¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

sábado, 16 de enero de 2016

CONSTRUIR EL REINO DE DIOS, ¿CUESTA?





"Honra al Señor con tus riquezas, 
con las primicias de todos tus frutos;
entonces tus graneros estarán llenos en abundancia 

y tus bodegas rebosarán de vino..”  
(Proverbios 3, 9-10)


Una de las principales razones por las que muy pocas iglesias se involucran en actividades de evangelización se debe a que nos hacemos las preguntas equivocadas. Demasiado a menudo, las primeras preguntas que nos hacemos son: "¿Cuánto va a costar?" “¿Quién lo va a pagar? en lugar de: "¿A quienes vamos a llegar?". 


Todos nos irritamos cuando nos piden dinero. Y yo tengo comprobado que es por desconocimiento o falta de información. Es preciso que entendamos qué se nos pide y el por qué.

Si tenemos clara la visión de que estamos comprometidos para formar una Iglesia misionera y evangelizadora, hemos de saber que nos va a costar esfuerzo y dinero! 

¿Qué se pide y por qué?

En primer lugar, el dinero gastado en la evangelización no es un "gasto”, sino una inversión. El dinero utilizado en atraer a Dios a las personas que invitamos, más temprano que tarde, repercutirá directamente en la parroquia. No es nuestra labor hacer milagros ni ejercer de Dios. Él sabe quién debe venir y por qué. Y muchas veces nos sorprendemos por contribuciones espontáneas y muy generosas. Dios siempre provee.

En segundo lugar, damos porque compartimos la visión, damos por altruismo, no por necesidad y mucho menos por obligación. Si todos diéramos sólo por "necesidad", todas las parroquias serían millonarias porque siempre hay mucha necesidad. El dinero fluye por la gracia de Dios y las ideas las inspira el Espíritu Santo para que todo resulte bien.

En tercer lugar, “quien da poco, recibe poco”. Recordad el pasaje de Mateo 17,27, cuando Jesús le dice a Pedro que eche el anzuelo y de la boca del primer pez saldrá una moneda suficiente para pagar todo lo necesario. Lo que aprendemos de esta historia es que el dinero está en la boca del pez pero requiere que nos pongamos en movimiento. Si nos centramos en la pesca (evangelización), Dios pagará la cuenta.

En cuarto lugar, tengamos muy presente que "a la obra de Dios realizada según la voluntad de Dios, nunca le faltará el apoyo de Dios." El aporte voluntario de todos los implicados e involucrados es una forma de devolverle al Señor una pequeña parte de lo muchísimo que Él nos da (empleo, dinero, salud, amor, protección…). 


En quinto lugar, y con independencia de que sea un precepto de la Iglesia y sin entrar en esa cierta obligatoriedad institucional, debemos reflexionar sobre el hecho de que nuestro deber y compromiso viene de más arriba; Dios nos pide compromiso y nos exhorta a tener un corazón generoso que aporte talento, tiempo y dinero, para que la Iglesia de Jesucristo pueda crecer y desarrollarse.

En sexto lugar, Jesús es el modelo de entrega total y radical: Se entregó hasta la muerte en el Calvario, hasta la última gota de Su Preciosa Sangre. Nos enseñó que, para ser como Él, debemos hacer lo mismo: darnos del todo, por amor. No debemos preocuparnos: Jesús nos da Su gracia para saber dar y darnos como El se dio. Todo le pertenece a Dios y nosotros sólo somos administradores de nuestros recursos, según el Espíritu Santo ilumina la conciencia.

Los miembros de Su Iglesia somos hijos y no súbditos. A los hijos no se nos requiere una cuota porque somos de la casa. Pero eso no significa que los hijos no contribuyamos nada. Al contrario, en Su casa, todos damos de corazón según la necesidad y las posibilidades de cada uno. Es la medida de Jesús: el amor. 

La Iglesia, QUE SOMOS TODOS, tiene necesidades materiales que deben ser cubiertas por alguien. Y ese alguien somos todos nosotros, quienes a la vez, vemos cumplidas y satisfechas nuestras necesidades espirituales, a través de lo mucho que recibimos.

La Iglesia de Cristo nunca obliga a los fieles a contribuir con las necesidades del Reino, sino que, libre y generosamente, según las posibilidades de cada uno y en conciencia, les insta a hacerlo. 
Que cada uno dé como propuso en su corazón, 
no de mala gana ni por obligación, 
porque Dios ama al que da con alegría” 
(2 Cor 9, 7)

La medida es el amor y no siempre el que más cantidad entrega, es el que más da. (Marcos 12,42-44).

¿Qué es más exigente, dar un donativo o dar de corazón?

Sin duda, depende de la pureza de nuestro corazón. El corazón puro de Cristo se dio por entero y nos llama a tener el mismo corazón puro. Por tanto, el "dar" debemos entenderlo, según el espíritu evangélico, como una entrega total de corazón por amor.

Debe quedar claro que nuestros queridos curas NO exigen un pago específico, pero nos enseñan que para el cristiano dar es una obligación y también un privilegio, un gozo, porque es parte integral de nuestra vocación de hacer todo para propagar el Reino de Dios.

Nosotros, como cristianos y seguidores de Cristo, damos de corazón porque somos miembros de la familia de Dios. No es obligatorio. 

Sin embargo, "dar" es aconsejable por tres razones:
  • porque con nuestro dinero, ayudamos a extender la obra de Dios y su Reino en la tierra. 
  • porque, si damos con alegría, el Señor nos recompensa y aumenta nuestras riquezas. 
  • porque hemos de aprender a depositar toda nuestra fe en el Creador y no en nada ni nadie más, ni siquiera en nosotros mismos (y eso significa otorgarle el control de todas las áreas de nuestra vida, finanzas incluidas). 
En mi opinión, contribuir en la medida de nuestro corazón es bueno, positivo y agradable a los ojos de Dios.
“Nada tengo, nada me pertenece, pues todo me ha sido dado como regalo y nada me llevaré de este mundo, salvo el amor del Padre”.

Obremos todos pues, en conciencia, en libertad y en comunión con Cristo. Nadie estará nunca pendiente de lo que ofrecemos cada uno, sólo Dios que mira en nuestros corazones.

Dios nos compensará. Estoy completamente seguro
.

sábado, 26 de diciembre de 2015

PASTORES, TESTIGOS Y PORTADORES DE LA GRAN NOTICIA


 “Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.”
Lucas 2, 20


Jesús ha vuelto a nacer entre nosotros. La pregunta es ¿Somos como los pastores, humildes de corazón, que escuchamos el mensaje y volvemos glorificando y alabando a Dios por lo que hemos visto y oído? ¿O somos más bien indiferentes y seguimos ocupados en nuestras cosas?

En la época de Jesús, los pastores eran personas no estaban muy bien vistas sino mal consideradas, e incluso, no tenían muy buena reputación, hasta el punto que los tribunales no aceptaban a un pastor como testigo valido en un juicio.

Es precisamente a estos hombres a quien Cristo elige como testigos de su nacimiento. 

En medio de la oscuridad de la noche, la luz les ilumina, y a ellos se les aparece el Ángel y les dice: “Hoy ha nacido para vosotros… un salvador que es Cristo, el Señor.”

Con ese “para vosotros”, Dios muestra su preferencia por los pobres, haciendo que fueran los pastores, los primeros en enterarse de la gran noticia del nacimiento del Salvador. 

Probablemente, perplejos y temerosos, los pastores pensaran que ese mensaje tan importante no era para ellos y sin embargo, salieron corriendo en busca del niño. 

Los pastores se acercaron tímidamente, con ese temor que congela los pasos de los pobres al acercarse a la casa de los ricos. Los pastores no entendían, pero se sentían felices. Se sabían amados, se sentían amados. Fueron en busca de ese amor y después, volvieron para contarlo a todo el mundo. Se pusieron en marcha.

Más de dos mil años después, Jesús ha vuelto a nacer otra vez para salvarnos. ¿Y nosotros? ¿Nos “ponernos en marcha” para ser testigos y portadores de la misma gran noticia? O ¿pensamos que la noticia no es para nosotros y dejamos a Jesús de lado, esperándonos? ¿Nos falta fe, para comprender que Dios nos quiere como somos, a pesar de nuestras miserias y pobrezas?

A lo largo de la historia de la salvación, Dios siempre ha puesto sus ojos de misericordia en guías para su pueblo en la figura de sencillos pastores (Moises, Abrahám, David). Podía haber elegido a hombres capaces, formados, poderosos, con capacidad de liderazgo y sin embargo, no lo hizo.

Dios conduce a su rebaño PASTOREANDO, involucrándose con él, riendo y llorando con él. El rebaño conoce al pastor, porque el pastor está cerca del rebaño, y el pastor conoce a su rebaño, porque está pendiente de él, para ayudarlo. 

Y nosotros ¿estamos dispuestos a involucrarnos con la gente de nuestro entorno? ¿Podemos decir que los conocemos y que ellos nos conocen?

Pastorear, en hebreo, significa estar en guardia, estar pendientes de lo que les sucede a las personas de nuestro entorno. Prestarles atención y preocuparse de sus cosas. Estar vigilantes y atentos para que la gente de nuestro alrededor persevere en la fe. Ser valientes, estar dispuestos a que nos cierren la puerta en la cara sin desesperar.

Un pastor nunca se sienta, apenas descansa, porque si se sienta o duerme, pierde el horizonte y deja de cuidar las ovejas. A lo sumo, lo que hace el pastor es apoyarse en el callado, pero nunca pierde de vista a su rebaño, descansa apoyado pero siempre con la mirada puesta en ellos. 

Lo que le da autoridad al pastor frente a su rebaño es su propia presencia afectiva y efectiva. El pastor está ahí siempre, con dedicación, con cuidado cariñoso, siempre tiene la mirada puesta en el rebaño, no los pierde de vista, está pendiente, se preocupa. El pastor está.

El liderazgo del pastor no lo da la inteligencia ni la formación, ni la simpatía; lo da esta capacidad de estar cerca de aquellos que Dios nos ha encomendado. Jesús, como el Buen Pastor, nos enseña que un pastor conoce a sus ovejas y ejerce una protección no exenta de sabiduría: sabe que alimento conviene a las ovejas que tiene a su cargo, donde llevarlas para que no corran peligro, etc. 

Cuando Cristo nos da el mandato de evangelizar, en Mateo 28, 20 nos dice: “Id”, y añade “… YO ESTOY con vosotros, todos los días hasta el fin del mundo”. Y precisamente el nombre de Dios, Yaveh significa “Yo estoy”; es decir, que Dios siempre estará con nosotros, como el Buen Pastor, y nunca nos abandonará.

El apóstol Pedro, en su 1ª carta, capítulo 5, 2-10 nos dice cómo hemos de apacentar el rebaño de Dios: cuidándolo de buena gana, con gusto, a la manera de Dios, con entrega generosa, siendo modelos de sencillez y humildad, depositando en Dios todas nuestras preocupaciones, pues él cuida de nosotros; sobrios, vigilantes y firmes en la fe.

Los pastores son un símbolo de vigilancia, de alerta. Permanecen en vigilia toda la noche para proteger a sus ovejas y siguiendo su ejemplo, nosotros tenemos que estar vigilantes a la llegada de Cristo, esperándolo con fidelidad. 

Los pastores no se guardaron para ellos lo que habían visto en el pesebre de Belén: salieron corriendo a divulgar a quien habían visto y conocido, porque una noticia así no podía quedar en secreto. El misterio de la salvación no es posible sin mensajeros.

Y hoy, estamos llamados a asumir el papel de pastores, que con humildad y sencillez, acudimos a "Belén" a conocer a Jesús y ser testigos de Él. 

Pero con esto no es suficiente. Dios nos insta a asumir también el papel de mensajeros que cuenten la gran noticia "hasta el confín del mundo". Y Él estará siempre con nosotros.

¿Te animas a ser un pastor humilde?






domingo, 20 de diciembre de 2015

PON A DIOS LO PRIMERO (Put God first!)


 


 “Sueña y hazlo a lo grande, porque solo soñando a lo grande podemos fracasar a lo grande…o triunfar a lo grande. Pero soñar sin objetivos se queda sólo en un sueño, nadie triunfa sólo soñando, sino trabajando duro.

Esfuérzate y planifica tus objetivos: objetivos anuales, mensuales, diarios. Objetivos simples. Nadie planifica fracasar, sino que se fracasa al planificar, intentando hacer muchas cosas.

No trates de hacer muchas cosas. Hacer muchas cosas no implica que estés consiguiendo muchas cosas. No confundas el movimiento con el progreso.

Planifica, trabaja duro y progresa.

Nunca verás un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre. Cuando mueras, no podrás llevarte nada de lo que hayas conseguido. Los egipcios lo intentaron y durante siglos, les robaron.

No es importante lo que tienes sino lo que haces con lo que tienes. Todos tenemos talentos y dones que Dios nos ha dado.

El mayor placer lo encontrarás sirviendo a otros, es una de las actitudes más egoístas que puede tener el ser humano: recibes tanto, recibes muchísimo más de lo que das, que se convierte en algo “egoísta”.

 El servicio fortalece, vincula y une, mientras que el poder desgasta, aísla y divide. El éxito está en servir a otros.

Hoy por la noche, deja tus zapatillas debajo de la cama para que cuando te despiertes tengas que arrodillarte a cogerlas.

Sí, todo lo que trates de hacer, todo lo que planifiques será en balde si no oras a Dios. Reza para agradecer la gracia, la misericordia, la comprensión, la sabiduría, la salud, la humildad, la paz, la prosperidad que ya te ha sido concedida. REZA POR TODO LO QUE SE TE HA DADO DE ANTEMANO. DIOS ES LO PRIMERO”.

DENZEL WASHINGTON,
 Graduación de los alumnos de la universidad de Dillard,
New Orleans, 2015


viernes, 18 de diciembre de 2015

"MODO OFF": INVITADOS QUE SE EXCUSAN



Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo:
 “¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!”
Él le respondió: “Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos;
a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados:
‘Venid, que ya está todo preparado.’
Pero todos a una empezaron a excusarse.
El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.’ 
Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses.’
Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir.’
Regresó el siervo y se lo contó a su señor.
Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo:
 ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad,
y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos.’
Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio.’
Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa.’
Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena”.
Lucas 14, 15-24

Toda la Iglesia de Cristo, es decir, todos nosotros, estamos invitados a participar en la alegría del evangelio (Mateo 28, 19-20), pero, como en la parábola, muchos de nosotros, sus invitados, uno tras otro, ofrecemos excusas para no ir. A veces, da la sensación que Cristo necesita mendigar para que los hombres acepten el amor que les ofrece. Es algo muy triste.
¡No aceptamos la invitación! Decimos que sí, pero nos escabullimos. O directamente, decimos que no, aludiendo que no estamos suficientemente bien vestidos para asistir, que no estamos preparados, que no estamos formados. Hemos llegado a un punto que nos conformamos sólo con estar en la lista de los invitados: cristianos pero no practicantes.

Y eso es una incongruencia, porque ser cristiano es seguir a Cristo y lo que Él nos pide significa ponernos en acción, ponernos en misión. No existen cristianos no practicantes: o practican o no son cristianos.

Asistir a su fiesta es hacer comunidad, comunidad cristiana; entrar en la Iglesia es participar de todo aquello que tenemos, de las virtudes, de las cualidades, de los dones y talentos que el Señor nos ha dado.

Ir a su fiesta significa volcarse en el servicio a los demás, significa estar disponible para aquello que el Señor Jesús nos pide, evangelizar el mundo, darle a conocer. En definitiva, amar. Y así le pagamos el sacrificio que hizo por todos nosotros, dándole la espalda.

¿Por qué muchas personas rechazan la invitación?, si se trata de una gran fiesta. ¿Por qué buscan tantas excusas? ¿Les resulta un compromiso al que no están dispuestos? ¿Es porque están demasiados ocupados en “sus cosas”? ¿En mantener su comodidad? ¿En seguir siendo esclavos de sus rutinas? 

Lo que Él nos ofrece no es opcional si queremos seguir sus pasos. No es dejar de vivir, sino todo lo contrario; no es esclavitud, sino libertad basada en amor: un amor indescriptible que es necesario descubrir. No es suficiente con ser "buenos", con no matar o no robar, no es suficiente con ir los domingos a misa. Hay algo más. Nuestro Señor no quiere tibieza ni medias tintas (Apocalipsis 3, 15-17). 

Dios, por medio de su hijo, Jesucristo, se da completamente: su amor es eterno; su misericordia, infinita; su bondad, ilimitada; su entrega en la cruz, generosa hasta el máximo; su vida, sanadora. Y nos llama a que nosotros, aspiremos a ser como Él: a entregarnos en cuerpo y alma y, en definitiva, a amarlo con la misma locura con la que nos ama Él.

Pero nosotros, amparándonos en su inequívoco amor paternal, en su indudable misericordia y en su buena fe, de no obligarnos a amarlo y a serle fiel, nos alejamos de Él. 

Le decimos NO! a su invitación.

El punto de equilibrio de un cristiano no está basado en cómo somos en comparación con el resto del mundo sino en cómo somos en comparación con Cristo.

¿Verdaderamente le seguimos? o ¿fingimos seguirlo? ¿Creemos en Él o lo amamos?

¿Qué nos está pasando? ¿Por qué estamos paralizados, inactivos, desenchufados, en modo “off”? ¿Por qué nos negamos a la “acción”, a ponernos en modo “on”?

Posiblemente sea porque damos más importancia a la sacralización, a la formación, a la uniformidad, a la falsa tradición, a los ritos, signos y normas, en definitiva a la moral ideológica del cristianismo, que al amor que Jesús nos demostró y que hoy también, nos ofrece.

Nos hemos olvidado que Él es la Luz. Si abandonamos la Luz, nos movemos en las tinieblas.

Nos hemos olvidado que Él es el Camino. Si nos apartamos del camino, nos perderemos.

Nos hemos olvidado que Él es la Verdad. Si nos apartamos de la verdad, caeremos en la mentira y en el engaño.

Nos hemos olvidado que Él es la Vida. Si nos apartamos de la vida, sólo nos espera la muerte.


Ya tienes la invitación...vendrás?

domingo, 13 de diciembre de 2015

BUSCANDO EL ROSTRO DE DIOS


 Mi corazón sabe que dijiste: Busca mi rostro. 
Y yo Señor, busco tu rostro, no lo apartes de mí. 
No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda; 
no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador. 
Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá. 
Indícame, Señor, tu camino y guíame por un sendero llano”.
(Sal 27,8-11).

Cuando vemos el rostro de una persona, estamos viendo mucho más que solo un rostro.  Podemos ver el rostro de alguien y saber si esa persona está enfadada, alegre, triste, cansada, preocupada, deprimida, herida, emocionada, enamorada, enferma, y la lista continua.  Un dicho popular dice que  “la cara es el reflejo del alma”.

El rostro de una persona revela mucho acerca de ella: sus pensamientos, su dolor, su gozo, su corazón. 

Buscar el rostro de Dios es entrar al corazón de Dios y ver lo que Él siente, lo que Él desea. Su rostro nos revela a Dios mismo, quién es, su amor, su compasión, su gracia, su cariño, su dolor, su ira.

Buscar el rostro de Dios es enfocarse en Él, en su carácter, en sus obras, en sus palabras. 

Buscar su rostro es realizar un esfuerzo para comprender sus pensamientos, es familiarizarse con Él, sobre todo en la oración, diálogo de amor entre Él y nosotros.

Buscar el rostro de Dios es ir a conocerle más, es fijar la mirada en las cosas que a Dios le agradan, lo que le hace reír, llorar, y hasta enojar.

Buscar el rostro de Dios es ver su presencia en nuestras vidas, en nuestro entorno, en la creación. Es descubrir su luz y su guía, su bondad y su cercanía, su amor y su misericordia.

Buscar el rostro de Dios es buscarle en Jesucristo, quien nos lo rebeló a lo largo de su vida con sus obras y sus palabras: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9).


  “El Señor ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”. (Nm 6,25-26). Aquí se nos muestra una de las cualidades del Rostro de Dios: la de la luz que emana de Él. Todos estamos llamados a buscar, a contemplar y a ser reflejo de esa Luz divina que emana del Rostro de Dios. 

viernes, 11 de diciembre de 2015

¿QUÉ ES ADVIENTO?



La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia.

El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a:

- Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.

- Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.

- Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creído en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.

La Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para el momento de su venida, a través de la revisión y la proyección:

Revisión: Aprovechando este tiempo para pensar en qué tan buenos hemos sido hasta ahora y lo que vamos a hacer para ser mejores que antes. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores.

Proyección: En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.


jueves, 26 de noviembre de 2015

HÉROES DEL AMOR RESTAURADO


"Morir de amor es morir por dentro, 
quedarme sin tu luz, perderte en un momento...
¿Cómo decirte que lo siento, que tu ausencia es mi dolor, 
que yo, sin tu amor me muero"

Morir de amor, Miguel Bosé, 1980


Hubo un tiempo en que no me sentía llamado a nada ni por nadie. Mi vida no era ni mucho menos plena, se basaba en una continua pero estéril búsqueda, sin horizonte, sin propósito, en una queja constante, en un "sin vivir" vacío. Eso no era "vida", ahora lo sé.

Comencé a vivir de verdad cuando mi Padre me vio llegar de lejos con la cabeza agachada, me tendió sus brazos amorosos y me besó, perdonó todos mis desordenes sin reproche, me acogió en su casa "haciendo fiesta" y me devolvió mi dignidad de hijo suyo.

Me brindó su casa y su familia para descansar, no para acomodarme ni para llevar una vida plácida, sin más. Primero me acogió, me sanó y me restauró. Ahora me pide todo lo que sabe que puedo dar, y me dice cómo y dónde darlo.

Su petición es una llamada a ser discípulo suyo en mi propia realidad, a ser apóstol en mis circunstancias, a ser misionero en mi camino. El campo de siembra es un espacio multifocal que se desarrolla en mi propia casa, en mi familia, en mi matrimonio, en mi círculo de amigos, en mi ambiente laboral o en mi vecindad.

La plenitud de mi vida no depende de la dificultad  de las circunstancias o la complejidad de los problemas a los que me enfrente, sino de mi actitud interior, derivada de un amor infinito, seguramente inmerecido, pero por el que me entrego por completo, con sumisión y obediencia, diciéndole a Dios que sí a todo y en todo momento, rogándole: cúmplase tu voluntad, no la mía.

Mi ministerio consiste en dar sin esperar, en servir a otros hasta que duela, en ser pequeño, incluso en ser el último, en despojarme de toda arrogancia y vanidad.

Mi servicio busca pasar desapercibido, no busca reconocimiento, huye del mérito propio y no lleva cuenta del esfuerzo ni deja espacio a la queja. 

Mi labor sigue el ejemplo de Aquel que me amó primero, de Aquel que murió y resucitó por mi, de Aquel que vino a servir y no a ser servido, de Aquel a quien ahora conozco personalmente y a quien no puedo dejar de dar gracias y amar.

Amar y servir son las prioridades en mi vida. Todo lo demás, me viene por añadidura. ¿Quién puede cansarse de dar amor? ¿Quién puede vivir sin servir?¿sin amar?

viernes, 30 de octubre de 2015

EL ANHELO HUMANO DE PLENITUD COMPLETA




“Me eleva tanto, que no quiero bajarme de la nube.
Soy adicto y no me canso.
Querido, sabes que eres mi demonio.
Y aunque nunca tengo bastante, lo necesito.
Y aunque no me llena, lo anhelo”

(I just can't get enough, Black Eyed Peas)

El egoísmo se centra en lo que uno tiene, pero su satisfacción es efímera, por lo que subyace un sentimiento profundo de inquieto anhelo por lo que uno no tiene, por "no tener suficiente", por “pensarse” incompleto. 

Muchos piensan que el relato del Génesis sobre Adán y Eva es una fábula. Yo quiero pensar que es un espejo donde mirarnos, un “tipo” que nos representa y nos define, también hoy en día.

El primer hombre y la primera mujer estaban más cerca de Dios que cualquier otra criatura en la tierra, tenían relación directa con Él, hablaban con Él y experimentaban su presencia.

Lo tenían todo, todo cuanto se puede desear: salud, perfección, eternidad y sus necesidades físicas completamente satisfechas. Y a pesar de todo, sucumbieron al espejismo del “quiero más” y comieron de la fruta del único árbol que Dios les prohibió. No tenían suficiente porque estaban centrados en lo que “no tenían” y no valoraban lo que sí tenían.

Hoy, al igual que Adán y Eva, nosotros comemos la fruta prohibida, no valoramos lo que tenemos: nuestro Dios, nuestra vida, nuestra familia, nuestro trabajo, etc. Tentados y engañados por la misma serpiente rastrera que lo hizo con nuestros primeros padres, nunca tenemos suficiente y deseamos más, y con ello, nos alejamos de Dios, que es lo que Satanás pretende.

Al alejarnos de Dios, que es el único que nos ofrece duradera alegría, auténtico propósito, vida plena y verdadera satisfacción, nuestro destino es “sudar por nuestro pan de cada día”, por tener más “hasta que volvamos a la tierra”. Cuánto más dinero, más contento; cuántas más cosas, más satisfacción; cuánto más éxito, más felicidad.

El hombre busca desesperadamente algo que ya tenía con Dios y que perdió al no valorarlo, al rechazarlo; y lo intenta recuperar a través de un ansia por lo nuevo, de un afán por lo mejor, y de un empeño por poseer más.

Esta continua insatisfacción es utilizada por el diablo para confundirnos y desviarnos hacia el consumo compulsivo de cosas materiales (tecnología, moda, dinero, posesiones) y espirituales (éxito, poder, yoga, meditación), como si de ello dependiera exclusivamente nuestra vida. El lema del mundo es: “consumo, luego existo”.

Sutilmente, interiorizamos que lo que tenemos nunca es suficiente, que nuestra razón de ser está vinculada a lo que no poseemos y que, por ello, debemos conseguirlo. Nos hallamos enredados en un bucle interminable que nos ofrece una vida sin propósito, que en sí misma es una “muerte en vida”.

La energía con que Satanás alimenta el deseo del “quiero más” genera una energía opuesta de igual intensidad (ley de Newton) que provoca finalmente nuestra caída y expulsión de la vida. Y cuando lo perdemos todo, nos damos cuenta de lo desnudos que estamos, de lo “poco” que somos.

Mientras tanto, sembramos infelicidad para nosotros mismos y para los demás. Con ello, estamos ayudando a conseguir el propósito del enemigo de Dios, que es establecer el infierno en la tierra: desasosiego, inquietud, aburrimiento, negatividad, ansiedad e insatisfacción. En una palabra, infelicidad. 

¿Cómo ha de responder un cristiano  a la tentación del “quiero más”? 
El Papa Francisco advierte: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada” (Evangelii Gaudium, 2).

Todos experimentamos, en mayor o menor medida, este deseo insatisfecho del “quiero más” debido, fundamentalmente, a dos causas externas: primero, como ya sabemos, porque hemos heredado el pecado original de nuestros primeros padres y segundo, porque al nacer en este “nuevo jardín” desarrollarnos esta cultura del “nunca es suficiente” y ello nos afecta 
directamente.

Sin embargo, este deseo insatisfecho no es una cuestión totalmente externa. Todos ambicionamos ser felices, y queremos serlo infinitamente, es decir, anhelamos saciarnos completamente y para siempre. En realidad, la cultura del consumo se aprovecha de una fuerza interior e innata del ser humano: el anhelo de plenitud completa

Para que un cristiano pueda responder a la tentación del “nunca es suficiente”, presente en el mundo y en nuestros corazones, debe cuestionarla profundamente. No para eliminarla de raíz sino para buscar lo que de verdadero tiene. 

Es en nuestro propio corazón donde podemos reconocer el anhelo de ser felices y preguntarnos si lo que nos propone el mundo y su amo lo puede llenar. 

Es allí donde debemos evitar que se instale el Tentador y hacer sitio al único que verdaderamente nos calmará esa sed. Y ese no es otro que Jesucristo, quien, en su infinitud y perfección, es el “agua que sacia mi sed”.



miércoles, 28 de octubre de 2015

MÁS SANTOS Y MENOS ESPANTOS



Todos los años tenemos que volver a lo mismo, a explicar por qué no es correcto que un cristiano celebre Halloween.

Aunque es una práctica muy extendida en nuestro país en los últimos años, por desgracia, muchas familias cristianas preferimos no participar en las celebraciones de Halloween y no dejarnos llevar por la corriente, lo que a veces motiva incomprensión y malas caras por parte del vecindario, que no entiende el por qué de nuestra negativa.

Incluso, algunos cristianos a veces, tratamos de justificar que nuestros hijos se vean envueltos en estos ritos en el colegio o en la comunidad de vecinos, con fiestas y disfraces, que aparentemente son inofensivos. Es preciso para un cristiano, ir contracorriente, negarse al juego del "truco o trato" y no ceder en algo que parece inofensivo, pero que no lo es.

El relativismo tan común en nuestros días, nos hace considerar al demonio como una mera representación del mal, una idea abstracta, un personaje mitológico para asustar a los niños y en fechas como la de Halloween, desdramatizarlo y convertirlo en un objeto de diversión.

Pero el demonio no es una fantasía. Una de sus mayores victorias es hacernos creer que no existe o que si existe, no es algo tan malo como se pinta. El papa Francisco nos alerta: “A esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal ¡pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra él! ¡Lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de Dios!”  (Homilía en Santa Marta el 30 de octubre de 2014).

Satanás siempre utiliza las mismas artimañas: engaña, confunde y crea división. A Eva la engañó en el paraíso presentando la tentación al pecado como algo atractivo, generando duda, haciendo cuestionarse el hecho de si realmente aquello podría ser tan malo.

Con la celebración de Halloween, hace lo mismo. Enreda a muchos padres para que traten de relativizar la seriedad del tema, y éstos lo hacen negando lo maligno y dañino que entraña el hecho, generando una opinión o una forma de pensar que les permita acomodar estas diabólicas manifestaciones a su propia conveniencia.  

¡Cuidado! es ahí, precisamente, donde triunfa el diablo, en hacernos creer que aunque nuestros hijos participen disfrazándose de una forma "inofensiva", no lo celebran. El diablo nunca tienta con cosas desagradables o difíciles de hacer; tienta con lo sencillo, con lo fácil, con lo sutil...

Recuerdo una cita de Anthony Hopkins en la película de "El Rito": "Aunque no creas en la existencia del diablo, ello no te libra de su influencia". Satanás disfraza todo, relativiza todo y desdramatiza todo.

Para aclararlo, éstas son 10 razones de peso para no participar ni celebrar Halloween:

1.Porque no es una celebración cristiana sino una adaptación de una fiesta celta pagana, que adoraba al dios de los druidas “Samhain” o “Señor de la Muerte”, mediante todo tipo de hechizos, magia, adivinación y de actividades paranormales.

2.Porque nos parece ridículo añadir una tradición ajena y que dista mucho de nuestro carácter y de nuestra cultura, ya de por sí netamente importadora.

3.Porque lleva implícita una actividad consumista que incita al gasto, alentada por el comercio, que favorece y fomenta una visión materialista de la sociedad.

4.Porque se trata de una oportunidad para dar rienda suelta a todo tipo de abusos y extra-limitaciones disfrazadas de gamberradas, en la que se da permiso para hacer el mal y que trasciende de cualquier celebración infantil, convirtiéndola en la noche “del todo vale”.

5.Porque no es una simple e inofensiva fiesta de disfraces para niños…sino un gran engaño: no hay magia blanca y magia negra, no existen brujas buenas y brujas malas. Sabemos que Satanás lo disfraza como algo divertido para ganar adeptos (y que mejor que empezar con los niños) pero oculta la propia finalidad demoníaca, aunque quien participe no sea consciente de lo que hace.

6.Porque además es una de las principales fiestas oficiales de satánicos, ocultistas, espiritistas y adoradores del diablo como la víspera del año nuevo de la brujería. Halloween es a un satánico, lo que a un cristiano, Nochebuena.

7.Porque Jesús nos dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” y " Yo soy la Vida",  con lo que participar en esta fiesta se aleja completamente de estas dos definiciones y de su sentido, puesto que se fomenta, por un lado, la oscuridad y la maldad y por otro, la muerte. Nosotros servimos a un Dios de luz, no de tinieblas.

8.Porque los cristianos celebramos el día de Todos los Santos (“All Hallows Day”), instituido por el papa Gregorio IV, en el año 835 y que da un contenido espiritual de esperanza a la muerte en lugar de prestarse a una celebración eminentemente lúdica y pagana.

9.Porque preferimos marcar diferencias y elegir una alternativa de alabanza, adoración y oración a Dios que nos aleje de las prácticas de este mundo y de su principal gobernante, el diablo.

10. Porque la Palabra de Dios es muy clara y nos advierte sobre ciertas prácticas que alejan al cristiano de Dios y de su gracia:
  • No toméis parte en las obras de las tinieblas, donde no hay nada que cosechar; al contrario, denunciarlas” (Efesios 5, 11).
  • “Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira” (Apocalipsis 22, 15).
  • “... No imites las costumbres perversas de aquellos pueblos. …que nadie practique encantamientos o consulte a los astros; que no haya brujos ni hechiceros; que no se halle a nadie que se dedique a supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos” (Deuteronomio 18, 9-11).
  • "No podéis beber al mismo tiempo de la copa del Señor y de la copa de los demonios ni podéis tener parte en la mesa del Señor y en la mesa de los demonios" (1 Corintios 10, 21).
  • "¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien; que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" (Isaías 5, 20).
  • "Se mezclaron con los paganos y aprendieron sus modos de comportarse. Sirvieron a los ídolos, que fueron una trampa para ellos; sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios" (Salmo 106, 35-37).
  • "No se dirijan a los brujos ni a los que llaman a los espíritus; no los consulten no sea que con ellos se manchen: ¡yo soy Yavé!" (Levítico 19, 31).