¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

lunes, 25 de julio de 2022

QUIEN NO RENUNCIA, NO ANUNCIA

"
Si alguno quiere venir en pos de mí, 
que se niegue a sí mismo, 
tome su cruz cada día 
y me siga."
(Lc 9,23)

Dice el mismísimo Jesús que para seguirle hay que renunciar, que para ser discípulo suyo es necesario renunciar...a muchas cosas...que no necesitamos. 

Según el diccionario, renunciar es abandonar voluntariamente una cosa que se posee o algo a lo que se tiene derecho.  Meditemos cada palabra y frase de esta definición:
  • "Abandonar" implica dejar, desistir, renunciar
  • Voluntariamente" implica hacerlo libremente, por propia voluntad, sin presión, sin condicionantes ni pretensiones.
  • "una cosa que se posee", implica bienes, propiedades,  pertenencias, ideas conocimientos...
  • "algo a lo que se tiene derecho" implica algo que podemos demandar, solicitar o reclamar justamente.
¡Qué difícil es seguir a Cristo! ¡Qué arduo es evangelizar! ¿no?

¡Quien no renuncia, no anuncia! ¡Renunciar es amar! ¡Renunciar es servir! ¡Renunciar es darse, entregarse!

Solo aquel que renuncia al mundo, anuncia bien al Señor. Solo quien está libre de triunfalismos y de apegos, testimonia de manera creíble a Cristo. Solo aquel que es dócil y humilde a la acción del Espíritu, evangeliza.

Seguir a Cristo exige libertad frente a los condicionantes sociales, a los miedos y a las falsas seguridades. Estamos llamados a ser testigos de su amor, a contagiar nuestra fe, la esperanza y dar frutos de amor.
Anunciar a Cristo implica confianza en Dios para afrontar el desapego de un mundo que nos insta al egoísmo, al individualismo y al consumismo. Supone ir, salir, arriesgarse, ligeros de equipaje, sin seguridades humanas para dejar actuar a la Providencia.

Hacer discípulos es invitar sin imponer ni imponerse, ir juntos, al lado del hermano, ni delante ni detrás y sin imponer ningún ritmo de marcha. La fuerza del anuncio no está en los argumentos, ni en los métodos ni en los procedimientos sino en la renuncia del yo para que crezca Él.

Servir a Dios y al prójimo requiere renunciar a nuestros intereses, a nuestras opiniones, a nuestras necesidades, para centrarnos en las de los demás. 

Evangelizar no es hacer adeptos ni prosélitos sino atraer, contagiar, seducir... escuchando con amor sincero y sirviendo con autenticidad, generosidad, obediencia y humildad.

¡Para anunciar hay que renunciar!


martes, 19 de julio de 2022

DECEPCIÓN: ENTRE LA EXPECTATIVA Y LA REALIDAD

"Esperaba la dicha, me vino el fracaso; 
anhelaba la luz, llegó la oscuridad. 
Me hierven las entrañas sin cesar, 
enfrentado a días de aflicción" 
(Job 30,26-27)

¿Quién no se ha sentido alguna vez decepcionado, desilusionado o incluso, engañado? ¿Quién no se ha sentido triste ante una situación que no se ha desarrollado como esperaba? ¿Quién no se ha sentido dolido en algún momento de la vida por una traición o infidelidad?

El diccionario de la RAE define decepción (del latín deceptio, -onis, del verbo decipere, engañar, defraudar, burlar) como el pesar o tristeza causados por un desengaño o una contrariedad. 

También, hace referencia al verbo decapere (coger, capturar), término relacionado con la caza, con la trampa o con el engaño que un cazador utiliza para capturar a su presa: el prefijo de- hace referencia a un descenso, a una caída, y capere hace referencia al hecho de coger, capturar.

Aunque es cierto que la deceptio suele producir una sensación de tristeza o incluso, de traición a causa de un desengaño por alguien querido o respetado, más bien debería provocar todo lo contrario, puesto que des-engaño significa dejar de estar engañado, salir del engaño. 

Ocurre que, normalmente, esa sensación de pesar proviene más de sentirse engañado y "capturado", de haber "caído en la trampa" y no haberse dado cuenta, que del daño propiamente infringido por el otro. Incluso, a veces, es el resultado de un auto engaño.
Sin embargo, yo prefiero decir que la decepción es la distancia entre la expectativa y la realidadEl camino entre la esperanza depositada en el ser humano y su propia naturaleza caída. 

La historia universal nos muestra en numerosas ocasiones y de forma fehaciente que el hombre es decepcionante por naturaleza: con el prójimo, consigo mismo y con Dios.  Y mi experiencia personal, también lo corrobora por la cantidad de veces que he decepcionado a otros y por las que me he sentido decepcionado, defraudado o traicionado por otros. Sin ir más lejos, ahora mismo, según escribo este artículo.

No obstante, se me hace imprescindible escuchar y aprender de la pedagogía divina. Y para eso, Dios nos ha regalado Su Palabra. No hago mas que recordar el pasaje de los discípulos de Emaús cuando, de camino hacia su aldea, le dicen a Jesús: "Nosotros esperábamos..." (Lc 24,21-25). Expectativas humanas...no divinas.

San Pablo en su primera carta a los Corintios nos exhorta también a no caer en la decepción, sino a amar, cuando dice: "El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca" (1 Cor 13,4-8). Amor divino...y también humano.

Y es que el amor al que los cristianos estamos llamados, para con Dios y para con el prójimo, nunca puede decir "deberías...", "tienes que...", "yo esperaba...". El amor jamás fuerza ni violenta. No impone ni exige. Y tampoco se decepciona...

Por eso, debo estar agradecido. No puedo estar decepcionado con nadie, de la misma forma que estoy convencido que Dios jamás se decepciona con ninguno de nosotros. Y no lo hace porque nos ama. Sufre, pero no por Él, que es fiel, sino por nosotros, que no lo somos. Padece, pero no por egoísmo, sino por el dolor de un Padre cuando ve a sus hijos caer una y mil veces, y aún así es capaz de dar la vida por cada uno de ellos (de nosotros).

Cuesta y no es fácil, pero así debo entenderlo: si me decepciono es porque no amo; sino porque deseo "ser amado", "ser reconocido", "ser correspondido", de un modo egoísta. Y no es ese el mensaje del amor.

Es necesario aprender del amor divino. Y es que la única expectativa que no falla, la única persona que jamás decepciona, el único que es siempre fiel, es Dios. Salir del engaño es dejarse seducir por el amor divino que, primero nos demuestra y luego nos exhorta a imitar. Se trata de, primero, dejarse amar por Dios para poder amar después al prójimo. Y amando al prójimo, amar a Dios. "La pescadilla que se muerde la cola"...

No es fácil, pero si de verdad quiero ser perfecto en el amor como mi padre celestial (Mt 5,48), tengo que huir de la decepción e imitar la regla de oro evangélica: el amor que todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

miércoles, 6 de julio de 2022

LA MÍSTICA HORIZONTAL: ESCUCHA ISRAEL

"El cristiano del siglo XXI, o será místico o no será"
(Karl Rahner)

Estoy completamente de acuerdo con el teólogo católico alemán: Un verdadero cristiano, o tiene una experiencia personal de Dios, o no es cristiano. 

Una persona puede pasarse la vida poniendo toda su capacidad, tiempo, empeño, sensibilidad y racionalidad para encontrar a Dios y jamás percibir su voz o sus palabras, ni sentir su presencia o su acción amorosa. 

No es nada probable que vayamos a escuchar un teofanía ni a tener una revelación privada o a presenciar una aparición celestial. Ver o escuchar a Dios supone algo más cotidiano y que, precisamente por ser ordinario, no solemos ver ni escuchar. Se trata de contemplar nuestro alrededor. Despertarse y ver a Dios en todo.

Entonces, ¿cómo puedo tener un encuentro personal con Dios? ¿dónde puedo encontrar a Dios? ¿dónde y cómo puedo escucharle? La respuesta es muy sencilla y está al alcance de nuestra mano: sólo hay que mirar la Cruz. Hablamos de la mística horizontal, que nos conduce a la vertical. 

De la misma forma que Cristo nos descubre su amor hacia los hombres con los brazos extendidos y nos muestra el amor del Padre alzando los ojos al cielo, un seguidor de Cristo primero debe reconocer y tocar al Dios que está latente, presente y encarnado en multitud de cosas y de personas de este mundo.

El Señor habla continuamente y en silencio a través de las cosas y de las personas.  Pero, además, por si andamos despistados, en Su palabra, no se cansa de decirnos que escuchemos: 

  • "Shema Israel", Escucha Israel (Dt 6,4)
  • "Escucha, hijo mío, recibe mis palabras" (Pr 4,10) 
  • "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Ap 1,11.17.29; 2,22; 3,6.13.22)
  • "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen" (Lc 11,28)
Pero entonces, ¿qué tenemos que escuchar? El propio Jesús nos da la clave:

  • "Un escriba que oyó la discusión, viendo lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: 'El primero es: 'Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser'. El segundo es este: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. No hay mandamiento mayor que estos" (Mc 12, 29-31; Mt 22,36-40; Lv 19,18)

La pedagogía divina nos muestra cómo sus mandamientos se resumen en el amor: a través del amor humano alcanzamos el divino. Para llegar al conocimiento y al amor de Dios es preciso primero servir y amar al prójimo. Sólo entonces, seremos capaces de reconocer a Dios en cada instante de nuestra vida y llegar a amarle.

Dios está a nuestro lado solo que, a veces, nuestros ojos son incapaces de reconocerle porque buscamos grandes signos o porque buscamos donde no podemos encontrar. Se trata de contemplar a nuestro alrededor. Todo nos señala al amor de Dios y a su misterio divino oculto.
La “mística” se refiere a este deseo de intimidad y comunión con lo divino, a esa sed insaciable de Amor pleno que tiene el corazón del hombre, a ese anhelo profundo de buscar continuamente Su rostro. Hemos sido creados para el amorPor eso, sólo a través del amor humano, que conocemos y percibimos, somos capaces de llegar al conocimiento y al amor divinos.

Dice Santo Tomás de Aquino que el verdadero amor no ciega, sino que hace ver. Sólo él que descubre al prójimo como digno de amor, es capaz de ver a Dios. El que ama, escucha y el que escucha, ve más. Ve el corazón de Cristo en el corazón del mundo. Contemplando el mundo, el Espíritu suscita en el alma la responsabilidad de renovarlo, pacificarlo y amarlo para hacer presente el Reino de Dios en la tierra. 

El cristiano del siglo XXI es alguien a quien el Espíritu llama constantemente a vivir el compromiso del amor con todos los que sufren, con todas las víctimas de la injusticia, de la soledad, de la violencia, del mal…. Es la mística mesiánica, la mística de la cruz, la mística horizontal: el amor horizontal que conduce al vertical. Místico es el que contempla, el que escucha, el que ama y se deja amar...

Al contemplar (escuchar) la creación, descubrimos algo que siempre ha estado allí pero que no hemos sido capaces de percibir a causa del monótono ruido y de la prisa cotidiana.

Al contemplar (escuchar) a los pobres y a los que sufren, a los que necesitan ayuda, descubrimos que Cristo está en cada uno de ellos, a su lado, sosteniéndolos.

Al contemplar (escuchar) al Señor, sentimos crecer en nuestro interior una serenidad y una certeza que nos ayuda a centrarnos en su voluntad y a ver nuestra vida con sus ojos, según su proyecto.

Al contemplar (escuchar) nuestra existencia desde la gracia, atisbamos que Dios nos hace pasar por distintas etapas de consolación y desolación para que aprendamos a reconocer cuáles son las decisiones correctas, y lo más importante, cuál es el camino hacia Él.

Al contemplar (escuchar) su Palabra, dejamos de temer y somos capaces de confiar plenamente en Dios, para definir nuestra vida desde su proyecto. 

Cuando escuchamos, cuando contemplamos...nos convertimos en místicos. Entonces, comenzamos a conocer y a amar a Dios.

“Habla, Señor, que tu siervo escucha”
(1S 3,10)

martes, 5 de julio de 2022

YO TAMBIÉN SUFRÍ EXILIO

"En el mes quinto, el día séptimo del mes, 
el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, 
Nabuzardán, jefe de la guardia, servidor del rey de Babilonia,
vino a Jerusalén. E incendió el templo del Señor 
y el palacio real y la totalidad de las casas de Jerusalén...
...demolieron las murallas que rodeaban Jerusalén. 
En cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad... los deportó... 
Y de este modo fue deportado Judá lejos de su tierra".
 (2R 25, 8-21)

La deportación del pueblo de Israel a Babilonia en el 587 a.C., tras la destrucción y ruina de Jerusalén, no fue un castigo de Dios sino la consecuencia de no escucharle, durante varios siglos, a través de los diferentes profetas (Amos, Oseas, Isaías, Miqueas, Sofonías, Habacuc, Jeremías...) que suscitó entre el pueblo y que le advirtieron del peligro de caer en la iniquidad, el sincretismo religioso y la idolatría.

Sin embargo, el exilio servirá para que el pueblo tome conciencia de todo lo que han perdido al alejarse de Dios: tierra, templo, nación, identidad, idioma... esta desolación va a ser la ocasión propicia para que el pueblo de Dios recapacite y realice una profunda metanoia, una verdadera conversión del corazón. Israel va a ser purificado por el crisol del sufrimiento y resurgirá de sus cenizas, con una fe más viva, una actitud más humilde y un corazón más dócil a la voluntad de Dios.

Y es que sólo ante la desgracia, el hombre es capaz de tomar conciencia de su fragilidad, de darse cuenta de que las seguridades del mundo son pasajeras... y así, alzar los ojos al cielo e interpelarse: ¿Por qué? ¿Cómo ha ocurrido esto? ¿Para qué?

Las dos primeras cuestiones están sobradamente contestadas. La tercera...me atrevo a contestarla y asumirla en mi propia carne: el primer paso es el lamento, a través del cual me dejo examinar por mi propia conciencia. El segundo, acercarme a Dios y, con humildad, pedirle ayuda para que me levante, me guíe y seguir adelante junto a Él.

Y lo sé, porque yo también sufrí exilio en el 2008 d.C. Yo mismo fui desterrado. Yo también fui "pueblo de Israel". Caí en la ruina y en la desgracia, y fui llevado a una tierra lejana y extranjera donde no hallé consuelo...y todo, por haber dejado entrar en mi corazón toda clase de perversidades, orgullos y autosuficiencias. Todo por haber abandonado a Dios.
Fue en el exilio de mis inseguridades donde tomé conciencia de mi fragilidad. Fue en el destierro de mis sufrimientos donde me di cuenta de todo lo que había perdido y de lo débil que era. Fue allí, en un país extraño, donde me di cuenta de que me había convertido en un hijo pródigo que no tenía ni algarrobas para llevarse a la boca. Pero sobre todo, me di cuenta de mi necesidad de estar junto a un Padre que me ama y que, porque me ama, me corrige y purifica.

Como Israel, solamente ante la desolación, sentí la necesidad de volver a acercarme a Dios. Con un nuevo corazón, fui en su busca para implorar misericordia. Pero Él, como el padre de la parábola, salió a mi encuentro y me cubrió de besos. No me dejó ni pedir perdón ni mediar palabra alguna. Dios, que sufre como un padre ante el dolor del hijo de sus entrañas en la prueba, sabe que necesito de su sabia pedagogía para que pueda acoger el amor verdadero sin reservas.
No sé si me ocurrirá como al pueblo de Israel que, con el paso del tiempo, se olvidó de nuevo de Dios, no supo reconocerle cuando se encarnó, y volvió al destierro. Pero sí sé que tengo que darle siempre gracias por cuanto me quiere, por cuanto me protege, por cuanto inclina su oído para escucharme, y también, por cuanto me ayuda y corrige, cada vez que vuelvo a caer.

Ahora sé donde encontrarle: en mi familia, en mis hermanos de fe, en aquellos que sufren exilio y marginación. Pero sobre todo, sé con seguridad que puedo encontrarle siempre en los sacramentos, donde nos ha prometido que "estará con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (cf. Mt 25,20).

"Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para ti; me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo, y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos"
(Sal 137)



JHR

viernes, 13 de mayo de 2022

ESTER, REINA DE PERSIA

"Ven en mi ayuda, que estoy sola
y no tengo otro socorro fuera de ti, Señor,
porque me acecha un gran peligro.
Yo he escuchado en los libros de mis antepasados, Señor,
que tú libras siempre a los que cumplen tu voluntad.
Ahora, Señor, Dios mío, ayúdame, que estoy sola
y no tengo a nadie fuera de ti.
Líbranos de la mano de nuestros enemigos,
cambia nuestro luto en gozo
y nuestros sufrimientos en salvación"
(Ester 4, 17)

El libro de Ester (del hebreo מְגִילַת אֶסְתֵּר, Meguilat Ester o "Rollo de Ester") es el último de los históricos del Antiguo Testamento, escrito alrededor del 465 a. C. por un hagiógrafo desconocido, aunque algunos lo atribuyen a Mardoqueo. 

El libro de Ester ("Estrella nocturna") nos presenta un drama típicamente hebreo: Dios, que ama al justo, le dará la victoria sobre el impío. Se trata una historia que confronta una cierta "ausencia de Dios" del pueblo de Israel (ahora en el exilio), con una demostración fehaciente de la Providencia divina, que asegura que Dios nunca está lejos ni abandona a su pueblo.

Un dato extraordinariamente llamativo y único en un libro sagrado (además del Cantar de los Cantares) es que no menciona el nombre de Dios. Además es uno de los únicos tres libros bíblicos, junto al de Rut y de Judit, que lleva un nombre femenino.

La acción se sitúa durante el exilio de Israel, sometido por el dominio del rey Asuero de Media y Persia (Jerjes I), imperio que abarcaba ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía. 
Capítulo 1: El rey Asuero celebra un gran banquete en su palacio de Susa en honor de sus jefes, cortesanos, oficiales del ejército, nobles y gobernadores de las provincias que duró seis meses, como "ostentación de la magnífica riqueza de su reino y del grandioso esplendor de su majestad".

En su tercer año de reinado ofreció otro banquete a nobles y plebeyos en los jardines de su palacio que duró una semana, mientras que la reina Vasti, una mujer muy hermosa, ofrecía otra fiesta a las mujeres como exigía el protocolo.

Asuero, después de muchos excesos, envió a buscar a la reina Vasti con la intención de mostrar su belleza al desnudo a todos sus invitados, pero la reina se negó. El rey, ofendido y lleno de ira consultó a sus consejeros en leyes, entre los que estaba Mardoqueo, para imponer un castigo ejemplar a Vasti: fue repudiada y se le prohibió presentarse nunca mas delante del rey.

Capítulo 2: Tras el repudio a Vasti, Asuero busca una nueva reina. La ley obligaba al rey a casarse con una doncella perteneciente a una de las siete familias de los consejeros, pero le propusieron entre las más bellas vírgenes del imperio

Asuero escoge a Ester como nueva reina sin saber que ella era judía (la clase más baja) y la amó más que a todas las demás. Miembros de la corte de Asuero planean asesinar a Mardoqueo quien le dice a Ester que interceda por él ante el rey.

Capítulo 3: Amán se gana el favor de Asuero y es promovido al nivel más alto. El odio de Amán hacia los judíos crece y pronto empieza a instigar su aniquilación.

Capítulo 4: Mardoqueo se entera de lo que pretende Amán y solicita la ayuda de Ester. Ella, a cambio, le pide que convoque a los judíos para que ayunen  y se presenten como nación ante su Dios y pidan su ayuda.

Capítulo 5: Ester le pide al rey Asuero su presencia y la de Amán en un banquete.
Capítulo 6: Amán conspira contra Mardoqueo pero fracasa.

Capítulo 7: El rey y Amán van al banquete de Ester, donde intercede por su pueblo arriesgando su vida. Se pone sus mejores galas y se dirige al salón de palacio. La tensión del momento, junto con el hecho de tener que descubrirle que ella misma es judía hace que sufra un desmayo. Se revela el plan que tenía Amán para extinguir a los judíos. Asuero ordena la muerte de Amán.
Capítulo 8: El rey honra a Mardoqueo y cumple con la petición de Ester.

Capítulo 9: Los judíos son librados de ser aniquilados por completo. Mueren los hijos de Amán. Institución de los Purim ("Fiesta de las suertes o de la victoria"). La gracia de Dios acompaña a Ester y Mardoqueo para preservar a su pueblo, aun cuando están en el exilio como consecuencia de sus pecados como nación.

Capítulo 10: Breve resumen de como Mardoqueo llegó a ser segundo después del rey Asuero

Ester probablemente nació allí. Su nombre judío era Hadasa y fue criada por su tío Mardoqueo cuando quedo huérfana.

Este libro sapiencial nos exhorta a dirigirnos a Dios para que nos libre del peligro en que nos encontramos en estos tiempos convulsos e inciertos. Es una guía de confianza y fidelidad. Sólo Dios puede salvarnos.

Dios nos ha elegido como pueblo suyo: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”. Sin embargo, nosotros ¿le somos infieles? o ¿adoramos a los dioses que los ofrece el mundo?

sábado, 16 de abril de 2022

RECONCÍLIATE PRIMERO CON TU HERMANO

"Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, 
te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 
deja allí tu ofrenda ante el altar 
y vete primero a reconciliarte con tu hermano, 
y entonces vuelve a presentar tu ofrenda" 
(Mt 5, 23-24)

Reflexionamos hoy este pasaje del evangelio según san Mateo en clave conyugal, y en el que el Señor nos habla de coherencia.
 
Es muy triste ver cómo existen matrimonios cristianos que han olvidado la esencia conyugal que es el amor, y la esencia del amor, la entrega. Han antepuesto el yo personal al yo particular, dejando de hablarse para enemistarse y buscando culpas en el otro. 

Han perdido aquella primera mirada, esa llena de ternura y comprensión, para dar paso al rencor orgulloso y terco...han perdido de vista a Dios en medio de su matrimonio, en medio de su "paraíso". Y como Adán y Eva en el Edén, se echan las culpas el único al otro y se miran como enemigos. Han perdido la armonía...han destruido el amor que les unía...con el prójimo y con Dios.

Nos puede pasar a todos (y de hecho, seguro que nos pasa...). Por eso, Jesús, que siempre se anticipa y que siempre es exigente, nos invita a dar el primer paso (el más difícil): la reconciliación con nuestra mujer o con nuestro marido a quien hemos ofendido, a quien hemos dejado de lado, a quien hemos ninguneado, a quien no hemos prestado la atención necesaria o a quien hemos despreciado porque no ha hecho las cosas como esperábamos. 

¿De qué me sirve ir a misa, a un retiro, a una convivencia...o encomendarme a Dios si no estoy reconciliado con mi hermano, si estoy en conflicto con mi mujer, si estoy en guerra con mi marido? ¿Soy coherente o hipócrita? ¿Me acerco a Dios mientras me alejo de mi mujer, de mi marido? Jesús nos dice que eso no puede ser...
Hace algunos años, en Medjugorje, un sacerdote nos hizo una pregunta al grupo de peregrinos que cambió mi forma de pensar en cuanto al conflicto y al perdón, y con la que he vivido desde entonces, tanto en mi vida conyugal como en el resto de mis relaciones. Nos preguntó quién es el que primero debe pedir perdón ante una situación de conflicto. No se refería a quién tiene culpa o quién tiene razón. Sencillamente dijo: "Quien primero pide perdón es quien más ama".

Me recordó a Jesús en la cruz, que pidió perdón al Padre por todos nosotros...porque no sabemos lo que hacemos...porque perdemos el amor, la paz y la armonía para la que Dios nos creó... y le ofendemos con nuestros delitos, nuestros odios y nuestras faltas...y "matamos el Amor".

La desafección en el matrimonio conduce al resentimiento, el resentimiento al conflicto y éste, al caos. Y si hay caos, no hay paraíso, ni armonía, ni paz ni amor...y el resultado es la muerte...la muerte de la comunión, con nuestro cónyuge y con Dios.

El amor no espera argumentos ni momentos, porque no lleva cuenta, todo lo perdona, todo lo aguanta (1 Cor 13,4-8). ¿Soy el primero en pedir perdón?¿doy el primer paso para reconciliarme con mi mujer, con mi marido? o ¿lo dejo pasar?

jueves, 17 de febrero de 2022

FAVORITISMOS Y AMIGUISMOS EN LA IGLESIA




"Hermanos míos, no mezcléis la fe 
en nuestro Señor Jesucristo glorioso 
con la acepción de personas... 
si establecéis diferencias entre las personas, 
cometéis pecado 
y esa ley (amarás a tu projimo como a ti mismo) 
os acusa como transgresores"
(St 2,1 y 9)

El apóstol Santiago nos llama la atención con contundencia para que no establezcamos diferencias entre nosotros, para que no seamos parciales con nuestro prójimo, para que no hagamos acepción de personas. Si lo hacemos, seremos acusados de transgresores de la Ley.

Cristo, con sus palabras y obras, nos previene reiteradamente contra la tentación de ser selectivos entre los que son amigos y los que no, entre los de "dentro" y los de "fuera", entre "judíos" y "gentiles", entre los "propios" y "conversos". Nos exhorta a no establecer favoritismos y a no juzgar con parcialidad a nuestro prójimo. Nos corrige cuando discutimos por el camino sobre quién es más importante, quién es más veterano o más válido para estar al frente y "liderar" (el que tenga oídos, que oiga).

Innumerables son las ocasiones en las que la Sagrada Escritura nos repite "Escucha, pueblo mío", pero nosotros, su Iglesia, ni le escuchamos ni aprendemos de Él. No nos hemos enterado (o no queremos) de lo que el Señor nos pide. "Duros de cerviz", seguimos autoproclamándonos discipulos de Cristo que evangelizan, mientras mantenemos criterios de favoritismo o de parcialidad hacia nuestros hermanos, mientras hacemos nuestra propia "selección natural", mientras seguimos impartiendo nuestra" justicia" particular.
Seguimos sin entender el mensaje evangélico del amor (Mt 22,34-40) que conduce a la santidad (Mt 5,48) y seguimos autoproclamándonos jueces supremos de un supuesto Sanedrín particular, creado a nuestra imagen y semejanza, para señalar, despreciar y acusar injustamente a nuestros hermanos, eligiendo "insiders" y rechazando "outsiders", como hace el "hermano mayor" de la parábola.

Dice el sabio y justo rey Salomón que "no está bien favorecer al culpable ni declarar culpable al inocente (Pro 18,5) o que "no es bueno ser parcial con la gente" (Pro 28,21), pero nosotros, torpes y necios, hacemos caso omiso. 

Dice San Pablo con frecuencia que Dios no juzga a los hombres según las apariencias, que no hace acepción de personas y que trata a todos los hombres con igual justicia (Hch 10,34; Ro 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9; Col 3,25; 1P 1,17), pero nosotros, hipócritas y fariseos, seguimos con el corazón endurecido, señalando a los demás. 
Mateo y Lucas denominan a Dios como Aquel que "habla y enseña con rectitud y no tiene acepción de personas" Mt 22,16; Lc 20,21) y Juan, como el "Justo y Veraz" (Ap 19,2), pero nosotros seguimos siendo "torcidos", injustos y falsos.

¿Hasta cuándo seguiremos haciendo acepción de personas? 
¿Hasta cuándo seguiremos viviendo en la injusticia soberbia y en la envidia rencorosa de desear el mal de nuestro prójimo en lugar de procurar su bien? 
¿Hasta cuándo seguiremos sin escuchar y sin obedecer a nuestro único Dios y Juez? 
¿Hasta cuándo, Señor?

martes, 15 de febrero de 2022

¿QUÉ TRATO TENGO CON DIOS?

"Permaneced en mí, y yo en vosotros. 

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, 
si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, 
si no permanecéis en mí. 
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; 
el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; 
porque sin mí no podéis hacer nada. 
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; 
así seréis discípulos míos"
(Jn 15, 4-5, 8)

Hace tiempo que apenas encuentro el momento para escribir mis reflexiones en esté blog. Lo cierto es que estoy muy ocupado conociendo más a Dios, estudiando más a Dios y con Dios. Y aunque sigo haciendo "cosas para Dios", lo importante es conocer al "Dios de las cosas".

Decía el cardenal Van Thuan que "los cristianos estamos muchas veces tan ocupados en las cosas de Dios que nos olvidamos del Dios de las cosas". Y es que, en ocasiones, estamos tan pendientes de las actividades eclesiales, de los métodos evangelizadores, de los procedimientos pastorales, de las costumbres y de las devociones que perdemos el norte. 

Estamos tan centrados en los medios que olvidamos el fin. Estamos tan ensimismados en lo que debemos hacer que perdemos de vista el sentido, el por qué y el para qué de lo que hacemos. Y así, no podemos dar fruto...y nuestros esfuerzos son vanos.

Debemos cuestionarnos con sinceridad ¿estoy centrado en el hacer o en el ser? ¿trabajo para Dios o para mí? ¿busco la gloria de Dios o el reconocimiento de los demás? ¿quién es el verdadero protagonista de mis obras? ¿busco hacer presente a Dios en mi vida o le instrumentalizo para sentirme bien? ¿tengo la mirada fija en Dios o me distraigo con el "quehacer"? ¿trabajo para Dios y no veo resultados?

En el capitulo 15 del evangelio según san Juan, Jesús nos dice que sin Él no podemos hacer nada, sin la vid no podemos dar fruto. Sabedor de ello, nos exhorta a "permanecer en Él"... pero ¿qué significa?

Siguiendo con el simil de la vid, "permanecer en Cristo" quiere decir estar "injertado en Él". Significa "ser parte de Él", "estar unido a Él". Implica indefectiblemente tener una relación con Él. Nadie puede estar unido a otro si no mantiene una relación estrecha con él.

Dice Tote Barrera, director de Alpha España, que "la evangelización no funciona sin el Espíritu Santo y tampoco sin relación personal”. Se está refiriendo a que hemos sido creados como seres relacionales y, por tanto, nuestra meta es la comunión, con Dios y con la creación. 

Para llevar a otros al amor de Dios, primero hay que experimentarlo en nosotros. Nadie puede dar lo que no tiene. Necesitamos la guía y ayuda del Paráclito.
Las "cosas de Dios" necesitan al "Dios de las cosas". Por eso, primero necesitamos pedirle que nos deje conocerle. Necesitamos hablar con Él, saber qué quiere de nosotros, en definitiva, entablar una relación espiritual con nuestro Señor. ¿Cómo podré mostrar a Dios a otros si no me relaciono con Él? ¿Cómo podré hablar a otros de Dios si no le conozco? Absurdo, ¿verdad?

Sólo después de establecer una relación continua, sincera y fluida con Dios, es decir, una amistad verdadera, de experimentar su inagotable amor, podré acercarme a otros para hablarles de él. Pero para hablarles del amor de Dios, es decir, para evangelizar, también necesito "entablar relación" con ellos, conocerles y escucharles. Si no hago esto, es decir, si no les amo a ellos también, todo es inútil.
Muchos hablan de oídas, quizás sin conocimiento, quizás repitiendo lo que han escuchado de otros, o quizás con tópicos y etiquetas repetitivas, pero eso no es evangelizar. Evangelizar es dar testimonio de Alguien a quien se conoce profundamente, de Alguien que te ama profundamente, de Alguien que ha hecho obras grandes en ti.

Ocupémonos primero de amar a Dios y Él nos dirá cuáles son sus "cosas".

jueves, 30 de diciembre de 2021

LA CUESTIÓN SINÓPTICA

Hoy nos sumergimos en los apasionantes evangelios sinópticos. El término "sinóptico" (del griego, syn-opsis, "mirada de conjunto") hace referencia a la semejanza en el orden, la redacción, el contenido, los términos y dichos (con una sola mirada) de los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, de forma que podrían leerse a la vez si los pusieramos en una lista paralela. 

Encontramos algunos ejemplos de estas semejanzas en la redacción: en la súplica por Jerusalén de Mt 23,37-39 y Lc 13,34-35 o en la accion de gracias de Jesús en Mt 11,25-27 y Lc 10,21-22.  Sin embargo, también encontramos dentro del mismo mensaje notables diferencias: en los pasajes de Mt 7,24-27 y Lc 6,47-49 o en la oracion del Padrenuestro de Mt 6,9-13 y Lc 11,2-4. 

En cuanto a las semejanzas en el orden, excluyendo los dos evangelios de la infancia, los evangelios sinópticos muestran coincidencias significativas en varios pasajes en cuanto al marco geográfico en el que se desarrollan: en la preparación del ministerio público de Jesús narrado en Mt 3,11-411, Mc 1,1-13 y Lc 3,1-4 y 13; en el ministerio en Galilea de Mt 4,12-18,35, Mc1,14-9,50 y Lc 4,14-9,50; en la subida a Jerusalén de Mt 19,1-20,34, Mc 10,1-52 y Lc 9,51-14,83; o en la Pasión y Resurrección de Mt 21-28, Mc 11-16 y Lc 19-24.

Además, los tres sinópticos narran muchas semejanzas en el contenido de los milagros, parábolas, discursos y sucesos de Jesús: la elección y misión de los apóstoles, la transfiguracion de Jesús, el discurso apocalíptico o la institución de la Eucaristía en la última cena. 
También, notamos diferencias:  Lc 4,31-9,6 sigue el mismo orden que Mt 1,21-6,13, aunque Mateo introduce tres grandes discursos: el sermón de la montaña, el de la misión y el de las parábolas. Mateo distribuye la misma enseñanza de Marcos en sus grandes discursos, mientras que Lucas lo hace a lo largo de todo su evangelio. Lucas omite hechos que relata Marcos e introduce narraciones propias (Lc 6,12-7,50 y 9,51-18,14), coloca en lugares distintos la visita a Nazaret (Lc 4,16-30/Mc 6,1-6) y la llamada de los discípulos (Lc 5,1-11/Mc 1,16-20), expone cambios en la narración de la Pasión (Lc 22,14-23-23,31.36.38...). Mateo cambia el orden de las secuencias en Mt 4,23-13,58/Mc 1,21-6,13).

El evangelio más breve es el de Marcos con 667 versículos, de los que sólo 68 versículos no aparecen en los otros dos (7%). Mateo tiene 1070 versículos de los que sólo 330 aparecen en Marcos. Lucas tiene 1151 versículos de los que 612 no aparecen ni en Marcos ni en Mateo (59%).

En cuanto a la secuencia del contenido:

Marcos
1,14-3,6: Comienza presentando a los personajes: Jesús, los discípulos, los adversarios.
3,7-6,6: Jesús enseña con parábolas y milagros y muestra su identidad.
6,7-8,30: Los Doce con Jesús en la predicación, la curación de enfermos y la llamada a las personas. Jesús les lleva a territorio pagano y les pregunta sobre su identidad.
8,31-10,52: Camino a Jerusalén y anuncio de la pasión.
11,1-13,37: Confrontación con las autoridades judías y anuncio de la destrucción del templo.
14,1-15,39: Pasión de Cristo.
15,40-16,8: Epílogo sobre la pasión.

Mateo
1-2: Comienza relatando la infancia de Jesús.
3,1-4,16: Preparación de Jesús para su vida pública.
4,17-7,29: Sermón de la montaña.
8,1-9,34: Milagros.
9,36-10,42: Discurso misionero.
11-12: Anuncio de la pasión.
13,1-52: Parábolas.
13,53-17,27: Comprensión de los discipulos y oposición de los fariseos.
18,1-35: Discurso eclesial.
19-23: Moral, parábolas y otros relatos.
24-25: Discurso escatológico.
26-28: Pasión y Resurrección.

Lucas
1,4-2,52: Comienza narrando la infancia de Jesús.
3,1-4,13: Preparación al ministerio.
4,14-9,50: Predicación en Galilea.
9,51-19,27: Camino a Jerusalén.
19,29-24,53: Últimos dias en Jerusalén, pasión y resurrección.

En cuanto al uso de términos, expresiones y dichos semejantes, notamos la misma explicación en Mt 9,6/Mc 2,10/Lc 5,24; en Mt 4,18/Mc 1,6; y en Mt 24,15/Mc 13,14... la misma palabra en Mt 9,16/Mc 2,21/ Lc 5,36; en Mt 9,2-5/Mc 2,5.9/Lc 5,20.23...la misma cita de Isaías 40 en Mt 3,3/Mc 1,3/ Lc 3,4; la de Ml 3,1 en Mt 11,10/Mc 1,2/Lc 7,27... Así como diferencias en el uso de estilos, misma palabra con significado distinto, diferentes contenidos y temas... 

Toda esta problemática es lo que en teología se llama cuestión sinóptica.

La “cuestión sinóptica” o “concordia discors” es la reflexión teológica que trata de explicar las semejanzas y diferencias (de contenido, disposición, formulación, contexto geográfico, orden y organización del contenido, de lenguas, vocablos, palabras, términos y estilos) que existen entre los tres primeros evangelios: Mateo, Marcos y Lucas.

Los Padres de la Iglesia (San Agustín, 430) sostienen la originalidad de Mateo y fuente de Lucas

Algunos teólogos (Farrer, Goulder, 1955) afirman la originalidad de Marcos y Mateo como fuente de Lucas.

Otros (F. Scheiermacher, 1817) se decantan por la teoría de las dos fuentes: una, con el contenido de Marcos (fuente del proto evangelio de Marcos) y otra, con una colección de dichos de Jesús escrita en hebreo (fuente de los dichos).

Se trata, en definitiva, de un problema muy antiguo que dura dos mil años y que ya los Santos Padres trataron de explicarla, y aún hoy sigue siendo de difícil solución, porque algunas semejanzas sólo pueden explicarse por una dependencia literaria mutua, pero a la vez, esa vinculación debe ser capaz de explicar las diferencias y las omisiones en ellos.

El Magisterio de la Iglesia nos enseña que, en cualquier caso, para interpretar correctamente  los evangelios es necesario identificar el género literario, la intención del hagiógrafo y leerlos con el mismo Espíritu con que fue escrito.  Y esto se consigue prestando atención a la unidad de la Escritura, leyéndola  dentro de la tradición de la Iglesia y  comprobando la analogía de la fe (DV 12).

viernes, 24 de diciembre de 2021

25 DE DICIEMBRE ¿FUN, FUN, FUN?

"Mirad: la virgen está encinta 
y da a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Enmanuel"
(Is 7,14)

La Navidad es una de las celebraciones más importantes en todo el mundo. Es el final de un año, tiempo de regalos, de festejos, de reuniones familiares, de "buena voluntad y de buenos deseos" ... pero ¿qué celebramos realmente? ¿cómo la vivimos? 
 
La Navidad puede vivirse de muy distintas maneras dependiendo de la libre voluntad de cada uno. Pero, haciendo un ejercicio de sutil observación, se puede apreciar la forma en que la gente la celebra: por el modo en que la felicitan. Las resumimos en tres: romana o imperial, herodiana, y cristiana.

Navidad romana

La navidad "romana o imperial" tiene su orígen en las "Saturnales o Saturnalia", las fiestas paganas que celebraban los romanos en honor a Saturno, dios del sol y del fuego, de la agricultura y la cosecha, coincidiendo con el solsticio de invierno, el período más oscuro del año, cuando el Sol sale más tarde y se pone más pronto.  Saturno también era considerado un devorador de niños según nacían (curiosa coincidencia con Herodes y con el faraón de Egipto, "endiosados" asesinos de niños, y con Nimrod y Baal, dioses devoradores de niños).
"Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. (Lc 2,1-7).

El 25 de diciembre celebraban la fiesta del Natalis Solis Invicti, asociada al nacimiento de Apolo, con antorchas y velas, con opíparos banquetes, con sacrificios y orgías, con la ruptura de las normas, con intercambio de regalos y de roles sociales. Los romanos las denominaban "fiestas de los esclavos" en las que les permitían a éstos dejar de serlo durante una semana.

Actualmente, muchos viven esta forma de navidad pagana, sin fe, sin esperanza y sin luz.  Una navidad en minúscula, la navidad del fun, fun, fun (diversiónfiesta, relax).

La forma en que se saluda o felicita es "¡Felices fiestas y próspero año!", "¡Mucha energía positiva!" o "¡Buenas vibraciones!"

La forma de vivirla es "exterior": es la fiesta de la libertad y la permisividad, de las licencias y las transgresiones, de los excesos y los despilfarros, de la diversión y el placer, de las cenas y las fiestas, de las borracheras y los empachos, de los adornos y las luces, de los regalos y los "amigos invisibles" (que no reales).

Una vivencia irreal de libertad en la esclavitud del consumismo, y de una falsa alegría en la infelicidad del materialismo, que nunca colma ni tiene suficiente.

Navidad herodiana 

La navidad "herodiana" es otra manera de vivir este período de tiempo especial a la forma "judía", a la forma de Herodes, que la vivió en la comodidad de su "palacio", en la intimidad de su "entorno", sin "moverse" ni mezclarse con otros. 
"Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalénpreguntando: '¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo'. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: 'En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel'. Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo" (Mt 2,1-8).
Herodes, como gobernador de Judea, conocía por la tradición hebrea y también por sus sabios, el lugar exacto del nacimiento del Mesías profetizado en la Escritura (Mi 5,1-3; Is 7,14; 9,1-6). Conocía también el momento del nacimiento de Cristo porque se lo dijeron los magos. Conocía el lugar y el momento y aunque dijo que iría a adorar al "rey de los judíos", no fue.

Muchos hoy viven esta navidad desde la lejanía, desde la distancia y la falta de compromiso, desde el "sí, pero no". Es la navidad "cómoda y tibia" de los que se acercan a la navidad "romana" y la conforman a su forma, a su manera: ni fria ni caliente. Es la navidad superficial de los que viven a medio camino entre el cristianismo y el paganismo, de los que cuentan con el beneplácito de los gentiles y relativizan las cosas. Celebran pero no saben lo que celebran.

La forma en que se saluda o felicita es "¡Feliz navidad en compañía de los tuyos!", "¡Mis mejores deseos de salud y prosperidad!" (y todo, por whatsapp).

La forma de vivirla es "interior": es la fiesta del árbol sin nacimiento, de las luces y las uvas, de la indiferencia y la equidistancia recelosas, de la falta de confianza y compromiso, de la fe tibia y la esperanza debilitada. Una navidad del run, run, run (huir, escapar, correr)

Navidad cristiana 

Y finalmente está la Navidad cristiana, con mayúsculas. Es la Navidad de los magos (sabios) de oriente que confían en la estrella y van a adorar al verdadero "rey de los judíos", aún viajando desde lejos, a través de desiertos y tormentas de arena, de dificultades y de tropiezos

"Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino" (Mateo 2,9-12).

Es la Navidad de los pastores (humildes y pobres) que, estando "al raso" (necesitados) confían en la palabra del ángel del Señor y acuden raudos y pletóricos a adorar al niño Dios. 

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: 'No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre'. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: 'Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad'. Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: 'Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado'. Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho" (Lc 2,8-20).
Es la Navidad del gozo y la alegria del "Dios con nosotros" (Emmanuel), de la esperanza y la confianza porque nos ha nacido un Salvador, del optimismo y la gracia porque Dios ha querido darse al hombre, de la fe y la caridad del que deja espacio a Cristo en su corazón y en su vida. 

La forma en que se saluda o felicita es "¡Feliz y Santa navidad!", "¡Que Dios te bendiga y colme de alegría tu corazón!"

La forma de vivirla es total, tanto "interior" como "exterior": es la celebración que medita todo en el corazón, que mantiene la lámpara encendida, que acoge a Dios y al prójimo, que se deja sorprender por la providencia, que testifica ese amor recibido de su Maestro. Es la navidad del sun, sun, sun (en inglés, sol, luz, brillo).

Seguramente, al igual que yo, hayas vivido las tres navidades. La pregunta es ¿con cuál me quedo?

¡FELIZ Y SANTA NAVIDAD!