¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 13 de abril de 2020

¿POR QUÉ BUSCAMOS ENTRE LOS MUERTOS?

"¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? "
(Lucas 24, 5; Mateo 28, 5-6)

Los relatos evangélicos sobre la Resurrección de Jesucristo no sólo son el fundamento de nuestra fe y el motivo de nuestra alegría, sino que, además, encierran muchas enseñanzas para nosotros hoy, los cristianos del siglo XXI.

Los Evangelios nos relatan la escena y cómo en la madrugada del primer día de la semana, las mujeres fueron al sepulcro para terminar una labor inacabada el día anterior, el "Sabbath". 

Buscaban a Jesús para terminar de perfumarle y embalsamarle, olvidando por completo las palabras del Maestro poco tiempo atrás, en Galilea, donde les anunció su resurrección al tercer día. Y se sorprendieron y se desconcertaron al encontrar removida la piedra del sepulcro y éste vacío.

Tuvo que ser el ángel del Señor quien les recordara aquellas palabras de Jesús, y quien les increpara por el hecho de buscarle en el sepulcro: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¿No recordáis que os dijo que al tercer día resucitaría?" (Lucas 24,5).

Entonces, María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago, lo recuerdan, y van a contárselo a los Once, que las toman por locas. Sin embargo, Pedro y Juan, corren al sepulcro y, aunque no le ven, creen.

Aquel mismo día, lo mismo que les ocurrió a las mujeres, les ocurrió a los dos de Emaús. Ellos regresaban a su casa desilusionados. Allí, tuvo que ser el propio Jesucristo, quien les increpara: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?" (Lucas 24, 25-26)

Y exactamente lo mismo que les ocurrió al resto de los discípulos, poco después, y en especial a Tomás, cuando los dos de Emaús regresaron a Jerusalén para contárselo. Tuvo que se Jesús, de nuevo, quien les dijera: 
¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? (Lucas 24,38).

Tres escenas donde los discípulas, que habían compartido la vida y la mesa con Jesús, no reconocen al Resucitado con sus ojos incrédulos. 

Tres caminos distintos adoptados en los que son increpados y en los que necesitan pruebas de que está vivo para ser redirigidos. 

Sólo son capaces de reconocer la Verdad de Su Fe, la Resurrección, a través de su Palabra y de la Eucaristía: ¡Era verdad...!

Ese "Era verdad" también ha salido alguna vez de nuestros labios. Esas escenas también las hemos vivido nosotros. Pero ha sido sólo en el momento de encontrarnos cara a cara con Cristo resucitado, cuando nos ha abierto los ojos. 

Y es que en el fondo, muchos hemos estado viviendo nuestra fe en base sólo a Su amor, el  más grande, el que dio la vida por sus amigos, expresado en su muerte por nosotros en la cruz, pero nos faltaba corroborar Su verdad con su resurrección.

¡Cuántas veces, como las mujeres judías, nos hemos encerrado en nuestro trabajo cotidiano sin pararnos a recordar que Jesús está vivo y junto a nosotros! 

¡Cuántas veces, como los discípulas, tomamos la buena noticia como un delirio o una locura, algo impensable de creer! 

¡Cuántas veces, como los dos de Emaús, nos desilusionamos con Dios y perdemos nuestra esperanza y nuestra fe , y las depositamos en las vanidades del mundo!

¿Por qué buscamos entre los muertos la Vida? ¿Por qué buscamos entre las tinieblas la Luz? ¿Por qué buscamos entre las mentiras la Verdad? ¿Por qué buscamos entre la maleza el Camino?

Porque tenemos la tendencia de mirar al pasado, la tentación de mirar atrás. Porque, en el fondo, pensamos que es imposible. Porque nos convencemos de que Cristo es tan sólo una "idea". Porque miramos nuestras pérdidas y decepciones, nuestras dificultades y problemas, con ojos incrédulos, y nos quedamos solos, tristes, desilusionados y resentidos en el "ayer". 

¡Con qué facilidad nos "derrotamos"! ¡Con qué prontitud dejamos de confiar! ¡Con qué sencillez nos "venimos abajo"!

La piedra del sepulcro fue removida, no para que saliera Cristo, sino para que entráramos nosotros en su misterio. 

La aparición a los dos de Emaús no sucedió para consolarnos sino para hacernos ver que está en la Eucaristía. 

La aparición a Tomás no fue para retomar las comidas del pasado sino para que viéramos, a través de sus llagas y de la herida de su costado, que Cristo está en medio de nosotros, en los sacramentos.
SÁBADO SANTO
¡Es verdad! ¡Jesucristo está vivo, está con nosotros! ¡Estamos en el tercer día! 

¡No vayamos a los sepulcros que el mundo nos ofrece porque están vacíos!

¡Él está vivo! ¡Nadie ha robado su cuerpo! ¡Ha bajado de la cruz y ha salido del sepulcro para subirnos al cielo con Él! 

¡No busquemos entre los muertos al que vive! ¡No busquemos donde no podemos encontrar!

¡Removamos las piedra de nuestras rutinas o tradiciones, de nuestros desánimos o pérdidas y de nuestras dudas o desconfianzas! 

¡Busquemos a Cristo dentro de sus llagas, en la Eucaristía, donde se hace presente! 

¡Vivamos nuestra vida eucarísticamente! 

¡Y vayamos a contárselo a otros!

miércoles, 17 de julio de 2019

AMA A DIOS Y TE SORPRENDERÁS

“Amarás al Señor tu Dios, 
con todo tu corazón, 
con toda tu alma 
y con toda tu mente"
(Mt 22,37)

Al tercer día de la muerte de Jesús, cuando hubo terminado el Sabbath, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, por iniciativa propia, prepararon especias y aceites para ir a ungir el cuerpo de su Señor. 

Tendrían roto el corazón al pensar que el cuerpo sin vida y destrozado de su Señor, estaba mal preparado y puesto en una tumba fría. Estaban decididas a lavar y ungir el cuerpo de Jesús correctamente. A pesar de su intenso dolor, deseaban darle al Señor un entierro digno de Su grandeza y su profundo amor por Él.

El corazón de estas tres mujeres judías urgía a sus almas a hacer lo correcto, es decir, a amar a su Maestro, incluso después de muerto. Por eso, muy temprano, en la mañana del primer día de la semana, justo después de la salida del sol, el amor a su Señor les impulsó a dirigirse al sepulcro para cumplir con su cometido (Mc 16, 1-2 ). Nadie les dijo que lo hicieran, pero ellas lo hicieron. Por amor. 

Las tres mujeres, con un propósito común en mente, el amor a Dios, iban preguntándose por el camino "¿Quién nos rodará la losa de la puerta del sepulcro?" (Mc 16, 3). Sin embargo, no optaron por aguardar y pensar quien lo haría. No podían esperar. Algo les impulsó a ir al sepulcro: su gran y verdadero amor a Jesús. 

Podrían haber pedido ayuda a los discípulos para retirar la piedra. Pero no lo hicieron. 

Posiblemente y viendo que los discípulos "estaban llenos de tristeza y llorando" (Marcos 16, 10), pensaron: "Dejemos  a los hombres tranquilos y hagamos nuestra tarea como podamos."  

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Podrían haber puesto la excusa de la gran piedra para no ir al sepulcro. Pero no lo hicieron. 

Mientras se acercaban al sepulcro, vieron que la piedra había desaparecido. Al ver al "joven vestido con una túnica blanca", se sobresaltaron y se asustaron (Mc 16, 4-5). 

María Magdalena salió corriendo a contarles a Pedro y a Juan que se habían llevado el cuerpo de su Señor. Era lo único que la preocupaba, su Señor. 

Ellos volvieron con ella a toda prisa al sepulcro y vieron que estaba vacío. Creyeron en la Resurrección de Jesús pero se volvieron a casa. 

María Magdalena, sin embargo, entristecida por la nueva pena de pensar que alguien había robado el cuerpo de su amado Jesús, se quedó afuera, en la puerta del sepulcro, llorando a su Amor. 

Asomándose "vio a dos ángeles con vestiduras blancas, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús", que la consolaron y la tranquilizaron de su temor al robo del cuerpo. Uno de ellos, dijo: "No está aquí, pues ha resucitado" (Mt 28, 6; Mc 16, 6; Lc 24, 6). Pero, ella no llegaba a entender esas palabras.

María Magdalena, que había permanecido más tiempo que cualquier otro discípulo en la cruz, evidentemente, no tenía en su mente una idea clara de la resurrección. 

Había visto de cerca los efectos devastadores de la flagelación y los amargos golpes que Jesús recibió en el camino del Calvario. 

Había escuchado los insultos que la muchedumbre le dedicaba, tan sólo una semana después de haberle aclamado como Rey, cuando entró en Jerusalén.

Había sido testigo presencial como Su vida fluía de Él. Había escuchado a Cristo encomendar Su espíritu al Padre y expirar.

Había visto como Su cuerpo sin vida fue envuelto en lino sin ceremonias, junto con ungüento preparado apresuradamente y, abandonado en el sepulcro. 

El único pensamiento que llenaba su corazón era el deseo de hacer bien lo que había visto hecho a toda prisa y sin orden. Ir al sepulcro con los primeros rayos de sol era una expresión final de amor a su Maestro, a quien sabía que se lo debía todo.

Estaba decidida a actuar correcta y puntualmente esa mañana y, movida por el amor a su Salvador, fue al sepulcro para quedarse allí, aunque no pudiera cumplir su misión.  

Su amor a Cristo se vio recompensado al recibir como primicia, la gran noticia que le da el ángel: ¡Jesucristo ha resucitado! (Marcos 16, 6).

¡Al hacer lo correcto, con confianza y decisión, al amar a su Señor sin preocuparse de nada más, María Magdalena llegó al lugar correcto, en el momento correcto

Imagen relacionadaAunque huyó del sepulcro alarmada y espantada porque, al principio, no entendió, su profundo amor a Jesús, la impulsó a ir corriendo a contárselo a los discípulos. 

Ella recibió el honor especial de ser la primera persona en ver y conversar con Jesucristo resucitado (Marcos 16, 9). 

Y aunque, al principio, por su amor ciego, no reconoció a Jesús, fue la portadora de la buena noticia del evento más significativo en la historia de la humanidad (Jn 20, 2) y que, años más tarde, San Pablo ratificaría en un casi "dogma de fe": "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe" (1 Cor 15,17).

Un privilegio que no estuvo reservado a los discípulos. Quizás porque les faltaba ese gran amor y esa confianza de quien ama de verdad. Ella perseveró junto al Señor, y corriendo hacia a Pedro y a Juan,  exclamó: “¡He visto al Señor!” (Jn 20,18).

Imagen relacionadaPor amor verdadero, María Magdalena tuvo un encuentro sorprendente con Jesucristo resucitado, en cuerpo glorioso.

Cuando le reconoció, el dolor de su corazón, al instante, se volvió en alegría inefable (Juan 20,16), sus lágrimas dejaron paso a un semblante de total felicidad. Ella lo abrazó como si no fuera a dejarle ir nunca. 

Entonces, Jesús le dijo: "Suéltame, que aún no he subido al Padre; anda y di a mis hermanos que me voy con mi Padre y vuestro Padre, con mi Dios y vuestro Dios" (Jn 20, 18). Ella fue a contárselo a los discípulos.

De este pasaje, aprendemos una lección: los cristianos estamos llamados a amar a Dios sobre todas las cosas, sobre todas las preocupaciones, sobre todos los problemas. 

Cuando Dios perdona, cura y redime al peor de los pecadores, éste no tiene por más que amar profundamente a su Salvador. 

Dios, en su generosa benevolencia, le prepara para el mayor de los propósitos. María Magdalena es un claro ejemplo de amor, rescatada por la misericordia de Dios. 

Fue liberada por Cristo de una esclavitud de siete demonios y elegida por Él, para ser la primera persona en ver y escuchar a su Señor resucitado.

Nadie puede compartir ese honor o quitárselo. Pero podemos, y debemos, tratar de imitar su profundo amor por Cristo. 

Amar a Dios es hacer lo correcto, día tras día. Sin excusas ni pretextos.

Entonces, si amamos a Dios de corazón, como Él nos ha amado, una agradable sorpresa puede estar esperándonos. 

Porque Jesús se nos acerca en nuestros quehaceres diarios, cuando le tenemos siempre presente en medio de ellos, cuando le amamos sobre todas las cosas, cuando le ponemos en primer lugar.

¡Ama a Dios y Él te sorprenderá! 

domingo, 1 de abril de 2018

¡¡¡JESUCRISTO HA RESUCITADO!!!

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"Si Cristo no ha resucitado, 
vana es nuestra predicación y vana nuestra fe." 
(1 Corintios 15,14)

El apóstol Pablo resalta la importancia que tiene en la fe la resurrección de Jesucristo: es nuestro fundamento.

Si Jesucristo no ha resucitado, las promesas de Dios son vanas pues estamos abocados a una vida corta de sufrimiento y muerte en esta tierra. Entonces, ¿para qué Dios?

Si Jesucristo no ha resucitado, nuestra esperanza se desvanece y su figura se queda tan sólo en un personaje histórico. Entonces, ¿para qué Cristo?

Si Jesucristo no ha resucitado de los muertos significa que ha sido vencido por la muerte y por el pecado. Significa que su muerte ha sido inútil, estéril, sin sentido. ¿para qué su muerte?

Sólo si Jesucristo ha resucitado, algo verdaderamente nuevo cambia el mundo: Dios se ha manifestado al hombre. Se ha abierto el cielo para la humanidad.

La resurrección de Jesucristo no es una reanimación de un muerto sino que supone la ruptura de las cadenas que nos esclavizan en este mundo. 

La Resurrección es:

- un salto cualitativo, un paso a una nueva vida que no está sujeta a la ley física de la muerte.

- universal o no es nada, dice el apóstol Pablo (1 Corintios 15, 16-20) y por tanto, "los cristianos que han muerto están perdidos".
 

- tan real como la cruz. Sin embargo, si nuestra fe se queda sólo en la cruz, nada nuevo hay. 

- un hecho que supera toda experiencia, puesto que Jesucristo vive desde Dios.

- la entrada a una vida nueva, una transición a una condición definitiva y diferente en la inmensidad de Dios, desde donde Él se nos manifiesta.

La Resurrección nos presenta al:

Dios de la Vida

Nos descubre a un Dios de vivos y no de muertos (Mateo, 22, 32) y abre la puerta de par en par hacia la Vida Plena. 

Todos nosotros participamos de la resurrección de Jesucristo. No es un hecho aislado del Hijo de Dios. Jesús inaugura el camino, nos abre la puerta del cielo y nos da esperanza: “Dios que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder” (1 Corintios 6, 14).

Dios de la Promesa

Es el cumplimiento y la plenitud de todas las promesas dadas por Dios a su pueblo. Nos muestra un Dios fiel, que no defrauda.

Es
 el cumplimiento cierto y seguro de su Alianza, que nos hace degustar las primicias del cielo, construyéndolo, anticipándolo aquí mismo en la tierra, al encontrarnos con el "resucitado", como los dos de Emaús.

Dios de la Justicia


Nos revela a un Dios que hace justicia a las víctimas, subsanando todo el mal, que da la vida a todos los maltratados, oprimidos y esclavizados.

La resurrección restablece la Justicia de Dios que no abandona al débil o al pobre en el camino.

Dios de la Esperanza

Es la esperanza futura de Vida Eterna para todos los que damos nuestro sí a Dios, que ilumina toda nuestra existencia, que nos ayuda a caminar en las tinieblas de este mundo. 

Es el amanecer de un día nuevo sin ocaso, sin noche, sin oscuridad que alcanza a toda la humanidad: una nueva creación, un hombre nuevo.


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¡¡¡JESUCRISTO HA RESUCITADO!!! 

¡¡¡EN VERDAD, HA RESUCITADO!!!

martes, 17 de enero de 2017

DIOS HA MUERTO Y NOSOTROS LE HEMOS MATADO

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"Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros le hemos matado.
¿Como podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos?
El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído
se ha desangrado bajo nuestros cuchillos:
¿quién limpiará esta sangre de nosotros?
¿Que agua nos limpiará?
¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar?
¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros?
¿Debemos aparecer dignos de ella?"
(Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125)

"Dios ha muerto" es la frase con la que Nietzsche auguró la crisis de la moralidad de los siglos XX y XXI, y la imposibilidad de conservar cualquier sistema de valores, en ausencia de un orden divino. 

La muerte de Dios se refiere no sólo al rechazo de la creencia en Dios, sino también al rechazo de los valores absolutos y universales

De esta manera, la pérdida de una base absoluta de moralidad conducirá, primero, al nihilismo (la vida carece de significado objetivo, propósito, o valor intrínseco) y más tarde al relativismo (los puntos de vista no tienen verdad ni validez universal, sino que sólo poseen una validez subjetiva y relativa). ¿Nos suena familiar?

¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen proyectos vanos?
Se levantan los reyes de la tierra, 
los príncipes conspiran contra el Señor y su mesías:
"¡Rompamos sus cadenas, sacudamos su yugo!".
(Salmo 2, 1-3)

En los tres primeros versículos del Salmo 2, el rey David habla de las naciones que se levantan contra Dios, que conspiran contra Dios, que ven Su voluntad como "cadenas y yugo" que los esclaviza, que ven Su Palabra anticuada. El rey David incluso menciona que estos líderes de todas las naciones hacen proyectos (leyes) vanos, en oposición directa a los caminos de Dios. ¿Nos suena familiar?

A pesar de que muchos de estos líderes actuales vienen de herencias cristianas y viven en países tradicionalmente cristianos, afirman que Dios es irrelevante en el mundo de hoy. 

En 1966, la revista americana Time mostraba en su portada: "¿Dios está muerto?"Los lectores criticaron duramente a la revista por insinuar la muerte de Dios en una nación con fuertes raíces cristianas. 
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Sin embargo, el incremento de la hostilidad hacia Dios y hacia los cristianos que se han producido en los últimos años, donde la cultura popular ha pasado de objetar a Dios, para odiarle profundamente, deja en insignificante aquella portada. 

Nunca ha habido en la historia un cambio de mentalidad cultural tan rápido como el que se ha producido en los últimos 5 ó 10 años.

Fuego cruzado en el mundo

Como resultado de este cambio tan notable, los cristianos estamos atrapados en un fuego cruzado.

Lo que no hace mucho solía ser la excepción, cristianos calumniados por creer en Dios y vivir su fe, hoy es la norma. Lo que solía ser la excepción, personas maldiciendo y profanando el nombre de Dios y de su Iglesia, hoy es la regla.

En todo el mundo, en Europa Europa y en nuestro país el cristianismo está siendo atacado. De una forma evidente o solapada. La situación es claramente opositora debido a leyes aprobadas con el objetivo de asegurar unos supuestos derechos humanos (libertad de género, de culto, de condición, de unión, de aborto, de eutanasia, etc.) que de hecho, estigmatizan a los cristianos.
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Fuego amigo en la Iglesia

Estamos experimentando un cambio dramático en las sociedades de todo el mundo. La temperatura está aumentando, al igual que los polos de la fe se están derritiendo a marchas forzadas y se recrudecen las zonas de desierto. La temperatura del odio sube unos cuantos grados cada año contra los cristianos en particular.

Como cristianos, sería absurdo esperar la simpatía del mundo secular. Jesús nos dijo: "Seréis odiados por todas las naciones por causa de mi nombre" (Mateo 24, 9). Sin embargo, el fuego ha llegado hasta la misma Iglesia. 
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Es triste comprobar que tenemos una débil fe cristiana. La Iglesia no está trabajando bien, ha perdido su identidad y los seminarios están vacíos. Las parroquias son lo único que se mantiene de pie. Necesitamos una verdadera vida cristiana para luchar contra nuestra sociedad que ha matado a Dios.

De hecho, muchas naciones "post-cristianas" tienen un largo camino por recorrer antes de que su nivel de persecución cristiana pueda compararse a lugares como Corea del Norte, Somalia, Irak o Siria. Aunque rezamos para que el nivel nunca aumente, el riesgo permanece latente.

Los casos de persecución contra los cristianos son recordatorios de que nuestro mundo está cambiando rápidamente más allá de sus raíces cristianas. Y en la última década, la aceleración de la actividad decididamente anticristiana es sorprendente.

Un mundo sin Dios es un infierno

Si los cristianos no nos despertamos para ver lo que está sucediendo, terminaremos acelerando nuestra propia persecución. Un mundo sin Dios es un infierno. El infierno es, en definitiva, eso: no tener a Dios.  Ese no es el deseo de Dios para aquellos que lo seguimos. Él nos ha dado Su Espíritu para llegar a ser santos y alcanzar el cielo. El Espíritu Santo, que vive dentro de nosotros nos puede ayudar a luchar en estos tiempos contra la decadencia moral y religiosa. 

Sin embargo, el empeño de esta sociedad relativista es en vano. Movidos por el Diablo, desean unirse a los judíos del primer siglo y volver a matar a Dios. Una cosa es evidente: ellos mismos creen en la Resurrección de Cristo pues para volver a matarlo tiene que haber resucitado. 

Lo cierto es que Él ha triunfado sobre la muerte y ahora ¡vive! "¿Por qué buscan al vivo entre los muertos? No está aquí, ha resucitado" (Lucas 24,5 ).

La resurrección de Cristo es lo que marca la diferencia para nosotros, los cristianos. "Él no es Dios de muertos, sino de vivos" (Marcos 12,27). "Así también ustedes, considérense como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús" (Romanos 6,11). 

Por tanto, vivamos Su resurrección como la mayor señal de que Dios está vivo en nuestro mundo, de que nosotros somos sus testigos y su fiel reflejo. Así, daremos la mejor respuesta a este mundo corrompido por el deseo del Enemigo de vivir sin Dios.

jueves, 5 de mayo de 2016

LA RESURRECCIÓN DEL AMOR

We all need a love resurrection
Just a little divine intervention
(Alison Moyet)



"Todos necesitamos resucitar al amor, tan sólo basta una pequeña intervención divina". Lo que Alison Moyet desconocía es que ya la hubo y no fue pequeña, precisamente. 

Jesucristo, con su muerte y resurrección, nos ha enseñado el verdadero significado del amor: nos amó hasta el extremo, incondicionalmente, tal y como somos, y a la vez, nos perdonó.

Con Él, resucitamos al amor. Con su perdón, somos restaurados en el amor. Jesús no esperó a que le pidiéramos perdón, se lanzó a nosotros con los brazos abiertos.

Este fin de semana escuche al padre Roel preguntar "¿Quién debe dar el primer paso, el que debe perdonar o el que debe ser perdonado?" Su respuesta fue muy sencilla: "Quien más ame".  

Si tú eres el que más ama, lánzate y perdona. Cristo lo hizo.

Nuestro Padre misericordioso nos ofrece como gracia, la posibilidad continua de ser perdonados en el sacramento de la reconciliación. 

Reconcíliate con el Señor y corre a perdonar a tu hermano.

Alguien dijo en una ocasión que "el amor es una planta que se riega con paz y con perdón". ¡Qué gran verdad!

El amor no puede crecer con raíces de rencor ni con ramas de odio. 

El prejuicio y la intolerancia son males que se han convertido en una epidemia que destruye bosques enteros de humanidad. 

El odio ha matado al amor. Por ello, necesitamos regarlo con ríos de perdón y torrentes de paz.

El amor todo lo perdona, no lleva cuenta, no es rencoroso, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo (1 Corintios 13, 4-8).

El amor alienta.... el odio destruye. 
El amor atrae.... el odio rechaza. 
El amor confía.... el odio sospecha. 
El amor tranquiliza.... el odio altera. 
El amor espera.... el odio desespera. 
El amor consuela.... el odio crispa. 
El amor perdona.... el odio intriga. 
El amor vivifica.... el odio mata.
El amor es dulce.... el odio es amargo.
El amor es pacífico.... el odio es guerrero.
El amor es luz.... el odio es tiniebla.
El amor es humilde.... el odio es vanidoso.
El amor es espiritual.... el odio es carnal.
El amor es sublime.... el odio es triste.

jueves, 24 de marzo de 2016

"RESUCITADO": JESÚS, DESDE LOS OJOS DE UN NO CREYENTE




El mayor problema de muchas películas de temática religiosa es que no tratan de captar el del público no creyente, sino que adoptan una cierta visión hermética, cerrada y adoctrinadora sobre la fe, desde un único punto de vista.

"Resucitado" ("Risen"’) a priori, parece otro ejemplo de una película de tinte religioso sin más: sin embargo, aporta un única y original peculiaridad: el protagonista no es Jesucristo, sino un romano ficticio utilizado para contarnos la historia de la resurrección del hijo de Dios desde otro punto de vista. 



La historia se desarrolla desde los ojos de Clauvio, un tribuno romano a las órdenes de Poncio Pilato, quien recibe la orden de localizar el cuerpo de Jesús cuando desaparece. Clauvio, un hombre de ley y orden, un policía a las órdenes del gobierno, debe investigar la pérdida del cadáver del gran líder de la última secta local de turno, que se ganó la pena de muerte en un juicio con tintes políticos. 

Para encontrar su cuerpo investigará la mala praxis e incluso las traiciones internas de su propio organismo en favor de los feligreses del neoculto, hasta llegar a producir en el agente una crisis existencialista que le hará dudar de los dogmas que hasta ahora regían su vida. 


La película con un tono detectivesco hace más llevadero su visionado al público general y aunque transita por senderos conocidos, lo hace imprimiendo un cierto suspense aunque todos sepamos el desenlace. Con el protagonista principal (que en este caso no es Jesús), se minimiza la carga adoctrinadora y todo el público no creyente tiene algo a lo que agarrarse para hacer este viaje. 

Es precisamente durante esa investigación cuando todo resulta más interesante, tanto por la propia conversión de Clauvio como por la secuencia de hechos que le llevan a dar con Jesús y sus seguidores. Ahí es donde se diferencia de otras propuestas.


En mi opinión, "Resucitado" flojea cuando entra en escena Jesús, que se aparta de la imagen distante a la par que majestuosa del hijo de Dios, al optar por un acercamiento más creíble para quien no cree, en lo histórico. 

La cinta no subraya (incluso, parece obviar conscientemente) la naturaleza divina del Mesías ni capta ese carisma abrumador que debió tener para sobresalir en una época en la que los salvadores de Israel salían de debajo de las piedras. Más bien, presenta a un Jesús amigo y compañero, más humano que divino.

El film parte desde el punto de vista de la superioridad romana y nos deja clara la personalidad cuadriculada del tribuno, de que las cosas sólo pueden hacerse a la forma de Roma. 

Posteriormente, queda tremendamente sorprendido ante su descubrimiento e incapaz de asimilar lo que acaba de ver: "He visto dos cosas irreconciliables: un hombre muerto y más tarde, al mismo hombre, vivo".

Me chirría un poco que se muestre a algunos discípulos de Jesús demasiado afectados, sugestionados e incluso algo "frikis", pero tampoco llega a ser algo demasiado relevante, teniendo en cuenta su época y su procedencia. 

Tampoco entiendo la escasa importancia de la Madre de Jesús, que aparece fugazmente en el Calvario, llorando y gritando y siendo mandada callar por el tribuno.

Tampoco logro comprender la actitud final y la indefinición moral de Clauvio que, pese a su conversión, no parece sentir el éxtasis propio de quien ha visto a Dios (y sus milagros) con sus propios ojos. Será porque el camino y la búsqueda de Cristo dura toda la vida.

Desde mi punto de vista cristiano y como creyente, algunas escenas me han llamado especialmente la atención, me han interpelado y emocionado de forma personal y me llevan a una reflexión profunda de mi propia vida:

Una de ellas es cuando Jesús le formula a Pedro las tres preguntas, con gran sentido y significado, que le reconcilian y le perdonan, después de haberle negado tres veces: "Pedro ¿me amas?".

Otra, cuando Clauvio interroga a María Magdalena: ¿Dónde están los otros discípulos? Dímelo y te dejaré libre" y ella contesta: "ya soy libre", parafraseando a Jesús: "la Verdad os hará libres".

Otra es cuando, tras el mandato de Jesús de la "gran comisión" (Mateo 28, 19-20; Marcos 16,15), los discípulos al predicar, formulan otra gran pregunta: "y tú cómo vives, con la espada o con el amor?" .

Otro momento es la escena en la que Clauvio se acerca por la noche a Jesús, mientras todos duermen y éste le pregunta: "... y tú, Clauvio en qué crees? y él le contesta: "no lo sé" y Cristo le dice: "tú que me has visto y dudas...imagina a aquellos que nunca han visto..."

Además, alguna frase suelta: "abre tu corazón", "estaré siempre con vosotros"

En definitiva, "Resucitado" ofrece un inusitado giro a la manera de contar una historia que todos conocemos, lo cual resulta clave para captar nuestro interés, ya sea desde un punto de vista creyente o no creyente.

Aconsejo ir a verla pero no a formarse altas expectativas cinematográficas, del estilo "La pasión de Cristo" de Mel Gibson. Esta película no es una secuela.




martes, 4 de agosto de 2015

LEVÁNTATE Y ANDA




“Yo soy la Resurrección y la vida. 
El que cree en mí, aunque muera, vivirá 
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.”

Juan 11, 25-26


La muerte espiritual es el estado de separación de Dios en el cual todo ser humano nace en este mund, como consecuencia del pecado de Adán y Eva, en el Jardín del Edén. Romanos 5:12 dice: "por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron." 

Sin embargo, Jesús nos invita a creer en Él, a pasar de la muerte a la vida espiritual, a un “nacer de nuevo”, a levantarnos y andar, a liberarnos de las obligaciones y ataduras mundanas e ir en busca del Reino, en busca del amor, mediante el cual, trascendemos de lo humano a lo divino.

Pero para la conversión, para resucitar y nacer de nuevo se requiere la fe, la fe con obras. 

“Porque así como un cuerpo sin espíritu está muerto, 
así también la fe que no produce obras está muerta.”

Santiago 2, 26

“Levántate y anda” implica creer en Cristo, levantarse de la tumba o de la cama, del sueño letárgico de las cosas terrestres y ponerse en marcha espiritual!!! dejar las excusas y el “no puedo” y empezar a caminar, tanto si estamos paralíticos o muertos, espiritualmente hablando. 

Un muerto espiritual está bajo los efectos y el poder del pecado, su espíritu está separado de Dios. Todo su ser, sus pensamientos, sus emociones y su voluntad están en proceso de descomposición. 

Pero Jesús tiene potestad para resucitar a los muertos espirituales. No importa lo avanzado que sea el estado de putrefacción a causa del pecado. Él es “la Resurrección y la vida”, quien cree en Él, vive para siempre.