¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 8 de agosto de 2020

MEDITANDO EN CHANCLAS (8)

"Si tuvierais fe, nada os sería imposible"  
(Mateo 17,14-20)

Una vez más, Jesús nos muestra que la medida de los milagros es la medida de nuestra fe: 

Los discípulos, que habían recibido de Jesús el poder de curar enfermos y de expulsar demonios, fracasan por falta de fe. 

Jesús, enfadándose, les exhorta a dejarse llevar por la fe, que se hace fuerte, sobre todo, en los momentos de prueba y de sufrimiento. 

La fe lo puede todo, más allá de las propias capacidades humanas.

En ocasiones, a mi me ocurre lo mismo cuando, en la prueba, dudo, cuando no me dejo llevar por el Espíritu. Entonces, mi fe flaquea, se debilita y desconfío del poder de Dios.

Pienso que no vale la pena seguir sirviendo a Dios porque nada cambia, porque no "muevo montañas", porque no "curo", no convierto a nadie, porque todo sigue igual o incluso, empeora. 

Y es que quiero "ver para creer", quiero hacerlo por mi mismo, y tiro la toalla... es entonces cuando nada sucede, cuando nada cambia, cuando no puede obrarse ningún milagro.

Sin fe, puedo estar distraído, entretenido e incluso divertido en el mundo; puedo estar cómodo viviendo en la oscuridad, sin comprometerme con la verdad, sin buscar a Dios; puedo vivir tranquilo en mi ignorancia sin exponerme a hacer lo que la fe me exige.

Pero sin fe, me cierro a la trascendencia y a la gracia, pierdo a Dios de mi vista y de mi alcance.

Sin fe nada ocurre, nada trasciende, nada se transforma. 

Sin fe, carezco de esperanza, de seguridad, de sentido y propósito para mi vida.

La fe es un don gratuito que me regala Dios pero que debo cultivar y hacer crecer, pidiendo la en oración. 

La fe es un acto de confianza, supone el ejercicio de la voluntad: hay que querer creer. 

La fe debe fortalecerse y alimentarse para que deje de ser infantil y se convierta en una fe adulta adulta. ¿Cómo? Con la Palabra de Dios, con la oración diaria y con los sacramentos.

Dios se esconde y se muestra. Sólo con los ojos de la fe puedo verle. 

Dios se hace amar antes que hacerse comprender. Sólo con el corazón puedo comprenderle.

La fe no "trata" de entender a Dios sino de encontrarle para amarle. Y cuando le encuentro, entiendo todo.

JHR

jueves, 25 de junio de 2020

LA AUTÉNTICA FE Y SU PROCESO

"Todo es posible para el que tiene fe"
(Marcos 9,23)

Nuestro mundo está literalmente invadido por productos falsos. Hoy no es difícil obtener falsificaciones de casi todo (ropa, relojes, bolsos, etc.), incluso noticias (fake news), que, a simple vista parecen originales y verdaderas pero que no lo son.

En nuestra sociedad global, accedemos a muchas versiones engañosas y aparentes. Con la fe ocurre lo mismo, muchas veces no es una fe auténtica sino falseada.

En tiempos de prueba como los que vivimos, la fe "aparente" no nos sirve de nada salvo para confundirnos. Es la fe auténtica la que nos vale de todo.

La auténtica fe

Entonces, ¿qué es la fe auténtica? No pretendo dar una definición, porque para eso tenemos la de la propia Sagrada Escritura: "La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve" (Hebreos 11,1) o la del diccionario de la Real Academia de la Lengua: "Virtud teologal del cristianismo que consiste en creer en la palabra de Dios y en la doctrina de la Iglesia." 

Más bien, mi propósito es añadir significados. Por tanto, la fe auténtica es:

Más que palabras

La auténtica fe no se basa en palabras sino en obras coherentes con lo que Cristo nos dice: "No todos los que me dicen: 'Señor, Señor' entrarán en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21). 
Hablar es gratis. Las palabras son baratas. Podemos usar mucha palabrería y adornar toda nuestra oratoria de espiritualidad, pero si nuestros actos no son coherentes con lo que decimos, rápidamente será evidente que se trata de una falsificación.

Más que emociones

La auténtica fe no se basa en emociones, deseos o sentimientos. Pero son nuestras acciones, no nuestros sentimientos, las que demuestran una fe verdadera. 
El apóstol Santiago nos dice: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: 'Id en paz, abrigaos y saciaos', pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro.” (Santiago 2,14-17). 

Si nos acercamos a alguien que tiene necesidades pero simplemente compartimos un lugar común o una relación de amistad, nuestra fe será una mera falsificación de la auténtica.

Más que ideas 

Para algunos cristianos, la fe es sólo unas cuantas buenas ideas que se exponen en el plano intelectual: una teología para estudiar y una doctrina para debatir. 
Podemos pasarnos el día hablando de Dios sin dejar que ello afecte a nuestras vidas. 
Podemos decir lo que hay que hacer pero si no lo ponemos en práctica, no sirve de nada. Podemos impactar a los demás con ideas y conocimientos pero si Dios no se ve en nuestras vidas, de nada vale.

Cuando Dios entra en nuestra vida se nota. La cambia y la transforma por completo. Y eso se ve.
 
Más que creencias

Podemos estar muy seguros de todo lo que creemos, pero también, podemos estar a años luz de la fe auténtica. 
El apóstol Santiago nos dice: “Tú crees que hay un solo Dios. Haces bien. Hasta los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres enterarte, insensato, de que la fe sin las obras es inútil?" (Santiago 2, 19-20). Creer, por sí mismo, no es significativo. Te pone a la altura de los demonios. Ellos creen en Dios pero no siguen su voluntad.

La auténtica fe es más de lo que decimos, sentimos, debatimos o creemos. 

La auténtica fe es lo que hacemos. 

Pero, ¡cuidado! no es sólo eso, porque podemos caer en la tentación de convertir la fe en activismo. Es necesario que nuestras obras sean coherentes con la voluntad de Dios:“Si creéis, que os suceda conforme a vuestra fe” (Mateo 9,29). 

La coherencia es la clave de nuestra fe y de nuestro seguimiento a Jesucristo.

Pero la fe no es magia ni se consigue inmediatamente. Es necesario conocer y seguir un proceso:

El proceso de la fe

La fe es un proceso en nuestra vida. A veces, la pedimos y otras nos viene dada. La fe, cuando la recibimos de Dios, es como un músculo: tiene que desarrollarse. Se puede fortalecer o se puede debilitar, dependiendo de cómo y cuánto la pongamos en práctica. 

La fe que Dios nos da, suscita en nosotros:

- Imperiosa necesidad de Dios
- Discernimiento del sentido de nuestra vida
- Llamada a nuestra vocación
- Abandono de la necesidad de éxito y auto-referencialidad
- Pertenencia a la Iglesia (grupos, movimientos, parroquias, etc.) 
- Asistencia a los sacramentos
- Búsqueda de respuestas, de orientación y formación 
- Administración y Despliegue de los dones de Dios 
- Responsabilidad en el servicio por amor a Dios y a los demás
- Crecimiento personal y profundidad en la relación con Dios
- Aceptación, sometimiento y abandono en Dios
- Paso del “hacer” al “ser”  
- Preocupación por las cosas de Dios y por las de los demás
- Intensa vida interior y de oración
- Visión mística 
- Presencia de Dios en todo
- Paz profunda y Serenidad
- Obediencia y Confianza
- Misericordia y Perdón
- Desapego a las cosas materiales y a las tensiones del mundo
- Gratitud plena 
- Profunda alegría y felicidad

Todas estas cosas que Dios nos concede en el desarrollo de nuestra fe, lo realiza a través de un proceso muy sencillo de seis etapas:

1-Reconocimiento: Dios nos muestra el sueño para que se cumpla en nuestras vidas, bien porque se la hemos pedido o porque Dios se anticipa. Y le reconocemos a nuestro alrededor.
Es el momento del encuentro y el descubrimiento, del reconocimiento y de la aceptación. 

Pregunta: ¿Reconozco y necesito a Dios? 
Respuesta: ¡Te necesito, Señor!

La fe no es para indiferentes o insensibles. Requiere aceptación y apertura de corazón. Si queremos y necesitamos a Dios, tenemos que ser dóciles a lo que nos suscita y crecer en conocimiento de su persona y de su voluntad.
 
"Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; 
que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; 
de modo que así, con todos los santos, 
logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, 
comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. 
Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios 
(Efesios 3,17-19)

2-Decisión: Dios, por amor verdadero, deja que nuestra libertad actúe. Nunca la quebrantará, bajo ninguna circunstancia.
Es el momento de la verdad y del compromiso, del discipulado y la formación. 

Pregunta: ¿Qué me pide Dios? 
Respuesta: ¡Quiero saber más de ti, Señor!

La fe no es para dudosos o inconstantes. Requiere tomar una decisión y comprometerse: invertir tiempo, dinero y energía, y dejar de lado la seguridad y la comodidad. Si queremos caminar sobre el agua, tenemos que mojarnos los pies. 

"Y si alguno de vosotros carece de sabiduría, pídesela a Dios, 
que da a todos generosamente y sin reproche alguno, 
y él te la concederá. 
Pero que pidas con fe, sin titubear nada, 
pues el que titubea se parece a una ola del mar agitada y sacudida por el viento. 
No se crea un individuo así que va a recibir algo del Señor; 
es un hombre inconstante, indeciso en todos sus caminos" 
(Santiago 1,5-8).

3-Espera: Dios obra según sus tiempos y concede lo que es mejor para nosotros, no siempre lo que esperamos.
Es el momento de la paciencia y el abandono en Dios, del servicio y la entrega activa a los demás. 

Pregunta: ¿Espero con confianza en Dios?
Respuesta: ¡Quiero servirte, Señor!

La fe no es para impacientes o ansiosos. Siempre se requiere algún tiempo antes que todo ocurra. Dios usa este período de espera, para enseñarnos a confiar en Él. Una espera no es una negación. 

El crecimiento y la madurez en nuestra fe es discernir la diferencia entre el “no” y el “todavía no.” Por eso, debemos pedirle a Dios que aumente nuestra fe, mientras servimos esperando.

" La visión tiene un plazo, 
pero llegará a su término sin defraudar. 
Si se atrasa, espera en ella, 
pues llegará y no tardará " 
(Habacuc 2,3).

4-Prueba. Dios prueba nuestra fe permitiendo que aparezcan obstáculos y problemas para que confiemos en Él.
Es el momento del discernimiento y la confianza, de la vida interior y del crecimiento espiritual. No es tanto preguntar ¡por qué? sino ¿para qué?

Pregunta: ¿Qué quieres de mí, Señor? 
Respuesta: ¡Hágase tu voluntad!

La fe no es para cómodos u oportunistas. Ahora es cuando parecen los problemas. ¡No tenemos que preocuparnos! Todo es parte del plan de Dios. ¡Confiemos en Dios!

"Por ello os alegráis, 
aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; 
así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, 
que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, 
merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; 
sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, 
creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, 
alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas" 
(1 Pedro 1,6-9)

5-Perseverancia: Dios permite que aparezcan tentaciones y dificultades mayores para que nos mantengamos firmes.
Es el momento de la perseverancia y la valentía, de conjugar la fortaleza de la vida interior con las dificultades de la vida exterior. 

Pregunta: ¿Me mantengo firme
Respuesta: ¡Hasta el final, Señor! 

La fe no es para cobardes o miedosos. Es posible que nuestra situación se deteriore y llegue a ser difícil y complicada. Puede, incluso, que nos venga persecución y acoso. La situación se torna desesperada pero está a punto de producirse el milagro. Esperemos con ánimo en Dios.

"Espera en el Señor, 
sé valiente,ten ánimo, 
espera en el Señor
(Salmo 27,14)

6-Recompensa: Dios cumple su palabra y realiza el milagro: transformados en el Amor, nos concede la corona de la vida
Es el momento de la transformación y el cambio definitivo, del amor y la alegría, del agradecimiento y la alabanza.

Pregunta: ¿He amado como Dios ama?
Respuesta: ¡Gracias, Señor!

La fe no es para desagradecidos o ingratos. Dios provee siempre una respuesta sobrenatural. Milagrosamente, ¡todo cambia! ¡todo se renueva! Dios transforma odio en amor, resentimiento en agradecimiento, crucifixión en resurrección, de modo que podamos alcanzar y ver Su gloria.

"Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida" 
(Salmo 27,13)

martes, 18 de febrero de 2020

SIN FE NO HAY MILAGROS

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"En aquel tiempo, se presentaron los fariseos 
y se pusieron a discutir con Jesús; 
para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. 
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
 '¿Por qué esta generación reclama un signo? 
En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación'. 
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla." 
(Marcos 8, 11-13) 


Meditando el Evangelio de San Marcos que estamos leyendo estos días, hay algo que está muy claro: Jesús no puede obrar milagros donde no encuentra fe

Cuando Jesús obra milagros o realiza signos, no los hace para darse importancia ni para ser tentado o puesto a prueba. Como demostración de esto, Jesús siempre, cuando hacía un milagro, decía a quien curaba que no se lo contara a nadie. No quería que se supiera ni que sus milagros trascendieran. 

A lo largo de los primeros capítulos de este Evangelio de San Marcos leemos numerosos pasajes sobre fe y milagros, y cómo Jesús "parece" asombrarse y hasta enfadarse de la falta de fe:

- "(Jesús) no pudo hacer allí ningún milagro, salvo sanar a unos pocos enfermos... y estaba asombrado de la incredulidad de ellos... " (Capítulo 6).

-"(Jesús) dio un profundo suspiro", como de hartazgo...y se negó a darles un signo. (Capítulo 8).

-"Jesús respondió enfadado: ¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? " (Capítulo 9).

En Marcos 9, 17 el propio Jesús dice: "Todo es posible para el que cree". Sólo a través de nuestra fe y de un corazón convertido, Dios obra milagros. Es nuestra fe, sin dudas y sin titubeos, la que mueve montañas. 

La fe es nuestra certeza de que solamente Dios es capaz de hacer milagros, pues si dependiera exclusivamente de nuestros deseos humanos, nada sucedería: "Lo que es imposible a los hombres es posible para Dios" (Lucas 18,27). 

Jesús nos dice: "Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá." (Mateo 7,7). Pero sin fe, Dios no puede actuar. Así "funciona la lógica del cielo" .

La Sagrada Escritura nos muestra muchos pasajes de milagros precedidos de fe

-Marcos 5, 1-20; Lucas 8, 27-36: Un hombre que estaba poseído por muchos espíritus inmundos (Legión).
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-Marcos 5, 21-24 y 35-43; Lucas 8, 41-42 y 49-56 : La mujer de Jairo cuya hija había muerto.

-Marcos 5, 25-34; Lucas 8, 43-48: Una mujer que tenia hemorragias desde hacía doce años tocó su manto.

-Marcos 7, 25-30: Una mujer gentil que tenía a su hija poseída por un espíritu inmundo.

-Marcos 7,32-35: Un hombre que era sordo y tartamudo.

-Marcos 9, 17-30: Un hombre que le lleva a su hijo poseído por un espíritu mudo.

-Lucas 13, 10-17: Una mujer que curó en sábado y que estaba poseída desde hacía dieciocho años.

-Juan 9, 1-39: Un hombre ciego de nacimiento que le dijo a Jesús: "Creo, Señor" y al que Él contestó: "Yo he venido a este mundo para que los que no ven vean, y los que ven se queden ciegos".

-Juan 5, 1-17: Un hombre que había estado enfermo y tumbado en una camilla durante treinta y ocho años.

O incluso, milagros precedidos de falta de fe:

-Lucas 8, 22-24: Jesús está con los discípulos durmiendo en la barca y se desata una tormenta.

-Mateo 17,20: Jesús les dice a sus discípulos que tienen poca fe y que si la tuvieran, aunque fuera poca, moverían montañas.

-Marcos 6, 6: Jesús se sorprendía de la falta de fe de sus paisanos y por eso, no podía hacer milagros.

-Marcos 6, 47-51: Jesús camina sobre el mar y los discípulos, después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, siguen sin tener fe.

-Juan 20, 27-29: Tomás no cree en la resurrección de Jesús  y el Señor le dice que meta sus manos en su costado.

Para concluir, hoy día, también ocurren milagros pero sólo si están precedidos de fe. No basta con desearlos. No basta con pedirlos. 

Muchas veces pedimos, pero lo hacemos sin fe, sin confianza, y así Dios no puede actuar. 

Otras veces, no somos capaces de verlos aunque están presentes. "Ver para creer" es lo que muchos dicen. Pero los milagros existen. Basta verlos con los ojos de la fe.

Yo sí creo que existen los milagros hoy. Tengo la certeza más absoluta de que vivimos por puro don. Todo cuanto tenemos y disfrutamos es por pura bondad, por puro milagro de Dios. 

Yo lo he experimentado personalmente. Sólo cuando, en mi desesperación, he pedido con fe, confianza y humildad, Dios me ha escuchado y ha obrado milagros en mi vida. Pero eso lo contaré en otra ocasión.

Para reflexionar, dejo una pregunta que el mismo Jesús nos hizo:

"Cuando venga el hijo del hombre,  ¿encontrará fe en la tierra?"
(Lucas 18,8)

domingo, 24 de noviembre de 2019

¡CUÁNTA FE HAY EN EL SUR!

"Que el Dios de la esperanza llene de alegría y paz vuestra fe, 
y que la fuerza del Espíritu Santo os colme de esperanza." 
(Romanos 15, 13)

¡Cuánta fe hay en el sur! ¡Cuánto amor a Dios! ¡Cuánto fervor por la Virgen! ¡Cuánto sentimiento profundo de las tradiciones y de los valores identitarios cristianos! Este fin de semana lo he vivido en primera persona en el santuario de Santa María de Regla (Chipiona).

Durante mucho tiempo he tenido ciertos prejuicios de esa religiosidad sureña y que siempre me había parecido una manifestación populista, folklórica y poco profunda. Nada más lejos de la realidad. ¡Es auténtica! ¡Es genuina! 
El pasado viernes partí hacia Jerez un tanto sorprendido de que el Señor suscitara en mis queridos hermanos Antonio y José, una sincera, a la vez que inmerecida, invitación para servir con ellos en el VIII retiro de Emaús hombres Jerez, de la parroquia San Juan Bautista de la Salle. 

Hoy, regreso a Madrid con el corazón henchido de amor, felicidad y gozo "que no me cabe", tras un nuevo encuentro con el Resucitado, quien a través de un grupo de andaluces alegres y fieles, se ha hecho el encontradizo con todos nosotros y nos ha incendiado el alma. 

El Señor siempre nos sorprende y lo hace todo nuevo. ¡Este fin de semana Cristo ha vuelto a estar grande con nosotros! ¡Cuánta Gracia y cuánto amor divino derramado! 

Cuántos "ratitos" frente al Santísimo, llenos de emociones, risas y lágrimas de gozo... cuántos "cara a cara" con el Señor, dejándonos "tocar" por su Gracia...cuántas "punteras blancas" frente al altar...cuánto arte en las canciones ofrecidas con sentimiento al Señor... cuánta fraternidad y cuántos "te queremos"...

Por las venas de estos jerezanos, herederos de valientes navegantes y con gran tradición vinícola, corre un gran sentido patriótico (por desgracia, casi ausente en el resto de España) que, unido a una gracia natural (no exenta de ruido y algarabía) y una música única (el flamenco de los grandes maestros), nos han traspasado el corazón con una entrega total, una alegría desbordada, un amor verdadero y una fe firme. 

Algunos veníamos de distintas partes de España, de Galicia, de Cataluña, de Madrid, de Córdoba, de Sevilla...pero este fin de semana, todos nos hemos transformado en jerezanos.

En verdad, nos llevamos un recuerdo eterno, un alma alegre y un corazón ardiente. Y vuestro amor para siempre con nosotros.  

¡Gracias, queridos hermanos del sur!
¡Gloria a Dios!

JHR

"Hasta la locura... nos han hecho amar al Señor. 
Ya no quedan dudas en nuestros corazones... 
de que les amamos... 
de que te amamos Señor... "

"Todo es de su Cristo, 
por Él y para Él. .. 
a Él sea la gloria por siempre. 
Amen." 

"Volvemos con un nuevo corazón...
un corazón para alabar y servir a Dios...
limpio como el cristal, 
dulce como la miel, 
fiel como el andaluz..."

"Al sur yo quiero volver... 
A cantarle a la Virgen con fe... 
con un oleeeeee... olé, olé..." 



viernes, 21 de junio de 2019

GLOBOS QUE SE DESINFLAN...

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“El hombre puede sobrevivir 
alrededor de cuarenta días sin comida, 
alrededor de tres días sin agua, 
alrededor de ocho minutos sin aire… 
pero solo por un segundo sin esperanza.”
(Hal Lindsey)

Cuando llenamos un globo con helio y lo cerramos con un nudo, éste se eleva al cielo. Si no lo atamos con un cordón, se nos escapa y asciende...pero no por méritos propios del plástico colorido, sino por el gas alojado dentro, que al ser menos pesado que el oxigeno, le "eleva".

Sin embargo, si desatamos el nudo, el globo se desinfla debido a la diferencia de presión atmosférica entre el interior y el exterior. Basta un insignificante alfiler para hacer explotar el globo. Basta soltar el cordón para perderle.

Con la fe pasa lo mismo. Cuando tenemos una experiencia íntima con Dios que combina poder y ternura, cuando nuestra alma se llena de su Espíritu que inflama nuestro corazón, cuando la anudamos a Jesucristo que nos une al Padre o cuando la atamos al cordón de la Virgen María que nos mantiene unidos a la Gracia, nuestra esperanza quiere, desea y anhela elevarse al cielo. 
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Sin embargo, pocas veces tomamos conciencia de que nuestro globo es delicado y que cualquier elemento punzante puede hacerle un agujero. 

Cualquier herida, dolor o sufrimiento, cualquier circunstancia adversa, cualquier tentación puede llevarnos a que nuestra debilidad se agujeree y dejemos escapar a Dios.

Más grave es, si por imprudencia temeraria, desatamos el nudo, pensando que no necesitamos ninguna atadura, ninguna ayuda, y que el gas alojado en el interior, va a permanecer allí por arte de magia o ciencia infusa.

Lo he visto muchas veces. He visto a muchas personas encontrarse cara a cara con el amor infinito y misericordioso de Dios, transformarse en "hombres nuevos, alegres y agradecidos", y con el paso del tiempo, "desinflarse" por completo.

Y entonces, recuerdo la parábola del sembrador, descrita en l
os evangelios de Mateo 13, 3-9, Marcos 4, 3-9 y Lucas 8, 5-8 y veo los distintos tipos globos existentes. 
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Por desgracia, la debilidad y fragilidad del ser humano hace que, en ocasiones, aparezca la duda, la incertidumbre, la inconstancia o la falta perseverancia. Enseguida, el "hijo de Adán" se rinde ante la mínima ocasión negativa. Porque intenta luchar sólo. Porque intenta hacerlo por sus méritos o por sus fuerzas.

El amor pro
pio, el orgullo, el resentimiento, las pasiones desordenadas, la fascinante atracción del mundo y la acción maligna del Enemigo desinfla por completo nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, cuando nos deshacemos de Cristo. La Gracia se escapa y la gravedad nos arrastra al suelo, alejándonos de Dios.


Necesitamos vigilar nuestra carga de "helio", es decir, necesitamos insuflar continuamente nuestra vida interior con la ayuda de Dios, perseverar siempre en la oración, acudir a los sacramentos, meditar la Palabra  y compartir nuestra fe en comunidad. 

Nuestro globo, la fe, es altamente delicado y vulnerable, y por ello, requiere cuidados y ayuda. No puede ser presionado, tratado con brusquedad o quebrantado para intentar llenarlo. No puede mantenerse inflado sólo.

La Palabra de Dios nos dice:"Nosotros, envueltos como estamos en una gran nube de testigos, debemos liberarnos de todo aquello que es un peso para nosotros y del pecado, que fácilmente nos seduce, y correr con perseverancia en la prueba que se nos propone, fijando nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, para obtener la gloria que se le proponía, soportó la cruz, aceptando valientemente la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios." (Hebreos 12, 1-2)

El catecismo de la Iglesia católica nos dice:  “La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros” (CIC 166).

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Pidámosle confiadamente a nuestro Señor: "Aumenta nuestra fe", inflama nuestra esperanza e inspira tu amor en nuestro corazón". 

Rogémosle a nuestra Madre, la Virgen María: "Ayúdanos y protégemos con tus manos suaves y delicadas. No permitas que nos desatemos de tu Hijo".

Sólo "anudados" a Nuestro Señor y "sujetados" por Nuestra Señora, lograremos que nuestros "globos" se mantengan llenos por dentro y brillantes por fuera.



Oración de San Clemente

Oh Jesús Redentor, autor y consumador de nuestra fe, 
te suplicamos desde lo profundo de nuestro corazón contrito y humillado 
no permitas que se extinga la hermosa luz de nuestra fe.

Acuérdate de tus antiguas misericordias; 
mira compasivo la viña que tú mismo plantaste con tu diestra, 
que ha sido regada con la sangre de miles y miles de mártires, 
con las lágrimas de generosos penitentes y las fatigas de celosos apóstoles 
y fecunda oración de tantos cristianos fieles.

Nos aflijan las enfermedades, 
nos consuman los disgustos, 
nos afecten los infortunios, 
pero que no nos falte la fe; 
porque ricos con este don precioso, 
soportaremos con gusto todo dolor 
y nada podrá alterar nuestra felicidad. 
Por el contrario, sin la gracia de la fe, 
nuestra desventura no tendría límites.

Oh Jesús, autor y consumador de nuestra fe, 
consérvanos dentro de la nave de Pedro, fieles a su sucesor, 
para que se construya la unidad de la Iglesia,
 se promueva su santidad y se dilate en bien de todos los pueblos. 
Concédenos la paz y la unidad. 
Confórtanos y consérvanos en tu santo servicio, 
para que por Ti y en Ti vivamos siempre. 

Amén.

lunes, 29 de abril de 2019

MI AMOR ¿CRECE O SE ESTANCA?

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"Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos." 
(Juan 15,13)

Creo firmemente que teniendo a Dios en mi vida nunca pierdo, ni fracaso. Con Él siempre aprendo, siempre crezco, siempre descubro y siempre me sorprendo. Él escribe en mi vida. A veces, borra y vuelve a escribir. 

Dios hace crecer despacio y en silencio las cosas más importantes y hermosas de mi vida. Hace crecer el Amor en mí porque me ama y, amándome, me invita a dar ese amor a otros.

El amor es lo único que crece cuando se reparte. 

Por eso, me he dado cuenta de que mi amor crece cuando:
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  • Acepto mi realidad con confianza en la voluntad de Dios, y con aplomo y equilibrio para aceptarla.
  • Mantengo mis principios y creencias, fortalezco mi voluntad y me apoyo en mi fe.
  • Asumo mi camino en la seguridad de que no voy solo, en la certeza de que Dios viene conmigo.
  • Entrego mi pasado a su misericordia, mi presente a su amor y mi futuro a su providencia.
  • Me valoro a mí mismo sin dejar de valorar a los demás sintiéndome hijo amado suyo.
  • Camino por la vida con la verdad, sin oscuros secretos, sin hipocresías ni falsedades, dejando caer mis máscaras.
  • Me siento feliz escuchando, ayudando o dándome a los demás, sin esperar recompensa alguna, y alegrándome al recibir mucho más de lo que doy.
  • Experimento que al abrir un surco de respeto y al echar en él semillas de bondad, cosecho frutos de amor en abundancia.
  • Aprendo a pronunciar con sinceridad palabras como “gracias”, “me equivoqué”, " lo siento", “te necesito”, “perdón”, “tienes razón” y “te quiero”.
  • Padezco otoños e inviernos, aún perdiendo hojas o temblando de frío, que aumentan mi confianza.
  • Camino por desiertos abrasadores o por noches oscuras, que fortalecen mi fe.
  • Frente a una mirada hostil o un gesto agresivo, soy capaz de esbozar una sonrisa como respuesta.
  • Me libero de la pesada carga del rencor, de la mentira, de la infidelidad, de la soberbia y del egoísmo que envenenan mi alma.
  • Con fe y confianza, salto al abismo, vuelo alto como un águila, me sostengo firme como un árbol o ilumino como una estrella.
  • Soy capaz de transformar deseos e ilusiones en realidades, problemas en oportunidades, resentimiento en agradecimiento, sin permitir que se apague la llama de mi esperanza.
  • Compruebo que el verdadero amor significa tolerar, ceder, sufrir, llorar e… incluso, renunciar.
  • Me doy cuenta que sólo ante la muerte, Dios me preguntará cuanto he amado…
  • Agradezco a DIOS todo lo que me da.

viernes, 16 de noviembre de 2018

LA SANA DOCTRINA


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"Tú, en cambio, predica lo que está conforme con la sana doctrina." 
(Tito 2,1)

San Pablo, en su carta a Tito, repite continuamente la expresión "sana doctrina", así como las actitudes que la acompañan: coherencia, fe, amor y paciencia. Y lo hace sabiendo que la fe es fácil de perder si no se alimenta de la sana doctrina y si no se comparte con amor.

Porque la fe sin caridad es una idea vacía, sin contenido: "lo que no se da, se pierde". La expresión de la fe necesita compartir expresiones de amor, debe estar impregnada de gestos de caridad, es decir, la sana doctrina presenta un modelo de vida justa, virtuosa y servicial que fue enseñado y puesto en práctica por el propio Jesús.

La sana doctrina es el conjunto de todas las "verdades de fe" enseñadas por Jesucristo para mostrarnos a los hombres el camino de la salvación y de la vida eterna. En sí misma es sanadora del alma, al librarnos del pecado.

La sana doctrina consiste en no agr
egar ni de quitar nada a la palabra de Dios ni modificar la doctrina de los apóstoles, que nos la han transmitido y que nosotros guardamos.

La sana doctrina está basada o compendiada, fundamentalmente, en el Credo, el Padre Nuestro, los Diez Mandamientos, los Siete sacramentos y resumidas en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC).

Revelada gradualmente por Dios a través de los tiempos, y llegada a su plenitud y perfección en Jesucristo, la definición y comprensión de la sana doctrina es progresiva, a través del constante estudio y reflexión de la Teología siempre fiel a la revelación divina y orientada por la Iglesia.

La sana doctrina consiste en la libre entrega y amor a Dios, sometiéndonos voluntariamente a la revelación hecha por Él y transmitida primero, por los apóstoles y después, por la Tradición de la Iglesia.
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​En palabras del apóstol San Pablo, "la fe opera por la caridad" (Gálatas 5,6), por eso la vida de santificación de un católico obliga, además de participar en los sacramentos, a obedecer la voluntad divina,​ a través de la práctica de las enseñanzas reveladas (que se resumen en los mandamientos de amor enseñados por Jesús), de las buenas obras y de las reglas morales propuestas por la Iglesia.
La sana doctrina, es decir, nuestra entrega voluntaria a Dios, tiene como finalidad y esperanza últimas, nuestra propia salvación​ y la instauración del Reino de Dios. 

La sana doctrina es vivir la sobriedad, el amor, la espiritualidad, la humildad, la sensatez, la integridad, la disponibilidad y el servicio a los demás. Es vivir la verdad, el bien y la bondad.

Es renunciar a la impureza, a la mala conducta, a la impiedad, al egoísmo, a los apegos y deseos mundanos, a las conductas desordenadas.

La sana doctrina es acercarse a Dios para abandonarse a su amor y huir del pecado.


sábado, 20 de enero de 2018

FE, DOS LETRAS CON UN GRAN SIGNIFICADO


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"Dichosos los que creen sin haber visto" 
(Juan 20,29)


El apóstol Pablo en su carta a los Hebreos dice: "La fe es la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de aquellas que no se ven" (Hebreos 11, 1).

El catecismo de la Iglesia católica nos dice que la fe es "la adhesión personal de la inteligencia y voluntad a la revelación divina" (176). 

Es “una virtud teologal infundida por Dios en el entendimiento, por la cual asentimos firmemente a las verdades divinas reveladas por la autoridad o testimonio del mismo Dios que revela".

Dicho de otra manera, es una luz y un conocimiento sobrenaturales por medio de los cuales, sin ver, podemos creer lo que Dios nos dice y la Iglesia nos enseña. Dios nos hace ver las cosas desde su punto de vista divino, con sus ojos, tal como las ve Él.

En cambio, no es fe cuando decimos “creo que va a llover” o “creo que María vendrá" o "creo que tienes razón.." expresamos simplemente una suposición, una opinión o una impresión: suponemos que lloverá; tenemos la impresión de que vendrá, pensamos que tiene razón...pero no tenemos certeza de ello.


Es un don gratuito

Resultado de imagen de don de diosLa fe no es un don innato ni propio de nuestra naturaleza sino que es un regalo de Dios que nos concede en el bautismo y que implica certeza, significa admitir a Dios como Verdad, dar por segura Su existencia y asumir Su voluntad.

Tampoco es fe cuando vemos y comprendemos claramente algo: "dos más dos son cuatro", tenemos la certeza de que es así porque podemos comprenderlo y comprobarlo... pero no toda certeza es fe: es comprensión.


Es siempre firme

Cuando aceptamos sin dudar una verdad revelada por Dios, tenemos fe. Por eso, no podemos decir:"Yo creo en el cielo, pero no en el infierno” o “creo en Dios pero no en la Iglesia", porque estaremos diciendo que Dios se equivoca y nosotros no…por eso le corregimos.

La fe se construye sobre certezas y verdades inamovibles reveladas por Dios. La fe nunca cambia ni se amolda a los tiempos. La fe es eterna porque viene de nuestro Padre Eterno.

Es un acto de responsabilidad

Fuimos creados libres y responsables de nuestros actos. Somos libres para decir "sí" o "no" a Dios, pero ambas respuestas conllevan una responsabilidad
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La fe, nuestro "sí", es un acto libre de nuestra voluntad que acepta a Dios, trata de conocerlo, de amarlo, de cumplir siempre su voluntad que nos responsabiliza a alcanzar el objetivo por el cual fuimos creados: ser santos y estar en presencia de Dios.

La falta de fe, nuestro "no" o nuestro "sí, pero..." es un acto libre de nuestra voluntad que no acepta a Dios, que lo acepta a medias, que no trata de amarlo por encima de todas las cosas ni de hacer siempre su voluntad, que relativiza las verdades esenciales y que nos responsabiliza a no estar en presencia de Dios, lo que significa el infierno: vivir al margen de Dios.

Es un acto de compromiso 

La fe no es simple teoría ni simple moral. No es algo que está bien o que es bueno. 

Es un acto de compromiso de poner a Dios en el primer lugar de nuestro corazón, una decisión que nos mueve a la acción, una actitud de poner en obras aquello en lo que creemos, una disposición firme a aplicarlo en nuestras vidas.

La FE se fortalece dándola. Dar la fe es vivirla, es compartirla con los demás, es servir a los demás y por supuesto, es tener un deseo de servir a Dios sobre todas las cosas, de ponerle en primer lugar.

Es un acto de amor

Resultado de imagen de abrir el corazon a diosEn primer lugar, la fe es un acto de amor de Dios hacia nosotros. Un amor desinteresado, infinito y eterno. Todo es por causa del amor de Dios: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Juan 3, 16).

En segundo lugar es un acto de amor nuestro hacia Dios, por todo lo que somos, por todo lo que nos da, que es siempre beneficioso para nosotros, incluso lo que definimos como malo.

En tercer lugar, es un acto de amor hacia nuestro prójimo, hermano e hijo de Dios, por el que debemos "dar la vida", tal y como Jesús hizo: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15, 13).


"FE"...dos letras con un gran significado 

F de Fraternidad. " Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22,39).
de Felicidad. "Partiréis con alegría y en paz seréis llevados" (Isaías 55, 12).
de Fidelidad. "Obraréis en todo en el temor de Yahveh, con fidelidad y con corazón perfecto" (2 Crónicas 19,9).
de Fecundidad."La fe sin obras está muerta" (Santiago 2, 17).
de Fortaleza. "Dios es nuestro refugio y fortaleza, un socorro seguro en momentos de angustia" (Salmo 46,2).

de Esperanza. "Que el Dios de la esperanza llene de alegría y paz vuestra fe, y que la fuerza del Espíritu Santo os colme de esperanza" (Romanos 15,13).
E de Espíritu. "Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, y por él entendemos lo que Dios nos ha regalado" (1 Corintios 2, 12).
E de Eclesial"Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mateo 16,18).
E de Experiencia."Sólo te conocía de oídas; pero ahora, en cambio, te han visto mis ojos" (Job 42, 5).E de Elección. "Él nos ha elegido en Cristo antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables a sus ojos" (Efesios 1,4).


Para la reflexión personal:


¿Ocupa la fe el primer lugar en mi vida? ¿Ocupa algún lugar?

¿Soy consciente del gran regalo que Dios me ha hecho con la fe? ¿Se lo agradezco?

¿Es mi fe rica en obras? ¿Está viva o muerta?

¿Creo y vivo una fe en acción? o ¿Creo en una fe como en idea teórica, personal y carente de significado?

¿Creo y soy consciente que el Espíritu Santo actúa en mi alma y en mi vida? 

¿Hago silencio interior para oír las inspiraciones del Espíritu Santo? ¿Las obedezco?

¿Pido a Dios su ayuda para vivir mi santificación o me fío y me basto solo con mis fuerzas?

¿Vivo los acontecimientos más ordinarios de la vida con sentido sobrenatural? 

¿Descubro la la acción de Dios en cada momento de mi vida?

¿Amo a Dios y al prójimo con hechos y no sólo con palabras?

¿Vivo mi fe con esperanza y caridad?