¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 21 de octubre de 2025

EL CANTAR DE LOS CANTARES: COMUNIÓN ETERNA

El libro protocanónico del Cantar de los Cantares (en hebreo, Shir Hashirim), conocido también como Cantar de los Cantares de Salomón, es uno de los dos libros poéticos del Antiguo Testamento, junto a los Salmos.

Es uno de los cinco rollos o megillot utilizados por el pueblo judío el sábado de Pascua, que marca tanto el comienzo de la cosecha de cereales como la conmemoración de liberación de Israel de Egipto.

Es un libro desconcertante y enigmático pues es el único del Antiguo Testamento que no menciona de manera explícita a Dios y cuyo tema central es el amor conyugal, una alegoría de la relación entre Dios e Israel, entre Cristo y su novia, la Iglesia.

La expresión "Cantar de los Cantares" es similar a otras como "Rey de reyes" (Ez 26,7; Dn 2, 37), "Libro de los libros", "Vanidad de vanidades", "Santo de los santos" o "Sábado de sábados" (Yom Kippur o Día de la Expiación) y su uso repetido indica su sentido más alto (en hebreo no existe el superlativo). 

Es por tanto, "El Cantar por excelencia", la "canción" singular, excelsa y superior a todas los demás: "la canción de las canciones".

Autoría y datación
El poema no ofrece ninguna pista sobre su autor o sobre la fecha, lugar o circunstancias de su composición. Tan sólo indica que es "de Salomón", pero no indica que sea su autor.

En cuanto a su datación, la evidencia más fiable es su idioma: el arameo reemplazó gradualmente al hebreo después del exilio babilónico a fines del siglo VI a. C. Además, el uso de neologismos apuntan a una fecha más tardía, siglos después del rey Salomón, hacia el s. III a. C.
Contenido
Trata de dos amantes, un joven pastor y una sulamita (que significa "mansa", "pacífica"), que han sido obligados a separarse, que se buscan con desesperación, que claman su amor en una forma poética altamente sofisticada, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la profunda esperanza de volver a estar juntos para siempre. 

Literalmente describe el amor entre un hombre y una mujer y sus movimientos propios: nace, crece, busca, encuentra, se separa y se reencuentra. Hay deseo, intimidad, ilusión, entrega, pruebas y fidelidad. 

Su estilo es descriptivo, sensual e inspirador: todas las situaciones se desarrollan utilizando:
  • imágenes típicamente orientales: tiendas de Quedar, pabellones de Salomón, bronceado, yeguas de la carroza del faraón, collares de perlas, narcisos de Sarón, perfume de nardo, de mirra, de ciprés...
  • poesía semítica: los labios son cintas de escarlata, las mejillas son mitades de granadas, el cuello es firme y esbelto como torre hacia el cielo, los pechos son como dos gacelas...
  • metáforas del mundo natural (creación): los frutos, las flores, los capullos, los árboles y la miel, para relacionarlo con los enamorados, el deseo de verse y el amor profundo entre ambos (encarnación). 
Estructura
El Cantar está formado por 5 poemas, prólogo, epílogo y unos apéndices:
  • Título y prólogo (1,1-4). Enunciado de los temas y los actores: la amada, el amado y el cortejo nupcial
  • 1º poema: Encuentro (1,5-2,7). La amada busca al amado, se encuentran y se cantan su amor recíprocamente
  • 2º poema: Celebración del amor (2,8-3,5). El invierno, símbolo de separación. En primavera, símbolo de cercanía, los amantes celebran su amor. Búsqueda nocturna de la amada al amado
  • 3º poema: Cortejo nupcial (3,6-5,1). Es el poema central y describe el día de la boda del rey Salomón
  • 4º poema: Celebración del amado (5,2-6,3). Un nuevo comienzo. Habla la amada: himno de amor al amado en la intimidad (no en público9 porque aún no se ha celebrado el matrimonio
  • 5º poema: Celebración de la amada (6,4-8,4). Habla el amado: despierta a la amada y la lleva a la celebración oficial de la boda 
  • Epílogo: Canto al amor 
    (8,5-7). Son quizás los versos más densos del poema en los que la esposa pronuncia su amor indestructible
  • Apéndices (8,8-14). De tono distinto al resto del poema, estos versos parecen ser añadidos: aparecen los hermanos de la esposa que tratan de retrasar la boda
Clave de lectura
Los 5 poemas no se limitan a describir sentimientos íntimos, sino que los elevan al rango de Palabra revelada. Allí radica su grandeza: lo que parece un canto nupcial trasciende y adquiere la categoría de Escritura inspirada, porque en el misterio del amor humano se deja entrever el amor eterno de Dios. 

El Cantar es el paradigma para el conocimiento de Dios, que es el Amor (cf. 1 Jn 4,8.16). El que ama, conoce a Dios.

El Cantar evoca el amor original del paraíso y deja entrever que la fidelidad puede redimir de la herida del pecado.

El Cantar es una escuela de amor conyugal: amar es contemplar la belleza del otro, entregarse con exclusividad, superar pruebas y dejarse transformar.

El Cantar es la búsqueda del alma hacia DiosLa figura de la amada, que busca con insistencia al amado hasta alcanzarlo, y la del amado fiel que finalmente se deja conquistar, dan unidad al relato. Es el reflejo del querer de Dios inscrito en el corazón del hombre. 

Las metáforas que utiliza —viña, esposo, esposa, pastor, rey— evocan el lenguaje profético que describe la relación entre Dios e Israel

También, en una lectura teológica, la Tradición de la Iglesia (Orígenes, san Gregorio de Nisa, san Ambrosio de Milán, san Agustín de Hipona) ha identificado al amado con Dios o con Cristo, y a la amada con Israel, con la Iglesia o con el alma creyente.

San Juan Pablo II afirmó que el Cantar revela el lenguaje del cuerpo: la fascinación mutua entre varón y mujer no se queda en lo físico, sino que expresa la atracción hacia la persona entera.

Unidad de la Escritura
Aunque no se menciona explícitamente en el Nuevo Testamento, el simbolismo del Cantar de los Cantares está, de forma transversal, muy presente:

-En Mt 24,1-14; Lc 14,7-14 (parábola de los invitados a la boda) y en Mt 25,1-13 (parábola de las vírgenes prudentes y necias), Jesús habla del banquete de bodas y se identifica como el esposo, cuya presencia es motivo de alegría pues con Él comienza el tiempo nuevo de la salvación, mientras que la esposa representa al pueblo llamado a la comunión con Él.

-En Rom 8, 35, Pablo alude a Cant 8,7, porque nada ni nadie apagará ni nos separará del amor de Cristo

-En Ef 5, 21-33, se expresa el amor de Cristo y su Iglesia como el modelo del amor conyugal

-En el Ap 17, 7-8, Cristo aparece como el esposo que llama a la puerta para cenar con la esposa y la Iglesia como la esposa engalanada que se prepara para el banquete final.

El Cantar de los Cantares celebra el misterio del amor humano y del amor divino que se buscan y anhelan la comunión eterna.

lunes, 20 de octubre de 2025

ECLESIÁTICO O SIRÁCIDA: SABIDURÍA DE ISRAEL

 

Eclesiástico es un libro sapiencial deuterocanónico del Antiguo Testamento, el más antiguo que se conserva, escrito para mostrar el patrimonio religioso sapiencial de Israel y preparar a los jóvenes de Jerusalén para vivir fieles a la Alianza y la Ley de Dios.

También conocido por:
  • Sirácida Libro de la Sabiduría de Yeshua ben Sira ben Eleazar (s. III a.C.)
  • Ecclesiae o Libro de la Iglesia (san Cipriano de Cartago-s. III d.C.)
  • Ecclesiasticus o Eclesiástico (san Jerónimo-s. V d.C.)
Autoría y Datación
Descubierto en Qumrán, escrito en hebreo entre los años 196 y 175 a. C. (s. III a.C.) por Ben Sira, un judío piadoso y ortodoxo, escriba helenista (530 a.C.-70 d.C.), y traducido al griego koiné por su nieto en Alejandría alrededor del año 117 a. C., quien añadió el prólogo.
Estructura
Eclesiástico puede estructurarse en base a los 4 himnos que contiene:
  • c. 1-23: Himno-Prólogo. Misterio y origen divino de la Sabiduría:
    • Normas de comportamiento y pruebas para el justo
    • Temas clásicos: respeto a los padres, humildad y docilidad, justicia, vergüenza y timidez, falsas seguridades, dominio de la lengua y las pasiones, amistad
    • Normas de trato social: familia, sacerdotes, pobres, mujeres peligrosas, gobernantes, desconocidos, amigos y enemigos, rico y poderosos
    • Advertencias: orgullo e insolencia, honor, trabajo, tacañería, riqueza, libertad, impiedad, generosidad, cautela, autodominio, corrección fraterna, sabiduría verdadera y falsa, hablar inoportuno, pecado, hijos desvergonzados, palabrotas, lujuria, adulterio.
  • c.24-42: Elogio de la Sabiduría. La sabiduría personificada:
    • Profecía mesiánica (24,34-35)
    • Normas de comportamiento conforme al temor de Dios
    • Elogios a la buena esposa por su saber, silencio, honestidad, educación, belleza
    • Advertencias: malas lenguas, secretos, hipocresía, rencor, disputas
    • Normas sociales y económicas: préstamos, fianzas, hospitalidad, educación, salud, riquezas
    • Temas prácticos: testamento, esclavos, sueños vanos, viajes, sacrificios, discernimiento, elección de esposa, falsos amigos, consejeros, templanza, médico,duelos, oficios artesanos, escribas
    • Oración por Israel y alabanza a Dios: la miseria del hombre, el fin del malvado, el destino de los impíos y la realidad de la muerte
  • c. 42-43: Himno a la creación, al Señor creador. Elogio a los antepasados:
    • Relectura de la historia de Israel en clave sapiencial: Henoc y Noé; Abrahán, Isaac y Jacob; Moisés y Aarón; Pinjás; Josué y Caleb; Jueces y Samuel; Natán y David; Salomón; Roboán y Jeroboán; Elías y Eliseo; Ezequiel e Isaías; Josías; reyes impíos de Judá y Jeremías; Ezequiel y los 12 profetas; Zorobabel, Josué y Nehemías; José, hijo de Jacob; Simón, sumo sacerdote e hijo de Onías
  • c. 51: Himno-Epílogo:
    • Exhortación a bendecir al Dios del universo

Contenido
Consejos, proverbios, máximas, aforismos, poemas, reflexiones, meditaciones y observaciones sapienciales:
  • Consejos: positivos (4,20-6,4; 7,1-21) y negativos (8,1-9,16)
  • Proverbios numéricos: semejantes a los del libro de Proverbios
  • Poemas didácticos: sobre la amistad (6,5-17), el hablar (23,7-15), los sueños (34,1-8), el médico (38,1-15), las hijas (42,9-14)
  • Recursos didácticos y literarios: repeticiones, preguntas, comparaciones, descripciones, himnos, poemas, oraciones, lamentaciones o acciones de gracias
El libro del Sirácida combina el esfuerzo intelectual humano con la apertura a la sabiduría que procede de Dios, estableciendo un equilibrio entre la razón y la fe, preludio de la síntesis que más tarde desarrollará la teología cristiana.

El libro del Eclesiástico concibe la sabiduría no sólo como un ejercicio intelectual, sino como un don de Dios que encuentra su plenitud en la Torah: sabio es quien conoce la Ley y la aplica con discernimiento en la vida concreta.

domingo, 19 de octubre de 2025

SABIDURÍA: NEXO TEOLÓGICO ENTRE AT Y NT

 

El libro deuterocanónico de la Sabiduría o "Sabiduría de Salomón" es el último escrito del Antiguo Testamento y el nexo teológico con el Nuevo Testamento. 

Es un texto único por la profundidad y amplitud de su exposición doctrinal. Con él se llega al culmen de la literatura sapiencial del pueblo judío anterior a Jesucristo. Todas las cuestiones planteadas a lo largo de los siglos anteriores reciben ahora respuesta, mostrando una visión más amplia del designio escatológico de Dios.

A la cuestión sobre el sentido de la vida de Qohélet, el libro de la Sabiduría responde: buscar la sabiduría de Dios, rendirle culto y hacer su voluntad. Quien cumple todo esto es un hombre justo, hijo y amigo de Dios, incorruptible e inmortal (Sab 2,23), mientras que quien se aparta de ella es malvado e impío y se encamina a la perdición. 

Sabiduría perfecciona, en cierto modo, la doctrina escatológica de Daniel y II Macabeos (Sb 3, 1-6), que esbozan y prefiguran la vida eterna y que son la primera concepción intelectual del más allá, antes inexistente en la mentalidad judía. 

Autoría y Datación 
Su autor es un judío de la diáspora, posiblemente de Alejandría, profundamente religioso, versado en la cultura helenista y conocedor de la filosofía platónica, estoica y epicúrea, de los usos propios de los cultos paganos egipcios  y de los textos sagrados, la historia y las costumbres propios de Israel. 

Por tanto, su datación tiene que ser posterior a la fecha de la fundación de la ciudad por Alejandro Magno en el 333 d.C.: entre la segunda mitad del siglo I a. C. (80-50 a.C.) y el reinado de Octavio Augusto (30 a.C.-14 d.C.).

Destinatarios

Está dirigido a los gobernantes de la tierra, a los poderosos del mundo (Sab 1,1), exhortándoles a amar la justicia y buscar la sabiduría de Dios, y a sus compatriotas judíos, especialmente a los jóvenes, exhortándoles a no dejarse seducir por los cultos paganos, por la conducta moral relajada y hedonista, por el ateísmo o por la falta de fe en el Dios de sus padres. 

Estructura
El libro de la Sabiduría consta de 19 capítulos que se pueden agrupar en tres secciones:
  1. Escatológica (1-5): "Sabiduría y destino del hombre". 
    • Exhortación a vivir conforme a la sabiduría y la justicia/santidad. 
    • Discurso escatológico: el castigo a los impíos y el premio los justos (resurrección)  
    • Explicación del porqué de la muerte, tanto física como espiritual (juicio final)
  2. Sapiencial (6-9): "Elogio a la Sabiduría". 
    • Reflexión sobre el don precioso de la sabiduría: definición, elogio y cómo alcanzarla
  3. Histórica (10-19): "La Sabiduría en la historia de Israel". 
    • Exposición de la acción de la sabiduría divina en la historia del pueblo judío, especialmente durante el éxodo de Egipto (7 beneficios)
    • Discurso contra la idolatría
    • 7 Contrastes entre Egipto e Israel
Clave de lectura
El libro de la sabiduría es la luz que ilumina:
  • la correspondencia entre el inicio y el final de la historia salvífica (creación/encarnación)
  • la transición del Antiguo al Nuevo Testamento 
  • el desarrollo progresivo de la Revelación 
Su tema central, como su título indica, es la "sabiduría" bajo dos aspectos principales:
  • en su relación con el hombre, la sabiduría es la perfección del conocimiento de los justos como un don de Dios que se manifiesta en la acción
  • en su relación con Dios, la sabiduría es la característica eterna de Dios manifestada en la creación (revelación natural) y la encarnación (revelación sobrenatural)

A diferencia de Proverbios, que ofrece una serie de sentencias sueltas, Sabiduría presenta un rico, ordenado y profundo desarrollo literario y teológico en el que convergen la tradición sapiencial de Israel, la lectura de la historia como acción providente de Dios y la influencia de la filosofía helenista. 

El libro de la Sabiduría integra y armoniza fe y razón, mostrando que ambas no se excluyen, sino que se enriquecen mutuamente. 

Contenido 
Aborda todos los temas fundamentales de la fe y de la reflexión humana: el misterio de Dios, la providencia, la revelación natural y sobrenatural, el sentido de la vida y la muerte, la retribución en el presente y en el más allá, así como el valor de las virtudes morales.

Muestra que la Palabra de Dios no queda limitada a la cultura hebrea, sino que se encarna en diferentes modos de pensamiento, abriendo el horizonte de la fe judía hacia el ámbito grecorromano, anticipando la universalidad del mensaje cristiano.

Frente a la concepción semita, que entendía al hombre de manera unitaria aunque con poca precisión filosófica, y frente al dualismo griego que veía el cuerpo como prisión del alma, Sabiduría distingue entre cuerpo y alma, pero sin negar la unidad de la persona, y afirma con firmeza la inmortalidad del espíritu, anticipando la antropología cristiana, en la que el misterio de la encarnación de Cristo revela plenamente la dignidad y destino del hombre.
Previene sobre los peligros de la idolatría y del ateísmo, propone la sabiduría divina como regidora del universo, orienta la conducta moral y abre al hombre la esperanza de la vida eterna. 

Sabiduría y Nuevo Testamento
Como último libro del AT, cuya finalidad es "preparar, anunciar y prefigurar la venida de Cristo y su reino mesiánico" (DV 15), Sabiduría establece un puente con el NT, completando desarrollos teológicos iniciados en el AT y que serán despejados en la cristología neotestamentaria con la revelación definitiva manifestada en Cristo:

  • el valor de la vida y el sentido de la muerte
  • la subsistencia del alma después de la muerte
  • la justicia de Dios, el juicio final y la salvación escatológica
  • la llamada a la santidad y la filiación divina del justo
  • el amor, la paciencia, la misericordia y la sabiduría de Dios
  • el conocimiento de Dios a través de la contemplación de la creación
  • la enseñanza sobre la corrupción moral del hombre y sus consecuencias 
  • la preexistencia de la Sabiduría divina y su acción creadora
  • la identificación de la Sabiduría con el Hijo, imagen del Dios invisible y reflejo de su gloria 
Sabiduría y Liturgia
La liturgia también lo ha incorporado en celebraciones eucarísticas, en fiestas marianas y en el culto a los apóstoles, evangelistas, doctores, vírgenes y confesores:
  • Sab 16,20, aplicado al misterio de la Eucaristía
  • Sab 3,1-8, empleado en la conmemoración de los difuntos




    sábado, 18 de octubre de 2025

    ECLESIASTÉS O QOHÉLET: TODO ES VANO

    "¡Vanidad de vanidades! —dice Qohélet—. 
    ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!" 
    (Ecl. 1,2)

    Tras un pequeño paréntesis de varios artículos, retomamos nuestra profundización en los libros sapienciales del Antiguo Testamento. Hoy reflexionaremos sobre el libro protocanónico de Eclesiastés.

    Eclesiastés o Qohélet (del hebreo qahal, "congregar", "convocar", "reunir"), datado hacia el s. III a.C. en Jerusalén, de autor desconocido aunque atribuido "artificialmente" a Salomón (ficción literaria frecuente de la época), es uno de los más enigmáticos y sorprendentes de la literatura sapiencial bíblica. 

    Estamos ante uno de los cinco "megillot" o "rollos" bíblicos que se leen durante las cinco grandes fiestas judías: Eclesiastés (Tabernáculos o Sukkot), Rut (Semanas o Shavuot), Lamentaciones (Aniversario de la destrucción del templo o Tisha b'Av), Cantar de los Cantares (Pascua o Pesaj) y Ester (Suerte o Purim).
    Autoría
    Qohélet no se refiere a un nombre propio ni al autor del libro sino que designa al que desempeña una función: la de convocar una asamblea para hablarle. Así, Eclesiastés (del griego ehhale.o, "convocar", "reunir") sería un "hombre sabio que convoca y enseña a la Iglesia" (1,1.12; 7,27; 12,8-10). 

    Parece tratarse de un anciano que ha vivido y estudiado mucho y sin descanso; un aristócrata, un intelectual y filósofo, escéptico y pesimista, irónico y paradójico. Sin embargo, Qohélet es sustancialmente un optimista como lo muestran 7 pasajes positivos del libro (2,24-25; 3,12-13; 3,22; 5,17; 8,15; 9,7-9; 11,9-12,1), aunque enquistados en contextos negativos y sellados por el sinsentido de la vida (9,9).

    Eclesiastés es, sin duda, un sabio que ha estudiado (12,9) y que tiene una gran experiencia. Pero se trata de un sabio peculiar pues su mirada es más profunda que sus antecesores ya que plantea interrogantes más incisivos y cuya reflexión gravita entre:

    - la fe: es un hombre de fe, un creyente sincero que reconoce los dones de Dios y confía en su justicia según la sabiduría tradicional proverbial ("mashal"). Sin embargo, podría decirse que es un "ateo práctico", ya que ve a un Dios lejano, arbitrario y algo tirano.

    -la experiencia: es un hombre de experiencia, un sabio que percibe todo como transitorio y que deduce que nada tiene sentido porque la muerte iguala al justo y al malvado, al sabio y al ignorante. Y lo expresa en primera persona ("he visto", "he probado"...).

    En cualquier caso y aunque no ofrece respuesta alguna al tema del absurdo, se trata de un inconformista que quiere romper con una teología rígida y tradicional que tiene respuestas para todo (8,11-14). 

    Quiere hacernos pensar, ponernos a trabajar y que experimentemos la inútil fatiga del esfuerzo, igual que él la ha experimentado, pero no nos ofrece una solución. Se encuentra encerrado en una "prisión circular", en una rueda sin futuro, sin esperanza...atenazado y desesperado por el "vacío" o "vanidad" (Qo 2,1.17-18.20; 6,3-4).

    Clave de lectura
    Eclesiastés va un paso más allá de Job en la crisis de la sabiduría retributiva poniendo en cuestión y criticando sus valores tradicionales mediante el uso de preguntas, paradojas, repeticiones, contradicciones e incoherencias: ¿qué sentido tiene una vida donde la muerte es el final"? 

    La respuesta es trágica: ¡Ninguno!. "Vanidad de vanidades. Todo es vanidad" (el vocablo "hehel" aparece 37 veces en el libro para expresar la vanidad en grado supremo (en cuanto "vacía" o "sin sentido"), dada la inexistencia del superlativo en la lengua hebrea, y de ahí, su repetición).
    Para  "el que convoca" o "el que predica" todo es incongruente y efímero, aparente y estéril, vacío e insustancial,...todo es vano: las riquezas, los placeres, la sabiduría humana, la retribución...A todos nos espera la misma suerte, a sabios y necios, justos e injustos, ricos y pobres, hombres y mujeres: la muerte.

    Pero además afirma Qohélet que la muerte es definitiva. No hay nada después de ella (9,5-6). Deducción lógica teniendo en cuenta que Dios aún no ha revelado que hay vida después de la muerte, y por tanto, es el primer libro sapiencial que aborda el tema de la muerte como el final de todo.

    Desde un punto de vista sapiencial, el libro del Eclesiastés (que es inspirado y que tiene a Dios por autor y forma parte de la pedagogía progresiva divina) muestra una cierta tensión que exige dar un paso más ante las limitaciones y las incapacidades del hombre para dar respuestas que sólo Dios tiene. Qohélet es el último eslabón del camino sapiencial hacia la plena revelación de Dios al hombre.

    Y así, será el libro de la Sabiduría el que afronte el tema de la vida eterna y dé paso a la sabiduría escatológica, poniendo el foco en la promesa de la Encarnación de la Palabra de Dios, en la revelación de la Sabiduría eterna, en la venida del Dios hecho hombre, puesto que sería completamente absurdo y vano que Dios haya creado a sus criaturas para nada, sin otra finalidad que la de morir y desaparecer.

    Otros conceptos clave del libro
    -Bajo el sol: aparece 27 veces. Qohélet observa todo lo que sucede "bajo el sol", "bajo el cielo" (3 veces), y ve que todo es vano, inútil. Todo gira en torno a un movimiento cíclico (1,9-10) y a una ausencia de novedad que amarga al sabio autor pues aún no ha conocido la eterna novedad de la Encarnación, el tiempo de Aquel que hace nuevas todas las cosas.

    -Fatiga: aparece 35 veces. El sabio trabaja, busca, indaga y acaba fatigado y agotado (5,14-16). Es la constatación de la maldición por el pecado original (Gn 3,19).

    -Recompensa: aparece 10 veces. No parece haber recompensa para las fatigas salvo el fugaz disfrute de los bienes de la tierra o la sabiduría frente a la insensatez, la luz frente a la tiniebla (5,17).

    Por ello podemos concluir nuestra meditación afirmando que ¡Todo es absurdo sin Cristo! o mejor dicho, que ¡Todo tiene sentido con Cristo!

    jueves, 16 de octubre de 2025

    ¿QUÉ ME DEFINE?

    Resultado de imagen de estereotipos

    Vivimos en un mundo rodeados de etiquetas y de máscaras, de estereotipos y de paradigmas, de imágenes y de clichés que aceptamos de forma colectiva y que nos convierten en esclavos de esa proyección que damos al exterior.

    Sin apenas darnos cuenta (o tal vez, sí), somos prisioneros de nuestra imagen exterior, de nuestras condiciones o circunstancias externas... 

    Por ello, solemos creer que lo que nos define es nuestra posición social, nuestro trabajo, el barrio en que vivimos, el coche que conducimos, la ropa que vestimos... 

    Creemos ser quienes somos por nuestra ideología política, por nuestro equipo de fútbol o por nuestra fe. Creemos que lo que nos define es lo que pensamos de nosotros mismos, lo que queremos demostrar que somos ...o lo que los demás ven, piensan o esperan de nosotros. 

    Pero nada de eso nos define. 

    ¿Qué me define?
    Lo que verdaderamente nos define es lo que llevo en mi corazón. 

    ¡Qué alivio se siente cuando uno comprende esto!

    Y se llega a esa comprensión cuando soy consciente de que todos los seres humanos poseemos un valor único, una luz primordial, un aspecto que nos define: la dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza (Gn 1, 26-27).  

    Dios creó al hombre y vio que era bueno. Por tanto, como somos una creación buena de Dios, y a imagen suya, conociéndonos a nosotros mismos, conoceremos a Dios. 

    Él fue quien nos creó y nos ama a pesar de nuestras debilidades, defectos, pecados y miserias:  “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4,10).

    Conocerme a mi mismo no significa una exaltación de mi individualidad o de mi ego, sino más bien, una eliminación de todo lo que es accesorio, de todo lo que está sujeto a las circunstancias, condiciones y conceptos. 

    Conocerme a mi mismo no depende de lo que los demás vean en mi, o lo que piensen, o lo quieran de mi, sino depende únicamente lo que Dios ve en mi, lo que piensa o quiere de mi, y a eso es a lo que estoy llamado a ser. Él conoce mi intimidad, lo más profundo de mi ser, mi pobreza, mi debilidad, y, aun así, me ama incondicionalmente. 
    ¡Qué importante es amar a Dios...pero es mucho más importante saberse amado por Dios y aceptado como soy! 

    Cuando llegamos al convencimiento de que Dios nos ama a cada uno personalmente, a pesar de cómo seamos, de los defectos que tengamos… es cuando empieza nuestro camino de conversión, es cuando queremos convertirnos en un hombre nuevo, con un corazón de carne en el que el amor, la humildad y la misericordia florezcan.

    El conocimiento de mi mismo es el primer paso que tiene que dar mi alma para llegar al conocimiento de Dios y es, además, el camino hacia la humildad, sin la cual no existe ninguna otra virtud. Si no, pudiera llegar a pensar que mis cualidades son mérito mío y no de Dios.

    Actitudes
    Existen tres actitudes frente a aquello que no nos gusta de nuestra vida, de nuestra persona o de nuestras circunstancias: la rebelión, la resignación y la aceptación.

    -La rebelión es la actitud de quien no se gusta a sí mismo y culpa a Dios por ello o le responsabiliza de permitir determinadas circunstancias o situaciones.

    Es una primera reacción psicológica frente al sufrimiento y al dolor, pero no es positiva, pues únicamente los aumenta, ni cristiana, pues carece de amor: supone toda una declaración de guerra, que resulta nefasta si se permanece en ella.

    -La resignación es la actitud de quien se convence de que no puede cambiar una determinada situación o a sí mismo y se conforma con ello.

    Es una actitud menos agresiva que la anterior, menos tóxica, pero no es cristiana, pues carece de esperanza: supone toda una declaración de impotencia, que resulta estéril si se permanece en ella.

    -Finalmente, la aceptación es la actitud de quien, incluso en aquellas situaciones negativas o ante aquello de su personalidad que no le gusta, sabe ver siempre la mano de Dios, sabe ver que todo obedece a un plan perfecto de Dios

    Y así, se admite como es, a pesar de sus defectos, porque se sabe amado por Dios y confía en Él. Puede aceptar una realidad dolorosa, una enfermedad o la muerte de un ser querido porque sabe que todo está regido, dirigido y planificado por Dios, y si Él le ha creado, si le ama tanto que ha llegado a dar Su vida por él, puede aceptar cualquier situación, por dolorosa que sea. 

    Aceptarse significa acoger las propias miserias y riquezas, permitiendo que se desarrollen todas sus posibilidades y sus capacidades. Significa dejar de decir que no puede hacer tal cosa, o que debe renunciar a unas aspiraciones determinadas, como si Dios quisiera negarle lo bueno de la vida. 

    Sin embargo, cuántas veces olvidamos lo valioso que somos para Dios y que Él está siempre con nosotros! Lejos de reprochar nuestras debilidades y defectos, debemos ver los dones y la belleza interior que Dios ha puesto en nosotros. La luz primordial que Dios ha impreso en nuestra alma para realizar la obra que desea en nosotros. 

    Dios nos ha elegido a cada uno, nos ha creado especiales y nos da siempre infinitas muestras de Su amor. Por eso, nos sentimos dignos del amor de Dios, capaces de amarnos y aceptarnos a nosotros mismos y, así  amar a los que nos rodean. 

    No importa cuántas veces caigamos, no importa las veces que tropecemos...Él siempre estará ahí para levantarnos, una y otra vez. 

    De ahí la importancia de un auto-conocimiento sensato y sanamente auto-crítico, como base imprescindible para conocer y reconocer tanto lo positivo como lo negativo de los rasgos de nuestro carácter y de nuestras conductas; base desde la que nos será posible modificar actitudes irreales, prejuicios... y fortalecer la evaluación realista de nuestros recursos, posibilidades, limitaciones, errores... 
    Dios no nos ama por lo que somos, sino que somos porque Dios nos ama.
    En cuanto el amor de Dios no es el centro de nuestra vida, nos convertimos en esclavos, porque nos tenemos que aferrar a algo o a alguien para salvarnos, y corremos, así, el peligro de que valores secundarios se conviertan en absolutos. 

    Cuando realmente creemos que Dios cada día, cada mañana, nos dice “Sí” a nuestro propio ser, entonces podemos decirle nosotros a Él: “Sí”. 

    Dios nos acepta, nos quiere cambiar lo que tenemos mal y sanar lo que tenemos herido. Nunca nos abandona.

    Cuando nos entregamos a Él con plena confianza, comienza a transformarnos poco a poco, liberándonos de ese hombre viejo, sanando nuestras heridas, quitando todos nuestros complejos, miedos y prejuicios, y llenándonos de Su amor transformador que, al final, nos lleva a ser Su imagen en la tierra, a ser reflejo vivo de Jesús, llevando su luz a los que nos rodean. 

    martes, 14 de octubre de 2025

    GRACIAS, PADRE

    "Bendito el Señor, que escuchó mi voz suplicante; 
    el Señor es mi fuerza y mi escudo: 
    en él confía mi corazón; 
    me socorrió, y mi corazón se alegra
     y le canta agradecido" 
    (Sal 28,6-7)
    Querido Padre eterno,

    Hoy, en este día tan especial en que celebro mis 60 años de vida, quiero expresarte mi más profundo agradecimiento por tu amor inmerecido y gratuito. 

    Gracias por el don precioso de la vida que me has regalado, por cada día que me has permitido experimentar, aprender y crecer.

    Gracias por tu constante presencia en mi vida. A menudo, en medio de la rutina diaria, de las distracciones del mundo y de las dificultades, no he sido consciente de tu cercanía y amor incondicional. Sin embargo, al reflexionar sobre mi camino, me doy cuenta de que siempre has estado ahí, guiándome y sosteniéndome, incluso cuando no te veía. Tú has sido el faro que me guiaba en los momentos de dolor y sufrimiento.

    Reconozco que, a veces, he estado tan concentrado en mis preocupaciones que no he visto tus pequeñas y grandes obras a mi alrededor. Pero hoy elijo abrir mi corazón y mis ojos para reconocer tu mano en cada bendición y en cada lección, en cada encuentro significativo y en cada instante de paz que he experimentado y que viene de ti.

    Gracias por tu paciencia infinita, por el amor que nunca me abandona y por la fuerza que me brindas para seguir adelante. Espero seguir siendo consciente de tu presencia en mi vida y aprender a vivir cada día con gratitud y amor.

    A lo largo de estos seis decenios, he vivido momentos de alegría, amor y también desafíos que me han fortalecido. Cada experiencia positiva o negativa ha sido una lección, y en cada paso del camino, he sentido tu presencia guiándome y apoyándome.

    Gracias por todas las bendiciones con las que has colmado mi vida: por el don precioso de la fe, por mi maravillosa familia, por mi mujer y mis tres hijos, por mis padres, por mis amigos y hermanos de fe, por las sonrisas compartidas y las manos que me han sostenido en los momentos difíciles. La bondad y el amor que me brindan reflejan tu luz en el mundo.

    Hoy celebro no solo mi vida, sino también tu amor eterno y tu misericordia. Te pido que continúes guiándome en los años venideros, que me des la sabiduría para enfrentar lo que está por venir y que siempre me recuerdes ser un instrumento de tu paz y amor.

    Gracias, Dios, por este viaje y por cada día que me regalas. Espero vivirlos plenamente y con gratitud.

    Señor, aquí estoy para hacer tu voluntad 
    (Sal 40,8-9)

    lunes, 13 de octubre de 2025

    UNIDAD EN LA DIVERSIDAD

    "Os ruego, hermanos, 
    en nombre de nuestro Señor Jesucristo,
    que digáis todos lo mismo 
    y que no haya divisiones entre vosotros.
    Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir.
    Pues, hermanos, me he enterado por los de Cloe
    de que hay discordias entre vosotros.
    Y os digo esto porque cada cual anda diciendo:
    'Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo,
    yo soy de Cefas, yo soy de Cristo'.
    ¿Está dividido Cristo?
    ¿Fue crucificado Pablo por vosotros?
    ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?"
    (1 Cor 1,11-13)

    En su primera carta a la Iglesia de Corinto, el apóstol Pablo nos muestra los conflictos y las divisiones que surgieron desde el principio en aquella comunidad cristiana para ayudarnos a evitar los conflictos que siguen ocurriendo también hoy en la Iglesia del siglo XXI:

    • "Los de Pablo". Son el grupo de los gentiles, no judíos incorporados a la Iglesia, los nuevos conversos que tienden a criticar a quienes han estado siempre en la Iglesia.
    • "Los de Apolo". Son el grupo de los intelectuales de la Iglesia que se sienten superiores al resto de los cristianos y, en particular, a menospreciar a los conversos.
    • "Los de Cefas". Son el grupo de los judeocristianos, los legalistas y rigoristas de la Iglesia que quieren someter el evangelio al cumplimiento de las normas y las tradiciones.
    • "Los de Cristo". Son el grupo de los carismáticos de la Iglesia, que se tienen por más "santos" que el resto porque dicen no tener tentaciones ni pecados.

    Estos partidismos eran síntomas de una mala comprensión del liderazgo cristiano que Pablo resuelve redirigiendo el enfoque erróneo de los corintios recordándoles que es Dios quien hace crecer a la Iglesia, no los líderes, que son meros servidores: "Yo planté, Apolos regó, pero fue Dios quien hizo crecer, de modo que, ni el que planta es nada, ni tampoco el que riega; sino Dios, que hace crecer" (1 Corintios 3,6-7). 
    En nuestra sociedad actual podemos observar la gran polarización existente a nivel político, económico, social, conyugal, deportivo, incluso eclesial...Hoy en la Iglesia existen muchos movimientos, carismas y realidades que caminan hacia el mismo sitio de formas diferentes, pero deben hacerlo en unidad con los demás cristianos.

    Una unidad que estaba ya amenazada cuando, en presencia del mismo Jesús, sus apóstoles más cercanos discutían entre ellos sobre quién era el más importante (cf. Lc 9, 46). El Señor, sin embargo, insistió mucho en la unidad en torno al Padre, porque todos somos hijos suyos, haciéndonos entender que nuestro anuncio y nuestro testimonio serán tanto más creíbles cuanto más capaces seamos de vivir en comunión fraterna.
    Los conflictos en la Iglesia suelen ser consecuencia de distintas interpretaciones teológicas, rituales, doctrinales, tradicionales, de disputas internas de poder o de ambiciones personales. Pero, ante todo esto, nosotros, como miembros de la Iglesia, que es el Cuerpo místico de Cristo ¿Qué podemos y debemos hacer para mantener la unidad, la paz y la armonía dentro de la diversidad?

    Lo primero, rezar por la unidad de los cristianos, y junto a la oración, reconocer las diferencias, buscar puntos en común y priorizar el diálogo abierto, la escucha activa, la empatía y la búsqueda de soluciones pacíficas: 

    "Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos" 
    (Sal 133,1)

    En segundo lugar, las divisiones denotan falta de madurez espiritual. Para superarlas debemos crecer en la fe, pero no solo en conocimiento sino también en comportamiento, dejándonos guiar por la exhortación al amor de san Pablo en 1 Cor 13:

    "El amor es paciente, es benigno; 
    el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; 
    no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; 
    no lleva cuentas del mal; 
    no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. 
    Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 
    El amor no pasa nunca" 
    (1 Cor 13,4-8)

    En tercer lugar, no debemos fijarnos en lo que nos divide, sino en lo que nos une: todos creemos en Cristo y todos somos miembros de su cuerpo místico, ninguno es más importante que otro y todos somos necesarios como dice Pablo en 1 Cor 12:

    "El cuerpo no lo forma un solo miembro, sino muchos. 
    Si dijera el pie: 'Puesto que no soy mano, no formo parte del cuerpo', 
    ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? 
    Y si el oído dijera: 'Puesto que no soy ojo, no formo parte del cuerpo', 
    ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? 
    Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿Dónde estaría el oído?; 
    si fuera todo oído, ¿Dónde estaría el olfato? 
    Pues bien, Dios distribuyó cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso. 
    Si todos fueran un solo miembro, ¿Dónde estaría el cuerpo? 
    Sin embargo, aunque es cierto que los miembros son muchos, 
    el cuerpo es uno solo. 
    El ojo no puede decir a la mano: 'No te necesito'; 
    y la cabeza no puede decir a los pies: 'No os necesito'. 
    Sino todo lo contrario, los miembros que parecen más débiles son necesarios. 
    Y los miembros del cuerpo que nos parecen más despreciables 
    los rodeamos de mayor respeto; 
    y los menos decorosos los tratamos con más decoro; 
    mientras que los más decorosos no lo necesitan. 
    Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, 
    para que así no haya división en el cuerpo, 
    sino que más bien todos los miembros se preocupen por igual unos de otros" 
    (1 Cor 12,14-25)

    domingo, 12 de octubre de 2025

    ABANDONAR NUESTRA MISIÓN

    "Escuché la voz del Señor, que decía: 
    ¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?
    Contesté: Aquí estoy, mándame" 
    (Is 6,8)

    Durante esta semana, la Iglesia nos ha invitado a meditar el libro profético de Jonás, en el que Dios le llama a profetizar a Nínive, una ciudad pagana y lejana, y a la que Jonás no solo se niega a ir, sino que huye en dirección opuesta, a Tarsis.

    Junto a Moisés y Jeremías, Jonás completa la terna de profetas que intentaron eludir la misión que Dios les encomendaba. Moisés buscó varias justificaciones para "evadirse": “No me creerán”, “Quién soy yo”, “No soy hombre de fácil palabra”... Jeremías tampoco es muy original y le pone excusas similares: "No sé hablar, porque soy niño"... 

    Jonás no se excusa, sino que directamente huye. Sólo piensa en las dificultades e imposibilidades  de lo que se le había encargado y se deja tentar, poniendo en duda el éxito de la llamada de Dios. No confía en Su omnipotencia sino que se deja dominar por el temor a no ser capaz de cumplir lo que se le ha encomendado, olvidando que es Dios quien hace todo.

    Cuando Dios nos hace partícipes de su gracia, nos encomienda una obra que no siempre es fácil y en la que nosotros debemos tener presente que somos meros instrumentos porque el éxito y la gloria es siempre de Dios. 
    El Enemigo nos induce a huir de nuestro deber, desalentándonos ante las dificultades o haciéndonos pensar que el éxito de la misión depende de nosotros, de nuestras capacidades y nuestros talentos... y desistimos.

    Pero nuestra misión no es "convertir" o "salvar" a otros, sino cooperar con Dios en Su obra salvífica. Damos testimonio de Dios, pero solo Dios puede atraer a las personas hacia Él. Plantamos semillas, pero solo Dios puede hacerlas fructificar. Abrimos nuestros corazones, pero sólo Dios puede convertir el corazón de otros. 

    A menudo, confundimos nuestro papel con el de Dios y encontramos cualquier excusa o justificación para abandonar el barco, culpandonos o incluso culpando a otros. Olvidamos que los que hemos recibido una misión vamos a ser probados y que Dios está a nuestro lado para sostenernos y darnos la fuerza necesaria para realizar su plan.

    El éxito de la misión, la eficacia del servicio está en proporción al amor, el entusiasmo y la perseverancia con que hagamos lo que el Señor nos encomienda. Dios llama a su obra a hombres que sientan un amor ardiente por las almas y una confianza inquebrantable en Él, en la certeza de que todo depende de Él.

    Ninguna tarea es demasiado ardua, ninguna misión es demasiado desesperada porque Dios no nos pide imposibles. Para los imposibles, ya está Él. 
    Tener éxito en la misión de Dios significa no enorgullecerse de las propias capacidades (o incapacidades) sino de obedecer con humildad y fe lo que nos confía, estar dispuestos a sacrificarnos aunque sea a regañadientes, invertir tiempo y esfuerzo en los demás aunque sea agotador. 

    Nuestros orgullos, prejuicios y pretensiones, nuestras excusas en forma de debilidades o fragilidades, deben ceder el paso a la voluntad de Dios. Dios nos llama y nosotros debemos responderle, aunque no comprendamos lo que nos pide.

    El libro de Jonás nos da una gran lección sobre cómo a pesar de las debilidades e incapacidades, a pesar de las excusas y justificaciones de quienes somos llamados a una misión, Dios obra poderosamente para que los hombres conviertan su corazón y se salven.

    Tan sólo hay que responder: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad...Yo soy pobre y desgraciado, pero Señor, tú eres mi auxilio y mi liberación" (Sal 39,8-.18).

    domingo, 5 de octubre de 2025

    ¿QUEDARSE EN EMAÚS O VOLVER A JERUSALÉN?

     
    "No es bueno que el hombre esté solo" 
    (Gn 2,18)

    El pasaje de Emaús del evangelio según san Lucas es una doble catequesis: eucarística, porque recorre todas las partes integrantes de la misa, y pastoral, porque muestra cómo debe ser el discípulo de Cristo y qué debe hacer.

    Cuando caminamos hacia Emaús, nuestras vidas están llenas de decepciones y quejas, nuestra esperanza se desvanece y nuestra fe se debilita. El Señor nos explica las Escrituras y nuestro corazón arde. Es entonces cuando le invitamos a quedarse con nosotros.

    Cuando estamos en Emaús, Cristo comparte la mesa eucarística con nosotros, parte el pan y nos lo da. Se nos abren los ojos y le reconocemos pero desaparece de nuestra vista. Es entonces cuando surge la duda de quedarse allí en los recuerdos y los sentimientos o volver a la comunidad a contarlo.

    Cuando volvemos a Jerusalén en la oscuridad de la noche y por el camino de la prueba, lo hacemos con valentía y animados por el Espíritu para encontrarnos con el Resucitado, que nos ha asegura estar presente en la Iglesia: "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mt 28,20).
    Mientras que en la soledad de nuestra aldea de Emaús no existe más comunión que la de los dos discípulos, en  Jerusalén la comunidad está formada por toda la Iglesia (terrestre y celeste), con Cristo a la cabeza, quien se hace presente y nos da la paz. 

    ¿Quedarse en Emaús o volver a Jerusalén? Esa es la pregunta. O como diría Hamlet, "ser o no ser, esa es la cuestión". "Ser" comunidad o "ser" individualidad, esa es la cuestión.

    Es en la comunidad donde nos hacemos verdaderos discípulos de Cristo, quien nos abre el entendimiento a través de los sacramentos y de la formación: "bautizándonos...y guardando todo lo que nos ha mandado" (cf. Mt 28,19-20).

    Es en la Iglesia donde recibimos a Cristo y al Espíritu Santo; donde se hace presente el Señor para mandarnos de nuevo en misión, a Galilea, donde le volveremos a ver resucitado. 

    Por eso,  no podemos permanecer en el recuerdo de haber reconocido al Señor y por ello, quedarnos confinados en "Emaús", es decir, en un grupo "encerrado" en sus recuerdos y en experiencias pasadas. 

    En Emaús hay calor y refugio, comodidad y bienestar, recuerdos y sentimientos, pero no hay visión ni misión. Tampoco hay comunión por mucho que nos empeñemos en ello. 

    Por eso, debemos ir a Jerusalén, a la comunidad, comprometernos con la parroquia donde nos formamos como discípulos, donde recibimos a Cristo sacramentado y desde donde salimos de nuevo a cumplir nuestra misión evangelizadora con el resto de nuestros hermanos. 
    La comunidad cristiana no es simplemente un grupo de personas; es un entramado de relaciones, valores compartidos y objetivos comunes que generan un sentido de pertenencia, de comunión, unidad y apoyo mutuo, que ofrecen formación y desarrollo espiritual, emocional y social. 

    Formar parte de la comunidad crea un entorno seguro donde poder expresarse libremente, construir relaciones significativas, crear vínculos de “unión”, “comunión”, “fraternidad" y "solidaridad” que fortalezcan la autoestima, el compromiso y la participación.

    La comunidad cristiana es esencial para el crecimiento espiritual y el fortalecimiento de la fe. Nos ayuda a mantenernos en el seguimiento de Cristo junto a otros cristianos, fomentar la unidad entre los creyentes, compartir nuestra fe y animarnos unos a otros a experimentar la presencia de Dios en nuestras vidas.

    Todo eso lo encontramos en Jerusalén, no en Emaús

    sábado, 4 de octubre de 2025

    LA HIPERESPIRITUALIDAD NARCISISTA

    Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. 
    El Señor está cerca. 
    Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, 
    en la oración y en la súplica, con acción de gracias, 
    vuestras peticiones sean presentadas a Dios. 
    Y la paz de Dios, que supera todo juicio, 
    custodiará vuestros corazones 
    y vuestros pensamientos en Cristo Jesús
    (Flp 4,5-7)

    Me preocupa constatar que en la Iglesia de hoy ponemos en valor experiencias marcadamente "hiper espirituales" sin más filtro que considerar que lo bueno o correcto es "hacer muchas cosas para Dios" sin mesura ni moderación, sin oración ni discernimiento, fascinados por las cifras, por las experiencias y por las supuestas conversiones que llevan a un cristianismo de muy dudosa calidad, obsesionado por ciertas prácticas de piedad. 

    De alguna manera, cuando la "hiper espiritualidad" lo invade todo, cuando todo el foco está puesto en una excesiva religiosidad y la convertimos en un fin en sí misma según nuestros propios criterios, centrándonos en el "yo siento", "yo experimento", acabamos perdiendo a Cristo por el camino y olvidamos que la espiritualidad es sólo un medio para crecer en la fe y madurar como cristianos.

    Utilizar las experiencias espirituales para evitar o mitigar frustraciones sentimentales, heridas sin resolver, necesidades psicológicas o carencias emocionales no conducen a Dios, sino a una forma de narcisismo espiritual y de idolatría a nuestro ego.

    La "hiper religiosidad" no determina nuestra posición ni nuestro valor ante Dios ni ante el prójimo, salvo que tengamos una insana pretensión de sentirnos espiritualmente superiores a otros y, en cierto sentido, "iluminados" frente al resto de "oscurecidos".

    Por duro que parezca decirlo, a veces da la sensación de que lo que cuenta es tener la parroquia a mucha gente "hiper activa" o "hiper espiritual", sin que parezca preocuparnos la calidad de la fe que tiene la gente. Es como si se tratara de "hacer" por encima de "ser". 

    Lo importante para un cristiano es preguntarse ¿para qué hago lo que hago? ¿para quién hago lo que hago? o ¿soy coherente entre lo que hago y lo que soy realmente? ¿lo que hago muestra lo que soy?

    La verdadera espiritualidad es la no verbal. Es la religiosidad silenciosa, la que no pretende ser mostrada, la que no utiliza parafernalias ni tópicos, sino la que se vive en intimidad con Dios: "No seáis como los hipócritas, a quienes les gusta (...) que los vean los hombres (...) Tú, en cambio, entra en tu cuarto, cierra la puerta (...) y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará" (Mt 6,5-6).
    La fe trata de mucho más que hacer cosas externas para Dios; es mucho más que buscar constantes experiencias  de "subidón espiritual"; es mucho más que idealizar un grupo o un retiro espiritual, si entendemos la fe como lo hacía santo Tomás de Aquino Agustín (credere Deo, credere Deum y credere in Deum). 

    La fe auténtica es:
    • seguir a Cristo, amarlo y caminar confiados a su voluntad, dejando nuestras vidas en sus manos, no sólo cuando coincide con nuestros deseos, necesidades o intereses
    • vivir una vida auténtica y coherente en todo momento, no sólo cuando nos encontramos en cómodos entornos cristianos o en intensas experiencias espirituales 
    • buscar y experimentar a Dios en cada ocasión, ya sean momentos de consolación o de desolación, no en experiencias de "subidón espiritual"
    • tener una experiencia espiritual comunitaria, compartir nuestra fe y testimonio con todos los miembros de nuestra parroquia, no sólo con los de nuestro grupo
    • mantener un equilibrio entre doctrina y vivencia, entre teoría y práctica, entre piedad y apostolado, entre oración y acción