- va envuelto en una nube (referencia al Hijo del Hombre en Dn 7,13)
- con el arco iris sobre su cabeza (señal de la alianza de la Creación en Gn 9,13 como el arco que empuñaba el primer jinete de Ap 6,2)
- su rostro resplandeciente como el sol (referencia a Mt 17,2)
- sus piernas columnas de fuego (apoya sus pies sobre la tierra y el mar, tiene poder sobre toda la creación)
- grita con un rugido como el de un león (el león de la tribu de Judá, "la voz del Señor ha tronado", referencia a Sal 29,3)
- en su mano tiene un librito abierto: es el Evangelio, que debe ser leído y proclamado, es decir, profetizado (Ez 2,8-3,1)
¿QUIÉN ES JESÚS?
viernes, 30 de diciembre de 2022
EL LIBRITO ABIERTO DE APOCALIPSIS 10
miércoles, 28 de diciembre de 2022
PERSEVERAR EN LA TRIBULACIÓN
domingo, 13 de noviembre de 2022
¿QUIEN SOY YO...?
Los cristianos, a menudo, somos acusados, atacados y criticados, incluso por nuestros seres queridos más cercanos. Pero es importante comprender que nuestra labor no es defendernos de esos ataques, como Jesús tampoco se defendió de quienes le acusaban.
Si me defendiendo con mis medios naturales y con argumentos humanos, evito que Dios me defienda con sus medios sobrenaturales y con sus argumentos divinos. ¿Quién soy yo para tratar de limitar la obra de Dios?
Porque además, defenderme supone
renunciar a la purificación que Dios quiere hacer en mi vida. Él quiere
configurarme, modelarme y asemejarme a su Hijo, pasando por la oscuridad del
Calvario y de la Cruz para llegar a la gloria de la Resurrección.
Dios en su infinita misericordia, me purifica y me humilla, como Él mismo asumió en su hijo Jesucristo. Yo no puedo buscar la gloria, que sólo a Él pertenece. Por eso, Dios ha querido compartirla conmigo gracias a la redención.
Nuestra vida cristiana se desarrolla como
los misterios del Rosario: en ella hay gozosos, dolorosos, luminosos y gloriosos pero
todos terminan con “gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. Cada día
vivimos un misterio. He comprendido que toda mi vida no puede ser siempre alegría, sufrimiento o claridad sino que
se entremezcla con gozo, dolor y luz... para la gloria de Dios.
Mi vocación como cristiano es ser portador de Cristo. Estoy llamado a irradiar a mi Señor, de forma que sea como un espejo en el que le reflejo para el mundo. No me reflejo yo ni mis méritos. La gloria y los reconocimientos son para Aquel que murió por mi. Y como Juan el Bautista, disminuyo para que Cristo crezca en mí. O como Pablo, muero a mi mismo para que Jesús viva en mí.
Jesús no envió a sus apóstoles a enseñar ideas o teorías abstractas, ni siquiera doctrinas. Les envió a testificar lo que habían visto y oído: la fe en Cristo. Sin embargo, a veces, yo estoy más preocupado en enseñar doctrina, en mostrar ideas, en "hacer" cosas, que en testimoniar a mi Señor y comunicar vida. ¿Quién soy yo para enseñar doctrina?
Evangelizar significa
proclamar con valentía y eficacia que "Jesucristo vive" con el testimonio de mi propia experiencia y sustentado por el poder del Espíritu Santo.
Toda la lógica y la pedagogía de la fe consiste en aceptar que yo no soy quien dirige la acción, ni controlo la situación ni analizo los resultados. Es Dios
quien hace todo.
Toda metodología evangelizadora eficaz consiste en que sea lo suficientemente permeable y dócil para que el Espíritu de Dios actúe y vivir en un Pentecostés constante, en lugar de una racionalización permanente. El mundo está cansado de racionalismos y de teorías literarias. Tiene hambre de palabras vivas y eficaces, tiene sed de Dios.
Es lo que les ocurrió a los dos de Emaús: empezaron a darle una conferencia teológica y cristológica al propio Jesús, a quien ni siquiera reconocían. Le contaron los hechos, palabras y milagros que realizó durante su vida en la tierra. Le narraron su pasión y muerte en la cruz.
Pero cuando llegaron a la resurrección, no pudieron contar
su propia experiencia, su propio testimonio sino que se limitaron a repetir lo
que unas mujeres decían que unos ángeles habían dicho.
En la vida de un creyente ocurre algo parecido. Oímos a otros repetir lo que los hagiógrafos han escrito, lo que teólogos han definido, lo que los santos han dicho o lo que aprendieron en sus clases, pero no su experiencia real de la resurrección de Cristo.
Todos los cristianos estamos llamados a ser
testigos de lo que predicamos, a experimentarlo en nuestras propias carnes, en
nuestras propias vidas, porque si no ¿Qué sentido tiene repetir como papagayos
lo que hemos aprendido, oído o leído pero no hemos vivido?
Muchas veces trabajamos a la luz de las velas del altar en lugar de hacerlo con la luz poderosa de quien se encuentra en el centro del altar: Jesucristo, la “luz del mundo”.
Un verdadero cristiano, un
verdadero evangelizador testimonia personalmente su propia experiencia de
salvación, y da fe de que Jesucristo ha resucitado y está vivo porque ha tenido
un encuentro personal con Él y por eso, “No
podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20).
Un verdadero cristiano, un verdadero evangelizador no habla de Jesús sino que lo presenta vivo ante los que le escuchan, alumbra a otros con su testimonio de vida para que Cristo les deslumbre con su gloria y así le reconozcan. ¿Quién soy yo para intentar equipararme a mi Maestro?
No se trata de lucirme ante los demás ni de mostrarme a mí para deslumbrar al mundo sino de mostrar a Cristo para que Él ilumine el camino. Y para ello, debo dejar que Él viva en mí, dejar que se haga presente y actúe en mí vida.
sábado, 12 de noviembre de 2022
ENTRAR EN ESPACIO SAGRADO
Por ejemplo, cuando acudimos a celebrar misa, desde luego, no se nos ocurre fumar dentro de la iglesia. Y no lo hacemos, no ya por motivos de seguridad (riesgo de incendio) o de salud (riesgo de enfermedad) o de protocolo (riesgo de ridículo), sino por una actitud de respeto y recogimiento con la que marcamos una diferencia, un frontera que distingue un lugar, un tiempo, un objeto diferente, relevante y sagrado de otros comunes, irrelevantes o profanos.
jueves, 10 de noviembre de 2022
DIOS NO PIDE RESULTADOS SINO FIDELIDAD
viernes, 4 de noviembre de 2022
¡AHORA HA VENIDO "ESE" HIJO TUYO...!
¡Ahora ha venido ese hijo tuyo...! Es lo que le dice el hijo mayor de la parábola al Padre, al regresar su hermano (Lc 15,30). No dice "ese hermano mío" sino "ese hijo tuyo...", una expresión despectiva que parece hacerse eco de otra similar: "La mujer que me diste..." (Gn 3,12). El hombre, cuando se siente "destronado" o "interpelado", siempre se excusa y culpa a Dios.
Las palabras del evangelio de Lucas muestran una terrible realidad que muchos, que hemos estado alejados y hemos regresado arrepentidos a la Iglesia, sufrimos con frecuencia: las miradas de recelo y desprecio de algunos de nuestros "hermanos mayores" por recibir la gracia de Dios. Incluso le increpan por alegrarse y recibirnos con una fiesta.
domingo, 16 de octubre de 2022
ENTENDER LA APOCALÍPTICA
viernes, 7 de octubre de 2022
¿SOY LUZ O ME LUZCO?
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; ¡así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.