¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 6 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (7): SEÑOR, AYÚDAME

En aquel tiempo, Jesús se retiró 
a la región de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, 
saliendo de uno de aquellos lugares, 
se puso a gritarle:
«Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. 
Mi hija tiene un demonio muy malo».
Él no le respondió nada. 
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
«Atiéndela, que viene detrás gritando».
Él les contestó:
«Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
Ella se acercó y se postró ante él diciendo:
«Señor, ayúdame».
Él le contestó:
«No está bien tomar el pan de los hijos 
y echárselo a los perritos».
Pero ella repuso:
«Tienes razón, Señor; 
pero también los perritos se comen las migajas 
que caen de la mesa de los amos».
Jesús le respondió:
«Mujer, qué grande es tu fe: 
que se cumpla lo que deseas».
En aquel momento quedó curada su hija.
(Mt 15, 21-28)

Este es un pasaje que muchas veces se presta a malas interpretaciones acerca de la actitud de Jesús, que parece ignorar o despreciar a esta mujer cananea, pagana. De hecho, la primera vez, parece mostrarle indiferencia y ni la responde, y por dos veces, parece negarle lo que le pide. 

¿Qué ha pasado? ¿Dónde está la compasión y la misericordia que Jesús ha mostrado a los necesitados en los anteriores capítulos evangélicos? ¿Es el mismo Jesús o es otra persona distinta? ¿Por qué se dirige Jesús a una región como Tiro y Sidón, "impura", "prohibida" y "fuera" de la salvación, según la mentalidad judía?

Veamos, frase por frase, lo que la Escritura quiere mostrarnos:

"Jesús se retiró"
Mateo no dice que "pasó" o "cruzó" por allí como si fuera hacia a otro lugar, sino que se "quedó", permaneció allí. Es decir, Jesús tenía toda la intención de ir allí y quedarse. ¿Para qué? Para mostrarnos que la universalidad de la salvación, aunque viene a través del pueblo judío, no está restringida únicamente a Israel, sino abierta a todos los hombres.

una mujer cananea
Una mujer sin nombre, sin identidad, una mujer "alejada", prohibida por la ley, pagana, pecadora pero, en el fondo, una madre que ama a su hija y que quiere preservarla del mal. Una mujer que nos representa a cualquiera de nosotros, que no somos judíos.

"saliendo de aquellos lugares" 
Son los lugares tenebrosos y oscuros del ser humano, lugares alejados de Dios, lugares de pecado. La mujer "sale" del pecado y cree en el "Hijo de David", el Mesías prometido. Jesús siempre quiere entrar en nuestro dolor, en nuestro sufrimiento pero espera a que salgamos de nuestro pecado y pongamos de manifiesto la pureza de intención de nuestro corazón y la fe sincera en Dios. 

"Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel"
Cristo expresará a menudo la universalidad de su Iglesia pero esa será la misión de sus apóstoles: llevar la salvación al mundo gentil porque Él ha sido enviado a Israel. De un hombre proviene la salvación de todos, de un pueblo la del mundo. El Señor lidera, abre camino, da ejemplo, para que sus discípulos continúen su obra.

"Señor, hijo de David...tienes razón...pero ten compasión de mi y ayúdame"
La cananea confiesa y reconoce a Jesús como el Mesías prometido, y evoca la frase de los discípulos ante el milagro de Jesús caminando sobre las aguas: "Realmente eres Hijo de Dios".

El grito de esta madre sobrepasa lo natural, lo humano... esta cananea pide como "conviene"... es el Espíritu Santo quien hace proferir este gemido en ella: "el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables (Rm 8,26).

"también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos"
La pedagogía o mayéutica del Maestro, más que dar respuestas, quiere mover los corazones de las personas a la acción, a una búsqueda explícita de la perseverancia, a un interés real por la fe verdadera, aunque no se sientan merecedores de la gracia de Dios

Dios utiliza esta pedagogía con frecuencia: calla, guarda silencio y espera. Y casi nunca entendemos por qué. Dice san Agustín: "Dios, que te creo sin ti, no te salvará sin ti", refiriéndose a que Dios quiere purificar nuestras intenciones, provocar nuestra reacción sincera y humilde, estimular nuestra de fe, para que Él pueda actuar, obrar milagros y salvarnos. 
"Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas"
Ante una fe verdadera y auténtica, ante la intercesión desesperada de una madre que pide por la salud de su hija, el corazón de Dios se conmueve y hace brotar su misericordia ante el sufrimiento humano.

Señor, a veces no escucho tu respuesta...guardas silencio, "te pido auxilio, y no respondes; me presento ante ti, y no lo adviertes" (Job 30,20)...te muestras "indiferente" o me pones impedimentos... pero yo seguiré insistiendo, porque tengo la certeza que me escuchas.

Enséñame a pedir como conviene, a pedir bien, porque "pido y no recibo, porque pido mal, con la intención de satisfacer mis pasiones" (Stg 4,3).

Señor, purifica mi intención y aumenta mi fe, porque "sin fe es imposible complacerte, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a quienes lo buscan" (Hb 11,6). 

"A ti, Señor, te invoco; Roca mía, no seas sordo a mi voz; que, si no me escuchas, seré igual que los que bajan a la fosa. Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario" (Sal 28,1-2).

JHR

lunes, 5 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (6): GLORIA A TI, SEÑOR

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo 
a Pedro, a Santiago y a Juan, 
subió aparte con ellos solos a un monte alto, 
y se transfiguró delante de ellos. 
Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, 
como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús:
Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! 
Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, 
otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía qué decir, pues estaban asustados.
Se formó una nube que los cubrió 
y salió una voz de la nube: 
«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».

De pronto, al mirar alrededor, 
no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban del monte, 
les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto 
hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello 
de resucitar de entre los muertos.
(Mc 9, 2-10)

La transfiguración manifiesta la pedagogía divina con la que Jesús muestra a sus discípulos su identidad y su misión. Y lo hace porque sabe que todos los indicios apuntan a que su vida va acabar de manera violenta, pero sus discípulos no se enteran, no se lo creen o no lo entienden. 

Cristo escoge a sus discípulos más íntimos, Pedro, Santiago y Juan para subir al Monte Tabor (el monte, lugar de la presencia de Dios, según la mentalidad judía), y para volver a subir a otro monte, el Monte de los Olivos (cf. Mc 14, 33). 

A lo largo de la Escritura, podemos ver la vida pública de Jesús a través de diversos montes: el de la tentación, el de su gran predicación, el de la oración, el de la transfiguración, el de la angustia, el  de la cruz y el de la ascensión, que evocan también el Sinaí, el Horeb, el Moria, los montes de la revelación del Antiguo Testamento...Todos son montes de la pasión y montes de la revelación.

Allí, en el Tabor, Jesús les muestra su victoria, su gloria, manifestada en sus vestiduras (Ap 7, 9.13; 19, 14), en la presencia de dos personajes importantes de la historia de Israel, en la nube que les cubrió (Ex 13,21-22;16,10; Lev 16,2; Nm 16,42; 1 Re 8,10-12; Ap 14,14) y en las palabras del Padre: “Es mi hijo. Escuchadlo” (Mt 3,17; 12,18; Mc 1,11;9,7; Lc 9,35; 2 Pe 1,17).
La aparición de Moisés y de Elías (Ex 3; 1 Re 17-2 Re 1) muestran que Cristo es el cumplimiento de toda la Ley y de todas las profecías del Antiguo Testamento. En el Tabor, los dos profetas veterotestamentarios son testigos de la verdadera humanidad de Jesús, de la misma forma que los tres apóstoles neotestamentarios son testigos de su verdadera divinidad. 

Jesús escoge a la "tríada" humana (Pedro, Santiago y Juan) para que contemplen la Trinidad divina y para que entiendan que no es un maestro cualquiera, sino el Hijo de Dios. El mismísimo Dios les dice directamente que tienen que escuchar a Jesús, saber quién es y cómo actúa porque en Él se ha revelado su amor y su voluntad en plenitud. 

La transfiguración representa el punto culminante de la revelación de Jesús pero es también un acontecimiento de oración del Hijo con el Padre a través del Espíritu Santo en íntima compenetración, en unión hipostática, que se convierte en luz pura, que anticipa la retirada del velo que separa la tierra del cielo y nos hace partícipes de su naturaleza divina (2 Pe 1,4). 

Esto es también lo que experimentamos cuando contemplamos y escuchamos al Señor en la Eucaristía y en la Adoración del Santísimo Sacramento del Altar.
Cristo es el conocimiento íntimo y pleno de Dios. El pueblo ha escuchado a Moisés y Elías, ahora debe escuchar a Jesús para comprender el mensaje definitivo de Dios culminado en Cristo. 

Dios Padre nos dirige hacia la figura de su Hijo amado para que le escuchemos. Y escuchándole, demos testimonio de Él, porque no podremos dar testimonio de Jesucristo Resucitado si no le conocemos, si no le escuchamos, si no leemos su palabra, si no "subimos" con Él al Tabor y contemplamos su gloria. 

Sólo en la visión gloriosa de Cristo Resucitado, nuestra fe tiene sentido y razón de ser, como dice san Pablo:
"Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe; más todavía: resultamos unos falsos testigos de Dios, porque hemos dado testimonio contra él, diciendo que ha resucitado a Cristo, a quien no ha resucitado… si es que los muertos no resucitan. Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido. Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad. Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto" 
(1 Co 15,14-20)
Sin embargo, como también dice san Pablo, la fe en Cristo necesita testigos que lo invoquen, que sean enviados y que lo anuncien: 
"¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? 15y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito: ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien! Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje? Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo" 
(Rom 10,14-17)
Más tarde san Pedro confirmará que los apóstoles fueron testigos oculares de la gloria de Cristo: 
"No nos fundábamos en fábulas fantasiosas cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: «Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido». Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada"
(2 Pe 1,16-18)
Visión y escucha, contemplación y misión son los caminos que nos llevan al monte santo en el que la Trinidad se revela en la gloria del Hijo. 

Contemplar al Señor glorioso es, al mismo tiempo, fascinante porque nos atrae hacia sí y arrebata nuestro corazón hacia lo alto, hacia la santidad; y tremendo, porque pone de manifiesto nuestra debilidad, nuestra incapacidad de alcanzarla por nosotros mismos. 

Escuchar a Cristo victorioso cada día en la Eucaristía o en la Adoración del Santísimo nos muestra nuestra misión, nos llena de estímulo y fortaleza para bajar al mundo y anunciar que Jesucristo ha resucitado. 


¡Gloria a ti, Señor!

JHR

domingo, 4 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (5): NO TEMÁIS, NO ESTÁIS SOLOS

"Después que la gente se hubo saciado, 
enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca 
y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. 
Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, 
sacudida por las olas, porque el viento era contrario. 
A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. 
Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, 
se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo: «Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; 
pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, 
empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. 
Y lo hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, 
pregonaron la noticia por toda aquella comarca 
y le trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. 
Y cuantos la tocaban quedaban curados"
(Mt 14,22-36)

Como siempre ocurre cuando entramos de nuevo en un pasaje de la Escritura, el Espíritu Santo nos suscita reflexiones distintas en momentos distintos para situaciones distintas.

Hoy, Mateo quiere dejar claro que el Señor está siempre presente cuando la fe de sus discípulos decae o se tambalea. Aunque escribe su evangelio para fortalecer la fe de la Iglesia de Jerusalén en plena persecución romana, también está exhortando a la Iglesia de todos los tiempos. 

En este relato, el evangelista nos muestra:
  • la pasión, muerte y resurrección de Cristo: "Subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo"
  • la misión de la Iglesia y sus apariciones como Resucitado: "Apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente"; "Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). 
  • el fin de los tiempos y su segunda venida: "A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar".
  • los peligros de las herejías y los falsos profetas: "Se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma".
  • las dudas y las controversias dentro de la Iglesia: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua"; "Yo, yo soy el Señor,  fuera de mí no hay salvador (...) Vosotros sois mis testigos: yo soy Dios (...) Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas" (Is 43,11-12.16).
  • las consecuencias de ser discípulos de Cristo: persecuciones, calumnias, martirios, herejías, pruebas y dificultades que la Iglesia tendrá que hacer frente hasta su regreso glorioso ("La barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario").
  • la necesidad de la fe en Cristo para la salvación ("Señor, sálvame"; ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?"; "Los de la barca se postraron ante él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios").
  • su promesa de que estará siempre para animarlos y ayudarlos ("¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"; "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos", Mt 28,20).
Cristo nos advierte cómo debemos "navegar" en el "mar" de este mundo, cómo tenemos que   "faenar" con el oleaje, el viento contrario y las tempestades que se desataran durante el trayecto hacia la otra orilla (el cielo).
Lo importante es saber que debemos estar en la barca, porque si en la barca existe peligro cuando azotan las olas (las tentaciones), las tempestades (los sufrimientos y las pruebas) y el viento contrario (Satanás), fuera de ella, estaremos a merced del mar (el mal), nos hundiremos y nos ahogaremos. 

La barca sufre sacudidas por nuestras propias tempestades cuando no está el Señor, cuando olvidamos que Él es quien maneja la Iglesia y nuestras vidas, cuando ponemos nuestra confianza en nuestras autosuficiencias como "marineros" experimentados, o en nuestros méritos como "pescadores" veteranos, como le ocurrió a Pedro. 

También cuando nos salimos de la barca pensando que fuera de ella podemos seguir al Señor sin que Él nos llame, cuando dejamos de mirarlo y nos volvemos hacia nosotros o hacia las cosas del mundo, nos hundimos, como le ocurrió a Pedro.
Jesús nos dice que podemos "caminar sobre el mar", que podemos vencer las pruebas si tenemos fe y perseverancia en Él. Pero es mejor "permanecer" en la barca para no hundirnos.
 
El Señor está en el cielo, intercediendo por nosotros ("subió al monte a orar"), manejando la "barca" desde la gloria, pero cuando le necesitemos, Él se "aparecerá" para socorrernos y para animarnos

Junto a Él, el viento amaina y vuelve la suave brisa del Espíritu Santo, que nos calma y nos da paz.

Con Él a nuestro lado en la barca, tenemos la plena certeza de que "el poder del infierno no la derrotará" (Mt 16,18).

¡Realmente eres Hijo de Dios!

JHR

sábado, 3 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (4): "PAN PARTIDO" PARA LOS DEMÁS

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, 
se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. 
Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados.
Al desembarcar vio Jesús una multitud, 
se compadeció de ella y curó a los enfermos. 
Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado y es muy tarde, 
despide a la multitud para que vayan a las aldeas 
y se compren comida».
Jesús les replicó:
«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».
Ellos le replicaron:
«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».
Les dijo:
«Traédmelos».
Mandó a la gente que se recostara en la hierba 
y tomando los cinco panes y los dos peces, 
alzando la mirada al cielo, 
pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; 
los discípulos se los dieron a la gente. 
Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. 
Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
(Mt 14,13-21)


Tras explicarnos las Escrituras mientras vamos de camino, hoy el Señor parte para nosotros el pan. Jesús nos lleva a la Eucaristía a través de dos ideas: compasión y servicio.

CompasiónCristo "desembarca" (se encarna) y se compadece (se entrega así mismo) al ver que nosotros, la "multitud", tenemos necesidad de sanación y de alimento. 

A través de un sentimiento profundamente humano, Jesús expresa la voluntad salvífica de Dios para todos los hombres. 

Ante la multitud que lo seguía y "no lo dejaba en paz" (posiblemente le agobiaba), Jesús no reacciona airadamente porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. 

La compasión va más allá de la piedad. Se trata de anteponer las necesidades de la gente a las nuestras (aún siendo legítimas). Jesús se identifica con el sufrimiento de todos nosotros hasta el punto de cargar con él para aliviarnos. Y nos invita a hacer lo mismo.

Servicio. Jesús reacciona de forma muy distinta a la de sus discípulos, que quieren "quitarse a la gente de enmedio", pero el Señor les dice: "dadles vosotros de comer". 

Dos actitudes muy distintas: la divina y la humana. La ilógica del mundo nos alienta a pensar en nosotros mismos, al individualismo, pero la lógica de Dios nos anima a pensar en los demás, a compartir tiempo y recursos con nuestro prójimo, a servir a los demás. 

¡Cuántas veces nosotros miramos hacia otra parte para no ver a los necesitados! ¡Cuántas veces pensamos: "allá ellos"! ¡Cuántas veces le damos la vuelta a la frase del Señor y pensamos "yo no he venido a servir sino a ser servido"!

El servicio va más allá de "dar lo que nos sobra" o "servir cuando pueda". Se trata de poner nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestros talentos, nuestra vida, todo... al servicio de los demás. Jesús se pone a disposición de todos para compartirse así mismo, para entrar en comunión con todos.
Eucaristía. La compasión y el servicio...nos dirigen hacia la Eucaristía. Los cristianos no podemos acudir a misa con sentimientos individualistas o egoístas sino con los mismos sentimientos fraternos de Jesús: pensar en los demás y entregarnos a ellos. 

El pan ordinario se convierte en señal indicadora del pan eucarístico. Al alzar la mirada al cielo, pronunciar la bendición (acción de gracias), partir el pan y repartirlo entre la gente, Cristo mismo, "el pan bajado del cielo" hace presente el amor de Dios y con su propio cuerpo, su propia sangre, su propia entrega, nos alimenta eucarísticamente y nos sana espiritualmente.

La multiplicación de los panes realizada por Jesús pone de relieve que han llegado los días mesiánicos, el tiempo de la Iglesia de Cristo, el tiempo esctológico en el que los cristianos hagamos presente el Reino de Dios en la tierra, hasta que Él vuelva.

La Eucaristía es el sacramento de la caridad en el que el Dios eterno se hace presente en el tiempo para entregarse, por puro amor, a todos los hombres. Cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente el sacrificio de su propia vida en la Cruz por nosotros.

La Eucaristía es también el sacramento de la unidad en el que somos testigos de la compasión de Dios por cada hombre, por cada uno de nosotros, y escuchamos de labios del Señor un mandato claro: "Dadles vosotros de comer". 

Es en ese encuentro íntimo y, de forma milagrosa, cuando siguiendo la invitación del Señor, miramos a nuestro prójimo con su misma mirada compasiva y nos convertimos en "pan partido" para los demás, para darnos a aquella persona que no nos agrada o para entregarnos a aquel a quien ni siquiera conocemos. 

Somos "pan partido" para los demás


JHR

MEDITANDO EN CHANCLAS (3): PREPARAR EL CAMINO


En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes 
lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos:
«Ese es Juan el Bautista, 
que ha resucitado de entre los muertos, 
y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». 
Es que Herodes había mandado prender a Juan 
y lo había metido en la cárcel encadenado, 
por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; 
porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. 
Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, 
que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, 
la hija de Herodías danzó delante de todos 
y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.
Ella, instigada por su madre, le dijo:
«Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, 
ordenó que se la dieran, 
y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron la cabeza en una bandeja, 
se la entregaron a la joven 
y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, 
lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.
(Mt 14, 1-12)

Si ayer escuchábamos en el evangelio cómo los paisanos de Jesús se escandalizaban de Él y lo despreciaban por interpelar su vida, hoy Mateo nos muestra, de forma más sobria que Marcos, un significativo profeta y mártir que prefigura a Cristo: San Juan Bautista. 

El primo de Jesús es enviado al pueblo de Israel para preparar el camino del Mesías, para llamar al arrepentimiento y a la conversión. También para denunciar la conducta inmoral y adúltera de Herodes y Herodías, motivo por el que fue decapitado. 

La maldad de Herodías contra el Bautista evoca el gran odio de Jezabel contra el profeta Elías (1 Re 18,2ss) y da cumplimiento a la profecía que anunció que Elías tendría que venir antes del Mesías (Mal 4,5-6), identificado como Juan el Bautista (Mt 17,11-13).

Frente a la valentía del Bautista, la cobardía de Herodes... quien, aunque sabía que Juan era “un hombre justo y santo” (Mc 6,20), optó por dejarse llevar por el pecado, complaciendo los deseos criminales de una madre y una hija sin escrúpulos. 

En esto también anticipa lo que le pasará a Jesús, de quien Pilatos no encontrará culpa pero también se dejará llevar por el odio de los dirigentes y del pueblo judíos, manteniéndose al margen.

San Juan Bautista, el más grande entre los grandes de los nacidos de mujer (Lc 1,15; 7,28), el único santo del que los católicos celebramos tanto su nacimiento como su muerte, fue anunciado por los profetas (Is 40,3; Mal 3,1; 4,5) y por un ángel (Lc 1,11), nació de padres santos y justos, aunque de edad avanzada y estériles (Lc 1,18), preparó en el desierto el camino del Redentor, convirtió los corazones de los hijos de Israel (Lc 1,17), bautizó al Hijo, escuchó al Padre y vió al Espíritu (Lc 3, 22), combatió por la verdad hasta dar la vida y fue mártir de Cristo incluso antes de su Pasión (Lc 9,7-9).

Mateo emplea en este relato (y no es casualidad) los mismos verbos que utiliza en los de la Pasión de Cristo: arrestado, encadenado y condenado a muerte.  

Y describe al final algo de forma muy intencionada y que Marcos omite: los discípulos del Bautista, después de enterrarlo, tienen que ir a Jesús a contarle lo ocurrido porque aunque Juan era su maestro y a quien seguían, él dio testimonio de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, de quien dijo que era superior a él. 

Es la señal para el comienzo de su predicación pública y para recorrer el mismo camino de martirio, esta vez llevado a plenitud.
Esta gran figura y, por supuesto, la de Cristo, nos invitan a discernir si nosotros, también enviados por Dios, seremos tan valientes como para complicar y arriesgar nuestra vida denunciando la maldad del mundo en la certeza de que Dios está con nosotros o, por el contrario, nos vencerá la cobardía y la comodidad de ser "políticamente correctos" y dejarnos llevar por el "espíritu de este mundo".

¿Seremos capaces de preparar el camino de otros hacia el Señor y anunciarle con nuestro testimonio de vida? ¿Seremos capaces de menguar para que Él crezca en nuestro corazón y en el de otros? 

¿Seremos capaces de amonestar, que no juzgar, a quien obra de forma incorrecta? ¿Seremos capaces de aceptar el odio del mundo por nuestro amor a Dios? ¿Seremos capaces de contrarrestar vicio con virtud? ¿Seremos capaces de aceptar el martirio, si llegara? 

JHR

jueves, 1 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (2): BLINDAJE ESPIRITUAL

En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad 
y se puso a enseñar en su sinagoga.
La gente decía admirada:
«¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? 
¿No es el hijo del carpintero? 
¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? 
¿No viven aquí todas sus hermanas? 
Entonces, ¿de dónde saca todo eso?».
Y se escandalizaban a causa de él.
Jesús les dijo:
«Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta».
Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.
(Mt 13, 54-58)

Jesús inicia una nueva etapa de su vida pública: visita su pueblo natal, Nazaret, se presenta ante sus paisanos y comienza a enseñar en la sinagoga. 

Los suyos pasan de la admiración y la sorpresa al recelo, al escándalo y al desprecio, como anticipo de las oposiciones y las hostilidades, de los rechazos y las incomprensiones que va a sufrir Jesús a partir de entonces (Is 50,6; Mt 27,27-31.39-44; Heb 12,2; Jn 1,11)

Las cinco preguntas con las que cuestionan a Cristo expresan perplejidad, pero también incredulidad, falta de fe, cerrazón de corazón. No ponen en duda su procedencia ni su identidad. Conocen a Jesús pero no le reconocen como Dios. Incluso, se admiran por su sabiduría y por sus milagros pero no abren sus corazones a la gracia. Piensan: "¡Imposible, el Mesías no puede ser éste, el hijo del carpintero!". 

Sin embargo, el Señor no trata de explicarse ni de dar razones, sino que evita discutir con ellos porque sabe que un profeta no es bien recibido en su tierra (Jn 4,44; Lc 4,24; Mt 13,57; Mc 6,4), porque sabe que la Verdad interpela y exige tomar una opción. Creerle supone salir de su tranquilidad, de su comodidad, de su cotidianeidad. Y no están dispuestos. Ya han elegido.

La falta de fe y el exceso de orgullo de los nazarenos no impide, pero sí limita que Jesús obre milagros. Dios siempre espera que el hombre ponga su "parte", que se acerque con un corazón humilde y contrito (Sal 51,19) para ofrecer su gracia, pero ¡cuántas veces le damos la espalda al Señor!

Esta postura de los habitantes de Nazaret es la misma que muchos tienen hoy día: no quieren aceptar a Cristo porque están cómodos con sus vidas nada exigentes y poco comprometidas con Dios. Jesús pasa a su lado, le reconocen y se asombran, pero le dejan marchar. No están interesados en ver milagros ni en ponerse escuchar cosas que le comprometan.
La predicación de Jesús, como antaño la de Jeremías y la de muchos otros profetas, resulta molesta e incómoda porque interpela, porque mueve a un cambio de forma de vida, porque requiere un giro radical de comportamiento. 

Por eso, muchas personas no quieren escucharla o incluso, la rechazan y la desprecian. El mensaje de Dios no cuadra con la mentalidad de la mayoría, no encaja con el pensamiento dominante del mundo. Por eso, los hombres suelen ponerse una coraza antiflechas, un chaleco antibalas, un blindaje espiritual. 

Son personas que ya "saben todo", que "tienen todo" y que no necesitan nada más. Son personas que, ante la Palabra de Dios, que es dulce en la boca pero amarga en el estómago (Ez 3,3; Ap 10,10), se autoprotegen o procrastinan. Han creado un corazón de piedra.
Sin embargo, otras personas realizan una escucha vulnerable de la Palabra de Dios: abren sus corazones ("Effetá", Mc 7,34) y se dejan "herir" o "morir" ("muero porque no muero", santa Teresa) por el Señor. Abren sus oídos ("quien tenga oídos que oiga", Mt 13,9) a la novedad del Evangelio y se dejan enamorar por Cristo. 

¡Qué difícil les resulta a muchos confiar en Jesús y creer que realmente está vivo! ¡Cuánto les cuesta acoger su palabra y seguirlo! ¡Qué fácil es "acostumbrarse" a una vida (incluso a una vida de fe) cómoda y a la medida con la que no tener que ver los milagros que hace Dios! 

Dispongamos el corazón con docilidad, humildad y disposición para que el Señor realice milagros en nuestra vida. 

Abramos nuestro oído y nuestra mente a la gracia para que Dios colme de bendiciones nuestra existencia. 

Abandonemos los prejuicios y los recelos que nos impiden dejarnos sorprender por Cristo y vivamos una fe auténtica y coherente con su mensaje.

JHR

miércoles, 31 de julio de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): ¿HABÉIS ENTENDIDO ESTO?

"En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar 
y recoge toda clase de peces: 
cuando está llena, la arrastran a la orilla, 
se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos: 
saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 
y los echarán al horno de fuego. 
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?».
Ellos le responden: «Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos 
es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí"
(Mt 13,47-53)

Otro año más volvemos a pasear junto a Jesús por la orilla del mar para dejarnos interpelar por su sabiduría, por su luz, por su palabra, de tal forma que, "meditando en chanclas", arda nuestro corazón mientras nos explica las Escrituras a través de parábolas.

La parábola de hoy (recogida sólo por san Mateo) es la conclusión de una serie de ellas sobre el Reino de Dios, y con las que el Maestro nos "abre el entendimiento": el sembrador, la cizaña, el grano de mostaza, el fermento en la masa, el tesoro y la perla encontrados, y finalmente, la red y la pesca.

La historia de hoy les es muy familiar a los galileos ya que son un pueblo de pescadores. Jesús habla de su trabajo. Describe la faena pesada y fatigosa de la pesca, y la consiguiente clasificación de lo obtenido en la orilla. 

Utilizando este símil tan conocido por los discípulos, Jesús se pone en "modo escatológico" para explicar la distinción entre el bien y el mal que sucederá al final de los tiempos. Se lanza la red, se recoge cuando está llena, se lleva a la orilla la pesca y se separa: los peces buenos se colocan en cestos y los malos se tiran al mar.

Nuestra libertad, el precioso don otorgado por Dios, puede convertirnos en peces buenos o malos, en trigo o en cizaña. Es decisión nuestra. Y mientras elegimos, Dios espera pacientemente a que todos lleguemos a la orilla como peces buenos, por eso nos da tiempo. Nunca se cansa de esperarnos. Nunca pierde la esperanza. Nunca deja de amarnos.

La paciencia de Dios es parte importante de su pedagogía divina y vehículo que posibilita nuestra salvación, porque si Dios fuera un Dios irascible e impaciente, castigador y vengativo (como algunos indocumentados creen) ninguno nos salvaríamos. 

Es la propia Palabra de Dios, el propio Cristo quien interpela a cada hombre con su fuego purificador (Lc 12,49) y hace que cada uno se posicione. No es Dios quien juzga ni quien decide quien es pez bueno o malo, trigo o cizaña, sino que es el propio ser humano en el libre uso de su voluntad quien lo determina.

Cuando nos posicionamos y elegimos el bien, cuando nacemos al hombre nuevo y dejamos el viejo atrás, estamos llevando a cabo nuestro propio "fin del mundo".

Cuando abandonamos el mal (el mar, el caos), nos insertamos en la red (la Iglesia) y en la orilla (los sacramentos), nos introducimos en el cesto (de la salvación), estamos anticipando nuestro propio "juicio final". 

La pregunta del millón es ¿qué quiero ser? o ¿qué disposición tengo para llegar a ser un pez bueno? ¿quiero crecer y madurar espiritualmente? o ¿me acomodo y me conformo con ser un pez no apto? ¿selecciono lo que me sirve, lo bueno, y desecho lo malo? o ¿todo me vale?

No puedo ser neutral, ni ambiguo ni tibio ni mediocre: o elijo el bien o elijo el mal (Ap 3,16). Jesús nos insiste: "¿Habéis entendido todo esto?".

Jesús recalca su enseñanza con dos imágenes muy fuertes que los discípulos entendían perfectamente: 
  • Horno de fuego: referencia al "vertedero" con fuego permanente donde se quemaba la basura en las afueras de la ciudad existían.
  • Llanto y rechinar de dientes: referencia a la angustia física y espiritual del pueblo de Israel tras la destrucción de Jerusalén y del Templo, y el exilio a Babilonia (Is 22,12; Lam 1,2.16; 2,11; Sal 112,10). 
Por eso, contestan con un rotundo "sí" a la pregunta de Jesús.

Ambas expresiones son símbolo de desolación y agonía, de impotencia y angustia ante la incapacidad para tomar decisiones por propia voluntad. Son símbolos de destrucción eternasin ninguna posibilidad de resurrección. Pero no son castigos de Dios sino consecuencias del pecado, que nos convierten en peces malos y nos excluimos nosotros mismos, lanzándonos de nuevo al mar, al caos.

Jesús nos insiste: "¿Habéis entendido todo esto?".

Parece que el Señor mira las caras circunspectas de los discípulos (las nuestras) y les (nos) regala otra comparación: la de un converso (escriba) con "un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo"... y ¿qué hace un padre de familiatransmite el "tesoro de la sabiduría familiar" a sus hijos, es decir, la riqueza de la fe, los valores cristianos y las costumbres de la vida que ha recibido y aprendido de sus padres. 

Jesús se está refiriendo también a algo que nuestro hermanos protestantes niegan: la necesidad y la validez de la Tradición de la Iglesia. La Palabra de Dios se hace presente en la Tradición a través del Magisterio de la Iglesia. Lo que hoy es Tradición, mañana es Magisterio. 

Desde el inicio de la Iglesia, los apóstoles y, más tarde, los discípulos de los apóstoles (padres apostólicos, padres apologistas, teólogos...) conservaron, custodiaron y transmitieron la Tradición recibida directamente de Cristo a través del Magisterio, mediante su predicación y enseñanza a todas las iglesias cristianas.

El Señor quiere que sus discípulos seamos pescadores de hombres, que seamos transmisores de su mensaje, que seamos "padres de familia" que enseñen lo antiguo y lo nuevo, la Tradición del pueblo de Dios y la novedad de Cristo, la antigua alianza (Antiguo Testamento) y la nueva y definitiva (Nuevo Testamento).

Así pues, Palabra de Dios, Tradición y Magisterio son las bases de la vida cristiana.  

¿Hemos entendido todo esto?


JHR

domingo, 28 de julio de 2024

¿CÓMO RESPONDER A LOS ULTRAJES Y LAS BLASFEMIAS?

“El mal no puede crear nada nuevo, 
solo corromper o arruinar 
lo que las fuerzas del bien 
han inventado o construido” 
(J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos)

Tras el infame, lamentable y provocador espectáculo que protagonizaron unos seres híbridos, grotescos y llenos de prejuicios ideológicos en la inauguración de los juegos olímpicos de Paris, cristianos de todo el mundo nos sentimos ultrajados y no sabemos muy bien cómo responder a esta provocación blasfema, inaceptable y fuera de toda justificación.

Sabemos que es un acto de cobardes atacar a quien se sabe que no se defenderá, de la misma forma que sabemos que es un hecho inaceptable hacer "bullying" a otros, sobre todo, a quien se sabe que pondrá la otra mejilla. 

Sabemos que este "espíritu blasfemo y antidivino" se justifica amparando sus múltiples ultrajes en la "libertad de expresión", pero sus actos infames no son de libertad sino de ofensa deliberada a los sentimientos religiosos.

Sabemos que estos actos rebeldes y deliberados del Enemigo de Dios vienen envueltos en un "humo" de engaño y mentira, que utiliza y seduce a los hombres con muchas falsedades como la libertad, la fraternidad y la igualdad, la tolerancia y la inclusión... ("la marca de la Bestia"), para embestir ("acción de una Bestia") y atacar despiadadamente a todo lo sagrado, para ridiculizar y corromper todo lo divino. Es, sin duda, el Anticristo en plena acción.

Sabemos que el mal es incapaz de defender ninguna postura sin insultar o vituperar, sin imponer u obligar, sin adoctrinar o aleccionar. Es la impronta de su ser rebelde y orgulloso, tiránico y deformado. Es la marca del 666.

Entonces, ¿cómo responder ante estos ultrajes y blasfemias?

San Pedro (el apóstol impulsivo que con su espada le cortó una oreja a un guardia en Getsemaní) nos enseña cómo debe un seguidor de Cristo actuar ante los agravios y las faltas de respeto: 

Si tuvierais que sufrir por causa de la justicia, bienaventurados vosotros. Ahora bien, no les tengáis miedo ni os amedrentéis.

Más bien, glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo.
(1 Pe 3,14-16)
San Judas Tadeo (santo de las causas difíciles y desesperadas) nos muestra el camino a seguir ante una ofensa o una burla:
"Sodoma y Gomorra (...) por haberse prostituido y por haber practicado vicios contra naturaleza, quedan ahí como muestra, padeciendo la pena de un fuego eterno (...)

Manchan la carne, rechazan todo señorío y blasfeman contra seres gloriosos. Blasfeman contra todo cuanto no conocen, e incluso se corrompen en lo que se aprende por instinto como los animales.

¡Ay de ellos! Porque tomaron el sendero de Caín (...) Estos, que banquetean sin recato y se apacientan a sí mismos (...) mueren por segunda vez (...) Ellos son murmuradores y amigos de querellas que proceden como les da la gana y hablan pomposamente adulando a la gente en beneficio propio.

En cambio, vosotros, queridos míos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; pues os decían que en el tiempo final habrá gente burlona que actuará conforme a los propios deseos de impiedad. Son estos los que crean discordias, animales que no tienen espíritu.

En cambio, vosotros, queridos míos, basándoos en vuestra santísima fe y orando movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
Tened compasión con los que titubean, a unos salvadlos arrancándolos del fuego, a otros mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por el vicio"
(Jud 1, 7-22)
San Pablo (perseguidor de cristianos, primero, y apóstol de Cristo, después) reprendía a los judíos, quienes por sus pecados, daban motivos a que los gentiles blasfemaran contra Dios y se burlaran de su ley:
Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien.

Traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios, guardarán ciertos formalismos de la piedad pero habrán renegado de su verdadera esencia. Apártate también de estos.
(2 Tim 3, 2-6)
Alzar la voz con calma pero con rotundidad puede ayudar a corregir al que se equivoca, pero lo más eficaz, sin duda, es alejarse de ellos, rezar por ellos y no responder con la misma moneda como también nos aconseja san Pablo: 
A nadie devolváis mal por mal. Procurad lo bueno ante toda la gente. En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo.

No os toméis la venganza por vuestra cuenta, queridos; dejad más bien lugar a la justicia, pues está escrito: Mía es la venganza, yo daré lo merecido, dice el Señor.
(Rom 12,17-19)
A veces, el silencio humilde es más elocuente que la dialéctica humillante, como nos mostró el propio Jesús cuando fue calumniado e insultado: "Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca" (Is 53,7), y cuando no respondió a las injurias y perdonó a sus agresores: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen(Lc 23,34).

No responder a un ultraje es precisamente salir de lo humano para alcanzar lo divino. Es difícil pero no imposible. Cristo, verdadero hombre, nos demostró aquello del "Yes, we can" que algunos políticos le usurparon como lema de su campaña o como nombre de su partido.

Sin embargo, también quiero unirme a las plegarias de los santos y mártires, a las oraciones de los degollados por causa de la Palabra de Dios, que suben como incienso hasta Su trono y que tendrán respuesta: 
¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?
(Ap 6,10)