¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

jueves, 12 de diciembre de 2019

"SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR"

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"Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, 
que prefieren rezar de pie en las sinagogas 
y en las esquinas de las plazas para que los vea todo el mundo. 
Os aseguro que ya recibieron su recompensa. 
Tú, cuando reces, entra en tu habitación, 
cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; 
y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Al rezar, no os convirtáis en charlatanes como los paganos, 
que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería. 
No hagáis como ellos, 
porque vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis 
antes de que vosotros le pidáis" 
(Mt 6, 5-8)


A menudo, me pregunto ¿cómo rezo? ¿es eficaz mi oración? ¿es sincera? ¿sé a quien me dirijo? ¿es escuchada por Dios? ¿me responde? ¿sé cómo debo rezar? ¿soy "resultadista"? ¿qué es la oración? ¿para qué sirve?

Creo que para responder a todas estas preguntas, primero tengo que pedirle a Jesús, como hicieron los discípulos: "Señor, enséñanos a orar" (Lc 11,1). 

Entonces, al escucharle, medito sobre a quién me dirijo, cómo, dónde y cuándo lo hago, y qué digo.

¿A quién rezo?
Lo primero y lo más importante de todo, es que tengo que ser consciente de que cuando rezo, no me estoy dirigiendo a cualquiera. No estoy hablando de igual a igual. Estoy hablando con Dios Padre. Me dirijo al Creador de todo. 

Cristo, con la oración perfecta, el Padrenuestro, me enseñó cómo dirigirme a Dios como a un Padre que me ama, pero que, además, es mi mejor y más fiel amigo: "Padre nuestro que estás en el cielo" (Mt 6, 9-13).

La oración es una gracia que Dios me regala para comunicarme y relacionarme con Él, para que, a través de las inspiraciones de Su Espíritu, me suscite el conocimiento de su voluntad

Por tanto, es un privilegio que me concede, por el cual puedo hablar sincera y humildemente con Dios. Y siempre con sumo respeto, aunque con intimidad, familiaridad y espontaneidad. Como le habla un hijo a su padre.

Sabiendo a Quien rezo, tengo la certeza de que Dios siempre me escucha, como un padre escucha a su hijo amado. Aunque no siempre un padre concede todo lo que le pide su hijo, bien porque no es el momento o porque no es conveniente. 

Lo que sí sé es que un padre no le niega nada bueno a su hijo: "Todo lo que pidáis en la oración creed que lo recibiréis, y lo tendréis" (Mc 11, 24).

Otra cosa es cómo lo hago y qué digo.
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¿Cómo rezo?
Es importante que sepa que la oración no es una hoja de reclamaciones donde expongo mis quejas y peticiones. No es una lámpara mágica cuyo genio me concede todos mis deseos. Tampoco es una declaración de mis intenciones ni un manifiesto resultadista de mi voluntad.

Para que mi oración sea eficaz, debo rezar:
con una actitud de alabanza y obediencia: "Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino" (Mateo 6,10).  "Te alabo y te doy gracias, porque me has dado sabiduría y fuerza, me has manifestado lo que habíamos pedido" (Dn 2, 23).

- en acción de gracias: "Dad gracias en toda ocasión" (1 Tes 5, 18). "En toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias." (Flp 4,6).

en conformidad con Su voluntad"Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mateo 6, 10). "Ésta es la seguridad que tenemos en Dios: que si pedimos algo según su voluntad, nos escucha" (1 Jn 5, 14).

- con fe y confianza "Pedid con confianza, sin dudar nada" (Stg 1, 6). "Tened fe en Dios." (Mc 11,22-24).

en una disposición de súplica y arrepentimiento: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12)

- continuamente y sin desfallecer. San Pablo me exhorta a "Orad sin cesar" (1 Tes 5, 17). San Lucas me muestra "sobre la necesidad de orar siempre sin desfallecer jamás" (Lc 18, 1).

- con un espíritu de perdón hacia los demás: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados. Pues si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras culpas" (Mc 11,25-26).

- en nombre de
Cristo: "Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el hijo. Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré" (Jn 14,13-14).

- en estado de gracia"Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder" (Stg 5,16). 

Es el poder de mi fe y de mi confianza en el Señor, y no la elocuencia ni la sabiduría o la longitud de mi oración, lo que agrada a Dios. 

Tratar de impresionar a Dios con mis palabras rebuscadas o con mi conocimiento de las cosas sólo es vanidad y no es eficaz ni correcto. 

Además, Dios sabe cuáles son mis necesidades y mis preocupaciones, incluso antes de que se las pida: "Vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis antes de que vosotros le pidáis" (Mt 6,8).

Otro impedimento que hacen mi oración ineficaz es pedir mal, con motivos equivocados y deseos egoístas: "Pedís y no recibís porque pedís para malgastarlo en vuestros caprichos" (Stg 4,3).

¿Qué pido?
Jesús me enseña a pedir por mis necesidades físicas y espirituales: "Danos hoy nuestro pan de cada día" (Mt 6, 12). "La oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor lo restablecerá y le serán perdonados los pecados que haya cometido" (Stg 5, 15).

También, le pido a Dios que me ayude y me de fortaleza ante las dificultades y los problemas: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal" (Mt 6, 13).

Y sobre todo, le pido que aumente mi fe y mi perseverancia: "Yo creo. Ayúdame a creer más" (Marcos 9, 24). "Acrecienta nuestra fe"(Lc 17, 5).
Y
también pido siempre por los demás y por sus intenciones. 

Pido por los que sufren, por los que están angustiados, por las vocaciones, por los sacerdotes que conozco, por mi familia, mis amigos, mis hermanos y por todos los que llevo en mi corazón: 

"Os aseguro que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre celestial. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 19-20). 

"Pedid constantemente por todos los creyentes" (Ef 6, 18). 

"Si muchos piden a Dios por nosotros, muchos le darán gracias por los favores que nos concede" (2 Cor 1, 11).
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¿Dónde y cuándo rezo?
¿Cuál es el mejor momento y el mejor lugar para rezar? 
Lo ideal es orar ante el Santísimo Sacramento, en la Eucaristía, donde siempre me espera pacientemente.

Pero si estoy en cualquier otro lugar, basta con que disponga mi corazón y me concentre, para no distraerme. Por eso, es aconsejable que busque un lugar y un ambiente de recogimiento y de silencio.

El silencio es muy importante porque en él, habita Dios. Al Señor nunca le puedo encontrar en el tumulto, en el ruido, en la agitación. 

Por eso, debo imitar a Jesús, quien se retiraba siempre para orar al Padre: "Pero él se retiraba a los lugares solitarios para orar"(Lc 5, 16). "Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y se puso a orar"(Lc 22, 41). 

¿Cuál es el mejor momento para rezar? La Palabra de Dios me dice que "en todo momento"

Cuando estoy cansado, agobiado, preocupado o angustiado, descargo en Dios mis problemas, mis agobios y preocupaciones.

A Él se los dejo y, Él los acoge
con gusto y me alivia: "Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy afable y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas" (Mt 11, 28-29).

P
ero también, cuando estoy bien y en paz, me acerco a Dios para darle gracias por todos los dones y regalos que me da, para alabarle y adorarle.

El Salmo 5 es una guía maravillosa para saber cómo dirigirme a Dios:

"Escucha mis palabras, Señor, atiende a mi gemido, 
oye la voz de mi lamento, Rey mío y Dios mío. 
A ti, Señor, te invoco; de mañana me escuchas, 
de mañana me dirijo a ti y me quedo esperando. 
Tú no eres un Dios que se complace en la injusticia, 
el malvado no puede ser tu huésped. 
Los soberbios no resisten delante de tus ojos, 
aborreces a todos los malhechores, 
llevas a la ruina a los mentirosos, 
al hombre explotador y fraudulento el Señor lo detesta. 
Mas yo, por tu infinita bondad, entro en tu casa, 
me postro hacia tu templo con toda reverencia. 
Guíame tú, Señor, por tu justicia, 
frente a mis opresores, allana tus caminos ante mí. 
Que se alegren en cambio los que en ti confían, 
que siempre estén alegres, porque tú los proteges; 
que se gocen en ti los que aman tu nombre. 
Pues tú, Señor, bendices al que es justo, 
como un escudo lo protege tu favor."

sábado, 7 de diciembre de 2019

EVANGELIZAR: ALGO MÁS QUE UN MÉTODO

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"Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, 
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 
y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. 
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". 
(Mateo 28, 19-20)

Hoy quiero hablar sobre algunas claves en la evangelización. 

Dicen que "la fe se contagia por envidia" o "la fe se transmite por contagio". Lo cierto es que es un don de Dios que se transmite de persona a persona, por contacto, como una llama que enciende otra llama. Cuando vemos vidas transformadas, queremos transformar las nuestras tambiénEsto es lo que sucede en la evangelización. 

Pero la evangelización no es dar información, ni adoctrinar, ni hacer proselitismo. No es "hacer a otros de nuestro equipo". Evangelizar es transmitir la fe, no sólo con palabras, sino con "caricias".

Los cristianos estamos llamados a transmitir a otros lo que hemos recibido, a "contagiar" el amor de Dios, a través del amor que reflejamos a los demás en nuestra vida. 

Imagen relacionadaEs, primero, la fe vivida, un testimonio vivo de Dios en nuestra vida. Pero quizás tenemos un concepto desvirtuado de lo que es evangelizar. 

Evangelizar es dar a conocer a Jesús para que experimenten su amor y su misericordia. Pero a veces, damos por hecho que las personas conocen a Cristo.

Los nuevos métodos de evangelización (retiros de Emaús, Effetá, Amor Conyugal, las cenas Alpha, Anuncio, Lifeteen, Centinelas, etc.) son medios maravillosos y efectivos que Dios, a través de su Espíritu Santo, utiliza para derramar gracias abundantes sobre los corazones de los hombres.

Sin embargo, la evangelización, más que un método o estrategia, es un encuentro. Primero,  es un encuentro con Dios y, después también, con el prójimo.

La evangelización es, fundamentalmente, el anuncio (kerygma) del Evangelio, que por la gracia del Espíritu Santo, suscita la conversión de las personas a través del encuentro con Jesucristo Resucitado, quien nos conduce al Padre. 
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Una vez producido ese encuentro tras el anuncio de Jesucristo, la asignatura pendiente de la nueva evangelización es el post-kerigma. Es en este "después" donde existe algunos peligros o tentaciones que puede hacer ineficaz cualquier apostolado. 

Es la tentación que podríamos denominar "factor humano", es decir, los intereses personales, las vanidades humanas, las ansias de poder o las búsquedas de reconocimiento. Es cuando dejamos de reconocer la acción y el protagonismo del Espíritu de Dios, para apuntarnos nosotros las medallas.

Es el peligro de concebirla como un "modo de vida", un "montaje profesional de experiencias espirituales" o un "club de amiguetes cristianos". Es cuando la entendemos sólo como una actividad de "buenos propósitos", cuando hacemos “algo”, “a ratos”, “porque es lo que toca, pero que no nos interpela ni nos compromete. 

Es la tentación de hacer de la evangelización un "invento gaseoso", una "moda espiritual", una "fórmula mágica", una "montaña rusa" de sensaciones, vivencias o ilusiones "sentimentaloides". Es cuando la convertimos en efervescencia. 

Quizás deberíamos cambiar efervescencia por perseverancia, pasatiempo por compromiso, activismo por discipulado. Cambiar "factor humano" por "gracia divina".


Discipulado


La primer
a clave de toda evangelización es el discipulado. No podemos evangelizar eficazmente, si no hemos pasado antes por un proceso de discipulado. 

Resultado de imagen de dios camina con nosotrosNuestro ejemplo es siempre Jesús: Él formó a sus discípulos durante tres años antes de convertirles en apóstoles y enviarles a evangelizar el mundo.

Nadie puede mostrar a Cristo si no le conoce a fondo, si no es su amigo, si no tiene intimidad con Él, si no conoce sus palabras y sus obras, si no comparte mesa con Él.

Primero hemos de alimentarnos y formarnos de y en Cristo, para luego darlo a conocer a los demás.

Mediante el discipulado, la gracia de Dios sigue obrando en nosotros, aumentando
nuestra fe, alimentando nuestra esperanza y formándonos para servir a Dios y al prójimo.


Acogida


La segunda clave es la acogida. No podemos evangelizar sin imitar a Cristo, y no podemos imitarle, sin escuchar y acoger a otros.

La evangelización pierde todo su sentido si nos dedicamos al activismo, sin plantearnos si estamos preparados para acoger y recibir a las personas que han tenido un encuentro con Jesús pero no con la Iglesia.

Imagen relacionadaMuchas veces ocurre que las personas que han tenido una experiencia de Dios, buscan prolongar lo que descubrieron, lo que vieron y escucharon. Sin embargo, muchas veces, somos incapaces de ofrecérselo, ya sea por inacción o por omisión. 

Podríamos creer que nuestra labor evangelizadora finaliza con el anuncio del kerigma. Entonces, podríamos pensar que las personas que se acercan a Dios ya no son "cosa nuestra" para dedicarnos a preparar un nuevo ciclo. Grave error.

Las personas que han sido "evangelizadas" necesitan que un evangelizador las escuche, las acompañe y las apadrine. Así, cada evangelizador se convierte en padrino o una madrina espiritual, es decir, en apóstol que acompaña personalmente a otra persona en el camino hacia Dios.

Compromiso


La tercera clave es el compromiso. No podemos evangelizar sin comprometernos con Dios y con su Iglesia. Sin dar un "sí" definitivo y hasta el final.
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Evangelizar no es una tarea de "relleno", de "tiempo libre" o de "un rato". Es un rasgo identitario a tiempo completo de todo cristiano. Un cristiano es cristiano siempre y para siempre, pues asume un compromiso con Dios hasta el final. Lo demás, es tibieza.

Pero además, un cristiano no puede serlo el sólo. Necesita de una comunidad donde vivir y crecer en la fe. Donde desarrollar su amor y mantener su esperanza.

Evangelizar no es una labor de "francotiradores" que luchan en solitario. Por eso, el segundo compromiso de un cristiano es con la Iglesia, donde desarrollamos nuestra vocación de hijos de Dios y donde crecemos en el amor como familia cristiana.

viernes, 29 de noviembre de 2019

HOY TAMBIÉN NACES EN UNA GRUTA

“Habiendo nacido entonces el Niño en Belén, 
porque José no tenía en aquella aldea (kóme) donde alojarse, 
se alojó en una cierta gruta (spélaio) cercana a la aldea, 
y entonces, estando ellos allí, 
María dio a luz a Cristo 
y lo puso en un Pesebre, 
donde fue encontrado por los Magos provenientes de Arabia”.
(S. Justino de Nablús, 150 d.C.)

A principios del siglo I, Belén, Bet-Léjem, que en hebreo significa “casa del pan” (nombrada así por sus campos de trigo y cebada), era una aldea con poco más de mil habitantes que vivían de la agricultura y la ganadería. Fundamentalmente, rebaños de ovejas.

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En las afueras de Belén, existían cuevas naturales que los judíos aprovechaban como almacenes y establos para el ganado. 

La gruta en la que nació Jesús era una de ellas, ya que todos los alojamientos estaban completos debido al edicto de César Augusto, para que todos se empadronasen en sus lugares de origen: "Y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada." (Lucas 2, 7).

Hoy, dos mil años después, finalizando el mes de novie
mbre, muchas ciudades del mundo engalanan sus calles con millones de luces, belenes y artículos decorativos que anuncian la Navidad.

Sin emb
argo, este signo externo y artificial sólo trata de recordarnos que es el momento de las compras, del viernes negro del consumo, del mes de los regalos, de la lotería, de la celebración de opíparas cenas familiares y de comidas de empresa. Para muchos, esto es la Navidad.

Hoy, com
o hace dos mil años, Jesús, no tienes sitio donde nacer. Vienes a un mundo que no te espera, que te ha dado la espalda y que te niega un sitio donde reclinar la cabeza. 

Hoy, como hace dos mil años, Señor, naces en una gruta, alejado del ruido y del tumulto materialista, tan sólo en la presencia de los pobres de espíritu y los humildes de corazón. 

Hoy, como hace dos mil años, Cristo, naces en silencio y te haces presente en la Adoración Eucarística, haciendo que nuestras capillas de Adoración repartidas por el mundo, se conviertan en grutas luminosas y alegres. 

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a los ángeles, queremos adorarte, alabarte y darte la bienvenida. 

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a tu Madre, la Bienaventurada, queremos meditar tu llegada y guardarte en nuestros corazones.

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a San José y el res
to de los Santos, queremos ser lámparas del Sagrario y darte gloria por los siglos de los siglos. 

Como pastores humildes, nos acercamos a tu gruta para ver tu rostro y tu divinidad.  Como magos fieles, nos acercamos a regalarte nuestras ofrendas. 

Aquí en la gruta del Santísimo, Jesús, Rey del Universo, el Hijo amado en quien el Padre se complace, queremos escucharte. No permitas que nos apartemos de ti. 

Aquí en la gruta del Santísimo, Jesús, nos presentamos ante tu poderosa presencia, para que nazcas cada día en nuestros corazones, sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.
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Aquí en la gruta del Santísimo, nos postramos ante tu magnánima persona para decirte que nos basta con saber que estás aquí, encerrado en una urna de cristal.

Y aunque tardes un poco en regresar, haz que no nos cansemos de esperar.

Nos basta con saber que estás aquí, aunque no se te oiga respirar y ni siquiera el corazón latir, nos basta con tu nombre pronunciar.

Nos basta con saber que estás aquí, preparándonos una eternidad, aunque tengamos antes que morir, para poder después resucitar.

Nos basta con saber que estás en nosotros y que nada nos puede separar, ni la angustia, ni el hambre, ni el sufrir, ni el peligro, la espada o la precariedad.

Nos basta con saber que estás aquí y que eres el principio y el final, que te obedece el tiempo y el sol sale para Ti, que das orden al viento y deja de soplar.

Nos basta con saber que estás aquí y que pronto nos hemos de encontrar, que nuestra travesía tiene un fin y Tú estás esperando en la orilla del mar.

Nos basta con poder decir que sí, y darte nuestro permiso para entrar, que tu palabra se haga carne en nosotros y que se cumpla así en todo Tu voluntad.

Nos basta si al morir podemos decir que todo se ha cumplido y exhalar el último suspiro inclinándonos hacia Ti para rendir nuestro espíritu y luego volar.

Nos basta porque sabemos que si te basta a Ti, nos bastará aquel día poder escuchar que pronuncias nuestro nombre para bendecir y olvidas todo lo que pudimos hacer de mal.

Sólo Tú, nos bastas... 

miércoles, 27 de noviembre de 2019

LA VERDADERA TRANS-FORMACIÓN ESPIRITUAL


Transformación, del vocablo latino transformatĭo, es una acción o proceso mediante el cual algo se modifica, altera o cambia de forma, manteniendo su identidad. Es el paso de un estado físico o espiritual a otro.

Transformación espiritual es conversión. Convertirme es cambiar de vida, dar un giro radical y tomar un rumbo diferente, salir de una situación egoísta para adoptar una actitud confiada en Dios.

La transformación espiritual (del prefijo "trans", 'más allá de', 'al otro lado de', 'través de', y del sustantivo "formación", 'adquirir conocimientos') es la búsqueda de una mayor profundidad en mi relación con Dios, a través de la oración, la lectura de la Palabra, los sacramentos, etc., que me invitan a una vida coherente con la voluntad de Dios. 

Es la conversión del corazón y de la mente, por la gracia del Espíritu Santo, que me lleva del "yo" ensimismado y hedonista, a un "sí" rotundo a Dios y a los demás, en un camino de madurez continua, hacia mi destino final: el cielo.

Significa reconocerme débil y necesitado de Cristo, para que se manifieste en mi vida. Significa revisar mi existencia, para ver cómo la he vivido y cómo la vivo. Significa empeñarme en buscar a Dios cada día.
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No se trata de un cambio cosmético, ni se produce como consecuencia de mis propias fuerzas, ni por asistir a la iglesia los domingos, ni por llevar una "vida de cumplimiento" o de tradiciones, creencias y costumbres, sino con el encuentro con Cristo Resucitado.

No se produce como consecuencia de los cambios externos en mi ser. Se trata de un cambio, no de afuera hacia dentro, sino de adentro hacia fuera, donde habita el Ser trinitario. 

No se trata de tener una fe "descafeinada o light", ni una dependencia del "sentir" o del "consumir", ni del modelo de "hacer-ser", que me propone el mundo, y que me lleva por un sendero seco, sin sentido y sin frutos. Es un proceso continuo de aprendizaje, de "reseteo" para volver mi mirada a Dios, para cambiar mi antiguo paradigma en uno nuevo: "ser-hacer".

Significa establecer un estilo de vida de acuerdo con el propósito de Dios para mí. Un compromiso de vida coherente con la manera de pensar, sentir y actuar de Jesús, que se someta al poder del Espíritu Santo, para llegar a una íntima relación con el Padre.

La verdadera conversión es radical y compromete toda mi vida, no con una doctrina ni con una estructura, sino con una persona: Dios. Y no puede existir radicalicalidad, sin confianza y obediencia total. 
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Pero este camino, que no es fácil, no lo recorro solo, sino en compañía de Jesús, que prometió estar con nosotros todos los días de nuestra vida, con la guía del Espíritu Santo para llevarme a la comunión con el Padre

Esta firme convicción y este compromiso adquirido es lo que transformará mi forma de ser y hacer. 

Pero para iniciar este proceso de transformación por el Espíritu, es necesario vincularme a una comunidad, donde existan espacios de crecimiento integral y donde se establezcan relaciones significativas, es decir, a la Iglesia.

Y en ello estoy...

domingo, 24 de noviembre de 2019

¡CUÁNTA FE HAY EN EL SUR!

"Que el Dios de la esperanza llene de alegría y paz vuestra fe, 
y que la fuerza del Espíritu Santo os colme de esperanza." 
(Romanos 15, 13)

¡Cuánta fe hay en el sur! ¡Cuánto amor a Dios! ¡Cuánto fervor por la Virgen! ¡Cuánto sentimiento profundo de las tradiciones y de los valores identitarios cristianos! Este fin de semana lo he vivido en primera persona en el santuario de Santa María de Regla (Chipiona).

Durante mucho tiempo he tenido ciertos prejuicios de esa religiosidad sureña y que siempre me había parecido una manifestación populista, folklórica y poco profunda. Nada más lejos de la realidad. ¡Es auténtica! ¡Es genuina! 
El pasado viernes partí hacia Jerez un tanto sorprendido de que el Señor suscitara en mis queridos hermanos Antonio y José, una sincera, a la vez que inmerecida, invitación para servir con ellos en el VIII retiro de Emaús hombres Jerez, de la parroquia San Juan Bautista de la Salle. 

Hoy, regreso a Madrid con el corazón henchido de amor, felicidad y gozo "que no me cabe", tras un nuevo encuentro con el Resucitado, quien a través de un grupo de andaluces alegres y fieles, se ha hecho el encontradizo con todos nosotros y nos ha incendiado el alma. 

El Señor siempre nos sorprende y lo hace todo nuevo. ¡Este fin de semana Cristo ha vuelto a estar grande con nosotros! ¡Cuánta Gracia y cuánto amor divino derramado! 

Cuántos "ratitos" frente al Santísimo, llenos de emociones, risas y lágrimas de gozo... cuántos "cara a cara" con el Señor, dejándonos "tocar" por su Gracia...cuántas "punteras blancas" frente al altar...cuánto arte en las canciones ofrecidas con sentimiento al Señor... cuánta fraternidad y cuántos "te queremos"...

Por las venas de estos jerezanos, herederos de valientes navegantes y con gran tradición vinícola, corre un gran sentido patriótico (por desgracia, casi ausente en el resto de España) que, unido a una gracia natural (no exenta de ruido y algarabía) y una música única (el flamenco de los grandes maestros), nos han traspasado el corazón con una entrega total, una alegría desbordada, un amor verdadero y una fe firme. 

Algunos veníamos de distintas partes de España, de Galicia, de Cataluña, de Madrid, de Córdoba, de Sevilla...pero este fin de semana, todos nos hemos transformado en jerezanos.

En verdad, nos llevamos un recuerdo eterno, un alma alegre y un corazón ardiente. Y vuestro amor para siempre con nosotros.  

¡Gracias, queridos hermanos del sur!
¡Gloria a Dios!

JHR

"Hasta la locura... nos han hecho amar al Señor. 
Ya no quedan dudas en nuestros corazones... 
de que les amamos... 
de que te amamos Señor... "

"Todo es de su Cristo, 
por Él y para Él. .. 
a Él sea la gloria por siempre. 
Amen." 

"Volvemos con un nuevo corazón...
un corazón para alabar y servir a Dios...
limpio como el cristal, 
dulce como la miel, 
fiel como el andaluz..."

"Al sur yo quiero volver... 
A cantarle a la Virgen con fe... 
con un oleeeeee... olé, olé..." 



viernes, 22 de noviembre de 2019

LA MUERTE NO ASEGURA EL CIELO A UN CRISTIANO


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"La vida cristiana ... 
exige tener la mirada fija en la meta,
en las realidades últimas 
y, al mismo tiempo, comprometerse en las realidades 'penúltimas' ... 
para que la vida cristiana sea 
como una gran peregrinación hacia la casa del Padre".
(S. Juan Pablo II. Catequesis sobre escatología -11/8/1999)


"Ya está en el cielo", "Disfruta ya de la presencia del Señor", "Ya está sentado en la mesa celestial" o "Ya está en la casa del Padre"... son expresiones que escuchamos ante la muerte de un ser querido.

Sin duda, son "deseos" expresados con buena voluntad, fe e indulgencia cristianas ante la gran pérdida de alguien querido, para demostrar el amor que le teníamos.

Pero no dejan de ser afirmaciones impregnadas de un "buenismo" equivocado, desmedidamente osadas, o cuando menos, bastante imprudentes, porque denotan un cierto desconocimiento de la doctrina de la Iglesia.

No por much
o decir de alguien que ha muerto: "seguro que está en el cielo", la afirmación se convierte en verdad. Nadie puede decir que tiene asegurado el cielo, ni siquiera quien muere en estado de graciaEs un error teológico de concepto y una imprudencia temeraria. 

A veces, inconscientemente, queremos hacer de "Dios", o pretendemos decirle a Dios lo que debe o lo que tiene que hacer. Pensamos que Dios es el genio de la lámpara, a nuestra disposición, a quien pedimos lo que sea y quien nos concede todos nuestros deseos. Esto es otro error teológico de concepto y una desviación de la voluntad.

Decía San Juan Crisóstomo que "la muerte es el viaje a la eternidad". Este gran santo dice: "viaje" y no "destino", es decir, un camino con etapas, no una llegada instantánea. 

Porque sólo a Dios, a su Justicia y Misericordia infinitas, le corresponde determinar el destino de cada uno en el Juicio Particular, donde se pondrá a la luz, el estado del alma en el momento de la muerte.

Juicio Particular

Según la Revelación, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia, en el mismo instante de la muerte, nuestro destino queda definido para toda la eternidad. 

Resultado de imagen de juicio particularDice el Catecismo de la Iglesia Católica: "Cada hombre después de morir recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del Cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre" (#1022).

En ese momento, nuestra alma, que es inmortal, se separa de nuestro cuerpo e inmediatamente es juzgada por Dios. Este momento se llama en Teología, el Juicio Particular.

El Juicio Particular consiste en una especie de radiografía, "tac" o "escaner" espiritual instantáneo que recibe el alma por iluminación divina, mediante la cual ésta sabe exactamente el sitio/estado en que le corresponde ubicarse para la eternidad, según sus buenas y malas obras.

Así, podemos asegurar que alguien que ha muerto también ha sido juzgado por Dios (Antonio Royo Marín, Teología de la Salvación). 

El Juicio Particular define tres posibles escenarios: cielo, purgatorio o infierno.


Purgatorio

El purgatorio es una fase intermedia de la Economía Salvífica de Dios. Es un etapa  de purificación en la que el alma de aquellos que mueren en amistad con Dios, totalmente consciente de sus carencias, se refina por el dolor del amor, pues sabe que pudo haber amado aún mucho más de lo que lo hizo. 

Resultado de imagen de purgatorioPosiblemente, es el escenario más lógico de todo cristiano que no llega a un estado total de santidad. Porque aparte de la Virgen María, ¿alguno entre nosotros es lo suficientemente puro y lleno de gracia para estar delante de Dios? (Romanos 3,10, 14, 4, Deuteronomio 7,24, Josué 23, 9, 1 Samuel 6,20, Esdras 10,13, Proverbios 27, 4, Salmo 76; 130, 3).

Incluso los santos tienen pecados que necesitan ser expiados y el purgatorio es una parte de la infinita misericordia de Dios, porque no quiere que ninguno de nosotros muera, sino que viva y se arrepienta (2 Pedro 3, 9).

La Palabra de Dios es muy clara acerca de esta etapa purgativa (2 Macabeos 12, 39-46, Mateo 5, 24-25, Habacuc 1,13, 1 Corintios 3, 11-15, Apocalipsis 21,27).

Resultado de imagen de muerte de un ser queridoEl propio Jesucristo, hablando de la ofensa contra el Espíritu Santo, dice que ésta no será perdonada en este mundo, dando así a entender que hay faltas que se pueden perdonar una vez que morimos. Esto es, en el purgatorio. 

La Iglesia reconoce que estas almas se benefician de la oración de los vivos. Por eso, es tan importante que recemos por los difuntos, más que pronosticar su segura entrada celestial.

Infierno

El infierno es el estado de separación de Dios. A éste se condenan quienes lo han rechazado voluntariamente hasta el final. Y es una fase final, definitiva y eterna.

Resultado de imagen de purgatorioEl Catecismo también dice: “Jesús habla con frecuencia de la ‘gehenna’ y del ‘fuego que nunca se apaga’, reservado a los que hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo.

El Papa Juan Pablo II en "Cruzando el Umbral de la Esperanza" dice que la condenación es lo opuesto a la salvación, pero que tienen en común que ambas son eternas

Y el infierno es el peor mal, porque es la condenación eterna: el rechazo del hombre por parte de Dios, como consecuencia del rechazo de Dios por parte del hombre.

Podríamos decir que, al infierno van los que se arrojan a él de cabeza. Los que  se rebelan a la voluntad de Dios, los que reniegan de Dios y le rechazan voluntariamente (Non Serviam).

Cielo

Según el Catecismo de la Iglesia católica, el cielo es el "fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombreel estado supremo y definitivo de dicha”. También es un escenario definitivo y eterno.

El cielo es la salvación eterna, la felicidad que proviene de la unión con Dios, el gozo de la Visión Beatífica, es decir, el ver a Dios mismo "cara a cara" (1 Corintios 13, 12). 

El Cielo, que es un estado, un sitio indescriptible con nuestros limitados conocimientos humanos, en el que las almas aún esperan reunirse con sus cuerpos gloriosos, pero ya gozan de plena paz plena y pueden interceder por los vivos, al actuar como canales de la gracia divina en la Tierra.

La Virgen María nos ha mostrado, con su vida en la tierra y su Asunción al Cielo, el camino que hemos de recorrer hasta llegar al Cielo que Dios Padre nos tiene preparado. 

Allí estaremos en cuerpo y alma gloriosos, como está María, porque seremos resucitados, tal como Cristo resucitó, y tal como Él ha prometido a todo el que cumpla la Voluntad del Padre ( Juan 5,29 y 6,40).