¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 28 de enero de 2020

IDENTIFICANDO PELIGROS EN LA EVANGELIZACIÓN

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"Todos los métodos son inanes sin el fundamento de la oración. 
La evangelización ha de estar siempre empapada 
en una intensa vida de oración.
Proclamar a Dios es introducir [a los demás] en una relación con Dios, 
es enseñar a orar. 
La oración es la fe en acción. 
Es hora de reafirmar la importancia 
frente al activismo y al creciente secularismo 
de muchos cristianos comprometidos en obras de caridad. 
El cristiano que ora no pretende ser capaz de cambiar el plan de Dios 
o de corregir lo que Él ha previsto, 
sino que, más bien, busca un encuentro con el Padre de Jesucristo, 
pidiendo a Dios que, con la consolación del Espíritu, 
lo conforte a él y a sus obras."
(Benedicto XVI)

La Iglesia, hoy más que nunca, necesita cristianos comprometidos con el gran desafío del siglo XXIla evangelización.

Durante mucho tiempo, quizás hemos puesto demasiado énfasis en la Cruz y en la muerte de Jesús, y hemos obviado (casi callado) que Jesucristo ha resucitado. 

Posiblemente, no hemos facilitado a otros una comprensión sólida de Dios, más allá de una vaga deidad, de una idea abstracta del mensaje evangélico o de un conjunto de normas. 

Y en los últimos años, nos hemos lanzado a la evangelización con buenos deseos de servir a Dios pero sin mucho conocimiento y sin apenas formación, por lo que es necesario que seamos capaces de identificar a lo que nos enfrentamos.

Para centrar el tema, lo primero que debemos saber es que el Diablo no quiere que las personas descubran el amor de Dios y por ello, trata de:

quitarle la iniciativa de la evangelización a Dios, haciéndonos creer que podemos "hacer cosas" para Dios sin confiarnos a Él, fiándonos sólo de nuestro esfuerzo y nuestra capacidad.

- quitarle el protagonismo de todo apostolado al Espíritu Santo, convirtiéndolo en una alocada multiplicación de actividades, donde el orgullo y la vanidad sustituyen a la gracia.

- quitarle la importancia de la predicación de su mensaje a Jesucristo, centrando toda la atención en nosotros mismos, en nuestros sentimientos, en nuestros problemas, en nuestras pérdidas y en nuestros sufrimientos.

Algunos de los peligros comunes que surgen en la evangelización son:

Activismo

El primer peligro de toda evangelización es el activismo. Muchos de nosotros, aunque comprometidos con una "vida de fe en acción, de Iglesia en salida", en ocasiones, nos dejamos llevar por un exagerado activismo...

Activismo es "hacer sin rezar", es decir, acción sin contemplación y, aunque la realicemos con buena intención, está condenada a la ineficacia. 

¡Cuántas veces nos lanzamos a "hacer cosas" sin pensar! o lo que es peor ¡sin rezar!

Ante la tentación o la duda, debemos ir a la fuente, mirar a Cristo. Jesús vivió siempre en intimidad con Dios antes de emprender cualquier tarea en sus tres años de vida pública, pero antes, estuvo cultivándola durante sus 30 años de vida privada. 

Este es el mayor ejemplo que Cristo nos ha dado: en toda circunstancia, cultivar nuestra vida interior. Nuestra relación con Dios es nuestro primer campo de misión. Sin intimidad con Dios, sin oración, es imposible llenarnos de Cristo. Y si no nos llenarnos de Cristo ¿cómo vamos a darlo a conocer a otros?

Por eso, debemos rezar. Orar es relacionarnos íntimamente con Dios, es decirle "sí’ a su gracia, es aceptar su invitación a unirnos a Él, a confiar en Él. Es entonces cuando todo "encaja", todo "resulta". 


Antes de evangelizar a otros, lo primero que debemos hacer es
 preguntarnos ¿me relaciono con Dios? ¿me dejo impregnar por su gracia? ¿me abandono a Él¿creo en el poder de la oración?

Secularismo

El segundo peligro al que nos enfrentamos es el “secularismo", es decir, el riesgo de sucumbir al pensamiento dominante del mundo, marcado por el relativismo y la negación de la Verdad

¡Cuántas veces pensamos que todo es relativo, que no existen verdades inmutables ni valores objetivos! ¡Cuántas veces pensamos que en la vida cristiana todo vale, aunque no sea verdad!

Nuestra fe cristiana, otrora un río de caudal enérgico, fijo y permanente por el que navegábamos hacia el mar, ha perdido sus márgenes y se ha convertido en un estanque plácido y apático, sin energía ni propósito, en el que todos flotamos, pero en el que no llegamos a ninguna parte.

Cuando una fe rebajada o descafeinada pone la Verdad en tela de juicio... Cuando un apostolado plácido e insulso pone el énfasis “en lo superficial”, en lo "efímero"... Cuando no testimoniamos a Cristo de una manera auténtica y radical, la evangelización pierde su sentido y toda su efectividad.

Recuperar una fe misionera sólo es posible una vez que hemos conocido el amor ardiente de Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14,6)

Entonces, recuperamos los márgenes, el caudal y la energía del río, para saber adonde ir, lo que hacer y hacerlo con pasión.

Egoísmo

El tercer peligro es caer en la apatía y la placidez de ese estanque que nos hemos "fabricado". Un "egoísmo" basado en una malentendida idea de la “libertad”, que nos conduce a la soberbia con la que pretendemos hacer lo que queremos, lo que nos conviene o lo que nos resulta más cómodo.

Por conveniencia, queremos "hacer de Dios", y no dejamos a Dios ser Dios, pretendiendo decir nosotros lo que se debe hacer.

Por comodidad, queremos determinar la esencia de la misión encomendada por Jesús a los apóstoles haciendo prevalecer nuestro propio parecer.

Por vanidad, deseamos convertirnos en los artífices de los métodos y en los autores de los frutos de la evangelización.  

¡Cuántas veces actuamos como si el éxito dependiera de la habilidad y destreza del albañil, y no del plan magistral del Arquitecto! 

¡Cuántas veces intentamos "captar" almas por y para nosotros, en lugar de conseguirlas de Dios y para Dios!

¡Cuántas veces queremos ser a toda costa "eficaces", "exitosos","resultadistas" o"relevantes"!

Con frecuencia, olvidamos que es Cristo quien se encuentra con nosotros en el camino, quien nos capacita y quien nos invita libremente a seguirlo. 

Cuando aceptamos su llamada y le seguimos, lo hacemos comprendiendo que nuestra misión no es nuestra sino de Cristo, que los resultados no son nuestros sino de Dios, que nada depende de nosotros sino de su Gracia.  

Nosotros, trabajamos y cosechamos como "siervos inútiles, haciendo lo que tenemos que hacer"

Dios está vivo, y ha resucitado para habitar en nuestros corazones, en nuestras vidas. Si no tenemos experiencia de Cristo vivo, poco evangelizaremos. Si no testimoniamos a Cristo en nuestras vidas, nuestro apostolado es estéril.

Recordando las palabras de San Pablo, “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”cuando Jesucristo vive realmente en nosotros, nuestros egos y vanidades desaparecen. Entonces, el fruto es abundante.

Sentimentalismo

Otro gran peligro de todo apostolado es ampararse en el sentimentalismo. Con él, el estanque plácido que hemos fabricado se convierte en un pantano turbio de emotividad.

Muchos que llegan a la fe por la evangelización, sucumben a la seductora inclinación de buscar sólo consuelo y refugio, como si de magia se tratara. 

Es la "religión del sentimiento" que deja fuera la dimensión inteligente y reflexiva de la persona, su capacidad de captar el carácter verdadero de aquello que anhela.

Es "la evangelización emotiva" que se refugia en un "hedonismo", en una búsqueda del placer, que le hace "sentirse bien", "a gusto" y que evita a toda costa el sufrimiento de la cruz.

El sentimiento diluye la fe, y por tanto, la misión, convirtiéndola en un acto absolutamente subjetivo, que deja de ser un acto sobrenatural de adhesión de la inteligencia (animada por la voluntad y con la ayuda de la gracia) a las verdades inmutables del cristianismo.

Sentirte bien no significa necesariamente que la fe sea fe. La fe cristiana no es una cuestión de sentimiento, es un acto de la inteligencia. La "razón" nos lleva a la verdad. La "emoción", posiblemente, al error.

Jesús no predicaba a sus discípulos con emociones ni sentimientos sino razonando todo lo que decía, a través de explicaciones, parábolas o ejemplos. 

Tampoco evangelizaba para sentirse bien o para que otros se sintieran bien, sino para darnos ejemplo, al coger su cruz y negarse a sí mismo por nosotros. 

La fe es negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Cristo (Marcos 8,34).

En conclusión, si abrazamos la evangelización, innata a la vida cristiana, de manera completa y confiada a la verdad, a la bondad y a la belleza de Cristo, la radicalidad del amor atraerá la atención del mundo. Entonces, cumpliremos la misión que nos ha sido encomendada.

Tratemos más de "mostrar", que de "decir", de "ser" más que de "hacer", de "dar" más que "recibir".

No les digamos a otros qué pensar ni cómo comportarse. No tratemos de hacer cosas ni de hacer sentir.

Mostremos a todos que la belleza del mensaje evangélico se basa en que muchos católicos comprometidos aman de verdad a los demás.

Testimoniemos a otros que la bondad de la Iglesia supera con creces las obras de caridad que realiza.

Demostremos a los demás que la Iglesia no es sólo una jerarquía de "hombres de blanco y negro, de alzacuellos y sotanas", sino que está formada por muchas personas que, siguiendo a Cristo, "dan la vida por los demás".

Manifestemos al mundo que la verdad del cristianismo se fundamenta en el amor que nuestro Señor que nos tiene, y hagámoslo llenos de coraje, entusiasmo y alegría.


Para reflexionar y profundizar:

- L'Ame de Tout Apostolat (El alma de todo apostolado), Jean-Baptiste Chautard

domingo, 26 de enero de 2020

APOSTASÍA EN LA IGLESIA CATÓLICA

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"Siguen los deseos impuros de la carne 
y desprecian la autoridad del Señor. 
Atrevidos y arrogantes, 
no tienen miedo en blasfemar contra los seres gloriosos, (...) 
hablan mal contra las cosas que no conocen, (...) 
encuentran su felicidad en el placer de un día; 
hombres corrompidos e inmundos,
 se gozan en sus engaños mientras banquetean con vosotros; 
tienen sus ojos llenos de adulterio y no se hartan de pecar; 
seducen a los inestables; 
tienen el corazón habituado a la avaricia, son gente maldita. 
Abandonaron el buen camino, se extraviaron (...)
 Éstos son fuentes sin agua, nubes azotadas por el viento, 
a quienes les aguardan densas tinieblas. 
Con sus discursos pomposos y vacíos 
despiertan los deseos carnales y el desenfreno 

de aquellos que apenas habían logrado escapar de los que viven en el error. 
Les prometen la libertad, mientras ellos son esclavos de la corrupción
Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia 
que, después de haberlo conocido, 
apartarse del mandamiento santo que se les había transmitido."
(2 Pedro 2, 9-17 )

Desgraciadamente, muchos católicos, que siguen en la Iglesia, han dejado de creer en Dios y se han vuelto hostiles al cristianismo auténtico, reacios a la búsqueda de la santidad, rebeldes a la moralidad y traidores a Cristo.

Han abandonad
o el camino y se han extraviado en una apostasía que no se marcha, sino que se queda dentro de la Iglesia, igual que Judas.  
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Propagan una herejía que presenta a un Dios anodino, transigente, timorato y que aplaude cualquier elección que hagamos. Nada de lo que hagamos nos llevará al cielo o al infierno.  

Se han instaurado en un relativismo herético, adoptando la religión del anticristo, que predica un Dios sin autoridad, un mundo sin pecado, un reino sin juicio y un Cristo sin la cruz.

Tratan de implantar una fe intrascendente, sin importancia, menor, sin sentido, en la que nada conduce a nada, en la que todo vale y nada obliga. 

Siguen una religión progresista, cómoda y fabricada a la medida: sin sacrificio, ni sufrimiento ni disciplina, en la que no existe el pecado, y por tanto, tampoco es necesaria la Cruz.

Prom
ueven una ideología "liberalista e igualitarista", de deseos y anhelos particulares, que defiende la comunión en situación irregular, que aboga por el fin del celibato sacerdotal y por el sacerdocio femenino.

Abogan po
r una herejía que niega la existencia del Diablo y del infierno, que evita hablar de determinados temas "delicados", que desecha la doctrina católica por arcaica, anticuada y de otro tiempo.

Fomentan una parodia de la fe católica, donde se puede elegir nuestro propio género, nuestra propia doctrina, nuestro propio camino, nuestra propia verdad, nuestra propia vida. 

En palabras del obispo Fulton Sheen, "la negación de la Cruz y de Cristo es el sello distintivo del espíritu del anticristo".

Por tanto, su doctrina y su ideología son las del anticristo:

"Si no hay Cielo, no hay Infierno; 
si no hay Infierno, entonces no hay pecado; 
si no hay pecado, entonces no hay juicio,
si no hay juicio, no hay Juez,
y si no hay Dios, lo malo es bueno y lo bueno es malo”

miércoles, 22 de enero de 2020

EMAÚS ES SÓLO EL TRAILER

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Comienza el año y con él, los retiros de Emaús, en los que las personas se encuentran cara a cara con el amor de Dios. 

Tras un fin de semana intenso, es muy habitual escuchar: "Emaús me ha cambiado la vida". Y ahí nos quedamos. A menudo, magnificamos el método y confundimos el medio con el fin. Mezclamos proceso con propósito. Y, por desgracia, para muchos, el fin de semana es el principio y el fin. Y estoy de acuerdo con un amigo mío, que dice: "No sólo de Emaús vive el hombre".

Sin embargo, en sí mismo, Emaús no te cambia la vida. Es cierto que la Gracia que se derrama te interpela a revisar tu vida, cómo la has vivido, cómo la vives y cómo la quieres vivir, pero cambiar, no la cambia. Lo que ocurre es que, tras el retiro, la miras desde otra perspectiva. Emaús sí provoca un "antes" y un "después". Y sobre todo, debe provocar un "después". 

A esto
es a lo que me refiero. Porque Emaús no es más que un "tráiler" que nos anticipa algo, es un avance de lo que Dios nos tiene preparado. Es una sinopsis, un resumen, pero... no es la película. Repito: no es la película. 
Sin duda, como tráiler que es, se trata de una herramienta importante y necesaria de promoción y difusión del "gran largometraje". 

Un tráiler moviliza a las personas a que vean una determinada película. Ofrece una visión parcial sobre la película y desarrolla una estrategia para llegar al público objetivo al que va dirigido, promocionando algunos aspectos de la historia. 

El realizador (que se llama Espíritu Santo) consigue que el público (nosotros) intuyamos la trama de la película (el plan de Dios), nos presenta al actor principal (Jesús), nos anuncia el tema de la película (el amor), nos emociona con una música maravillosa (la Gracia), nos entusiasma (corazón en ascuas) y nos anima a verla completa (a comprometernos con Dios). 

Emaús es un tráiler atractivo que acapara la atención del espectador. Primero, porque apenas se cuenta nada y segundo, una vez en el retiro, porque la acción se desarrolla "in crescendo", de menos a más. Comienza de manera tranquila para acabar de forma "espectacular".

Es un tráiler donde las frases más impactantes y emblemáticas son narradas por un "relator" (Cristo), que nos explica las "escenas" mas importantes de la película (las Escrituras) y que nos interpela con "arengas contundentes" ("qué necios y qué torpes") que traspasan el alma. 

Entonces, le invitamos a nuestra casa (vida), y de invitado, pasa a ser anfitrión, invitándonos a participar con Él en la película (la Eucaristía). 

Es un tráiler intenso pero breve, con una música (el servicio a los demás) que nos cautiva pero que no es la banda sonora completa, con escenas impactantes (testimonios) que nos acercan a la trama de la película, pero no es la película. 

Una vez que has visto el tráiler, eres tú quien decide ver la película o no, comprometerte o seguir con "tus cosas" Y esa decisión libre y personal es la que realmente te hace cambiar de vida. Así actúa el cielo. Así lo quiere Dios.

Es tu disposición a indagar más y más en las escenas que has visto, tu compromiso de avivar el amor que has sentido, tu deseo de conocer más al Protagonista a quien has descubierto, tu interés en ahondar en la gracia que has recibido, la que te conduce a apasionarte por querer participar y disfrutar de la película. 

Si el tráiler es fantástico, la película está por descubrir. No sólo es mucho más extensa, no sólo tiene una banda sonora completa, no sólo hay más actores, sino que si decides verla hasta el final, entenderás toda la "trama".

Emaús no te cambia la vida. Cuando decides libremente ser parte de la película, entonces, Dios actúa poderosamente en ti, te sientes profundamente amado y acompañado, y se produce la transformación. Es la película misma la que cambia tu forma de ver y pensar. Y entonces, tu vida cambia.


JHR

domingo, 19 de enero de 2020

ADORACIÓN AL SANTÍSIMO: SIGNO DE AMOR

"La visita al Santísimo Sacramento 
es una prueba de gratitud, 
un signo de amor
y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor" 
(Beato Pablo VI: Mysterium fidei, CEC 1418)

Descubrí la gracia de la Adoración al Santísimo en mi primer viaje a Medjugorje, hace cuatro años. Hasta entonces, desconocía tanto cuál era su propósito como en qué consistía. 

Fue allí, en ese pueblo bosnio tan bendecido por Nuestra Señora donde, Ella me mostró la importancia de acudir a Su Hijo. 

Una multitud de más de cinco mil personas arrodilladas, de todas las nacionalidades y razas, adoraban y daban gracias al Señor, cada una, en su idioma, ante una custodia de gran tamaño en la explanada trasera de la parroquia. 

Aquella escena de comunión y fraternidad, de gratitud y amor, de fervor y devoción produjo en mí una imagen que jamás había visto y que jamás olvidaré. Tanto fue así, que no pude contener las lágrimas de gozo y sentir mi corazón salirse del pecho. 

Desde entonces, intento acudir al Santísimo, ya sea en un retiro de Emaús, en un retiro de silencio, en unos ejercicios espirituales o en una capilla de Adoración Perpetua.
Son momentos ante el Santísimo son realmente sobrenaturales, donde la gracia se derrama y sientes al mismo Cristo a tu lado....

Son "ratitos" llenos de emociones, risas y lágrimas de gozo... 

Son encuentros "cara a cara" con el Señor, para dejarnos "tocar" por su misericordia... 

Son "citas de enamorados" comunicándose y declarándose su amor... 

Son ocasiones para las peticiones que albergamos en nuestros corazones... 

Son momentos de júbilo para ofrecer canciones de alabanza al Señor...


Historia


La palabra "vigilia" se menciona en la Biblia para expresar cada una de las partes en las que se divide la noche (Salmos 63,6, 90,4, 119,148, Lucas 2,8, 12,38). 

También se llamó vigilia a la acción de velar, es decir, a mantenerse despierto durante toda la noche (o parte de la noche). 

También se llamó así, a la acción de hacer centinela o guardia por la noche.

Los primeros cristianos, siguiendo la enseñanza de Cristo ("vigilad y orad"), rezaban varias veces al día, costumbre que dio lugar a la Liturgia de las Horas.

Siguiendo el ejemplo de Cristo de orar por la noche (Lucas 6,12; Mateo 26,38-41), se reunían a celebrar vigilias nocturnas de oración, en las que alternaban oraciones, salmos, cantos y lecturas de la Sagrada Escritura. 

Así es como esperaban en la noche la hora de la Resurrección, y llegada ésta al amanecer, terminaban la vigilia con la celebración de la Eucaristía. Como ejemplo, la vigilia celebrada por San Pablo con los fieles de Tróade (Hechos 20, 7-12).


En el Antiguo Testamento, los judíos dividían la noche en 3 vigilias

-1ª "al comenzar las vigilias", (18:00-22:00) desde la puesta del sol hasta las diez de la noche (Lamentaciones 2,19). 

-2ª "guardia de la medianoche" (22:00h- 02:00) (Jueces 7,19). 

-3ª "de la mañana" (02:00- 06:00) hasta la salida del sol. (Exodo 14,24; 1. Samuel 11,11). 

En el Nuevo Testamento, se usó el sistema romano de 4 vigilias: 

-1ª "del anochecer" (18:00-21:00) (Marcos 13,35, Juan 6,16-17). 

-2ª "de medianoche" (21:00-00:00) (Lucas 11,5, Hechos 16,25). 

-3ª "del canto del gallo (00:00-03:00) (Marcos 13,35, 14,72, Juan 13,38). 

-4ª "amanecer" (03:00-06:00) (Mateo 14,25, Marcos 6,48, 3,35). 

Dios, a través de su Palabra, nos insta continuamente a velad (Mateo 24,42-3; 25,13; 26,41;Marcos 13,33-37;14,38; Lucas 12,37-38;21,36; 1 Tesalonicenses 5,6; 1 Pedro 4,7; Apocalipsis 3,3; 16,15)

Vigilia de Adoración Nocturna

La Adoración Nocturna, tal y como la conocemos hoy, se inició en Francia por Hermann Cohen y dieciocho hombres el 6 de diciembre de 1848 (en España en 1877), con el fin de adorar en una iglesia, con turnos sucesivos, al Santísimo Sacramento en una vigilia nocturna.

La Adoración Nocturna consiste un grupo de fieles que, normalmente, reunidos en grupos, y una vez celebrado el Sacrificio eucarístico, permanecen durante la noche por turnos ante el Sacramento, rezando la Liturgia de las Horas y haciendo oración silenciosa, en representación de la humanidad y en el nombre de la Iglesia.

Los objetivos de una vigilia de Adoración Nocturna son los mismos de la Eucaristía:

- adorar y alabar con amor a Cristo y, con Él, al Padre "en espíritu y en verdad"
-ofrecerse con Él para la salvación del mundo y para la expiación del pecado
- permanecer amorosamente atentos en la presencia de Aquel que nos ama
- orar por el mundo y por la Iglesia
- interceder por las necesidad personales y colectivas

Todos deberíamos tener la necesidad imperiosa de acudir al "Santísimo Sacramento del Amor", donde Cristo nos espera para darse hasta el extremo, para adorarle y contemplarle llenos de fe, para darle gracias por todo cuanto ha hecho por nosotros, para pedir por nuestras necesidades e interceder por las de otros y para reparar los agravios del mundo.

sábado, 18 de enero de 2020

ATEÍSMO LÍQUIDO: ¿SOY CRISTIANO O APARENTO SERLO?


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“En la existencia de un cristiano, no puede haber dos vidas paralelas: 
por una parte la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; 
y por otra, la denominada vida secular, esto es, 
la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, 
del compromiso político y de la cultura. 
El sarmiento, arraigado en la vid que es Cristo, 
da fruto en cada sector de la acción y de la existencia” 
(San Juan Pablo II, Christifideles, nº 59)


Sigo leyendo y releyendo el último gran libro del cardenal Sarah, "Se hace tarde y anochece". En él, el purpurado señala cómo, en nuestro tiempo, algunos cristianos han sucumbido a la tentación del "ateísmo líquido":  
"Si lo atacas, si te enzarzas en una lucha física, en un cuerpo a cuerpo con él, te quedarás adherido a sus sutiles compromisos (···). Te arrastra a su propio terreno.
Si lo sigues, te verás obligado a emplear sus armas: la mentira y el compromiso. Fomenta alrededor de él la división, el resentimiento, la acritud y la mentalidad de partido. ¡Fíjate en la situación de la Iglesia! No hay más que discordia, hostilidad y sospecha por todas partes.
Cada uno de nosotros puede tomar esta determinación: la mentira del ateísmo no volverá a fluir dentro de mí. No quiero renunciar más a la luz de la fe, no quiero seguir permitiendo que convivan en mí la luz y las tinieblas por comodidad, por apatía o por conformismo."

No se trata de un ateísmo como antaño, militante y beligerante, sino más bien, camuflado, sutil y mucho más peligroso. 

Podríamos decir que se trata de una especie de "nueva espiritualidad laica" que, enarbolando la bandera de la libertad y la igualdad, fluye por las aguas turbulentas de la ambigüedad, la indefinición, la confusión, el equívoco, la duda. 

Un ateísmo líquido que elimina todo amor sincero y gratuito para transformarlo en odio, crítica y protesta, que niega la verdad para contagiarnos con el veneno de la sospecha y la desconfianza hacia el otro, y que ha impregnado de dudas todo nuestro criterio cristiano. 

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Un ateísmo fluido que nos impide mirar a Aquel a quien hemos crucificado o incluso que desecha la Cruz. Y que, como hizo con Judas, nos hace correr hacia el suicidio.

Un ateísmo líquido que crece y se desarrolla en la apariencia y el postureo, la conveniencia y la banalidad, provocando el olvido y la negación de los fundamentos de la fe.

Un ateísmo fluido que mezcla la sana doctrina con ideologías paganas, incitándonos a vivir un "cristianismo burgués" y cómodo, haciéndonos creer que es eficaz, aunque sea a corto plazo ("Carpe diem"). 

Un ateísmo líquido que aplaude hipótesis y especulaciones que socavan nuestras creencias, que acoge ideas y conceptos que carecen de denominación de origen, que intoxica la Verdad al solaparse con nuestros valores cristianos.

Un ateísmo 
fluido sin Dios que se camufla hábilmente dentro de nuestros problemas y decepciones para ofrecernos una filosofía de vida que niega el sufrimiento y el esfuerzo hacia el objetivo, y que nos sumerge en la propia tristeza y soledad, antes que aceptar la dependencia del amor del otro.

Un ateísmo líquido que admite, junto con la fe, modos de vivir o de pensar radicalmente paganos y mundanos, y que, sin negar del todo a Dios en la teoría, vive en la práctica, como si no existiera, como si no importara, como si no fuera relevante. 

Características

Algunas de sus características son su gran poder destructivo, que comienza desde dentro y emerge al exterior; su ideario relativista que oscurece nuestra conciencia y paganiza nuestra vida; su connivencia con la ignorancia y la mentira que nos hace caminar en tinieblas; su apego a la comodidad y al conformismo que nos convierte en tibios y mediocres; su ansía de reconocimiento e hipocresía que nos inducen a vivir una doble vida; una "líquida" relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y opuesta, una relación de adhesión total con el mundo relativista.

Efectos

Algunos de sus efectos son el letargo de la fe, la anestesia de la voluntad, la merma de la capacidad de amar, la ausencia de compromiso con Dios y con el prójimo, la falta de reconocimiento del error y la negación del pecado. 

Consecuencias 

Algunas de sus consecuencias son la visión de un Dios anciano que hemos recluido en una residencia y que nos olvidamos de visitar, la creencia de una fe arcaica y obsoleta que tratamos de recluir en la intimidad, el apego a los bienes materiales que, aunque no nos sacian, nos impide sentir hambre de Dios.

Por eso, cada día me pregunto ¿Soy cristiano o aparento serlo? ¿Vivo como un cristiano o fluyo en el paganismo? Y si lo soy, ¿por qué lo soy? ¿lo hago por tradición, por cumplimento o por coherencia?

Un cristiano que se mundaniza en lugar de divinizarse, un sacerdote que hace seguidores en lugar de discípulos de Cristo, un católico que lleva una doble vida en lugar de una plena, un obispo que abusa de su posición en lugar de apacentar al rebaño, una oveja que en realidad es una cabra, un pastor que en realidad es un depredador... 

Todos ellos, insertados dentro de la Iglesia, viven un ateísmo fluido que les dificulta atisbar la esperanza cristiana, que les impide ser coherentes con la fe cristiana, y que les veta la posibilidad de amar y ser amados. 

¡No puedo llamarme cristiano y vivir como pagano! ¡No puedo predicar amor y mostrar odio! ¡No puedo proclamar a Cristo y exponer mis propias ideas sobre la Verdad! ¡No puedo estar sólo pendiente de lo temporal y olvidarme de lo eterno! ¡No puedo prestar atención a lo visible y obviar lo invisible! ¡¡¡¡No puedo!!!! 

Dice Benedicto XVI, que el cristianismo surge “por atracción”, que la fe cristiana se propaga por contagioEntonces ¿qué atracción puedo producir si mis actos no son coherentes con mi fe? ¿cómo voy a contagiar algo que no tengo? ¿hay evidencias reales en mi vida que indican que soy cristiano? ¿Vivo y comparto mi fe con otros o la escondo? 

La Congregación para la Doctrina de la Fe nos enseña que las verdades de la fe constituyen una unidad inseparable. Entonces ¿cómo puedo elegir del Evangelio lo que me interesa y desechar lo que no me gusta o lo que me incomoda? ¿cómo puedo decir una cosa y hacer la contraria? ¿cómo puedo compaginar la enseñanza de la Iglesia con la del mundo?

Ser cristiano implica, radicalmente, seguir a Cristo. Y eso sólo sucede a través de la gracia, por la que Jesús sale a mi encuentro y me muestra el gran amor que me tiene, y a través de la fe, por la que creo un conjunto de verdades que la Iglesia me enseña y que me muestran la coherencia de Dios, quien no puede ni engañarse ni engañarme. 

Cristo es verdad, coherencia, autenticidad. Y ser cristiano implica procurar ser como Él. 

Si sólo creo lo que me apetece, lo que quiero entender o lo que me interesa, soy un ateo fluido, con una fe tibia y una voluntad deformada que no sigo a Cristo. 

Resultado de imagen de ateismo fluidoSi "practico a ratos" una devoción, en realidad, soy un ateo líquido que busca excusas circunstanciales que no resisten el paso del tiempo, que aspira obtener éxitos limitados y comodidades efímeras, pero, a la larga, inútiles.

Si vivo una doble vida, soy un ateo fluido que hablo para lograr aplausos, que escucho lo que quiero oír y elijo sólo aquello que me es fácil de asimilar y llevar, que no carga con su cruz.

Si deambulo agotado, tiranizado y sin paz, soy un ateo líquido que camina desorientado y confuso por la senda de la ambigüedad y la apostasía, que vive la vida cristiana como una gran mentira, aunque disfrazo de verdad

Pero Verdad, sólo hay una. Y es Cristo, quien a su vez, la depositó en manos de Pedro. Por tanto, es la Iglesia la depositaria de las verdades de fe ¿Qué clase de Dios sería si, después de revelarse al hombre por amor, hubiera dejado a la subjetividad o a la conveniencia, el camino que conduce a la felicidad y la vida plenas? 

Si mi identidad cristiana es ser como Cristo, ¿cómo puedo pretender aparentar ser cristiano sólo en ocasiones, en determinadas actividades o según las circunstancias? ¿cómo puedo acudir a los sacramentos y después "colgar" mi filiación católica a la puerta de mi colegio electoral, de mi club, de mi empresa, de mi entorno social o de mi propio hogar familiar.

No digo que mi voluntad sea infalible ni que mi fe me impida caer, porque soy débil y frágil, porque tengo limitaciones y errores, y tantas cosas más. Pero, es en esos momentos, cuando Dios me abre sus brazos misericordiosos en el maravilloso sacramento de la Penitencia para ser realmente yo, ante Él, y me vuelve a enseñar coherencia en el Santísimo sacramento del Altar, donde no hay mentira ni engaño. 

Mi respuesta a la pregunta de este artículo surge del hecho de que mi fe no procede de lo que sé o veo, ni de lo que me apetece o agrada, ni de lo que me cuentan o me dicen, ni de lo que razono o siento. Nace de mi relación con Dios.

Resultado de imagen de ateosMi respuesta brota de que la esperanza depositada en las promesas de Cristo es un combate constante al que me enfrento con armas espirituales: la oracióndonde me comunica Su voluntadlos Sacramentosdonde fluye Su amor infinito, la Sagrada Escritura, donde emana su luz radiante la Iglesia, donde recibo Su verdad depositada.
Mi respuesta tampoco se dirige a entablar batalla contra todo y todos, sino hacia la determinación de mantenerme firme y confiadamente fiel a Jesucristo, asirme a su mano mano amiga, seguir el camino luminoso que me marca, para llegar a ser un cristiano autentico y, finalmente, estar en su presencia por toda la eternidad.

Mi respuesta es "Dios o nada".

martes, 7 de enero de 2020

LA PRUEBA DEL AMOR

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"Hermanos míos, tened como suprema alegría 
las diversas pruebas a que podéis ser sometidos, 
sabiendo que la fe probada produce la constancia.
Dichoso el hombre que soporta la prueba;
porque si la ha superado, 
recibirá la corona de la vida 
que Dios ha prometido a los que le aman." 
(Santiago 1, 2-3 y 12)

Desde el principio, todas las criaturas de Dios somos probados en el amor. Los ángeles tuvieron que pasar la prueba. Nuestros primeros padres, Adán y Eva, también. 

La Sagrada Escritura está llena de ejemplos de pruebas: Noé, Abraham, Job, José, Moisés, David. El mismo Jesucristo se enfrentó a la mayor prueba de amor: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15, 13).

Desde la rebelión en el mundo angélico, luego trasladada a la tierra, nos encontramos inmersos en una batalla espiritual, queramos o no. Todos debemos enfrentarnos a la prueba y hacer una elección. O Dios o el Enemigo. O el Amor o el Odio. O, como dice el cardenal Sarah, Dios o nada.

Dios nos ha dado y nos da permanentemente pruebas de su amor. “Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito” (Juan 3, 16). "Mirad cómo se manifestó el amor de Dios entre nosotros: Dios envió a su Hijo único a este mundo para que tengamos vida por medio de él. En esto consiste el amor; no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados." (1 Juan 4, 8-10).

El Señor viene siempre a nuestras vidas y reconforta nuestros corazones, cura nuestras heridas, nos repara, nos da fortaleza y aliento en nuestras caídas, para continuar caminando hacia Él. 

Dios nos regala un Amor gratuito, incondicional y sin límite, que no exige ni quebranta nuestra voluntad

Sin embargo, el amor, para ser completo, requiere reciprocidad. Por eso, nuestro amor a Dios depende sólo de nuestra libertad, una decisión de fe que demostramos ante la prueba.

Propósito de la prueba


Toda prueba tiene un propósito. Sólo si somos sometidos a la prueba, la calidad de nuestro amor y de nuestra fe a Dios se pone de manifiesto. 

Imagen relacionadaPorque el verdadero amor no se basa en sentimientos sino en una decisión de amar libre e incondicionalmente. El amor no se cuenta, se ofrece. No se explica, se da.

La prueba saca a relucir nuestra verdadera esencia, lo que hay en nuestro corazón: nos da la oportunidad de elegir entre amor u odio, agradecimiento o resentimiento, ganancia o pérdida, plenitud o vacío, vida o muerte.

A través de la prueba, el amor y la fe del cristiano se refuerzan y aumentan gracias y por medio de Jesucristo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4,13)

"Amar a Dios es guardar sus mandatos" (1 Juan 5, 3). Es la fe en el amor que Dios nos tiene (también expresado en los mandamientos) la que nos salva. La fe hace posible aquello que humanamente es imposible.

Recompensa de la prueba


Pero, además, la prueba tiene una recompensa. Sin prueba no hay progreso. La recompensa de la prueba es transformarnos a la imagen de Jesucristo (Romanos 8, 29). 

Resultado de imagen de regalo de diosEsta es nuestra meta, nuestra santificación, y por eso, toda prueba está diseñada para alcanzar la perfección en el amor. 

Cuando experimentamos su amor incondicional, su cuidado, su perdón, su poder sanador, entonces, ese Amor Verdadero comienza a germinar en nuestro corazón y surge en nosotros el deseo de amar a Dios y a los demás de la misma forma.

Cuando dejamos que el amor de Dios inunde todo nuestro ser, comenzamos a transformarnos y a asemejarnos a Él, a reflejar Su amor en nuestra vida y en nuestras relaciones con los demás. No podemos dar lo que no tenemos. 

Por eso, para poder dar amor verdadero necesitamos recibirlo primero. Y para recibirlo, debemos elegir querer recibirlo. Porque Dios ya nos la ha dado primero.

Es entonces cuando nos transformamos en amor y conseguimos la meta para la que hemos sido creados: estar junto al amor de Dios y amarle por toda la eternidad.

"El amor es paciente, es servicial; 
el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; 
no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; 
el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. 
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. 
El amor nunca falla" 
(1 Corintios 13, 4-8)