¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 27 de noviembre de 2016

EL APÓSTOL PABLO: REFERENCIA DE SERVICIO A DIOS





Me gusta el apóstol San Pablo. Siempre me ha gustado. Es mi referente porque me siento muy identificado con él y con su conversión.

El apóstol Pablo nos ofrece una enseñanza vivificante a través de su ministerio y de su prolífico legado de cartas dirigidas a las distintas iglesias (otra de las cosas que comparto con él, la escritura).

Es el discípulo más ferviente (o a mi me lo parece) en cuanto a seguir a Jesucristo. "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo." (1 Corintios 11, 1). Pablo sigue directamente a Jesús, que es la Piedra Angular, el Ejemplo por antonomasia... pero mientras que Cristo no tiene pecado, Pablo sí. Ahí está la cuestión: lo que también comparto con Pablo es la misma humanidad pecaminosa, y a pesar de ello, trato de seguir el ejemplo de nuestro Señor. 

Se me ocurren seis razones por las que me identifico con el apóstol, porque San Pablo era:

1Converso

Su conversión tumbativa y el cambio drástico en su modo de proceder son dos hechos que ocurrieron durante su camino a Damasco. 

Imagen relacionadaPasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos a ser un seguidor de Cristo y defensor de su pueblo:"El que antes nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir" (Gálatas 1,23).

Salvando las distancias, durante mucho tiempo, yo también odié a los cristianos y a la Iglesia. Y al igual que él, tras mi conversión, pasé de ser un opositor, a ser un seguidor de Cristo y defensor de su Iglesia, cuando le escuché decirme: "¿por qué me persigues?

Yo también me he encontrado a Cristo resucitado (en mi camino de Emaús). Él me ha perdonado y me ha encargado una misión: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

2. Auténtico

Pablo fue un hombre honesto precisamente por ser cristiano. Estaba completamente convencido de lo que hacía: "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9, 1-3).

Yo también me considero un hombre auténtico, sin doblez, honesto y comprometido. Pero nada de eso es por mérito propio, sino precisamente por ser cristiano y por dejarme guiar por la acción del Espíritu Santo. 

Lo importante es el hecho de que Cristo es La Verdad y que mi labor principal es acercar esa Verdad a los demás.

3. Discípulo misionero

"No considero mi vida de ningún valor ni precioso para mí, si sólo puedo terminar mi curso y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

"He peleado la buena pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe. De aquí en adelante me esconden la corona de la justicia". (2 Timoteo 4, 7-8).

"Yo hago mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya ha sido nombrado, para que no construya sobre el fundamento de otra persona". (Romanos 15, 20)

He llegado a comprender, como el apóstol, que mi vida no tiene sentido si no es para acercar a Cristo a los demás; que el propósito de mi vida es la misión. Por eso, es una de mis prioridades pedirle ayuda al Espíritu Santo, para que me conceda sus dones; sobre todo, el de aumentar mi fe. 

4. Valiente

"[He servido a Cristo] con trabajos mucho mayores, mucho más prisioneros, con innumerables palizas, ya menudo cerca de la muerte. Cinco veces recibí a manos de los judíos las cuarenta pestañas menos una. Tres veces me golpearon con varas. Una vez me apedrearon. Tres veces naufragué; Una noche y un día estuve a la deriva en el mar; El peligro de los pueblos, el peligro de los gentiles, el peligro de la ciudad, el peligro en el desierto, el peligro en el mar, el peligro de los falsos hermanos; En fatiga y dificultad, a través de muchas noches sin dormir, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y exposición. Y, aparte de otras cosas, hay la presión diaria en mí de mi ansiedad por todas las iglesias". (2 Corintios 11, 23-29).

Para Pablo, servir a Cristo trata de asumir un compromiso inquebrantable. Una "misión posible", aunque nada fácil. 
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Siempre digo que "ser cristiano es peligroso" en el sentido de que, a diferencia de lo que muchos "cristianos" piensan desde su fe de cumplimiento" ("cumplo y miento") y su convicción de mantenimiento ("mantengo y miento"), seguir a Cristo no basta con decir "ser cristiano" o acudir a misa. 

Ser cristiano es elegir un camino incómodo, nada confortable. El mismo Cristo nos dijo: "No he venido a ser servido sino a servir" (Mateo 20, 17-28). No se trata pues de un mensaje que nos conduce a una vida espiritual estática y tranquila. 

A partir de que tu decisión, tu sí, te compromete a seguirlo hasta el final, el camino se torna difícil y en ocasiones, muy "cuesta arriba"

Requiere "cargar con tu propia cruz", abandonar tu "zona de confort", e incluso, a los tuyos. Requiere altas dosis de coraje y valentía, y encierra mucho trabajo, bastantes decepciones y algo de sufrimiento. Vamos,  que Cristo es para valientes o para locos (2 Corintios 11,23). Y yo estoy muy loco.

5. Pecador

Pablo sabía que no era un hombre perfecto. Consciente de sus pecados y de sus defectos, ayudaba a otros a luchar por la santidad: desde la aceptación de los instintos de la carne, es Dios quien nos levanta hacia Él, quien nos ama y nos quiere "hacer suyos", es decir santos como Él.

"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo. Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
"(Romanos 7,15, 18, 22-25).

Y es que en muchas ocasiones me pasa como al apóstol: que no entiendo o no sé lo que a hago o por qué, aunque una cosa tengo clara: que mi mirada está fija en alcanzar la perfección, es decir, la santidad. 

No pretendo decir que yo sea mejor cristiano que otros o más perfecto. 

Muy al contrario, soy consciente de lo mucho que me falta para la santidad pero mi corazón ardiente me impulsa a correr hacia Él, que es perfecto y santo; me insta a mirar hacia adelante y nunca hacia atrás; me insta a "dejarlo todo por Él".

"No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús(Filipenses 3,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

Esto es, fundamentalmente, lo que sostiene mi fe: que Jesucristo vino a salvar a hombres como yo, pecadores; que Dios me ofrece misericordia, que es amor inmerecido, amor a un miserable; que Dios es  absolutamente asombroso, porque nos ama a pesar de nosotros mismos. Y por eso, en mi debilidad, pongo toda mi confianza en Dios.

6. Comprometido


El compromiso de Pablo con Cristo se hace evidente en su madurez espiritual, en su humildad y en su servicio a los demás.

Pablo estaba convencido que seguir a Cristo significa servir a los demás, y aunque formalmente educado a los pies de un maestro famoso (Hechos 22, 3), Pablo sirvió a otros sin tratar de deslumbrar ni de exaltarse a sí mismo. Por el contrario, instó a todos los cristianos a vivir como él: completamente para la gloria de Dios en Cristo.

Por eso, al igual que Pablo, mi compromiso es servir a los demás para la gloria de Dios. Hablo en serio: no me gustan nada las medallas ni las palmaditas en la espalda ni los reconocimientos. ¿Por qué? Porque es por eso que todas las cosas existen (incluido yo): para la gloria de Dios.


"Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén."(Romanos 11,36).




viernes, 26 de agosto de 2016

DIFICULTADES EN EL SERVICIO LAICO

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Estamos de acuerdo, como hemos dicho muchas veces, que nuestra Iglesia necesita una profunda renovación. 

El Espíritu Santo sopla en ese sentido y crea olas espirituales que debemos "surfear" y los laicos tenemos una función importante en ello.

No se trata de sustituir a los sacerdotes, ni cambiar el mensaje del evangelio ni amoldarlo a los nuevos tiempos. Se trata de trabajar junto a los sacerdotes, de ser iglesia, de ser estratégicos, de recuperar la identidad de la iglesia, tal y como Jesús la fundó. 

Y eso no va a ser nada fácil.

Será lo más difícil que hayamos hecho nunca

No, en serio, es muy, muy, muy duro! Si pensamos que esto va a ser algo divertido y agradable, estamos muy equivocados. Jesús nos lo advirtió.

La fidelidad y el amor a Cristo no siempre será suficiente; por supuesto, son los requisitos para comenzar, son cruciales y más importantes que cualquier cosa, pero debemos ser capaces de liderar y discipular a la gente. 

Es lo que nos toca hacer; con la ayuda y guía de Dios, por supuesto.

La gente intentará no comprometerse

La gente se comportará de una manera en la parroquia, y de otra, fuera. 

Otros evitarán involucrarse demasiado porque ello requiere tiempo y esfuerzo. Y en esta sociedad actual, son dos bienes escasos.

Nos tocará ser muy perseverantes y diligentes, y aún así, algunas veces no conseguiremos ver fruto. 

Paciencia, no depende de nosotros!!!

Tendremos que luchar contra el pesimismo y la decepción

Tendremos dudas, pesimismo con respecto a las personas de nuestra parroquia e incluso nos "quemaremos". Algunas personas dejarán de asistir a la parroquia, y esto producirá daños, heridas y decepciones.

No importa cuán eficientes o denodados seamos, algunas personas se irán. Es inevitable. Y seguramente pensemos que es algo personal. Pero es el libre albedrío. Dios nos hizo así.

Tendremos que evitar compararnos a otras iglesias

En el juego de las comparaciones, siempre se pierde. Si nos comparamos con una iglesia más pequeña, nos sentiremos orgullosos. Si nos comparamos con una iglesia más grande, sentiremos envidia. Nunca llueve a gusto de todos.

Sufriremos peores ataques desde el interior que desde el exterior

Siempre debemos estar vigilantes y esperar algún ataque del enemigo desde fuera de la iglesia. Éstos, los vemos en seguida. Pero los ataques del enemigo desde dentro, como la traición de Judas a Jesús, son los que más daño hacen y los que menos esperamos.

La Biblia nos advierte que somos enviados en medio de lobos. Debemos estar alerta!

El crecimiento siempre se mirará con ojos cuantitativos 

Una de las mayores tentaciones será medir el crecimiento de la parroquia en base a la gente que asista a las misas. Nos gustaría que esto no fuera cierto, pero lo es. 
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Si la parroquia crece, la gente nos felicitará. Si se contrae, nos culparán. Nos guste o no, así es como la gente piensa. 

Nuestro foco debe estar puesto en la calidad de nuestra parroquia no en la cantidad. Dios quiere la excelencia!

Nunca seremos lo suficientemente buenos

No importa lo que hagamos, habrá gente a la que no le gustaremos. Nunca seremos lo suficientemente buenos para satisfacer todos los gustos. También, sentiremos que hacemos algo mal o inadecuado. 

Debemos dejarlo todo en manos del Señor. Él es el que obra, es nuestro salvador y a quien todo el mundo necesita; nosotros sólo servimos.

Nuestras familias se verán afectadas

Nos guste o no, nuestra dedicación y servicio impactará profundamente en nuestras familias. Por el tiempo que dediquemos, por lo ocupados que estemos, nuestras familias lo notarán.

Nos considerarán menos cualificados porque no somos sacerdotes

La cultura clerical persistente en casi todas las parroquias hacen que la gente sólo siga al sacerdote, por lo que los laicos nunca serán suficientes para la gente.

Nuestra labor es intentar hacer las cosas a las que el sacerdote no puede llegar. Nunca sustituirle.

El dinero siempre será un problema

Tendremos que luchar financieramente, sobre todo al principio. Tenemos que estar preparados para lo que se avecina. 
Los recursos para el servicio nunca son suficientes y la iglesia, en contra del parecer común, no es rica. a lo que se une que en nuestro país tampoco hay cultura de aportar a la iglesia.

Cuando el sacerdote se vaya, muchos se irán con él

Ya sea que elija salir, o le re-ubiquen, perderemos a mucha gente; muchas personas siguen a los sacerdotes en lugar de seguir a Cristo. Es una realidad.

Nuestra tarea es servir a Dios y al prójimo, esté quien esté.

Estamos en guerra espiritual y el enemigo va a atacar 

Satanás siempre está al acecho, y atacará donde más daño hace. Intentará crear desánimo, división, duda, etc. 

No es una guerra humana sino espiritual, por eso debemos estar preparados con la armadura de la fe.

Nos desanimaremos y pensaremos en arrojar la toalla

"Son los lunes tras el domingo". La mayoría de gente tiene una actitud el domingo en misa y el lunes ya la ha olvidado.

Es por ello que es de suma importancia la voluntad. Cuando ésta se tuerce, el pecado entra.

Pero todo valdrá la pena!

No hay nada más grande que la recompensa de una vida plena en Cristo. Vamos a sufrir. No va a ser fácil, pero valdrá la pena. Aceptar el llamado de Dios al servicio es una de las mayores bendiciones y privilegios que Dios nos regala.

Tendremos asientos en primera fila para ver vidas cambiadas, matrimonios sanados, hijos pródigos que regresan. Muchas personas cambiarán por nuestra fidelidad y perseverancia.

Y si no vemos todo eso, tenemos al más grande con nosotros, tenemos a Dios, siempre.

martes, 25 de agosto de 2015

UN AMOR QUE NO CONOCÍA



Alecksi no esperaba mi visita hoy. Ni siquiera sabía que yo existía.

Búlgaro de nacimiento y madrileño de padecimiento, pasa de los cincuenta y tantos. 

Está solo en este mundo pero sus ojos desprenden amor y alegría. Las arrugas de su rostro reflejan años de no poco trabajo y sacrificio. Pero él no se rinde, nunca lo ha hecho.

Me he presentado y le he preguntado si quería pasear. Con una sonrisa de oreja a oreja me ha dicho en un castellano del centro de Europa: Claro!!!

Hemos caminado durante más de media hora entre pinares. 
Lo de menos ha sido la conversación, ni tan siquiera el sol, ni los pájaros. 
Lo de más ha sido su alegría, que es la mía, su sufrimiento que es el mío, su coraje y fuerza de voluntad que me han cautivado.

Hace un mes estaba postrado en una cama.

Hoy sube y baja desde su habitación en la 5ª planta, diecisiete veces al día, y no por prescripción médica.

Tiene memorizados los escalones: 65, es decir más de mil al día, exactamente 1105.

Reconozco que hoy no he ido a la clínica movido por un empeño narcisista, ni una búsqueda ansiosa de recompensa egoísta, ni tan siquiera por mi deber cristiano. Lo he hecho, sin más. Bueno, sin más no: lo he orado antes.

Hoy he aprendido una lección de vida porque Dios me ha regalado su amor a través de Alecksi.

Hoy no soy mejor que ayer pero el corazón se me sale del pecho.

No ha sido generosidad. Ha sido amor mutuo, de tú a tú, de corazón a corazón.

Hoy he vuelto a recordar que Dios nos ama tal y como somos, a todos y cada uno de nosotros, con nuestros nuestros talentos y nuestras penurias. 

Y nos ama no porque hagamos esto o lo otro.


NOS AMA Y PUNTO!!!

domingo, 23 de agosto de 2015

JESÚS: LA GRAN PARADOJA DE UN SEÑOR QUE SIRVE


En nuestro siglo XXI, el individualismo y el frenético ritmo de vida es lo que prima, es lo que "toca", por lo que reunirse en torno a una mesa es, a veces, difícil y complicado pero vale la pena: compartir experiencias de nuestras vidas, nuestros problemas y nuestras dichas crea cálidos vínculos afectivos, de intimidad y cohesión, de complicidad y de bienestar emocional.
El evangelio de Lucas presenta en muchas ocasiones a Jesús comiendo con pecadores y publicanos, en casa de fariseos, y también con los discípulos… 

Jesús no hace discriminaciones, come con los "mal vistos", con los más nobles y respetables y también con sus amigos.

En estas cenas, Jesús pronuncia las enseñanzas fundamentales de su Padre, se expresa con palabras, con gestos y actitudes; de hecho, su comportamiento es totalmente polémico, insólito y radical: come con gente impura, algo que no tenía cabida en la tradición judía y mucho menos, en un profeta honorable, en un hombre religioso, en un israelita fiel...

En sus cenas con los fariseos, Jesús pone de manifiesto el valor de la generosidad, de la sencillez, de descubrir la necesidad de ver la realidad con los ojos de las víctimas. Nos muestra la misericordia de Dios, que busca a todos y de una manera preferente, a las personas socialmente estigmatizadas, a los llamados pecadores de la sociedad.

En la tradición del Israel del siglo I, para acercarse a Dios, era necesario separarse de lo profano y someterse a una serie de ritos purificadores.

Pero Jesús cambia el paradigma de la santidad por el de la misericordia: nos muestra que es Dios quien se acerca y busca a los hombres y por tanto, nosotros nos acercamos a Dios, no en la medida en que buscamos la santificación sino en la medida en que mostramos amor misericordioso a los demás, sobre todo, a los más excluidos y los más pobres.

Lo que nos separa de Dios no es un abismo metafísico, sino nuestra falta de misericordia. Para Jesús, la pureza consiste en dar a los demás, a los pobres, lo que se tiene, en compartir, en ser generosos...

Jesucristo recrimina a los fariseos que impongan una errónea y onerosa interpretación de las leyes, difícil de cumplir por todos, que agobia y que no resulta liberadora. 

Al contrario, Él da a los judíos (y a nosotros también) una interpretación liberadora de la Ley basada en la justicia y el amor: se trata de pasar de la reciprocidad interesada al amor gratuito, a la acogida y a la solidaridad con los demás, sobre todo, con los pobres y marginados.

Como en la parábola (cap. 14, 12-24), nos insta a ir a los extrarradios e invitar a los pobres y a los inválidos, a los ciegos y a los cojos, quienes jamás tienen ocasión de participar en un banquete así, en lugar de gente de mayor rango, que se niega a aceptar su invitación o si lo hace, es por compensación o reciprocidad.

En sus cenas con los discípulos, Jesús nos explica que seguirlo a Él pasa por el servicio a los hermanos. Dios quiere ser acogido por los hombres, no porque busque algo de ellos, sino porque quiere sentarlos a su mesa y servirles; es decir, comunicarles su vida y su amor.

En el banquete de Dios, cada uno da según sus posibilidades y recibe según sus necesidades, donde el Señor sirve y los invitados descubrimos con asombro lo que su amor nos tiene preparado.

lunes, 20 de julio de 2015

DIAGNÓSTICO PASTORAL DE UNA PARROQUIA


Para analizar y diagnosticar la pastoral de nuestra parroquia debemos examinar los 5 rasgos fundamentales, las acciones que se realizan y su reflexión posterior:

A. ADORACIÓN Y ALABANZA


 “La Parroquia es una comunidad que se fundamenta, 
celebra y transmite la fe, 
el culto en alabanza a Dios 
y los sacramentos para santificación de los hombres.”

La Liturgia ha de ocupar el centro de la vida pastoral y comprende los Sacramentos y, en especial, la Eucaristía.

A menudo olvidamos que el mismo Cristo se hace presente en medio de nosotros, su Iglesia, en el altar y en el ambón.

A menudo olvidamos (porque no lo vemos) que todo el cielo "baja" a la Eucaristía en una gran liturgia celeste. Nuestras Iglesias están llenas, aunque nuestros ojos no lo perciban.

Para la acción:
  • Misas
  • Bautismos
  • 1ª Comunión
  • Confirmación
  • Matrimonios
  • Lectura de la Palabra
  • Adoración del Santísimo
  • Rezo del Rosario
  • Escuela de oración
  • Coro y Alabanza
Para la reflexión:

¿Los sacramentos que ofrece tu parroquia son notables, suficientes, escasos o inexistentes? Destaca y califica los aspectos positivos y las lagunas existentes.

¿Son celebraciones, catequética y litúrgicamente, bien preparadas y, pastoralmente, dirigidas a formar una parroquia de discípulos misioneros? ¿Son alegres, participativas y atractivas?

¿La Misa dominical de tu parroquia es realmente una celebración fundamental de la comunidad con la participación de todos los grupos parroquiales, familias, etc.?

¿Llegan, espiritual y pastoralmente, a toda la comunidad el contenido y la forma de las homilías?

¿Hay prioridad en la oración y la alabanza? 

B. COMUNIDAD

“La parroquia es la expresión más visible e inmediata de la Iglesia, 
es decir, la comunidad cristiana.”

La voluntad de Dios es santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sino constituyendo el “pueblo de Dios”, la “familia de Dios”, “fraternidad animada por el Espíritu de unidad”, “casa de familia, fraterna y acogedora”, “comunidad de los fieles”, “comunidad cristiana”. 

La comunidad conlleva toda la esencialidad, catolicidad y pluralidad que, por naturaleza, es la Iglesia: “La parroquia, en efecto, congrega en la unidad todas las diversidades humanas que en ella encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia”.

La Iglesia debe superar todo individualismo intra-parroquial, implantar la comunión intra-eclesial e inter-eclesial y promover una espiritualidad de comunión” que conlleva la integración y participación de los distintos sectores del pueblo de Dios: clero, religiosos/as y laicos.

La parroquia también es una comunidad humana, integrada por hombres y mujeres de distintas edades, condiciones sociales y cultura, es decir, constituida por las distintas “diversidades humanas que en ella se encuentran”. 

Por ello, es preciso facilitar la relación personal, los valores humanos y sociales de la comunicación, el diálogo, la cercanía personal, el respeto a la diversidad, compartir las alegrías y las penas del grupo, la programación y realización de actividades que dinamicen las relaciones entre los fieles. etc., de forma que sean factores enriquecedores para la misma comunidad parroquial y evitar las divisiones internas, la falta de solidaridad, el desencuentro de unos con otros. Si no hay fraternidad, no hay comunidad. 

Para la acción:
  • Retiros espirituales y convivencias
  • Peregrinaciones y excursiones
  • Viajes y misiones
  • Reuniones de comunidad fraternal (Betas, cenas, etc.)
  • Contactos inter-parroquiales
Para la reflexión:

¿Existen en tu parroquia individualismos y protagonismos en la actividad pastoral que impiden la creación de verdadera “comunidad” de todos y entre todos?

¿Prevalece en tu parroquia una imagen de verdadera comunidad eclesial, esto es: unidad entre los grupos, colaboración, sentido de servicio, fraternidad, etc.? Destaca y califica los aspectos positivos y las lagunas existentes.

Desde tu punto de vista, ¿qué medidas pastorales o qué actuaciones, además de las que ya se realizan, tendrían que llevarse a cabo para que tu parroquia sea una “comunidad”, una “familia”? Destaca y califica los aspectos positivos y las lagunas existentes.

¿Se cuidan en la parroquia los detalles que propician la unidad y la amistad? Señalar fallos significativos en este sentido. 

¿Se fomentan las actividades generadoras fraternidad y familiaridad, como pueden ser: asamblea parroquial, convivencias, peregrinaciones, excursiones, etc.?

¿Se respira en la comunidad parroquial familiaridad, confianza, amistad, o la parroquia es, más bien, un edificio de pisos cuyos vecinos no se conocen ni se hablan.

C. CARIDAD Y SERVICIO

"La Parroquia, comunidad encarnada 
que testimonia la fe por la caridad."

La parroquia es una “comunidad encarnada”, esto es, abierta y solidaria con el contexto social que la configura. 

Es imprescindible la apertura de la parroquia al compromiso social y apostólico con los que sufren, ya que la Iglesia “se siente intima y realmente solidaria del género humano y de su historia”.

La caridad es el rasgo de la eclesialidad que visualiza el amor de Dios al hombre y por tanto, una parroquia renovada y “en salida” ha de priorizar incluir un programa de atención a los más necesitados de la feligresía y del entorno: los enfermos, los ancianos, los abandonados y los pobres.

Para la acción:
  • Cáritas parroquial
  • Programas de Voluntariado individual y/o grupal.
Para la reflexión:

Reflexionar y comentar pastoralmente si tu parroquia –fieles y grupos apostólicos- ¿está abierta a la gente del entorno y preocupada por sus problemas, o es, más bien, un ghetto aislado del pueblo? ¿Cuáles serían los indicadores de uno y otro signo? 

¿Se valora la “caridad” como una prioridad pastoral en tu parroquia, tanto en la atención a los pobres, en el acompañamiento a los “mayores” o en la visita a los enfermos? Analizar la realidad de tu propia parroquia. 

En cuanto a Cáritas: ¿Está organizada formalmente?; ¿Es un organismo de servicio y no de protagonismo?; ¿Responde a las necesidades reales según sus posibilidades?

D. DISCIPULADO Y LIDERAZGO

"La Parroquia se fundamenta en la fe 
y transmite la fe para la creación de discípulos."

Una “Comunidad de fe”, tiene, al menos, dos rasgos esenciales: primero, que se trata de una comunidad cristiana, para lo cual es indispensable la fe en Jesucristo; no hay parroquia si no hay adhesión a Jesucristo; y, segundo, que se trata de una comunidad misionera y evangelizadora, para lo cual es indispensable transmitir y educar la fe de sus miembros, porque ella es el “ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe”.

La comunidad cristiana es la comunidad de discípulos cristianos misioneros. Jesús, antes de sus ascensión, y con autoridad y solemnidad, da los apóstoles la siguiente misión: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mateo 28, 19).

Una fe teórica, vacía de su contenido esencial, que es Jesucristo, no es ni atrayente ni interpelante. El cristiano tiene que encontrarse con la verdad personal de Cristo y ponerle en el centro de su vida. 

Para la acción:
  • Grupos de matrimonios
  • Catequesis 1ª comunión 
  • Catequesis de juveniles
  • Catequesis de jóvenes
  • Vida ascendente 
  • Cursos pre-matrimoniales
  • Cursos pre-bautismales
  • Escuela de discipulado
Para la reflexión

¿Qué valoración haces de tu parroquia en cuanto a la atención prestada a la educación de la fe: catequesis de adultos, de jóvenes, de juveniles, de matrimonios, pre-bautismales, pre-matrimoniales, vida ascendente, etc.? Destaca y califica los aspectos positivos y las lagunas existentes.

¿Se oferta suficientemente la reflexión y estudio sobre la Palabra de Dios, es decir, se le da prioridad pastoral a la Lectura orante y creyente de la Palabra, estudio sobre la Biblia, estudio de Encíclicas, etc.?

Como siempre es posible mejorar la situación, ¿qué iniciativas pastorales consideras que son necesarias llevar a cabo en el ámbito de la educación de la fe para que se dé una verdadera revitalización de tu parroquia?

¿Cuáles deberían ser los rasgos del párroco como pastor (sacerdocio ministerial) respecto a la comunidad parroquial (sacerdocio común)? 

¿Hay en tu parroquia verdadero sentido de “comunidad sacerdotal” en la que todos son valorados, todos son tenidos en cuenta, se forman líderes, se distribuyen responsabilidades, etc? 

¿Percibe la comunidad parroquial signos de unidad, de comunión y de colaboración entre el sacerdote y el Obispo y con los demás sacerdotes?

E. EVANGELIZACIÓN

"La Parroquia, plataforma de 'misión' y ámbito de 'acogida'."

La dimensión misionera de la parroquia es quizás el aspecto teológico-pastoral más descuidado y, consecuentemente, más necesitado de asumir y desarrollar en nuestro contexto socio-religioso actual: hoy la “situación de misión” se da tanto en el exterior como en el interior de la misma comunidad de bautizados.

Es imperiosamente necesario redescubrir el propio bautismo y asumir el compromiso apostólico.

Una práctica habitual de las parroquias es “mucha sacramentalización y poca evangelización”. Se suele decir, pastoralmente hablando, que el nuestro es un “pueblo de bautizados, pero no evangelizado”.

La revitalización de las parroquias debe realizarse también con este sentido misionero como una dimensión operativa del ser y del actuar de la parroquia.

Una "parroquia en salida" requiere:
  • Tomar conciencia de que existe una gran parte de los fieles bautizados practicantes, cuya fe está adormecida.
  • Priorizar el “primer anuncio” o kerigma, presupuesto fundamental para provocar y despertar la fe adormecida.
  • Evangelizar a los alejados, que son una gran parte de los mismos bautizados y a los “agnósticos”, ateos o no creyentes.
  • Perseverar en la actividad formativa y catequética para el crecimiento y maduración de quienes se adhieren a la comunidad. Se trata de una prioridad pastoral que, a su vez, es una urgencia evangelizadora.
La parroquia debe iniciar itinerarios pastorales que exijan creatividad, renovación, cambios o, quizás, ruptura en modos habituales de actuación pastoral. “Desde la inercia pastoral no es posible una evangelización misionera”. 

No basta con reconocer a nivel de análisis socio-rreligioso los signos que existen de “descristianización”, de “secularización interna de la Iglesia”, de “paganismo cristiano”, etc. Lo importante y necesario es que, en las parroquias, sus pastores descubran y constaten dicha realidad de misión y la afronten, pastoralmente. Lo que el Papa Francisco llama "pastores con olor a oveja".

La atención a los “alejados” merece una reflexión especial, como tarea específica de la pastoral misionera. 

“Alejados” son todos los que no están en comunidad cristiana:
  • quienes no han oído jamás hablar de Jesucristo
  • quienes se confiesan ateos 
  • quienes están integrados en otras confesiones no cristianas 
  • quienes, estando bautizados, viven lejos de las prácticas cristianas de forma habitual.
Es muy importante disponer de un proyecto pastoral específico para los “alejados”, “agnósticos” o no creyentes, para tenerlo en cuenta cuando las circunstancias propias lo requieran. No actuar bajo la improvisación.

Una de las dificultades de la pastoral misionera es el “lenguaje”. ¿Cómo hablar de Dios a quienes lo niegan? ¿Cómo acercarse a quienes se separan? ¿Cómo encontrase con quienes huyen? Son cuestiones que nos colocan ante una compleja tarea apostólica en un mundo descreído. Sin dar respuesta a todas estas cuestiones, sí podemos afirmar que, para la evangelización de los alejados, el mejor lenguaje misionero es el del “testimonio”.

Para la acción:
  • Cursos Alpha
  • Retiros de Emaús
  • Retiros de Effetá
  • Proyecto amor Conyugal
  • Escuela de Evangelización
  • Acogida
  • Perseverancia
Para la reflexión:

¿Hay conciencia en la parroquia de la pobreza de fe y de la falta de formación religiosa de muchas de sus gentes? Comentar la experiencia que haya en este sentido. 

¿Se presta la atención debida a la formación y educación de la fe, resaltando, sobre todo, su carácter misionero en los momentos especiales como son: bautizos, bodas, funerales, etc.? 

¿Hay preocupación en tu parroquia (sacerdotes, religiosos/as, catequistas, grupos apostólicos, etc.) por el problema pastoral de los “alejados”, aún entre los practicantes? ¿Se ha hecho alguna reflexión seria al respecto? Debatir el tema.


domingo, 12 de julio de 2015

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS






En Juan 13, 34-35, Jesús nos dice: "Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros, como yo los he amado. En esto reconocerán todos que sois mis discípulos."

Cuando servimos con amor a los demás, no sólo hacemos que se sientan amados y cuidados, nosotros también desarrollamos felicidad interior y paz porque como discípulos de Cristo e hijos de Dios, sentimos su amor.

Y cuanto más amor, caridad, bondad y compasión ofrezcamos a los que nos rodean, bien a través de nuestra presencia, nuestras palabras, nuestras acciones o comportamientos, más amor y felicidad traeremos hacia nosotros. 

Y eso es, precisamente, la síntesis del plan de Dios.

En Alpha sucede también.


miércoles, 8 de julio de 2015

UN VIAJE INESPERADO





Muchos conocéis mi admiración y entusiasmo por la obra de J. R.R. Tolkien y su Tierra Media. Hoy quiero referirme a uno de sus primeros libros, “El Hobbit: un viaje inesperado”.

Aunque a primera vista parezca tratarse de un cuento de niños, se trata de una historia de desarrollo personal, de aprendizaje y de formación, más que de una aventura fantástica (que también).

El protagonista adquiere un sentido profundo de su identidad y una mayor confianza en el propósito de la misión gracias al viaje que decide realizar.

Tolkien describe el inesperado viaje de Bilbo como una búsqueda de madurez ante su negativa inicial a emprenderlo, dado que su acomodada, tranquila y despreocupada vida, la feliz ausencia de grandes agobios dentro en su “agujero hobbit” no le proporcionaba inquietud alguna por las grandes aventuras, llenas de inagotables dificultades e innumerables peligros.

A su vez, forman también parte de la línea argumental y moral de la historia: la superación de la codicia y el egoísmo, el alto concepto del compañerismo y la lealtad, el compromiso y el servicio a los demás, desde la mayor de las insignificancias, con momentos de duda, y muchas veces, incluso siendo ninguneado.

Volviendo a nuestro mundo, durante este curso a muchos de nosotros, nos ha ocurrido algo parecido. Nos hemos embarcado en un “viaje inesperado”, en una misión, en una aventura.

Al principio, como a Bilbo, nos invadió la duda, la desconfianza y el escepticismo, pero dimos el sí.



A lo largo del viaje, aprendimos a luchar contra las dificultades y los retos, conocimos el valor del compromiso y el servicio a los demás, nos tentaron y nos ningunearon.

Terminamos el viaje volviendo renovados y maduros en la fe, adquiriendo un profundo sentido identitario como hijos de Dios y discípulos de Cristo, disfrutando de la alegría del servicio, del valor de la unión comunitaria, de la fraternidad y del compañerismo.

Transcurridos unos meses de la finalización del curso y acabadas las "grandes aventuras", se abre ante nosotros la tentación de relajarnos, de “desacelerar”, de caer en el desánimo como le ocurrió a Bilbo, al regresar a la Comarca. Pero las cosas ya no son…no pueden ser… como antes.

“El mundo ha cambiado. 
Lo siento en el agua. 
Lo siento en la tierra. 
Lo huelo en el aire, 
pero pronto llegaría el momento 
en que los Hobbits tendrían en sus manos 
el futuro de todos...”
(Introducción de Galadriel en “El Señor de los Anillos”).

El mundo ha cambiado y nuestra visión de él, también. No podemos regresar a la rutina de siempre, a la tranquilidad de nuestra vida acomodada de antaño como si no hubiese sucedido nada.

Cristo, hallado en el ministerio del servicio, se ha convertido en alguien decisivo en nuestras vidas, como el "anillo único" para Bilbo, hallado en las profundidades de las Montañas Nubladas.

El Señor nos llama a seguir viviendo nuestra identidad cristiana con alegría, a mantener la misión en nuestra mente y en nuestro corazón y a retomar el viaje (que ya no es “inesperado”), sirviendo con un renovado dinamismo y con un reforzado entusiasmo, que surgen del encuentro con Jesús.