas? Imposible.

Cuando dejamos de esperar al Novio y vamos a comprar aceite, esto es, en busca del consuelo del mundo, husmeamos entre los vendedores de aceite, que son aduladores, que alaban lo falso o lo desconocido e inducen a las personas al error...Buscamos donde no podemos encontrar.

Entonces ¿por qué las vírgenes prudentes no compartieron su aceite? Por una sencilla razón: no se pueden transferir los méritos de unos a otros. Cada persona debe adquirir los suyos y velar por ellos porque cada uno seremos juzgados individualmente. Indirectamente, las vírgenes prudentes, más que darles un consejo, les recuerdan su falta.

Cuando llegue el Novio, la simple condición de "vírgenes" (católicos) no nos dará el derecho a entrar en la fiesta. Tampoco habrá tiempo para cambiar (salvo por la Gracia de Dios) ni podremos modificar nuestros actos en un instante, ni hacer lo que deberíamos haber hecho. De ahí el error de muchos: "¡Dios es bueno! me llamará antes y en último momento me arrepentiré, rezaré y Él me perdonará". Porque es tarde. Es de noche. Las tiendas están cerradas.

Lámpara, aceite y luz

La lámpara es nuestra esperanza en Dios, la luz es la fe y el aceite es la caridad. Sin caridad, no puede haber esperanza. Sin esperanza no puede haber fe. Y sin fe, Cristo no nos reconoce. 

Debemos vigilar y tener siempre aceite, cuidar nuestra vida espiritual, orar, comulgar y confesar con regularidad. Puede que nuestra fe se apague si no existen obras de amor, si no existe la oración constante. Por eso, ¡Qué importante es mantener encendidas nuestras lámparas y llevar siempre aceite para alimentarlas!

Cuántas veces nos despistamos, nos dormimos o malgastamos el aceite y nuestra lámpara se apaga, haciéndonos vivir en la oscuridad. Entonces, queremos utilizar el aceite de otro, o incluso, ponernos a la luz de otro. Pero cada uno tiene su lámpara, su aceite y su luz. 

Dios nos ha dado a cada uno, una lámpara, un aceite y una luz particular, que nos hacen ser nosotros mismos y por eso, no podemos usar las de otros. Algunas luces son más potentes, otras más débiles, otras parpadean o cambian constantemente…

Cada uno debemos cuidar y dar cuenta de esa luz que recibimos de Dios y que nos acompañará a lo largo de nuestra vida. Y porque Dios me la ha regalado para mí, tengo que aceptarla. Y tengo que cuidarla. 

Puede que no me guste mi lámpara, que no me guste mi luz o puede que gaste mi aceite. 

Puede que a veces utilice mis cualidades para presumir o a veces, quiera ocultar esa luz, esas virtudes o defectos. Incluso a veces, no quiero mi lámpara.

Puede que piense que no me va bien esta lámpara, que merezco otra mejor, con más capacidad de aceite, para que ilumine más. 

Puede que desee la lámpara o el aceite de los otros. Pero, en realidad, la lámpara que tengo es la mejor, ¡porque es mi lámpara! Es un regalo de Dios. Lo importante es ver mi vida y mi historia desde los ojos de Dios y no desde una mirada humana. He de elevar la mirada, contemplar la maravillosa obra de Dios en mi vida y darle las gracias.

Velad y Orad

El Señor acaba la parábola con un mensaje importante para todos nosotros: que estemos vigilantes. El mismo objetivo que les dijo a sus discípulos en Getsemaní (Mt 26,41) y al anunciarles los últimos días y su venida (Lc 21, 36): "Velar, orar y estar despiertos". 

Debemos orar par no caer en la tentación, tal y como pedimos en el Padrenuestro pero además es necesario que estemos vigilantes y alerta. 
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Vigilar significa tener los ojos bien abiertos y puestos en Dios. Significa que los sentidos espirituales (las vírgenes prudentes) dominen a los carnales (las vírgenes necias).

Un dicho popular dice: "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Hagamos acopio de aceite hoy porque esta misma noche podría venir el Novio.: "Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mt 24,36).

Pidamosle a nuestro Señor Jesucristo, por intercesión de María Santísima, la gracia de ser vigilantes en nuestros deseos, acciones y pensamientos, teniendo los ojos puestos en la santidad a la que todos estamos llamados.


Fuente:
Revista Heraldos del Evangelio, nº 172, noviembre 2017
Comentario al Evangelio S. Mateo 25, 1-13.
Mons. Joâo Scognamiglio Clá, EP