¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

jueves, 2 de marzo de 2017

LA TRAMPA DE SATANÁS


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"Te aconsejo que me compres 
oro acrisolado en el fuego para enriquecerte, 
vestiduras blancas para vestirte, 
y que no aparezca la vergüenza de tu desnudez, 
y un colirio para que unjas tus ojos y veas." 
(Apocalipsis 3, 18)

La Providencia ha puesto en mis manos un interesante libro sobre la ofensa y el perdón: “La trampa de Satanás”, de John Bevere (pastor evangélico americano), cuya lectura recomiendo, a quien se sienta ofendido y no sea capaz de perdonar. 

Y es que la ofensa es el obstáculo más difícil al que un cristiano debe enfrentarse, es la prueba más difícil de superar porque tendemos a fijarnos sólo de los “escándalos” de los demás, a juzgarles y a dictar sentencia en nuestro tribunal particular.

Sin embargo, Jesucristo, en el evangelio de Lucas 17, 1-4, nos dice: "Es inevitable que haya escándalos; pero ¡ay de aquel que los provoca! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeñuelos. Tened cuidado". "Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día y otras tantas se acerca a ti diciendo: Me arrepiento, perdónalo". 

Dios nos exhorta a reprender a nuestro hermano, si peca; y, por supuesto, a perdonarlo, si se arrepiente. Nos dice que una situación de ofensa "es inevitable" (tremenda afirmación de parte de Dios) pero que lo importante, es la reacción que adoptemos ante ella. 

Nuestra tarea como cristianos no es juzgar ni ver los defectos de nuestro prójimo, sino, al igual que los apóstoles, pedirle a Dios: "Acrecienta nuestra fe", para ver sus virtudes y su filiación con Dios.

Carnaza

John Bevere, autor de "La trampa de Satanás" dice que "todo cazador que se precie, conoce los requisitos necesarios para que una trampa sea eficaz: debe estar escondida y debe tener carnaza". Y precisamente así es como opera el Diablo, el "cazador de almas". Satanás es sutil, astuto, hábil y se deleita en el engaño. Y no debemos olvidar que puede disfrazarse de ángel de luz, por lo que, si no estamos preparados, no reconoceremos sus trampas

La
carnaza favorita y más utilizada por el Diablo es la ofensa, que en nosotros, produce unos efectos: dolor, enfado, ira, celos, resentimiento, amargura, odio y envidia, y nos lleva a unas consecuencias: insultos, ataques, heridas, divisiones, separaciones, relaciones rotas, traiciones y personas que se apartan del Señor. 

Quienes caen en la trampa ni siquiera se dan cuenta de que están atrapados. No pueden ver de forma coherente la situación, porque están concentrados sólo en el daño que se les ha hecho. Se encuentran en un estado de negación y de concentración en sí mismos

Las ofensas se producen por falta de amor verdadero y por exceso de orgullo. Y abundan tanto que creemos que es algo normal. Sin embargo, nuestra reacción a la trampa es la que determina nuestro estado de ánimo y nuestra forma de actuar. 

Muchas personas se encuentran incapacitadas para actuar normalmente dado que viven la ofensa como una traición, sobre todo, de las personas más cercanas o más queridas. Y esa traición transforma el amor en odio. Un odio que se incrementa e intensifica en las guerras civiles: hermanos contra hermanos, hijos contra padres, padres contra padres. 

Altas expectativas

Las personas a quienes amamos y apreciamos son las que más intensa y dolorosamente nos hieren, porque esperamos mucho de ellos y porque les hemos dado más de nosotros. 

Cuanto mayores son las expectativas, más profundas son las heridas y cuanto más cercana es la relación, mayor amargura de corazón. 

Si tengo altas expectativas con respecto a una determinada persona, con seguridad caeré en la decepción al no verlas cumplidas. Pero si no tengo expectativas con respecto a ella, cualquier cosa que reciba será una bendición, no algo que me deba. 

Cuando exigimos a las personas un determinado comportamiento, estamos preparándonos para ser ofendidos. 

Cuanto más esperamos de los demás, mayor posibilidad de caer.

Prisioneros y víctimas

Y cuando caemos en la trampa, nos convertimos en prisioneros de Satanás, quedamos atrapados en sus engaños, de tal forma, que pensamos que tenemos razón y que hemos sido tratados injustamente. Nuestra visión cristiana de las cosas se oscurece y juzgamos en base a presunciones, apariencias y comentarios de terceros.

El Diablo nos mantiene atados en ese estado de odio, frustración y amargura escondiendo la ofensa, cubriéndola con el manto del orgullo, que nos impide ver la verdadera realidad (como en el Edén con Adán y Eva) y que distorsiona nuestra visión. 

Y es que sucede que cuando pensamos que todo está bien, no cambiamos nada. El orgullo endurece el corazón y oscurece nuestro entendimiento. Nos impide ese cambio de corazón, el arrepentimiento, que nos puede hacer libres (2 Timoteo 2,24-26). 

El orgullo nos conduce al victimismo. Nuestra actitud, al sentirnos maltratados, justifica nuestro comportamiento. Creemos en nuestra inocencia y en que hemos sido acusados falsamente, y por consiguiente, no perdonamos. 

Pero aunque el verdadero estado de nuestro corazón esté oculto para nosotros y para los demás, no lo está para Dios. El hecho de que hayamos sido maltratados no nos da permiso para aferramos a la ofensa. ¡Dos actitudes equivocadas no son iguales a una correcta! 

Jesús nos da la solución para salir de la trampa y librarnos del engaño: "Te aconsejo que me compres oro acrisolado en el fuego para enriquecerte, vestiduras blancas para vestirte, y que no aparezca la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que unjas tus ojos y veas." (Apocalipsis 3, 18). Nos dice que compremos: oro refinado, vestiduras blancas y colirio. Extraño, ¿no?

"Oro refinado"

El oro refinado es suave y maleable, está libre de corrosión y de otras sustancias. Cuando el oro está mezclado con otros metales (cobre, hierro, níquel, etc.), se vuelve duro, menos maleable y más corrosivo. Esta mezcla se llama “aleación”. Cuanto mayor es el porcentaje de metales extraños, más duro es el oro. Por el contrario, cuanto menor es el porcentaje de aleación, más suave y maleable es el oro. 

Resultado de imagen de ORO REFINADOUn corazón puro es como el oro puro (suave, maleable, manejable). Sin embargo, un corazón impuro es como una roca dura. 

Hebreos 3,13 dice que los corazones se endurecen por el engaño del pecado. Si no perdonamos una ofensa, ésta produce más amargura, ira y resentimiento

Son estas sustancias agregadas las que endurecen nuestros corazones y reducen o eliminan por completo la caridad, produciendo una pérdida de la sensibilidad. Nuestra capacidad de escuchar la voz de Dios queda obstruida y nuestra agudeza visual espiritual disminuye. Es un escenario perfecto para el engaño del Enemigo. 

El primer paso para refinar el oro es molerlo hasta hacerlo polvo y mezclarlo con una sustancia llamada fundente. Luego, la mezcla se coloca en un horno donde se derrite con un fuego intenso. Las aleaciones e impurezas son captadas por el fundente y suben a la superficie. El oro, más pesado, permanece en el fondo. Entonces se quitan las impurezas o escorias (es decir, el cobre, hierro o zinc, combinados con el fundente) con lo cual el metal precioso queda puro. 

De manera parecida, Dios nos refina, nos enriquece con aflicciones, pruebas y tribulaciones, cuyo calor aparta impurezas como la falta de perdón, la contienda, la amargura, el enojo, la envidia. "He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción"(Isaías 48,10). "En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. (1 Pedro 1,6, 7). 

"Colirio"

Otro elemento clave para librarnos de la trampa es nuestra capacidad para ver correctamente. Muchas veces, cuando nos ofenden, nos vemos como víctimas y culpamos a los que nos han herido. Justificamos nuestra ira, nuestra falta de perdón, la envidia y el rencor que surgen. No vemos claramente.

Resultado de imagen de COLIRIOJesús nos dice que con el colirio podemos ver nuestro verdadero estado y así, ser capaces de arrepentirnos. El arrepentimiento llega cuando dejamos de culpar a los demás. 

Recordemos la escena del Paraíso de Adán y Eva una vez cayeron en la trampa de la serpiente: 

Cuando Dios le preguntó a Adán por qué había comido del árbol prohibido, él le echó las culpas a Eva y al propio Dios: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí". (Génesis 3, 12). En el corazón de Adán no había arrepentimiento. 

Cuando Dios le preguntó a Eva, ésta le echó las culpas a la serpiente: "La serpiente me engañó y comí". (Génesis 3, 14). En Eva tampoco había arrepentimiento.

Cuando culpamos a los demás y defendemos nuestra posición, estamos ciegos. El colirio es la revelación de la verdad, que nos trae libertad y que conseguimos a través de la oración, de la Eucaristía, de la Adoración...en definitiva, cuando estamos en estado de gracia y en la presencia de Dios.

"Vestiduras blancas"

Las vestiduras blancas son el amor ágape. Es el amor que Dios derrama en los corazones de sus hijos. Es el mismo amor que Jesús nos da gratuita e incondicionalmente. No está basado en nuestras acciones, ni en las de otros, ni siquiera recibe amor a cambio. Es un amor que da, aunque sea rechazado. 

Imagen relacionadaSin Dios sólo podemos amar con un amor egoísta, un amor que no se da si no es recibido y correspondido. El ágape ama sin importar la respuesta. 

Este ágape es el amor que Jesús mostró al perdonarnos en la cruz. En su hora de mayor necesidad, sus amigos más cercanos le abandonaron: Judas le traicionó, Pedro le negó, y los demás huyeron para salvar sus vidas. Sólo Juan le siguió desde lejos. 

Jesús había cuidado de ellos durante tres años, los había alimentado y les había enseñado. 

Sin embargo, mientras moría por los pecados del mundo, Jesús los perdonó. Liberó a todos, desde sus amigos que le habían abandonado hasta el guardia romano que le había crucificado. Ellos no le pidieron perdón, pero Él lo brindó gratuitamente. Jesucristo no puso grandes expectativas en el hombre sino en el amor del Padre. 

Nuestras vestiduras blancas podemos adquirirlas a través del sacramento de la Reconciliación: en la confesión, con nuestro corazón contrito y arrepentido, Dios nos reviste de blanco, nos limpia y nos sana.

miércoles, 22 de febrero de 2017

CÓMO DESMORALIZAR A TU COMUNIDAD



Un sacerdote siempre tiene un impacto directo y significativo en su comunidad, en su parroquia y en su entorno. La cuestión es si es un buen o un mal impacto.

El tipo de liderazgo que ejerza el sacerdote influye en muchos factores de la comunidad, pero, sobre todo, en su moral. La cuestión es si un sacerdote entusiasma o desmoraliza a los suyos.

Muchos curas desmoralizan a sus parroquianos sin ni siquiera saberlo. Por ejemplo, cuando están frustrados o cuando no tienen conciencia de que lo estánPero las razones principales por las que no se ejerce un buen liderazgo son:

1. Expectativas no articuladas

Demasiado a menudo, los sacerdotes mantienen a los miembros de su equipo de confianza con expectativas que no se articulan. Me explico:

Resultado de imagen de desmoralizar al equipoSupongamos que en la parroquia hay una celebración importante el jueves por la noche. El sacerdote espera que toda la comunidad asista. Después de todo, los miembros de una buena comunidad es lo que hacen: aparecen cuando se  les necesita y son la razón de ser de todo lo que ocurre en esa parroquia. 

Sólo que hay un pequeño detalle: Nunca se anunció. Al día siguiente, el sacerdote está molesto y frustrado con los miembros de la parroquia que no mostraron ni interés ni apoyo. Esta es una expectativa no articulada.

No podemos responsabilizar a la gente por algo que nunca les dijimos. A menos que queramos frustrarlos, por supuesto, y luego seguir como si nada...

2. Reglas sólo para los demás

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Un líder tiene ciertas ventajas. Una de ellas es que es él mismo quien establece las reglas. Sin embargo, con demasiada frecuencia, los sacerdotes deciden que las reglas no se aplican a ellos o incluso que están por encima de ellas.

Este es un gravísimo error. Nunca podemos pedir a nuestra comunidad que obedezca algo que nosotros mismos ni cumplimos ni acatamos. 

Si deseas desmoralizar a tu equipo, actúa como si las reglas no se aplicaran a ti, como si estuvieras por encima del bien y el mal, como si fueras Dios.

3. Ponerse medallas

Un mal líder se pone medallas cuando se producen situaciones exitosas, y por el contrario, echa balones fuera y la culpa a otros, cuando se producen situaciones de fracaso. 

Las personas más comprometidas jamás perdonan esto y más pronto que tarde, abandonarán al sacerdote.

Por el contrario, un buen líder asume la responsabilidad de los errores y comparten el éxito de los aciertos.

Un sacerdote orgulloso y sin caridad busca su propia gloria (en lugar de la de Dios) y jamás la comparte con los demás. Hace seguidores, adeptos, fans...nunca discípulos.

4. No valorar el esfuerzo

Algunos curas son, ante todo, "resultadistas": simplemente se fijan en si se cumple el objetivo o no. Y si se cumple, analizar si ha sido sobresaliente o no.

Pero es muy importante para un líder de una parroquia, estar muy pendiente y consciente de no subestimar o devaluar el trabajo necesario para alcanzar el resultado.

La mejor manera de subir la moral del "personal" es, primero, observar lo duro que trabajaron. Segundo, decirles que eres consciente del esfuerzo que han mostrado realizando el trabajo. Y finalmente, agradecérselo.

Apreciar lo mucho que tu equipo de colaboradores trabaja, les permite saber que su trabajo nunca es en vano y que, a través de tus palabras, Dios está contento.

5. Exigir vs. Animar

Cuando eres el jefe, es fácil dar órdenes. Esta también es una magnífica manera de perder a los miembros de tu comunidad parroquial. Aunque puede parecer extraño, nunca exijas a tu feligresía que haga algo. Pregunta en su lugar.

"¿Podrías encargarte de este proyecto esta tarde?" ¿Qué te parece si...? ¿Qué opinas sobre...? Todo el mundo se siente 1000 veces mejor que si les decimos "quiero esto para ayer... sin excusas. ¿ok?"

Tu equipo de colaboradores trabajará más duro y más eficazmente cuando se les pide que hagan algo, que cuando se les exige. 

Los líderes que preguntan en lugar de exigir tienen equipos mucho más productivos y eficaces.

6. Mostrar ingratitud

La gratitud va de la mano del liderazgo. Sí,  de acuerdo, en el ámbito laboral, la gente recibe el pago por su trabajo y muchas personas trabajan sólo por el premio final. Pero en el liderazgo, la gratitud te aportará mucho más que la expectativa. 

La mayoría de la gente en sus trabajos, se siente mal pagada, poco agradecida y subestimada, lo que les lleva también a sentirse mal en sus puestos. Generar un buen ambiente se consigue fácilmente: dando gracias.

En el liderazgo cristiano la gratitud es aún más importante. Las parroquias cuyos sacerdotes animan, agradecen y aprecian a su equipo cercano, crean una cultura de gratitud y de estímulo que se filtra a toda la comunidad. Si deseas crear un ambiente extraordinario, sé el primero en hacerlo y da ejemplo. Eres el líder. Tu parroquia te seguirá.

7. No estar dispuesto a lidiar con los problemas



El liderazgo es difícil y por lo tanto, también el propio del sacerdocio. Una de las razones por las que es complicado es porque tienes que lidiar con problemas casi todos los días. Un pésimo líder guarda los problemas en el cajón de su escritorio, como si de esa forma desaparecieran.

Todo el mundo sabe que la vida de un cristiano no es un camino de rosa y que siempre surgen problemas. Pero cuando el sacerdote aborda las cosas importantes que preocupan a su feligresía y crea un ambiente óptimo, todo el mundo está más dispuesto a todo.


Por su propia salud, un sacerdote no debería postergar los problemas ni adoptar "la táctica del avestruz" sino, más bien, asumir los problemas, "coger el toro por los cuernos", antes que generen en situaciones sin solución. Y comenzar ya.


Jesucristo siempre es nuestro modelo perfecto: Él nos dio la pauta en su anuncio y el ejemplo en su mensaje; fue el primero en cumplir las leyes y en hacerlas cumplir; explicó todas las cosas; jamás se puso medallas a si mismo; valoró el esfuerzo y asumió la debilidad de quienes estaban con Él; nunca exigió ser amado; mostró gratitud y amor infinitos; y asumió su responsabilidad hasta el final: con su propia muerte.

Nos animó a coger nuestra cruz y seguirlo, nos animó con su ejemplo y nos dio moral, nos indico el camino a seguir: el mismo que hizo Él.


viernes, 17 de febrero de 2017

RIESGOS QUE MOTIVAN

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"No temas, porque yo estoy contigo; no te asustes, pues yo soy tu Dios. 
Yo te doy fuerza, soy tu auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa. 
(Isaías 41, 10)


Albert Einstein dijo:"Si quieres resultados distintos, haz cosas distintas". A menudo, existe un abismo entre lo que queremos que suceda y lo que realmente hacemos para que ocurra. Soñamos con un futuro nuevo, pero luego, hacemos las mismas cosas de todos los días. 

Esto también ocurre en muchas de nuestras parroquias. A menudo, los planes pastorales trazan objetivos a corto plazo, fáciles de cumplir y que realmente no nos llevan a ningún sitio, salvo a una espiral que nos devuelve al mismo lugar, año tras año. Y vuelta a empezar...somos como hámsters corriendo en la rueda, pero sin movernos un milímetro.

Para lograr un futuro radicalmente nuevo, tenemos que hacer cosas radicalmente diferentes. Esto es, asumir riesgos. La visión implica riesgo; el riesgo, aventura; y la aventura nos hace sentirnos vivos.

No obstante, en muchas ocasiones, el riesgo nos asusta, nos bloquea y nos paraliza. La clave inicial es comenzar orando, abandonarse a Dios, para que el Espíritu de luz nos ilumine para saber qué quiere de nosotros, para que asumamos riesgos y combatamos el miedo inicial que nos atenaza. 

Confiando en Él e imitando su manera de pensar, seremos capaces de asumir cualquier riesgo, por muy grande que parezca: "Cuando estoy lleno de miedo, yo me refugio en ti. En Dios... confío y ya no tengo miedo; ¿qué podrá hacerme un hombre?" (Salmo 56,4-5).

Pero ¡Cuidado! porque el miedo y la pereza son primos hermanos. No estoy diciendo que debamos ser unos locos imprudentes, pero es probable que tengamos que ser algo más valientes de lo que somos. La tentación nos lleva a desear una vida (también parroquial) tranquila, sin temores, pero eso sólo ocurre en el cielo. Y tenemos que ganárnoslo.

En la tierra, Dios nos llama a ser valientes, a mirar hacia delante y no hacia atrás, sin anhelar las cosas del mundo: "No mires atrás ni te detengas" (Génesis 19,17) porque si nuestra mirada está puesta en este mundo, nuestro futuro nos lleva a la muerte. Además, los cristianos tenemos la absoluta seguridad de que si Dios cuida de toda la creación ¿cómo no va a cuidar de nosotros? 

Seamos realistas, si la mayoría de las parroquias están en declive o estancadas, es porque la iglesia no está asumiendo riesgos. Creo que el riesgo debe ser a la vez un hábito y un modo de pensar. Tomemos alguna iniciativa para adoptar retos, y alcanzar nuestra visión sobre lo que Dios quiere de nosotros.

Riesgos a asumir

1. Comienza algo que no sepas cómo terminará

Hacer frente a las cosas que sabemos como terminarán es sencillo hasta para un niño pero es un camino seguro al estancamiento y al aburrimiento. El riesgo, sin embargo, es avance y entretenimiento.

¿Cuál ese proyecto que te asusta? Pulsa "start". Hoy mismo. Y averigua a dónde te lleva.

En la Biblia se nos muestra como las personas que obedecieron a Dios y asumieron riesgos (Moisés, Abraham, los apóstoles, etc.) no tenían idea de lo que estaban haciendo, ni de como terminarían cuando comenzaron. 

¿Por qué habría de ser diferente para nosotros?

2. Haz lo que has pensando hacer, pero que aún no has hecho


Todos tenemos cosas que hemos estado pensando en hacer hace años y que nunca hemos empezado. Hazlo. En serio.

Los verdaderos líderes están llamados a las grandes acciones, no sólo a los grandes pensamientos.

Arriésgate y empieza a caminar. Si nunca te propones empezar, nunca llegarás a ningún sitio. Toda aventura comienza por el primer paso.

3. Sé generoso y espléndido

En un mundo donde hay mil razones para ser tacaños, para ser egoístas, la generosidad es un riesgo. Jesús se arriesgó: dejo su puesto de gloria en el cielo y bajó a la tierra para ofrecer su vida por nosotros con generosidad y amor absolutos.

Ser espléndido cuando no se tienen medios es un riesgo. Ser generoso con los elogios cuando no se tienen ganas de agradar a alguien es un riesgo. Entregar la vida por los que tenemos a nuestro alrededor es un riesgo que bien vale la pena asumir.

La generosidad es la clave para desarrollar una mentalidad de abundancia. Y las personas con una mentalidad de abundancia, a menudo, terminan asumiendo más y mayores riesgos. Y eso es lo que marca nuestro camino a la santidad.

4. Establece una meta que creas que es imposible de conseguir

La razón por la que uno no se fija una meta alta es porque piensa que es imposible y además no se puede hacer. Sin embargo los cristianos sabemos que "no hay nada imposible para Dios" (Lucas 1, 37).

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Precisamente por eso, plantéatela. Establece una meta ambiciosa. Si te planteas un fácil, sencilla y pequeña, entonces, no llegarás muy lejos.

Si te marcas una difícil, complicada y grande, y empiezas a caminar y llegarás lejos. Las personas que se fijan metas altas logran más que las personas que no lo hacen.

5. Sé vulnerable

Sí, la vulnerabilidad es también un riesgo. No estar preparado para aceptar el fracaso, inevitablemente conlleva riesgo ... pero no debemos asustarnos.

Sin miedo al fracaso, nos haremos vulnerables pero también Dios utiliza eso para curtirnos y prepararnos hoy para un futuro de mayores logros.

La valía personal no se establece por lo vulnerable que uno es ni por las veces que uno cae, sino por las que se levanta y continúa.

6. Confía en otros

Sin duda, es un riesgo confiar en los demás algo que te importa, ¿verdad? Es por eso que normalmente lo terminamos haciendo nosotros.

Elige algo que pensabas hacer personalmente y que te parece importante e invita a alguien a que lo haga. 

Esto no sólo te ayudará a ser más generoso, sino que también te posicionará en un liderazgo para formar un equipo más fuerte y así llegar muy lejos. Jesús nos mostró el camino del liderazgo, delegando su misión en sus discípulos. Él podría haber hecho todo sin ayuda alguna y sin embargo, nos enseñó el camino para llegar al Padre.

"Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir más lejos, ve con un equipo. Si quieres alcanzar el cielo, ve con Dios".

7. No abandones

Cuando se tiene miedo, se piensa en abandonar, ¿verdad? Cuando se pierde la esperanza y llegan los problemas, lo fácil es huir. Cuando huimos, renegamos de Dios.

Pues, ¡de eso nada! 

Piensa que tu objetivo es a largo plazo, es para toda la eternidad y empieza a moverte. Después de la tormenta, siempre viene la calma. Después de este mundo nos espera el cielo. Pero hay que ganarlo.

Estos son algunos riesgos que podemos asumir hoy y que pondrán en marcha otros mayores riesgos el día de mañana y que, por cierto... acrecentarán nuestra fe. Tenemos que dejar de confiar en nosotros mismos y empezar a confiar en Dios. Ahora más que nunca.

Después de todo, ¿alguna vez Dios nos llama para hacer algo fácil? ¿Verdad que no? Él estará a nuestro lado "todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20), para "echarnos una mano".


martes, 7 de febrero de 2017

¿QUÉ SIGNIFICA MADURAR ESPIRITUALMENTE?

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Como cristianos, estamos llamados a crecer, a madurar. Comenzamos nuestro camino espiritual como niños en la fe pero necesitamos crecer y desarrollarnos como adultos. 

La Palabra de Dios, en el Nuevo Testamento, insiste en que todos debemos hacer esta transición de la leche a la carne, de la mesa de los niños al banquete de los adultos. Y sin embargo, aunque somos conscientes de que debemos pasar por este proceso de maduración, muchos de nosotros somos propensos a medir la madurez equivocadamente. 

Cuando Pablo escribe a Timoteo, le habla de la naturaleza y el propósito de la Palabra de Dios diciéndole: "Toda la Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, dispuesto a hacer siempre el bien."(2 Timoteo 3, 16-17). 

Pablo insinúa que Timoteo (y por extensión, todos nosotros) está incompleto, inacabado e inmaduro, y que necesita la Escritura para alcanzar la madurez espiritual. 

La Biblia es el medio que Dios usa para completarnos, para terminarnos, para llevarnos a la madurez.

¿Qué significa ser un cristiano maduro? 

Tendemos a pensar que los cristianos maduros son los que conocen muchos hechos acerca de la Biblia, o los que se saben de memoria la teología y la liturgia, la historia de los Santos, etc.

Pero fijémonos en lo que Pablo dice: "a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, dispuesto a hacer siempre el bien". Pablo no dice: "Para que el hombre de Dios sea perfecto, debe conocer todos los libros de la Biblia", o "memorizar y explicar cada una de las epístolas de Pablo". Ese no es el énfasis de Pablo, puesto que conocer la Biblia puede ser un signo de madurez, pero también puede ser una máscara que cubra la inmadurez.

Resultado de imagen de buenas obrasCuando Pablo habla acerca de la perfección y la madurez, señala acciones, hechos, "buenas obras". La Palabra de Dios crea y, por sí sola, tiene el poder de hacernos madurar, y cuando la leemos, la entendemos y la aplicamos en nuestra vida, de forma natural, crecemos en la fe.

Esa madurez se muestra en las buenas obras que hacemos más que en el conocimiento que proclamamos. Y esto es exactamente lo que Dios quiere para nosotros, que seamos maduros y hacedores de bien a los demás, deleitándonos en ello. Este énfasis en las buenas acciones es un tema significativo en el Nuevo Testamento (ver Efesios 2,10, Tito 2,14) y es la misma razón por la que Dios vino a la humanidad.

Esto significa que la madurez espiritual se muestra mejor en los actos que en las palabras. Significa que sólo con conocimiento no basta: podemos conocer la teología, la liturgia, el catecismo, la vida de los Santos y de la Iglesia entera, y seguir siendo desesperadamente inmaduros. 

Resultado de imagen de madurez espiritual cristianaPermaneceremos inmaduros si el conocimiento acumulado no nos motiva a hacer el bien a los demás. Los cristianos maduros son los que glorifican a Dios haciendo el bien para y a los demás, exteriorizando su conocimiento en buenas obras.

Por supuesto, que cuanto más conocimiento teológico y bíblico adquirimos, más nos enseña, reprueba, corrige y entrena, y de esa manera damos forma a nuestros actos. Por eso, un mayor conocimiento de Dios debe conducirnos a un mayor y mejor servicio a los demás.

El conocimiento de Dios y de su Propósito es bueno. Pero el conocimiento de Dios y de su Propósito que nos mueve a hacer lo que beneficia a otros, y a hacerlo con amor, es lo que glorifica a Dios.

lunes, 6 de febrero de 2017

¿POR QUÉ ESTAMOS LLAMADOS A PERTENECER A UNA PARROQUIA CONCRETA?

En ocasiones, me sorprende hasta qué punto llegamos con nuestros deseos, hasta qué punto elevamos nuestras exigencias o hasta qué punto nos sentimos ofendidos cuando alguien o algo no está a la altura de nuestras expectativas. 

Sin embargo, se vuelve realmente preocupante cuando ese nivel de exigencia influye en nuestra actitud hacia nuestra propia parroquia. En algún momento, la mayoría de nosotros, que crecimos en una cultura cristianizada, examinamos con lupa nuestra parroquia y vemos que alguna otra parroquia tiene mejor espiritualidad, o mejor música, o un ambiente más actual, o mejor acogida, o un sacerdote que nos aporta más. O lo que sea. 

Nuestra iglesia se ha convertido repentinamente en algo que ya no nos atrae, que no es guay, porque estamos convencidos de que merecemos algo más ... ¡merecemos algo mejor!

Así que... nos vamos. Salimos "por patas".

Pero me gustaría argumentar algunas razones que Dios nos muestra por las que debemos permanecer en una parroquia que no cumple nuestras expectativas o que, simplemente, no es lo suficientemente "guay" para nosotros:

Naturaleza de la Iglesia
La iglesia no es un lugar, no es una institución, no es un edificio, no es un sacerdote. La iglesia es el pueblo de Dios, unido a pesar de sus diferencias de raza, credo, estatus, ideas o educación, por medio de la gracia y la fe en Jesucristo. 

Nos convertimos en consumidores exigentes cuando vemos a la iglesia como una institución, puesta en el mundo para satisfacer nuestras necesidades espirituales, en lugar de verla como comunidad cristiana, como un espacio donde servir al prójimo.

Cuando decidimos quedarnos, estamos reconociendo que realmente permanecemos en ella para crear Iglesia, para servirla, a ella y a los demás, en definitiva, para cumplir con la voluntad de Dios, en lugar de pensar que la Iglesia está para satisfacer nuestras necesidades y para servirnos a nosotros.

Es entonces, cuando adoptamos una posición activa, es decir,  de "dar", en lugar de una posición pasiva, es decir, de "recibir".

Naturaleza de la humildad
¿Qué significa ser humilde? Significa que miremos de verdad por los intereses de otros antes que por los nuestros. Cuando abandonamos una parroquia porque no es lo suficientemente "guay", estamos actuando egoístamente. Estamos actuando en nuestro propio interés, sin importarnos la gente que se queda allí. 

Es más, estamos despreciando los dones que Dios nos ha dado para ponerlos al servicio de esa parroquia y que pueda desarrollarse de una manera sana. 

Desde mi punto de vista, tenemos que estar dispuestos a renunciar a nuestras propias preferencias, a nuestra propia vida por el bien de algo más grande que nosotros mismos. Y lo conseguimos por el simple hecho de permanecer.

Naturaleza de la unidad
La unidad no es uniformidad. Nada más lejos de la realidad. 

De hecho, si miramos con los ojos de Dios y nos dejamos guiar por la acción de su Espíritu, encontraremos que el cumplimiento de los propósitos de Dios en el universo, involucra a una gran cantidad de personas diferentes que hablan diferentes idiomas, con diferentes colores de piel, con diferentes ideas y diferentes opiniones, pero todos reunidos alrededor del rostro de Cristo. 

La Iglesia NO es un lugar donde todos somos iguales ni donde todos somos perfectos. No lo es en el cielo y por lo tanto, tampoco en la tierra.

La verdadera unidad no viene de algo tan simple como estar de acuerdo en todo, sino a través de reflejar el rostro de Jesús, de seguir su ejemplo hasta la muerte. Viene cuando elegimos morir a nuestras propias preferencias por el bien de la unidad total en el cuerpo de Cristo. Viene cuando damos la vida por los demás.

Naturaleza de la luz
Ayer, el arzobispo y cardenal, D. Carlos Osoro, hablo de ello en mi parroquia. Estamos llamados a ser la sal que da sabor al mundo y la luz que ilumina las tinieblas. 

Es un auténtico privilegio que Dios nos concede, para iluminar a otros que nos necesitan, para dar el sabor auténtico a Cristo,  de la misma manera, que otros son luz y sal para nosotros.

A veces, nos cuesta entenderlo, es complicado comprenderlo y llevarlo a la práctica, porque nuestra mente humana está encaminada al mal. 

Por eso, todo debemos orarlo, para que el Espíritu Santo nos ilumine, pues por nuestras propias fuerzas no podemos.
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Antes de renunciar y buscar otra parroquia que cumpla tus expectativas, piensa en ello. 

Piensa en quedarte por el bien de tu propia alma y de la del prójimo, para que podamos crecer en Cristo a través del simple acto de permanecer firmes justo donde estamos, incluso si ello significa que no es nuestra parroquia ideal. 

Ninguna parroquia es perfecta, ni sus sacerdotes tampoco. Ni ninguno de los que pertenecemos a ella.

domingo, 22 de enero de 2017

EL LÍDER CRISTIANO DICTADOR


"Hermanos, vosotros habéis sido llamados a ser hombres libres; 
pero procurad que la libertad no sea un pretexto 
para dar rienda suelta a las pasiones, 
antes bien, servíos unos a otros por amor."
(Gálatas 5, 13)

Como cristianos, todos estamos llamados a servir a otros aún cuando dependemos completamente de Dios y todo lo que hacemos es para gloria suya. 

Sin embargo, con demasiada frecuencia, algunos líderes laicos cristianos (e incluso algunos sacerdotes), equivocadamente, usan mal la libertad que Dios les regala y pasan de ser servidores a convertirse en dictadores. Dictadores por la gracia de Dios.

¿Cómo identificarlos? Aquí hay algunos signos característicos de un mal líder cristiano:

1. Invita al debate de cualquier cuestión al resto del equipo, pero él ya tiene formada su opinión y no la cambia jamás. El debate es ficticio, ya que sus decisiones están tomadas de antemano.

2. Tiene el concepto de que "todos son prescindibles". Nunca se sabe si le preocupa el hecho de que las personas abandonen. De hecho, por lo general suele hiper-espiritualizar las razones por las que otros se van.

3. Rara vez, o nunca, está equivocado. El dictador, de alguna manera, se auto-convence de que nadie puede hacer las cosas tan bien como ély desde luego, mejor tampoco. Él "sabe" todo y el resto tiene que aprender de su sabiduría.

4. Las personas comprometidas permanecen junto a él sólo un cierto tiempo. El dictador se rodea de buenos asesores pero no es capaz de mantenerlos porque prefiere adeptos (yo los llamo: "palmeros") a colaboradores.

5. Rara vez permite que otros puedan dar su opinión. su posición de líder se convierte en su plataforma, desde la que impone sus decisiones y ​​rara vez renuncia a esa posición. No está dispuesto a compartir la posibilidad de que quizás haya gente tan dotada o más que él para determinados asuntos.

6. Trata a los demás como "sujetos". Es decir, la gente es un medio para un fin: herramientas para ayudarle a construir su "tinglado", en lugar de considerarlos hermanos y hermanas en Cristo.

7. Exige lealtad incuestionable. Incluso la más leve señal de desacuerdo la considera rebelión, y lo envuelve en una falsa espiritualidad aludiendo rebelión contra Dios, cuando en realidad es sólo disconformidad con él.

8. A menudo, los que lo conocen mejor, cuestionan su espiritualidad, su fe. Eso no debe ser una sorpresa para nosotros. Un dictador depende de sí mismo, no de Dios.

9. No se le pasa por la cabeza la sucesión de su liderazgo. Incluso habiendo dejado de ser líder, pretende seguir dirigiendo. Un dictador no renuncia fácilmente a su posición.

10. Su orgullo y su vanidad se convierten en la razón de ser de su liderazgo. Y el orgullo es la puerta de entrada al resto de los pecados. Un líder cristiano dictador no puede estar nunca cerca de Dios, pues su orgullo le impide realizar el plan de amor que Dios le ha encomendado.