¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 5 de julio de 2022

YO TAMBIÉN SUFRÍ EXILIO

"En el mes quinto, el día séptimo del mes, 
el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, 
Nabuzardán, jefe de la guardia, servidor del rey de Babilonia,
vino a Jerusalén. E incendió el templo del Señor 
y el palacio real y la totalidad de las casas de Jerusalén...
...demolieron las murallas que rodeaban Jerusalén. 
En cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad... los deportó... 
Y de este modo fue deportado Judá lejos de su tierra".
 (2R 25, 8-21)

La deportación del pueblo de Israel a Babilonia en el 587 a.C., tras la destrucción y ruina de Jerusalén, no fue un castigo de Dios sino la consecuencia de no escucharle, durante varios siglos, a través de los diferentes profetas (Amos, Oseas, Isaías, Miqueas, Sofonías, Habacuc, Jeremías...) que suscitó entre el pueblo y que le advirtieron del peligro de caer en la iniquidad, el sincretismo religioso y la idolatría.

Sin embargo, el exilio servirá para que el pueblo tome conciencia de todo lo que han perdido al alejarse de Dios: tierra, templo, nación, identidad, idioma... esta desolación va a ser la ocasión propicia para que el pueblo de Dios recapacite y realice una profunda metanoia, una verdadera conversión del corazón. Israel va a ser purificado por el crisol del sufrimiento y resurgirá de sus cenizas, con una fe más viva, una actitud más humilde y un corazón más dócil a la voluntad de Dios.

Y es que sólo ante la desgracia, el hombre es capaz de tomar conciencia de su fragilidad, de darse cuenta de que las seguridades del mundo son pasajeras... y así, alzar los ojos al cielo e interpelarse: ¿Por qué? ¿Cómo ha ocurrido esto? ¿Para qué?

Las dos primeras cuestiones están sobradamente contestadas. La tercera...me atrevo a contestarla y asumirla en mi propia carne: el primer paso es el lamento, a través del cual me dejo examinar por mi propia conciencia. El segundo, acercarme a Dios y, con humildad, pedirle ayuda para que me levante, me guíe y seguir adelante junto a Él.

Y lo sé, porque yo también sufrí exilio en el 2008 d.C. Yo mismo fui desterrado. Yo también fui "pueblo de Israel". Caí en la ruina y en la desgracia, y fui llevado a una tierra lejana y extranjera donde no hallé consuelo...y todo, por haber dejado entrar en mi corazón toda clase de perversidades, orgullos y autosuficiencias. Todo por haber abandonado a Dios.
Fue en el exilio de mis inseguridades donde tomé conciencia de mi fragilidad. Fue en el destierro de mis sufrimientos donde me di cuenta de todo lo que había perdido y de lo débil que era. Fue allí, en un país extraño, donde me di cuenta de que me había convertido en un hijo pródigo que no tenía ni algarrobas para llevarse a la boca. Pero sobre todo, me di cuenta de mi necesidad de estar junto a un Padre que me ama y que, porque me ama, me corrige y purifica.

Como Israel, solamente ante la desolación, sentí la necesidad de volver a acercarme a Dios. Con un nuevo corazón, fui en su busca para implorar misericordia. Pero Él, como el padre de la parábola, salió a mi encuentro y me cubrió de besos. No me dejó ni pedir perdón ni mediar palabra alguna. Dios, que sufre como un padre ante el dolor del hijo de sus entrañas en la prueba, sabe que necesito de su sabia pedagogía para que pueda acoger el amor verdadero sin reservas.
No sé si me ocurrirá como al pueblo de Israel que, con el paso del tiempo, se olvidó de nuevo de Dios, no supo reconocerle cuando se encarnó, y volvió al destierro. Pero sí sé que tengo que darle siempre gracias por cuanto me quiere, por cuanto me protege, por cuanto inclina su oído para escucharme, y también, por cuanto me ayuda y corrige, cada vez que vuelvo a caer.

Ahora sé donde encontrarle: en mi familia, en mis hermanos de fe, en aquellos que sufren exilio y marginación. Pero sobre todo, sé con seguridad que puedo encontrarle siempre en los sacramentos, donde nos ha prometido que "estará con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (cf. Mt 25,20).

"Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para ti; me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo, y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos"
(Sal 137)



JHR

viernes, 13 de mayo de 2022

ESTER, REINA DE PERSIA

"Ven en mi ayuda, que estoy sola
y no tengo otro socorro fuera de ti, Señor,
porque me acecha un gran peligro.
Yo he escuchado en los libros de mis antepasados, Señor,
que tú libras siempre a los que cumplen tu voluntad.
Ahora, Señor, Dios mío, ayúdame, que estoy sola
y no tengo a nadie fuera de ti.
Líbranos de la mano de nuestros enemigos,
cambia nuestro luto en gozo
y nuestros sufrimientos en salvación"
(Ester 4, 17)

El libro de Ester (del hebreo מְגִילַת אֶסְתֵּר, Meguilat Ester o "Rollo de Ester") es el último de los históricos del Antiguo Testamento, escrito alrededor del 465 a. C. por un hagiógrafo desconocido, aunque algunos lo atribuyen a Mardoqueo. 

El libro de Ester ("Estrella nocturna") nos presenta un drama típicamente hebreo: Dios, que ama al justo, le dará la victoria sobre el impío. Se trata una historia que confronta una cierta "ausencia de Dios" del pueblo de Israel (ahora en el exilio), con una demostración fehaciente de la Providencia divina, que asegura que Dios nunca está lejos ni abandona a su pueblo.

Un dato extraordinariamente llamativo y único en un libro sagrado (además del Cantar de los Cantares) es que no menciona el nombre de Dios. Además es uno de los únicos tres libros bíblicos, junto al de Rut y de Judit, que lleva un nombre femenino.

La acción se sitúa durante el exilio de Israel, sometido por el dominio del rey Asuero de Media y Persia (Jerjes I), imperio que abarcaba ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía. 
Capítulo 1: El rey Asuero celebra un gran banquete en su palacio de Susa en honor de sus jefes, cortesanos, oficiales del ejército, nobles y gobernadores de las provincias que duró seis meses, como "ostentación de la magnífica riqueza de su reino y del grandioso esplendor de su majestad".

En su tercer año de reinado ofreció otro banquete a nobles y plebeyos en los jardines de su palacio que duró una semana, mientras que la reina Vasti, una mujer muy hermosa, ofrecía otra fiesta a las mujeres como exigía el protocolo.

Asuero, después de muchos excesos, envió a buscar a la reina Vasti con la intención de mostrar su belleza al desnudo a todos sus invitados, pero la reina se negó. El rey, ofendido y lleno de ira consultó a sus consejeros en leyes, entre los que estaba Mardoqueo, para imponer un castigo ejemplar a Vasti: fue repudiada y se le prohibió presentarse nunca mas delante del rey.

Capítulo 2: Tras el repudio a Vasti, Asuero busca una nueva reina. La ley obligaba al rey a casarse con una doncella perteneciente a una de las siete familias de los consejeros, pero le propusieron entre las más bellas vírgenes del imperio

Asuero escoge a Ester como nueva reina sin saber que ella era judía (la clase más baja) y la amó más que a todas las demás. Miembros de la corte de Asuero planean asesinar a Mardoqueo quien le dice a Ester que interceda por él ante el rey.

Capítulo 3: Amán se gana el favor de Asuero y es promovido al nivel más alto. El odio de Amán hacia los judíos crece y pronto empieza a instigar su aniquilación.

Capítulo 4: Mardoqueo se entera de lo que pretende Amán y solicita la ayuda de Ester. Ella, a cambio, le pide que convoque a los judíos para que ayunen  y se presenten como nación ante su Dios y pidan su ayuda.

Capítulo 5: Ester le pide al rey Asuero su presencia y la de Amán en un banquete.
Capítulo 6: Amán conspira contra Mardoqueo pero fracasa.

Capítulo 7: El rey y Amán van al banquete de Ester, donde intercede por su pueblo arriesgando su vida. Se pone sus mejores galas y se dirige al salón de palacio. La tensión del momento, junto con el hecho de tener que descubrirle que ella misma es judía hace que sufra un desmayo. Se revela el plan que tenía Amán para extinguir a los judíos. Asuero ordena la muerte de Amán.
Capítulo 8: El rey honra a Mardoqueo y cumple con la petición de Ester.

Capítulo 9: Los judíos son librados de ser aniquilados por completo. Mueren los hijos de Amán. Institución de los Purim ("Fiesta de las suertes o de la victoria"). La gracia de Dios acompaña a Ester y Mardoqueo para preservar a su pueblo, aun cuando están en el exilio como consecuencia de sus pecados como nación.

Capítulo 10: Breve resumen de como Mardoqueo llegó a ser segundo después del rey Asuero

Ester probablemente nació allí. Su nombre judío era Hadasa y fue criada por su tío Mardoqueo cuando quedo huérfana.

Este libro sapiencial nos exhorta a dirigirnos a Dios para que nos libre del peligro en que nos encontramos en estos tiempos convulsos e inciertos. Es una guía de confianza y fidelidad. Sólo Dios puede salvarnos.

Dios nos ha elegido como pueblo suyo: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”. Sin embargo, nosotros ¿le somos infieles? o ¿adoramos a los dioses que los ofrece el mundo?

sábado, 16 de abril de 2022

RECONCÍLIATE PRIMERO CON TU HERMANO

"Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, 
te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 
deja allí tu ofrenda ante el altar 
y vete primero a reconciliarte con tu hermano, 
y entonces vuelve a presentar tu ofrenda" 
(Mt 5, 23-24)

Reflexionamos hoy este pasaje del evangelio según san Mateo en clave conyugal, y en el que el Señor nos habla de coherencia.
 
Es muy triste ver cómo existen matrimonios cristianos que han olvidado la esencia conyugal que es el amor, y la esencia del amor, la entrega. Han antepuesto el yo personal al yo particular, dejando de hablarse para enemistarse y buscando culpas en el otro. 

Han perdido aquella primera mirada, esa llena de ternura y comprensión, para dar paso al rencor orgulloso y terco...han perdido de vista a Dios en medio de su matrimonio, en medio de su "paraíso". Y como Adán y Eva en el Edén, se echan las culpas el único al otro y se miran como enemigos. Han perdido la armonía...han destruido el amor que les unía...con el prójimo y con Dios.

Nos puede pasar a todos (y de hecho, seguro que nos pasa...). Por eso, Jesús, que siempre se anticipa y que siempre es exigente, nos invita a dar el primer paso (el más difícil): la reconciliación con nuestra mujer o con nuestro marido a quien hemos ofendido, a quien hemos dejado de lado, a quien hemos ninguneado, a quien no hemos prestado la atención necesaria o a quien hemos despreciado porque no ha hecho las cosas como esperábamos. 

¿De qué me sirve ir a misa, a un retiro, a una convivencia...o encomendarme a Dios si no estoy reconciliado con mi hermano, si estoy en conflicto con mi mujer, si estoy en guerra con mi marido? ¿Soy coherente o hipócrita? ¿Me acerco a Dios mientras me alejo de mi mujer, de mi marido? Jesús nos dice que eso no puede ser...
Hace algunos años, en Medjugorje, un sacerdote nos hizo una pregunta al grupo de peregrinos que cambió mi forma de pensar en cuanto al conflicto y al perdón, y con la que he vivido desde entonces, tanto en mi vida conyugal como en el resto de mis relaciones. Nos preguntó quién es el que primero debe pedir perdón ante una situación de conflicto. No se refería a quién tiene culpa o quién tiene razón. Sencillamente dijo: "Quien primero pide perdón es quien más ama".

Me recordó a Jesús en la cruz, que pidió perdón al Padre por todos nosotros...porque no sabemos lo que hacemos...porque perdemos el amor, la paz y la armonía para la que Dios nos creó... y le ofendemos con nuestros delitos, nuestros odios y nuestras faltas...y "matamos el Amor".

La desafección en el matrimonio conduce al resentimiento, el resentimiento al conflicto y éste, al caos. Y si hay caos, no hay paraíso, ni armonía, ni paz ni amor...y el resultado es la muerte...la muerte de la comunión, con nuestro cónyuge y con Dios.

El amor no espera argumentos ni momentos, porque no lleva cuenta, todo lo perdona, todo lo aguanta (1 Cor 13,4-8). ¿Soy el primero en pedir perdón?¿doy el primer paso para reconciliarme con mi mujer, con mi marido? o ¿lo dejo pasar?

jueves, 17 de febrero de 2022

FAVORITISMOS Y AMIGUISMOS EN LA IGLESIA




"Hermanos míos, no mezcléis la fe 
en nuestro Señor Jesucristo glorioso 
con la acepción de personas... 
si establecéis diferencias entre las personas, 
cometéis pecado 
y esa ley (amarás a tu projimo como a ti mismo) 
os acusa como transgresores"
(St 2,1 y 9)

El apóstol Santiago nos llama la atención con contundencia para que no establezcamos diferencias entre nosotros, para que no seamos parciales con nuestro prójimo, para que no hagamos acepción de personas. Si lo hacemos, seremos acusados de transgresores de la Ley.

Cristo, con sus palabras y obras, nos previene reiteradamente contra la tentación de ser selectivos entre los que son amigos y los que no, entre los de "dentro" y los de "fuera", entre "judíos" y "gentiles", entre los "propios" y "conversos". Nos exhorta a no establecer favoritismos y a no juzgar con parcialidad a nuestro prójimo. Nos corrige cuando discutimos por el camino sobre quién es más importante, quién es más veterano o más válido para estar al frente y "liderar" (el que tenga oídos, que oiga).

Innumerables son las ocasiones en las que la Sagrada Escritura nos repite "Escucha, pueblo mío", pero nosotros, su Iglesia, ni le escuchamos ni aprendemos de Él. No nos hemos enterado (o no queremos) de lo que el Señor nos pide. "Duros de cerviz", seguimos autoproclamándonos discipulos de Cristo que evangelizan, mientras mantenemos criterios de favoritismo o de parcialidad hacia nuestros hermanos, mientras hacemos nuestra propia "selección natural", mientras seguimos impartiendo nuestra" justicia" particular.
Seguimos sin entender el mensaje evangélico del amor (Mt 22,34-40) que conduce a la santidad (Mt 5,48) y seguimos autoproclamándonos jueces supremos de un supuesto Sanedrín particular, creado a nuestra imagen y semejanza, para señalar, despreciar y acusar injustamente a nuestros hermanos, eligiendo "insiders" y rechazando "outsiders", como hace el "hermano mayor" de la parábola.

Dice el sabio y justo rey Salomón que "no está bien favorecer al culpable ni declarar culpable al inocente (Pro 18,5) o que "no es bueno ser parcial con la gente" (Pro 28,21), pero nosotros, torpes y necios, hacemos caso omiso. 

Dice San Pablo con frecuencia que Dios no juzga a los hombres según las apariencias, que no hace acepción de personas y que trata a todos los hombres con igual justicia (Hch 10,34; Ro 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9; Col 3,25; 1P 1,17), pero nosotros, hipócritas y fariseos, seguimos con el corazón endurecido, señalando a los demás. 
Mateo y Lucas denominan a Dios como Aquel que "habla y enseña con rectitud y no tiene acepción de personas" Mt 22,16; Lc 20,21) y Juan, como el "Justo y Veraz" (Ap 19,2), pero nosotros seguimos siendo "torcidos", injustos y falsos.

¿Hasta cuándo seguiremos haciendo acepción de personas? 
¿Hasta cuándo seguiremos viviendo en la injusticia soberbia y en la envidia rencorosa de desear el mal de nuestro prójimo en lugar de procurar su bien? 
¿Hasta cuándo seguiremos sin escuchar y sin obedecer a nuestro único Dios y Juez? 
¿Hasta cuándo, Señor?

martes, 15 de febrero de 2022

¿QUÉ TRATO TENGO CON DIOS?

"Permaneced en mí, y yo en vosotros. 

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, 
si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, 
si no permanecéis en mí. 
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; 
el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; 
porque sin mí no podéis hacer nada. 
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; 
así seréis discípulos míos"
(Jn 15, 4-5, 8)

Hace tiempo que apenas encuentro el momento para escribir mis reflexiones en esté blog. Lo cierto es que estoy muy ocupado conociendo más a Dios, estudiando más a Dios y con Dios. Y aunque sigo haciendo "cosas para Dios", lo importante es conocer al "Dios de las cosas".

Decía el cardenal Van Thuan que "los cristianos estamos muchas veces tan ocupados en las cosas de Dios que nos olvidamos del Dios de las cosas". Y es que, en ocasiones, estamos tan pendientes de las actividades eclesiales, de los métodos evangelizadores, de los procedimientos pastorales, de las costumbres y de las devociones que perdemos el norte. 

Estamos tan centrados en los medios que olvidamos el fin. Estamos tan ensimismados en lo que debemos hacer que perdemos de vista el sentido, el por qué y el para qué de lo que hacemos. Y así, no podemos dar fruto...y nuestros esfuerzos son vanos.

Debemos cuestionarnos con sinceridad ¿estoy centrado en el hacer o en el ser? ¿trabajo para Dios o para mí? ¿busco la gloria de Dios o el reconocimiento de los demás? ¿quién es el verdadero protagonista de mis obras? ¿busco hacer presente a Dios en mi vida o le instrumentalizo para sentirme bien? ¿tengo la mirada fija en Dios o me distraigo con el "quehacer"? ¿trabajo para Dios y no veo resultados?

En el capitulo 15 del evangelio según san Juan, Jesús nos dice que sin Él no podemos hacer nada, sin la vid no podemos dar fruto. Sabedor de ello, nos exhorta a "permanecer en Él"... pero ¿qué significa?

Siguiendo con el simil de la vid, "permanecer en Cristo" quiere decir estar "injertado en Él". Significa "ser parte de Él", "estar unido a Él". Implica indefectiblemente tener una relación con Él. Nadie puede estar unido a otro si no mantiene una relación estrecha con él.

Dice Tote Barrera, director de Alpha España, que "la evangelización no funciona sin el Espíritu Santo y tampoco sin relación personal”. Se está refiriendo a que hemos sido creados como seres relacionales y, por tanto, nuestra meta es la comunión, con Dios y con la creación. 

Para llevar a otros al amor de Dios, primero hay que experimentarlo en nosotros. Nadie puede dar lo que no tiene. Necesitamos la guía y ayuda del Paráclito.
Las "cosas de Dios" necesitan al "Dios de las cosas". Por eso, primero necesitamos pedirle que nos deje conocerle. Necesitamos hablar con Él, saber qué quiere de nosotros, en definitiva, entablar una relación espiritual con nuestro Señor. ¿Cómo podré mostrar a Dios a otros si no me relaciono con Él? ¿Cómo podré hablar a otros de Dios si no le conozco? Absurdo, ¿verdad?

Sólo después de establecer una relación continua, sincera y fluida con Dios, es decir, una amistad verdadera, de experimentar su inagotable amor, podré acercarme a otros para hablarles de él. Pero para hablarles del amor de Dios, es decir, para evangelizar, también necesito "entablar relación" con ellos, conocerles y escucharles. Si no hago esto, es decir, si no les amo a ellos también, todo es inútil.
Muchos hablan de oídas, quizás sin conocimiento, quizás repitiendo lo que han escuchado de otros, o quizás con tópicos y etiquetas repetitivas, pero eso no es evangelizar. Evangelizar es dar testimonio de Alguien a quien se conoce profundamente, de Alguien que te ama profundamente, de Alguien que ha hecho obras grandes en ti.

Ocupémonos primero de amar a Dios y Él nos dirá cuáles son sus "cosas".

jueves, 30 de diciembre de 2021

LA CUESTIÓN SINÓPTICA

Hoy nos sumergimos en los apasionantes evangelios sinópticos. El término "sinóptico" (del griego, syn-opsis, "mirada de conjunto") hace referencia a la semejanza en el orden, la redacción, el contenido, los términos y dichos (con una sola mirada) de los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, de forma que podrían leerse a la vez si los pusieramos en una lista paralela. 

Encontramos algunos ejemplos de estas semejanzas en la redacción: en la súplica por Jerusalén de Mt 23,37-39 y Lc 13,34-35 o en la accion de gracias de Jesús en Mt 11,25-27 y Lc 10,21-22.  Sin embargo, también encontramos dentro del mismo mensaje notables diferencias: en los pasajes de Mt 7,24-27 y Lc 6,47-49 o en la oracion del Padrenuestro de Mt 6,9-13 y Lc 11,2-4. 

En cuanto a las semejanzas en el orden, excluyendo los dos evangelios de la infancia, los evangelios sinópticos muestran coincidencias significativas en varios pasajes en cuanto al marco geográfico en el que se desarrollan: en la preparación del ministerio público de Jesús narrado en Mt 3,11-411, Mc 1,1-13 y Lc 3,1-4 y 13; en el ministerio en Galilea de Mt 4,12-18,35, Mc1,14-9,50 y Lc 4,14-9,50; en la subida a Jerusalén de Mt 19,1-20,34, Mc 10,1-52 y Lc 9,51-14,83; o en la Pasión y Resurrección de Mt 21-28, Mc 11-16 y Lc 19-24.

Además, los tres sinópticos narran muchas semejanzas en el contenido de los milagros, parábolas, discursos y sucesos de Jesús: la elección y misión de los apóstoles, la transfiguracion de Jesús, el discurso apocalíptico o la institución de la Eucaristía en la última cena. 
También, notamos diferencias:  Lc 4,31-9,6 sigue el mismo orden que Mt 1,21-6,13, aunque Mateo introduce tres grandes discursos: el sermón de la montaña, el de la misión y el de las parábolas. Mateo distribuye la misma enseñanza de Marcos en sus grandes discursos, mientras que Lucas lo hace a lo largo de todo su evangelio. Lucas omite hechos que relata Marcos e introduce narraciones propias (Lc 6,12-7,50 y 9,51-18,14), coloca en lugares distintos la visita a Nazaret (Lc 4,16-30/Mc 6,1-6) y la llamada de los discípulos (Lc 5,1-11/Mc 1,16-20), expone cambios en la narración de la Pasión (Lc 22,14-23-23,31.36.38...). Mateo cambia el orden de las secuencias en Mt 4,23-13,58/Mc 1,21-6,13).

El evangelio más breve es el de Marcos con 667 versículos, de los que sólo 68 versículos no aparecen en los otros dos (7%). Mateo tiene 1070 versículos de los que sólo 330 aparecen en Marcos. Lucas tiene 1151 versículos de los que 612 no aparecen ni en Marcos ni en Mateo (59%).

En cuanto a la secuencia del contenido:

Marcos
1,14-3,6: Comienza presentando a los personajes: Jesús, los discípulos, los adversarios.
3,7-6,6: Jesús enseña con parábolas y milagros y muestra su identidad.
6,7-8,30: Los Doce con Jesús en la predicación, la curación de enfermos y la llamada a las personas. Jesús les lleva a territorio pagano y les pregunta sobre su identidad.
8,31-10,52: Camino a Jerusalén y anuncio de la pasión.
11,1-13,37: Confrontación con las autoridades judías y anuncio de la destrucción del templo.
14,1-15,39: Pasión de Cristo.
15,40-16,8: Epílogo sobre la pasión.

Mateo
1-2: Comienza relatando la infancia de Jesús.
3,1-4,16: Preparación de Jesús para su vida pública.
4,17-7,29: Sermón de la montaña.
8,1-9,34: Milagros.
9,36-10,42: Discurso misionero.
11-12: Anuncio de la pasión.
13,1-52: Parábolas.
13,53-17,27: Comprensión de los discipulos y oposición de los fariseos.
18,1-35: Discurso eclesial.
19-23: Moral, parábolas y otros relatos.
24-25: Discurso escatológico.
26-28: Pasión y Resurrección.

Lucas
1,4-2,52: Comienza narrando la infancia de Jesús.
3,1-4,13: Preparación al ministerio.
4,14-9,50: Predicación en Galilea.
9,51-19,27: Camino a Jerusalén.
19,29-24,53: Últimos dias en Jerusalén, pasión y resurrección.

En cuanto al uso de términos, expresiones y dichos semejantes, notamos la misma explicación en Mt 9,6/Mc 2,10/Lc 5,24; en Mt 4,18/Mc 1,6; y en Mt 24,15/Mc 13,14... la misma palabra en Mt 9,16/Mc 2,21/ Lc 5,36; en Mt 9,2-5/Mc 2,5.9/Lc 5,20.23...la misma cita de Isaías 40 en Mt 3,3/Mc 1,3/ Lc 3,4; la de Ml 3,1 en Mt 11,10/Mc 1,2/Lc 7,27... Así como diferencias en el uso de estilos, misma palabra con significado distinto, diferentes contenidos y temas... 

Toda esta problemática es lo que en teología se llama cuestión sinóptica.

La “cuestión sinóptica” o “concordia discors” es la reflexión teológica que trata de explicar las semejanzas y diferencias (de contenido, disposición, formulación, contexto geográfico, orden y organización del contenido, de lenguas, vocablos, palabras, términos y estilos) que existen entre los tres primeros evangelios: Mateo, Marcos y Lucas.

Los Padres de la Iglesia (San Agustín, 430) sostienen la originalidad de Mateo y fuente de Lucas

Algunos teólogos (Farrer, Goulder, 1955) afirman la originalidad de Marcos y Mateo como fuente de Lucas.

Otros (F. Scheiermacher, 1817) se decantan por la teoría de las dos fuentes: una, con el contenido de Marcos (fuente del proto evangelio de Marcos) y otra, con una colección de dichos de Jesús escrita en hebreo (fuente de los dichos).

Se trata, en definitiva, de un problema muy antiguo que dura dos mil años y que ya los Santos Padres trataron de explicarla, y aún hoy sigue siendo de difícil solución, porque algunas semejanzas sólo pueden explicarse por una dependencia literaria mutua, pero a la vez, esa vinculación debe ser capaz de explicar las diferencias y las omisiones en ellos.

El Magisterio de la Iglesia nos enseña que, en cualquier caso, para interpretar correctamente  los evangelios es necesario identificar el género literario, la intención del hagiógrafo y leerlos con el mismo Espíritu con que fue escrito.  Y esto se consigue prestando atención a la unidad de la Escritura, leyéndola  dentro de la tradición de la Iglesia y  comprobando la analogía de la fe (DV 12).

viernes, 24 de diciembre de 2021

25 DE DICIEMBRE ¿FUN, FUN, FUN?

"Mirad: la virgen está encinta 
y da a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Enmanuel"
(Is 7,14)

La Navidad es una de las celebraciones más importantes en todo el mundo. Es el final de un año, tiempo de regalos, de festejos, de reuniones familiares, de "buena voluntad y de buenos deseos" ... pero ¿qué celebramos realmente? ¿cómo la vivimos? 
 
La Navidad puede vivirse de muy distintas maneras dependiendo de la libre voluntad de cada uno. Pero, haciendo un ejercicio de sutil observación, se puede apreciar la forma en que la gente la celebra: por el modo en que la felicitan. Las resumimos en tres: romana o imperial, herodiana, y cristiana.

Navidad romana

La navidad "romana o imperial" tiene su orígen en las "Saturnales o Saturnalia", las fiestas paganas que celebraban los romanos en honor a Saturno, dios del sol y del fuego, de la agricultura y la cosecha, coincidiendo con el solsticio de invierno, el período más oscuro del año, cuando el Sol sale más tarde y se pone más pronto.  Saturno también era considerado un devorador de niños según nacían (curiosa coincidencia con Herodes y con el faraón de Egipto, "endiosados" asesinos de niños, y con Nimrod y Baal, dioses devoradores de niños).
"Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. (Lc 2,1-7).

El 25 de diciembre celebraban la fiesta del Natalis Solis Invicti, asociada al nacimiento de Apolo, con antorchas y velas, con opíparos banquetes, con sacrificios y orgías, con la ruptura de las normas, con intercambio de regalos y de roles sociales. Los romanos las denominaban "fiestas de los esclavos" en las que les permitían a éstos dejar de serlo durante una semana.

Actualmente, muchos viven esta forma de navidad pagana, sin fe, sin esperanza y sin luz.  Una navidad en minúscula, la navidad del fun, fun, fun (diversiónfiesta, relax).

La forma en que se saluda o felicita es "¡Felices fiestas y próspero año!", "¡Mucha energía positiva!" o "¡Buenas vibraciones!"

La forma de vivirla es "exterior": es la fiesta de la libertad y la permisividad, de las licencias y las transgresiones, de los excesos y los despilfarros, de la diversión y el placer, de las cenas y las fiestas, de las borracheras y los empachos, de los adornos y las luces, de los regalos y los "amigos invisibles" (que no reales).

Una vivencia irreal de libertad en la esclavitud del consumismo, y de una falsa alegría en la infelicidad del materialismo, que nunca colma ni tiene suficiente.

Navidad herodiana 

La navidad "herodiana" es otra manera de vivir este período de tiempo especial a la forma "judía", a la forma de Herodes, que la vivió en la comodidad de su "palacio", en la intimidad de su "entorno", sin "moverse" ni mezclarse con otros. 
"Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalénpreguntando: '¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo'. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: 'En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel'. Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo" (Mt 2,1-8).
Herodes, como gobernador de Judea, conocía por la tradición hebrea y también por sus sabios, el lugar exacto del nacimiento del Mesías profetizado en la Escritura (Mi 5,1-3; Is 7,14; 9,1-6). Conocía también el momento del nacimiento de Cristo porque se lo dijeron los magos. Conocía el lugar y el momento y aunque dijo que iría a adorar al "rey de los judíos", no fue.

Muchos hoy viven esta navidad desde la lejanía, desde la distancia y la falta de compromiso, desde el "sí, pero no". Es la navidad "cómoda y tibia" de los que se acercan a la navidad "romana" y la conforman a su forma, a su manera: ni fria ni caliente. Es la navidad superficial de los que viven a medio camino entre el cristianismo y el paganismo, de los que cuentan con el beneplácito de los gentiles y relativizan las cosas. Celebran pero no saben lo que celebran.

La forma en que se saluda o felicita es "¡Feliz navidad en compañía de los tuyos!", "¡Mis mejores deseos de salud y prosperidad!" (y todo, por whatsapp).

La forma de vivirla es "interior": es la fiesta del árbol sin nacimiento, de las luces y las uvas, de la indiferencia y la equidistancia recelosas, de la falta de confianza y compromiso, de la fe tibia y la esperanza debilitada. Una navidad del run, run, run (huir, escapar, correr)

Navidad cristiana 

Y finalmente está la Navidad cristiana, con mayúsculas. Es la Navidad de los magos (sabios) de oriente que confían en la estrella y van a adorar al verdadero "rey de los judíos", aún viajando desde lejos, a través de desiertos y tormentas de arena, de dificultades y de tropiezos

"Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino" (Mateo 2,9-12).

Es la Navidad de los pastores (humildes y pobres) que, estando "al raso" (necesitados) confían en la palabra del ángel del Señor y acuden raudos y pletóricos a adorar al niño Dios. 

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: 'No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre'. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: 'Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad'. Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: 'Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado'. Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho" (Lc 2,8-20).
Es la Navidad del gozo y la alegria del "Dios con nosotros" (Emmanuel), de la esperanza y la confianza porque nos ha nacido un Salvador, del optimismo y la gracia porque Dios ha querido darse al hombre, de la fe y la caridad del que deja espacio a Cristo en su corazón y en su vida. 

La forma en que se saluda o felicita es "¡Feliz y Santa navidad!", "¡Que Dios te bendiga y colme de alegría tu corazón!"

La forma de vivirla es total, tanto "interior" como "exterior": es la celebración que medita todo en el corazón, que mantiene la lámpara encendida, que acoge a Dios y al prójimo, que se deja sorprender por la providencia, que testifica ese amor recibido de su Maestro. Es la navidad del sun, sun, sun (en inglés, sol, luz, brillo).

Seguramente, al igual que yo, hayas vivido las tres navidades. La pregunta es ¿con cuál me quedo?

¡FELIZ Y SANTA NAVIDAD!

martes, 7 de diciembre de 2021

EL "SECRETO MESIÁNICO" ¿QUÉ SIGNIFICA?



Al sumergirnos en los evangelios sinópticos, encontramos varios pasajes sorprendentes en los que Jesús manifiesta el deseo o la intención, incluso reacciona con una enérgica "orden de silencio" de no divulgar sus milagros. Este hecho es lo que los exegetas llaman el "secreto mesiánico". 

El secreto mesiánico es típico del evangelio de Marcos. Estas “órdenes de silencio” de Jesús van dirigidas:
  • personas beneficiarias de algún milagro suyo 
    • Mc 1,44: Cuando cura a un leproso
    • Mc 3,10: Cuando cura a enfermos
    • Mc 5,43: Cuando resucita a la hija de Jairo
    • Mc 7, 24:Cuando se aloja en una casa en Tiro
    • Mc 7,36: Cuando cura a un sordomudo
    • Mc 8,26: Cuando cura al ciego de Betsaida
  • a sus discípulos cuando le confiesan como Mesías 
    • Mc 8,30: Cuando Pedro confiesa su fe en Cesarea de Filipo
    • Mc 9,9: Cuando se transfigura en el Tabor
  • a los demonios que le declaran públicamente enviado de Dios
    • Mc 1,25.34: Cuando sana al endemoniado de Cafarnaúm
    • Mc 3,12: Cuando habla a unos espíritus impuros 
¿Por qué Jesús ordena no divulgar sus milagros? ¿Cuál es su intención? ¿Acaso este "silencio" no entra en contradicción con la misión que encargará a sus apóstoles después de su resurrección en Mc 16,15 de "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda la creación"?

El secreto mesiánico ha sido objeto de muchos estudios e interpretaciones que, mayoritariamente apuntan a las expectativas que los contemporáneos de Jesús tenían depositadas en el Mesías, a quien esperaban como jefe político y militar que les liberara del yugo romano. Expectativas que no coincidían con la conciencia mesiánica que el propio Jesús tenía. 

Marcos, especialmente, aunque Mateo y Lucas también, quiere manifestar la contradicción  entre el concepto de Mesías de los judíos y el de Jesús. La muchedumbre (incluso los mismos discípulos) veían a Jesús como un mesías político que Él rechaza con severidad y contundencia. Cuando Pedro se opone a que Jesús sea apresado castigado y condenado (antes de entrar en Jerusalén y en el huerto de Getsemaní), Jesús reacciona con severidad y le reprende.

Por otra parte, es curioso comprobar como esas órdenes de silencio de Jesús eran prácticamente imposibles de ser cumplidas por un pueblo judío (tampoco por los discípulos) que esperaba un Mesías, un "Libertador" desde hacía siglos.  Jesús dice que no se lo digan a nadie pero ellos no le hacen caso.

Jesús no quiere ser reconocido como el Mesías. No aún. No antes de tiempo. No antes de que se cumpla la voluntad del Padre. Recordemos incluso, como en su primer milagro, en las bodas de Caná, se muestra un tanto brusco con su Madre la Virgen María, cuando le dice "Aún no ha llegado mi hora".
La conciencia mesiánica de Jesús también forma parte de la pedagogía divina en el hecho de que Dios se revela al hombre progresivamente, de tal forma que pueda atisbar (desde la lejanía física y material) la Revelación, es decir, la autodonación amorosa de Dios a los hombres. 

Por eso, esas órdenes de silencio sólo pòdrían ser comprendidas una vez cumplida la voluntad de Dios, es decir, después de la muerte y resurrección de Jesucristo.

viernes, 3 de diciembre de 2021

¿LLAMADOS A SER MACABEOS?

"Porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso 
sino contra los principados, contra las potestades, 
contra los dominadores de este mundo de tinieblas, 
contra los espíritus malignos del aire. 
Por eso, tomad las armas de Dios 
para poder resistir en el día malo 
y manteneros firmes 
después de haber superado todas las pruebas" 
(Ef 6,12-13)

Los Macabeos (término del arameo maqqaba, 'martillo', y que se refiere a su ferocidad en el combate) son dos libros deuterocanónicos, los últimos del Antiguo Testamento, incluidos en la Septuaginta (biblia hebrea escrita en griego), que narran la historia de las revueltas de la dinastía asmonea (Judas Macabeo y sus seis hermanos) contra la dinastía seleucida de reyes griegos que gobernaron Israel tras la muerte de Alejandro Magno.

Estos reyes impios seleucidas helenizaron la cultura judía e impusieron el culto pagano hasta el reinado de Antíoco IV, quien cometió la abominacion de la desolación, al profanar el templo de Jerusalén con sacrificios paganos y orgías, hechos que desembocarían en la sublevación macabea hacia el año 164 a.C. 

La abominación de la desolación

La expresión abominación de la desolaciónprofetizada por Daniel y narrada en el libro de los Macabeos, será nuevamente utilizada por los evangelistas del Nuevo Testamento (Mateo, Marcos y Lucas), por Pablo en sus cartas a las Iglesias fundadas por él, y más tarde, por Juan en Apocalipsis 13,1-18, en el contexto de la destruccion de Jerusalén por los romanos, y relacionada por Jesús en su discurso sobre su Segunda Venida.
La abominación de la desolación es una manera bíblica de definir la idolatría y la ideología antidivina que el poder imperial de todas las épocas trata de imponer al pueblo de Dios y anuncia el "fin de los tiempos" y la venida de Jesucristo, tanto la primera como la segunda.

Tal y como nos exhorta el papa Francisco, si discernimos hoy los signos de los tiempos a través del silencio, la reflexión y la oración, podremos "atisbar" que esta "abominación desoladora" está entre nosotros: la idolatría materialista y la ideología anticristina domina el mundo. 

Entonces, ¿qué debemos hacer los cristianos ante esta "abominación de la desolación"? ¿cómo debemos actuar? ¿deberíamos sublevarnos como los macabeos y luchar contra ella? 

Las cartas de Pablo, sobre todo, a los Filipenses y a los Efesios, nos llaman a la perseverancia en las pruebas, no a luchar. Los evangelios sinópticos (Mt 24,15-16, Mc 13,14 y Lc 21,20-21) no nos dicen que repitamos una "revuelta macabea" sino que nos aconsejan "huir a las montañas". 

"Huir a las montañas"

Recordamos que la Biblia se refiere a "montaña" como un lugar espiritual: el lugar de la manifestación y del encuentro con Dios, el lugar de la protección divina, es decir, la oración. Por otro lado, el término "huir" hace referencia a salir de algún sitio, a escapar de algo, a ponerse a salvo"Ponte a salvo en los montes, para no perecer" (Génesis 19,17).

Por tanto, "huir a las montañas" es una invitación a ir a Dios, a escuchar a Dios, a refugiarse en Dios. Es salir de lo material e ir a lo espiritual, salir del mundo y cobijarse en la Iglesia, el lugar donde está Dios...
En realidad, perseverar y huir a las montañas significan básicamente lo mismo: la oración, el refugio en Dios. El cristiano no lucha en una batalla física, sino espiritual. Ni tampoco con las armas del Enemigo, sino con las de Dios: "Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne" (Efesios 6,11-18). Por tanto, no estamos llamados como los macabeos a la lucha armada sino a la oración.

Parafraseando a Karl Rahner, teólogo católico alemán, el cristiano del siglo XXI... será místico o no será cristiano. Su misión es contemplar y escuchar a Dios: "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Ap 3,22). El cristiano no lucha, escucha; no desespera, persevera; no desiste, resiste. ¿Cómo? través de la oración y de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, donde puede reconocer la presencia real de Dios y buscar refugio en Él. ¿Hasta cuando? Hasta que llegue nuestro libertador, Jesucristo. Él es quien lucha y vence a la abominación de la desolación, no nosotros.

Dios, a través del Espíritu Santo, nos llama a cada uno de nosotros al encuentro personal y amoroso con Él, en la persona de su Hijo Jesucristo. Nos llama a ser cristianos místicos, eucarísticos y trinitarios. No estamos llamados a ser "nuevos" macabeos. 

jueves, 18 de noviembre de 2021

FIRMES EN LA BRECHA

"Busqué entre todos ellos alguien 
que construyera una muralla 
y se mantuviera en la brecha frente a mí, 
en favor del país, 
para que no lo destruyera, 
pero no pude encontrarlo" 
(Ez 22,30)

La expresión "abrir brecha" hace referencia a la rotura de un frente en el combate, es decir, a la abertura que un ejército enemigo hace en la muralla de un castillo, rompiendo su defensa, venciendo su resistencia, traspasando sus líneas y tratando de conquistar la plaza.

Por otro lado, "estar o mantenerse en la brecha" suele utilizarse para señalar que alguien está en una buena posición, que triunfa o destaca en algo. Sin embargo, los cristianos preferimos un significado de mayor altura: alguien que está preparado, dispuesto o comprometido, alguien que está en la trinchera, en primera linea de defensa, alguien que está "en activo" o "en vela". 
Este sentido espiritual viene expresado en la profecía de Ezequiel 22,30: Dios busca a alguien que se interponga en favor de los que obran contra su voluntad, alguien que de la cara por Él, alguien que se mantenga firme en la brecha, pero no lo encuentra.

"Estar en la brecha" o "mantenerse en la brecha" es sinonimo de intercesión (en latín, intercedĕre), hacer una petición en nombre de otro, mediar, estar entre dos partes en conflicto, rogando ante uno en nombre del otro. 

Estamos en guerra...una guerra interior. El enemigo ha abierto brecha en la fe y ha provocado un abismo entre los hombres y Dios. Por ello, el mundo necesita a Dios y Dios "necesita" intercesores, "soldados" que llenen ese espacio abierto y vulnerable, que se mantengan firmes en la brecha... en la oración. 
Jesús pregunta: "¿Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (Lc 18,8) ¿Habrá alguien en la trinchera? ¿Habrá alguno o ninguno?

¡Cuántos "ningunos" se rinden al Enemigo! ¡Cuántos "ningunos" deponen las armas de la fe (Ef 6,10) y claudican ante la adversidad, la comodidad o las falsas promesas del Invasor de almas! ¡Cuántos "ningunos" se alían con el Adversario y se enfrentan a Dios, a veces, incluso "no haciendo nada" o mirando hacia otro lado! ¡Cuántos "ningunos" reniegan de su ciudadanía celestial (Flp 3,20) para nacionalizarse "mundanos"!

Cristo nos recuerda que "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18,20). Pidámosle que fortalezca la muralla de nuestra fe a través de la oración constante (1 Cor 16,13), que cure nuestras heridas de la batalla a través de los sacramentos y que nos arme de valor a través de la sana doctrina y de la unidad de su Iglesia (Hch 2,42).


JHR