¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

lunes, 3 de octubre de 2016

ORANDO CON LOS SALMOS. SALMO 23: EL SEÑOR ES MI PASTOR



"El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace reposar, 
me conduce hacia las aguas del remanso y conforta mi alma; 
me guía por los senderos de justicia, por amor a su nombre;
aunque vaya por un valle tenebroso, no tengo miedo a nada, 
porque tú estás conmigo, tu voz y tu cayado me sostienen.

Me preparas una mesa ante mis enemigos, 
perfumas con ungüento mi cabeza y me llenas la copa a rebosar.
Lealtad y dicha me acompañan todos los días de mi vida; 
habitaré en la casa del Señor por siempre jamás.

Salmo 23

El Salmo 23 es conocido como el Salmo del Buen Pastores uno de los más comentados y orados a lo largo de los siglos, tanto por la tradición judía como por la cristiana. En la Liturgia cristiana se lee como salmo responsorial en distintas fiestas del Señor y se propone para todo tipo de celebraciones (bautizos, matrimonios, funerales, etc). 

Es un texto hermoso y poético, que nos habla de la ternura de Dios y de los sentimientos que experimenta quien se encuentra con Él: alegría, paz, seguridad, confianza, plenitud de vida.

El Salmo desarrolla dos imágenes o partes distintas: 
  1. El pastor que cuida de sus ovejas (vs. 1-4). Está escrita en tercera persona del singular (el Señor es mi Pastor, me hace reposar, me conduce, repara, me guía, hace honor)
  2. El señor de la casa que acoge a un huésped (vs. 5-6). Está escrita en segunda persona del singular (tú me preparas, perfumas, tu amor y tu bondad me acompañan). El último versículo está en primera persona del singular (yo habitaré). 

El verso central (Tú estás conmigo) es el punto de unión entre las dos partes, ya que pertenece al primer bloque, pero está en segunda persona, como el segundo. 

Los símbolos que desarrolla son universales: el camino, el agua, la oscuridad de la noche, el banquete, los perfumes... y pueden interpelar por igual a los hombres de antiguas culturas rurales como a los de las modernas civilizaciones urbanas. 

Analicemos, ahora, cada una de las frases del salmo.

El Señor es mi Pastor 

El primer verso ya nos dice que hay que leer todo el poema como una imagen para hablar de la relación entre el orante y Dios. El título de "pastor" para nombrar a los reyes y guías del pueblo es habitual en el Oriente antiguo, así como en Grecia y en otros pueblos. La Biblia lo utiliza varias veces para hablar de Dios, tanto en los libros históricos como en los proféticos, en los poéticos y en los sapienciales (Génesis 49, 24; Isaías 40, 11; Salmo 80, 2; Eclesiástico 18, 13; etc.). 

Dios mismo, en el capítulo 34 del profeta Ezequiel, se compara a sí mismo con un Pastor que quiere cuidar, proteger y alimentar a sus fieles

Como los jefes del Pueblo han sido malos pastores, porque han utilizado a las ovejas en su propio provecho, Dios se ocupará personalmente de cada una, cubriendo todas sus necesidades: "Vosotros os bebéis su leche, os vestís con su lana, matáis las ovejas gordas, pero no apacentáis el rebaño, ni robustecéis a las flacas, ni vendáis a las heridas, ni buscáis las perdidas... Yo mismo buscaré a mis ovejas y las apacentaré... Buscaré a la oveja perdida y traeré a la descarriada, vendaré a la herida, robusteceré a la flaca, cuidaré a la gorda. Las apacentaré como se debe"

Son imágenes tiernas, que nos hablan de un amor personal de Dios por su rebaño, que no nos trata a todos por igual, sino que sale a nuestro encuentro, respondiendo a las necesidades y esperanzas concretas de cada uno.

En la antigüedad, los israelitas eran pastores seminómadas con un número pequeño de animales: camellos, burros, gallinas y ovejas. No vivían en casas, sino en tiendas realizadas con pieles de animales. Hombres y animales dormían bajo el mismo techo. Hoy los beduinos siguen haciendo lo mismo. No es extraño que conocieran a cada una de sus ovejas, incluso por su nombre. También las ovejas reconocían la voz y el olor de su pastor. 

El salmo quiere evocar esa atmósfera de afecto, esa experiencia de confianza y tranquilidad, porque se sabe que hay alguien que se interesa por ti, que se preocupa por tu vida.

Nada me falta

Tanto en Israel como en todo el Medio Oriente escasean el agua y los pastos. Pasar hambre y sed es una experiencia ordinaria cuando se atraviesan los amplios desiertos. Quien ve los rebaños de los beduinos se extraña de lo extremadamente flacos que están los animales. 

En este contexto se comprende lo grande que es poder hablar de abundancia, afirmar que no se carece de nada. Ciertamente, como escribió Santa Teresa de Jesús, "Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta".

En prados de hierba fresca me hace reposar


Resultado de imagen de el señor es mi pastor
Conseguir hierba en el desierto es ya suficiente para sobrevivir, pero si, además, la hierba es fresca, el hallazgo se convierte en una fiesta. 

Después de un camino árido y polvoriento, la sola vista de un prado invita al descanso

Las ovejas pueden reposar después de haber comido, en las horas en que el excesivo calor no permite desplazarse: "Dime dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas sestear al mediodía" (Cantar de los Cantares 1, 7).

Me conduce junto a fuentes tranquilas

El agua no sólo quita la sed, también limpia del polvo del camino y refresca. El mismo sonido de la fuente relaja y hace olvidar las fatigas

Pero las fuentes son los lugares más peligrosos para los rebaños. Tanto los lobos como los salteadores saben que allí terminan acudiendo a beber y se esconden esperando a sus presas. El salmo subraya que las fuentes a las que nos conduce nuestro pastor son "tranquilas", seguras. 

La Sagrada Escritura usa muchas veces el símbolo de la sed para hablar del deseo de Dios y del agua para hablar del don del Espíritu Santo. "Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Mi alma tiene sed de Dios..." (Salmo 42, 2-3). "Os rociaré con agua pura y os purificaré de todas vuestras impurezas. Os daré un corazón nuevo y os infundiré mi Espíritu..." (Ezequiel 36, 25).

Y repara mis fuerzas

Después del cansancio del camino, el alimento, la bebida y el descanso nos hacen tomar fuerzas para poder seguir caminando. Literalmente dice: "repara mi aliento", mi alma, entendido como mi vigor y mi vida también. En algunas ocasiones nos sentimos agotados y nos parece que ya no podemos más. 

Es el momento de escuchar las palabras del Salmo 27: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es mi fuerza y mi energía, ¿quién me hará temblar? Aunque los malvados se levanten contra mí... Él me recogerá en su tienda... Aunque mi padre y mi madre me abandonen, Él me acogerá".

Me guía por el camino justo

La experiencia de caminar acompaña a todo hombre. Nos desplazamos de un sitio a otro y toda nuestra vida es un camino. A veces equivocamos la senda, porque, como nos recuerda Antonio Machado: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar"

El pastor adapta su paso a la necesidad de las ovejas, va en busca de un lugar bueno para ellas. Para los hombres, decir esto es confesar que el Señor nos guía por el camino justo, el único bueno, aunque no lo entendamos inmediatamente. 


Él nos lleva al mejor lugar, que nosotros solos no podríamos encontrar: las fuentes tranquilas, el agua que produce paz y calma la sed más profunda del que la bebe: "Te guiaré por el camino de la sabiduría, te conduciré por sendas justas" (Proverbios 4, 11). "Peregrino soy en esta tierra, no me ocultes tus mandatos... Enséñame, Señor, tu camino para que lo siga". (Salmo 119, 19. 33).

Haciendo honor a su Nombre

El pastor que cumple bien su trabajo, que cuida de su rebaño, lo alimenta, lo proteje y lo guía por los caminos acertados, hace honor a su nombre. "El asalariado, que no es verdadero pastor ni propietario de las ovejas, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye; y el lobo hace presa de ellas. Se porta así porque trabaja únicamente por la paga y no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor que conozco a mis ovejas y cada una de ellas es importante para mí" (Juan 10, 12).

Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré

El pastor nos da tanta seguridad, que hasta podríamos atravesar con él el valle tenebroso. La oscuridad del valle da miedo por los peligros que puede esconder, porque no se ve el camino, por la semejanza entre las tinieblas y la muerte. Este salmo, para decir "tinieblas", utiliza una palabra rara, que no se usa casi nunca: "salmawet" y que podríamos traducir por "oscuro como la muerte". En hebreo, "mawet" significa "muerte". 

La muerte es evocada para el lector por la oscuridad del valle y por la palabra con la que se habla de esta oscuridad. De hecho, la Biblia griega traduce "Aún si camino por el valle de la muerte, no temo, porque Tú me acompañas". Una imagen de gran fuerza para recordarnos nuestra condición de mortales en un contexto de gran dulzura (grandezas de la poesía).

Porque Tú estás conmigo
Resultado de imagen de el buen pastor
Hemos llegado al centro del salmo y a su momento más intenso. La verdadera razón de que yo me sienta seguro, de que no tenga miedo, de que me atreva a pasar el valle de la oscuridad y de la muerte es que "Tú estás conmigo"

Los prados frescos, el agua abundante, la protección frente a los enemigos... todo es bueno, pero saber que Tú caminas a mi lado es lo más importante. "Si te tengo a Ti, ya no necesito nada de la tierra" (Salmo 73, 25). "Si el Señor está conmigo, no tengo miedo. ¿Qué podrá hacerme el hombre?" (Salmo 118, 6).

Tu vara y tu cayado me dan seguridad

Palestina es una tierra cálida. Los viajes con el ganado se hacen temprano, antes de que caliente el sol, o al atardecer, cuando se oculta. Las ovejas no tienen miedo de extraviarse en la oscuridad, porque se siguen unas a otras y, a lo largo del camino, oyen el sonido de la vara del pastor que camina con ellas

El cayado, arma con la que defender a las ovejas de las alimañas, es al mismo tiempo el signo tierno de la presencia del pastor junto al rebaño, que toca con su punta los lomos de la que se desvía para reconducirla al redil y, con el ruido que hace al apoyarlo en el suelo, guía su caminar

Con el sonido del bastón de Dios en nuestras vidas, no tenemos miedo ni de la muerte. La imagen hace también referencia al bastón de mando, al cetro de Dios, con el que gobierna todas las cosas para el bien de su pueblo. El salmo siguiente, el 24, habla del Señor "Rey de la gloria", y comienza así: "Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y todos sus habitantes"

El mismo David era rey y pastor. La referencia al cayado de pastor y al bastón de mando es riquísima de evocaciones: Dios salvador, liberador, guía del pueblo, en relación con la salida de Egipto y la Monarquía.

La sensación de seguridad y de protección prosigue con la segunda imagen del salmo: la del señor que acoge un huésped en su casa.

Me preparas un banquete frente a mis enemigos

La palabra usada en hebreo significa "desenrollar", con el sentido de extender unas pieles de cabra a la puerta de la tienda, para colocar sobre ellas la comida. Podemos reconstruir la escena: un hombre huye de sus enemigos por el desierto. Casi imposible salvarse. Improvisadamente, encuentra un beduino que lo acoge en su tienda. La ley de la hospitalidad era sagrada para los semitas. Cuando alguien es acogido, invitado a comer, se convierte en intocable. Los enemigos no se pueden acercar a él. "El Señor hace justicia al huérfano, a la viuda y ama al emigrante suministrándole pan y vestido. Amad vosotros también al emigrante, ya que emigrantes fuisteis..." (Deuteronomio 10, 18-19). 

Abraham recibió la promesa definitiva cuando acogió en su casa a unos peregrinos que resultaron ser enviados de Dios (Génesis 18). "No olvidéis la hospitalidad, pues gracias a ella algunos hospedaron, sin saberlo, a ángeles" (Hebreos 13, 2). Lot prefiere entregar a sus dos hijas antes que a unos desconocidos acogidos en su casa (Génesis 19).

Perfumas con ungüento mi cabeza

El ungir a un huésped era la mayor manifestación de veneración que se podía tener con él. El aceite enriquecido de esencias perfumadas da frescor, suaviza la piel. Es éste un gesto de extremo afecto y consideración para el que llega cansado por el calor del desierto y las penalidades de la huida. "¡Qué hermoso es que los hermanos vivan unidos! Es como ungüento perfumado derramado en la cabeza." (Salmo 133 1-2). Una mujer de Betania tendrá este gesto con Jesús y él lo agradecerá a pesar de la incomprensión de los discípulos, llegando a afirmar que esa mujer sería recordada en todos los lugares donde se predique el Evangelio (Mateo 26, 6ss).

Y mi copa rebosa

La copa que rebosa es, igualmente, signo de la generosidad con que el huésped es acogido. No recibe sólo lo necesario. Hay algo de superfluo, de añadido, de generosidad total, en los actos de Dios. Recordemos, por ejemplo, la narración de la creación. Dios no hace sólo lo necesario, sino que, además, entrega al hombre ríos con agua abundante, con oro fino, con piedras preciosas y perfumes (Génesis 2, 10). Lo mismo sucede cuando los israelitas salen de Egipto. Dios no sólo les da la libertad. Les enriquece también con los bienes y el oro de los egipcios (Éxodo 12, 36).

Tu amor y tu bondad me acompañan

Ésta es la imagen más extraña para los occidentales. Es como si el beduino que me ha acogido en su tienda y me ha defendido de mis enemigos, me pusiera ahora dos guardaespaldas que me acompañen de regreso a mi casa. Aquí, los dos acompañantes son una personificación del Amor y la Bondad de Dios, última referencia del salmo. Aunque a nosotros pueda resultarnos rara la personificación de cualidades divinas, en la Biblia es bastante común: "La Salvación está cerca de los que le honran y la Justicia habitará en nuestra tierra. El Amor y la Fidelidad se encuentran, la Justicia y la Paz se besan... La Justicia marchará delante de él y la Rectitud seguirá sus pasos" (Salmo 85, 10).

Todos los días de mi vida

No hablamos de un acompañamiento pasajero, sino de la certeza de una protección continua, como si se respondiera a la petición con que concluye el salmo 28: "Salva a tu pueblo, bendice tu heredad, apaciéntanos y guíanos por siempre".

Las dos partes del salmo comienzan con una situación de descanso y terminan con los protagonistas en actitud de caminarLas ovejas comen, beben y sestean en el oasis. Después emprenden la marcha, guiadas por el pastor. El que huía del desierto encuentra la salvación en la tienda del beduino. Allí sacia su hambre y su sed, se perfuma y, posteriormente, emprende la marcha custodiado por dos escoltas. 

Las dos partes del salmo parecen insinuar que nuestra vida es un continuo andar de la mano del Señor. Cuando lo necesitamos, él nos ofrece momentos de descanso para restaurar nuestras fuerzas. Cuando nos hemos recuperado, hay que volver a caminar. Como los discípulos que acompañaron a Jesús en el Tabor: Después de la Transfiguración tuvieron que regresar al valle. El Salmo 122, como los otros llamados "salmos de ascensión a Jerusalén", nos recuerda que siempre somos peregrinos: "¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!".

El libro del Éxodo, que nos narra el camino de Israel por el desierto hacia la Tierra Prometida, se convierte en imagen de nuestra vida: El Señor nos guía y nos acompaña, nos instruye y nos corrige todas las jornadas de nuestra existencia, hasta el día en que entremos en el descanso definitivo. El salmo 95 insiste en esta idea, invitándonos a aprender de los errores cometidos por los israelitas en su caminar por el desierto, para no repetirlos: "Ojalá escuchéis hoy su voz. No endurezcáis vuestro corazón... como en el desierto, cuando me tentaron vuestros antepasados... Son un pueblo que no conoce mis caminos, por eso juré airado que no entrarían en mi descanso". 

El Antiguo y en Nuevo Testamento son un testimonio continuo de las ansias que arden en nuestros corazones de alcanzar la patria verdadera, la definitiva: "Si Josué les hubiera proporcionado un descanso definitivo, David no hablaría de un posterior día de descanso. Hay, pues, un descanso definitivo reservado al pueblo de Dios... Apresurémonos, pues" (Hebreos 4, 8).

Y habitaré en la casa del Señor por años sin término

Después de hablar de descansos pasajeros y de caminos largos, se evoca el reposo definitivo en la casa del Señor, la entrada en el "Sabat" último y eterno, en la Nueva Jerusalén, tal como canta el Apocalipsis: "Ésta es la Morada de Dios con los hombres. Habitará entre ellos... Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor" (21, 3).

El desierto es el contexto común a las dos imágenes (el pastor y el beduino). El que ora este salmo sabe que nada le falta, aún encontrándose en el desierto. 

Allí, el creyente redescubre las raíces de toda la historia de Israel: Abraham y los demás patriarcas fueron pastores trashumantes por el desierto. Moisés se preparó en el desierto para su misión y volvió al desierto para acompañar al pueblo a la libertad. Allí se manifestó el poder de Dios, que "hirió a los primogénitos de Egipto, sacó a su pueblo como a un rebaño y lo condujo por el desierto. Los llevó con seguridad hasta la tierra sagrada" (Salmo 78, 51). Por lo tanto, después que el Señor liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto, lo guió por el desierto, como un pastor conduce a su rebaño. Les ofreció agua que manaba de la roca y alimento abundante (maná y codornices), los defendió de las serpientes que los mordían y de los enemigos que los atacaban, los introdujo en la Tierra Prometida y los acogió como Señor del territorio, ofreciéndoles descanso en su casa. Esta idea queda recogida en muchos textos de la Escritura: "Saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, los guiaste por el desierto... reanimaste tu heredad extenuada y tu rebaño habitó la tierra que tu bondad les había preparado" (Salmo 68, 8). "Te abriste un sendero por el mar... y guiaste a tu pueblo como a un rebaño" (Salmo 77, 20-21).

Resultado de imagen de desiertoEl desierto significa también, para el pueblo, el lugar de la tentación, la prueba, la murmuración, el pecado, la idolatría y la conversión

El lugar donde se descubre que Dios perdona siempre y continúa a dar vida, alimento, salud, victoria. Que da con generosidad porque perdona con magnanimidad. 

El lugar donde se puede hacer la verdadera experiencia del encuentro personal con Dios: "La llevaré al desierto y le hablaré al corazón... Ella me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que salió de Egipto... Y te desposaré conmigo en fidelidad" (Oseas 2, 16).

La experiencia del Éxodo es revivida siglos después, al retorno del Exilio. El salmo termina afirmando: "Habitaré en la casa del Señor". Aunque la tradición lee "habitaré", las consonantes hebreas dicen "volveré", el verbo usado para la experiencia que sigue a la deportación: "Los haré volver de las naciones por donde están dispersados" (Zacarías 10, 10. Ver Ezequiel 36, 24). La vuelta de la conversión a la comunión. Camino por el desierto, tentación, pecado, perdón, crisis de fe en el Exilio, retorno a la tierra y conversión del corazón. Todo este camino evoca el salmo a quien lo lee con una mentalidad bíblica, a sus destinatarios.

Como hemos visto, las imágenes del salmo hablan de:
  • Seguridad ante los enemigos y peligros de todo tipo: oscuridad, hambre y sed, muerte.
  • Con una connotación de máxima abundancia. Los dones de Dios son siempre a la medida de Dios.
  • Para aquél que ya se sentía dentro de la muerte. Descubrimos la sobreabundancia del don de Dios cuando ya parecía todo perdido.
El significado último del salmo sólo lo podemos entender a la luz del Nuevo Testamento: Jesús es la persona que confía en Dios y camina por sus sendas, aún en medio de las dificultades, hasta entregarse en la cruz

Por eso, el Padre se apiada de Él y le devuelve a la vida, sentándole a su mesa, introduciéndole en su Casa. Al mismo tiempo, Jesús es "el gran Pastor de las ovejas" (Hebreos 13, 20), "el Supremo Pastor" (1 Pedro 5, 4). "Nosotros éramos como ovejas descarriadas, pero ahora hemos vuelto a nuestro Pastor y Guardián" (1 Pedro 2, 25). 

Él es el Pontífice de la Nueva Alianza, el Camino que nos lleva al Padre, la Puerta de acceso a la Casa de Dios. Él prepara para nosotros el banquete de su Cuerpo y de su Sangre, verdadero alimento de inmortalidad. Su amor es tan grande, que llega a dar la vida por sus ovejas. Con él podemos atravesar sin miedo el valle de la muerte, porque Él es la Resurrección y la Vida, Luz que brilla en las tinieblas, Roca que se abre en el desierto para calmar la sed, Maná que nos alimenta, verdadero Pastor y Rey, que "nos apacienta y nos conduce a fuentes de aguas vivas" (Apocalipsis 7, 17) y que nos permite habitar en su casa "por años sin término". 

El cristiano que ora con el Salmo 23, está llamado a hacer este camino espiritual, verdadera síntesis del Antiguo y del Nuevo testamento: dejarse guiar por Dios "en medio de la noche" y vivir en intimidad con Él, hasta participar en su banquete.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

TU TESTIMONIO NO TRATA DE TI





Vivimos en la época del narcisismo. Es la era de la auto-realización, la era de una carrera incesante hacia la perfección personal, la era de mostrarse al mundo uno mismo: redes sociales, tele-realidad, selfies… 

La sociedad actual se ha vuelto egocentrista, y con ella, también nuestra Iglesia. La Iglesia se ha vuelto auto-referencial, de mantenimiento y sólo se mira a sí misma, en lugar de hacia el exterior. En lugar de hablar de la existencia de Dios, de la verdad objetiva del Evangelio y la fiabilidad histórica de la Resurrección, muchos sacerdotes han pasado a sustituir las homilías por testimonios personales: lo que denomino "el yoismo"

Esta contextualización no es necesariamente mala. En una era posmoderna, los testimonios son, a menudo, muy poderosos a la hora de alcanzar almas para Dios, de acercarnos a los alejados. Los testimonios pueden ser una forma valiosa para compartir las buenas nuevas de Jesús. Pero en una sociedad en la que incluso los cristianos están sumidos en el individualismo, el hedonismo y la egolatría, nuestros testimonios pueden también sonar fácilmente como una historia de autobombo, de búsqueda de aceptación social. 

Incluso, algunos testimonios personales se reducen a esto: "¡Mira! Dios es grande, porque yo yo yo… ". No se trata de verdaderos “caminos a Damasco”, sino más bien, selfies espiritualmente polarizados, disfrazados de una pobre espiritualidad. 

"Testimonios selfies" 

Una caricatura exagerada de un testimonio auto-promocional podría ser: 

"Mi vida era un desastre. Era un completo caos. Solía ​​hacer esto, lo otro y lo de más allá. No te creerás algunas de las cosas que yo hacía. Ahora, he encontrado el significado de mi vida en la religión. Porque Jesús murió en la cruz para cambiar mi vida. Gracias a Dios ya no soy como antes. Ahora vivo una vida correcta. Me despierto con el propósito todos los días de amar al prójimo. Estoy en una ONG ayudando a los niños de África y eso da sentido a mi vida. No paro de trabajar, de viajar, estoy agotado..." 

Sinceramente, ¿esto es el Evangelio? ¿esto es hablar de Dios? Yo creo que no. Más bien, son experiencias de auto-ayuda narcisista que buscan la auto-promoción y la alabanza de otros y que se pueden encontrar en cualquier librería de unos grandes almacenes. 

No basta con añadir un toque de Dios. No basta con realizar actividades buscando nuestra propia satisfacción (material o espiritual) o nuestra gloria personal. Hace falta algo más. 

Narcisismo y Postmodernismo 

A medida que nuestra sociedad ha centrado el foco más en las vivencias y en los testimonios personales que en la verdad y en la alegría del Evangelio, la iglesia adaptándose al momento, los ha declarado correctos y los ha alentado. 

Pero las historias que a veces se cuentan, a menudo están cada vez menos centradas en Jesús y en su mensaje de amor. Con el fin de evitar el debate, nuestros testimonios habitualmente, se centran menos en la vivencia, experiencia y gloria de Dios y más en nuestras vidas exitosas y dignas de elogio. 

El problema es el cambio sistemático en el énfasis: alejado de Dios y más hacia nosotros mismos. "Dios es grande porque ... yo, yo, yo…" 

No. Dios es grande, porque es Dios. A Él le debemos toda la gloria y alabanza. 

Evangelio "light" 

Este nuevo "evangelio" de vidas aparentemente "transformadas" es un evangelio light con un mensaje descafeinado, fabricado a la medida porque está centrado en el hombre, que no es sino un planeta sin sol y los planetas no brillan por si solos. 

Parece que el mensaje es: "Compartir tu fe es fácil! Sólo debes contar tu historia. No necesitas saber mucho acerca de la Biblia, ni de Dios, ni de la Iglesia. Dios está para transformar vidas. Jesús vino a cambiar vidas". 

Esto es peligroso, y aunque es sólo parcialmente cierto, nos convierte en el centro del Evangelio. Ninguna de las afirmaciones anteriores es necesariamente mala, pero la auto-promoción repetida hasta la saciedad, separados de la gloria de Dios, que sustituye el Evangelio de Dios por una experiencia centrada en el hombre, no es correcta. 

Del verdadero mensaje a la idolatría 

Hemos sido creados para el culto, para adorar a Dios. Si no es a Dios a quien adoramos, adoramos a alguien o algo. O en muchos casos, nos adoramos a nosotros mismos. Damos testimonio al mundo acerca de cómo este o aquel método, retiro, circunstancia nos ha transformado y ha llenado todo nuestro ser. 

Parece que todos tenemos una historia que contar sobre nuestra vida, y nos parece única y especial. Seleccionamos y perfilamos los detalles que nos interesan, cortamos el resto y lo pegamos en nuestro testimonio. Pintamos una novela y conformamos una versión al más puro estilo "muro de Facebook". Exponemos sólo lo que nos hace ser admirados. 

¿Queremos que nuestro testimonio mueva al mundo a imitar a Jesús o a nosotros? ¿Queremos llegar al mundo? Entonces, ¿por qué jugamos su propio juego? ¿Por qué disminuimos el verdadero mensaje del evangelio hacia un evangelio testimonial, particular y luego tratar de vendérselo al mundo? 

Vidas transformadas en apariencia

Muchas religiones, filosofías, espiritualidades e incluso nuevas costumbres sociales cambian nuestras formas de actuar. Pero muchas de nuestras actividades o experiencias personales sólo buscan la propia auto-realización, esa que todos idolatran. 

Si nuestra vida ha cambiado, está bien, pero eso no es todo. 

El fin último de nuestra existencia es la gloria de Dios vivo, la cual nos debe hacer diferenciar claramente entre un testimonio secular de cambio de actitudes o costumbres y un cristiano que testifique realmente de Jesucristo. 

El testimonio mundano se centra en la propia forma y en el modo en que uno llega a cambiar, a pesar de los obstáculos en el camino, pero no en Dios. 

El testimonio cristiano se centra en la persona de Cristo: Una luz que nos hace caer de nuestro caballo, nos ciega y nos llama al arrepentimiento. Una verdad que nos libera de las esclavitudes y ataduras de este mundo. Un camino que nos conduce a ser testigos vivos suyos, a cargar con nuestra cruz y sufrir por su causa. Una vida que nos configura con Él: "Ya no vivo yo en mí. Es Cristo quien vive en mí".

jueves, 22 de septiembre de 2016

EXCUSAS PARA NO IR A MISA



Ir a misa es disfrutar de una celebración sin igual en nuestras vidas. Es encontrarnos con Dios para seguir participando de su sacrificio y agradecer el don infinito de la salvación que nos ha dado. Ir a misa es un adelanto de la gloria que viviremos con nuestro Padre en la vida eterna.

Sin embargo, cuántas veces nos hemos auto-convencido de no ir a misa bajo la tentación de alguna excusa: ¿Para qué ir si no entiendo nada? ¿Dónde dice que es obligatorio?, estoy cansado, es aburrido, vaya rollo…

He aquí las principales excusas:

La Iglesia está llena de hipócritas 

Todos somos pecadores, pero no debemos juzgar al prójimo.  Juzgar no ayuda a nadie, ni a ti ni a mi, ni a nadie y tampoco cambia la situación. "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra". 

Precisamente porque somos todos pecadores, vamos a misa a buscar la misericordia de Dios. Por eso, es normal encontrar ahí a tantos hipócritas y pecadores, mentirosos y avaros, vanidosos y lujuriosos, etc. 

Ahora bien, si tu no eres nada de eso, sino que eres perfecto, no hace falta que vayas. El Papa Francisco dijo en una audiencia: "Si uno no se siente necesitado de la misericordia de Dios, si uno no se siente pecador, ¡es mejor que no vaya a Misa! Vamos a Misa porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús y participar en su redención y en su perdón"

No necesito la Iglesia para estar con Dios

Si un amigo te dijera que no necesita ir a verte a tu casa, ni hacer gestos concretos y explícitos para demostrarte su cariño porque le basta con recordarte, ¿no dudarías de que su amistad? 

Si un amigo no fuera a un funeral de un ser querido con la excusa de que le recuerda en su mente y en su corazón, ¿no dudarías de su cariño?

El movimiento natural del amor surge en el interior, se desborda y se manifiesta en el exterior.  Por eso, la misa es un recuerdo, un memorial al que asistimos los amigos de Jesús, porque no podemos (ni queremos) olvidar lo que hizo por nosotros. Lo hacemos presente, no como algo del pasado.

La misa es muy aburrida

Lo mismo le ocurría a mi hijo pequeño: se aburría con el fútbol hasta que vino un día al Bernabeu y le expliqué de qué iba todo ese lío, le expliqué las reglas, conoció de cerca a los jugadores, las tácticas, las distintas competiciones, etc.

No fue fácil. El proceso de incorporación a veces necesita tiempo, pero al final hace su trabajo. Hoy es un fanático empedernido (más que yo) del Real Madrid. 

Salvando todas las distancias, en el caso de la misa, uno se aburre por desconocimiento y falta de ganas de integración y entonces, es incapaz de disfrutar de las grandezas de la misa. Es necesario entrenarse: conocer mejor las reglas, los signos, la teología, y empezar a encontrarle el gusto. Cuesta. Es verdad, pero vale la pena. El tiempo se encargara de hacer su trabajo. 

Iré cuando lo sienta, nunca obligado

¿Acaso dices que solo tienes hambre de vez en cuando y que solo comerás cuando lo necesites, cuando lo creas conveniente? No, ¿verdad?. El cuerpo nos obliga a alimentarlo. Es cuestión de vida o muerte. Es inevitable. 

Lo mismo te pasaría si descubrieses esa hambre espiritual que clama desde lo hondo del corazón con intensidad. Es imposible no desear alimentar el espíritu. Es cuestión de vida o muerte:  "Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida" (Jn 6, 53-55)".

No me gusta ir a misa

Utilizar el criterio de los sentimientos para decidir qué hacer o no hacer en la vida es una actitud infantil y poco madura. 

Si sólo hiciéramos lo que nos apetece, muchas actividades importantes de nuestra vida quedarían sin efecto. Si nos rigiésemos por esta ley caprichosa acabaríamos enfermos (no quiero esa medicina), siendo despedidos del trabajo (no quiero ir a trabajar) o no desarrollaríamos muchos de nuestros talentos (no quiero ir al colegio). 

La madurez nos descubre que los sacrificios son parte fundamental de la vida, son experiencias que nos permiten crecer y desplegar con plenitud nuestra existencia. 

Con un poco de esfuerzo y perseverancia muchas de las actividades que al inicio nos cuestan (y por ende no nos gustan), con el tiempo comienzan a adquirir el sabor de la familiaridad, de la sana rutina del buen hábito, del sacrificio que libera, del rito capaz de darle un profundo sentido a la vida; y así poco a poco se nos desvela la belleza y el gran valor que se nos ocultaban a primera vista. 

En el caso de la Eucaristía es tremendo poder descubrir la presencia real de Dios y la posibilidad de compartir con Él una hora junto a Él.

La misa es para los viejos

No es cierto. Depende del lugar. Aunque sí es cierto que en muchos lugares de Europa es así. Ahora bien, los ancianos nos dan una cátedra de vida en ese sentido: por la sabiduría adquirida a través de los años y por el aproximarse inminente de la inexorable muerte, logran vislumbrar con más claridad lo esencial de la vida que es invisible a los ojos, y se arriesgan, como pocos jóvenes lo harían, a dar ese salto de fe y a vivir contra-corriente, y llevar con coherencia su fe. 

Muchos vuelven a ir a misa y a rezar habitualmente porque saben que allí encuentran "ese fármaco de inmortalidad, ese antídoto para no morir, ese remedio para vivir en Jesucristo para siempre" (San Ignacio de Antioquía). 

Qué importa el qué dirán y las falsas apariencias de este mundo que pasa. Deberíamos aprender del testimonio y experiencia de nuestros mayores (como nos aconseja el Papa Francisco). 

¿Cómo evitar llegar a esa situación donde los jóvenes dejan de practicar la fe? Si tú eres uno de esos viejos sabios, sigue dando tu testimonio con valentía y trata de llevar a misa a tus nietos mientras se dejan llevar. Si tú eres uno de esos jóvenes inmortales que creen que la vida no acaba y la muerte no llega, y que ha puesto su fe en sí mismo, medita más sobre estos misterios y pregúntate ¿hacia dónde vamos? ¿qué hacemos aquí? ¿qué hay después de esta vida? ¿por qué tantas personas mayores van a misa? ¿qué ven ellos que no veo yo? Tal vez así podrás adquirir esa sabiduría profunda que falta en nuestros días y volverás a ir a misa.

Voy siempre a misa pero no veo ningún cambio en mi.

La comunión es el gran acto de fe. No todo lo que recibimos podemos medirlo, cuantificarlo con criterios perfeccionistas, efectivistas y pragmáticos. 

Hay un misterio que late allí que va mucho más allá de nosotros, mucho más allá de nuestro campo de comprensión, un cambio real que sucede siempre: el Cuerpo de Cristo crece, aumenta, se eleva, porque el Señor se hace presente en nuestro corazón. 

Por eso hay que creerle a Jesús cuando recibimos los sacramentos: "El que los recibe más frecuentemente, recibe más frecuentemente al mismo Salvador, porque el mismo Jesús así lo dice: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Timoteo de Alejandría). 

Si le creemos, necesariamente nuestra vida cambiará, es la lógica de la gravedad y de la inercia: si el centro es Cristo, las órbitas de nuestra vida cambian y eso se nota. 

No entiendo la dinámica de arrodillarse y levantarse todo el tiempo.

Somos seres espirituales y materiales. Por eso, no podemos vivir sin mediaciones, sin contacto, sin símbolos. La palabra símbolo viene del griego sym (con, juntos) y ballein (verbo que significa arrojar, poner), el resultado es elocuente, se trata de poner juntas dos cosas, que separadas no poseen un significado completo, con el fin de que adquieran la plenitud de este

Cada vez que nos arrodillamos, santiguamos, ponemos de pie, estamos realizando una serie de signos litúrgicos llamados a expresar simbólicamente una serie de realidades. 

En el caso de la misa lo más extraordinario es que muchos de los símbolos se vuelven no solo portadores de un mensaje o representación de un concepto, sino que realizan efectivamente aquello que significan. Por ejemplo, cuando el cura  alza la hostia y dice las palabras de la consagración esta “poniendo juntos”, la realidad material de un trozo de pan y una serie de oraciones formales; ambas cosas por separadas no pueden decirnos mucho, pero juntas, se convierten en el Cuerpo de Cristo. Nosotros por nuestra parte nos arrodillamos. Ese gesto que otras ocasiones podría no significar nada (me arrodillo para buscar un objeto que se cayó), en este momento al hacerlo delante de la hostia, que es el Cuerpo de Cristo, se convierte en un signo, un símbolo de verdadera adoración.

En mi parroquia no hay una misa sobria con recogimiento

Primero hable con su Párroco y vea cuál es el problema de fondo. Tal vez se lleve una sorpresa. Tenga presente que Dios ha suscitado toda clase de espiritualidades. 

La Iglesia sobreabunda de carismas con diversos matices y colores. No es que unos sean mejores que otros, simplemente somos distintos. Dios lo sabe y por eso nos regala tantos dones. Por eso, así como a ti no te ayudan los cantos en otro idioma y la música con guitarra, hay quienes, paradójicamente, no se recogen con el rito tridentino y con los cantos gregorianos. 

No juzgues, respeta y valora la pluralidad que es el signo de la grandeza de Dios, único capaz de sostener en unidad los polos opuestos. En todo caso, siempre puedes buscar otra Iglesia cercana que responda mejor a tu sensibilidad espiritual. 

Recuerda: sólo corrige allí donde no se cumplan las normas litúrgicas correspondientes o se practiquen abusos. Del resto, maravíllate y da gracias a Dios.

No soporto el contacto físico con desconocidos

La misa es la celebración cumbre de una comunidad que entra en comunión total, formando un solo Cuerpo. Aquí todo se mezcla: cuerpo, alma, espíritu. Todo se unifica en Cristo, Cabeza del Cuerpo. Por ende, si quieres evitar el contacto y consideras a tu prójimo un desconocido (y no un hermano), estás en el lugar equivocado. 

Aquí todo es contacto y hermandad. Como decía Pablo “Vivo yo, ya no yo, Cristo vive en mí”, y vive en mi hermano que comulga junto a mí y vive en todos los que participamos de Él. Todos formamos un solo Cristo, vivimos su vida, realizamos su misión. Somos una nueva humanidad, la humanidad en Cristo. Estrechamente unidos, más que por la sangre de familia, por la sangre de Cristo, y en Cristo, por Cristo, y para Cristo vivimos en este mundo.

No puedo concentrarme, me dan ataques de risa

Si es risa de alegría y gratitud por los dones recibidos (eucaristía significa acción de gracias) me parece legítimo. Hay gente que es espontáneamente alegre. Eso sí, trata de no molestar a los demás, es decir, ríete contenidamente. Tampoco se te ocurra reírte durante la consagración, pues allí se reactualiza la pasión de Nuestro Señor (que de gracioso tiene poco). 

Si por el contrario, tu risa es expresión de superficialidad burlesca e infantil, haz un esfuerzo y trata de madurar. Si no obtienes resultados pídele al Señor la gracia o llama a tu médico. Fuera como fuera, la meta es que la misa sea un reflejo de tu vida. 



lunes, 19 de septiembre de 2016

¿QUÉ LE GUSTA A SATANÁS?

Resultado de imagen de tacticas del diablo
Los cristianos no debemos mantener nuestra atención constantemente en el hecho de que Satanás esté detrás de todo lo malo, sino concentrar nuestra mirada en Jesús y animar a otros a seguirlo.

Sin embargo, somos conscientes de que Satanás quiere destruir la iglesia de Cristo aunque es un ser limitado y la iglesia de Dios prevalecerá. Las puertas del infierno no pueden superar lo que Dios creó, pero Satanás sin duda pretende entorpecer e interrumpir nuestra labor y el trabajo de los que aman a Dios.

Por ello, debemos tener claras algunas estrategias que Satanás utiliza para destruir una iglesia:

Crear conflictos

Le gusta crear conflictos y luchas dentro y fuera de la iglesia. Él se regocija cuando los cristianos discuten y se enfrentan, sobre cosas triviales o sobre asuntos importantes.

Tirar la toalla

Le gusta desanimar tanto a los laicos como a los sacerdotes. Si es capaz de hacerles sentir que ya no son necesarios, que su trabajo no es apreciado o que ya no tienen nada que ofrecer, les "quema" para ganar la batalla. El se regodea al difundir desánimo y apatía.

Propagar rumores

Le gusta sembrar rumores o críticas sobre alguien en la comunidad, a veces incluso sobre el sacerdote, y ver cómo se propagan rápidamente. Por lo general, el rumor es más grande que la realidad. A Satanás le gusta agitar la discordia

Llenarnos de actividades

Le gusta distraer con una gran cantidad de actividades, que producen pocos resultados, pero que la gente sienta que han hecho algo. Le gustan los programas, las actividades, los calendarios cargados para mantener a la gente ocupada para desviarles de la misión de Cristo.

Esconder mentiras

Le gustan las "medias verdades" para dividir. Por supuesto, todos sabemos que las media s verdades son una versión de la mentira, pero Satanás es lo suficientemente inteligente como para ocultar una mentira de manera que algunos falsos maestros entren y hagan mucho daño, antes de ser descubiertos. 

Montar escándalos

Le gusta cuando la iglesia se convierte en noticia escandalosa. Y ésta consigue dividir o destruir la iglesia, mejor. Quiere destruir su reputación, su buena fe y su verdadera labor.

Dividir familias

Le gusta destruir cualquier relación, pero sobre todo, el matrimonio y la familia. Le gusta animar a los niños a no ir a la iglesia o que la fe sea un motivo de enfrentamiento entre los miembros de una familia. Sabe que si puede destruir la familia, tiene más probabilidades de destruir la iglesia.


domingo, 18 de septiembre de 2016

¿QUÉ Y CÓMO ES UN BUEN SACERDOTE?



"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas "
(Juan 10,11)

El mejor ejemplo para comprender qué es un buen sacerdote es nuestro Señor, Jesucristo: Él es el buen pastor.

El apóstol Juan describe a la perfección lo que es un buen pastor: un buen sacerdote es aquel que actúa como un pastor que cuida a las "ovejas" que tiene a su cargo y aquel que da la vida por ellas.

Cuando Jesús se refiere a nosotros como "ovejas", no está hablando en términos afectuosos. En realidad, el rango de ovejas, en medio de los animales, es de los más tontos en la creación. 

Una oveja perdida se desorienta, se confunde, se asusta. Es incapaz de encontrar su camino de regreso al rebaño ni de defenderse de los depredadores hambrientos. Perderse es quizás el punto más débil de las ovejas. Nos guste o no, cuando Jesús nos llama “sus ovejas”, se refiere a que si no tenemos pastor, no somos capaces de hacer nada.

Un buen pastor, un buen sacerdote es aquel que tiene varias funciones en lo que respecta a sus ovejas: conduce, alimenta y nutre, consuela, corrige y protege. 

“Conduce”

Un buen pastor conduce el rebaño mediante el ejemplo de bondad y justicia en su propia vida y anima a otros a seguir su ejemplo

Nuestro gran ejemplo, y Aquel a quien debemos seguir es Cristo mismo. El apóstol Pablo lo entendió así: "Sigue mi ejemplo, como yo sigo el ejemplo de Cristo" (1 Corintios 11, 1). 

El buen sacerdote es aquel que sigue a Cristo e inspira a otros a seguirlo también.

“Alimenta y nutre”

El buen pastor es también quien alimenta, nutre y sustenta a las ovejas a través de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de la tradición de la Iglesia

Así como el pastor lleva a su rebaño a los pastos más ricos y extensos para que crezcan y desarrollen, el buen sacerdote nutre a su rebaño con un alimento que producirá fuertes y sanos cristianos, y que a su vez, se desarrollarán, crecerán y se multiplicarán. 

La sabiduría de Dios en su Palabra y no de la del mundo es la única dieta que puede producir cristianos sanos. "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Deuteronomio 8, 3).

“Consuela”

El buen pastor consuela a las ovejas, venda sus heridas y aplica el bálsamo de la compasión y el amor. Como el gran Pastor de Israel, el Señor mismo se comprometió a "vendar a los heridos y fortalecer a los débiles" (Ezequiel 34,16). 

Como cristianos en el mundo de hoy, sufrimos muchas heridas espirituales y necesitamos sentirnos amados.

Por ellos, un buen sacerdote escucha y comparte nuestras cargas, se compadece de nuestras circunstancias y nos ayuda, muestra paciencia con nosotros, nos anima a través de la Palabra, nos ama con ternura, eleva nuestras preocupaciones al Padre, nos sana y nos perdona, en su nombre.

“Corrige” 

Al igual que el pastor usa su silbido o su cayado para llevar de nuevo a una oveja errante de vuelta al redil, el sacerdote corrige fraternalmente y desde el amor a las ovejas a su cargo, cuando van por mal camino. 

Sin rencor, ni espíritu dominante, ni soberbia, sino con un "espíritu de mansedumbre" (Gálatas 6, 2). 

Un sacerdote debe corregir y, aunque nunca es una experiencia agradable para cualquiera de las partes, si no corrige, no está mostrando amor por aquellos a su cuidado. "El Señor disciplina a los que ama" (Proverbios 3,12), y el líder cristiano debe seguir su ejemplo.

“Protege”

Un pastor debe proteger a su rebaño o perderá ovejas, de manera periódica y regular, por causa de los depredadores que merodean. A veces, incluso dentro de su propio rebaño. 
Los depredadores de hoy son los que tratan de atraer a las ovejas lejos con doctrinas falsas, descartando el Evangelio por pintoresco y pasado de moda, insuficiente, poco claro, falso o insignificante. 

Estas mentiras las propagan aquellos contra los que Jesús nos advirtió: "Guardaos de los falsos profetas. Ellos vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces"(Mateo 7,15). 

Un sacerdote debe protegernos de las falsas enseñanzas de aquellos que nos llevan por mal camino de la verdad de la Escritura y del hecho de que Cristo es el único camino de salvación: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí "(Juan 14: 6).

Un buen pastor "huele" a oveja porque siempre está junto a ellas, comparte su tiempo y su amor con ellas, nunca las abandona ni se separa de ellas. Se "impregna de su olor". Es cercano.


viernes, 16 de septiembre de 2016

LA ACEDIA, EL OCTAVO PECADO CAPITAL

"Nada te turbe, nada te espante,
quien a Dios tiene, nada le falta.
Nada te turbe, nada te espante,
sólo Dios basta"
 
La Acedia es la pereza espiritual, es una tristeza por el bien, por el bien de Dios. Es una incapacidad de alegrarse con Dios y en Dios, que nos rodea por todas partes, que brota y abunda sin que la nombremos.

La palabra acedia procede del latín “acidia” y tiene relación con la acritud, la acidez. Pero viene a su vez de la palabra griega άκηδία (akedía) utilizada como la falta de piedad, una ceguera, una falta de consideración, una falta de amor hacia a quien se debería honrar y amar.

De la acedia apenas se habla, raramente se nombra, no aparece en la lista de los pecados capitales, aunque encaja perfectamente dentro del pecado capital de la envidia. Es una envidia, una envidia contra Dios y contra todas las cosas de Dios, contra la obra misma de Dios, contra la creación, contra lo sagrado... Es por lo tanto un fenómeno demoníaco opuesto al Espíritu Santo.

Hoy, la acedia acecha continuamente el alma del individuo, de la sociedad y de la cultura. Es la ceguera ante el bien, la indiferencia ante lo divino, la ingratitud y frialdad ante un Dios de amor.

Se presenta, al principio, como una tentación, que se puede convertir en pecado, pues si se convierte en un hábito, hay una facilidad para actual mal, para pecar por acedia, por entristecerse por las cosas divinas.

¿Qué dice la Iglesia acerca de la acedia? 

El catecismo de la Iglesia Católica nos presenta a la acedia entre los pecados contra la caridad, contra el amor a Dios:

  • Indiferencia. Mostrada por aquellos que no les importa Dios, los agnósticos que dicen que no saben si Dios existe o no y no les interesa profundizar el tema, se presentan como indiferentes ante el hecho religioso, ante Dios, ante la Iglesia, ante los santos, ante todas las cosas santas, ante los sacramentos, no les dicen nada los sacramentos, son indiferentes. Quien conoce el bien de Dios no puede ser indiferente.
  • Ingratitud. Falta de agradecimiento ante Dios a quien le debemos tantas bendiciones: la creación, la Tierra, la familia, el amor, por todas las cosas que hacen hermosa la vida. Ante el autor del bien, ¿cómo uno puede ser ingrato con Él, que tanto nos ha dado? Es un pecado contra el amor. Quien conoce a Dios no puede ser ingrato porque le reconoce.
  • Tibieza. Incluso amando a Dios, se tiene una fe tibia, fría, sin ganas. Como dice el libro del Apocalipsis “porque no eres frío ni caliente estoy por vomitarte de mi boca”. ¿Quien, ante el abrazo amoroso de Dios, puede permanecer impávido, frío, distante?
  • Acedia. La tristeza por las cosas divinas, por ir a misa, por disfrutar de las cosas de Dios. Aturdidos y a merced de las falsas alegrías del mundo, con tristeza en el alma, con carencia del bien supremo. El alma sin Dios se entristece porque los gozos y alegrías mundanas que no acaban de saciar la sed de Dios y por lo tanto se sumerge en la depresión. La gente se agita buscando la felicidad en los bienes terrenales, el mundo promete que el bienestar produce la felicidad, porque el bienestar es siempre transitorio. Necesitamos un bien que nos haga felices incluso cuando estamos mal, incluso en medio del malestar. Y ese bien sólo viene de Dios.
  • Odio a Dios, ¿cómo es posible llegar a odiar a Dios? Todos estos pecados contra el amor a Dios bloquea en los corazones el acceso de la felicidad, a la dicha, a la bienaventuranza que comienza aquí en la tierra: el amor de Dios. El odio a Dios es una consecuencia última de la acedia porque cuando uno no conoce el bien de Dios, es indiferente, desagradecido o tibio en el amor culmina viendo a Dios como malo, la auténtica visión satánica de que Dios es malo.
Consecuencias

Las consecuencias de la acedia, al atacar la relación con Dios, conlleva consecuencias desastrosas para la vida moral y espiritual, disipando todas las virtudes: la caridad, la esperanza, los bienes eternos, la fortaleza que viene del Señor, se opone a la sabiduría, al sabor del amor divino, y sobre todo se opone a la virtud de la religión que se alegra en el culto, se opone a la devoción, al fervor, al amor de Dios y a su gozo. 

Sus consecuencias se ilustran claramente por sus defectos: el vagabundeo ilícito del espíritu, la pusilanimidad, el desánimo, la torpeza, el rencor, la malicia, la corrupción de la piedad moral.

Origina males en la vida social, en la convivencia , la detracción de los buenos, la murmuración, la descalificación, la burla, el chisme, las críticas y hasta las calumnias.

El papa Francisco nos aconseja orar y reconocer a Dios como nuestro Padre, para combatir al demonio, que utiliza la resignación, la desgana y la acedia como sus principales armas: 

"Dios nos ha invitado a participar de su vida, de la vida divina, 
ay de nosotros si no la compartimos, 
ay de nosotros si no somos testigos de lo que hemos visto y oído, ay de nosotros. 
No somos ni queremos ser funcionarios de lo divino, 
no somos ni queremos ser nunca empleados de Dios, 
porque somos invitados a participar de su vida, 
somos invitados a introducirnos en su corazón, 
un corazón que reza y vive diciendo: Padre nuestro" 
Resultado de imagen de acedia