¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

domingo, 2 de febrero de 2020

SESENTA ESTADIOS DE IDA Y DE VUELTA



"Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, 
distante de Jerusalén unos sesenta estadios." 
(Lucas 24,13)

Muchos conocemos de memoria el relato de la tarde del domingo de Resurrección, en el que dos discípulos de Jesús, tristes y abatidos, abandonan Jerusalén camino de Emaús. 

Tras la muerte de Jesús, sus expectativas mesiánicas se han desvanecido. Su fe se ha apagado y su esperanza se ha perdido. Ya no parece quedarles otra cosa que volver a sus vidas cotidianas. Ya no tiene ningún sentido continuar juntos. 

Pero el camino de Emaús no es sólo un relato bonito del pasado. Es una peregrinación que se repite constantemente en nuestras vidas. Todos, alguna vez, recorrernos esos sesenta estadios mientras el Señor nos pregunta, nos interpela, nos suscita, nos explica, nos parte el pan y nos abre los ojos. 

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Sesenta estadios es la distancia que recorremos los cristianos cuando perdemos la fe y la esperanza. Cuando, desilusionados porque no se cumplen nuestras expectativas, y ensimismados en nuestros problemas, nos alejamos de Dios para volver a nuestra vida cotidiana ("Iban conversando y discutiendo entre ellos de todo lo que había sucedido").

Sesenta estadios es la distancia que recorre la bondad de Jesús, que sale a nuestro encuentro sin estridencias, haciéndose el encontradizo con aquellos que le hemos abandonado ("Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos"). 

Sesenta estadios es la distancia que recorre el amor de Cristo que nos acompaña en nuestro dolor y sufrimiento, que escucha nuestras pérdidas y desilusiones y se hace presente en las cosas sencillas de nuestra vida ("¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?"). 

Sesenta estadios es la distancia que recorre la paciencia de Dios ante nuestro abandono, ante nuestra incapacidad para reconocerle ("Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo").

Sesenta estadios es la distancia que recorre la sabiduría de Dios para provocar la apertura de nuestra necia mente y de nuestro duro corazón, mientras Jesús nos explica Su Palabra ("Y comenzado por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras").

Sesenta estadios es la distancia que recorre la pedagogía de Jesús para suscitarnos la necesidad de dejarle entrar en nuestra vida ("Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída"), llevarnos a Su presencia real en el Sacramento de la Eucaristía ("Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando") y ser capaces de reconocerle ("Se les abrieron los ojos y lo reconocieron").
Sesenta estadios es la distancia que requerimos para dejarnos cautivar por Él ("¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras") y comprometernos para salir a anunciarle inmediatamente ("Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén").

Sesenta estadios es la distancia que debemos recorrer para rehacer el vínculo de unidad con la comunidad, adquirir el compromiso de vivir y compartir la fe con otros cristianos y reanimar la esperanza en Dios ("Encontraron reunidos a los Once con sus compañeros").

Sesenta estadios es la distancia que todos debemos recorrer, como hizo el Señor, para saber acercarnos a las personas con sutileza, escuchar atentamente lo que nos tienen que decir, acoger y entender sin juzgar sus dudas, sus pérdidas, sus heridas, sus desesperanzas.

Sesenta estadios es la distancia que todos debemos recorrer para entrar en diálogo amistoso con las personas que nos encontramos por el camino y mostrarles a Jesucristo resucitado ("Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón").

Sesenta estadios es la distancia que separa el resentimiento del agradecimiento, la desesperanza de la fe, la pena de la alegría, el odio del amor, el egoísmo del compromiso.

Sesenta estadios es la distancia que necesitamos recorrer para decirle a Jesucristo: ¡Quédate con nosotros!


JHR 


martes, 28 de enero de 2020

IDENTIFICANDO PELIGROS EN LA EVANGELIZACIÓN

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"Todos los métodos son inanes sin el fundamento de la oración. 
La evangelización ha de estar siempre empapada 
en una intensa vida de oración.
Proclamar a Dios es introducir [a los demás] en una relación con Dios, 
es enseñar a orar. 
La oración es la fe en acción. 
Es hora de reafirmar la importancia 
frente al activismo y al creciente secularismo 
de muchos cristianos comprometidos en obras de caridad. 
El cristiano que ora no pretende ser capaz de cambiar el plan de Dios 
o de corregir lo que Él ha previsto, 
sino que, más bien, busca un encuentro con el Padre de Jesucristo, 
pidiendo a Dios que, con la consolación del Espíritu, 
lo conforte a él y a sus obras."
(Benedicto XVI)

La Iglesia, hoy más que nunca, necesita cristianos comprometidos con el gran desafío del siglo XXIla evangelización.

Durante mucho tiempo, quizás hemos puesto demasiado énfasis en la Cruz y en la muerte de Jesús, y hemos obviado (casi callado) que Jesucristo ha resucitado. 

Posiblemente, no hemos facilitado a otros una comprensión sólida de Dios, más allá de una vaga deidad, de una idea abstracta del mensaje evangélico o de un conjunto de normas. 

Y en los últimos años, nos hemos lanzado a la evangelización con buenos deseos de servir a Dios pero sin mucho conocimiento y sin apenas formación, por lo que es necesario que seamos capaces de identificar a lo que nos enfrentamos.

Para centrar el tema, lo primero que debemos saber es que el Diablo no quiere que las personas descubran el amor de Dios y por ello, trata de:

quitarle la iniciativa de la evangelización a Dios, haciéndonos creer que podemos "hacer cosas" para Dios sin confiarnos a Él, fiándonos sólo de nuestro esfuerzo y nuestra capacidad.

- quitarle el protagonismo de todo apostolado al Espíritu Santo, convirtiéndolo en una alocada multiplicación de actividades, donde el orgullo y la vanidad sustituyen a la gracia.

- quitarle la importancia de la predicación de su mensaje a Jesucristo, centrando toda la atención en nosotros mismos, en nuestros sentimientos, en nuestros problemas, en nuestras pérdidas y en nuestros sufrimientos.

Algunos de los peligros comunes que surgen en la evangelización son:

Activismo

El primer peligro de toda evangelización es el activismo. Muchos de nosotros, aunque comprometidos con una "vida de fe en acción, de Iglesia en salida", en ocasiones, nos dejamos llevar por un exagerado activismo...

Activismo es "hacer sin rezar", es decir, acción sin contemplación y, aunque la realicemos con buena intención, está condenada a la ineficacia. 

¡Cuántas veces nos lanzamos a "hacer cosas" sin pensar! o lo que es peor ¡sin rezar!

Ante la tentación o la duda, debemos ir a la fuente, mirar a Cristo. Jesús vivió siempre en intimidad con Dios antes de emprender cualquier tarea en sus tres años de vida pública, pero antes, estuvo cultivándola durante sus 30 años de vida privada. 

Este es el mayor ejemplo que Cristo nos ha dado: en toda circunstancia, cultivar nuestra vida interior. Nuestra relación con Dios es nuestro primer campo de misión. Sin intimidad con Dios, sin oración, es imposible llenarnos de Cristo. Y si no nos llenarnos de Cristo ¿cómo vamos a darlo a conocer a otros?

Por eso, debemos rezar. Orar es relacionarnos íntimamente con Dios, es decirle "sí’ a su gracia, es aceptar su invitación a unirnos a Él, a confiar en Él. Es entonces cuando todo "encaja", todo "resulta". 


Antes de evangelizar a otros, lo primero que debemos hacer es
 preguntarnos ¿me relaciono con Dios? ¿me dejo impregnar por su gracia? ¿me abandono a Él¿creo en el poder de la oración?

Secularismo

El segundo peligro al que nos enfrentamos es el “secularismo", es decir, el riesgo de sucumbir al pensamiento dominante del mundo, marcado por el relativismo y la negación de la Verdad

¡Cuántas veces pensamos que todo es relativo, que no existen verdades inmutables ni valores objetivos! ¡Cuántas veces pensamos que en la vida cristiana todo vale, aunque no sea verdad!

Nuestra fe cristiana, otrora un río de caudal enérgico, fijo y permanente por el que navegábamos hacia el mar, ha perdido sus márgenes y se ha convertido en un estanque plácido y apático, sin energía ni propósito, en el que todos flotamos, pero en el que no llegamos a ninguna parte.

Cuando una fe rebajada o descafeinada pone la Verdad en tela de juicio... Cuando un apostolado plácido e insulso pone el énfasis “en lo superficial”, en lo "efímero"... Cuando no testimoniamos a Cristo de una manera auténtica y radical, la evangelización pierde su sentido y toda su efectividad.

Recuperar una fe misionera sólo es posible una vez que hemos conocido el amor ardiente de Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14,6)

Entonces, recuperamos los márgenes, el caudal y la energía del río, para saber adonde ir, lo que hacer y hacerlo con pasión.

Egoísmo

El tercer peligro es caer en la apatía y la placidez de ese estanque que nos hemos "fabricado". Un "egoísmo" basado en una malentendida idea de la “libertad”, que nos conduce a la soberbia con la que pretendemos hacer lo que queremos, lo que nos conviene o lo que nos resulta más cómodo.

Por conveniencia, queremos "hacer de Dios", y no dejamos a Dios ser Dios, pretendiendo decir nosotros lo que se debe hacer.

Por comodidad, queremos determinar la esencia de la misión encomendada por Jesús a los apóstoles haciendo prevalecer nuestro propio parecer.

Por vanidad, deseamos convertirnos en los artífices de los métodos y en los autores de los frutos de la evangelización.  

¡Cuántas veces actuamos como si el éxito dependiera de la habilidad y destreza del albañil, y no del plan magistral del Arquitecto! 

¡Cuántas veces intentamos "captar" almas por y para nosotros, en lugar de conseguirlas de Dios y para Dios!

¡Cuántas veces queremos ser a toda costa "eficaces", "exitosos","resultadistas" o"relevantes"!

Con frecuencia, olvidamos que es Cristo quien se encuentra con nosotros en el camino, quien nos capacita y quien nos invita libremente a seguirlo. 

Cuando aceptamos su llamada y le seguimos, lo hacemos comprendiendo que nuestra misión no es nuestra sino de Cristo, que los resultados no son nuestros sino de Dios, que nada depende de nosotros sino de su Gracia.  

Nosotros, trabajamos y cosechamos como "siervos inútiles, haciendo lo que tenemos que hacer"

Dios está vivo, y ha resucitado para habitar en nuestros corazones, en nuestras vidas. Si no tenemos experiencia de Cristo vivo, poco evangelizaremos. Si no testimoniamos a Cristo en nuestras vidas, nuestro apostolado es estéril.

Recordando las palabras de San Pablo, “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”cuando Jesucristo vive realmente en nosotros, nuestros egos y vanidades desaparecen. Entonces, el fruto es abundante.

Sentimentalismo

Otro gran peligro de todo apostolado es ampararse en el sentimentalismo. Con él, el estanque plácido que hemos fabricado se convierte en un pantano turbio de emotividad.

Muchos que llegan a la fe por la evangelización, sucumben a la seductora inclinación de buscar sólo consuelo y refugio, como si de magia se tratara. 

Es la "religión del sentimiento" que deja fuera la dimensión inteligente y reflexiva de la persona, su capacidad de captar el carácter verdadero de aquello que anhela.

Es "la evangelización emotiva" que se refugia en un "hedonismo", en una búsqueda del placer, que le hace "sentirse bien", "a gusto" y que evita a toda costa el sufrimiento de la cruz.

El sentimiento diluye la fe, y por tanto, la misión, convirtiéndola en un acto absolutamente subjetivo, que deja de ser un acto sobrenatural de adhesión de la inteligencia (animada por la voluntad y con la ayuda de la gracia) a las verdades inmutables del cristianismo.

Sentirte bien no significa necesariamente que la fe sea fe. La fe cristiana no es una cuestión de sentimiento, es un acto de la inteligencia. La "razón" nos lleva a la verdad. La "emoción", posiblemente, al error.

Jesús no predicaba a sus discípulos con emociones ni sentimientos sino razonando todo lo que decía, a través de explicaciones, parábolas o ejemplos. 

Tampoco evangelizaba para sentirse bien o para que otros se sintieran bien, sino para darnos ejemplo, al coger su cruz y negarse a sí mismo por nosotros. 

La fe es negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Cristo (Marcos 8,34).

En conclusión, si abrazamos la evangelización, innata a la vida cristiana, de manera completa y confiada a la verdad, a la bondad y a la belleza de Cristo, la radicalidad del amor atraerá la atención del mundo. Entonces, cumpliremos la misión que nos ha sido encomendada.

Tratemos más de "mostrar", que de "decir", de "ser" más que de "hacer", de "dar" más que "recibir".

No les digamos a otros qué pensar ni cómo comportarse. No tratemos de hacer cosas ni de hacer sentir.

Mostremos a todos que la belleza del mensaje evangélico se basa en que muchos católicos comprometidos aman de verdad a los demás.

Testimoniemos a otros que la bondad de la Iglesia supera con creces las obras de caridad que realiza.

Demostremos a los demás que la Iglesia no es sólo una jerarquía de "hombres de blanco y negro, de alzacuellos y sotanas", sino que está formada por muchas personas que, siguiendo a Cristo, "dan la vida por los demás".

Manifestemos al mundo que la verdad del cristianismo se fundamenta en el amor que nuestro Señor que nos tiene, y hagámoslo llenos de coraje, entusiasmo y alegría.


Para reflexionar y profundizar:

- L'Ame de Tout Apostolat (El alma de todo apostolado), Jean-Baptiste Chautard

domingo, 26 de enero de 2020

APOSTASÍA EN LA IGLESIA CATÓLICA

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"Siguen los deseos impuros de la carne 
y desprecian la autoridad del Señor. 
Atrevidos y arrogantes, 
no tienen miedo en blasfemar contra los seres gloriosos, (...) 
hablan mal contra las cosas que no conocen, (...) 
encuentran su felicidad en el placer de un día; 
hombres corrompidos e inmundos,
 se gozan en sus engaños mientras banquetean con vosotros; 
tienen sus ojos llenos de adulterio y no se hartan de pecar; 
seducen a los inestables; 
tienen el corazón habituado a la avaricia, son gente maldita. 
Abandonaron el buen camino, se extraviaron (...)
 Éstos son fuentes sin agua, nubes azotadas por el viento, 
a quienes les aguardan densas tinieblas. 
Con sus discursos pomposos y vacíos 
despiertan los deseos carnales y el desenfreno 

de aquellos que apenas habían logrado escapar de los que viven en el error. 
Les prometen la libertad, mientras ellos son esclavos de la corrupción
Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia 
que, después de haberlo conocido, 
apartarse del mandamiento santo que se les había transmitido."
(2 Pedro 2, 9-17 )

Desgraciadamente, muchos católicos, que siguen en la Iglesia, han dejado de creer en Dios y se han vuelto hostiles al cristianismo auténtico, reacios a la búsqueda de la santidad, rebeldes a la moralidad y traidores a Cristo.

Han abandonad
o el camino y se han extraviado en una apostasía que no se marcha, sino que se queda dentro de la Iglesia, igual que Judas.  
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Propagan una herejía que presenta a un Dios anodino, transigente, timorato y que aplaude cualquier elección que hagamos. Nada de lo que hagamos nos llevará al cielo o al infierno.  

Se han instaurado en un relativismo herético, adoptando la religión del anticristo, que predica un Dios sin autoridad, un mundo sin pecado, un reino sin juicio y un Cristo sin la cruz.

Tratan de implantar una fe intrascendente, sin importancia, menor, sin sentido, en la que nada conduce a nada, en la que todo vale y nada obliga. 

Siguen una religión progresista, cómoda y fabricada a la medida: sin sacrificio, ni sufrimiento ni disciplina, en la que no existe el pecado, y por tanto, tampoco es necesaria la Cruz.

Prom
ueven una ideología "liberalista e igualitarista", de deseos y anhelos particulares, que defiende la comunión en situación irregular, que aboga por el fin del celibato sacerdotal y por el sacerdocio femenino.

Abogan po
r una herejía que niega la existencia del Diablo y del infierno, que evita hablar de determinados temas "delicados", que desecha la doctrina católica por arcaica, anticuada y de otro tiempo.

Fomentan una parodia de la fe católica, donde se puede elegir nuestro propio género, nuestra propia doctrina, nuestro propio camino, nuestra propia verdad, nuestra propia vida. 

En palabras del obispo Fulton Sheen, "la negación de la Cruz y de Cristo es el sello distintivo del espíritu del anticristo".

Por tanto, su doctrina y su ideología son las del anticristo:

"Si no hay Cielo, no hay Infierno; 
si no hay Infierno, entonces no hay pecado; 
si no hay pecado, entonces no hay juicio,
si no hay juicio, no hay Juez,
y si no hay Dios, lo malo es bueno y lo bueno es malo”

miércoles, 22 de enero de 2020

EMAÚS ES SÓLO EL TRAILER

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Comienza el año y con él, los retiros de Emaús, en los que las personas se encuentran cara a cara con el amor de Dios. 

Tras un fin de semana intenso, es muy habitual escuchar: "Emaús me ha cambiado la vida". Y ahí nos quedamos. A menudo, magnificamos el método y confundimos el medio con el fin. Mezclamos proceso con propósito. Y, por desgracia, para muchos, el fin de semana es el principio y el fin. Y estoy de acuerdo con un amigo mío, que dice: "No sólo de Emaús vive el hombre".

Sin embargo, en sí mismo, Emaús no te cambia la vida. Es cierto que la Gracia que se derrama te interpela a revisar tu vida, cómo la has vivido, cómo la vives y cómo la quieres vivir, pero cambiar, no la cambia. Lo que ocurre es que, tras el retiro, la miras desde otra perspectiva. Emaús sí provoca un "antes" y un "después". Y sobre todo, debe provocar un "después". 

A esto
es a lo que me refiero. Porque Emaús no es más que un "tráiler" que nos anticipa algo, es un avance de lo que Dios nos tiene preparado. Es una sinopsis, un resumen, pero... no es la película. Repito: no es la película. 
Sin duda, como tráiler que es, se trata de una herramienta importante y necesaria de promoción y difusión del "gran largometraje". 

Un tráiler moviliza a las personas a que vean una determinada película. Ofrece una visión parcial sobre la película y desarrolla una estrategia para llegar al público objetivo al que va dirigido, promocionando algunos aspectos de la historia. 

El realizador (que se llama Espíritu Santo) consigue que el público (nosotros) intuyamos la trama de la película (el plan de Dios), nos presenta al actor principal (Jesús), nos anuncia el tema de la película (el amor), nos emociona con una música maravillosa (la Gracia), nos entusiasma (corazón en ascuas) y nos anima a verla completa (a comprometernos con Dios). 

Emaús es un tráiler atractivo que acapara la atención del espectador. Primero, porque apenas se cuenta nada y segundo, una vez en el retiro, porque la acción se desarrolla "in crescendo", de menos a más. Comienza de manera tranquila para acabar de forma "espectacular".

Es un tráiler donde las frases más impactantes y emblemáticas son narradas por un "relator" (Cristo), que nos explica las "escenas" mas importantes de la película (las Escrituras) y que nos interpela con "arengas contundentes" ("qué necios y qué torpes") que traspasan el alma. 

Entonces, le invitamos a nuestra casa (vida), y de invitado, pasa a ser anfitrión, invitándonos a participar con Él en la película (la Eucaristía). 

Es un tráiler intenso pero breve, con una música (el servicio a los demás) que nos cautiva pero que no es la banda sonora completa, con escenas impactantes (testimonios) que nos acercan a la trama de la película, pero no es la película. 

Una vez que has visto el tráiler, eres tú quien decide ver la película o no, comprometerte o seguir con "tus cosas" Y esa decisión libre y personal es la que realmente te hace cambiar de vida. Así actúa el cielo. Así lo quiere Dios.

Es tu disposición a indagar más y más en las escenas que has visto, tu compromiso de avivar el amor que has sentido, tu deseo de conocer más al Protagonista a quien has descubierto, tu interés en ahondar en la gracia que has recibido, la que te conduce a apasionarte por querer participar y disfrutar de la película. 

Si el tráiler es fantástico, la película está por descubrir. No sólo es mucho más extensa, no sólo tiene una banda sonora completa, no sólo hay más actores, sino que si decides verla hasta el final, entenderás toda la "trama".

Emaús no te cambia la vida. Cuando decides libremente ser parte de la película, entonces, Dios actúa poderosamente en ti, te sientes profundamente amado y acompañado, y se produce la transformación. Es la película misma la que cambia tu forma de ver y pensar. Y entonces, tu vida cambia.


JHR

domingo, 19 de enero de 2020

ADORACIÓN AL SANTÍSIMO: SIGNO DE AMOR

"La visita al Santísimo Sacramento 
es una prueba de gratitud, 
un signo de amor
y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor" 
(Beato Pablo VI: Mysterium fidei, CEC 1418)

Descubrí la gracia de la Adoración al Santísimo en mi primer viaje a Medjugorje, hace cuatro años. Hasta entonces, desconocía tanto cuál era su propósito como en qué consistía. 

Fue allí, en ese pueblo bosnio tan bendecido por Nuestra Señora donde, Ella me mostró la importancia de acudir a Su Hijo. 

Una multitud de más de cinco mil personas arrodilladas, de todas las nacionalidades y razas, adoraban y daban gracias al Señor, cada una, en su idioma, ante una custodia de gran tamaño en la explanada trasera de la parroquia. 

Aquella escena de comunión y fraternidad, de gratitud y amor, de fervor y devoción produjo en mí una imagen que jamás había visto y que jamás olvidaré. Tanto fue así, que no pude contener las lágrimas de gozo y sentir mi corazón salirse del pecho. 

Desde entonces, intento acudir al Santísimo, ya sea en un retiro de Emaús, en un retiro de silencio, en unos ejercicios espirituales o en una capilla de Adoración Perpetua.
Son momentos ante el Santísimo son realmente sobrenaturales, donde la gracia se derrama y sientes al mismo Cristo a tu lado....

Son "ratitos" llenos de emociones, risas y lágrimas de gozo... 

Son encuentros "cara a cara" con el Señor, para dejarnos "tocar" por su misericordia... 

Son "citas de enamorados" comunicándose y declarándose su amor... 

Son ocasiones para las peticiones que albergamos en nuestros corazones... 

Son momentos de júbilo para ofrecer canciones de alabanza al Señor...


Historia


La palabra "vigilia" se menciona en la Biblia para expresar cada una de las partes en las que se divide la noche (Salmos 63,6, 90,4, 119,148, Lucas 2,8, 12,38). 

También se llamó vigilia a la acción de velar, es decir, a mantenerse despierto durante toda la noche (o parte de la noche). 

También se llamó así, a la acción de hacer centinela o guardia por la noche.

Los primeros cristianos, siguiendo la enseñanza de Cristo ("vigilad y orad"), rezaban varias veces al día, costumbre que dio lugar a la Liturgia de las Horas.

Siguiendo el ejemplo de Cristo de orar por la noche (Lucas 6,12; Mateo 26,38-41), se reunían a celebrar vigilias nocturnas de oración, en las que alternaban oraciones, salmos, cantos y lecturas de la Sagrada Escritura. 

Así es como esperaban en la noche la hora de la Resurrección, y llegada ésta al amanecer, terminaban la vigilia con la celebración de la Eucaristía. Como ejemplo, la vigilia celebrada por San Pablo con los fieles de Tróade (Hechos 20, 7-12).


En el Antiguo Testamento, los judíos dividían la noche en 3 vigilias

-1ª "al comenzar las vigilias", (18:00-22:00) desde la puesta del sol hasta las diez de la noche (Lamentaciones 2,19). 

-2ª "guardia de la medianoche" (22:00h- 02:00) (Jueces 7,19). 

-3ª "de la mañana" (02:00- 06:00) hasta la salida del sol. (Exodo 14,24; 1. Samuel 11,11). 

En el Nuevo Testamento, se usó el sistema romano de 4 vigilias: 

-1ª "del anochecer" (18:00-21:00) (Marcos 13,35, Juan 6,16-17). 

-2ª "de medianoche" (21:00-00:00) (Lucas 11,5, Hechos 16,25). 

-3ª "del canto del gallo (00:00-03:00) (Marcos 13,35, 14,72, Juan 13,38). 

-4ª "amanecer" (03:00-06:00) (Mateo 14,25, Marcos 6,48, 3,35). 

Dios, a través de su Palabra, nos insta continuamente a velad (Mateo 24,42-3; 25,13; 26,41;Marcos 13,33-37;14,38; Lucas 12,37-38;21,36; 1 Tesalonicenses 5,6; 1 Pedro 4,7; Apocalipsis 3,3; 16,15)

Vigilia de Adoración Nocturna

La Adoración Nocturna, tal y como la conocemos hoy, se inició en Francia por Hermann Cohen y dieciocho hombres el 6 de diciembre de 1848 (en España en 1877), con el fin de adorar en una iglesia, con turnos sucesivos, al Santísimo Sacramento en una vigilia nocturna.

La Adoración Nocturna consiste un grupo de fieles que, normalmente, reunidos en grupos, y una vez celebrado el Sacrificio eucarístico, permanecen durante la noche por turnos ante el Sacramento, rezando la Liturgia de las Horas y haciendo oración silenciosa, en representación de la humanidad y en el nombre de la Iglesia.

Los objetivos de una vigilia de Adoración Nocturna son los mismos de la Eucaristía:

- adorar y alabar con amor a Cristo y, con Él, al Padre "en espíritu y en verdad"
-ofrecerse con Él para la salvación del mundo y para la expiación del pecado
- permanecer amorosamente atentos en la presencia de Aquel que nos ama
- orar por el mundo y por la Iglesia
- interceder por las necesidad personales y colectivas

Todos deberíamos tener la necesidad imperiosa de acudir al "Santísimo Sacramento del Amor", donde Cristo nos espera para darse hasta el extremo, para adorarle y contemplarle llenos de fe, para darle gracias por todo cuanto ha hecho por nosotros, para pedir por nuestras necesidades e interceder por las de otros y para reparar los agravios del mundo.