¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

lunes, 24 de agosto de 2015

EL ANHELO DE INDEPENDENCIA



“Permanezcan en mí como yo en ustedes. 
Una rama no puede producir fruto por sí misma 
si no permanece unida a la vid; 
tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí.
Yo soy la vid y ustedes las ramas. 
El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, 
pero sin mí, no pueden hacer nada.”

Juan 15,4-5


El anhelo de independencia es parte de nuestra naturaleza humana desde el inicio de la creación, con Adán. El primer hombre lo buscó aliándose con el mayor enemigo de Dios y así le fue…así nos fue…

El hombre actual vuelve por sus fueros y proclama a los cuatro vientos su deseo de autonomía e independencia de Dios. 

El hombre no tiene ni siente necesidad de Dios porque el hombre quiere ocupar el lugar de Dios. Es una vieja historia, renovada hoy por el hombre posmoderno. 

La exaltación del hombre es el culmen de la posmodernidad pero es también su crisis: el tiempo de la secularización, el tiempo del relativismo ético y de la desorientación moral en la cual el hombre no sabe decir más nada sobre sí mismo, de dónde viene, adónde va, y cuál es el sentido de su vida y de su caminar. 

Lo mismo le pasó al hijo pródigo en la parábola de Jesús: se creyó “su propio padre”, pidió su independencia y dilapidó su herencia.

El anhelo de independencia desune, hace que la familia y el matrimonio pierdan su sentido. Desde el principio, el Diablo ha intentando sembrar discordia en la pareja y en la familia, enfrentando a hombre contra mujer, a hermano contra hermano, padre contra hijo…

Con el aumento significativo de los divorcios, de las familias desintegradas, de las convivencias libres y sin compromiso y de las uniones homosexuales parece que los matrimonios y las familias están en peligro de extinción, tienden a desaparecer del todo.

Las crisis de la pareja, del matrimonio y de la familia son síntomas de una crisis todavía más profunda. Cuando se quiebran las columnas que sostienen la casa, significa que la misma casa está por colapsar. 

La crisis de la pareja, del matrimonio y de la familia, conducen a una crisis todavía más profunda, la de la sociedad. Una sociedad enferma incapaz de hacer un diagnostico real y que ha vuelto la espalda a Dios creyéndose capaz de auto-curarse por sí sola. Sólo Cristo salva; sin él no hay camino posible a la vida.

Para que el amor en la pareja reflorezca, para que el matrimonio sea nuevamente valorado y la familia resurja de sus cenizas es necesario volver a las raíces de la fe, es necesario rencontrarse con Jesús, salvador y redentor de la humanidad, quien no tuvo anhelo de independencia al entregarse por todos nosotros.

El anhelo de independencia impide al hombre comprometerse. Muchos chavales dejan de estudiar porque no quieren comprometerse a la disciplina de ir al colegio cada día y cumplir con sus deberes. Otros pierden su trabajo porque no quieren cumplir con la rigidez del horario o con las órdenes de un “jefe caprichoso”. Muchos no quieren comprometerse con la sociedad, con el gobierno, con las leyes...

El anhelo de independencia (de Dios) es la esencia del pecado. En el principio fue Satanás, que anhelaba el poder, ser como Dios. Luego, engañó y embaucó a Adán. 

Hoy enreda a muchos cristianos, que añoran una cierta autonomía y libertad, una cierta distancia de Dios, darle la espalda, y se preguntan ¿por qué no puedo gobernar mi vida yo solo?

No matan, no roban (Satanás no robó ni mató; ni tampoco Adán), creen ser buenas personas pero prefieren vivir la fe a su modo, individualmente, sin necesidad de Dios. Es la negación del derecho de nuestro Creador a guiar nuestra vida, es la esencia de la rebelión contra Dios, del pecado original.

El anhelo de independencia implica creerse la mentira de Satanás de “ser como Dios”. Si el Diablo consigue que pensemos así y actuemos independientemente de la voluntad divina, entonces controlará nuestra voluntad y nuestra vida. Creeremos que estamos actuando por nosotros mismos, que estaremos decidiendo con libertad, lo cual forma parte del engaño de Satanás, pero en realidad, estaremos actuando bajo sus órdenes, bajo su poder y bajo su voluntad.

El anhelo de independencia es excluyente, divide a los hombres, separa a las parejas, aleja a los hijos, aparta a los hermanos, distancia al ser humano Dios y le transforma en un monstruo insaciable de gloria, ansioso de éxito y ávido de poder. 

Lo excluyente es egoísta y el egoísmo es lo contrario del amor, lo opuesto a Dios. El amor y la misericordia divinas no excluyen a nadie; todo lo contrario, unen, sanan, dignifican y redimen.

Ser como Dios es cumplir su voluntad. Ser como Dios es haber sido creados a “Su imagen y semejanza”. Ser como dios es reconocerle nuestro Padre y Creador. Ser como Dios es amar como Él. Ser como Dios es ser “perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.


domingo, 23 de agosto de 2015

JESÚS: LA GRAN PARADOJA DE UN SEÑOR QUE SIRVE


En nuestro siglo XXI, el individualismo y el frenético ritmo de vida es lo que prima, es lo que "toca", por lo que reunirse en torno a una mesa es, a veces, difícil y complicado pero vale la pena: compartir experiencias de nuestras vidas, nuestros problemas y nuestras dichas crea cálidos vínculos afectivos, de intimidad y cohesión, de complicidad y de bienestar emocional.
El evangelio de Lucas presenta en muchas ocasiones a Jesús comiendo con pecadores y publicanos, en casa de fariseos, y también con los discípulos… 

Jesús no hace discriminaciones, come con los "mal vistos", con los más nobles y respetables y también con sus amigos.

En estas cenas, Jesús pronuncia las enseñanzas fundamentales de su Padre, se expresa con palabras, con gestos y actitudes; de hecho, su comportamiento es totalmente polémico, insólito y radical: come con gente impura, algo que no tenía cabida en la tradición judía y mucho menos, en un profeta honorable, en un hombre religioso, en un israelita fiel...

En sus cenas con los fariseos, Jesús pone de manifiesto el valor de la generosidad, de la sencillez, de descubrir la necesidad de ver la realidad con los ojos de las víctimas. Nos muestra la misericordia de Dios, que busca a todos y de una manera preferente, a las personas socialmente estigmatizadas, a los llamados pecadores de la sociedad.

En la tradición del Israel del siglo I, para acercarse a Dios, era necesario separarse de lo profano y someterse a una serie de ritos purificadores.

Pero Jesús cambia el paradigma de la santidad por el de la misericordia: nos muestra que es Dios quien se acerca y busca a los hombres y por tanto, nosotros nos acercamos a Dios, no en la medida en que buscamos la santificación sino en la medida en que mostramos amor misericordioso a los demás, sobre todo, a los más excluidos y los más pobres.

Lo que nos separa de Dios no es un abismo metafísico, sino nuestra falta de misericordia. Para Jesús, la pureza consiste en dar a los demás, a los pobres, lo que se tiene, en compartir, en ser generosos...

Jesucristo recrimina a los fariseos que impongan una errónea y onerosa interpretación de las leyes, difícil de cumplir por todos, que agobia y que no resulta liberadora. 

Al contrario, Él da a los judíos (y a nosotros también) una interpretación liberadora de la Ley basada en la justicia y el amor: se trata de pasar de la reciprocidad interesada al amor gratuito, a la acogida y a la solidaridad con los demás, sobre todo, con los pobres y marginados.

Como en la parábola (cap. 14, 12-24), nos insta a ir a los extrarradios e invitar a los pobres y a los inválidos, a los ciegos y a los cojos, quienes jamás tienen ocasión de participar en un banquete así, en lugar de gente de mayor rango, que se niega a aceptar su invitación o si lo hace, es por compensación o reciprocidad.

En sus cenas con los discípulos, Jesús nos explica que seguirlo a Él pasa por el servicio a los hermanos. Dios quiere ser acogido por los hombres, no porque busque algo de ellos, sino porque quiere sentarlos a su mesa y servirles; es decir, comunicarles su vida y su amor.

En el banquete de Dios, cada uno da según sus posibilidades y recibe según sus necesidades, donde el Señor sirve y los invitados descubrimos con asombro lo que su amor nos tiene preparado.

IGLESIA EN MOVIMIENTO


Movimiento e Iglesia han ido siempre de la mano. Desde los comienzos del cristianismo, la Iglesia ha tenido que moverse para cumplir el mandato de Cristo de evangelizar. Hoy día, debería ocurrir lo mismo!

Los movimientos eclesiales son comunidades de laicos dentro de la Iglesia católica que tienen una determinada forma de llevar a cabo o vivir la fe católica y están dedicadas a la evangelización y actividad misionera. 

Pero hoy no hablamos de movimientos eclesiales sino de actitudes individuales y/o colectivas concretas, dirigidas a todos los cristianos...estén "en movimiento" o "en paro".

¡Renueva tu parroquia!

Muchos cristianos tienen a su parroquia tan sólo como una cita semanal. “Fichan” a la entrada y a la salida como si fuera su trabajo y luego se van a casa, quejándose de “lo muerta que está la iglesia” y no hacen nada! 

La Iglesia estará tan viva y vibrante en tanto en cuanto lo estén sus miembros, porque ¡ellos son la iglesia! El apóstol Pablo dijo: “Todos somos parte del cuerpo de Cristo”, y como tal, se nos pide que hagamos un trabajo específico en el cuerpo. 

Comprométete con tu parroquia; busca la forma en la que tus talentos, tus dones y los de toda la comunidad sirvan para que tu parroquia esté viva y en continuo crecimiento.

¡Sé un discípulo misionero!

Echa un vistazo a la naturaleza: una planta crece y se desarrolla hasta un determinado momento, en el que ya no puede crece más. Entonces, da fruto y se reproduce. 

La parroquia es como una planta: debe crecer, dar fruto abundante y reproducirse mediante el discipulado.

Sirve en tu parroquia, sé voluntario, dale a alguien tu regalo de más valor, tu tiempo. Da a conocer a Jesús a otras personas y serás un autentico discípulo misionero.

Dios no desea que nos pongamos muy cómodos en esta vida. Jesús nos enseñó el camino: dejó su casa, su familia, su zona de confort y salió a contarle al mundo el plan de Dios. No es un camino de rosas, pero nada que valga la pena jamás será fácil.

¡Comparte experiencias con otras parroquias!

Esto no quiere decir que tengas que cambiarte de parroquia ¡No, no necesariamente!, sino simplemente que aprendas como otros cristianos honran a Dios. 

El cristianismo ha sido siempre una fe comunitaria, grupal. La Iglesia no son reductos individuales y autónomos; todas las comunidades deben estar conectadas entre sí. 

Debemos de buscar a Dios juntos, compartiendo conocimientos y experiencias y así podemos ser de mucha utilidad los unos con los otros y ayudarnos durante las dificultades a las que tengamos que enfrentarnos.

Es muy edificante conocer a personas que tienen formas, costumbres y métodos diferentes y que también son nuestros hermanos, aunque sean de otra parroquia. Ver cómo otros trabajan, sirven, oran o adoran puede ayudarte a entenderlos mejor y quizás a valorar la propia manera de adorar de tu parroquia. 

¡Alaba a Jesús con música!

Nada toca nuestro espíritu ni alegra nuestro corazón tanto como la música. 

Esto explica por qué ha sido una parte tan importante en la historia del hombre. 

Jesús quiere gozo en su casa, quiere risas y quiere canciones. No tengamos vergüenza de alabar a Dios con la alegría de la música sea del tipo que sea, clásica o moderna, pop o hasta Hip Hop…


¡Perdona siempre!

Es una de las cosas más difíciles a lo cual somos llamados como cristianos. Cuando nos hieren es muy difícil soltar el dolor causado por las heridas. Queremos justicia, venganza, castigar a quienes nos han herido. 

Pero si no perdonamos, también nos hacemos daño a nosotros mismos. Llenamos nuestro corazón de resentimiento y odio. Cristo nos llama a despojarnos de todo rencor y a perdonar así como hemos sido perdonados. 

Cuando perdonamos lo hacemos también por nosotros mismos.

¡Escucha a Dios!

Dios puede hablarnos en medio de las tormentas y torbellinos de la vida, pero muy a menudo nos habla a través del leve susurro de su voz; el cual muchas veces queda apagado por el ruido del mundo moderno y sus afanes. 

Ora continuamente, escucha, toma tiempo todos los días para estar alerta, en silencio y quizás te sorprendas de lo que escuches.



sábado, 22 de agosto de 2015

ORGANIZANDO LÍO A GRAN ESCALA



“Hagan lío y organícenlo bien.
Un lío que nos dé un corazón libre,
un lío que nos dé solidaridad,
un lío que nos dé esperanza,
un lío que nazca de haber conocido a Jesús
y de saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza.
Ese es, debe ser, el lío que hagan”.

Papa Francisco

El “hagan lío” de Francisco supone primero de todo,  abrir las puertas de las iglesias de par en par. Es una interpelación de doble sentido: para que la humanidad dolorida entre y encuentre refugio en la casa de Dios pero también para que desde adentro salgamos y llevemos al mundo, a todos, el tesoro que custodia.

Francisco pide que una vez abiertas las puertas,  la Iglesia ¨se implique y salga a la calle¨, es decir, que ¨salga de la mundanidad, la instalación, la comodidad y el clericalismo¨.

Nos llama a vivir el Evangelio “a fondo”. Se trata de un "problema de ejercicio". "Lo que nos está faltando es el ejercicio espiritual. La teoría la sabemos, pero el ejercicio hay que ponerlo en práctica".

La iglesia se ha acomodado, ha engordado, ha dejado de hacer ejercicio y eso no es sano. La Iglesia ha olvidado su identidad misionera y su DNI (desarrollo natural de la iglesia) se ha perdido. La Iglesia está “hecha un lío” pero no “hace lío”.

Explicar la esencia del cristiano es fácil, lo difícil es practicarlo, porque se trata de "vivir la caridad profundamente" y de ponerla en práctica “con signos evidentes”: caridad al prójimo, amor al prójimo como a uno mismo, y la pregunta es si este mundo que ya se ama demasiado así mismo… es capaz de amar también al prójimo.
  
El Papa quiere “liarnos” y que nosotros “liemos” al mundo para cambiar el “humanismo financiero” que suicida a la humanidad, el gran culto al dinero, que excluye al hombre (joven y anciano) y lo aleja de Dios.

“Liarse” es comprometerse, implicarse, responsabilizarse, movilizarse, obligarse, arriesgarse, atreverse, aventurarse, exponerse, animarse, lanzarse, encargarse, alistarse, concienciarse, moverse, exigirse, activarse…

“Liar” es hacer participar, intervenir, responder, asumir,  emprender, colaborar, cooperar, concurrir, ayudar, intervenir, contribuir, participar, terciar, mediar, influir, actuar, ejecutar, ejercer, elaborar, proceder, intervenir, trabajar…

¿Estás orgulloso de llevar en tu cuello una cruz, signo de tu pertenencia a Jesús?, ¿o lo escondes para no hacer lío, o prefieres exhibir una piedra, un signo del horóscopo o la letra de tu ego? ¿Hablas de tu Salvador a los que te rodean? ¿o lo escondes para ti solito por miedo, pudor o simple egoísmo? ¿Actúas como Cristo, escandalizando con amor a los demás? ¿o sigues la corriente y te dejas arrastrar como las medusas?


Necesitamos mostrar signos visibles de nuestra fe, y el signo que exhibimos manifiesta lo que es importante para nosotros, que no somos indiferentes a Dios, y nos  recuerda que somos cristianos, que somos de Cristo.


 “No tengamos miedo de hablar de Dios 
ni de mostrar los signos de la fe con la frente muy alta.”
Papa Juan Pablo II 

LAS SEÑALES DEL FIN DEL MUNDO

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"Respecto de aquel día y aquella hora, 
nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, 
ni el Hijo, sino sólo el Padre". 

(Marcos 13,32)

Una tercera parte de la Biblia es profecía. La Biblia contiene aproximadamente 750.000 palabras, de las cuales, 250.000 son profecías. Casi la mitad de los libros del Antiguo Testamento son los llamados profetas “mayores” (Isaías, Jeremías, Ezequiel), o “menores” (Oseas, Joel, Amós, Jonás, Miqueas, etc.).

La Biblia, en el Nuevo Testamento predice la 2ª venida de Cristo (parusía) y el fin del mundo, en los evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas.

También el apóstol San Juan, en su revelación, describe el fin del mundo y el triunfo del bien sobre el mal, en el libro del Apocalipsis, escrito con un estilo alegórico y simbólico. Por ello, es el libro más difícil de comprender de la Biblia.

En los tres Evangelios se describe cómo Jesús, acercándose la hora de su Pasión, responde a los apóstoles, sentados en el Monte de los Olivos junto a él, cuando le preguntan: "Dinos, ¿cuándo sucederá y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?". 

Jesús les contestó relatando lo que acontecería en nuestros días, dando "pistas" o "señales" que predecerían al fin de los tiempos:

Guerras

"Cuando oigáis hablar de guerras y noticias de batallas, 
no os alarméis, 
porque es necesario que todo eso ocurra; 
pero todavía no será el fin. 
Se levantarán pueblos contra pueblos 
y reinos contra reinos.." 
(Mateo 24,6-7)



Falsos profetas



"Mirad que nadie os engañe. 
Muchos vendrán en mi nombre diciendo: 
Yo soy el mesías y engañarán a muchos. 
Surgirán falsos mesías y falsos profetas, 
y harán grandes señales y prodigios para engañar,
 si fuera posible, aún a los mismos elegidos". 
(Mateo 24,24 ; Marcos 13,22)

Señales en el cielo y la tierra

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Resultado de imagen de señales en el cielo"En aquellos días, 
después de esta angustia, 
el sol se oscurecerá, 
la luna no alumbrará, 
las estrellas caerán del cielo 
y las columnas del cielo se tambalearán. ...
Entonces se verá venir al hijo del hombre 
entre nubes con gran poder y majestad" 
(Mateo 24,29 ; Marcos 13,24-26)


"Habrá señales en el sol, 
en la luna y en los astros..."  
(Lucas 21,25)


Hambre, Enfermedades y Terremotos


Resultado de imagen de epidemias"Habrá pestes y hambres, 
y terremotos en diversos lugares. 
Eso será sólo el comienzo de los dolores" 
(Mateo 24,7 ; Marcos 13,8)


"...las naciones estarán angustiadas en la tierra 
y enloquecidas por el estruendo del mar y de las olas; 
los hombres muertos de terror y de ansiedad 
por lo que se le echa encima al mundo, 
pues las columnas de los cielos se tambalearán." 
(Lucas 21,25-26)



Persecución religiosa
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"Entonces os entregarán a la tortura y a la muerte. 
Por mi causa os odiarán todos los pueblos". 
(Mateo 24,9)

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"El hermano entregará a la muerte a su hermano, 
y el padre al hijo, 
y los hijos se alzarán contra los padres y los matarán. 
Todos os odiarán por causa mía, 
pero el que persevere hasta el fin se salvará". 
(Marcos 13,12-13)


Resultado de imagen de persecucion religiosa"...Os echarán mano, os perseguirán, 
os llevarán a las sinagogas y a las cárceles 
y os harán comparecer ante los reyes 
y los gobernadores por causa mía"
(Lucas 21,12)


Maldad



"El exceso de la maldad 
enfriará la caridad de mucha gente, 
pero el que persevere hasta el fin se salvará" 
(Mateo 24,12)

“Debes saber que en los últimos días 
Resultado de imagen de maldadvendrán momentos difíciles. 
Pues los hombres serán egoístas, 
amigos del dinero, altivos, orgullosos, blasfemos, 
rebeldes con los padres, ingratos, injustos, desnaturalizados, desleales, calumniadores, 
desenfrenados, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, traidores, temerarios, obcecados, 
más amigos de los placeres que de Dios, 
los cuales tienen una apariencia de religiosidad, 
pero en realidad están lejos de ella" 
2 Timoteo 3, 1-5)

Evangelización

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"Este evangelio del reino se predicará en el mundo entero para testimonio de todas las naciones,
 y entonces, vendrá el fin" 
(Mateo 24,14)
"Y Jesús se acercó y les habló diciendo: 
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, 
y del Espíritu Santo; 
enseñándoles que guarden todas las cosas 
que os he mandado; 
y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, 
hasta el fin del mundo. Amén." 
Resultado de imagen de id y haced discipulos(Mateo 28, 18-20)

"Os aseguro que no pasará esta generación antes de que suceda todo esto.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mateo 24,34-35)

viernes, 21 de agosto de 2015

PASTORAL CENTRÍFUGA O CENTRÍPETA





Actualmente, la Iglesia se encuentra ante la necesidad de optar entre dos tipos de pastoral muy diferenciadas:

PASTORAL ECLESIO-CÉNTRICA O CENTRÍPETA (Sacramentalizadora)
Pastoral de mantenimiento, muy demandante y exigente en cuanto a servicios de culto que se centra en las formas externas y pone el acento en el servicio de la Iglesia a ella misma, en torno del sacerdote y de la parroquia.
Carácter tradicionalista y en actitud de defensa de la institución católica frente a una sociedad anticlerical y de las verdades de la fe frente a la razón moderna, vistas ambas como hostiles a la Iglesia, lo que les lleva a evitar a los diferentes y a convivir entre iguales.
Casi exclusivamente basada en la recepción de los sacramentos, la observancia de los mandamientos de la Iglesia y el culto a los santos, lo que produce laicos clericalizados, vestigios de una sociedad teocrática y asentada sobre el "substrato católico" de una cultura estática.
La recepción de los sacramentos salva por sí sola, concebidos y acogidos como "remedio" o "vacuna espiritual" y no se da énfasis a procesos de iniciación cristiana, catecumenado o catequesis (formación) permanente
Lo administrativo predomina sobre lo pastoral; la sacramentalización sobre la evangelización; la cantidad o el número de fieles sobre la calidad de la participación; el párroco sobre el obispo; el sacerdote sobre el laico; lo pre-moderno sobre lo postmoderno; la masa sobre la comunidad.

PASTORAL REINO-CÉNTRICA O CENTRÍFUGA (Misionera)
Pastoral de salida, trinitaria y no cristomonista, de interacción con el mundo posmoderno y no de postura apologética, dialogante y propositiva, interpersonal y comunitaria en lugar de masiva y mediática.
La Iglesia (todos los bautizados) está llamada a servir al Reino de Dios. Anunciar a Jesús no es obra de especialistas, sino de toda la comunidad.
Su vivencia cristiana está sostenida por:
-Superación del eclesio-centrismo (en el mundo, para el mundo, al servicio del Reino). 
-Superación de la concentración intra-eclesial (restauración del proceso evangelizador) 
-Superación de la polarización sacramental y devocional (reequilibrio de los signos evangelizadores).
El objeto o el "qué" abarca todo (acciones, métodos, lenguaje, estructuras); y abarca a todos (tanto las relaciones interpersonales como el ejercicio de la autoridad).
La razón o el "para qué" es hacer presente, de modo visible, a Jesucristo como artífice de salvación universal.

Fuentes:
Emilio Alberich. Presidente de la Asociación Nacional de catequistas
Agenor Brigheti. Doctor en Ciencias Teológicas y Religiosas, Université Catholique de Louvain, Bélgica


jueves, 20 de agosto de 2015

RECUPERAR LA ESENCIA DE CRISTO


Muchos aseguran que la religión, que el cristianismo, ha perdido credibilidad, que no es posible seguir confiando en Cristo ni en su Iglesia y por ello, se alejan hacia una inexistente experiencia de fe o hacia una cómoda privacidad espiritual, ambas descargadas de toda obligación y compromiso.

En nuestros tradicionales países “cristianos católicos”, la indiferencia de la sociedad secular, en otras épocas más o menos benevolente, ha dado paso a un odio generalizado y una abierta enemistad hacia el cristianismo. 

Hoy, se relaciona a Cristo con una Iglesia inflexible y jerárquica, hambrienta de poder y riqueza, autoritaria y dogmática, pecadora e infiel, poco dialogante y excluyente con quienes piensan de otra manera, discriminatoria con las mujeres y lejana del hombre actual... sin obras…muerta.

El problema subyacente es que el enemigo de Dios, Satanás, ha vuelto a desarrollar el factor humano: el hombre ha querido “ser” y “hacer” de Dios (como en el principio), y en lugar de colocar a Cristo como símbolo de unidad sólo ha generado cismas dentro y fuera de la iglesia; en lugar de mostrar un espíritu de sencillez y amor, ha creado complejidad y egoísmo; en lugar de ejercer una fe viva y práctica, ha optado por una fe contemplativa y teorizante; en lugar de vivir una vida activa de servicio y sacrifico a los demás, ha preferido una vida pasiva y cómoda. 

La Iglesia, esposa de Cristo, le ha sido infiel, ha perdido su esencia, se ha ocupado sólo de la casa y se ha ido olvidando de cómo es Él, de su propósito y de su mandato. 

La cristiandad tiene que hacerse más cristiana para poder seguir viviendo de forma creíble (creyente y crítica a la vez) con convincentes contenidos de fe, sin toda la rigidez dogmática, con orientaciones éticas depuradas de toda tutela moral, pero sobre todo, con Cristo en el centro de nuestra vida.

Algunas de las actitudes de la Iglesia apenas forman parte de la esencia cristiana, es difícil intuir el espíritu de Cristo en la forma de vivir la fe de muchos pastores y de muchos feligreses. 
 La Iglesia se ha acomodado en una posición autorreferencial y lejana, convirtiendo así a los cristianos en bebés espirituales, que no pueden valerse por sí mismos. Le hemos dado la espalda a su esencia en Cristo, hemos abandonado su mandato activo y permanente: “Id y haced discípulos”.

Estamos llamados a encaminarnos urgentemente hacia la conversión, hacia una renovación pastoral, una reforma radical que no intente psicoanalizar o volver a mitificar el mensaje de Cristo, sino que “vaya a la raíz”, que haga que lo esencial, que es Cristo, resplandezca de nuevo. 

Jesucristo debe volver a ser la figura básica, fundamento y motivo original de todo lo cristiano. Sólo desde él como la figura conductora central recibe su identidad y relevancia el cristianismo. 

CUESTIÓN DE ESENCIA

A menudo, escuchamos a personas afirmar que “todas las religiones son iguales”. La clave para desestimar esta errónea afirmación estriba en el hecho de diferenciar lo que distingue a una religión del resto de las otras religiones, es decir, qué es lo especial, lo típico, lo “esencial”, cuál es su “esencia”.

Esencia significa “lo que es válido en todo tiempo, lo que es vinculante de continuo, lo que es absolutamente irrenunciable”. 

La esencia y el centro del cristianismo es la figura de un judío: Jesús de Nazaret, el Mashiach (hebreo), Meshiach (arameo), Christos (griego), “el Ungido o Enviado por Dios”. 

Jesús como el Cristo de Dios es la forma y figura básica que da cohesión a todas las historias, parábolas, cartas y misivas del Nuevo Testamento y también a todas las diferentes comunidades judeocristianas y cristiano gentiles.

Sin Jesucristo no hay nexo entre los escritos y las comunidades neo-testamentarios: él es la figura básica que da unión a todas las tradiciones. 

Sin Jesucristo no hay historia del cristianismo ni de las Iglesias cristianas: él es el motivo básico que las une más allá de todas las rupturas y de todas las épocas históricas. 

El cristianismo no depende de una idea impersonal, de un principio abstracto, de una norma general, de un sistema mental. A diferencia del resto de religiones, el cristianismo depende de una persona concreta que sale fiadora de una causa, de todo un camino de vida: Jesús de Nazaret. 

Jesús es distinto, es una persona concreta y por eso, el ser cristiano tiene que ser distinto. El Nuevo Testamento y la historia de veinte siglos de cristianismo lo pone de manifiesto: Jesús ha estimulado el pensamiento y el discurso crítico-racional, la fantasía, la imaginación y las emociones, la espontaneidad, la creatividad y la innovación. 

Ha hecho posible que los hombres entren en espíritu en una relación existencial inmediata con él. De él se podía narrar, y no sólo razonar, argumentar, discutir y teologizar sobre él. 

Eso es lo que constituye lo específico del cristianismo: no un principio, sino una figura viviente: Jesucristo es lo permanentemente válido, lo obligante de continuo y lo en verdad irrenunciable en el cristianismo.

LA CRUZ COMO DISTINTIVO 
Mientras que la muerte de los líderes de otras religiones no ha traído implicaciones o consecuencias para la humanidad, la de Jesucristo sí. 

Moisés, Mahoma, Buddha o Confucio murieron ya mayores en años, junto a sus discípulos y adeptos, tras una vida de éxito, mientras que Jesucristo murió joven, tras vida radical, sorprendente y breve, traicionado y negado por sus discípulos y seguidores, objeto de mofa y de escarnio por sus adversarios, abandonado por Dios y por los hombres en el más atroz y enigmático rito de muerte, que según la legislación romana no se podía imponer a criminales con la ciudadanía romana y que se aplicaba sólo a esclavos fugados y a rebeldes políticos: en el patíbulo de la cruz.

La cruz de Jesús era una locura bárbara para un griego culto, una ignominia para un ciudadano romano y una maldición de Dios para un judío creyente. 

Sin embargo, para un cristiano la cruz es un signo de salvación puesto que Cristo, el crucificado, no permaneció en la muerte, sino que fue resucitado a la vida eterna por Dios y elevado a la majestad de Dios. 

Es un signo de victoria puesto que Jesucristo es el confirmado con poder por Dios y así este signo de oprobio y esta deshonrosa muerte de esclavos y rebeldes es vista como muerte salvífica de redención y liberación. 

La cruz de Jesús, ese sello cruento sobre una vida vivida en consonancia, se convierte así en un llamamiento a renunciar a una vida marcada por el egoísmo, un llamamiento a vivir una vida sencilla en favor de los otros.

Se trata ni más ni menos que de un vuelco a todos los valores: la vida cotidiana valiente y sin temor, incluso frente a riesgos mortales a través de la inevitable lucha, de todo sufrimiento, incluso de la muerte. 

Todo en inquebrantable confianza (“fe”) y en la esperanza del tiempo de la verdadera libertad, amor, humanidad, finalmente, de la vida eterna. Del escándalo se pasa a una experiencia de salvación; el vía crucis se convierte en un camino de vida para el que acepta ser cristiano.

Cristo es el camino, la verdad y la vida, es el pan de vida, la luz del mundo, la puerta, la vid verdadera, el pastor verdadero que da su vida por las ovejas. El es el camino de la verdad de la vida que hay que hacer. No se trata de verdad de razón, puramente teórica, sino de verdad de fe práctica que se basa en experiencia, decisión y acción.

En efecto, no se trata de “contemplar”, de “teorizar” la verdad del cristianismo, sino que hay que “hacerla”, “practicarla”. 

Una verdad que no quiere sólo ser buscada y hallada, sino seguida y realizada con veracidad, acreditada y acrisolada. Una verdad que apunta a la práctica, que llama al camino, que regala y hace posible una vida nueva.