¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 16 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (17): ¿VAS A TENER TÚ ENVIDIA PORQUE SOY BUENO?

"¿Es que no tengo libertad 
para hacer lo que quiera en mis asuntos? 
¿O vas a tener tú envidia 
porque yo soy bueno?”.
(Mt 20,15)

Todos somos llamados al Reino de los cielos porque Dios quiere que todos nos salvemos. Todos tenemos derecho a participar de su bondad y generosidad. No hay primeros ni últimos: esta es la lógica del amor misericordioso de Dios. ¡Nos quiere a todos porque nos ama a todos!

Trabajar desde el amanecer por el Reino de Dios no es una carga pesada ni motivo de envidia porque otros lleguen más tarde, sino un privilegio por el que estar agradecidos. A veces, queremos instrumentalizar a Dios y utilizarle para nuestros intereses. Le queremos para nosotros solos, en exclusiva, y no permitimos que otros accedan a su gracia.

Son los mismos resentimientos del hijo mayor de la parábola del hijo pródigo que se siente desplazado por la llegada del hermano menor pero que recibe la misma misericordia del Padre, cuando le dice "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo" (Lc 15, 31). 

Son los mismos recelos y envidias que tienen muchos que llevan toda la vida en la Iglesia cuando llegan a la parroquia los recién convertidos, como si éstos no tuvieran derecho a formar parte de ella pero con los que Dios se alegra y a quienes invita a su fiesta. 

Son los mismos celos y "pelusas" que tiene un niño mayor cuando nace un hermano pequeño al sentirse desplazado del amor de los padres. Sin embargo, un Padre o una Madre quiere a todos sus hijos por igual. Si pone especial atención por el pequeño es porque necesita más atención en ese momento, pero no significa que haya dejado de querer al mayor.
Dios es el dueño de la viña que da trabajo a todos. Quiere a todos en su casa. No mide los méritos de los obreros sino que atiende las necesidades de todos. Sin embargo, los hombres no dejamos a Dios ser Dios. Queremos acapararlo para nosotros, utilizarlo para nuestro provecho y que nos premie por nuestro esfuerzo.

Pero la justicia de Dios no funciona así..."Porque mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos" (Is 55,8)El amor de Dios está abierto a todos, no podemos monopolizarlo, no podemos medirlo ni pesarlo. No podemos señalar los pecados de otros y atribuirnos méritos según nuestros esquemas para hacer un Dios a nuestra medida, solo para nosotros.

Nuestro compromiso con Dios debe llevarse con alegría y gratitud, sin compararnos con los demás, sin estar pendientes de lo que otros hagan, sea mucho o poco, ni del tiempo que lleven...No podemos rivalizar con otros por el amor de Dios. Debemos alegrarnos por nosotros y por los demás.
Dios es tan grande que tiene de sobra para todos. Tiene un corazón tan misericordioso que no podemos encerrarlo en nuestros pequeños esquemas. Tiene una bondad tan infinita que todos cabemos en su reino. Tiene un amor tan inagotable que hay para todos.

Esta es la misericordia de Dios: la que debe inclinar mi corazón a agradecer en lugar de envidiar, a pensar en lo que tengo en lugar de lo que me falta, a alegrarme por la llegada de mi hermano, a pasar del resentimiento al agradecimiento, de la sospecha a la confianza, de la tacañería a la generosidad, del odio al amor.

La auténtica recompensa no es el pago final de la vida eterna. El regalo es el mismo Dios que se dona generosamente por amor a todos. El verdadero premio es estar en su presencia, en su amor, en comunión con Él para siempre.

Para la reflexión:

¿Cuestiono la justicia de Dios?
¿Quiero a Dios sólo para mí?
¿Trato de monopolizarlo y se lo niego a los demás?
¿Intento limitar el amor y la bondad de Dios?
¿Soy un cristiano agradecido o resentido?
¿Amo a Dios y al prójimo de verdad?



JHR

lunes, 15 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (16): ¿QUIÉN PUEDE SALVARSE?

"En verdad os digo que difícilmente 
entrará un rico en el reino de los cielos. 
Lo repito: 
más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, 
que a un rico entrar en el reino de los cielos" 
(Mt 19,24)

La escena que contemplamos en el evangelio de hoy habla de salvación y comienza con un Jesús que insiste por dos veces a los discípulos en la dificultad de que un rico entre en el reino de los cielos, tras haberse cruzado con el joven rico, quien no fue capaz de darle el "sí" y seguirlo.

El joven rico preguntó qué era necesario hacer y qué le faltaba para obtener la vida eterna. Jesús, le dice que lo primero es el cumplimiento de la ley, después, el desprendimiento de las riquezas y por último, el seguimiento de Cristo.

El Señor nos pide primero que cumplamos la voluntad de Dios, pero que no nos quedemos ahí. El segundo paso, quizás el más difícil, que nos desprendamos de nuestras riquezas, que no son sólo las materiales, sino nuestros apegos, deseos o derechos: libertad, éxito, bienestar, comodidad, egoísmo...

Finalmente, una vez que cumplimos la voluntad de Dios y no la nuestra, Cristo nos pide que le imitemos y le sigamos en el camino hacia la vida eterna, que pasa imperiosamente por la negación de nosotros mismos para darnos a los demás. 

Por eso, Jesús recalca dos veces la dificultad de que una persona egoísta (rico) entre en el reino de los cielos, porque para entrar en él, lo primero que tenemos que hacer es priorizarlo, dejarlo todo, incluso a uno mismo. 

Si mis prioridades son otras, de nada me sirve "cumplir" las normas. Si mis apegos me esclavizan y me impiden seguir a Cristo, lo que me queda es vivir una vida triste, como la del joven: rico pero esclavizado.

El Señor me pide una fe de "máximos", no de "mínimos". Una fe de desprendimiento no sólo de "cumplimiento". Porque puede ocurrirme como al joven rico, que aunque sea "buena persona" porque no mate, no robe, no mienta...sí que me cueste poner a Dios en el primer lugar y desprenderme de "mí y de mis cosas". Por eso, Jesús dice que es imposible para mí, pero no para Dios: solo no puedo. 

Esa es la clave: mi salvación no depende de mis méritos sino de la gracia de Dios. Pero eso no significa que pueda "tumbarme a la bartola" y esperar que Dios lo haga todo. El cielo no funciona así...

Tengo que poner todo de mi parte, y a Dios en el primer lugar, es decir, desprenderme de "mi yo y de mis cosas" y acudir a Él con frecuencia, pedirle su gracia en la oración y en los sacramentos...y poder "pasar por el ojo de la aguja".



JHR



domingo, 14 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (15): UN GRAN SIGNO APARECIÓ EN EL CIELO

 
“Un gran signo apareció en el cielo:
una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies
y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”
(Ap 12,1)

La escena que nos presenta la primera lectura de Apocalipsis 11,19 es realmente sobrecogedora y está tomada del libro de los Macabeos: el cielo se abre y aparece el santuario de Dios, que revela el Arca de la Alianza, la shekinahlugar de la presencia de Dios en la tierra, "perdida" desde la destrucción del Templo de Jerusalén en el 586 a. C., y escondida por el profeta Jeremías en una cueva del monte Sinaí, aparecerá cuando Dios intervenga de manera definitiva en favor de su pueblo (2 M 2,4-8). 

Según San Buenaventura, el arca es la nueva presencia de Dios: es el cuerpo resucitado de Cristo, su cuerpo eucarístico. Jesús, haciendo templo de su cuerpo, abre “la Presencia” a todos los hombres para que puedan permanecer en Él. Y también,  es el cuerpo místico de Cristo, su Iglesia. Simbolizada por la gloriosa Virgen María, la Iglesia está "fabricada" de material incorruptible y contiene el maná (Eucaristía), la vara de Aarón (Fe/Confianza) y las dos tablas de la Ley (Palabra); y por encima, tiene dos Querubines haciendo sombra al propiciatorio (Sabiduría). 

La aparición de la mujer es un gran signo, un anuncio dirigido a toda la tierra (referencia a Is 66,19) y una imagen tomada del sueño de José (Ge 37,9) que simboliza a la Virgen María, tipo de la Iglesia:

- vestida del sol. La mujer en sí no es divina, no brilla con luz propia sino es su vestido el que ilumina: está revestida de Dios, de su gloria y su gracia, de los méritos de Cristo. Por eso, la Virgen María es luz y trae la luz del mundo, a Cristo. De la misma forma, la Iglesia es luz y faro que guía a los hombres.

-la luna bajo sus pies. Símbolo de la medida del tiempo. La Virgen es “Señora del tiempo” y no está sometida a la tiranía del tiempo, sino que la domina. Y, análogamente, la Iglesia no tiene fin: “el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16,18).

-una corona. Símbolo de realeza y de victoria, por tanto, la Mujer es una Reina que gobierna junto con Dios, igual que la Iglesia: "Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 18,18).

-doce estrellas en la cabeza. Símbolo de la totalidad del pueblo de Dios, representado por las doce tribus de Israel y los doce apóstoles. La Mujer ilumina, reina y une el Antiguo y el Nuevo Testamento.

-está encinta: Símbolo del plan de Dios que, desde el principio, tenía como centro la Encarnación de Jesucristo. El pueblo de Dios, la mujer/Iglesia y la humanidad, la mujer/Eva, están siempre en espera del parto, de Cristo.

-grita con dolores de parto. Es consciente de la agonía del parto, de la angustia de la lucha. Sabe que no hay fecundidad sin sufrimiento. Un grito que será escuchado, que no deja indiferente al cielo. Un grito que pone en juego la historia de la salvación.

-y con el tormento de dar a luz. Símbolo del sufrimiento, pasión y muerte de Cristo, y análogamente, del sufrimiento y persecución de la Iglesia. Cristo nace siempre de nuevo en todas las generaciones. La misión, en cuanto que somos Iglesia, es engendrar al hombre en Cristo y luchar por la justicia.

Junto a la mujer, aparece un segundo signo en el cielo: un dragón de fuego, potente pero limitado, símbolo de la arrogancia del mal y antagonista del bien, destinado a la derrota. Mientras que de la mujer se dice que es un “gran signo”, del Dragón se dice que es “otro signo”. El adjetivo marca la diferencia y al mismo tiempo, este segundo signo “aparece” en función del primero: si existe es para que la mujer y su descendencia le derroten. El mal no se define en sí mismo, sino en función de la negación del bien.

-un gran dragón. Símbolo de Satanás, y de su potente fuerza ofensiva y su maldad perversa. Es la máxima expresión del mal y en él se concentra toda la fuerza destructiva del infierno. Su color rojo representa la violencia, sus siete cabezas, diez cuernos, siete diademas simbolizan su dominio, autoridad y dignidad. Juan se refiere también a los 10 reyes seleúcidas (siglo III a. C.), malvados generales herederos de Alejandro Magno, que perseguían y oprimían al pueblo judío. 

-Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo. Representa a los demonios, a los ángeles rebeldes que siguen a Satanás. Imagen tomada de a la profecía de Daniel. Con este “arrastre”, el Dragón pone de manifiesto su naturaleza anti divina y se proclama enemigo del cielo. Pero tampoco pertenece a la tierra. 

-Y el dragón se puso en pie ante la mujer, que iba a dar a luz. Representa la oposición y lucha de Satanás contra la Iglesia. Es la hostilidad de la serpiente y la descendencia de la Mujer (Ge 3,15).

-para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Simboliza el odio de Satanás a Cristo, que evoca también la matanza de inocentes por Herodes. Satanás no soporta que Dios eligiera al hombre para encarnarse, en lugar de a un ángel (a él). Por eso, quiere devorarlo y hacerlo desaparecer del mundo, para que el hombre no pueda ser divinizado, pero no puede, porque es llevado al cielo. Entonces, dirige su odio contra la Mujer, contra la Iglesia, contra los cristianos.

-Y dio a luz un hijo varón. Es el anuncio de la encarnación de Jesucristo, el hombre nuevo, el  nuevo Adán, la realización y culminación del proyecto de Dios. En referencia a Is 66,7-8. Varón, significa fuerte y dispuesto a la lucha.

-el que ha de pastorear a todas las naciones con una vara de hierro. Representa la universalidad del reino de Dios. Cristo tiene autoridad y poder sobre de todo rey y gobierno. 

-y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono. Jesucristo es resucitado y ascendido al cielo, fuera del dominio del Dragón, que sabe que, una vez “nacido”, una vez que ha entrado Cristo en el mundo, su derrota es inevitable. Sólo es cuestión de tiempo. El Dragón ya no puede hacer nada contra el Hijo. 

La cabeza, el Hijo, es llevado al cielo pero la mujer sigue dando a luz al resto del cuerpo, la Iglesia, hasta que culmine el nacimiento del "Cristo total", es decir, el número simbólico de 144.000.

-Y la mujer huyó al desierto. Simboliza el lugar de la purificación, de la intimidad y del encuentro con Dios hacia la tierra prometida, del crecimiento interior, pero también de la prueba, de la tentación, de la hostilidad, de la penitencia, del ayuno y de la oración de la Iglesia . También representa preservación, refugio, protección.

-donde tiene un lugar preparado por Dios. Desde una perspectiva eclesiológica, la Iglesia (la mujer), es decir, el pueblo de Dios, huye al desierto, donde es probada, guiada y alimentada por Dios antes de ser salvada. Referencia a la salida de Egipto del pueblo de Israel y la salida de Belén de la Sagrada familia. Es el símbolo de la lucha espiritual de la Iglesia que no combate con el Dragón sino que busca refugio, un lugar de salvación donde encuentra alimento y paz (maná=eucaristía), para llegar desde allí a la Tierra Prometida. 

La Asunción de María al cielo, al trono como Reina de cielos y tierraigual que la madre de Salomón, Betsabé, ocupa su lugar a la diestra del rey, Jesucristo (1 R 2,19), es la "buena noticia", es el anuncio del establecimiento de la salvación, el poder y el reinado de Dios desde el cielo, a través de su Hijo Jesucristo y en colaboración con su Madre, la Virgen.

-Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su CristoLa Asunción de María es el preludio del comienzo de la consumación de la obra salvífica de Jesucristo y de su reinado.

El Salmo 44 recalca el favor del Rey hacia la Reina Madre: "Prendado está el rey de tu belleza. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir." En la Escritura, el oro de Ofir se equipara al "oro puro". Así pues, la Virgen es "oro puro" a ojos de Dios y como tal, Nuestro Señor, no permitió que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro ni que sufriera las consecuencias de un pecado que no conoció jamás, "llevándola arriba".

La Asunción nos hace fijar la mirada en el cielo con esperanza. María, la Reina Madre reina con esplendor, como oro de Ofir, junto al Rey, Jesucristo, en el trono de la Jerusalén celeste. La Asunción de la Virgen (ese gran signo en el cielo) es un signo de consuelo y un mensaje de esperanza. Es el camino y la llave de entrada al cielo.

¡Bendita Tú, entre todas las mujeres 
y bendito el fruto de tu vientre!
(Lc 1,42)

sábado, 13 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (14): HE VENIDO A TRAER DIVISIÓN

"He venido a prender fuego a la tierra"
(Lc 12,49)

Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy son, sin duda, de las más provocadoras, incendiarias y desconcertantes que el Señor pronunció: "He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división".

No parece el mismo Jesús de paz y amor que dijo "Bienaventurados los que trabajan por la paz" (Mt 5,9), o "Paz a vosotros" (Lc 24,36), o "La paz os dejo, mi paz os doy" (Jn 14,27). 

Entonces, ¿Cómo explicamos esta contradicción? ¿Ha venido a traer paz o división? ¿Qué significa prender fuego a la tierra? ¿Está incitando a la paz o a la guerra? ¿Es Jesús un revolucionario y un pirómano?

Prender fuego

Cuando el Señor habla de prender fuego se está refiriendo al fuego del amor pero también al fuego purificador. Cuando dice deseo que ya esté ardiendo, se está refiriendo al cumplimiento de su misión en la tierra.

La idea del fuego es muy común en la Biblia y nos muestra variados significados: prueba, juicio, presencia divina, amor, celo, purificación...Recordamos el pasaje de los discípulos de Emaús, cuando se decían "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32), o las palabras de Juan el Bautista "Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego" (Lc 3,16), o las del Rey David "La voz del Señor lanza llamas de fuego" (Sal 29,7).

Es el fuego vivificador del Espíritu Santo que, como en Pentecostés, prende y abrasa nuestros corazones. Es la llama transformadora del amor de Dios que nos entusiasma, nos cautiva y nos enamora. Es el fuego abrasador del celo evangélico por seguir a Cristo. Es la llama de la fe y del servicio al prójimo que prende, a su vez, las llamas de otros. 

El corazón de Cristo es un corazón en llamas que no se puede apagar, un fuego apasionado que ofrece luz y calor, que purifica nuestros corazones a través del crisol evangélico. Un fuego que destruye el mal y renueva la faz de la tierra. 

Jesucristo es, en efecto, un pirómano...que prende el amor de Dios en los hombres y que nos invita a hacer lo mismo en el mundo.

Traer división

Cuando Jesús dice que es signo de contradicción o división (Lc 2,34), se refiere a que su mensaje implica tomar una decisión, hacer una elección: o aceptar el Reino de Dios o rechazarlo, o ponerse de su lado o de lado del mundo, o tomarlo o dejarlo. 

Sí, Cristo trae guerra...contra la injusticia y el sufrimiento, contra el mal, el pecado y la muerte. Una guerra que no admite neutralidad ni medias tintas: o estamos en un bando o en el contrario. Parece contradictorio pero Jesús viene a establecer entre los hombres la verdadera paz, que lucha contra la ficticia del mundo, donde sólo hay egoísmo, envidia y codicia.

Sí, el mensaje de Jesús causa conflicto, a veces, con uno mismo, ya que confronta la voluntad de Dios con mis deseos, anhelos, ilusiones, planes y también con mi pecado, mis comodidades, mis egoísmos; y a veces, con los de otros, con los de mi familia, con los de mis amigos o con los del resto del mundo. 

El mensaje de Jesús es radical: se trata de elegir que es lo primero y único en mi vida. Elegir entre el Reino de Dios, el proyecto de mi salvación, a través de mi entrega y abandono total al amor de Dios, o el reino del mundo que me promete una falsa paz y un ficticio bienestar.

Jesucristo es, en efecto, un revolucionario de la paz y la justicia que nos llama también a nosotros, sus discípulos, a ser y a sufrir contradicción constante por el rechazo y el descrédito que supone vivir la fe de un modo radical en un mundo que la repudia. A veces, incluso también dentro de la familia o de la propia Iglesia.

Para la reflexión:

¿Arde mi corazón?
¿Soy un cristiano apasionado?
¿He tomado una decisión y partido en un sentido u otro?
¿He acrisolado mi corazón con el fuego de Cristo?
¿Lucho por la paz, la justicia y el amor?
¿Soy signo de contradicción?



JHR


viernes, 12 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (13): NO IMPIDÁIS A LOS NIÑOS ACERCARSE A MÍ

 
"¡Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí!"
(Mt 19,13)

En el evangelio de hoy vemos como para los discípulos, los niños no son importantes. Ellos andan preocupados por las "cosas de adultos"... y los niños "estorban". 

A pesar de que días antes en Galilea, Jesús les había dicho: "En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18,3-4), los apóstoles no han entendido cuáles son las virtudes necesarias para entrar en el Reino de los Cielos.

Para Jesús, los "niños" son el reflejo del Cielo: son aquellos que viven con inocencia y con bondad; aquellos que escuchan con docilidad y sin prejuicios; aquellos que aprenden con humildad y obediencia; aquellos que hablan con sinceridad y sin miedo; aquellos que no andan preocupados y agitados por el futuro; aquellos que ponen la seguridad y la confianza en un Padre que los ama y que cuida de ellos.

Para Jesús, los "niños" son aquellos que son mansos y limpios de corazón, a quienes bendice; aquellos que son pobres de espíritu y pacíficos, a quienes llama "dichosos", "bienaventurados", porque de ellos es el Reino de los Cielos .

El Salmo 50 nos pone en la dirección correcta y nos anima a pedirle a Dios: 

"Borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado"
"Crea en mí un corazón puro y una mirada limpia"
"Renuévame"
"Devuélveme la alegría"
"Haz de mi corazón un corazón de niño que renuncie a la soberbia y la autosuficiencia"
"Ayúdame a convertirme en un niño para saber acogerte como el mejor regalo"
"Enséñame a abandonarme en Ti y que nada me impida acercarme a Ti"

Señor, hoy te pido lo que reza en la canción:

Renuévame Señor Jesús
Ya no quiero ser igual
Renuévame Señor Jesús
Pon en mi tu corazón

Porque todo lo que hay dentro de mi
Necesita ser cambiado Señor
Porque todo lo que hay dentro de mi corazón
Necesita más de ti


JHR

jueves, 11 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (12): LO QUE DIOS HA UNIDO QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE

"Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre"
(Mateo 19,12)

Algunos creen que el divorcio es un invento del siglo XX...pero no es así. El pueblo de Israel tenía la opción del divorcio debido a su "dureza de su corazón", aunque "en el principio no era así": el matrimonio es la unión indisoluble entre hombre y mujer en su constitución originaria divina.

El matrimonio judío era un acuerdo de conveniencia entre tribus, clanes o familias, en el que rara vez se conocían los novios. Y así, si el contrato no resultaba “rentable” o "satisfactorio", podía deshacerse mediante el "repudio" (rechazo) a la mujer, una voluntad unilateral del hombre sin necesidad de argumentos ante el Sanedrín (Deuteronomio 24,1). 

Hoy, muchos matrimonios son también uniones de conveniencia (social, económica, etc.) y, aunque, las parejas sí se "conocen" antes de casarse, lo cierto es que cualquier excusa es válida para rescindir el contrato sin más explicaciones. El divorcio sigue siendo una opción para el hombre, quien separa lo que Dios ha unido en el principio, por la dureza de su corazón.

La idea de Dios acerca del matrimonio tiene que ver con Su proyecto original y eterno para el hombre: una alianza sagrada e indisoluble de fidelidad para toda la vida. Hemos sido creados para la comunión entre hombre y mujer, y como "una sola carne" para la comunión entre hombre y Dios.

El matrimonio es un proyecto de amor de Dios para el hombre que el pecado rompió, convirtiendo las relaciones en una cuestión de libertad individual, egoísta e interesada: elegimos una opción y si no funciona, la desechamos y la cambiamos por otra. 
Es la arrogancia, la terquedad, la dureza de nuestro corazón y la falta de docilidad a la gracia de Dios lo que nos convierte en seres infieles por decisión propia, que no por naturaleza, y buscamos "sustitutos". También, en nuestra relación con el Creador. Es la historia de una libertad mal entendida y mal ejecutada, por la que el hombre "decide" vivir sin Dios y pretende "ser Dios".

En el fondo, el orgullo hace morir el amor, amparándose en excusas como la rutina, la exigencia de la convivencia, la decepción en las expectativas o simplemente, porque "ya no funciona". Ocurre en las relaciones entre las personas, y en la relación entre los hombres y Dios.

Somos tercos para aceptar el desierto por el que, a veces, tenemos que transitar para purificarnos y alcanzar la tierra prometida...y murmuramos contra Dios. 

Somos vanidosos para aceptar abandonarnos a Su voluntad, perseverar en la prueba. Preferimos fabricarnos "becerros de oro". 

Somos negligentes para aceptar el plan de Dios y nos buscamos uno propio a la medida de nuestros deseos o comodidades.

Dicen que "la rutina es el sepulcro del amor". Sin embargo, el Señor todo lo hace nuevo, y somos nosotros los que convertimos todo en inercia. Dios nos une y nosotros nos separamos. Dios se hace presente en medio de nuestra vocación matrimonial y nosotros le eliminamos de la ecuación.

Entonces, "¿trae a cuenta casarse?" preguntan los discípulos. Jesús responde que existe otra vocación: la de la virginidad por el reino de los cielos. Está hablando del sacramento del sacerdocio y del orden consagrado. Y afirma: "No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don". El don del orden consagrado sólo lo entienden aquellos a quienes les ha sido dado. Es también una llamada de Dios a la comunión con Él, con otras características.

La cuestión es tener o no tener a Dios en nuestras vidas. Sólo su gracia nos basta para superar cualquier dificultad y cualquier prueba. El amor que une al hombre y a la mujer, y al hombre con Dios viene de Dios. Sin Él, nuestro matrimonio (con el cónyuge o con Dios) está condenado al fracaso...y nuestra vida también.

Para Dios no hay nada imposible. El matrimonio no es un camino de rosas...igual que el seguimiento a Cristo tampoco lo es, pero sólo el Señor es el vínculo perfecto para mantener la unión, la paz y la felicidad en la comunión. 
¿Confío en Dios y dejo que guíe mi vida, gobierne mi matrimonio y fortalezca mi fe? o ¿le tiento, le pongo a prueba y quiero decidir por mí mismo lo que está bien o mal? 
¿Cojo el fruto del árbol de la Vida? o ¿el del árbol del conocimiento del bien y del mal? 
¿Repudio a mi mujer? ¿Repudio a Dios?

miércoles, 10 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (11): NO TE DIGO HASTA SIETE, SINO HASTA SETENTA VECES SIETE

"No te digo hasta siete veces, 
sino hasta setenta veces siete"
(Mt 18,22)

Jesús, a petición expresa de los apóstoles, les enseña a orar con el Padrenuestro. Seguramente, Pedro estuvo dándole vueltas a la cabeza a la última frase "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12; Lc 11,4), ya que los judíos se regían por la ley del talión (Ex 21,24). 

Por eso, le vuelve a preguntar: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?", y Jesús le responde con otra de sus ricas parábolas, la del siervo malvado, que simboliza el perdón divino y la necesidad de imitarlo por el hombre.

A nosotros nos pasa un poco lo mismo que a Pedro cuando rezamos (a veces, de forma mecánica) el Padrenuestro y nos comprometemos a perdonar...pero ¿realmente lo hacemos? ¿una y otra vez? ¿siete veces? ¿siempre?

En esta oración perfecta se concentra toda la esencia del concepto cristiano de misericordia divina. sin embargo, existen dos cosas que me impiden recibir la gracia y la misericordia de Dios, la culpa y el rencor. Y la forma de superarlos es el perdón.

El perdón es un perfecto acto de amor que manifiesta la grandeza de alma y la pureza de corazón de los que siguen el mandato de Jesús: "ser perfectos como nuestro padre celestial es perfecto" (Mt 5,48).

Mi capacidad de perdón no puede estar limitada ni por la magnitud de la ofensa ni por el número de veces que debo perdonar. Cuando no perdono a quienes me ofenden, mi corazón está lleno de resentimiento, pierdo la gracia y no puedo esperar que Dios me perdone. Pero además, la falta de perdón me esclaviza y me hace prisionero de quien me ha ofendido. El rencor, que conduce al odio, me envenena a mi mismo, y no a quien me ofende.
Jesús insiste para que seamos "misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso, a no juzgar para no ser juzgados, a no condenar para no ser condenados, a perdonar para ser perdonados...(Lucas 6, 35-37).

El perdón es una experiencia liberadora y sanadora. Cuando perdono, recobro la libertad que el rencor y el resentimiento me hicieron perder.

El perdón es uacto heroico de misericordia. Cuando soy compasivo con los demás, obtengo un corazón como el de Cristo. 

El perdón es comprender la importancia que tiene para Dios la persona que me ofendió para amarla libre y voluntariamente. “Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: 'Me arrepiento', lo perdonarás.” (Lucas 17, 3-4).

El perdón es permitir que Jesús entre en mi corazón y me llene de paz. “Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (Mateo 5, 23-24) .

El perdón no es quitarle importancia a lo ocurrido, sino sanar mi corazón y mis recuerdos, permitiendo recordar lo que me causó dolor o daño sin experimentar odio o resentimiento hacia quien me ofendió. 

El perdón no es olvidar la ofensa ni guardarla en un cajón, sino transformar heridas de odio y rencor, en amor y misericordiaSi olvido, programo mi mente para no recordar aquellos sucesos que me han herido, pero es una “programación” ficticia porque, en el fondo, ese recuerdo permanecerá siempre en el cajón de mi memoria, y saldrá en cualquier momento. 

¿Cuántas veces "juego" al falso perdón? 
¿Cuántas veces digo “perdono, pero no olvido”
¿Soy capaz de acercarme a Dios sin haberme reconciliado antes con mi hermano? ¿Perdono...siempre?



JHR

martes, 9 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (10): A QUIEN ME SIRVA, EL PADRE LO HONRARÁ


"A quien me sirva, el Padre lo honrará"
(Juan 12, 24-26)

El apóstol san Pablo, en la segunda carta a los Corintios 9, utiliza la misma pedagogía de Jesús con las parábolas: nos insta a sembrar  con abundancia, con generosidad y sin tacañería, según nos dicte el corazón, no a la fuerza ni a disgusto y nos asegura que Dios ama al que da con alegría.
El rey David en el Salmo 111 lo confirma: a quien hace obras de caridad le llama dichoso, es decir, le honra, le santifica, le diviniza...le guarda para la vida eterna.

El Señor, en tres versículos del evangelio de Juan, describe de forma directa la verdadera esencia del cristiano, la paradoja cristiana, esto es, morir para vivir, perder para ganar:

MISIÓN: "Caer en tierra y morir para dar fruto"

Jesucristo cumplió la misión que le encargó Dios Padre: se encarnó (bajó a la tierra) y murió (se sacrificó voluntariamente por nuestras culpas) para dar mucho fruto (resucitó y fue glorificado).

Con su ejemplo, me llama a ser fecundo:
  • Frente a la soberbia, humildad.
  • Frente al orgullo, docilidad.
  • Frente a la vanidad, amor.
SERVICIO: "Aborrecerse a sí mismo para ganar la vida eterna"

Jesús se negó a sí mismo (despojándose de su posición en el cielo) para servirnos y darnos la vida eterna (nos devolvió la amistad con Dios Padre).

Con su ejemplo, me exhorta a servir:
  • Frente al egoísmo, altruismo. 
  • Frente al individualismo, abnegación. 
  • Frente al egocentrismo, desapego.
COMPROMISO: "Servir a Cristo para alcanzar la gloria"

Cristo sirvió a Dios Padre (cumplió Su voluntad) y se comprometió con los hombres (amándonos hasta el extremo) para alcanzar la gloria.

Con su ejemplo, me invita a comprometerme:
  • Frente a la comodidad, esfuerzo. 
  • Frente a la desgana, compromiso. 
  • Frente a la pereza, acción.
Seguir a Jesús no es sólo creer en Él. Significa estar donde está Él, es decir, en la cruzLa cruz significa disponibilidad para enfrentarse a la prueba, valentía para servir hasta la muerte de uno mismo, generosidad para entregarse sin buscar recompensa. Es el camino para llegar a la luz...a la gloria...donde está Él, honrado por el Padre.

Seguir a Cristo es servir, es entregarse totalmente, es amar con al amor más grande, es dar la vida por los demás: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13). 

Servir a Cristo es morir a uno mismo es "desvivirse" por los demás, es "abrirse" a los demás, es "gastarse" en los demás". Amar es "sacrificarse" por los demás, es inmolarse por los demás, es servir al prójimo con alegría y abnegación. 

Servir a la manera de Cristo es "pudrir el yo para que germine el nosotros", es decir, la renuncia voluntaria a la propia voluntad, a los propios deseos, afectos o intereses en beneficio de los demás. 

Sólo muriendo, amando y sirviendo podré "dar fruto y guardarme para la vida eterna". Sólo así, el Padre me honrará.


JHR

MEDITANDO EN CHANCLAS (9): VELAD, PORQUE NO SABÉIS EL DÍA NI LA HORA

 
"Velad, porque no sabéis el día ni la hora"
(Mateo 25,13)

Las lecturas de hoy nos hablan de boda, de ceremonia y de banquete nupcial en el marco ritual de la mentalidad y estructura patriarcal judía, en el que las familias de los novios acordaban la dote, celebraban la pedida de mano, firmaban un contrato escrito y, por último, fijaban la fecha de la boda.

Después de todos los preparativos, el novio iba a la casa de la novia a buscarla acompañado de sus amigos y ataviado con una corona, como un rey. Las amigas de la novia, también vírgenes, aguardaban junto a ella, la llegada del novio, para acompañarlos en cortejo hasta la casa del padre del novio, donde se celebraba el banquete, portando lámparas de aceite para iluminar la oscuridad de la noche.

Encender una lámpara apagada era, sin duda, una tarea compleja ya que no existían las cerillas ni el fósforo, por lo que habitualmente se mantenía siempre encendida una lámpara. Para ello, era necesario cuidar y vigilar que esa lámpara nunca se apagase y disponer de reservas de aceite.

Pero la Escritura va siempre más allá y nos habla a todos los creyentes de todos los tiempos y de todas las épocas: 

La profecía de Oseas 2, 16-22 nos relata la reconstrucción de la relación de Dios (el Esposo Fiel) con su pueblo infiel que se prostituye con la idolatría, a través de una alianza de amor que implica una purificación de la Novia (la Iglesia), conduciéndola al desierto (el lugar de la prueba y de la presencia de Dios), hablándola al corazón (a través de Su Palabra), seduciéndola y enamorándola de nuevo (a través de Cristo). 


El Salmo 44,11-17 nos canta las instrucciones que se le dan a la novia para que escuche (incline el oído=preste atención), deje el pueblo y la casa paterna (sus apegos) porque el rey está prendado de su belleza (misericordia) y una vez vestida de perlas y brocado (santidad), llevarla ante el novio (Cristo) con un séquito de vírgenes (virtudes).

El evangelio de Mateo 25, 1-13 nos muestra una imagen escatológica: la importancia de la preparación y vigilancia ante la llegada del Novio con la conocida parábola de las diez vírgenes. 

¿Qué significan las diez vírgenes?

Las diez vírgenes simbolizan dos actitudes del creyente ante el encuentro (temporal o definitivo) con el Señor: en la Eucaristía, en las circunstancias cotidianas, en el día de nuestra muerte. Una, superficial, distraída y sin fe; y otra, vigilante, expectante y atenta.

Las lámparas simbolizan nuestro corazón, nuestra alma, nuestro compromiso con Dios pero que necesitan aceite para iluminar. El aceite simboliza la fe, la esperanza y la caridad. Las tiendas cerradas simbolizan la falta de gracia
Orígenes y San Jerónimo, entre otros padres de la Iglesia, señalan que las diez vírgenes simbolizan los cinco sentidos carnales (vicios) preocupados por los afanes del mundo y carentes de luz, y los cinco sentidos espirituales (virtudes) que caminan a la luz de Dios, anhelando entrar en el banquete nupcial: oído para escuchar al Verbo encarnado (1 Juan 1,1), vista y gusto para ver y gustar lo bueno que es el Señor (Salmo 33,9), olfato para oler el aroma del perfume de Su nombre (El Cantar de los Cantares 1,3) y tacto para tocar sus heridas y humillaciones por nuestras rebeliones y crímenes (Isaías 53,4-5).

Como siempre, los cristianos tenemos que elegir entre dos opciones: vivir en función de la carne o en función del espíritu, en función de lo material o de lo espiritual, en función del mundo o de Dios, en función del egoísmo o del altruismo.

La vírgenes necias simbolizan los cristianos tibios y mediocres, dormidos y desprovistos de luz sobrenatural, aferrados a las cosas materiales y a los afanes del mundo, católicos de cumplimientos mínimos y de fe a la medida de sus deseos. Creyentes que eluden el compromiso y el esfuerzo, creyendo que serán suficientes para entrar en el cielo.

Las vírgenes prudentes simbolizan los cristianos comprometidos y fieles, vigilantes ante la expectativa de la llegada del novio... orientados hacia su vocación de servicio y entrega, e iluminados por la Palabra de Dios y cumplidores su voluntad.
¿Qué recrimina Jesús?

Cuando llega el Novio, no recrimina que todas las vírgenes se duerman, sino la falta de previsión de las cinco necias. Y es que todos, hasta los santos, pasamos por períodos de aridez donde los sentidos se apagan y aparece la "noche oscura" y nos dormimos.

¿Por qué las vírgenes prudentes no compartieron su aceite con las necias?

No se trata de una falta de caridad ni fraternidad. No comparten su aceite sencillamente, porque no se pueden transferir los méritos de unos a otros. Cada persona debe adquirir los suyos y velar por ellos hasta el día en que venga el Señor y tengamos que rendir cuentas. Es una responsabilidad personal e intransferible.

Todas las vírgenes están invitadas al banquete pero no todas entrarán. Cuando llegue el Novio, la simple condición de "vírgenes", es decir, el hecho de decir que somos "cristianos" no nos dará el derecho a entrar en el banquete: "No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21)

Tampoco habrá tiempo para cambiar (salvo por la Gracia de Dios) ni modificar nuestros actos en un instante, ni hacer lo que deberíamos haber hecho. Será tarde. Las tiendas estarán cerradas y la puerta del banquete, también.

¿Qué nos pide Jesús?

Es por eso que Cristo nos pide: "Velad, porque no sabéis el día ni la hora" (Mateo 25,13). El mismo mensaje que les dio a sus discípulos en Getsemaní (Mateo 26,41) y al anunciarles los últimos días y su venida (Lucas 21, 36): "Velar, orar y estar despiertos".

Jesús nos previene para que estemos alerta y vigilantes con una vida interior de oración, sacramentos y estado de gracia. Vigilar significa tener los ojos bien abiertos y puestos en DiosVelar significa que los sentidos espirituales, las virtudes (las vírgenes prudentes) dominen a los carnales, los vicios (las vírgenes necias).

¡Cuántas veces cabeceo y me olvido de aprovisionarme de aceite!
¡Cuántas veces cierro los párpados y abandono las cosas de Dios!
¡Cuántas veces dejo de rezar, de asistir a misa o de confesarme!
¡Cuántas veces antepongo las cosas materiales y desatiendo las espirituales!
¡Cuántas veces pienso que el aceite del mundo (consuelo, bienestar, placer...) sirve para mi lámpara (corazón)!
¡Cuántas veces creo que puedo comprar aceite en las tiendas del mundo, "cerradas" a la gracia!
¡Cuántas veces busco donde no puedo encontrar!

¿Cómo tengo mi lampara? ¿Está limpia y reluciente? 
¿Tengo suficiente confianza, esperanza y amor? 
¿Qué me falta y qué me sobra para iluminar mi camino hacia el Señor?


JHR