¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

lunes, 26 de junio de 2023

CREO QUE HA LLEGADO EL MOMENTO...

" No sois vosotros los que me habéis elegido, 
soy yo quien os he elegido 
y os he destinado para que vayáis y deis fruto, 
y vuestro fruto permanezca"
(Jn 15,16)
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Todos conocemos el auge y los frutos que producen los métodos de primer anuncio (Emaús, Effetá, Bartimeo, Proyecto Amor Conyugal, Seminarios en el Espíritu, Cursillos...) en los que el amor y la gracia de Dios actúan poderosamente, generado conversos alegres y enamorados de Cristo.

Sin embargo, seguimos sin contestar la "pregunta del millón" formulada desde hace tiempo: y después... ¿qué?... ¿a qué nos llama Dios? ¿a qué nos impulsa su Espíritu Santo? ¿qué quieres más de mí, Señor? ¿adónde quieres que vaya? ¿para qué me has elegido?

Normalmente, los que salimos de los retiros "con el corazón en ascuas" solemos permanecer en una inercia franquiciadora de fines de semana espirituales que siempre son maravillosos (porque Dios siempre actúa a pesar de nosotros), pero...realmente ¿nos hacen cumplir aquello para lo que hemos sido elegidos? ¿nos conducen al compromiso de dar la vida por otros? o ¿nos limitamos a consumir experiencias místicas o a realizar un servicio que nos resulta relativamente cómodo? 

El Señor nos ha elegido para que vayamos y demos fruto...y que ese fruto permanezca. Pero si dejamos que el fruto se seque o se marchite, nada de lo que hagamos tendrá sentido. Necesitamos saber qué hacer con el fruto (que necesita algo más que retiros) para que perdure.

San Pedro nos da alguna pista: "Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas"(1 Pe 2,21). No podemos quedarnos en la tranquilidad de la orilla, la intimidad del cenáculo o la comodidad del Tabor. Debemos seguir el ejemplo del Señor y dar un paso más. 

Por eso...

Creo que ha llegado el momento de bajar del Tabor, donde quizás nos hemos acomodado y fascinado ante tantas "transfiguraciones" de personas vuelven a la casa del Padre, y lo hemos convertido en una espiral interminable de retiros de todo tipo... "tiendas" donde se está muy bien, pero que reclaman algo más.

Creo que ha llegado el momento de salir de la orilla y subir a la barca, "levar" ancla e "izar" velas y remar mar adentro, para salir de sesiones que se eternizan contando lo que uno hace, lo que uno siente o lo que uno vive, para navegar por mares poco explorados, para testimoniar nuestra fe en "alta mar", donde el viento y el oleaje son contrarios.
Creo que ha llegado el momento de salir del entorno favorable que produce un retiro, resguardados y a salvo del mundo hostil, para "bregar" en lugar de "timonear", para ser cristianos de "mono de trabajo" en lugar de servidores de "polo"....para asumir nuevos compromisos con quienes nos necesitan, con quienes sufren o que han perdido su esperanza.

Creo que ha llegado el momento de pasar de métodos de conversión individual a métodos de conversión comunitaria que acompañen, formen y discipulen, lo cual implica acompañar mientras somos acompañados, formar mientras somos formados, discipular mientras somos discipulados.

Creo que ha llegado el momento de dejar "nuestras trincheras" y salir a "campo abierto", a la verdadera batalla "cuerpo a cuerpo" a la que estamos llamados, para poner a prueba nuestro coraje y nuestro compromiso de dar la vida por otros.
Pero no se trata de una llamada a la imprudencia o a la temeridad, ni tampoco a las Cruzadas, sino una invitación a mirar a los demás con los ojos misericordiosos de Dios, que conmuevan nuestros corazones no sólo durante un fin de semana emocional...y que nos haga salir de nuestras comodidades (incluso de las espirituales).

Creo que ha llegado el momento de demostrar y testimoniar nuestro amor a Dios...cuidando de los pobres y los necesitados, esto es, poner el amor en acción, el corazón en la miseria de otros, avanzando hacia rutas"más incómodas", que nos "duelan" más, que nos exijan más, que requieran "dejarnos la piel", o incluso, que nos reclamen dar la vida.

Sé que no es una llamada fácil de responder. Enseguida nos brotan excusas, pretextos y justificaciones que nos impiden dar un sí a una tarea más exigente y menos cómoda. Lo sé porque a mi también me pasa, quiero descansar en el Señor pero no dejo de oírle cómo me pide más en cada Eucaristía, en cada Adoración, en cada retiro: "Duc in altum".
Creo que ha llegado el momento de realizar un servicio auténtico (que en ocasiones, es impostado) que no entiende de reconocimientos o de comodidades, ni que se mueve por los méritos de aquellos a quienes debemos amar...que no tiene envidia, que no presume, que lo soporta todo (1 Cor 13,4-8), que perdona y que se entrega hasta el extremo (Jn 15,13).

Creo que ha llegado el momento de hacer de lo ordinario algo extraordinario...o viceversa...

domingo, 25 de junio de 2023

HASTA PRONTO, TOMÁS

"En paz me acuesto y enseguida me duermo, 
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo" 
(Sal 4,9)

Señor, hoy que has llamado a nuestro hermano Tomás a tu divina presencia, te damos gracias por su vida y por todos los dones que le regalaste y que compartió generosamente con nosotros. Te damos gracias por habernos permitido caminar juntos en la fe y haber tenido el privilegio de servirte en nuestra pequeñez.

Nuestro querido Tomás "ahora sólo busca una cosa: olvidándose de lo que queda atrás y lanzándose hacia lo que está por delante, corre hacia la meta, hacia el premio, al cual le llama Dios desde arriba en Cristo Jesús" (Flp 3,13-14).

Mientras, nosotros "no estamos afligidos como los que no tienen esperanza" (cf. 1 Tes 4,13), sino que "estamos de buen ánimo porque todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo(2 Cor 5,8.10), "pues estamos convencidos de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor" (Rom 8, 38-39).

Hoy, cantamos a la vida porque tenemos motivos para hacerlo, porque hemos compartido nuestro tiempo y nuestras experiencias con Tomás, porque hemos reído y rezado con él, porque hemos estado a su lado y él al nuestro. 

Hoy despedimos a Tomás pero no con un "adiós" definitivo sino un "hasta pronto", porque tenemos la certeza de que el Señor ha resucitado y nosotros resucitaremos con Él.

Entre tanto, nosotros mantenemos vivo su recuerdo, su servicio de amor y generosidad a Dios y al prójimo, y guardamos todo lo que, con su ejemplo y testimonio "en lo escondido, en lo humilde", nos ha enseñado.

Tomás nos ha pasado el testigo para que continuemos esta carrera de relevos que empezó nuestro Señor, Jesucristo. Nuestro hermano ya ha corrido su tramo, "ha combatido el noble combate, ha acabado la carrera, ha conservado la fe" (2 Tim 4,7), por ello:
Señor y Padre de bondad, en tus manos encomendamos el alma de nuestro hermano, en la firme esperanza de que resucitará en el último día con todos los que han muerto en Cristo (Jn 11,24). 

Dale, Señor, la corona de la vida que prometiste a los que te aman (Stg 1,12; Ap 2,10)

Dios de misericordia, acoge las súplicas que te presentamos por Tomás y abrele las puertas de tu Reino porque ha guardado tu palabra y no ha renegado de tu nombre (Ap 3,8) 

Conforta y consuela a su familia, dales fortaleza y serenidad para superar su partida en la certeza de que, en su momento, se vuelvan a reunir con él en plenitud de gozo junto a Ti.
Por Cristo, nuestro Señor.
Amén


JHR

martes, 13 de junio de 2023

EVANGELIZAR NO NECESITA PROFESIONALES SINO TESTIGOS

"No os estiméis en más de lo que conviene, 
sino estimaos moderadamente, 
según la medida de la fe que Dios otorgó a cada cual"
(Rom 12,3)

Dice san Pablo, a propósito del apostolado y de la vida de fe, que un cristiano no debe estimarse más de lo que conviene (Rom 12,3) porque significa caer en la arrogancia, un comportamiento que Dios detesta (Pr 16,5). Nosotros somos servidores y colaboradores de Dios: plantamos y regamos pero no hacemos crecer el fruto. Eso lo hace Dios (1 Cor 3,6-9; 4,1-2). 

Sin embargo, ocurre a veces, que algunos cristianos nos dejamos seducir por el afán competitivo y profesional del mundo, tratando de plasmar nuestro sello personal en nuestra forma de servir, en nuestro testimonio "estrella", en nuestra capacidad para "deslumbrar" a otros, porque somos veteranos y sabemos de qué va esto de evangelizar.

San Alfonso María Ligorio decía: “El hombre espiritual dominado por la soberbia es un ladrón, porque roba, no bienes terrenos, sino la gloria de Dios". Nos convertimos en "ladrones profesionales".  Le robamos a Dios y nos apropiamos de su gloria. 

Nos mostramos conocedores de verdades ocultas sólo a nuestro alcance, damos consejos sin que se nos pidan, adoctrinamos sin testimoniar, juzgamos y señalamos porque nos sentimos superiores a los demás, nos enaltecemos y nos convertimos en "servidores profesionalizados".

Enfocados en el "resultadismo", en la "eficacia" y en la "eficiencia", nos convertimos en auténticos expertos del apostolado, poniendo el "foco" en nosotros y compitiendo permanentemente con el resto de nuestros hermanos de fe. 
Hablamos de servicio y de entrega pero, ¿ejercemos o rivalizamos?. Nos erigimos en ejemplos de fe, pero ¿la ponemos en práctica o sólo teorizamos?. Poseemos grandes carismas, pero ¿damos gloria a Dios o a nosotros mismos?. Atraemos a otros con nuestro magnetismo, pero ¿testimoniamos a Cristo o a nosotros mismos? 

El orgullo y la soberbia espirituales nos apartan de la Verdad, que es Jesucristo mismo (Jn 14,6), quien nos advierte que "el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos" (Mc 10,43-45), que "cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido" (Lc 14,11; cf. Stg 4,6), y que "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (1 P 5,5; cfr. Pr 3,34).

San Pablo insiste en ello: "No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros" (Fil 2,3)Quien muestra arrogancia o hace ostentación, no sirve al prójimo ni a Dios, sino a sí mismo.

Evangelizar no es una tarea para "apóstoles profesionales" ni para "expertos servidores". Cristo nos envía como ovejas en medio de lobos, no como lobos en medio de ovejas. Nos pide la astucia de las serpientes pero también la humildad de las palomas (Mt 10,16).

Evangelizar necesita testigos fieles que contagien el amor de Dios con su testimonio de vida, requiere testigos veraces que sean la voz que grita en el desierto y allanen el camino al Señor (Jn 1, 23-24), precisa testigos auténticos que hayan visto y hayan creído en el Hijo de Dios (Jn 1,34), demanda testigos valientes que no puedan callar lo que han visto y oído (Hch 4,20).

Todo apóstol (servidor) debe tener muy presente que el compromiso de testimoniar las maravillas que Dios ha hecho en su vida y contarlas al mundo es suyo, pero el protagonismo es del Espíritu Santo y la gloria de Dios. 

Servir a Dios no consiste en ser el protagonista de la historia sino en menguar para que Él crezca (Jn 3, 30), testimoniando con humildad y sin arrogancia, sirviendo con sencillez y sin ostentación, proclamando con docilidad y sin vanagloria, amando con veracidad y sin falsedad.
JHR

martes, 30 de mayo de 2023

LA IMPORTANCIA DE FORMARNOS EN LA FE

"Vosotros sois la sal de la tierra. 
Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? 
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. 
Vosotros sois la luz del mundo. 
No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte" 
(Mt 5,13-14)

Con frecuencia escuchamos en nuestras comunidades que los católicos necesitamos formación. Aunque muchos pedimos formación porque afirmamos desconocer las verdades de nuestra fe, la profundidad y el significado de la Biblia o qué dice el catecismo de la Iglesia sobre determinados aspectos, lo cierto es que cuando nos la ofrecen, la rechazamos o, cuando menos, somos inconstantes al recibirla.

Para algunos, la fe es tan sólo un sentimiento que aporta paz, consuelo y esperanza. Para otros, un cumplimiento de algunas normas de vida sin demasiado compromiso. Y para la mayoría, una gran desconocida.

¡Cuántas veces escuchamos decir que no leemos la Biblia porque no la entendemos! ¡Cuántas veces escuchamos decir que no rezamos porque no comprendemos lo que decimos o porque nos aburre! ¡Cuántas veces nos conformamos con escuchar homilías (si es que lo hacemos) que se quedan en un simple monólogo sin que interpele nuestros corazones!

Por eso, nos preguntamos ¿por qué es importante para un católico la formación? He aquí algunas razones:

  • Porque no podemos amar a Dios sin conocerlo. Y si no le amamos, inclumplimos el primero de los mandamientos: "Amarás a Dios sobre todas las cosas" (Mt 22,36-37).
  • Porque nuestra fe es la adhesión y el seguimiento a Jesucristo (Mt 16,24) y nadie puede adherirse y seguir a nadie si no lo conoce. Para vivir cristianamente necesitamos conocer para amar y amar para vivir. Sólo quien está enamorado, enamora. Y quien enamora, vive de acuerdo al sentido para el cual ha sido creado.
  • Porque para enamorar necesitamos compartir el amor a nuestra fe con otros y para ello, es necesario dar razón de lo que creemos, dar argumentos de lo que amamos (1 Pe 3,15). El mundo se ha convertido en una zona hostil que ataca nuestros valores y creencias. Por ello, la formación es absolutamente necesaria para defender nuestra fe.
  • Porque para cumplir la misión que Jesucristo nos confió de "Id al mundo entero y proclamar el evangelio" (Mt 28,19-20; Mc 16,15-20; Lc 9,2; 10,1-3) es necesario que sepamos cómo dialogar con aquellos que están alejados de Dios y de la Iglesia, es preciso encontrar los puntos en común, lo que nos une y no tanto lo que nos separa.
  • Porque sin formación, nuestra fe no crece, se vuelve "privada", se marchita y muere. Y Jesús nos pregunta "¿dónde está vuestra fe?" (Lc 3,25).

La fe necesita crecer y desarrollarse. Los cristianos adultos necesitamos alimento sólido en lugar de alimento para bebés, necesitamos más carne y menos papilla, más luz y menos oscuridad. 

La falta de formación genera oscurantismo y tiniebla, es terreno abonado para los fundamentalismos y los relativismos que nos alejan del Señor y de su Iglesia. 

¡Cuántas personas dicen comprender su fe y sin embargo, se vuelven intransigentes con los demás! ¡Cuántas personas dicen conocer la voluntad de Dios y sin embargo, repiten frases como "a mi me parece", "yo creo que...", "la Iglesia debería evolucionar" o "la Biblia debería cambiarse"!

El Señor nos dice que somos sal y luz del mundo pero ¿cómo podemos serlo si nos volvemos sosos o nos oscurecemos? ¿cómo podemos ser aquello que no somos o dar aquello que no tenemos?

La formación no es un "conocer teórico" más ni un saber más, ni una ciencia más. Se trata de conocer cuánto nos ama Dios, y saber corresponderle con nuestro imperfecto amor humano, igual que un hijo busca agradar a su padre.
La esencia del cristiano es seguir a Jesús, y seguirlo implica “ponerse en su lugar”. Y para ponernos en su lugar necesitamos discernimiento, formación y acompañamiento espiritual. 

La vida cristiana se aprende, ninguno nacemos sabiéndola. Es el Señor, nuestro Maestro quien nos enseña a través de su Iglesia y de sus testigos a vivir una vida nueva en el Espíritu, a vivir según Su Evangelio. 

La formación es una necesidad de cada cristiano para relacionarnos íntimamente con Dios, para dejarnos amar por Él, para conocerlo y amarlo siempre más y mejor, para dejarnos llevar a un encuentro personal, a una amistad estrecha y a una íntima comunión con Él.

Jesús, en la cruz, dijo: "Tengo sed" (Jn 19,28). Dios tiene sed de nosotros pero nosotros...¿tenemos sed de Él?

"El que tenga sed, que venga a mí y beba,
el que cree en mí; como dice la Escritura: 
de sus entrañas manarán ríos de agua viva” 
(Jn 7,37-38)

sábado, 6 de mayo de 2023

¿CONFIANZA O AUTOSUFIENCIA?

"Si no veis signos y prodigios, no creéis"
(Jn 4,48)

Ocurre que, en ocasiones, algunos pasamos nuestra vida pidiéndole a Dios señales y prodigios para confirmar que nuestras expectativas de vida, nuestros deseos y proyectos de "aquí abajo" coinciden con Su voluntad. Y si no sucede así, se lo recriminamos. 

Sin embargo, ¿no deberíamos seguir el ejemplo de la Virgen María, discerniendo y meditando todo en nuestro corazón? (Lc 2,19).

Recuerdo una historia graciosa que me contaron en una ocasión, durante una charla sobre la fe y la confianza en Dios, que viene muy al caso y que decía algo parecido a esto:

Había una vez un hombre muy creyente que no temía nada porque Dios siempre estaría junto a él para ayudarlo en cualquier circunstancia.

Un día, se desencadenó una terrible tormenta que provocó grandes inundaciones. Buscó un sitio elevado en el tejado de su casa y esperó a que Dios le salvara.

Al poco tiempo, se acercó una lancha de rescate desde la que le dijeron- "Hombre de Dios, agárrese a esta cuerda y le pondremos a salvo".

El hombre contestó -"Muchas gracias pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".

Y la lancha se marchó.

Al cabo de un rato, otra embarcación se acercó, le lanzaron un salvavidas y le dijeron- "Hombre de Dios, sujétese a este salvavidas y le llevaremos a tierra firme".

El hombre contestó de nuevo -"Muchas gracias, pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".

Ellos insistieron porque la tormenta arreciaba y el agua crecía por encima de las casas, pero el hombre no les hizo caso. Y se alejaron en busca de otras personas.

De pronto, escuchó el ruido de las aspas de un helicóptero desde el que le lanzaron una escalera y le dijeron-"Hombre de Dios, agárrese bien a la escala que le tendemos, suba por ella y le pondremos a salvo".

Pero el hombre nuevamente contestó -"Muchas gracias pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".

El helicóptero se alejó dejando al hombre en una situación tan límite que terminó ahogándose.

De camino al cielo, el hombre se encuentra con Dios y le dice: "Señor Dios, yo que siempre he creído en Ti, yo que siempre he confiado en Ti, yo que siempre te he rezado...¿por qué me has abandonado a mi suerte, dejándome morir ahogado?"

Dios, con infinita paciencia y ternura le dice -"Querido mío, yo nunca abandono a mis hijos amados.
¿Recuerdas la lancha que te dijo que te acercaras para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.
¿Recuerdas el barco que te lanzó un salvavidas para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.
¿Recuerdas el helicóptero que te lanzó una escala para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.

En tres ocasiones fue a buscarte para salvarte y tú decidiste rechazarlas una tras otra. Yo siempre estuve cerca de ti, a tu lado, para ayudarte pero está en ti reconocer las oportunidades que te brindo y aprovecharlas. En contra de tu libertad, yo no puedo hacer nada".

¡Cuántas veces nos cuesta reconocer al Señor! ¡Incluso aunque camine a nuestro lado y nos hable por boca de otros! ¡Incluso cuando las circunstancias son tan evidentes que no cabe otra! 

¡Cuántas veces nos empeñamos en instrumentalizar a Dios con el propósito de ponerle a nuestra disposición, para que obre de acuerdo a nuestras expectativas y no según Su voluntad!

¡Cuántas veces pensamos que Dios es el genio de la lámpara maravillosa de la iglesia, que al frotarla, nos concede tres deseos!

Nada de esto es nuevo ni particular de nuestro tiempo. Dios ha obrado siempre así (con amor infinito) desde el principio de la creación a través de sucesivas alianzas con el hombre con las que ha intentado ir preparándolo para su salvación enviándole jueces, reyes y profetas. 

Y en la plenitud de los tiempos, "la luz brilló en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió...El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo...Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron" (Jn 1,5.9.11). Jesucristo, Dios encarnado, a pesar de realizar muchos signos y prodigios, a pesar de mostrar su divinidad con palabras y obras...no fue reconocido ni acogido por los suyos (nosotros).

Juan, el "discípulo amado" concluye su evangelio así: "Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir" (Jn 21,25).

Pero el hombre, por vanidad a veces, y por estupidez, otras, ha optado (optamos) casi siempre y en el mejor de los casos, por darle la espalda y mirar hacia otro sitio (al suelo, a nuestro polvo, a nuestra humanidad caída), y en el peor de los casos, (optamos) por crucificarlo.
La confianza no es otra cosa que poner nuestra vida en manos del Señor y lanzarnos sin miedo a sus brazos, de la misma manera que un niño pequeño se lanza en brazos de su padre cuando éste le tiende sus manos al final del tobogán, para recibirlo y sostenerlo.

La autosuficiencia y el orgullo con los que nos esforzamos los hombres en vivir una vida que nos ha sido regalada y que pretendemos manejar a nuestro antojo, son las principales causas que nos impiden muchas veces reconocer, escuchar y confiar en Dios. Incluso, en ocasiones, nos hacen creernos que nuestra fe es firme y sólida.

La confianza no es otra cosa que escuchar y estar atentos a lo que Dios dice y hace -"Shemá, Israel" - (Dt 6). Es así de simple pero nosotros lo complicamos. Dios no se va a aparecer particularmente a nosotros en una zarza ardiente, ni en un carro con caballos blancos, ni rodeado de un coro de ángeles tocando trompetas, ni tampoco en un cartel con luces de neón...

Dios es más sutil y más delicado que todo eso... porque nos ama con locura y porque somos el culmen de su creación. Pero, como dice un amigo mío: "¡Nosotros, no nos enteramos de nada!"

"Bienaventurados los que sin haber visto hayan creído” 
(Jn 20,29)

martes, 2 de mayo de 2023

LLAMADOS A TRASCENDER

"Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.
Bendito eres, Señor, enséñame tus decretos.
Mis labios van enumerando todos los mandamientos de tu boca;
mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas.
Medito tus mandatos, y me fijo en tus sendas;
tus decretos son mi delicia, no olvidaré tus palabras"
(Sal 119,10-15)

Han pasado ya tres años desde que la pandemia detuvo por un tiempo el mundo y provocó un reseteo global. Muchos tomaron conciencia de la vida frenética y agotadora que vivían y que les había convertido en prisioneros de lo superfluo, en rehenes de lo banal, en esclavos de lo efímero, y optaron por una vuelta a lo básico, a lo auténtico, a lo holístico del ser humano.

Desconectandose del ruido y de la rutina, se lanzaron a la búsqueda de sí mismos, encontrando terapias de grupo alternativas al universo artificial, virtual e irreal creado por ellos mismos y en el que no eran capaces de alcanzar nunca la satisfacción plena.

Para la mayoría de los increyentes se trata de una búsqueda de crecimiento personal en el culto al cuerpo o en el cuidado del espíritu. En ambos casos, para encontrarse "así mismos". 

Una búsqueda de inmanencia, de uno mismo, que contiene un trasfondo interesado, egocéntrico e intrascendente. El hombre busca permanecer en la dimensión humana y pretende infructuosamente encontrar inútilmente allí la divina. El hombre después de miles de años, sigue queriendo "ser como Dios" (cf. Gn 3,5) pero sin Él.
Sin embargo, la búsqueda de la trascendencia, de lo que va "más allá" de los límites naturales y finitos, no puedo encontrarla en "el más acá". Es primordial que busque todos los interrogantes que surgen desde la profundidad de mi ser (cuerpo y espíritu), en una dimensión sobrenatural e infinita. 
Puedo empeñarme en "ser como Dios" hasta los límites que mi imaginación me permita, pero no puedo encontrar aquello que no está donde no está, por mucho que lo busque donde yo quiero que esté.

El hombre es una criatura muy especial en relación a la creación natural: su rasgo distintivo no es sólo tener la capacidad de pensar y razonar, sino de "pensar lo que piensa", "amar lo que ama", "hacer lo que hace". Pero también lo es en relación a la espiritual: su capacidad de creación, de dar vida lo que le diferencia de los seres angélicos. Ambas son la concreción de haber sido creados "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,27).

Esa imagen y semejanza de Dios (quiera o no, la niegue o la afirme) me conduce indefectiblemente a elevarme, a trascender, para encontrar respuestas que no puedo encontrar sólo en la dimensión natural.

Trascender es bajarme del tiovivo que gira y gira sin llegar a ninguna parte; de la noria que me eleva momentáneamente pero que me deja siempre en el mismo sitio de inicio; de la fuerza gravitatoria que me mantiene apegado a las realidades materiales y visibles.

Trascender es "escalar más allá" de mis límites naturales para alcanzar lo sobrenatural, "lo absolutamente Otro", lo Numinoso, lo Divino"; caminar desde "lo visible" hacia "lo invisible" para "ver" y tener experiencia de Dios, para alcanzar una vida en comunión íntima con mi Creador.

jueves, 27 de abril de 2023

UN CAMINO DESDE EL SINAÍ AL TABOR

"Mira, hago nuevas todas las cosas"
(Ap 21,5)

El monte Sinaí, también llamado monte Horeb, es citado en el libro de Éxodo y en 1 Reyes. Allí, Moisés y Elías permanecieron cuarenta días y cuarenta noches orando

El monte Tabor, también llamado monte de la Transfiguración, es citado en los evangelios sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas. Allí, aparecen también Moisés y a Elías, que representan la Ley y los Profetas, cuyo cumplimiento es la manifestación gloriosa de Jesucristo.

En ambos montes se produce una teofanía: Dios se manifiesta. En el Sinaí, para preparar al hombre a la participación de la vida divina, y en el Tabor, para realizar un nuevo acto de creación a su imagen y semejanza en "Su Hijo amado", el nuevo Adán, por el que "diviniza" al hombre y por el que le revela definitivamente su deseo de comunión con él. 

En el Sinaí, el hombre no podía ver a Yahvé pero Dios se muestra a través de la alianza que hace con Moisés, la Torá. 

En el Tabor, el hombre puede ver a Dios, que se muestra en el rostro glorioso de Cristo, la plenitud de la Ley. Tanto Moisés como Jesús bajan del monte porque tienen una misión divina que cumplir.

El camino del Sinaí al Tabor es el camino del Éxodo a la Pascua definitiva, el camino del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, el camino del Dios escondido en las tinieblas humanas al Dios revelado en la luz divina, el camino del desierto al nuevo Edén. 

Nosotros, también hemos de recorrer el Sinaí para alcanzar el Tabor. Un camino de preparación y purificación, de introspección reflexiva, de oración, penitencia y limosna. 

La vida terrenal no es sino un camino cuaresmal que tiene que pasar indefectiblemente por la Cruz para alcanzar la gloria de la resurrección.

No hay atajos ni comodidades. Dios nos quiere "en movimiento", nos quiere "activos" para no estancarnos, nos quiere cargando nuestras cruces a imitación suya. 

Se nos muestra en toda su gloria para que le contemplemos por un momento y tomemos aliento, pero no quiere que lleguemos antes de tiempo, no quiere que nos conformemos con un "poco" de Él. Dios quiere darse a nosotros completamente, a su tiempo y mucho más de lo que nos imaginamos.

Por ello, nos insta a seguir caminando a su lado, a seguir cruzando el desierto de nuestra existencia junto a Él, aunque a veces, no le reconozcamos, con una meta: alcanzar el monte de la vida eterna. 

Nos invita a seguir conociéndole a través de su Palabra, que nos muestra su plan de salvación, pero no se conforma sólo con que nos formemos un concepto "pensado" o "teórico" o "histórico", o incluso "mágico" de quién es Él. 

No quiere que nos conformemos con un cristianismo de "sentimientos", de "levitación" ni de "éxtasis". Eso sería como plantar nuestra tienda, ponernos cómodos y tumbarnos a descansar. Eso sería buscar nuestra propia gloria y no la suya. Eso sería conformarnos con "muy poco"...o mejor dicho, con "nada".

Dios nos exhorta a "bajar" a tierra firme para seguir caminando; a la seguridad de su Iglesia para seguir meditando las respuestas que nos da ante nuestros interrogantes; a la comunidad donde seguir discerniendo cuál es su voluntad para cada uno de nosotros.

Ya no hay Tabor. Ya no hay ciudad santa ni templo. Jesucristo lo ha hecho todo nuevo. El encuentro con el Resucitado ya no es un lugar geográfico ni hierofánico. Es un espacio de intimidad donde humanidad y divinidad confluyen y se relacionan.

Antes de que lleguemos a su corazón y a su gloria, el Señor se anticipa. Hace como que sigue su camino pero realmente lo que desea es entrar en nuestro corazón que conoce perfectamente, en la profunda intimidad de nuestra alma que anhela salvar. 

Sólo si le invitamos a entrar, entrará y cenará con nosotros (Ap 3,20). Y entonces, podremos reconocerle cada día "al partir el pan".

martes, 17 de enero de 2023

LOS 6 "AY" DE ISAÍAS

"¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien,
 que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, 
que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" 
(Is 5,20)

El capítulo 5 del libro profético de Isaías presenta una parábola similar a la que describirá Marcos en el capítulo 12 de su evangelio, y que volverá a retomar a partir del capítulo 18 hasta el 33, para detallar la desviación moral que existía en el pueblo de Israel (y que acabaría en destierro) con seis "ayes" o lamentos contra Judá, el reino del norte: los explotadores, los borrachos, los impíos, los que tergiversan la verdad, los que se creen sabios y los injustos. 

Los "ay" de Isaías son una advertencia que la profecía bíblica representa siempre en forma de lamento por las desgracias que suponen determinadas conductas pecaminosas que sólo nos traen dolor, sufrimiento, frustración y vacío, y que, a pesar de estar escritas hace casi treinta siglos, cobran rabiosa actualidad para nosotros en nuestro siglo XXI.

No obstante, el propósito de Dios que habla por boca del profeta no es tanto lamentarse (como si no hubiera remedio) sino conceder siempre al hombre nuevas oportunidades de arrepentimiento y de conversión. El Señor no deja de preocuparse por nosotros y nosotros...siempre le damos la espalda...

1º "ay" : materialismo
(Is 5,8-10 / Is 18,1-2)
"¡Ay de los que añaden casa a casa, y juntan campos con campos hasta no dejar sitio y poder habitar solo ellos el país! Lo ha jurado a mis oídos el Señor del universo: Sus muchas casas, amplias y hermosas, serán arrasadas, quedarán deshabitadas. Diez yugadas de viña darán un cántaro de vino,diez medidas de simiente producirán una sola"
"¡Ay del país del zumbido de alas, más allá de los ríos de Etiopía, que envía por el mar embajadores, en canoas de junco sobre el agua! Regresad, ágiles mensajeros, al pueblo esbelto de la piel luciente, nación temible más allá de sus fronteras, pueblo potente y dominador; regresad a la tierra surcada por ríos"
Isaías nos previene contra la idolatría del materialismo, el individualismo, el poder, la avaricia y la codicia que producen especulación y acumulación de riquezas, explotación y desigualdad, y afirma que su aparente prosperidad quedará en nada. Es lo que hoy denominamos "globalización", que trata de ofrecer una falsa seguridad. Algunos señalan este ay como el tercer jinete (caballo negro) del Apocalipsis.

2º "ay": hedonismo
(Is 5,11-17 / Is 28,1)
"¡Ay de los que madrugan, en busca de licores, y alargan el crepúsculo, encendidos por el vino, con cítaras y arpas, panderetas y flautas, y vino en sus festines, pero no consideran la acción del Señor, ni tienen en cuenta la obra de sus manos! Por eso mi pueblo es deportado, porque no comprende, los notables mueren de hambre, la muchedumbre se abrasa de sed. Por eso ensancha sus fauces el abismo, dilata su boca sin medida, allá bajan notables y plebeyos, su bullicio y sus festejos. Será doblegado el mortal, humillado el hombre, abajada su mirada altiva. Mostrará el Señor del universo grandeza en sus sentencias, y el Dios santo será santificado. Corderos pastarán como en sus pastizales y engordarán entre las ruinas los cabritos"

"¡Ay de la pretenciosa corona de los ebrios de Efraín, y de la flor caduca, joya de su diadema, allá en la cabecera del valle fértil de los tumbados por el vino!"
El profeta nos advierte contra el hedonismoel egoísmola perversión y la autocomplacenciaque producen conductas lujuriosas, desenfrenadas y desviadas del plan natural de Dios, confinando a muchos en la prisión de placeres adictivos y efímeros (sexo, droga, juego...) incapaces de satisfacer nunca.

3º "ay": impiedad
(Is 5,18-19 / Is 29,15)
"¡Ay de los que arrastran su culpa con lazos de engaño, su pecado como con cuerdas de carro, de los que dicen: Que se dé prisa, que apresure su obra para que la veamos, que se aproxime y se cumpla el plan del Santo de Israel para que lo sepamos!" 
"¡Ay de los que, en lo profundo, |ocultan sus planes al Señor para poder actuar en la oscuridad y decir: ¿Quién nos ve? ¿Quién se entera?"
El profeta nos avisa contra la impiedad, la mentira, la falsedad y el engaño que producen oscuridad y enfriamiento de la fe además de conductas burlonas y descreídas, afirmando que Dios no interviene porque no existe, exactamente igual que en tiempos de Noé y que la intención de Satanás de apartarnos de Dios. 

4º "ay": relativismo
(Is 5,20 / Is 30,1)
"¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!"
"¡Ay de los hijos rebeldes! que hacen planes sin contar conmigo, que sellan alianzas contrarias a mi espíritu añadiendo así pecado a pecado"
Isaías nos previene contra el relativismo, la rebeldía y las falsas doctrinasque crean confusión, errores y división, que interpretan, adulteran y tergiversan la ley natural divina, convirtiendo lo malo en bueno, lo incorrecto en correcto, la oscuridad en luz, lo amargo en dulce. El mismo Jesús considera esta conducta blasfemia contra el Espíritu Santo (Mc 3,29; Mt 12,31; Lc 12,10).

5º "ay": racionalismo
(Is 5,21 / Is 31,1)
"¡Ay de quienes son sabios a sus propios ojos y se creen inteligentes!"

"Ay de los que bajan a Egipto por auxilio y buscan apoyo en su caballería! Confían en los carros, porque son numerosos, y en los jinetes, porque son fuertes, sin mirar al Santo de Israel ni consultar al Señor"

Es una advertencia contra la soberbia, el orgullo, la arrogancia y la autosuficiencia de aquellos que buscan su propia gloria y reconocimiento de los demás. También de quienes se consideran sabios e inteligentes por la razón, la ciencia o la política y que niegan a Dios. Es el mismo engaño de Satanás desde el principio de la creación, intentar que el hombre viva sin necesidad de Dios.

6º "ay": injusticia
(Is 5,22-24 / Is 33,1)
"¡Ay de los fuertes para beber vino, de los valientes para mezclar licores, de los que por soborno absuelven al culpable y niegan justicia al inocente! Como la lengua de fuego devora la paja, y el heno se consume en la llama así se pudrirá su raíz y sus brotes volarán como polvo, porque rechazaron la ley del Señor del universo y despreciaron la palabra del Santo de Israel"
"¡Ay de ti, destructor que aún no has sido destruido, traidor no traicionado! Cuando hayas terminado de destruir serás destruido, cuando hayas completado tu traición, te traicionarán.
Es un aviso contra la injusticia, la falta de honradez y la inmoralidad de aquellos que utilizan favoritismos, parcialidades y nepotismos en contra de los inocentes y de la voluntad de Dios. Oscurecen la razón y enajenan la voluntad llevándoles a adoptar actitudes perversas y malvadas.

Sabemos que el pueblo de Israel, con estas conductas se alejó de Dios y la consecuencia fue que sufrió destierro, primero por el imperio asirio (reino del norte - Samaria) y finalmente por el babilonio (reino del sur- Judea). Sería luego Ciro, rey de Persia quien liberaría al pueblo, permitiéndoles volver a "su tierra prometida" y "refundarse", "renacer a Dios".
Pero Isaías también se dirige a nosotros para advertirnos de las consecuencias de caer en estas conductas: nos conducirán al exilio, nos apartarán de Dios, nos dispersarán, nos esclavizarán y nos harán perder toda nuestra dignidad, nuestra identidad, nuestra fe y nuestra comunión con Dios. Podríamos concluir diciendo que el exilio no es otra cosa que el infierno.

Sin embargo, Dios que es rico en misericordia (Ef 2,4), nos da una y otra oportunidad para que retornemos a Él, porque quiere que todos los hombre se salven (1 Tim 2,4). 

Cristo, el ungido de Dios (Is 45,1-25), en su segunda venida, nos liberará del destierro del pecado y nos conducirá a la definitiva tierra prometida para vivir en amor y comunión eternos con Dios, es decir, para cumplir la voluntad inicial y eterna de Dios. 

¡Cuánto nos ama Dios! y nosotros...¿le escucharemos? ¿le corresponderemos?

viernes, 30 de diciembre de 2022

EL LIBRITO ABIERTO DE APOCALIPSIS 10

"Y la voz del cielo que había escuchado 
se puso a hablarme de nuevo diciendo: 
'Ve a tomar el librito abierto de la mano del ángel 
que está de pie sobre el mar y la tierra'. 
Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. 
Él me dice: 'Toma y devóralo; 
te amargará en el vientre, 
pero en tu boca será dulce como la miel'. 
Tomé el librito de mano del ángel y lo devoré; 
en mi boca sabía dulce como la miel, 
pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor. 
Y me dicen: 'Es preciso que profetices de nuevo 
sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos'"
(Ap 10,8-11)

En la lectura del capítulo 10 de Apocalipsis se nos presenta una escena que habla de un librito abierto en manos de un ángel que está de pie sobre el mar y la tierra. Es el mismo ángel que aparece en Ap 1,9-20 y que tiene rasgos cristológicos, descritos en los primeros versículos (Ap 10,1-3)
  • va envuelto en una nube (referencia al Hijo del Hombre en Dn 7,13)
  • con el arco iris sobre su cabeza (señal de la alianza de la Creación en Gn 9,13 como el arco que empuñaba el primer jinete de Ap 6,2)
  • su rostro resplandeciente como el sol (referencia a Mt 17,2)
  • sus piernas columnas de fuego (apoya sus pies sobre la tierra y el mar, tiene poder sobre toda la creación)
  • grita con un rugido como el de un león (el león de la tribu de Judá, "la voz del Señor ha tronado", referencia a Sal 29,3)
  • en su mano tiene un librito abierto: es el Evangelio, que debe ser leído y proclamado, es decir, profetizado (Ez 2,8-3,1)
El ángel no es Cristo pero tiene sus rasgos porque habla en su nombreTras el rugido del ángel, hablan los siete truenos y Juan quiere escribir de inmediato lo que le han dicho pero una voz le prohíbe hacerlo. Al cristiano le basta con el Evangelio. Los apóstoles Juan y Pablo tienen una visión de Dios que va más allá del Evangelio pero no se les permite contarla (2 Cor 12,2-4). Al cristiano le basta con la gracia.

"Vete y toma el libro". A Juan se le pide que vaya a tomar el libro abierto de la mano del ángel:  Se le da autoridad para coger el libro y leerlo porque está abierto.

'Toma y devóralo" es una referencia a Ez 2,8-3,1: "Ahora, hijo de hombre, escucha lo que te digo: ¡No seas rebelde, como este pueblo rebelde! Abre la boca y come lo que te doy. Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un documento enrollado. Lo desenrolló ante mí:
 estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes. Entonces me dijo: 'Hijo de hombre, come lo que tienes ahí; cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel'. Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome: 'Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy'. Lo comí y me supo en la boca dulce como la miel.
                                
La Palabra de Dios debe ser devorada (interiorizada) porque ha de ponerse en práctica,  hay que vivirla. Debe ser digerida (asimilada) para que no haya distancia entre el hablar del profeta y la Palabra, para que "sean uno".

"Te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel"La dulzura es la misma Palabra de Dios. La amargura (que es doble) se refiere, en primer lugar, a que la palabra "remueve": requiere primero, la conversión del profeta, su purificación, y después, un cambio de vida; y en segundo lugar, será amarga porque será despreciada por muchos, como también el profeta será desechado.

"Es preciso que profetices de nuevo sobre muchos"
El libro abierto tiene que ser profetizado, el evangelio tiene que ser anunciado, pero para ello hacen falta profetas. Profeta es aquel que anuncia la Palabra de Dios con sus palabras y con su vida. Aquel que es capaz de captar lo profundo de la palabra y testimoniarlo no sólo con palabras sino también con hechos.

Juan, al igual que Ezequiel y otros profetas, recibe la investidura profética. Se le da autoridad para anunciar proféticamente la Palabra de Dios.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

PERSEVERAR EN LA TRIBULACIÓN

"Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: 
Eloí Eloí, lemá sabaqtaní 
(que significa: 'Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?')"
(Mc 15,34)

Es fácil ser cristiano cuando todo en la vida nos va bien, cuando no somos perseguidos o cuando no sufrimos tribulación. Sin embargo, seguir a Cristo no nos hace inmunes al mal, al dolor o al sufrimiento, porque si Cristo fue tentado, probado, odiado, perseguido y atribulado...nosotros también: "Seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará....Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo" (Mt 10,22, 24).

Dice San Pablo que "Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios...y, si hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él...Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8, 14.17.26).

El propósito último de Dios es que seamos transformados más y más a la imagen de Su Hijo (Rm 8,29) por y para Quien creó todo. Esa es la imagen y semejanza con la que Dios nos creó y que perdimos: la santidad. La perseverancia en las pruebas y tribulaciones es parte del proceso que Dios permite para alcanzar nuestra santificación y para lograr nuestro crecimiento espiritual. La prueba demuestra la autenticidad de nuestra fe  y nos conduce a la gloria (1 P 1,6-7; Stg 1,2-4,12).

Dice san Agustín que Dios saca del mal un bien mayor. Sabemos que Dios no es quien nos prueba como tampoco un padre prueba a un hijo ni desea su mal. Dios creó todo bueno porque Él es bueno y no puede alegrarse de nuestros sufrimientos y, mucho menos, ser su artífice. Dios permite la tribulación de la misma forma que un padre permite ciertas situaciones que le sirven a un hijo para obtener un bien mayor. 

Si de algo estoy absolutamente convencido es que a Dios siempre le encontramos en el sufrimiento, aunque pueda parecer que, por momentos, "nos ha abandonado". El mismo Jesús gritó en la cruz:  "Eloí, Eloí, lemá sabaqtaní", "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46; Mc 15,34). 
El lamento desolador de Cristo es una oración sincera y conmovedora recogida del Salmo 22, que surge de lo más profundo del corazón humano de Jesús, dotado de una gran densidad humana y de una riqueza teológica sin parangón. En él expresa una confesión llena de fe y generadora de esperanza, "desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios, proclama una seguridad que sobrepasa toda desolación y se abre a la alabanza del amor misericordioso del Padre, quien ya ha concedido lo que le pide antes de implorarlo

Cuando sufrimos, cuando sentimos dolor o tribulación, clamamos a Dios porque le notamos lejano, incluso, ausente. ¡No somos capaces de verlo! Pero Dios está siempre a nuestro lado, en silencio paciente, aunque el dolor nos impide verlo y sentirlo, porque atenaza nuestro corazón y obnubila nuestra menteLa pregunta es ¿clamo a Dios con fe como Cristo hizo?.

Desde el principio, cuando la humanidad "cayó" al dejarse seducir por la serpiente, Dios anunció el sufrimiento, el dolor y la fatiga que el pecado nos ocasionaría. Pero antes de ello, nos hizo una promesa mesiánica: "Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón" (Gn 3,15). El mal y la muerte no tienen la última palabra. La Palabra de Dios, Cristo, ya ha obtenido la victoria.

Cuando la tribulación nos inunda, cuando la fe decae, cuando la serpiente nos tienta y nos sumerge en la desesperación...somos esos dos discípulos de Emaús...que discutimos entre nosotros por lo que nos sucede (o incluso, culpamos a Dios de nuestras desgracias) mientras somos incapaces de verlo a nuestro lado.

Vamos de camino por nuestra vida peregrina, lamentándonos por nuestras desolaciones, quejándonos por nuestras pérdidas, abatidos y decepcionados por el mal que sufrimos. Una vida, muchas veces, forjada en la pretensión de ver más nuestros objetivos alcanzados, nuestros anhelos realizados y nuestras expectativas satisfechas, que de ver y escuchar al Señor para que nos explique cuál es el propósito de nuestra vida. ¡Nos falta fe para ver a Cristo ayudándonos a cargar nuestra cruz!
El mundo y el Enemigo nos incita a vivir "nuestra" vida lejos del dolor y del sufrimiento, nos tienta a buscar el bienestar y el placer (que no la felicidad plena), tanto, que nos alejamos del mismo Dios sin darnos cuenta, aunque vayamos a misa y nos creamos buenos cristianos. 

Porque sucede que cuando todas nuestras expectativas y deseos se desmoronan, nos quejamos y queremos instrumentalizar a Dios, colocándole dentro de nuestra corta visión humana...para dictarle cómo deben ser las cosas y cuándo debe actuar en beneficio nuestro.

Y es entonces cuando deberíamos preguntarnos en la intimidad de nuestros corazones: 

¿Cuántos días me levanto pensando en cómo voy a afrontar mi jornada, planificando lo que voy a hacer, decidiendo lo que debe ocurrir, corriendo de un lado a otro, quejándome cuando las cosas no me salen como las había pensado y olvidándome por completo de Quien está a mi lado y hace posible todo?

¿Cuántos días me levanto y le ofrezco a Dios mi jornada, mis alegrías y mis penas, mis éxitos y mis fracasos, mis gozos y mis sufrimientos? ¿Doy gracias a Dios o sólo le exijo? ¿Planifico mi vida en torno a Dios o a mis deseos? ¿Le visito, le escucho y le reconozco al partir el pan o me refugio en mi "aldea"? ¿Vivo una vida eucarística o "sobrevivo" una vida mundana? ¿Arde mi corazón o está frío como el cemento?

Perseverar en la tribulación sólo es posible con una fe sólida, con una esperanza confiada, con un amor gratuito que recibo en la Eucaristía. Sólo allí puedo abrir mi corazón y reconocerle; sólo allí arde mi corazón cuando me explica las Escrituras; sólo allí recibo la gracia para afrontar mi dolor y mi sufrimiento en la certeza de que la meta merece la pena. 

Sólo reconociendo a Dios siempre a mi lado y confiando en Él, puedo ver mi sufrimiento, mi dolor y mi tribulación como una prueba en mi camino que Dios permite para que crezca mi fe, mi esperanza y mi caridad. 

Y sólo puedo hacerlo...visitándole en la Eucaristía, el lugar de la presencia de Dios vivo y resucitado, el lugar sagrado donde transformar mi angustia en alabanza y acción de gracias.

"Así pues, habiendo sido justificados en virtud de la fe, 
estamos en paz con Dios, 
por medio de nuestro Señor Jesucristo, 
por el cual hemos obtenido además por la fe 
el acceso a esta gracia, 
en la cual nos encontramos; 
y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 
Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, 
sabiendo que la tribulación produce paciencia, 
la paciencia, virtud probada, 
la virtud probada, esperanza, 
y la esperanza no defrauda, 
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones 
por el Espíritu Santo que se nos ha dado" 
(Rm 5,1-5)

JHR