¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 28 de septiembre de 2015

UNA RENOVACIÓN DIVINA: EXPERIMENTANDO AL ESPÍRITU SANTO





En nuestra cultura católica europea occidental no estamos familiarizados con el Espíritu Santo. No oramos pidiendo su venida, ni oramos usando el don de lenguas ni alabando a Dios llenos de Espíritu Santo. 

Vivimos una cultura influida por la pos-ilustración y el idealismo. Nos refugiamos en el campo de las ideas más que en el de las experiencias y por ello, tenemos miedo a la espiritualidad emotiva, estamos “estreñidos emocionalmente" en lo que respecta a expresar nuestra fe.

Nos alejamos con horror, miedo o sospecha de todo lo que parezca entusiasmo y lo etiquetamos como “carismático”. Expresiones de fe como levantar las manos, cantar, aplaudir y gritar con alegría sufren una callada intolerancia y falta de bienvenida.

Ser emotivo es algo normal y sano en el ser humano. Por ejemplo, cuando vamos al cine o al teatro, o cuando asistimos a un partido deportivo o a un concierto disfrutamos, nos emocionamos, aplaudimos, gritamos, levantamos las manos, silbamos de alegría e incluso cantamos y vitoreamos.

Sin embargo, esta dimensión emocional, esencial de nuestra vida espiritual, la dejamos fuera de nuestras parroquias, cuando nos ponemos en "modo banco”. Son manifestaciones de emoción que, en la iglesia, nos hacen sentir temerosos, desorientados y amenazados.

Pero ¿no es más digno y merecido que nuestras lágrimas y vítores, que nuestros aplausos y gritos de alegría, que nuestra alabanza espontánea con demostraciones de amor y devoción sean para el Señor que nos ha creado y salvado? 

El entusiasmo es una respuesta inmediata a la presencia del Espíritu Santo que es Dios “en nosotros”, estar entusiasmado es estar en Dios.

Es por eso que cuando se nos derrama el Espíritu Santo, nos toca el corazón, nos llena y nos reconforta. Muchos rompen a llorar de inmensa alegría y gozo. Es una experiencia difícil de explicar a quien no la ha vivido, sobre todo a católicos occidentales europeos.

Una Iglesia sana es aquella que permite experimentar el Espíritu Santo, poniéndole nombre y llevando a todos hacia la experiencia religiosa emotiva.

Es aquella que no desacredita ni excluye las experiencias del Espíritu Santo que tienen que ver con la emoción y el afecto.

Es aquella que respeta cómo el Espíritu de Poder se manifiesta en cada creyente, que no busca una uniformidad de expresión y que evalúa cada auténtica experiencia según se aprecian los frutos del Espíritu en ella: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia y dominio de sí (Gálatas 5,22).

Entonces, ¿cómo introducir experiencias del Espíritu Santo en nuestra comunidad parroquial que contribuyan a transformar la cultura de la misma?  ¿Cómo minimizar el efecto negativo de rechazo de muchos de nuestros parroquianos?
  • Lo que causa miedo es lo que no se conoce o no se comprende. Por eso, debemos formar sobre la experiencia del Espíritu Santo, que una respuesta emotiva a Dios es algo sano y natural, que ser cristiano es ser “pentecostal”, que Dios da dones, incluyendo los carismas y que no debemos tener miedo, aunque no lo comprendamos. 
  • Una manera fantástica de incluir en la comunidad experiencias del Espíritu Santo es a través de Alpha, donde se genera un atmósfera propicia para ello. 
  • Estamos llamados a abrirnos a una experiencia trinitaria de Dios, que no es sino el amor de Dios derramado en nuestros corazones. Experimentamos el poder de Dios y eso, nos transforma, nos cambia la vida. 
  • En nuestras liturgias, invocamos conscientemente al Espíritu Santo durante la eucaristía y nos tomamos un tiempo después de la comunión para decir: ven, Espíritu Santo.

Una renovación divina
P. James Mallon

viernes, 25 de septiembre de 2015

UNA RENOVACIÓN DIVINA: EXPECTATIVAS ALTAS Y CLARAS


“El que no lleve su cruz y venga en pos de mí,
no puede ser discípulo mío.
Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre,
no se sienta primero a calcular los gastos,
y ver si tiene para acabarla?”
 (Lucas 14, 27-28)

Los católicos que se unen a otra comunidad, por lo general, lo hacen en una iglesia que espera más de ellos que la que han dejado. 


Las iglesias sanas y en crecimiento acogen a todo el que llega y son muy claras en sus expectativas, respecto a sus miembros y no temen comunicarlas.

Hay cuatro maneras en las que una parroquia puede combinar Acogida con Expectativas:


  • Baja acogida/Bajas expectativas. La mayoría de nuestras parroquias de mantenimiento: “No eres bienvenido ni te usaremos”. 
  • Baja acogida/Altas expectativas. Extraño que exista porque no tiene sentido: “No eres bienvenido pero te usaremos”.
  • Alta acogida/Bajas expectativas. Se da en muchas parroquias que intentar acoger correctamente. “Eres bienvenido pero no te usaremos para nada”.
  • Alta acogida/Altas expectativas. “Eres bienvenido, creemos que Dios trabajará en ti y a través de ti; lo esperamos y esperamos que tu también lo esperes”.
Las expectativas divinas

Jesús es el modelo perfecto de interrelación entre la acogida y las expectativas. 

Fue el ejemplo supremo de acogida: marginados, cojos, leprosos, pecadores, recaudadores, prostitutas, endemoniados, ricos, pobres…a la mujer del pozo, a Zaqueo, a los samaritanos, a los romanos y a los gentiles…incluso a los niños.

Sus expectativas son:
  • Claras. “El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío” (Lucas 14, 27). Exhorta a los que se le acercan a “sentarse primero” y a calcular el coste de ser discípulo suyo antes de elegir hacerlo.
  • Directas. “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.” (Mateo 19,21).
  • Exigentes. Una vez tomada la decisión de ser su discípulo, seguía esperando más: “Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas” (Lucas 12,48). No sólo espera que produzcamos fruto sino que aún espera más de los que ya los producen: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” (Juan 15, 1-2).
  • Individuales y colectivas: La parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30) ilustra bien este punto. La primera enseñanza de la parábola es que Dios nos ha dado un gran tesoro para que lo administremos. La segunda es que no espera un interés moderado de su inversión, sino que asumamos riesgos para recibir un fruto grande.
Las expectativas parroquiales

Existen, en toda parroquia, cinco expectativas de vital importancia, que deben cumplir tanto los laicos como los sacerdotes (lo que pedimos):
  • Alabar
  • Crecer
  • Servir
  • Conectar
  • Dar


Por otro lado, la parroquia es un lugar donde (lo que ofrecemos):
  • Escuchar misas dinámicas y enriquecedoras
  • Experimentar una transformación
  • Ser valorado y reconocido
  • Usar los dones y talentos que Dios te ha dado
  • Ser amado y apoyado
  • Ser escuchado y atendido
  • Cada opinión es valorada
  • Cada contribución económica es invertida con transparencia.



"Una renovación divina"
P. James Mallon

martes, 8 de septiembre de 2015

UNA RENOVACIÓN DIVINA: UNA CASA DE DOLOR


"La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias,
 no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales... 
Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar 
se  convierte en autorreferencial y entonces se enferma".

Papa Francisco


La Iglesia se ha vuelto autorreferencial y ha enfermado, envejecido y va inexorable hacia la muerte, pues ya no glorifica a Cristo sino a sí misma. Se ha convertido en un sanatorio, en una casa de dolor, un dolor institucional y colectivo, pero también individual.

La Iglesia ha de ser reconstruida, debe ser sanada y el primer paso para curarse es reconocer el dolor. El dolor nos hace darnos cuenta de que algo va mal y por eso, acudimos al doctor, quien nos pide que le describamos el dolor, que se lo confesemos.

Confesar los síntomas y reconocer que algo va mal en la Iglesia no es ir contra ella. Más bien al contrario, es preocuparse por diagnosticar el dolor y poner todos los medios para curarlo.

El padre Mallon en su libro "una renovación divina" nos enumera los síntomas de dolor que padece la Iglesia:

Declive familiar. 

Lo encontramos al ver como tantos familiares, hermanos, padres, hijos y nietos, se apartan de la Iglesia y de la fe en Dios.

La familia biológica y la familia de fe han dejado de ser la misma cosa. Y nos preguntamos ¿qué hemos hecho mal?

Sinceramente no lo sabemos. Hemos hecho con nuestros hijos que lo mismo que nuestros padres con nosotros pero nadie nos ha avisado que las reglas han cambiado. 

Ni siquiera lo saben los sacerdotes, que no han sabido reconocer los síntomas y hacer sonar las alarmas, que no han sabido ver “la fiebre”, prueba inequívoca de infección. Y todo esto causa dolor.

Declive institucional.

Es el resultado de la pérdida de muchas de las instituciones de la Iglesia que formaban parte de su identidad y eran motivo de orgullo. 

Es patente el declive de la institución en su labor social y caritativa con la pérdida de numerosas obras de misericordia corporales y espirituales. 

Antaño se alimentaba a los hambrientos en comedores, se acogía a los abandonados en orfanatos, se educaba a los analfabetos en colegios, escuelas y universidades y se cuidaba a los ancianos y enfermos en residencias y hospitales.

Declive parroquial.

Lo encontramos en el colapso de las estructuras parroquiales: cierre de parroquias, fusiones de parroquias, etc. 

Es verdad que la Iglesia son las personas y no los edificios, pero cerrar una iglesia es siempre algo trágico y nos duele, aunque podamos racionalizar el hecho aludiendo a la mejora administrativa, económica o al descenso del número de sacerdotes para dirigirlas. 

No cabe duda de que es consecuencia de que la Iglesia no está sana ni crece.

Declive de confianza y credibilidad. 

Viene reflejado en el dolor de los fieles, sacerdotes, laicos y religiosos a causa de los devastadores escándalos sexuales de abuso de niños por parte de sacerdotes. 

Y aunque estos crímenes de abusos sexuales han sido perpetrados por una pequeña minoría de individuos, la comunidad entera se resiente, cuando una parte del cuerpo sufre, todos sufren.

Declive sacerdotal.

Es consecuencia de la pérdida de credibilidad y el sentimiento de vergüenza que pende sobre la cabeza de cada sacerdote por causa de los que han cometido los delitos, los han encubierto o los que no han actuado contra ellos, genera dolor crónico y persistente en el seno de la Iglesia.

Un dolor que se exterioriza en la acusación generalizada de asociar a la figura del sacerdote como un “pedófilo”. Una acusación del todo infundada, inmerecida y no deseada, pero real y que lleva a muchos sacerdotes a experimentar una gran vergüenza por su identidad difícil de mitigar.

El dolor sigue ahí, como una migraña persistente y sorda y el daño perdurable causado en tantos frentes por la tragedia, continua siendo una fuente de dolor que siempre está presente.

Declive identitario.

A  tanto a nivel individual, por parte de la iglesia, que se ha dedicado a conservar lo que tiene como si de un club privado se tratara, y colectivo, por parte de los parroquianos, quienes continuamente quieren hacer constar su deseo de que todo siga igual.

No obstante, existen algunos curas que trabajan en las trincheras y se aferran desesperadamente a la pasión que les hizo un día elegir el “dejarlo todo” y hacerse sacerdotes, y que sólo reciben tiros por todas partes. 

Ellos (y algunos “laicos locos”) son los que mantienen viva la llama de la fe encendida en sus corazones, quienes todavía anhelan y se esfuerzan, con gran coste personal, para que llegue la renovación.

El sacerdote involucrado en la renovación parroquial se encuentra ante un dilema estresante y de difícil solución: se halla atrapado entre un obispo que no está por la labor de renovar sino de "mantener todo funcionando y abierto ", su propio sentido del deber misionero y unos parroquianos extremadamente exigentes que quieren hacer constar que esperan que nada cambie y que quieren jugar la nueva competición con las reglas del pasado.

Se trata de una experiencia muy dolorosa basada en la sensación de ser "carne fresca para los leones". El sacerdote se ordena para ofrecer su vida en sacrificio pero no a una máquina hambrienta y autorreferencial que vive en sí, de sí y para sí.
  
Es el dolor del sacerdote de cuestionarse para qué entregó su vida si se ve forzado a desarrollar una teología personal que racionalice la falta de fruto, la falta de salud, la inexorable decadencia  y la locura de hacer una vez y otra vez las mismas cosas esperando resultados diferentes.

Con todos los sueños de renovación rotos, el ministerio pastoral consiste simplemente en ser un loco por Cristo y quedarse al pie de la cruz para así poder encontrar algún significado a su sufrimiento de ver a su Iglesia enferma y en decadencia.

¿Qué opciones les quedan a los sacerdotes?

1.   ABANDONAR QUEDÁNDOSE.

Dejar escapar todo vestigio de pasión, celo o idealismo. Perdida la esperanza de toda posibilidad de renovación y atados por el miedo, se quedan en sus puestos (como Denethor, en El Señor de los Anillos).

Cumplen con sus tiempos de servicios hasta la jubilación porque no tiene otra opción. Se han resignado a la inevitable decadencia y muerte.

El papa Francisco, en la Evangelii Gaudium, los define como una forma de “mundanidad” que “…prefieren ser generales de ejércitos derrotados, antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando”.

2.   LUCHAR QUEDÁNDOSE.

Aferrarse a la visión, al celo y a la pasión que le sedujeron al ordenarse para entregarse. Es todo un combate cuerpo a cuerpo cuya clave es la lucha por la esperanza.

Es una batalla donde no debe olvidarse que la Iglesia es un regente, un senescal, un administrador que espera el Retorno del Rey para reclamar lo que es suyo.

Es una pelea contra la visión distorsionada y parcial de la realidad con la que el Diablo nos confunde y nos manipula hacia la pérdida de la esperanza (Igual que Denethor confundido por Sauron).

El dolor personal sin esperanza no lleva a la vida sino que se la lleva. El dolor de la Iglesia necesita ser verbalizado en el contexto de la fe y así convertirlo en sufrimiento, que es el dolor con el que luchamos, pero con esperanza porque puede ser redimido.


"Una renovación divina"
P. James Mallon

viernes, 4 de septiembre de 2015

UNA RENOVACIÓN DIVINA: RECONSTRUYE MI CASA


"Una propuesta para renovar parroquias "

Por fin!!! Ha caído en mis manos el, tan esperado por muchos de nosotros, libro traducido al castellano "Una renovación divina", escrito por P. James Mallon.

Aunque ya estoy familiarizado con muchos de los aspectos fundamentales que el padre Mallon aborda en el libro, su lectura resulta siempre apasionante por el ardor y convicción con los que nos propone un meditado resumen de ideas y conceptos prácticos y probados, para llevar a cabo la misión identitaria de la Iglesia de Cristo: la nueva evangelización.


Hoy, quiero detenerme en el capitulo 2 "Reconstruye mi casa", donde desarrolla, a lo largo de la historia reciente de la Iglesia, la llamada del Espíritu Santo a la nueva evangelización , desde el Concilio Vaticano II hasta el papa Francisco. 




Y más concretamente, en la sección que habla del documento del Magisterio de la Iglesia católica "Aparecida"

Aparecida es una llamada a la misión tanto para la Iglesia en Latinoamérica como para la Iglesia Universal.

Aborda cada aspecto de la acción misionera y los objetivos concretos de las diferentes instituciones católicas, así como una opción preferencial contra la pobreza, la injusticia, la degradación ecológica y toda clase de explotación.

Nos fijaremos especialmente en la sección 5.4, titulada “los que han dejado la Iglesia para unirse a otros grupos religiosos”, donde analiza las 4 razones por las que la mayoría de los bautizados abandonan la Iglesia católica:

1.Porque nunca han experimentado un encuentro profundo, intenso y personal con Jesucristo, “gracias a una proclamación kerigmática junto al testimonio personal de evangelizadores que los llevó a una conversión personal y un cambio radical de vida”.

2.Porque nunca han vivido una comunidad auténtica, significativa y relevante donde la gente es aceptada, valorada, visible y parte de la Iglesia.

3.Porque nunca han obtenido una formación bíblica y doctrinal, que no es un conocimiento teórico y frío sino que produce crecimiento espiritual, personal y comunitario y lleva a la gente a la madurez.

4.Porque nunca han adquirido un compromiso misionero que los mueva a a salir de su zona de confort para encontrar a aquellos que están en las periferias y traerlos a la casa de la familia de Dios.

La gente sincera que sale de la Iglesia católica no lo hace por lo que otras religiones creen sino, fundamentalmente por los que les hacen vivir; no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos, sino metodológicos.

La fuerte llamada de Aparecida a una “conversión pastoral total” se basa en el hecho de que las deficiencias metodológicas tradicionales de la Iglesia católica consisten en las tareas esenciales de evangelización, discipulado, fraternidad y misión.

La Iglesia católica siempre ha tenido y tiene una maravillosa teología pero si no está dirigida a la vida práctica, no es más que una abstracción.




domingo, 16 de agosto de 2015

MI VISIÓN DE MI PARROQUIA



Yo mismo que me mantuve lejos de la Iglesia durante muchos años, ahora que me he reencontrado con ella, he llegado a apreciarla y amarla, he comprobado cómo me cuida y como cuida a los demás.

Por ello, mi involucración me lleva a una visión post-moderna sobre lo que me gustaría que fuese mi parroquia: una iglesia como acontecimiento, como suceso, como comunidad y como acción; y no sólo como institución. Una parroquia en movimiento, dinámica, vital, misionera y abierta a todos, en la que haya un % de error que 0% de crecimiento.

El gran problema para llevar a cabo esta visión no está fuera de la Iglesia, sino dentro. A pesar de que ya estamos dando pasos correctos y meditados en lo que a la misión se refiere, mi parroquia sigue estando enfocada en su auto-conservación: está estructurada para atender y mantener a los que están dentro y no para llegar a los que están fuera. No se trata de atraer a personas para volver a "lo de antes".

Es imprescindible que adoptemos una visión de qué parroquia queremos, porque de ella, dependerá su futuro. Tenemos que cultivar un "fermento misionero" para la transformación de nuestras mentes y corazones, de la Iglesia y de la sociedad "desde arriba" y "desde abajo":

DESDE ARRIBA

La Iglesia debe dejar de preocuparse por su auto-subsistencia institucional, dejar de preocuparse por cómo menguan tanto la feligresía como las arcas parroquiales, para abrirse sin reservas a una nueva visión. Una visión donde no cabe una separación entre sacerdotes y laicos, entre antiguos y nuevos: todos somos Iglesia, todos somos comunidad. ¿Cómo? A través de programas y actividades integrados por grupos pequeños, que hagan de nuestra parroquia un lugar más que atractivo para todos.

DESDE ABAJO

Nosotros, la comunidad cristiana de base, somos el primer y fundamental núcleo eclesial, y debemos responsabilizarnos de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto, que es su expresión. Somos la célula inicial de la estructura eclesial, y foco de la evangelización.

Por ello, los laicos debemos plantearnos, en la medida de nuestras posibilidades, aptitudes y tiempo, ¿qué puedo hacer yo por mi parroquia? y no tanto, ¿qué hace mi parroquia por mí?

Mi sugerencia es que dejemos atrás el interés propio sobre lo que me aporta tal parroquia, o tal sacerdote, o tal método de evangelización y meditemos sobre lo que nosotros podemos ofrecer. Si no lo hacemos, la euforia inicial puede convertirse en un reflejo estéril.


PD: Os adjunto un interesante artículo del Padre Mallon sobre la renovación de las parroquias. http://www.religionenlibertad.com/el-padre-mallon-da-la-clave-para-renovar-las-parroquias-expulsar-36737.htm

lunes, 20 de julio de 2015

DIAGNÓSTICO PASTORAL DE UNA PARROQUIA


Para analizar y diagnosticar la pastoral de nuestra parroquia debemos examinar los 5 rasgos fundamentales, las acciones que se realizan y su reflexión posterior:

A. ADORACIÓN Y ALABANZA


 “La Parroquia es una comunidad que se fundamenta, 
celebra y transmite la fe, 
el culto en alabanza a Dios 
y los sacramentos para santificación de los hombres.”

La Liturgia ha de ocupar el centro de la vida pastoral y comprende los Sacramentos y, en especial, la Eucaristía.

A menudo olvidamos que el mismo Cristo se hace presente en medio de nosotros, su Iglesia, en el altar y en el ambón.

A menudo olvidamos (porque no lo vemos) que todo el cielo "baja" a la Eucaristía en una gran liturgia celeste. Nuestras Iglesias están llenas, aunque nuestros ojos no lo perciban.

Para la acción:
  • Misas
  • Bautismos
  • 1ª Comunión
  • Confirmación
  • Matrimonios
  • Lectura de la Palabra
  • Adoración del Santísimo
  • Rezo del Rosario
  • Escuela de oración
  • Coro y Alabanza
Para la reflexión:

¿Los sacramentos que ofrece tu parroquia son notables, suficientes, escasos o inexistentes? Destaca y califica los aspectos positivos y las lagunas existentes.

¿Son celebraciones, catequética y litúrgicamente, bien preparadas y, pastoralmente, dirigidas a formar una parroquia de discípulos misioneros? ¿Son alegres, participativas y atractivas?

¿La Misa dominical de tu parroquia es realmente una celebración fundamental de la comunidad con la participación de todos los grupos parroquiales, familias, etc.?

¿Llegan, espiritual y pastoralmente, a toda la comunidad el contenido y la forma de las homilías?

¿Hay prioridad en la oración y la alabanza? 

B. COMUNIDAD

“La parroquia es la expresión más visible e inmediata de la Iglesia, 
es decir, la comunidad cristiana.”

La voluntad de Dios es santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sino constituyendo el “pueblo de Dios”, la “familia de Dios”, “fraternidad animada por el Espíritu de unidad”, “casa de familia, fraterna y acogedora”, “comunidad de los fieles”, “comunidad cristiana”. 

La comunidad conlleva toda la esencialidad, catolicidad y pluralidad que, por naturaleza, es la Iglesia: “La parroquia, en efecto, congrega en la unidad todas las diversidades humanas que en ella encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia”.

La Iglesia debe superar todo individualismo intra-parroquial, implantar la comunión intra-eclesial e inter-eclesial y promover una espiritualidad de comunión” que conlleva la integración y participación de los distintos sectores del pueblo de Dios: clero, religiosos/as y laicos.

La parroquia también es una comunidad humana, integrada por hombres y mujeres de distintas edades, condiciones sociales y cultura, es decir, constituida por las distintas “diversidades humanas que en ella se encuentran”. 

Por ello, es preciso facilitar la relación personal, los valores humanos y sociales de la comunicación, el diálogo, la cercanía personal, el respeto a la diversidad, compartir las alegrías y las penas del grupo, la programación y realización de actividades que dinamicen las relaciones entre los fieles. etc., de forma que sean factores enriquecedores para la misma comunidad parroquial y evitar las divisiones internas, la falta de solidaridad, el desencuentro de unos con otros. Si no hay fraternidad, no hay comunidad. 

Para la acción:
  • Retiros espirituales y convivencias
  • Peregrinaciones y excursiones
  • Viajes y misiones
  • Reuniones de comunidad fraternal (Betas, cenas, etc.)
  • Contactos inter-parroquiales
Para la reflexión:

¿Existen en tu parroquia individualismos y protagonismos en la actividad pastoral que impiden la creación de verdadera “comunidad” de todos y entre todos?

¿Prevalece en tu parroquia una imagen de verdadera comunidad eclesial, esto es: unidad entre los grupos, colaboración, sentido de servicio, fraternidad, etc.? Destaca y califica los aspectos positivos y las lagunas existentes.

Desde tu punto de vista, ¿qué medidas pastorales o qué actuaciones, además de las que ya se realizan, tendrían que llevarse a cabo para que tu parroquia sea una “comunidad”, una “familia”? Destaca y califica los aspectos positivos y las lagunas existentes.

¿Se cuidan en la parroquia los detalles que propician la unidad y la amistad? Señalar fallos significativos en este sentido. 

¿Se fomentan las actividades generadoras fraternidad y familiaridad, como pueden ser: asamblea parroquial, convivencias, peregrinaciones, excursiones, etc.?

¿Se respira en la comunidad parroquial familiaridad, confianza, amistad, o la parroquia es, más bien, un edificio de pisos cuyos vecinos no se conocen ni se hablan.

C. CARIDAD Y SERVICIO

"La Parroquia, comunidad encarnada 
que testimonia la fe por la caridad."

La parroquia es una “comunidad encarnada”, esto es, abierta y solidaria con el contexto social que la configura. 

Es imprescindible la apertura de la parroquia al compromiso social y apostólico con los que sufren, ya que la Iglesia “se siente intima y realmente solidaria del género humano y de su historia”.

La caridad es el rasgo de la eclesialidad que visualiza el amor de Dios al hombre y por tanto, una parroquia renovada y “en salida” ha de priorizar incluir un programa de atención a los más necesitados de la feligresía y del entorno: los enfermos, los ancianos, los abandonados y los pobres.

Para la acción:
  • Cáritas parroquial
  • Programas de Voluntariado individual y/o grupal.
Para la reflexión:

Reflexionar y comentar pastoralmente si tu parroquia –fieles y grupos apostólicos- ¿está abierta a la gente del entorno y preocupada por sus problemas, o es, más bien, un ghetto aislado del pueblo? ¿Cuáles serían los indicadores de uno y otro signo? 

¿Se valora la “caridad” como una prioridad pastoral en tu parroquia, tanto en la atención a los pobres, en el acompañamiento a los “mayores” o en la visita a los enfermos? Analizar la realidad de tu propia parroquia. 

En cuanto a Cáritas: ¿Está organizada formalmente?; ¿Es un organismo de servicio y no de protagonismo?; ¿Responde a las necesidades reales según sus posibilidades?

D. DISCIPULADO Y LIDERAZGO

"La Parroquia se fundamenta en la fe 
y transmite la fe para la creación de discípulos."

Una “Comunidad de fe”, tiene, al menos, dos rasgos esenciales: primero, que se trata de una comunidad cristiana, para lo cual es indispensable la fe en Jesucristo; no hay parroquia si no hay adhesión a Jesucristo; y, segundo, que se trata de una comunidad misionera y evangelizadora, para lo cual es indispensable transmitir y educar la fe de sus miembros, porque ella es el “ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe”.

La comunidad cristiana es la comunidad de discípulos cristianos misioneros. Jesús, antes de sus ascensión, y con autoridad y solemnidad, da los apóstoles la siguiente misión: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mateo 28, 19).

Una fe teórica, vacía de su contenido esencial, que es Jesucristo, no es ni atrayente ni interpelante. El cristiano tiene que encontrarse con la verdad personal de Cristo y ponerle en el centro de su vida. 

Para la acción:
  • Grupos de matrimonios
  • Catequesis 1ª comunión 
  • Catequesis de juveniles
  • Catequesis de jóvenes
  • Vida ascendente 
  • Cursos pre-matrimoniales
  • Cursos pre-bautismales
  • Escuela de discipulado
Para la reflexión

¿Qué valoración haces de tu parroquia en cuanto a la atención prestada a la educación de la fe: catequesis de adultos, de jóvenes, de juveniles, de matrimonios, pre-bautismales, pre-matrimoniales, vida ascendente, etc.? Destaca y califica los aspectos positivos y las lagunas existentes.

¿Se oferta suficientemente la reflexión y estudio sobre la Palabra de Dios, es decir, se le da prioridad pastoral a la Lectura orante y creyente de la Palabra, estudio sobre la Biblia, estudio de Encíclicas, etc.?

Como siempre es posible mejorar la situación, ¿qué iniciativas pastorales consideras que son necesarias llevar a cabo en el ámbito de la educación de la fe para que se dé una verdadera revitalización de tu parroquia?

¿Cuáles deberían ser los rasgos del párroco como pastor (sacerdocio ministerial) respecto a la comunidad parroquial (sacerdocio común)? 

¿Hay en tu parroquia verdadero sentido de “comunidad sacerdotal” en la que todos son valorados, todos son tenidos en cuenta, se forman líderes, se distribuyen responsabilidades, etc? 

¿Percibe la comunidad parroquial signos de unidad, de comunión y de colaboración entre el sacerdote y el Obispo y con los demás sacerdotes?

E. EVANGELIZACIÓN

"La Parroquia, plataforma de 'misión' y ámbito de 'acogida'."

La dimensión misionera de la parroquia es quizás el aspecto teológico-pastoral más descuidado y, consecuentemente, más necesitado de asumir y desarrollar en nuestro contexto socio-religioso actual: hoy la “situación de misión” se da tanto en el exterior como en el interior de la misma comunidad de bautizados.

Es imperiosamente necesario redescubrir el propio bautismo y asumir el compromiso apostólico.

Una práctica habitual de las parroquias es “mucha sacramentalización y poca evangelización”. Se suele decir, pastoralmente hablando, que el nuestro es un “pueblo de bautizados, pero no evangelizado”.

La revitalización de las parroquias debe realizarse también con este sentido misionero como una dimensión operativa del ser y del actuar de la parroquia.

Una "parroquia en salida" requiere:
  • Tomar conciencia de que existe una gran parte de los fieles bautizados practicantes, cuya fe está adormecida.
  • Priorizar el “primer anuncio” o kerigma, presupuesto fundamental para provocar y despertar la fe adormecida.
  • Evangelizar a los alejados, que son una gran parte de los mismos bautizados y a los “agnósticos”, ateos o no creyentes.
  • Perseverar en la actividad formativa y catequética para el crecimiento y maduración de quienes se adhieren a la comunidad. Se trata de una prioridad pastoral que, a su vez, es una urgencia evangelizadora.
La parroquia debe iniciar itinerarios pastorales que exijan creatividad, renovación, cambios o, quizás, ruptura en modos habituales de actuación pastoral. “Desde la inercia pastoral no es posible una evangelización misionera”. 

No basta con reconocer a nivel de análisis socio-rreligioso los signos que existen de “descristianización”, de “secularización interna de la Iglesia”, de “paganismo cristiano”, etc. Lo importante y necesario es que, en las parroquias, sus pastores descubran y constaten dicha realidad de misión y la afronten, pastoralmente. Lo que el Papa Francisco llama "pastores con olor a oveja".

La atención a los “alejados” merece una reflexión especial, como tarea específica de la pastoral misionera. 

“Alejados” son todos los que no están en comunidad cristiana:
  • quienes no han oído jamás hablar de Jesucristo
  • quienes se confiesan ateos 
  • quienes están integrados en otras confesiones no cristianas 
  • quienes, estando bautizados, viven lejos de las prácticas cristianas de forma habitual.
Es muy importante disponer de un proyecto pastoral específico para los “alejados”, “agnósticos” o no creyentes, para tenerlo en cuenta cuando las circunstancias propias lo requieran. No actuar bajo la improvisación.

Una de las dificultades de la pastoral misionera es el “lenguaje”. ¿Cómo hablar de Dios a quienes lo niegan? ¿Cómo acercarse a quienes se separan? ¿Cómo encontrase con quienes huyen? Son cuestiones que nos colocan ante una compleja tarea apostólica en un mundo descreído. Sin dar respuesta a todas estas cuestiones, sí podemos afirmar que, para la evangelización de los alejados, el mejor lenguaje misionero es el del “testimonio”.

Para la acción:
  • Cursos Alpha
  • Retiros de Emaús
  • Retiros de Effetá
  • Proyecto amor Conyugal
  • Escuela de Evangelización
  • Acogida
  • Perseverancia
Para la reflexión:

¿Hay conciencia en la parroquia de la pobreza de fe y de la falta de formación religiosa de muchas de sus gentes? Comentar la experiencia que haya en este sentido. 

¿Se presta la atención debida a la formación y educación de la fe, resaltando, sobre todo, su carácter misionero en los momentos especiales como son: bautizos, bodas, funerales, etc.? 

¿Hay preocupación en tu parroquia (sacerdotes, religiosos/as, catequistas, grupos apostólicos, etc.) por el problema pastoral de los “alejados”, aún entre los practicantes? ¿Se ha hecho alguna reflexión seria al respecto? Debatir el tema.