¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

martes, 20 de noviembre de 2018

¡CÓMO NOS CUESTA OBEDECER!


"He aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad"
(Hebreos 10, 9) 

Desde nuestra humanidad herida, lo que más difícil nos resulta, lo que más nos irrita, lo que más nos fastidia es cumplir una voluntad que no sea la nuestra, provenga de donde provenga. 

Nos rebelamos y rechazamos todo aquello que frene nuestra libertad individual. Es, en definitiva, la misma historia que se repite desde el principio del universo: desobedecer por causa de una libertad mal entendida. 

¿Por qué? Porque entendemos mal la libertad que, amorosa y misericordiosamente, Dios nos regala, para obedecerle con confianza plena, sabiendo que todo es para nuestro bien.

Y es que, muy a pesar de nuestro empecinamiento orgulloso, todo el un
iverso gira en torno a  leyes que están sujetas a la obediencia:

Leyes fí
sicas 
Rigen toda la creación, que regulan nuestra relación con la naturaleza. Por ejemplo, la de la gravedad o de la inercia. Se acatan y punto. No hay otra opción. Por mucho que deseáramos obviarlas o saltárnoslas, estamos sujetos a ellas. Sí o sí. Nuestra libertad poco tiene que decir.

Leyes socia
les y políticas 
Regulan nuestras relaciones entre los hombres. Por ejemplo, el código de circulación o el código penal. Podemos obviarlas en base a nuestro criterio y en aras de nuestra libertad individual, aunque debemos asumir la responsabilidad de desobedecerlas (sanciones, multas, juicios, prisión, etc.).

Leyes religiosas
Regulan nue
stras relaciones dentro de la Iglesia. Por ejemplo, comulgar en Gracia o guardar celibato en el sacerdocio. Podemos saltárnoslas pero entonces no estaremos siendo consecuentes con la Doctrina y Tradición de la Iglesia.

Leyes morales
Regulan nuestra relación con Dios. Podemos obedecer a Dios por miedo a un castigo, por conseguir un premio (el cielo), es decir, por una actitud quizás algo egoísta, o podemos obedecer por amor incondicional y con confianza plena. 


¿Por qué obedecer a Dios?

Sabemos qué debemos obedecer porque Jesús nos lo dijo: "Ya sabes los mandamientos: no cometerás adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre" (Lucas 18, 20); y además nuestro interior, nuestra conciencia nos lo dicta: hacer el bien y evitar el mal.

Y además porque obedecer sólo tiene sentido y plenitud cuando las intenciones se traducen en hechos que nos llevan a la paz y a la felicidad. 

La virtud de la obediencia a Dios supone confianza en el que acata y responsabilidad en el que manda, observancia en el que cumple y justicia en el que dicta, docilidad en el que obedece y misericordia en el que ordena.

Modelos de obediencia y actitudes

Dios jamás pedirá algo que esté fuera de nuestro alcance, algo que no podamos darle. Podrá parecernos humanamente imposible pero Dios, que nos ama infinitamente sólo nos pide más amor. Un padre no le pide a un hijo aquello de lo que no es capaz.

Resultado de imagen de obediencia a diosTodos los modelos de obediencia que aparecen en la Escritura tienen las mismas actitudes: fe, amor, humildad, confianza y servicio; y un denominador común: obedecieron libremente.

Abraham y Moisés tuvieron una fe inquebrantable. María es el paradigma de humildad, la confianza y el amor a Dios: su sí no era u
no cualquiera, porque gracias a su fiat, Dios se hizo hombre.

Y qué decir de Jesucristo, quien se humilló, dejó su trono celestial, vino al mundo para hacer la voluntad de su Padre y servir a la humanidad. Y además, lo hizo regalándonos el Amor más grande: aquel que da la vida por sus amigos.

LOBOS HERIDOS

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"Guardaos de los falsos profetas, 
que vienen a vosotros con vestido de oveja 
y por dentro son lobos rapaces. 
(...) Por sus frutos los conoceréis." 
(Mateo 7, 15-16)

En la Palabra de Dios, el pueblo de Dios, a menudo es representado como un rebaño de ovejas y Jesús como el Buen Pastor. Y el enemigo natural de las ovejas, el lobo, que "las ataca y las dispersa" (Juan 10, 12). 

Por eso, Dios nos advierte que tengamos cuidado con los falsos profetas, que "se presentan ante nosotros con piel de oveja pero en realidad, por dentro, son lobos voraces" (Mateo 7,15). 

También nos avisa para que estemos alerta porque "se introducirán entre vosotros lobos crueles, que no perdonarán al rebaño; y que de entre vosotros mismos surgirán hombres que enseñarán doctrinas perversas con el fin de arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por lo cual, estad alerta" (Hechos 20, 29-31).

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¿Cómo tener cuidado y estar alerta? 

Lo primero es conocer cómo actúa el lobo. Un lobo puede parecerse a una oveja, puede moverse como una oveja o hablar como una oveja, pero con el tiempo, si observamos sus actos y sus comportamientos, le veremos aún más lobo, incluso más agresivo.

¿Qué debemos tener en cuenta?

Los lobos se acercan al rebaño para desarrollar su astucia a través del victimismo y así, parecer menos agresivos, pero si se les desafía, se erizan y te atacan, echándote la culpa como si tú fueras lobo.

Los lobos se acercan al rebaño por amor al poder, en lugar por el poder del amor. Buscan utilizar, explotar y controlar a las ovejas, en lugar de amarlas.

Los lobos se acercan al rebaño para encumbrarse y tomar el control. Utilizan su carisma y su encanto para “hacerse” con las ovejas, pero evitan relacionarse en exceso con ellas. 

Los lobos se acercan al rebaño para rechazar la responsabilidad y resistirse a la autoridad. Parecen sumisos pero no lo son. Suelen criticar a sus superiores y a sus iguales.

Los lobos se parecen a las ovejas y hablan como las ovejas, pero muerden como lobos, especialmente cuando las ovejas están en desacuerdo con ellos. 

Los lobos se acercan al rebaño para salirse con la suya y suelen decir que hacen siempre lo correcto, porque necesitan mantenerse como lo que son, "jefes de la manada". 

Los lobos se acercan al rebaño con el único propósito de engañar. Pero quienes han sido mordidos alguna vez por ellos, los reconocen perfectamente. 
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El lobo tiene una gran capacidad para mantenerse "a cubierto", para hacerse pasar por oveja. Por eso es tan difícil para el rebaño verle como lo que es, e incluso, asumir que un enfrentamiento de una oveja con un lobo, en realidad es "entre dos ovejas" que se muerden entre sí.

Por eso, hay que vigilar con mucho cuidado: porque los lobos tienen los dientes mucho más afilados y las mandíbulas más fuertes que las ovejas: "Del fruto de su boca llena el hombre su vientre, del producto de sus labios se sacia" (Proverbios 18, 20). Esto suele concretarse en abuso espiritual.

Una oveja no puede hacerle daño a un lobo, incluso aunque éste finja estar herido, pero un lobo sí puede matar a la oveja. No cerremos los ojos ingenuamente, pensando que no hay lobos en nuestras parroquias. Estemos alerta. Están en todos lados, merodeando...: "¡Sed sobrios y estad en guardia!. Vuestro enemigo el diablo como león rugiente da vueltas y busca a quién devorar." (1 Pedro 5,8).

¿Cómo identificarlos?

En la Iglesia existe una amplia variedad de especies de lobos:

- Lobos que venden una fe de frontera.
- Lobos que venden una fe de prosperidad.
- Lobos que venden una fe de justicia social.
- Lobos que venden una fe de cambio.
- Lobos que venden una fe de victimismo.

Esto
s últimos son muy peligrosos, son "lobos heridos", "lobos marginales", "lobos con adicciones", "lobos con pasiones desordenadas". Son lobos que utilizan sus heridas, sus dolores y sus sufrimientos para atraer a las ovejas que también sufren o están heridas

Us
an este sufrimiento para guiar a las ovejas por un camino muy distinto al de Dios, negando o justificando el pecado. Se mezclan con el rebaño y ganándose su confianza, haciéndoles ver que, como sufren como ellas, no son sospechosos. 
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Buscan ser "protegidos" dentro del rebaño frente a los supuestos "ataques" de otras ovejas y tratan de hacer ver a éstas como lobos. 

Utiliza
n su dolor y sufrimiento para hacer ver al rebaño que necesitan ser consolados, apoyados y protegidos, que necesitan amor y comprensión. De esa forma, conducen al rebaño por derroteros gnósticos y de falsa espiritualidad, muy distintos a los enseñados por el Buen Pastor.

Ellos están por encima de la autoridad y de la doctrina porque son incomprendidos, discriminados y, por ello, tienen "derechos especiales". Tergiversan la Verdad para crear su propio rebaño, su propio camino, su propia realidad. Y así, "devoran" a las ovejas.

Imagen relacionadaTienen un atractivo especial porque se presentan ante el rebaño como ovejas con una "lana limpia, con un "balido suave", "una mirada tierna". 

Mostrándose heridos y vulnerables dicen: "Sé tu mismo", "Dios te quiere como eres, con tu pecado", "Dios es tu amigo y te lo perdona todo, hagas lo que hagas"...Para ellos, no existe necesidad de arrepentimiento porque no existe el pecado

Ofrecen palabras motivadoras sin esperanza, tratan de hacer ver que curan cuando lo que quieren en realidad es devora, tratan de hacer ver que traen la paz cuando lo que traen es la división y la verguenza

"Intentan ellos curar la herida de mi pueblo insensatamente diciendo: ¡Paz, paz!, siendo así que no hay paz. Tendrían que avergonzarse de sus acciones execrables, pero han perdido la vergüenza; no saben ya ni sonrojarse. Por eso han de caer entre los que perecen; se desplomarán cuando yo los visite. Voy a arrancarlos de raíz , pues no hay racimos en la vid, no hay higos en la higuera, y hasta el follaje está marchito. Les mandaré un pueblo que los aventará." (Jeremías 8, 11-13)

Los lobos heridos ofrecen un Evangelio nuevo, una fe alternativa, acorde con los nuevos tiempos y a la medida de cada oveja, pero sin poder salvífico, sin Gracia, sin Dios.

Si encontramos en nuestra parroquia un lobo ¿qué haremos? ¿sufriremos el desprecio y la difamación por "atacar a estos "pobres vulnerables" y proteger al rebaño? ¿o nos quedaremos en silencio porque nos da miedo gritar: "el lobo"? ¿Miraremos hacia otro lado mientras los lobos devoran y matan al rebaño? ¿Nos apiadaremos de los "devoradores"?

lunes, 19 de noviembre de 2018

LA ESCALERA MECÁNICA

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"El desaliento es enemigo de tu perseverancia. 
Si no luchas contra el desaliento, llegarás al pesimismo, primero, 
y a la tibieza, después. 
Sé optimista."
(San Jose María Escrivá)

La fe es como una escalera mecánica en constante movimiento, que baja continuamente y por la que nosotros debemos subir. 

Requiere un esfuerzo por nuestra parte para subirla pues se mueve en dirección opuesta a nuestro destino al final de la escalera, que es Dios.

Necesitamos perseverancia, firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos y en las resoluciones del ánimo. Debemos subir la escalera constantemente, sin pararnos ante ninguna distracción. 

Necesitamos subirla con una voluntad firme o nos arrastrará hacia abajo, necesitamos subirla con ánimo y decisión y por supuesto, no mirar hacia atrás para ver lo que dejamos.

Debemos vigilar siempre para no confundirnos de sentido. Lo fácil, lo cómodo, es dejarse arrastrar hacia abajo.

A veces, puede que sintamos cansancio, flojera en las piernas, desgana o desaliento para seguir ascendiendo en contra. Es un momento peligroso porque podemos tener la tentación de agarramos al pasamanos y dejarnos llevar hacia abajo.

Es entonces cuando debemos pedir ayuda a Dios y a otros que suben por la misma escalera para que nos insuflen ánimos y ayuda.

Es entonces cuando vemos a nuestra Madre, la Virgen María que alarga su mano para que no desfallezcamos.

escalera al cieloSan José María Escrivá decía que “Comenzar es de todos; perseverar, de santos. Que tu perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia: que sea una perseverancia reflexiva”.

Todos comenzamos a subir la escalera con un primer impulso inicial, con mucho ánimo, con muchas ganas, con mucho interés, pero debemos saber que no debemos gastar esfuerzos innecesarios porque no se trata de subirla deprisa sino con constancia, hasta el final.

Subir la escalera mecánica de la fe implica no cejar en el empeño de querer llegar al final, a la santidad, a Dios y, además, creérnoslo.

Subir la escalera es poner cada pie en un nuevo peldaño, sabiendo que no podemos dejar de poner el otro pie en el siguiente peldaño.

Subir la escalera es cumplir fielmente con lo que nos comprometimos: llegar hasta el final.

Subir la escalera requiere entrenamiento y buena forma espiritual.

Subir la escalera requiere paciencia, no hay prisa, sino deseo de llegar, certeza de que nuestro "sí" es de verdad.

Subir la escalera es sencillamente creer que debemos y podemos llegar.

Subir la escalera es estar enamorado de quien nos espera al final y arder en deseos de abrazarle.

Es el amor a Dios sobre todas las cosas el que nos impele a llevar a lo alto de la escalera.

Y cuando estemos en el último escalón, poder decir lo que Pablo le dijo a Timoteo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Timoteo 4,7). Poder decir "He subido la escalera".

viernes, 16 de noviembre de 2018

LA SANA DOCTRINA


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"Tú, en cambio, predica lo que está conforme con la sana doctrina." 
(Tito 2,1)

San Pablo, en su carta a Tito, repite continuamente la expresión "sana doctrina", así como las actitudes que la acompañan: coherencia, fe, amor y paciencia. Y lo hace sabiendo que la fe es fácil de perder si no se alimenta de la sana doctrina y si no se comparte con amor.

Porque la fe sin caridad es una idea vacía, sin contenido: "lo que no se da, se pierde". La expresión de la fe necesita compartir expresiones de amor, debe estar impregnada de gestos de caridad, es decir, la sana doctrina presenta un modelo de vida justa, virtuosa y servicial que fue enseñado y puesto en práctica por el propio Jesús.

La sana doctrina es el conjunto de todas las "verdades de fe" enseñadas por Jesucristo para mostrarnos a los hombres el camino de la salvación y de la vida eterna. En sí misma es sanadora del alma, al librarnos del pecado.

La sana doctrina consiste en no agr
egar ni de quitar nada a la palabra de Dios ni modificar la doctrina de los apóstoles, que nos la han transmitido y que nosotros guardamos.

La sana doctrina está basada o compendiada, fundamentalmente, en el Credo, el Padre Nuestro, los Diez Mandamientos, los Siete sacramentos y resumidas en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC).

Revelada gradualmente por Dios a través de los tiempos, y llegada a su plenitud y perfección en Jesucristo, la definición y comprensión de la sana doctrina es progresiva, a través del constante estudio y reflexión de la Teología siempre fiel a la revelación divina y orientada por la Iglesia.

La sana doctrina consiste en la libre entrega y amor a Dios, sometiéndonos voluntariamente a la revelación hecha por Él y transmitida primero, por los apóstoles y después, por la Tradición de la Iglesia.
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​En palabras del apóstol San Pablo, "la fe opera por la caridad" (Gálatas 5,6), por eso la vida de santificación de un católico obliga, además de participar en los sacramentos, a obedecer la voluntad divina,​ a través de la práctica de las enseñanzas reveladas (que se resumen en los mandamientos de amor enseñados por Jesús), de las buenas obras y de las reglas morales propuestas por la Iglesia.
La sana doctrina, es decir, nuestra entrega voluntaria a Dios, tiene como finalidad y esperanza últimas, nuestra propia salvación​ y la instauración del Reino de Dios. 

La sana doctrina es vivir la sobriedad, el amor, la espiritualidad, la humildad, la sensatez, la integridad, la disponibilidad y el servicio a los demás. Es vivir la verdad, el bien y la bondad.

Es renunciar a la impureza, a la mala conducta, a la impiedad, al egoísmo, a los apegos y deseos mundanos, a las conductas desordenadas.

La sana doctrina es acercarse a Dios para abandonarse a su amor y huir del pecado.


miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA CARIDAD BIEN ENTENDIDA

"Ante todo, amaos ardientemente unos a otros, 
pues la caridad alcanza el perdón de todos los pecados." 
 (1 Pedro 4,8)

Acontecimientos dolorosos recientes me han llevado a meditar y escribir sobre el error que algunos cometen al confundir caridad con amor, cariño con permisividad, misericordia con negación del pecado.

Según el Catecismo, la caridad es la "virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos" (CIC 1822). Por tanto, la caridad implica amar a Dios sobre todas las cosas y "todas las cosas" significa todo.

La c
aridad va más allá de todo, es mucho más que amor, es mucho más que solidaridad. Mientras que el amor es natural, la caridad es sobrenatural. Mientras que la compasión es humana, la caridad es divina.  

La caridad bien entendida es tener en nosotros el amor de Dios. Es amar como Dios ama y lo que Dios ama. Nos exhorta a vivir en el Amor, en la Verdad, en la Bondad y en la Belleza.

Muchas veces interpretamos la caridad erróneamente y confundimos ser caritativos con ser permisivos, amar con admitirlo todo, ser buenos con tolerar la mentira.

Imagen relacionadaLa caridad bien entendida implica buscar que mi prójimo comprenda que no todo está bien, que no todo vale.  De la misma manera que cuando educamos a nuestros hijos, a veces, tenemos que decirles "no" porque les queremos, amar al prójimo tampoco significa que  debamos ser permisivos sino, porque le amamos, debemos hacer que comprenda que no todo está bien, que no puede hacer todo lo que desee y que, en ocasiones, tendrá que aceptar un "no".

El amor incondicional de Dios no quiere decir que esté de acuerdo con todo lo que hacemos o decimos. La caridad bien entendida implica ayudar a otros a descubrir sus errores y ponerlos ante Dios, que está por encima de todo.

Por eso, no podemos excusarnos en su infinita misericordia para hacer lo que queramos ni para asumir del Evangelio lo que nos parece bien y desechar lo que nos parece mal. Nosotros no decidimos lo que está bien o mal. Es Dios.

La caridad bien entendida implica expresar al prójimo que están en un error y corregirlos con amor. Y porque les amamos, estamos llamados a buscar la santidad de nuestros hermanos.

Confundir caridad con afecto, misericordia con "todo vale" no es la voluntad de Dios. Ante la mentira, el error, el pecado, no podemos pensar "como le quiero, no puedo decirle no". Eso no es caridad. Si lo hacemos, no estamos amando a nuestro prójimo.

La caridad bien entendida exige "amar correctamente", no como nosotros pensamos que debemos amar, no según nuestro criterio humano sino según el criterio divino.

La caridad bien entendida es vivirla al modo de Jesús, es decir, implica renuncia e incomodidad. Por ello, si creemos que estamos siendo caritativos pero nuestra intención o la experiencia está siendo demasiado cómoda, cuestionemos qué hacemos mal. Santa Teresa de Calcuta decía: "El amor, para que sea auténtico, debe costarnos". "Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal".

A menudo, confundimos caridad con solidaridad o con corporativismo. La caridad bien entendida debe acompañar al prójimo hacia su sanación, hacia el arrepentimiento sincero de sus errores, para que él mismo pueda vivir la caridad no sólo como el beneficiario, sino que como quien ama. 

Los cristianos no amamos por lástima ni porque nuestro prójimo sea una persona que nos cae bien. Amamos porque Dios nos ama y porque Jesús lo instituyó como mandamiento. Amamos porque nuestro Señor es el centro de nuestra vida y porque hemos experimentado su amor. 

La caridad bien entendida debe ser apreciativa, es decir, cuando la inteligencia comprende que Dios es el máximo bien y es aceptado conscientemente por la voluntad, y efectiva, cuando lo demostramos con acciones. Pero no es necesariamente sensible (cuando el corazón lo siente), pues ni nuestra fe, ni nuestra esperanza ni nuestra caridad dependen de los sentimientos.

domingo, 11 de noviembre de 2018

TESTIMONIOS DE FE

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"Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, 
reprende, corrige, exhorta con toda paciencia y con preparación doctrinal."
(2 Timoteo 4, 2)

Todos estamos llamados a proclamar la Palabra de Dios y dar testimonio de nuestra fe. Y debemos hacerlo siempre sabiendo la premisa de que el mensaje evangélico nunca cambia aunque comuniquemos esta Verdad inmutable desde distintas vivencias y desde distintas personalidades.

Por ello, varias personas pueden dar un testimonio de la misma Verdad, y cada uno será diferente, gracias a los dones que Dios nos regala y con los que cada uno aporta una visión nueva al mismo mensaje. Un testimonio de fe es una vivencia de Dios contada de formas distintas.

Podríamos clasificar los siguientes tipos de testimonios de fe según los dones y talentos de cada persona:

Inspirador


Un testimonio inspirador tiene como objetivo principal impulsar la fe de la audiencia a la acción. La persona motivadora es contagiosamente entusiasta e inspiradora: se mueve de un lado para otro en el escenario con emoción, agita sus brazos, representa cada momento con un ademán, ilustración, parábola o metáfora que mueve los corazones.
Resultado de imagen de motivarUn testimonio inspirador tiene como tema principal la conversión, es decir, un cambio de vida a través del encuentro con Cristo: "¡Dios tiene un plan para tu vida!", "¡Ponte en marcha!", "¡Crece y comprométete!", "¡No te rindas, ten fe!". "¡A través tuyo, Dios quiere cambiar el mundo! ".

Un testimonio inspirador sigue la indicación del apóstol Santiago de ser "hacedores de la Palabra y no sólo oidores": "Cumplid la palabra y no os contentéis sólo con escucharla, engañándoos a vosotros mismos. Porque si uno escucha la palabra y no la practica, es semejante a un hombre que mira su cara en un espejo y, después de haberla visto, se olvida en seguida de cómo era. Pero el que considera atentamente la ley perfecta de la libertad y persevera en ella, no como un oyente olvidadizo, sino como un activo cumplidor, será dichoso en practicarla." (Santiago 1, 22-25).

Un testimonio inspirador debe tener cuidado de no caer en el activismo. No se trata de lo que hagamos por Dios sino de lo que Dios ha hecho por nosotros. También debe cuidar no caer en la manipulación ni en la emoción. No se trata de obligar ni convencer sino de comprender la libertad que Dios nos da a cada uno.

Formativo

El testimonio formativo tiene como objetivo enseñar la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia, y formar a través de la sabiduría de los Santos Padres de la Iglesia. 

Resultado de imagen de formacionUn testimonio formativo tiene como tema principal la razón de la fe en Cristo. Presenta un acercamiento intelectual al mensaje de Cristo con un planteamiento bien estructurado, organizado y lógico: "Piensa en esto conmigo", "Escuchemos lo que Dios nos dice".

Un testimonio formativo debe tener cuidado de no elevarse demasiado, de forma que el discurso sea tan intelectual que no llegue a todas las personas

Debe evitar profundizar excesivamente en detalles para no distraer a la audiencia de la acción de Dios y, así, perder su enfoque principal.

Evangelizador

Resultado de imagen de evangelizarEl testimonio evangelizador tiene como objetivo presentar el Evangelio a través de historias de transformación de la vida de las personas por Cristo: "Jesús llama a la puerta de tu corazón".

Un testimonio evangelizador tiene como tema principal llevar almas a Cristo a través de la pasión misionera y el servicio a los demás. D
ebe tener cuidado de que la pasión por el apostolado evite el discipulado de las personas que se acercan a Dios.

La razón principal del apostolado es hacer discípulos misioneros maduros, es decir, que tras la conversión, deben crecer espiritualmente para, a su vez, volver a salir a hacer discípulos.

Digital 


El testimonio digital está siempre al día sobre los acontecimientos actuales y las tendencias culturales en las redes sociales y la tecnología. 

Resultado de imagen de digitalAl igual que Jesús, que utilizó parábolas agrícolas para comunicar su mensaje a una sociedad agrícola, el testimonio digital utiliza la tecnología y las redes sociales para mostrar a Cristo al mundo entero: "Vi este Tweet el otro día", "Sigo a Cristo en Facebook".
Un testimonio digital tiene como objetivo un profundo deseo de llegar a una cultura que considera irrelevante el cristianismo y como tema principal la relevancia de Cristo en un mundo tecnológico. Aplica la Palabra de Dios en un mensaje relevante y actual.

Un testimonio digital debe tener cuidado de no caer en la trampa de centrarse demasiado en ser culturalmente relevante o influyente. Es decir, que su mensaje provenga más del mundo que de Dios, de tratar de amoldar Su Palabra al mundo. 

Sanador

El testimonio sanador tiene una vinculación especial con las personas heridas, rotas y quebrantadas.
Resultado de imagen de sanacionSus mensajes están encaminados hacia algunos de los problemas más profundos de la condición humana, como la depresión, la ansiedad, la adicción, el sufrimiento y el divorcio: "Todos somos pecadores". "En la Iglesia no somos perfectos".

También induce a encontrar un propósito, fortalecer un matrimonio o educar hijos espiritualmente sanos. Trata de hacer ver que no están solos en sus luchas.

Un testimonio sanador tiene como tema principal la sanación que proviene de Cristo. Muestra a la Iglesia como un hospital para los enfermos donde el pecado es la enfermedad y la cura es Cristo. No importa lo grandes que sean las heridas o caídas, lo que hayan hecho o lo que nos hayan hecho, hay perdón y sanación en la cruz. Dios perdona y sana a todos.
Un testimonio sanador tiene como objetivo un mensaje de amor, esperanza y curación para las personas que sufren y padecen. Debe tener cuidado de no enfocarse demasiado en el sufrimiento y no derivar hacia un mensaje victimista, sensiblero y "buenista", en lugar de mostrar que la misericordia de Dios requiere arrepentimiento (acto de contrición) y propósito de enmienda.

Un testimonio sanador debe mantener el equilibrio entre el dolor/sufrimiento y la esperanza/fe. Se trata de abordar el problema sin insistir en él, sino ofrecer la solución que se encuentra en Cristo y el estándar más alto de justicia al que nos llama. 
Para la reflexión:
La clave es conocer tu propio estilo de testimonio para poder aprovechar sus fortalezas y, lo que es más importante, evitar sus trampas:

Inspirador - Nunca testimonies acción sin oración.
Formativo : Nunca testimonies profundidad sin humildad.
Evangelizador: Nunca testimonies conversión sin discipulado.
Digital: Nunca testimonies un "aggiornamiento" al mundo sin doctrina.
Sanador: Nunca testimonies problemas sin solución.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

EL ESTILO CRISTIANO

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"Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre,
 a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, 
e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí no puede ser discípulo mío. 
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, 
no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, 
se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, 
no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres 
podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? 
Y si no, cuando el otro está todavía lejos,
 envía legados para pedir condiciones de paz. 
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes 
no puede ser discípulo mío".
(Lucas 14, 25-33)

Jesús es rotundo: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo". 

No nos pide algo que no pueda hacerse. Él mismo ya lo recorrió antes: el camino de la obediencia, de la humillación, de la negación, de la donación. Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida.

Cristo marca la línea roja del discípulo, el estilo del cristiano, el camino que todos sus discípulos hemos de recorrer.

Jesús nos exhorta a calcular los costes, a meditar si podremos llegar hasta el final, a discernir lo que significa seguirle.

El estilo cristiano es la senda de la Cruz, que la toma y sigue adelante. Un recorrido en el que no hay atajos, en el que no hay facilidades ni comodidades, en el que no hay cambios de sentido.

El estilo cristiano es el camino de la Verdad que lleva a la Vida. Un recorrido que exige negarnos a nosotros mismos, dar la vida y que discurre contrario al del egoísmo, de las necesidades y beneficios individuales, de las opiniones personales y de los propios apegos.

El estilo cristiano es el itinerario de la obediencia total, de la abnegación y la renuncia. Una ruta en dirección contraria a la de la queja, la protesta y la discusión.  

El estilo cristiano es el sendero de la ofrenda total a Dios, de la entrega total y sin excusas. Un recorrido en el que no hay cabida a reservarnos nada para nosotros, ni pedir nada para nosotros.

Imagen relacionadaEl estilo cristiano es el camino del sufrimiento, las dificultades y los problemas. Un trayecto en el que dejamos de lado nuestras seguridades y nuestras comodidades. 

El estilo cristiano es la ruta del crecimiento en las dificultades, de la madurez en los problemas, del aprendizaje en las caídas.

¡Cuántas veces le seguimos y a la primera dificultad o al primer contratiempo, lo dejamos!

¡Cuántas veces le acompañamos esperando beneficios propios, deseando asientos de honor y gloria, y cuando no lo conseguimos, abandonamos!

¿Estoy seguro de haber calculado los costes de seguir a Cristo?

¿He echado cuentas de lo que supone cargar con mi cruz? ¿Estoy seguro de querer seguirle para crecer y alcanzar mi meta?

¿Seré capaz de llegar hasta el final a pesar de todas las dificultades que encontraré por el camino? 

¿Caminaré agradecido sólo por las cosas buenas que Dios me regala o también por las cosas malas que me encuentre?

¿Me fortaleceré a través de las pruebas? o ¿me desanimaré a las primeras de cambio?

¿Seré capaz de transformar los problemas y sufrimientos, en bendiciones y gracias que aumenten mi amor, mi esperanza y mi fe?

"Por encima de todo, tened amor, que es el lazo de la perfección. 
Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, 
en la que fuisteis llamados para formar un solo cuerpo. 
Y sed agradecidos". 
(Colosenses 3, 14-15)

martes, 6 de noviembre de 2018

INVITADOS A UNA BODA

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"Al oír esto, uno de los comensales le dijo: 
¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!
Él le respondió: Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; 
a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: 
'Venid, que ya está todo preparado'
Pero todos a una empezaron a excusarse. 
El primero le dijo: 'He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses'. Y otro dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; 
te ruego me dispenses'.
'Otro dijo: 'Me acabo de casar, y por eso no puedo ir'.
Regresó el siervo y se lo contó a su señor. 
ntonces, el dueño de la casa, airado, dijo a su siervo: '
Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, 
y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, a ciegos y cojos'.
 Dijo el siervo: 'Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio'.
 Dijo el señor al siervo: 'Sal a los caminos y cercas, 
y obliga a entrar hasta que se llene mi casa'. 
Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena."
(Lucas 14,15-24)

¡Cuántas veces hemos visto en la vida esta misma escena! ¡Cuántas veces nos han invitado a una boda o a una celebración y nos hemos excusado! ¡Cuántas veces dejamos de ir a algún sitio cuando no somos protagonistas o cuando nos crea un compromiso!

En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a su fiesta pero muchos no acudimos... nos excusamos con mil pretextos, con mil justificaciones, con mil argumentos, con mil coartadas...

Y el Anfitrión se decepciona, se enfada cuando nos invita gratuitamente y le damos la espalda...cuando nos invita a sentarnos junto a personas que (quizás) no soportamos, o no consideramos dignas y ponemos cualquier pretexto...cuando nos invita a ser comunidad y lo consideramos un "compromiso"...cuando nos invita a servir a otros y pensamos que allí no tenemos nada que hacer, que no somos protagonistas, que nosotros "valemos más"...

La fiesta está preparada, la comida está lista y sin embargo, nosotros no estamos dispuestos. Y no lo estamos porque nuestro egoísmo busca notoriedad, favores y reconocimiento. ¡Si no es nuestra fiesta, es un compromiso!

¿Cuándo fue la última vez que te excusaste ante una invitación de Jesús? 

¿Recuerdas todas las veces que has estado tan ocupado para ir a ver a ese amigo tuyo enfermo? 

¿Recuerdas todas las veces que has estado tan preocupado por tu trabajo, tus clientes, tus cifras que no has tenido tiempo de estar un rato con tus hijos y tu mujer?

¿Recuerdas todas las veces que alguien ha necesitado de tu ayuda y tú les has negado tu mano? 

¿Recuerdas todas las veces que has dicho "a ver si nos vemos" y nunca lo has hecho? 

¿Recuerdas cuantas veces Dios te ha pedido algo y has puesto el pretexto de "no puedo" o te has disculpado diciendo "ahora no"?
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Meditemos seriamente: Dios, con su gran amor y generosidad, nos invita gratuitamente a formar parte de su banquete 

¿Vamos a responderle con excusas y justificaciones? 

¿Vamos a decepcionarle y enojarle?

No perdamos el tiempo y ocupemos las sillas que nos ofrece. Hay muchas libres. No lo dejemos para el último momento o quizás puede que cuando queramos entrar a la fiesta, ya no haya sitio.

Seamos generosos, serviciales y solidarios. Respondamos a su llamada. Aceptemos con alegría su invitación. Vayamos y sentémonos junto a los que están solos, junto a los que están tristes o desconsolados, junto a los heridos y necesitados, junto a los que necesitan de nosotros y de nuestro amor.


viernes, 2 de noviembre de 2018

LA CLAVE DE LA FELICIDAD

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"Busca en el Señor tus delicias, y él te dará lo que tu corazón desea" 
(Salmo 37,4)

La búsqueda de la felicidad es el mayor deseo del hombre. Sin embargo, la busca donde no puede encontrarla, en el exterior, porque la felicidad no está basada en poseer cosas, ni en éxito ni triunfar socialmente, ni en disfrutar de los placeres del mundo. 

Dios ha puesto en el corazón del hombre un profundo anhelo de felicidad, de plenitud, de sed de infinito. La felicidad está dentro de nosotros, es la presencia misma de Dios en nosotros y en nuestra vida lo que nos produce gozo y alegría.

La felicidad consiste en ver a Dios a nuestro lado y cómo interviene en todos los acontecimientos de nuestra vida. Consiste en ver todos los maravillosos regalos que Dios nos ofrece cada día, en cada situación, en cada persona que se cruza en nuestro camino y agradecérselo. Consiste en aceptar al voluntad de Dios aun a pesar de las dificultades y confiar plenamente en su Providencia. Consiste en estar en paz y en gracia, abandonados a la acción del Espíritu Santo.

Pero la felicidad completa va más allá de esta vida. La felicidad plena la encontraremos en el cielo, destino al que todos estamos llamados. Nuestra recompensa está allí.

Imagen relacionadaEn el capítulo 5 del Evangelio de Mateo Jesucristo nos da la clave de la felicidad: "Felices los pobres en el espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos... Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo".

El Señor nos muestra el camino que, a pesar de todas las dificultades, conduce a la verdadera felicidad. Sólo Él puede satisfacer nuestras expectativas, muchas veces frustradas por las falsas promesas mundanas, por el conformismo, por el relativismo, por las máscaras que falsean la vida.

Es Jesús quien suscita en nuestros corazones el deseo de hacer de nuestra vida algo grande, cuya culminación está en el cielo, junto a Dios. 

Es Cristo quien nos da un motivo de verdadero gozo y esperanza para descubrir y celebrar la fuerza y ternura de Dios, abrirnos a su amor, dejarnos moldear por Él y convertirnos en santos, en bienaventurados.

Es en Dios donde está la clave de la felicidad.