¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

sábado, 7 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (7): CON FE, NADA ES IMPOSIBLE

"En verdad os digo que, 
si tuvierais fe como un grano de mostaza, 
le diríais a aquel monte: '
Trasládate desde ahí hasta aquí', 
y se trasladaría. 
Nada os sería imposible"
(Mateo 17,20)

La lectura del libro de Deuteronomio que la Liturgia nos ofrece hoy nos muestra el "Shemá", "Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno", una de las principales y más sagradas plegarias judías, una especie de "credo" judío que afirma al único Dios a quien amar con todo el corazón, con todo el alma y con toda la fuerza.

Lo primero que proclama el Shemá es “Escucha”. La primera actitud de fe que debemos tener es de escucha, de prestar atención y para ello, debemos rezar, establecer una relación estrecha con Dios.

El Evangelio de Mateo 14,17-20 nos relata el enfado de Cristo al comprobar que sus discípulos discuten y siguen sin tener fe, a pesar de que acaban de bajar con Él del Tabor, tras haber visto su gloria y haber escuchado a Dios Padre. 

Les llama generación incrédula y perversa, y les dice, poco más o menos, que no les soporta. Es como si los discípulos le frustraran y le "sacaran de quicio", porque a pesar de estar con el Hijo del Dios vivo, a pesar de ser testigos de milagros y signos portentosos, ellos siguen sin ver ni oír. Y sobre todo, siguen sin rezar...siguen sin tener fe.

Una vez más, Jesús busca fe en la tierra "Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lucas 18,8), porque con fe todo es posible, incluso lo humanamente imposible. 

El Señor ni siquiera me pide una fe adulta ni perfecta. No le importa que sea pequeña pero sí que sea auténtica. La fe es un don de Dios que debemos pedir para que Él nos la aumente, para que de un grano de mostaza, se convierta en un gran árbol donde aniden los pájaros (Mateo 13,31).

Me pide una fe firme, como la del hombre que se arrodilla por amor paternal y tiene la certeza de que Cristo puede curar a su hijo epiléptico, cuando le hace una petición sencilla pero auténtica, una súplica simple pero sincera: "Ten compasión de mi hijo". 

El evangelio de san Marcos hace un relato más extenso de la escena en la que Jesús le dice al padre del muchacho epiléptico que todo es posible al que tiene fe, a lo que aquel le responde: "Creo, pero ayuda mi falta de fe" (Marcos 9,23-24). El padre atribulado es consciente de que su fe necesita la ayuda de Jesús, le entrega su debilidad a Cristo, quien la acoge y le concede la gracia por el amor que brota de ese corazón de padre.

Durante esta semana, estamos escuchando en la Palabra de Dios casos de "fe que mueve montañas" de personas que no son discípulos de Cristo, sino gente ajena a Jesús, incluso pagana. Sin embargo, se acercan a Dios con auténtica fe y con gran humildad. Por eso, Cristo se compadece de ellos y accede a sus peticiones. 

¡Cuántas veces no veo frutos porque no rezo! 
¡Cuántas veces pretendo servir a Dios sólo por mis méritos y sin confiar en Él, sin escucharle! 
¡Cuántas veces caigo en una fe de rutina! 
¡Cuántas veces ofrezco a los demás una fe de "postureo"! 
¡Cuántas veces tengo mi corazón cerrado a la gracia!
¡Cuántas veces me niego a darle el control total a Jesús! 
¡Cuántas veces creo sólo en mis capacidades y me convierto en un incrédulo y en un perverso!

¡Señor, auméntanos la fe 
porque somos siervos inútiles! 
(Lucas 17, 5 y 10)

viernes, 6 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (6): ESCUCHADLO

"Este es mi Hijo, el amado; 
escuchadlo"
(Mc 9,7)

Hoy, el capítulo 9 del evangelio de san Marcos nos presenta una visión del cielo, nuestro destino final, y nos muestra la gloria, el poder y la autoridad de Jesucristo, anticipada por la profecía del capítulo 7 de Daniel y ampliada después por la visión de san Juan en el capítulo 1 del Apocalipsis, y en los que se repite un imperativo constante: "Escuchadlo", "El que tenga oídos, que oiga"...

El monte es el lugar físico del encuentro entre lo eterno y lo temporal, entre Dios y el hombre: Sinaí es Alianza, Moria es Sacrificio, Horeb y Carmelo es Presencia, Quarantania es Tentación, Eremos es Bienaventuranzas, Olivos es Agonía...Tabor es Visión del cielo, irradiación de la Gloria de Dios y confirmación de la identidad de Cristo. Es icono de Resurrección, signo de nuestra esperanza y razón de nuestra fe

Moisés y Elías, "hombres de monte”, aparecen junto al Señor y escenifican el paso del Antiguo al Nuevo Testamento. La Ley de Moisés y los Profetas de Elías, flanquean al Evangelio, al Elegido, al Salvador. 
El Señor se trasfigura para que pueda entender, más tarde, como se desfigura en el "escandalo" de la Cruz. El camino al cielo pasa siempre por la cruz. Jesús me enseña un "cachito de cielo" para darme esperanza y así, cuando lleguen los momentos difíciles, ser capaz de perseverar en la fe. 

Dios Padre se hace presente en la misma nube (símbolo del Espíritu Santo) que cubrió a Moisés en el Sinaí (Ex 19,9), o a María en la Encarnación (Lc 1,35), y que ahora cubre a Jesucristo. La misma nube que le llevará en su Ascensión (Hch 1,9) y que le traerá en su Retorno (Mc 13,26). Y repitiendo palabras similares a las del bautismo de Jesús en el Jordán, Dios Padre confirma Su voluntad, esto es, que Cristo es el cumplimiento pleno y completo de Su Plan Salvífico: "Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo".
Pedro, Santiago y Juan, los más cercanos y amados por el Señor, son elevados en oración, "arrebatados en espíritu" para contemplar la visión celeste, pero se duermen, igual que se dormirán en Getsemaní. De repente, un resplandor les deslumbra: el rostro de Jesús brilla refulgente pero no dan crédito a lo que sus ojos ven y sus oídos oyen. 

El miedo inicial, que les hace caer de bruces, se convierte en éxtasis gozoso y muchos años más tarde, san Pedro recordará este momento: “Con nuestros ojos hemos visto su majestad” (2 Pe 1, 16). Aunque en Marcos no lo relata, en Mt 17,6, Jesús se acerca a los tres discípulos y les dice: "Levantaos. No tengáis miedo", igual que el ángel del Señor le dirá a Juan en Ap 1,17. 
Jesús les habla de resurrección pero ellos no entienden porque, ante el miedo que les paraliza, no escuchan. Y porque no escuchan, no pueden creer ni esperar. Más tarde, ya Resucitado, Jesús reprenderá a los dos de Emaús su falta de fe y de esperanza: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria? (Lc 24,25-26).

Como a los tres Apóstoles, el Señor me invita a la gran liturgia celeste, a la Eucaristía, donde soy transportado al cielo, "elevado en espíritu" a la presencia de Dios, donde me uno en oración a toda la corte celestial. Al contemplar su rostro glorioso, caigo rostro en tierra ante el trono de Dios, hago silencio y escucho.

Como los tres apóstoles, muchas veces, veo pero no entiendo, oigo pero no escucho. Y cuando no entiendo algo, me dejo embargar por el miedo y busco mi propia seguridad (acampar). Y cuando no escucho, mi fe se tambalee y mi esperanza se desvanece. Sólo ante la visión de Cristo resucitado y glorioso, mi fe y mi esperanza cobran todo su sentido.

Todo conduce a Jesús. Si Nuestra Madre, la Virgen María, nos dijo en Caná "Haced lo que Él os diga", ahora, Nuestro Padre Todopoderoso, en el Tabor nos dice: "Escuchadlo". 

A Jesús, le escucho en la Palabra y le contemplo en la Eucaristía, donde me interpela y me pregunto ¿Cómo es mi actitud en presencia de Dios? ¿Cómo es mi oración? ¿Cómo es mi fe? ¿Y mi esperanza? 

¿Comprendo que para alcanzar el cielo tengo que pasar por la Cruz? ¿Escucho y aplico en mi vida lo que Jesús me dice en la Sagrada Escritura? ¿Me dejo transfigurar por la Palabra para ser luz del mundo? o ¿me quedo indiferente en mis seguridades?


JHR

jueves, 5 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (5): ¿QUIEN ES CRISTO PARA MÍ?

"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron: Unos que Juan el Bautista, 
otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. 
Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?'
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: 
Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo" 
(Mateo 16,13-16)

La lectura del libro de los Números 20,1-13 nos muestra dos actitudes: por un lado, la terquedad del hombre, la dureza de su corazón que le lleva a amotinarse y a disputar con Dios, y por otro, la santa y fiel paciencia de Dios que hace brotar de la Roca el agua de vida. 

Paralelamente, el Evangelio conecta la Roca de la que mana agua con la persona de Jesucristo, la Piedra angular, quien nombra a Pedro la piedra sobre la que edifica la Iglesia. Jesús quiere que su Iglesia esté edificada con piedras vivas y por ello, nos interpela con dos preguntas: 

¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
La primera pregunta va dirigida al aspecto exterior (superficial y general), a la impresión que tiene la gente de Dios hoy, es decir, ¿Quién es Jesucristo para la gente?

El mundo conoce "de oídas" la figura de Jesús: un hombre importante y bueno, un gran profeta que vivió y que murió crucificado en Jerusalén. Sin duda, la figura de Jesús ha sido significativa para la humanidad, y como prueba de ello, nuestro calendario marca la historia en función de su nacimiento. 

Sin embargo pocos son los que profundizan en su persona y buscan más allá del hecho histórico. Pocos son los que comprenden la importancia de su mensaje y de su resurrección, y menos aún, los que se comprometen con Él y le siguen.

Como en la antigüedad, la gente sigue entrando en disputa con Dios, amotinándose y negándole. En todo caso, le imaginan como una energía, una fuerza cósmica,  un "Big Ban". 

A su "forma", creen en Dios como "algo" y no como "alguien". Para la mayoría de las personas, Dios es una entelequia, un concepto intrascendente y desde luego, ajeno a sus vidas. Viven sin Dios. Viven con un corazón endurecido que no deja brotar vida. Viven sin fe, sin esperanza y hasta sin amor.

¿Influye en mí lo que la gente dice o piensa de Dios? ¿Me dejo llevar por el pensamiento general o trato de buscarle yo mismo? ¿Le conozco de oídas o tengo una relación estrecha con Él? ¿Qué lugar ocupa en mi vida y en mis prioridades? ¿Cómo está de endurecido mi corazón?

Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?
La segunda pregunta va dirigida a la visión interior (profunda y particular), la impresión que determina la importancia que tiene Dios para nosotros, los cristianos: ¿Quién es Cristo para mí?

Es decir, la pregunta de Jesús escruta el nivel de compromiso, de fe y de confianza que tengo con Él, lo que Él significa para mí, el lugar que ocupa en mi vida...la diferencia entre "conocerle de oídas" y "tener una relación con Él", entre verle como un hombre o como Dios, entre tenerle como un conocido o como un amigo.

Muchas veces me ocurre lo que a Pedro: hago una confesión de fe en Jesucristo, doy testimonio de que es el "Mesías", el "Hijo del Dios vivo" pero cuando profundizo en el mensaje, me cuesta asumirlo, me supone "problemas" y "compromisos", y no quiero dar ese paso más allá que me pide el Señor. 

A veces, incluso, quiero modificar Su plan, como pretendía el pueblo de Israel o el propio Pedro. Tan sólo quiero asumir la parte "bonita" del Evangelio, lo sentimental de la fe, lo que me viene bien. Y Jesús me "regaña" con razón porque me convierto en "piedra de tropiezo".
¿Reconozco, igual que Pedro, a Cristo como "Hijo del Dios vivo" pero luego no quiero escucharle, seguirle o comprometerme? ¿Digo que le amo pero enseguida le niego? ¿Mi fe es la de Cristo o una hecha a mi medida? ¿Elijo lo que me gusta de Jesús y descarto lo que me incomoda o me desagrada? ¿Es mi fe una fe de sentimientos? ¿Soy "piedra viva" o "piedra de tropiezo'?¿Pienso como los hombres o como Dios?

Lo que diferencia a un cristiano del resto es primero, que proclama que Jesucristo ha resucitado y segundo, que tiene una relación estrecha con Él, es decir, que adquiere un compromiso real con Cristo Resucitado, que asume el dolor y el sufrimiento, el insulto y la vejación, la persecución y hasta el fracaso. 

Entonces, una persona se convierte en "piedra viva" del reino de Dios, lo que requiere transformar un corazón de piedra en uno de carne, dócil y humilde, sin orgullos ni vanidades mundanas; lo que supone "doblar la dura cerviz" y postrarnos ante Él; lo que implica contemplarlo como Salvador y priorizarlo como Rey... para "dejarlo todo" y seguirlo. 

¿Quién es Cristo para mí?

miércoles, 4 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (4): FE QUE MUEVE MONTAÑAS

No me canso ni cansaré de decirlo: ¡Qué grande, qué bueno y qué paciente es el Señor! Tanto cuando habla a través de su Palabra como cuando guarda silencio...

Hoy me siento plenamente identificado y representado en el Evangelio de Mateo 15, 21-28, tanto con la cananea como con los discípulos. 

Hace algunos años, yo era un "cananeo" que rogaba con insistencia, un alejado de Dios que le buscaba, un gentil que tenía una hija, en cierto modo, endemoniada, prisionera del mal, atrapada en el dolor y en el sufrimiento. Yo le gritaba a Dios con desesperación para que curara el sufrimiento que experimentamos en casa y Él...guardaba silencio. Yo, insistía, aún sabiéndome indigno y sin derecho alguno, pidiéndole a Dios con fe que se compareciera de mi situación y Él...guardaba silencio.

Ahora sé que su silencio tenía una razón de ser: antes de concederme lo que le pedía, debía purificar mi corazón. Y lo hizo... Primero, sanó mi corazón y después, mi dolor. Estoy convencido de que si miramos a Dios sin fe o con apatía o con un cierto interés egoísta, no encontraremos respuesta. Porque sin fe, el Señor no puede hacer milagros. Es la limitación que Dios se autoimpone: nuestra libertad.

Aún con una fe inmadura y pequeña, parece que Dios "se deja querer", que "se hace de rogar"... lo mismo que hacemos los padres con nuestros hijos para comprobar que su intención es pura y consciente.
La gracia de Dios necesita de una actitud dócil y humilde para que se derrame sin medida. No es posible imponerle nada al Todopoderoso. Otra cosa es insistir. Estoy convencido que a Dios, que es un padre amoroso y compasivo, le gusta que le insistamos, que seamos "pesados", al "estilo cananeo". Y le gusta, porque nos quiere con locura y nos mira con esos ojos llenos de ternura.

A pesar de que Jesús parece incomodarse con la mujer al principio, reprende a los discípulos porque tratan de desentenderse de ella. Lo mismo que les ocurría con la multitud en el evangelio del lunes, cuando querían mandar a la gente a sus casas. 

Sabemos que los judíos consideraban a los cananeos "perros", por ser carroñeros, o "cerdos"  por ser impuros (1 Samuel 17,43; 2 Samuel 3,8; 2 Samuel 9,8; Proverbios 26,11; Mateo 7,6; Levítico 11,7). 

Por tal motivo, la mujer pagana, que se sabía mal considerada por ellos, podría haberse sentido humillada, ninguneada y despreciada... Podría haberse enfadado, haber desistido por orgullo y haberse marchado...Sin embargo, se humilla y ruega, por amor a su hija, con una fe que mueve montañas y con una perspicacia que conmueve el corazón de Jesús.
Ahora que soy un discípulo cristiano, el Señor también me da un "zasca" y una reprimenda porque, a veces, miro a otros y pienso que son unos pesados, que no son merecedores de Dios, que no son dignos y quiero "quitármelos de encima".

Entonces, el Señor me enseña la actitud correcta que debo mostrar: una mirada compasiva y misericordiosa. Porque yo no soy quien para despreciar o para "quitarme de en medio" a aquellos que no pertenecen a la familia de Dios o aquellos que considero "pecadores", "impuros" o "inmerecedores de la gracia".

Tengo que atenderles como si fueran mis hermanos y amarles aunque no me amen. Porque si sólo amo a quienes me aman, ¿Qué mérito tengo? (Mateo 5,44-48), ¿Acaso yo estoy libre de pecado? (Juan 8,7) ¿Acaso yo, en mi soberbia, soy más merecedor de la gracia de Dios? (Santiago 4,6).

Cuando estamos angustiados porque tenemos un problema grave o cuando vivimos una experiencia dolorosa o tenemos una necesidad urgente, nuestra alma lanza un grito desesperado y desgarrador a Dios, esperando una respuesta rápida y una solución inmediata. Pero, en ocasiones, Dios no responde enseguida ni ofrece una solución inmediata. 

Y es que "lo divino" actúa con una visión eterna, mientras que "lo humano", con una visión temporal, duda, desespera y se pregunta ¿Por qué Dios no me escucha? ¿Por qué no me hace caso y se mantiene ausente ante mis peticiones?

Sin embargo, cabría preguntarse ¿No será que Dios pone a prueba mi fe? ¿No será que desea purificar mi intención? ¿No será que quiere saber hasta dónde estoy dispuesto a llegar? ¿No será que quiere hacerme entrar en una visión de mayor amplitud y plenitud?

Dios es eterno. No tiene prisa ni es apresurado o alocado. Es paciente y espera. Él quiere que insista, que crea en su misericordia, que medite y persevere con fe, esperanza y caridad. Quiere que entienda que, aunque siempre me escucha, no me atiende a la primera. Quiere que piense no tanto en el por qué sino el para qué.

Gracias, Señor por tu infinita paciencia y por tu eterna misericordia
¿Qué sería de mí si no fueras Amor? 
¿Qué sería de mí si no fueras paciente y benigno? 
¿Qué sería de mí si llevaras cuentas del mal o te irritaras? 
¿Qué sería de mí si no excusaras, creyeras, esperaras y soportaras todo? 
Gracias, Señor por ser Amor
(1 Corintios 13,4-7)

martes, 3 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (3): NO TEMÁIS, SOY YO

"¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"
(Mateo 14,27)

El evangelio de hoy me suscita numerosas referencias pascuales y me pone de relieve sutilmente al Resucitado. También, me sugiere la importancia de velar y de estar alerta ante la llegada del Señor o Parusía.

Jesús apremia a los discípulos para que se embarquen y para que vayan a la otra orillala barca simboliza la comunidad cristiana, es decir, la Iglesia, y la otra orilla, la tierra de los gentiles, la tierra de misión, el anuncio del Evangelio. 

El Señor los envía por delante al mundo mientras se despide de la gente y sube al monte, que simboliza el Calvario y también la Gloria de Cristo. Ya ha anochecido"caída la tarde" (Marcos 6,47), es decir, se ha hecho la oscuridad en el mundo. La noche implica la muerte del día, supone la ausencia de luz y simboliza la falta de guía, conocimiento y control humano. 

La oscuridad simboliza la muerte de Jesús, la ausencia de Cristo, las tinieblas de la muerte, mientras que la luz de la aurora representa la esperanza de la resurrección y la vida
El mar simboliza el ámbito satánico y el caos, el lugar donde se concentran el mal y las fuerzas diabólicas. De hecho, para los judíos el "mal caótico y satánico" (la invasión romana) surgió del mar (Mediterráneo). 

El viento contrario, las dificultades y las persecucionesy las olas encrespadas, las apostasías y las tentaciones

Jesús se acerca caminando sobre el mar (Mateo 14,26; Marcos 6,45-52; Juan 6,15-21), capacidad propia y exclusiva de Dios (Job 9,8) y que, unida al hecho de ser de noche simboliza su poder sobre las fuerzas del mal. 

El caminar sobre las aguas de Jesús evoca a Moisés cruzando el Mar Rojo, signo de liberación de la esclavitud egipcia y el nacimiento del pueblo de Israel, y simboliza la redención del pecado y la muerte, y el nacimiento de la Iglesia.
Se acerca en la cuarta vela, que simboliza la Vigilia Pascual y significa al amanecer, entre las 3 y las 6 de la mañana, según la división que hace Marcos 13,35: "Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer", expresando lo repentino e inmediato del acontecimiento

Los discípulos no le reconocen, e incluso se asustan, pensando que es un fantasma (una aparición), igual que dirán los dos de Emaús: "Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo" (Lucas 24,22-23).

Jesús se identifica, les anima (como a los dos de Emaús cuando les cuenta lo que de Él dicen las Escrituras) y les dice: "Soy yo, no tengáis miedo" pero siguen sin reconocerle o, en el mejor de los casos, dudan. 

Pedro le pide una muestra de que es Él, para que pueda ir hacia Él, igual que cuando saldrá corriendo hacia el sepulcro la mañana de la resurrección (Lucas 24, 12). Jesús le dice: "Ven" pero Pedro, como le ocurrirá al negarle en la noche del Jueves Santo, siente miedo, desconfía, pierde de vista al Señor y se hunde en sus miserias (antes de que cante el gallo y, por tanto, antes de la tercera vela).

El Señor, enseguida, extiende su mano y le dice: "¡Hombre de poca fe!", anticipando lo que les dice a los de Emaús: "¡Qué tontos y que necios sois!". Entonces, le pregunta "¿por qué has dudado?"...o también como le dirá más adelante: "Pedro ¿me quieres?"
En cuanto subieron a la barca, es decir, en cuanto entran con Jesús en la Iglesia, en la Eucaristía, encuentran paz. Y entonces, le reconocen: "Realmente eres Hijo de Dios"...o dicho de otro modo, "En verdad, ha resucitado".

Jesús nos apremia, nos dice que urge la evangelización y nos envía al mundo, que está sumido en las tinieblas de la noche porque vive sin Dios y en la traición de Judas porque los corazones de muchos están sumidos en una oscuridad interior de caos y maldad (Juan 13,30)

Nos exhorta a confiar en Él aunque seguirlo no es fácil en medio de las dificultades, las tentaciones y las persecuciones pero Cristo tiene poder sobre el "mar" y, como nos ha prometido, "está con nosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos" (Mateo 28,20). 

El Señor nos invita a estar alerta y vigilantes, rezar y perseverar hasta el fin porque no sabemos en qué momento de la noche será su segunda venida o parusía. Nos anima a no tener miedo, a no dudar.

Nos llama a ser la luz del mundoser valientes a testificar al mundo que Jesús no es un fantasma ni una aparición, a reconocer que "es Él", que es real y vive, a proclamar que: 

"Jesucristo ha resucitado"....

lunes, 2 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (2): "TRAEDMELOS"

"Comieron todos y se saciaron 
y recogieron doce cestos llenos de sobras. 
Comieron unos cinco mil hombres, 
sin contar mujeres y niños."
(Mateo 14,13-21)

El evangelio de Mateo nos muestra el milagro de la multiplicación de los panes y los peces que también relatan los otros evangelios (Juan 6, 1-15, Marcos 6,30-44, Lucas 9,10-17), enfatizando que se trata de un signo de excepcional importancia: la Eucaristía, en la que Jesús se compadece de la gran multitud porque los ve como ovejas sin pastor (Marcos 6,34), porque los ve hambrientos y enfermos, es decir, nos mira con misericordia, nos alimenta y nos perdona los pecados.

A diferencia del evangelio de Juan, que comienza con la iniciativa de Jesús para probar la fe de Felipe y Andrés, y que sólo son capaces de aportar soluciones humanas del todo insuficientes, Mateo, Marcos y Lucas optan por darles la iniciativa a los discípulos que, viendo que se hace tarde y el día declina, le dicen al Señor que se deshaga de la gente y los mande a sus casas. Es decir, se desentienden de la gente.

Sin embargo, Jesús les dice a los discípulos que sean compasivos, que les acojan, que les atiendan en sus necesidades y que les den de comer. Ellos le ponen objeciones por la escasez de alimentos y por su incapacidad para cubrir las necesidades de tantas personas... y quizás también por egoísmo y por pereza. 

Es cuando el hombre, con humildad, ve que no puede, que Jesús toma las riendas y entra en acción. Y, refiriéndose a los cinco panes y a los dos peces, les dice: "Traedmelos", es decir, les pide que le lleven una ofrenda para obrar el milagro. Es el ofertorio eucarístico por el que Cristo quiere “lo poco” de nosotros para darnos “lo mucho” de Él. De nuestra pobreza, saca abundancia. 
Ese "traedmelos"  también nos interpela a llevar a Cristo a todos los que están necesitados, a todos los que tienen hambre y sed de Dios.

A continuación, "Mandó a la gente que se recostara en la hierba"evocando el Salmo 23,1-2: “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar” y el libro del Éxodo 14,1: “Acampad allí, mirando al mar”. Pero para que Jesús obre el milagro, aunque tenemos poco que ofrecer, a Él le basta sólo con nuestra fe. Sólo pide nuestra confianza en Dios y que lo que ofrezcamos, lo hagamos con amor y generosidad.

"Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos". Jesús utiliza la plegaria eucarística de acción de gracias y de consagración que utilizará en la última cena y que el sacerdote realiza en la Eucaristía para, a continuación, repartirla entre toda la asamblea.

"Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños"Cristo, en la comunión, se entrega generosamente y nos sacia, se revela como el Dios de la abundancia y de la generosidad, que no del despilfarro y el derroche. Su corazón está pendiente de nuestras necesidades. Toma lo que le ofrecemos (tiempo, dinero, habilidad o recursos) y lo multiplica más allá de nuestras expectativas.

Mi cuerpo necesita alimento pero mi espíritu también. ¿Cómo satisfago el hambre de mi espíritu? ¿Busco a Cristo en la Eucaristía? ¿Me doy cuenta de su generosidad, que colma cualquier expectativa? ¿Soy consciente que se me da a sí mismo hasta el extremo? 

Mis hermanos necesitan de mí pero, sobre todo, necesitan de Dios ¿Soy generoso y compasivo con los demás o me desentiendo de ellos? ¿Se los llevo a Jesús o trato de monopolizarlo?

domingo, 1 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): EL PAN DE VIDA

"Yo soy el pan de vida. 
El que viene a mí no tendrá hambre, 
y el que cree en mí no tendrá sed jamás" 
(Juan 6,35)

Comenzamos, como cada año en agosto, nuestras meditaciones paseando con Jesús por la orilla del mar. Hoy, Cristo nos ofrece en el discurso sobre el pan de vida, un “alimento que no perece” (Juan 6,27) que evoca el milagro del maná en el desierto, el alimento material que, aunque sacia momentáneamente, perece y no puede guardarse de un día para otro (Éxodo 16,20).

La multitud sigue a Jesús, no porque haya comprendido el significado del signo (la multiplicación de los panes y los peces), sino porque están saciados. No tienen fe sino interés egoísta y utilizan al Señor para su satisfacción física, para alimentarse sin esfuerzo.

En la Pascua, los judíos recordaban el pan del desierto que el pueblo comía como sustento diario, y aún así, éste no impedía que muriesen. Ahora, Cristo les pide dar un paso más: ¡Quien celebra la Pascua recordando sólo el pan que los padres comieron en el desierto, morirá como todos ellos! 

El verdadero sentido de la Pascua no es el de recordar el maná que cayó del cielo, un pan físico y temporal, sino liberarles de los esquemas del pasado y de los patrones humanos para aceptar a Jesús como el Pan de Vida que ha bajado del cielo.

Los judíos comienzan a murmurar, le muestran hostilidad, dudan de la presencia de Dios en Jesús de Nazaret (Juan 6,41-42) y hacen lo mismo que los israelitas en el desierto (Éxodo 16,2; 17,3; Números 11,1): critican a Jesús porque no aceptan su divinidad. Le ven como el carpintero de Nazaret y se niegan a creer que Jesús es el Hijo divino de Dios y no toleran ni aceptan su mensaje.

En la Eucaristía, ¿me quedo en la superficie del signo? ¿me acerco para "consumir el pan" por tradición, como en el pasado, igual que los judíos, o por un egoísmo material? ¿soy capaz de entender completamente el don que Dios me da? ¿Creo realmente que el propio Jesucristo se hace presente para saciar mi cuerpo y mi alma? 

El signo me interpela: ¿Por qué soy cristiano? ¿Reduzco mi fe a una práctica de normas o al cumplimiento de ritos y tradiciones? ¿Busco agradar a Dios o satisfacer mis deseos? ¿Acudo a Dios sólo cuando necesito algo? ¿Utilizo a Dios? ¿Me aprovecho de Él?

Quizás, yo también "murmuroy pongo objeciones a la Palabra de Dios, y termino negando y rechazando a Cristo porque, en realidad, no quiero aceptar las exigencias que suponen seguir a Jesús. Me basta con "tenerle" para satisfacer mis deseos y mis necesidades. 

En la Eucaristía, Cristo nos invita a ir más allá del signo: ¡Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura! (Mateo 6,33) porque ¡No sólo de pan vive el hombre! (Deuteronomio 8,3). 

Buscar el reino de Dios es creer y confiar en Jesús y decirle: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mateo 16,16)". Es confiar en Cristo y decirle. ¡Danos hoy el pan nuestro de cada día! (Mateo 16,11). Es alimentarse de Él y decirle: "¡Mi comida es hacer la voluntad de mi Padre que está en el cielo!" (Juan 4,34).

Cristo es el auténtico “maná del cielo” que nos alimenta en cada Eucaristía, el “pan nuestro de cada día” que pedimos en cada Padrenuestro, y mientras caminamos por el desierto, por la prueba, le rogamos“¡Señor, danos siempre de ese pan!”

lunes, 26 de julio de 2021

MARIA MAGDALENA, APÓSTOL DE LOS APÓSTOLES

“He visto al Señor
y me ha llamado por mi nombre"
(Jn 20,18)

Cuando algunos señalan a la fe cristiana como una religión machista, las primeras imágenes que me vienen a la cabeza son las de la Virgen María y de María Magdalena, quienes echan por tierra esa afirmación infundada.  Hoy profundizaremos en la figura de María Magdalena.

Los cuatro evangelios relatan la presencia significativa de la mujer en la vida pública de Jesús y, en particular, otorgan a María Magdalena un papel importante dentro de su grupo íntimo de discípulos, no sólo por ser la más nombrada, sino sobre todo, por ser el primer testigo del Resucitado.

La Iglesia canonizó a María Magdalena el 28 de abril de 1669 y, desde entonces, es venerada como santa, especialmente, en Francia. En 1988, el papa Juan Pablo II, en su carta apostólica Mulieris Dignitatem, la definió como la "apóstol de los apóstoles" (apostola aposolorum).

Su festividad se celebra el 22 de julio y fue establecida en el calendario romano general por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 10 de junio de 2016, por deseo expreso del papa Francisco.

En contra de lo que algunos opinan, María Magdalena no fue nunca una prostituta. Más bien, fue una mujer independiente en lo económico y bien posicionada, gracias a la rica industria pesquera de Magdala, su aldea de procedencia y cercana a  Cafarnaúm, en la costa occidental del lago de Tiberíades. Y una mujer influyente en lo social, rompedora de moldes, al seguir a Jesús en contra de una estructura religiosa estricta, cerrada y excluyente con la mujer. 
La Iglesia ortodoxa afirma que las tres Marías que aparecen en los evangelios son tres mujeres diferentes, mientras que la Iglesia Católica, según el papa Gregorio Magno en su homilía nº 33 (591 d.C.), identifica a María Magdalena con

-María la adúlteraa la que Jesús salva de la lapidación (Juan 8,3-11), a la que libera de siete demonios (Lc 8,1-2).

-María la pecadora, que unge los pies del Señor (Lc 7,37-50) la fiel seguidora de Jesús, junto a Juana, Susana y otras mujeres (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2; Jn 20, 10-18).
-María la de Betania, hermana de Marta y Lázaro. la hermana de Lázaro y de Marta, que unge con perfumes los pies de Jesús y los enjuga con sus cabellos en casa de Simón el fariseo, antes de su llegada a Jerusalén, la que se postra a los pies de Jesús mientras su hermana Marta la increpa por no ayudarla (Lc 10, 37-50; Mc 14, 3-9; Jn 11,1-2), la que está presente en la resurrección de su hermano Lázaro (Jn 11, 1-44) y la que, días después, en una cena en su casa, demuestra de nuevo su devoción por el Señor, ungiéndole los pies con un perfume muy caro, por lo que es recriminada por Judas (Jn 12,1-8; Mt 26,7)

María Magdalena es la mujer que, en compañía de la madre de Jesús, otras mujeres y el discípulo amado (Juan), estuvo presente en la pasión, muerte y resurrección de Jesús (Mc 15,40), al pie de la cruz (Jn 19,25) y en el sepulcro (Mt 27,61; Mc 15,47; Jn 19,25-26). 
María Magdalena es la mujer que, en compañía de la madre de Santiago el menor y de José, y de Salomé, fue de madrugada el primer día de la semana al sepulcro, convirtiéndose en el primer testigo ocular de la aparición de Jesús Resucitado y en la primera apóstol, al anunciárselo a Pedro y a los demás discípulos (Mt 28,1-10; Mc 16,9; Jn 20,1-18).
La grandeza de María Magdalena (ejemplo para todo cristiano) no está en la perfección de sus actos sino en la perfección de su amor, tal y como el propio Jesús se refiere a ella: “Le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho” (Lc 7,47). 

El Hijo de Dios quiso manifestar la gloria de su resurrección primero a aquella mujer manchada por el pecado, conversa por el amor y santificada por la gracia. 

Por eso, María Magdalena es la discípula amada y la servidora apasionada de Cristo, la amiga íntima y la compañera fiel del Maestro, la testigo veraz y mensajera valiente del Evangelio.

Los cristianos vemos en María Magdalena, aunque pecadora como nosotros, el paradigma del cristianoal recorrer todas las etapas de un seguidor de Cristo

-arrepentimiento, contrición y conversión: reconoce su pecado, se arrepiente y es perdonada. Se convierte, cambia radicalmente de vida, acompaña y sigue a Cristo allá donde vaya.

-amor, oración y escucha de la Palabra de Diosse enamora ardientemente de Cristo, espiritualmente hablando, y se postra a sus pies, en actitud de reverencia; se los lava y perfuma, en actitud de adoración; escucha la Palabra de Dios postrada a los pies de Jesús y se preocupa por las cosas eternas, en actitud de recogimiento y oración.

-acogida, servicio y misión: acoge y sirve al Señor durante y hasta el final de su vida pública, (pasión, crucifixión, muerte y resurrección; acude al sepulcro de madrugada y llora la desaparición del cuerpo de su Señor; es la primera que ve a Cristo resucitado y la primera que lo testifica y anuncia (a los apóstoles).

viernes, 23 de julio de 2021

TRES PREGUNTAS DE LOS DISCÍPULOS A JESÚS

"Estaba sentado en el monte de los Olivos 
y se le acercaron los discípulos en privado 
y le dijeron: 
¿Cuándo sucederán estas cosas 
y cuál será el signo de tu venida 
y del fin de los tiempos?"
(Mateo 24, 3)

Tras el capítulo 23 del evangelio de Mateo en el que Jesús se dirige por última vez a la muchedumbre en general, el capítulo 24 comienza con unos confundidos discípulos, que después de las duras palabras y los sentidos lamentos de Jesús por Jerusalén, le muestran la magnificencia de los atrios exteriores del templo. Sin embargo, Cristo les asegura que Jerusalén y el templo serán completamente destruidos (v.2), lo que provoca una mayúscula sorpresa y consternación en los discípulos.

Saliendo por la puerta principal del templo hacia el este, Jesús llega al monte de los Olivos, el mismo lugar donde el profeta Zacarías predijo que el Mesías pondría sus pies cuando viniera a establecer su reino (Zacarías 14,4). Se sienta y los discípulos, Pedro, Santiago, Juan y Andrés (cuyos nombres aparecen en Marcos 13,3-4), se le acercan en privado para que les explique aquella sentencia tan rotunda, y le formulan tres preguntas (v.3)¿Cuándo sucederán estas cosas? refiriéndose a la destrucción del templo y ¿cuál será el signo de tu venida y del fin de los tiempos? refiriéndose a su muerte y resurrección, y creyendo que el fin de los tiempos ocurriría de forma inminente.

La respuesta de Jesús a la primera pregunta no aparece en este Evangelio de Mateo, sino en el de Lucas 21, 20-24: la destrucción de Jerusalén y de su templo por los romanos cuarenta años después (equivalente al tiempo de una generación). que fue mucho mayor que la provocada por Nabuconodosor seiscientos años antes. 

Según el historiador Josefo, el Lugar Santo ardió de tal forma que todo el oro se derritió y se incrustó en las piedras del suelo, que los soldados romanos levantaron una a una, dando cumplimiento literal a las palabras proféticas de Jesús: "No quedará piedra sobre piedra". Lo único que quedó en pie del templo fue una parte de los cimientos del muro exterior, lo que se conoce hoy como el “Muro de las Lamentaciones” y que da cumplimiento a las lamentaciones de Jesús del capítulo 23.
Las otras dos preguntas no son contestadas por Jesús con una respuesta concreta ni con una fecha exacta, sino con una exhortación a estar preparados. Para ello, el Señor describe los acontecimientos historicos que ocurrirán en el fin de los tiempos, tanto en el mundo como en la Iglesia: está mostrando el comienzo del Apocalipsis, que sucederá tras su Ascensión a los cielos.

Sus palabras proféticas tienen un doble sentido: 

-sucesos que ocurrirían en tiempos de los apóstoles. Destrucción del templo de Jerusalén y el comienzo de su reinado mediante la fundación de su Iglesia.

-acontecimientos que se desarrollarían en el futuro. La tribulación de su Iglesia y su prueba final: la apostasía que sacudirá la fe de muchos. 

Jesús advierte a sus discípulos (y a nosotros también) para que nadie nos engañe (v.4), porque aparecerán muchos falsos cristos (Mateo 24,5 y 23-26; 2 Pedro 2,1), para seguidamente, describir las señales que sucederán antes del fin, como el principio de los dolores, analogía del alumbramiento de Jesucristo (Apocalipsis 12,2) y tiempo de angustia en el parto (Jeremías 30,7; Isaías 66,7; Miqueas 5,2): 

- guerras, hambre, epidemias, terremotos (v.6-7)
persecuciones, martirios, odios y traiciones (v.8-10)
falsos profetas, mentira, maldad y enfriamiento del amor (v.11-12) 
- el anuncio del Evangelio a todas las naciones (v.14)

Estas señales guardan un exacto paralelismo con los jinetes de Apocalipsis 6. Pero, sobre todo, Cristo nos llama a perseverar hasta el fin y a resistir el mal (v.13). Exactamente lo mismo que Juan desarrolla en el libro del Apocalipsis.

Cristo nos previene de la llegada de la "abominación de la desolación" (v.15), es decir, de la apostasía. La misma que profetizó Daniel y tuvo su cumplimiento en 168 a.C. cuando Antíoco Epífanes sacrificó un cerdo a Zeus en el altar del templo santo (Daniel 9,27; 11,30-31). La misma que profetizó Jesús y tuvo su cumplimiento en el 70 d.C., cuando Tito colocó un ídolo en el lugar del templo incendiado después de destruir Jerusalén. La misma que se cumplirá al final de los tiempos, cuando el Anticristo levante una estatua de sí mismo y ordene que todos la adoren (2 Tesalonicenses 2,4; Apocalipsis 13,14-15).

Nos avisa de una gran tribulación (v.21) como jamás ha sucedido desde el principio del mundo hasta hoy, ni la volverá a haber.

Nos advierte de la mentira y el engaño, a no creer si alguien nos dice que el Mesías ya ha venido ni a buscarle fuera de su Iglesia (v.23-26), porque cuando Cristo venga, todos lo veremos (v.30), y enviará a sus ángeles al son de trompetas (Mateo 24,31; Apocalipsis 8-9).
Nos asegura que su regreso será indudable e incuestionable (Mateo 24,34-35; Marcos 13,26), aunque nadie sabe la hora de su venida, ni siquiera Jesús (v.36). Su venida será repentina y por sorpresa, "como un ladrón" (2 Pedro 3,10), como en los días de Noé, cuando menos se espere (v.37-39).

El propósito de las palabras de Jesús (como las de Juan en Apocalipsis) no es darnos pie a predicciones, conjeturas o cálculos acerca de la fecha de su venida, sino mientras esperamos su venida o parusía, invitarnos a vivir una vida en vela, en alerta constante y preparados (v.42), trabajando para su reino, cumpliendo la voluntad de Dios y siendo intachables e irreprochables (2 Pedro 3, 14) porque la elección que hayamos hecho, determinará nuestro destino eterno (Mateo 24,50-51; Apocalipsis 20,12).

¡Maranatha!
¡Ven, Señor Jesús!
(Apocalipsis 22,20)