¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

lunes, 7 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (7): SOY YO (YO SOY)

Después que la gente se hubo saciado, 
enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca 
y se le adelantaran a la otra orilla, 
mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. 
Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, 
sacudida por las olas, porque el viento era contrario. 
A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. 
Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, 
se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo: «Ven».
Pedro bajó de la barca 
y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús;
 pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, 
empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. 
Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, 
pregonaron la noticia por toda aquella comarca 
y le trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. 
Y cuantos la tocaban quedaban curados.
(Mt 14, 22-36)

Tras la muerte de Juan el Bautista, Jesús se retira al desierto, a Betsaida, seguido de sus discípulos y de una gran multitud. Allí realiza el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, y a continuación, envía a sus discípulos en barca hacia Cafarnaún (según san Juan), mientras Él sube al monte a orar (quizás para interceder por el Bautista).

Es noche cerrada y los discípulos están en medio del mar a una distancia de unos 5 o 6 kilómetros de la orilla cuando se levanta una tempestadJusto antes de amanecer, entre las 3 y las 6 de la mañana (cuarta vela, la misma franja horaria de la resurrección de Cristo), los discípulos, que son pescadores experimentados, se asustan y gritan de miedo, pero no lo hacen por la tempestad sino porque ven a un hombre caminando sobre las aguas y piensan que es una aparición, un fantasma, igual que dirán los dos de Emaús (Lc 24,22-23). (Ver símbolos en ¿Por qué has dudado? y No temáis, soy yo).

Entonces, Jesús dice: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!". El Señor nos da fuerzas y nos señala la importancia de reconocerle y de confiar en Él sin miedo, que es lo que nos dice continuamente en la Escritura (365 veces). Cuando Dios aparece en nuestras vidas, llega la calma.

La expresión "Soy yo", para el pueblo hebreo es literalmente la pronunciación del nombre de Dios: YHWH (Tetragrammaton) Ehyeh-Asher-Ehyeh contraído Acerca de este sonido (escuchar) que aparece en Éxodo 3,13-14 (el evangelio de Juan recoge esta expresión en siete ocasiones: Jn 6; 8,12.28; 10,7; 10,11-14; 11,25; 14,6; 15,1-5).
Sin embargo, para los judíos estaba prohibido pronunciar este nombre en voz alta, ya que lo consideran absolutamente sagrado. En su lugar, utilizaban el término Adonai, que significa "Señor". Por ello, cuando oían pronunciar su santo nombre, caían rostro a tierra, se postraban en actitud de sumo respeto, reconociendo su divinidad.  Además, es la razón principal por la que el Sanedrín condena a muerte a Jesús (atribuirse el nombre de "Dios").

Dios nos muestra su divinidad para que confíemos en Él porque nos ocurre tantas veces que "si no vemos no creemos" (Jn 20,24-29). Pero también, al revelar su nombre, revela, al mismo tiempo, su fidelidad (el Fiel) que es de siempre y para siempre (CIC 207), su eternidad u omnipresencia (es el Alfa y Omega, el Principio y Fin), su omnipotencia (el Todopoderoso, nada hay imposible para Él), su verdad omnímoda (Verdad absoluta, fuente de toda verdad), su unicidad (el único Dios verdadero, no hay otro como Él)su misericordia (el Justo), su gloria (el digno de toda alabanza) y su santidad (el Santo de los santos).

La revelación de Dios a través de su nombre y de sus signos (como el del pasaje de hoy) no buscan impresionarme, ni dejarme con la boca abierta, sino ganar mi confianza para que convierta mi corazón y crea en Él sin temor, a pesar de las dificultades de este mundo y de los problemas cotidianos. La fe es confianza en Jesús. Si no le reconozco, si no confío en él, si no dejo mi vida en sus manos, no puedo ser cristiano, no puedo salvarme. 

Pedro se hace el valiente (la reacción de Pedro sólo lo narra Mateo) y le responde a Cristo con una frase "condicional": "Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua"! ¡Cuántas veces le pongo condiciones a Dios, cuando le pido algo: "Si me concedes esto, yo... Si me das esto, yo..."! ¡Si Tú haces esto, yo...!"

¡Cuánto me cuesta tener plena confianza en Dios, creyendo que yo solo puedo! 
¡Cuántas veces me enfoco en mí mismo y pierdo de vista al Señor! 
¡Cuántas veces respondo a su llamada "Ven", pero cuando no domino la situación, me asusto y me hundo porque no soy capaz de dejarle el control de mi vida a Dios!

¡Señor, enséñame a no dudar, a confiar en ti y a no temer a nada ni a nadie porque tú estás conmigo!


JHR

sábado, 5 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (6): ¡QUÉ BUENO ES QUE ESTEMOS AQUÍ!

Seis días más tarde, 
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, 
y subió con ellos aparte a un monte alto. 
Se transfiguró delante de ellos, 
y su rostro resplandecía como el sol, 
y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 
De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. 
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: 
«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! 
Si quieres, haré tres tiendas: 
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 
Todavía estaba hablando 
cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra 
y una voz desde la nube decía: 
«Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». 
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. 
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: 
«Levantaos, no temáis». 
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. 
Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: 
«No contéis a nadie la visión 
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
(Mt 17,1-9)

"Seis días más tarde". Después del milagro eucarístico de la multiplicación de los panes y los peces y tras anunciarles por primera vez su pasión a los apóstoles en la subida hacia Jerusalén...seis días después...esto es, de nuevo en domingo, en el día del Señor, Jesús se transfigura en el Tabor, dando profundo sentido y cumplimiento a las palabras proféticas de Isaías: "el pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz" (Is 9,1) y que Mateo recuerda al principio de la predicación de Jesús (Mt 4,16). 

Jesús les anticipa a sus discípulos que verían su gloria una semana antes (Mt 16,27-28) y aún así, cuando lo vieron resplandeciente, se quedan perplejos y desconcertados, como nos quedaríamos cualquiera de nosotros ante la sobrenaturalidad de tan potente teofanía y cristofanía (manifestación de Dios y de Cristo), que tambiémuestra una visión de cómo será la resurrección de todos los hombres en cuerpo glorioso.

El Señor, que conoce el corazón del hombre, siempre se anticipa: el que iba a ser humillado hasta el extremo, ahora se manifiesta en la plenitud de su esplendor y gloria futura, con la intención de levantar el estado anímico de los apóstoles, ante la inminencia de su Pasión. Estas tres columnas de la Iglesia serán testigos privilegiados de su momento más glorioso en el gozo del Tabor y también de su momento más humillante en la agonía de Getsemaní.

Inesperadamente, en medio del deslumbrante halo de luminosidad que envuelve su visión, entran en escena Moisés y Elías, testigos de la revelación divina en lo alto del Sinaí y representantes autorizados de la ortodoxia israelita (Moisés=Ley; Elías=Profetas) que atestiguan a Jesús glorificado como el Mesías prometido (para que una prueba fuera admitida entre los judíos, se requerían dos testigos).
Es entonces cuando desciende la voz del Padre procedente de la nube luminosa que los cubría con su sombra para corroborar su divinidad: "este es mi Hijo amado", eco de las mismas palabras escuchadas en el bautismo de Jesús (Mt 3,17), pero ahora con un mandato: "escuchadle" 

Dios, que había hablado en el pasado y hasta entonces a su pueblo por medio de Moisés y de los Profetas, ahora, en este nuevo Sinaí, les habla por medio del Hijo amado (Heb 1,1-2), el que ha venido para dar plenitud y cumplimiento a la Ley y los Profetas.

Los discípulos "caen  de bruces", rostro en tierra, postrados en adoración. No sobrecogidos por el miedo, sino en actitud reverencial (temor de Dios) ante la presencia trascendente de la divinidad. 

Exactamente lo mismo que nos ocurre cuando estamos en presencia de Jesús Eucaristía: nos postramos como signo de adoración y reverencia para gozar lo que estamos presenciando. Y aunque nuestros ojos no lo ven, allí mismo, en el altar, converge lo humano y lo divino, la tierra y el cielo. 
Es entonces cuando, como Pedro, decimos: "Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!" o "Con nuestros ojos hemos visto su majestad…" (2P 1, 16-19)

Tras la misa (nuestro Tabor de cada día) sabemos que tenemos que descender al valle para encontrarnos con nosotros mismos en el penoso batallar de nuestra vida, en el duro bregar del "mar adentro", en los momentos de tristeza y decaimiento. 

Pero salimos gozosos, transfigurados y resplandecientes, tras escuchar al Hijo amado, que nos dice "levantaos y no temáis" y que nos envía a ser luz del mundo (Mt 5,14) tan necesitado de Él.

¡Qué privilegiados somos al tener la oportunidad de acercarnos a ver la gloria del Resucitado en cada Eucaristía! ¡Qué afortunados somos al ser "primereados" por Dios que nos muestra nuestro destino final! ¡Qué gozo es ser reconfortados por su paz! ¡Qué bueno es estar junto al Señor y vislumbrar las primicias del cielo!

JHR

viernes, 4 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (5): LA MALDAD ES "TRENDING TOPIC"

En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús 
y dijo a sus cortesanos:
«Ese es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, 
y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».
Es que Herodes había mandado prender a Juan 
y lo había metido en la cárcel encadenado, 
por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; 
porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. 
Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, 
y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.
Ella, instigada por su madre, le dijo:
«Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, 
ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, 
y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, 
y fueron a contárselo a Jesús.
(Mt 14,1-12)


Mateo, que narra el martirio del Bautista de forma más sobria que Marcos y más breve que Juan, quiere destacar el hecho de que Juan prefigura a Jesús, aspecto que afirmará explícitamente más tarde (Mt 17,2) y que el propio Jesús confirmará (Mt 17,12-13). Como él, Juan será arrestado, encadenado y condenado a muerte (el evangelista emplea los mismos verbos que en su relato de la Pasión). 

Juan, probablemente cercano a los esenios y muy crítico con los fariseos y saduceos, es el último profeta del Antiguo Testamento y el único que testimonia a Jesús en vidaEs el profetizado "Elías", que tendría que venir antes del Mesías (Is 40, 9.10; Mal 3,1), el precursor que Mateo y Marcos describen evocando a Elías de 2 Reyes 1,8, y que el propio Jesús corrobora: "él es Elías, el que tenía que venir(Mt 11,14). 

Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, donde se desarrollará gran parte de la vida pública de Jesús, es un hombre apático y falto de energía, corrupto y lujurioso, depravado e hipócrita, supersticioso y neurótico, y a quien Jesús llamará “zorro” (Lc 13,32), que en la mentalidad hebrea equivale, por un lado, a un "don nadie" o farsante y por otro, "veleta" o inconstante.

Herodías es la mujer del hermano de Herodes, asesinado por éste para hacerla su esposa, con su beneplácito. Odia a Juan porque le señala con verdad y claridad su conducta ilícita y como venganza, instiga a su hija Salomé para que le pida a Herodes la cabeza del Bautista.

La muerte del Bautista anuncia y prepara la muerte de Jesús. Ambos son víctimas de la corrupción y de la impiedad de los dirigentes. Ambos son condenados en el ámbito de una fiesta a una muerte injusta y sin proceso. Ambos son asesinados por dar testimonio de la Verdad, por "ir contracorriente" (Jn 18, 36-37), por denunciar el pecado (Jn 7,7). 
La misma suerte corrieron los profetas que vivieron antes de Jesús y los discípulos que le seguirán (5,12; 10,17.34). Testificar la verdad está inseparablemente unida al sufrimiento, al rechazo, a la muerte (Mt 23,29.37; Lc 13,33-34).

Finalmente, el hecho de que los discípulos del Bautista vayan a notificar su muerte a Jesús expresa algo más que un simple reconocimiento: un anhelo de continuidad. Es decir, que la voluntad de Dios siempre se cumple, a pesar de todas las hostilidades y rechazos, a pesar del sufrimiento e incluso de la muerte.

Este pasaje ignominioso de la decapitación de Juan no es algo del pasado. Hoy sentimos la crueldad en cada relación, en cada noticiario, en cada esquina...cortamos cabezas simplemente porque es tendencia, decapitamos a quien sea porque es "lo que se lleva". Sí, hoy la maldad, la corrupción y la crueldad son "trending topics" en nuestra sociedad.

¿Soy un Herodes hipócrita y farsante que busca siempre "quedar bien con todo el mundo"? 
¿Soy complaciente con mi pecado continuado mientras hago "vida de cristiano"? 
¿Busco un equilibrio diplomático entre las cosas de Dios y las del mundo? 
¿Soy tan farsante que mis decisiones dependen del qué dirán o de "lo políticamente correcto"?
¿Decapito a mi prójimo porque es "trending topic"?

¿Soy una Herodías que odia que le digan la verdad de sus malas acciones? 
¿Me interpelan las buenas acciones de otros o ponen en evidencia mis faltas? 
¿Instigo y conspiro contra otros por venganza? 
¿Vivo con odio y resentimiento hacia otros?

¿Soy un Juan que testimonia su fe aunque ello me ponga en una situación "incómoda"? 
¿Estoy dispuesto a llegar hasta el final por defender la verdad y denunciar el pecado? 
¿Estoy dispuesto a correr la misma suerte que Juan y que Cristo?
¿Soy un cristiano auténtico, coherente y veraz cuando me conviene o siempre?


JHR

jueves, 3 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (4): ¿DE DÓNDE SACA TODO ESO?

En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad 
y se puso a enseñar en su sinagoga.
La gente decía admirada.
«De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? 
¿No es el hijo del carpintero? 
¿No es su madre María, 
y sus hermanos Santiago, José Simón y Judas? 
¿No viven aquí todas sus hermanas? 
Entonces, ¿de dónde saca todo eso?».
Y se escandalizaban a causa de él.
Jesús les dijo:
«Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta».
Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe
(Mt 13,54-58)

Jesús visita su pueblo natal, Nazaret, y se pone a enseñar en la sinagoga. Podríamos decir que es "su presentación oficial" ante sus paisanos. Pero la gente que le oye, lejos de sentir orgullo y admiración por alguien de los suyos, se extrañan y se escandalizan de sus enseñanzas y de sus milagros, pues conocen su origen humano pero no creen en su origen divino, por eso no comprenden de dónde le viene esa sabiduría y tampoco conciben que uno de los suyos sea tan distinto a ellos. 

Recelan, desconfían y envidian. Se muestran reticentes y escépticos a los milagros y signos que han oído de Jesús en Galilea y le rechazan. Piensan: "¡Imposible, el Mesías no puede ser éste, el hijo del carpintero!" No son capaces de creer la unión de la sabiduría divina, por una parte y al mismo tiempo, en la misma persona, la procedencia humana. Su pensamiento escéptico les sugiere: o lo divino o lo humano, pero no ambos.

Jesús fue siempre incomprendido y despreciado (Is 50,6; Mt 27,27-31.39-44; Heb 12,2) por muchos, pero sobre todo, por los suyos: "Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron" (Jn 1,11)

Sin embargo, Jesús no trata de explicarse ni de dar razones. Tan sólo recurre a un dicho sobre lo mal que es visto un profeta en su tierra (Jn 4,44; Lc 4,24; Mt 13,57; Mc 6,4). Esa desconfianza de sus paisanos le impide hacer milagros en su propio pueblo. Sin fe, no puede obrar signos.

Esta situación, por desgracia, sigue ocurriendo en nuestros días: ¡Cuántas veces me siento incomprendido por mis amigos, por mis hermanos de fe o incluso por mis hijos o mis padres!

Incluso a mi me ocurre...¡Cuánto me cuesta reconocer la valía del prójimo, sobre todo si le conozco de toda la vida! ¡Qué difícil me resulta admitir todo lo bueno de los demás, y más aún cuando el hacerlo puede dejar en evidencia mi propia ignorancia! ¡Qué rápido aparecen en mí la envidia y el menosprecio, los prejuicios y los chismorreos! 

Pero también me sucede con Dios. ¡Qué difícil me resulta confiar en Jesús y creer que realmente está vivo! ¡Cuánto me cuesta acoger su palabra y seguirlo! ¡Qué rápido me saca de mis casillas, de mi zona de confort! ¡Qué fácil me resulta "acostumbrarme" a una fe cómoda y a mi medida que me impide maravillarme continuamente de los milagros que hace Dios! ¡Qué fácil me resulta cerrar mis ojos y mis oídos para no ver ni escuchar lo que debo hacer! 
Dios me invita siempre a la conversión...no una vez... sino constantemente, a ir encontrando su presencia que sale a mi encuentro, a través de todas las situaciones de mi vida y de todas las personas que me cruzo por el camino. Pero ¡qué incómodo y molesto me resulta reconocer los milagros en otros! ¡Yo que lo sé todo de ellos! ¡Yo que conozco los defectos de los demás!

Pero ¡cuidado! Con esta actitud, muestro una profunda hostilidad contra Dios porque no dispongo mi corazón con la docilidad y disposición que el Señor me pide para acoger su voluntad. Y desde luego así, me cierro a la gracia. Con un corazón endurecido por los prejuicios y recelos es imposible que pueda ver los milagros que Dios puede obrar en mi vida.

Sin fe verdadera, ensombrecida por el escepticismo, no soy capaz de reconocer a Cristo en mi vida, en mi hermano, en mi entorno cercano...no soy capaz de dejarme sorprender por Dios porque mi deseo es controlar lo que Dios puede hacer y creer sólo lo que me interesa creer.

Por eso, como los discípulos, te digo: "¡Creo Señor, pero aumenta mi fe! (Mc 9,24: Lc 17,5).



JHR

miércoles, 2 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (3): ¿HABÉIS ENTENDIDO ESTO?

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar 
y recoge toda clase de peces: 
cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, 
y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: 
saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 
y los echarán al horno de fuego. 
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?»
Ellos le responden: «Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos 
es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
(Mt 13,47-53)

Jesús siempre utiliza parábolas de escenas cotidianas para describir el Reino de Dios cuando se dirige "al gentío", "a la multitud", es decir, a todos los hombres (creyentes y no creyentes) pero se las explica sólo a los que son sus discípulos. Por eso, los que tienen "endurecidos sus corazones" y "cerrados sus ojos" no pueden comprenderlas. 

Para comprender el mensaje de Jesús es necesario ser un verdadero discípulo suyo y, por tanto, tener fe, acogerlo en el corazón. Sólo así podemos llegar a profundizar en esa verdad que el Señor quiere transmitirnos en cada parábola. 

La parábola de hoy (recogida sólo por san Mateo) es semejante a la del trigo y la cizaña. Ambas señalan el dia del juicio. Es un nuevo aviso para estar vigilantes y en oración, una nueva invitación para elegir entre el bien y el mal. En ambas, son los ángeles quienes separan la cizaña del trigo y los peces malos de los buenos. El juicio sólo le corresponde a Dios.

La red es la comparación que Jesús utiliza para referirse a nuestra propia vida, en la que experimentamos situaciones muy diversas, buenas y malas, y que, como los pescadores de la parábola, tenemos que seleccionar lo que nos sirve de lo que debemos descartar, guardar lo bueno y desechar lo malo.

Pero también la red se refiere a la Iglesia que, a través de su misión apostólica (pescadores de hombres), acoge a todo tipo de personas, peces buenos y malos, cizaña y trigo. Todos somos llamados por Dios pero no nos toca a nosotros separar. Nosotros lanzamos la red y Dios, por medio de sus ángeles, separará.
Las palabras de Jesús sobre el destino de los peces malos, es decir, de aquellos que se rebelan y se separan de Dios, son claras y firmes para que no haya la más mínima duda. Nos invita a tomar partido, a elegir una opción... libremente. Lo que no podemos es ser neutrales, ambiguos ni tibios: o elegimos el bien u optamos por el mal (Ap 3,16). Por eso, nos advierte de las consecuencias y nos insiste: "¿Habéis entendido todo esto?".

"Horno de fuego" y "llanto y rechinar de dientes" son dos imágenes fuertes utilizadas por el Señor para señalar el destino de aquellos que se rebelan a Dios y que los discípulos entendían perfectamente. Por eso, contestan "sí" a la pregunta de Jesús.

Horno de fuego hacía referencia a la existencia en las afueras de Jerusalén de un valle o barranco llamado Gehena o Gehinnom (valle de Hinón), utilizado como vertedero desde el 638 a.C. y donde se incineraba la basura (incluso cadáveres de animales o de algunos criminales) en un fuego permanente y que nunca se apagaba (Mc 9,43-48). También es una referencia a la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor en 587 a.C. a causa de la idolatría y apostasía del pueblo judío.

Por tanto, el Gehena u "horno de fuego" (el mismo “lago de fuego” mencionado por san Juan en el Apocalipsis) es para los judíos un símbolo de exclusión y condena
El llanto y rechinar de dientes (Mt 8,12; 13,42.50; 22,13; 24,51; 25,30; Lc 13,24; Sal 112,10) hace referencia a la abominable práctica idolátrica que el rey cananeo Manasés realizaba en la antigüedad allí mismo, donde se sacrificaban niños a los dioses Moloch y Baal, quemándolos vivos en un horno; una práctica que fue proscrita por el rey Josías (Jer 7,31; 19,5; 2 Cro 33,6; 2 Re 17,17; 23,10, Ez 23,39). 

Esta locución hebrea es para los judíos un símbolo de desolación y agonía, de impotencia y angustia ante la incapacidad para tomar decisiones por propia voluntad.
Ambas expresiones son símbolos de destrucción eterna, sin ninguna posibilidad de resurrección. Pero no es Dios quien excluye porque quiere que "todos tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10) y no puede obligarnos a amarlo. Somos cada uno de nosotros quienes libremente nos excluimos a nosotros mismos y nos "lanzamos" al infierno, al barranco, cuando renegamos de Dios.

Finalmente, Jesús compara a un converso (escriba) con "un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo"... y ¿qué hace un padre de familia? transmite el "tesoro de la sabiduría familiar" a sus hijos, es decir, la riqueza de la fe, los valores cristianos y las costumbres de la vida que ha recibido y aprendido de sus padres. 

El Señor quiere que sus discípulos seamos los transmisores de la fe, que seamos "padres de familia" que llevemos el mensaje de Cristo a todos (incluso a los peces malos) para que puedan convertirse. 

Además, con sus palabras y hechos, Jesús nos muestra la imagen real de Dios, quien parecía para los escribas muy severo en el Antiguo Testamento y que, sin embargo, tiene rasgos de un Padre bondadoso, tierno y misericordioso que ama a todos sus hijos y quiere que todos se salven.


JHR

martes, 1 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (2): UN TESORO ESCONDIDO

"En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: 
el que lo encuentra lo vuelve a esconder 
y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, 
que al encontrar una de gran valor, 
se va a vender todo lo que tiene y la compra»"
(Mt 13,44-46)

Jesús nos sigue hablando, a través de parábolas, del reino de los cielos. Algo escondido, de gran valor pero fácil de reconocer por la gente sencilla, por un campesino o por un comerciante.

El Reino de Dios se parece a un tesoro, a una perla fina… que uno encuentra (no por casualidad) y que no le deja indiferente sino que reclama un cambio profundo de actitud y una decisión personal, una conversión.

Cristo está hablando de sí mismo: Él es el tesoro escondido, la perla fina...  que vende todo lo que tiene (su puesto al lado del Padre) y compra el campo (la amistad perdida del hombre con Dios) con el precio de su sangre en la cruz.

Pero también habla de mí, de nosotros... con esas dos imágenes que nos interpelan y que suscitan en nuestro corazón cuestiones importantes:  

¿Cuáles han sido los objetivos que he buscado siempre en mi vida? ¿Qué tesoro escondido y valioso he descubierto? ¿Qué hallazgo tan valioso me ha movido a desprenderme de todo y comprar el campo? ¿Qué descubrimiento me ha llenado de alegría el corazón?

¿Cuáles han sido los anhelos y deseos que siempre he perseguido? ¿Qué perla tan fina he encontrado que me ha llevado a vender todo y comprarla? ¿Qué hallazgo me ha hecho renunciar a todo y seguir a una Persona? ¿Soy un buen negociante que conoce el valor de las cosas? ¿Busco ganancias materiales o espirituales? 
Cuando encuentras ese tesoro o esa perla...quedas fascinado y atraído, quieres comprarlo a toda costa, quieres "poseerlo". No necesitas razonar ni pensar en exceso porque, enseguida, te das cuenta del valor incalculable de lo que has encontrado. 

Ya no tienes dudas, reconoces que has encontrado lo que siempre habías estado buscando, te das cuenta que su valor colma todas tus aspiraciones. Y lo entierras, es decir, lo guardas y meditas en tu corazón, como hacía la Virgen María.

Sin embargo, para "poseer" el Reino, para tener a Dios, es necesario que me desprenda de todos mis afanes y materialismos, que me desapegue de mis inclinaciones y egoísmos, que me libere de mis pasiones e instintos. Es preciso que vacíe mi corazón de mi mismo para que lo ocupe Dios. 

"Venderlo todo" significa muy poco comparado con el valor de lo que quiero adquirir...porque realmente, lo que el Señor me ofrece, no tiene precio: "¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?" (Mt 16,24-26).

Esta es la dinámica del reino de Dios: encuentro y acogida, llamada y respuesta, vocación y conversión.

¿Busco y no hallo? ¿He encontrado ese tesoro o esa perla? ¿Estoy dispuesto a negociar su "compra"? ¿Estoy dispuesto a sacrificar todo? ¿Venderé todo? ¿Lo cuidaré? ¿Lo compartiré con los demás?

lunes, 31 de julio de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): ACLÁRANOS LA PARÁBOLA

"En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
 el campo es el mundo; 
la buena semilla son los ciudadanos del reino; 
la cizaña son los partidarios del Maligno; 
el enemigo que la siembra es el diablo; 
la cosecha es el fin del tiempo, 
y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, 
así será al final de los tiempos:
 el Hijo del hombre enviará a sus ángeles 
y arrancarán de su reino todos los escándalos 
y a todos los que obran iniquidad, 
y los arrojarán al horno de fuego; 
allí será el llanto y el rechinar de dientes. 
Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. 
El que tenga oídos, que oiga»"
(Mt 13, 36-43)

Comenzamos, como cada año en agosto, las meditaciones en chanclas sobre el evangelio diario, paseando con Jesús por la orilla del mar, que nos explica las Escrituras. 

El pasaje que hoy meditamos se encuentra en el centro de los cinco discursos con los que Mateo estructura su evangelio: el sermón de la Montaña (c. 5-7), el misionero (c. 10), el parabólico (c. 13), el eclesial (c. 18) y el escatológico o sobre el fin de los Tiempos (c. 23-25). 

A pesar de que el Señor les ha explicado anteriormente la parábola (v. 13-24), los discípulos siguen sin enterarse y le vuelven a pedir que les aclare la parábola. Lo mismo que sigue pasando hoy:  ¡Cuántas veces Dios me explica las cosas y yo sigo sin enterarme! ¡Cuántas veces me cuenta los secretos del reino de los cielos y yo sigo albergando dudas! ¡Cuántas veces oigo sin entender y miro sin ver!
A través de esta conocida parábola, el Señor me muestra la lucha espiritual que se libra en el mundo y en mi corazón, y de cómo el bien y el mal se manifestarán conjuntamente al final de los tiempos. Me dice que la cizaña y el trigo crecen juntos...y me advierte que no es fácil distinguir claramente una del otro hasta llegado el momento de la siega. 

Las fortalezas y debilidades, las bondades y maldades, las verdades y mentiras... en definitiva, el bien y el mal...crecen juntos en mí (en mi propio corazón), en otros (en mi comunidad cristiana, en mi familia, en mi entorno laboral o social), y en el mundo en general (medios de comunicación, redes sociales, etc.). Por ello:

No puedo dejarme llevar por el relativismo imperante donde todo parece desdibujado y confuso, donde el mal y el bien parecen difusos e indiferentes, donde es difícil distinguir la verdad de los "fakes", porque ambos "conviven" juntos. 

No puedo crearme una conciencia egoísta y a mi medida, donde yo decida lo que está bien o mal, sino que debo hacerlo bajo la guía y el criterio de la Verdad para que no relativize, para que comprenda que no puedo ser neutral ante el mal ni ambiguo ante el pecado. 

No puedo erigirme juez para sentenciar y dictaminar quién es cizaña o quién es trigo. Tampoco puedo juzgar a mis enemigos, aunque los tenga perfectamente identificados. Para eso están los ángeles, que segarán la cosecha al final de los tiempos y separarán el trigo de la cizaña. Yo sólo debo tener claro lo que está bien y lo que está mal.
Jesús es muy explícito: en el granero de Dios no puede haber "malas hierbas", sólo grano dorado que brilla. Luz y oro brillantes, que son símbolos eucarísticos. Y es que sólo en su Palabra y en la Eucaristía, donde Cristo se hace presente y me habla, puedo identificar lo que está bien y lo que está mal, lo que es luz y lo que es tiniebla, lo que es verdad y lo que es mentira.

La Escritura me dice que Dios es "compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia...porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro" (Ef 2,4; Sal 103,10.14): conoce mis debilidades y mi necesidad de su gracia y perdón.

La Eucaristía me recuerda que Cristo "llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados" (1 P 2,24): vino al mundo a pagar por mis pecados.

Por eso, una vez plantada la buena semilla, no arranca ni corta de inmediato la mala hierba ni separa la cizaña del trigo: "no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas" (Sal 103,10): porque como buen Padre espera mi conversión (Lc 15,11-35), espera pacientemente que yo, cizaña, me convierta en trigo. 

Jesús termina con una expresión que aparece 7 veces en los Evangelios y también en el Apocalipsis de Juan. Parece muy obvia pero que guarda un significado profundo: "El que tenga oídos que oiga". 

El verbo oír, escuchar (en hebreo, Shemá) aparece 1.160 veces en la Biblia para expresar una llamada de atención y advertencia, de orientación y discernimiento pero también como un concepto de obediencia.

Tener oídos significa escuchar sin prejuzgar, con un corazón sencillo, dócil y dispuesto a obedecer. 

Oír, escuchar significa prestar atención a lo que Dios me dice meditándolo en el corazón y haciéndolo realidad en mi vida.

Por eso, Señor, acláranos la parábola para que sepamos "escuchar", para que seamos trigo que brilla.

JHR

martes, 27 de junio de 2023

QUÉ Y CÓMO "CELEBRO" EN MISA

"El cáliz de la bendición que bendecimos, 
¿no es comunión de la sangre de Cristo? 
Y el pan que partimos, 
¿no es comunión del cuerpo de Cristo? 
Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, 
formamos un solo cuerpo, 
pues todos comemos del mismo pan"
(1 Cor 10,16-17)

Hoy quisiera meditar sobre un tema que parece muy obvio pero que, sin embargo, está repleto de malinterpretaciones, de equivocaciones o incluso de desconocimientos en cuanto al "qué" y al "cómo" un cristiano debe comportarse en misa. Hablamos de la liturgia.

¿Qué es la misa?

La Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucharistía, acción de gracias), llamada también santo sacrificio, cena del Señor, fracción del pan, misa, comunión, santísimo sacramento, santos misterios o santa cena es un sacramento de la Iglesia instituido por Cristo en la Última Cena.

La liturgia es el modo en el que toda la Iglesia (cabeza y cuerpo místico) entramos en contacto y comunicación con Dios, le rendimos culto y le damos gracias, nos santificamos, nos purificamos y nos perfeccionamos

Pero el sacramento de la Eucaristía no es sólo una tradición o costumbre para hacer pública nuestra fe, ni tampoco un mero acontecimiento social donde nos reunimos. Es el lugar de encuentro entre Dios y los hombres. 

Por eso, los católicos más que "ir" a misa o "estar" en misa, "celebramos", "vivimos" y experimentamos de una forma especial nuestra comunión con Dios.

Siempre me ayuda mucho a ser plenamente consciente de lo que ocurre en misa cuando distingo entre lo que veo y lo que realmente sucede: la misa es "espacio sagradodonde se unen el cielo y la tierra, donde entro en la vida íntima de Dios, y por tanto, tengo la obligación de saber cómo comportarme ante Su presencia omnipotente.

¿Qué y cómo celebro en misa?

La liturgia se celebra a través de gestos, palabras, ritos y acciones con los que Dios nos hace partícipes de Su gracia: signos y símbolos que se refieren a la creación -luz, agua, fuego-, a la vida humana -lavar, ungir, partir el pan- y a la historia de la salvación -los ritos de la Pascua-, que se hacen portadores de la acción salvífica y santificadora de Cristo (CIC 1189).

Es a través de estos gestos y símbolos, signos y ritos que Dios se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo a través del Espíritu Santo (CIC 1145). 

Sin embargo, ¡cuántas veces se me olvida que en misa está presente Dios y todo el cielo reunido en torno a Él, aunque mis ojos no puedan verlo! ¡cuántas veces caigo en la rutina y "me abstraigo" de lo que estoy haciendo, y de lo que significa! ¡cuántas veces "salgo de misa" igual que entro!

Ocurre también que, a veces, en misa me fijo más en lo "externo" y me olvido de lo "interno", me fijo en los gestos de otros pero "no estoy a lo que estoy", me quedo en los ritos pero no los interiorizo, veo los signos pero quizás no los comprendo.

Por eso, debo estar muy atento y tener muy presente el qué y el cómo celebro cada momento de la Liturgia y para ello, es necesario que sepa cuáles son sus símbolos y cómo se estructura.
¿Cuáles son los símbolos ornamentales en el altar?
Para comprender plenamente el significado de la Eucaristía, primero necesito saber qué significan los símbolos y objetos ornamentales que hay en el altar durante la misa:
  • Velas/Cirios: preferiblemente de cera blanca y de abeja (luminaria cerea). Simbolizan la carne pura de Cristo recibida de su Madre Virgen, la mecha significa el alma de Cristo y la llama representa su divinidad. Se encienden antes de la celebración y se apagan después de ésta. La Instrucción General del Misal Romano dispone que sobre el altar, o cerca de él, deben colocarse en todas las celebraciones por lo menos dos (ferias o memorias), cuatro (fiestas), seis (domingos y solemnidades) o incluso siete (misa pontifical - nº 7= perfección, y plenitud del sacerdocio episcopal-). Simbolizan también la fe, la esperanza y la caridad que iluminan a la vez que se consumen. 
  • Crucifijo: situado en el centro del altar, simboliza el sacrificio redentor de Cristo.
  • Misal Romano: guía de la celebración que contiene los textos litúrgicos y las oraciones que proclama el sacerdote. Se coloca sobre un atril
  • Vasos sagrados:
    • Cáliz: vaso donde se vierte el vino, que representa a Jesús y unas gotas de agua que nos representan a nosotros. Símbolo de la paz entre los pueblos.
    • Píxide/Copón: recipiente con tapa que contiene las sagradas formas.
    • Patena: platillo de metal donde se coloca la sagrada hostia (forma grande)
  • Purificador: lienzo utilizado por el sacerdote para enjugar y purificar el cáliz, la patena y el copón, así como sus dedos después de la comunión.
  • Corporal: lienzo que se extiende sobre el altar, donde se coloca la patena, el copón y el cáliz durante la misa. Simboliza la pureza.
  • Palia: lienzo cuadrado reforzado de cartón o almidón con el que se cubre el cáliz
  • Vinajeras: dos jarras o recipientes con tapa que contienen el vino y el agua para la consagración
  • Lavabo: jarra que contiene el agua para purificar las manos del sacerdote. Tomado del Salmo 26,6: "Lavo en la inocencia mis manos".
  • Manutergio: lienzo o toalla con las que el sacerdote se seca las manos, una vez purificadas
  • Turibulo/IncensarioBrasero pequeño con cadenillas y tapa con incienso que porta el acólito o monaguillo (turiferario o navetero) y con el que el sacerdote inciensa los dones con tres movimientos dobles, antes de incensar la cruz y el altar (sólo en determinadas celebraciones litúrgicas).
¿Cuáles son las partes de la misa?

Para una mayor comprensión de la misa, fundamentalmente, necesito saber en qué consiste. 

Según el Misal Romano, la misa consta de 4 partes fundamentales: ritos iniciales, liturgia de la Palabra, liturgia Eucarística y rito de conclusión. 

Las letras indican la posición que debo tener en misa (P: de pie, disponible a la llamada de Dios; S: sentado, atento a lo que el Señor me dice R: arrodillado, en actitud de respeto y adoración).

1. Ritos iniciales
Nos preparamos para comenzar la celebración.
  • Entrada (P): El canto de entrada fomenta la unión de los reunidos y nos eleva a la contemplación del misterio litúrgico. La entrada del sacerdote da comienzo a la misa.
  • Saludo inicial (P): El sacerdote hace la venia al altar y lo besa. Desde la sede, hace la señal de la cruz  y saluda a la asamblea. 
  • Acto penitencial (P): El sacerdote y la asamblea piden humildemente perdón al Señor por sus faltas.
  • Señor, ten piedad (P): Preferiblemente cantado, o al menos, recitado por todos ("Kyrie eleison"). Con esta súplica, le pedimos a Dios su misericordia.
  • Gloria (P): Himno preferiblemente cantado, o al menos, recitado por todos con el que alabamos y glorificamos a Dios, reconocemos su santidad y nuestra necesidad de Él.
  • Oración colecta (P): El sacerdote eleva a Dios todas las intenciones de la comunidad y la asamblea, que la hace suya diciendo: "Amen".
2. Liturgia de la Palabra
Escuchamos a Dios y respondemos cantando, meditando y rezando.
  • 1ª Lectura (S): Tomada del Antiguo Testamento: Dios nos habla a través del pueblo de Israel y de sus profetas. El lector no lee lo escrito en rojo ni dice: "primera lectura".
  • Salmo Responsorial (S): Preferiblemente cantado, o al menos, recitado. El salmista proclama las estrofas del salmo, mientras toda asamblea escucha y responde. No se lee lo escrito en rojo ni se dice: "salmo responsorial"
  • 2ª Lectura (S): Tomada del Nuevo Testamento: Dios nos habla a través de los apóstoles. El lector no lee lo escrito en rojo ni dice: "segunda lectura". Tras la lectura se canta (preferiblemente) el Aleluya, en recuerdo de la Resurrección. 
  • Evangelio (P): Tomado de los cuatro Evangelios y lo proclama el sacerdote o el diácono: Dios nos habla a través de Jesús. Al finalizar, la asamblea aclama: "Gloria a ti, Señor Jesús". 
  • Homilía (S): Explicación que realiza el sacerdote de las Lecturas o del Propio texto de la Misa del día. 
  • Profesión de fe (P): Con el Credo, toda la asamblea profesamos nuestra fe.
  • Oración de los fieles (P): Con las "preces", el Pueblo intercede por todos los hombres con una invocación común (te rogamos, óyenos), pronunciada tras cada intención.
3. Liturgia Eucarística 
Actualizamos la muerte y resurrección de Jesús.
  • Preparación de los dones/ofrendas (S): Se presenta el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la sangre de Cristo (el agua que se vierte en el cáliz nos representa a todos nosotros). Realizamos el canto del ofertorio y la colecta en favor de toda la Iglesia. Oramos sobre las ofrendas.
  • Plegaria eucarística (P): Este el centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración que consta de:
    • Prefacio (P): Oración de acción de gracias.
    • Santo (P): Aclamación cantada preferiblemente o al menos, recitada, con la que toda la asamblea alaba a Dios, al tres veces santo.
    • Epíclesis (R): El sacerdote extiende sus manos sobre el pan y el vino e invoca al Espíritu Santo, para que los transforme en el cuerpo y la sangre de Jesús.
    • Consagración (R): Con las palabras y gestos de Cristo, el sacerdote "hace memoria" de la última cena. Es el momento más solemne de la Misa; en él ocurre el misterio de la transubstanciación o transformación real del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo: Dios se hace presente y nos acerca a Él. 
    • Anámnesis (R): Aclamación con la que la Iglesia realiza el memorial del mismo Cristo, recordando su pasión, resurrección y ascensión al cielo.
    • Oblación/Intercesión (P): Ofrecemos este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena. Pedimos por el Papa, por los obispos, por todos los difuntos y por todos nosotros.
    • Doxología final (P): El sacerdote ofrece a Dios el cuerpo y la sangre de Jesús, por Cristo, con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo. La asamblea responde: "Amén".
  • Comunión: la celebración eucarística es un convite pascual en el que recibimos el Cuerpo y la Sangre como alimento espiritual. Significa "común unión". Recibimos y abrazamos a Jesús y nos unimos a toda la Iglesia en alegría y amor.
    • Padrenuestro (P) se pide el pan de cada día (también el pan eucarístico), y se implora el perdón de los pecados. Consta de una invocación y siete peticiones.
    • El gesto de la paz (P): los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la humanidad, expresándose mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
    • El gesto de la fracción del pan (P): realizado por Cristo en la última Cena, significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17).
    • Inmixión o mezcla (P): el sacerdote deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz como signo de comunión entre las diversas comunidades cristianas.
    • Cordero de Dios (P): el sacerdote y la asamblea cantan el "Cordero de Dios".
    • Preparación (R) privada del sacerdote, tras la cual, muestra el pan eucarístico.
    • Comulgar (R/P): al recibir el Cuerpo de Cristo, participamos en el sacrificio que celebramos.
    • Durante la comunión, se canta el canto de comunión (P), que expresa la unión espiritual  y la alegría del corazón de los que avanzan para recibir el Cuerpo de Cristo.
    • Terminada la comunión, con recogimiento y en silencio, el sacerdote y los fieles pueden orar un rato.
    • Oración después de la comunión (P): el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación “Amén.”
4. Rito de conclusión (P)
Salimos renovados, perdonados, bendecidos y dispuestos a la misión.

Consta de saludo y bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, alabando y bendiciendo al Señor.

¿Cuáles son las dones y frutos que obtengo de la misa?

Soy plenamente consciente de que en la misa sucede un milagro: Dios se hace presente y se queda con nosotros. Por ello, debo:
  • mantener una actitud de respeto y silencio durante la celebración
  • poner atención durante las lecturas y la homilía
  • expresar devoción y adoración durante la consagración
  • tener disposición a cumplir la voluntad de Dios durante el ofertorio y la comunión
Entonces y sólo entonces, recibo las gracias y los dones que el Señor me ofrece y obtengo los frutos que su Espíritu me suscita:
  • Mi corazón se enardece al escuchar y entender la palabra de Dios 
  • Mi fe crece y reconozco al Señor al partir el pan
  • Mi alma se llena de alegría y de paz interior
  • Mi voluntad se compromete a cumplir la misión que Cristo me encomienda
JHR