¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

sábado, 22 de diciembre de 2018

AMOR DERRAMADO

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"El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones" (Rom 5, 5)
Dios nos ha creado a cada uno por amor, un amor infinito. Es más, tenemos un Dios que es Amor. No somos un producto del azar ni de una evolución casual. Existimos porque hemos sido pensados y amados por Dios.

El mensaje cristi
ano testimonia un acontecimiento que constituye el centro de la historia del hombre y del universo: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." (Jn 3, 16)

Sin embargo, hoy en día, muchas personas confunden fe con espiritualidad. Creen que la “espiritualidad” les aporta autenticidad y cercanía (experiencias, sentimientos), mientras afirman ver en la fe, sólo normas y mandatos, que les sugieren inseguridad y lejanía. 

Pretenden saciar ese anhelo de trascendencia con una experiencia donde los sentimientos, las emociones, los afectos o los deseos son la prioridad: lo que siento, cómo me siento, lo que me parece, lo que quiero.... Buscan sentir, conmoverse, emocionarse y con ello, se centran sólo en ellos mismos. No es un amor genuino, sino interesado y condicional. 

La fe es un acto de la voluntad con el que decidimos con plena libertad, entregarnos personal, confiada y totalmente a Dios

La fe es una experiencia del amor desinteresado e incondicional de Dios. Nuestro Padre no obliga, no impone, no coacciona...sino que nos da libertad, a la vez que tiende sus brazos para que nos dejemos amar.

Por eso, la fe no puede desvirtuarse en una "experiencia afectiva" vacía de contenido y de sentido, ni en un "servicio" interesado y desvirtuado a mi “imagen y semejanza”, sino en un abandono libre y confiado a nuestro Creador, como el de un niño en su padre.

La fe no puede convertirse en una "sensación” o "estado de ánimo sentimental", ni en un "recurso" a un Dios atento a mis deseos y necesidades, y solícito a resolver mis problemas, sino que es una certeza que da un sentido trascendente a mi existencia.

La fe no puede limitarse a una "emoción" impersonal, inmediata o ruidosa, sino que es una realidad con Rostro que se revela con paciencia, a fuego lento y en silencio.La fe no puede basarse en una energía cósmica ni una idea abstracta y distante, sino que es una presencia real y cercana de un Dios que me dice que no estoy solo en el mundo y que me ama.
La fe no puede ser una visión individual ni un consumo privado de "espiritualismo", sino que es una relación de amor con Dios y con mis hermanos, que vivo y comparto comunitariamente.

La fe no puede justificarse en una “obligación” ni en un "deber" hacia Dios, sino que es un impulso libre por el que busco a mi Creador, a través de una comunicación estrecha con Él, la oración.

La fe no puede fundamentarse en una "personalización" a la medida de mis seguridades o deseos de confort, sino que es un peregrinaje temporal e incómodo, en el que "cargo mi cruz" y voy en pos de Jesucristo.

La fe no puede cimentarse en una "negación" de mi identidad, sino que es una "afirmación" de un amor primero e inmerecido, de un Padre hacia sus hijos, que da su vida por cada uno de ellos.

La fe no puede sustentarse en un "sometimiento" de mi voluntad o de mi libertad a una "tiranía caprichosa", sino que es una apertura a dejarme amar y a responder amando.

La fe es el amor de Dios derramado en mi corazón.

martes, 11 de diciembre de 2018

SOBREVIVIR A UN HIJO

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Señora mía, ¡Qué dolor el tuyo! ¡Qué dolor el mío…! 
¡Qué dolor el de ambos! ¡Se nos ha muerto un hijo…! 
El tuyo más grande, la mía pequeñita… 
¡Los dos tan hermosos!
 ¡Un Dios y una niña! 
¡Qué dolor el tuyo, entregarlo a los hombres…; 
…qué dolor el mío, entregársela a Dios!


Hoy he estado acompañando a mi mejor amigo y a su mujer, en el calvario de la muerte de su única hija de quince años, Lola. 

El desgarrador y profundo dolor de unos padres desesperados, desolados y a la vez, impotentes, nos han hecho derramar a todos, lágrimas sinceras desde lo más profundo de nuestros corazones. 

El escenario devastador de una pérdida tan irreparable nos ha hecho meditar a todos los que tratábamos de consolar, en vano, a esos padres destrozados por el sufrimiento, sobre el propósito de nuestras vidas. 

Algunos de los presentes se preguntaban ¿cómo se gestiona esto? ¿cómo se interioriza la muerte de un hijo? ¿cómo se controla esta situación?

Una vez escuché a alguien decir una frase que durante mucho tiempo he hecho mía: "Ningún padre debería sobrevivir a un hijo".  Porque la muerte de un hijo no es natural ni lógica. Porque no sólo implica la pérdida de su presencia física sino también el quebrantamiento de los sueños y proyectos que, como padres, habíamos imaginado para su vida. 

La muerte de un hijo es un "agujero negro" que todo lo engulle y que no puede explicarse. Es una "bofetada" a las promesas, a los dones y sacrificios de amor que los padres han entregado a la vida que han hecho nacer. 

Algunos psicólogos afirman que las reacciones tras un suceso tan dramático dependen de la manera en que se produce la muerte. No puedo estar de acuerdo. El dolor de los padres ante una pérdida tan inmensa es personal e intransferible. 

Nadie podemos acercarnos ni siquiera a intuirlo, ni tampoco a comprenderlo y mucho menos a explicarlo. Y seguramente sea así porque el mundo no quiere hablar de la muerte. Prefiere obviarla porque no puede explicar nada más allá de ella.

De poco sirven las palabras, seguramente sinceras, de ánimo. 

De poco sirven los consejos de los psicólogos para afrontar y reconducir esas vidas rotas y quebradas. 

De poco sirven los razonamientos humanos para explicar lo sucedido y reparar esa ausencia.

La angustia y la pena por la marcha de un hijo hace que todo nuestro universo se derrumbe, se transforme y nos avoque a la necesidad de encontrar algo más grande que nosotros mismos, para poder afrontar lo que sentimos y sufrimos; para hallar, no tanto una explicación, sino un consuelo; para encontrar, no tanto un "por qué", sino un "para qué".

A menudo, creemos que tenemos el control de nuestras vidas y la de las personas que nos rodean. Creemos que podemos gestionar cualquier situación que se nos presente. 

Sin embargo, ante la muerte de un hijo, caemos en un profundo abismo en el que tomamos consciencia de lo vulnerables y frágiles que somos. Una fosa en el presente que engulle el pasado y el futuro.
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Sólo desde los ojos de la fe, puede abrirse la única dimensión capaz de dar sentido a lo que racionalmente no lo tiene y que no logramos aceptar.

Sólo desde la mirada de la esperanza cristiana, podemos seguir caminando por este peregrinaje temporal hacia un hogar eterno. 

Sólo desde la confianza en un Dios que nos ha creado por amor, podemos llegar a vislumbrar que hemos sido pensados para algo mejor y más duradero.

Según palabras del papa Francisco: “Cuando toca a los queridos familiares, la muerte nunca es capaz de parecer natural. Sobrevivir a los propios hijos tiene algo particularmente angustioso, que contradice la naturaleza elemental de la relación que da sentido a la misma familia. Es nuestra fe la que nos protege de la visión nihilista de la muerte, como también de los falsos consuelos del mundo. Sólo desde nuestra confianza en Dios podemos sacarnos de la muerte su ‘aguijón', a la vez que podemos impedir que nos envenene la vida, echar a perder nuestros afectos y hacernos caer en el vacío más oscuro”.

Ante la pérdida de un ser querido no se debe negar el derecho al llanto. Tenemos que llorar como también Jesús "rompió a llorar" y se "turbó profundamente" por el duelo de una familia que amaba. También la Virgen María sufrió y lloró el padecimiento y la muerte de su amado Hijo.

Pero tras nuestro llanto por el durísimo paso de la muerte de un hijo, también hemos de dar el paso seguro del Señor, crucificado y resucitado, con su irrevocable promesa de la resurrección de los muertos: "Los cristianos sabemos que el amor de Dios es más fuerte que la muerte porque ésta ha sido derrotada en la cruz de Jesús y Él nos restituirá en familia a todos" (Papa Francisco).

Por eso, Lola, espéranos en el cielo. Allí, te veremos de nuevo.

viernes, 7 de diciembre de 2018

LOS MILAGROS DE JESÚS

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"Otras muchas cosas hizo Jesús. 
Si se escribieran una por una, 
me parece que en el mundo entero 
no cabrían los libros que podrían escribirse." 
 (Juan 21, 25)

Toda la creación es un canto de alabanza al Creador. Toda la creación habla de la gloria de Dios. Toda la creación habla del amor de Dios. 

Sin embargo, los milagros que Jesús realizó durante su vida pública nos muestran un lenguaje especial de Dios. Es la manera personal que tiene Dios de decirnos algo y de intervenir, a través de portentos y signos sobrenaturales, que trasciende de los límites que ha querido establecer en el orden natural.

Los milagros son la restauración del orden natural, creado originalmente por Dios sin enfermedad, hambre y muerte.  Jesús viene a redimir lo que está mal, a sanar al mundo y a reparar lo que está roto. 

Todos los milagros realizados por Jesús son para el bien y sus beneficiarios le reconocen como el Hijo de Dios: los ciegos "ven" al Hijo de Dios y creen, los paralíticos "se mueven" en pos de Cristo, los mudos "hablan" de la gloria de Dios, los sordos escuchan su Palabra, los poseídos "sin liberados" de la esclavitud del mal, los leprosos "quedan limpios" de sus pecados y los muertos "nacen a una nueva vida en Cristo". 

Por medio de los milagros, Jesús nos da a conocer su divinidad, nos regala nuestra salvación, nos anuncia la llegada del Reino de Dios a los hombres, la derrota definitiva de Satanás.

Sus milagros son, en sí mismos, un aumento de nuestra fe y esperanza, en la promesa de que el mundo original, tal y como lo pensó, volverá. Son signos evidentes de la felicidad y el amor que viene del cielo hacia los hombres, el reconocimiento de la bondad de Dios y la necesidad de un cambio de vida y la conversión de toda la humanidad. 

Significado de los milagros

Los milagros de Jesús sobre el orden natural trascienden del hecho prodigioso para señalar que el poder divino actúa sobre todo el universo.
Resultado de imagen de milagros de.jesusLos milagros de sanación física (curaciones) y espiritual (exorcismos) son manifestaciones de que el poder divino cura el alma del hombre de la esclavitud del pecado y vence el mal
Los milagros sobre la multiplicación de los panes nos llevan hacia su presencia en la Eucaristía.
Los milagros sobre la calma de la tempestad son una invitación a la confianza plena y al abandono total en Cristo, en los momentos de sufrimiento y dificultad.
Los milagros sobre las resurrecciones anuncian que Cristo es la misma resurrección, por el que nacemos a una nueva vida y por la que volvemos al Padre.

Hoy, Jesús sigue obrando milagros. Sólo con los ojos de la fe y con un corazón abierto a su gracia, podemos verlos hacerse presentes, en medio de nuestra vida cotidiana. 


Sin duda, el más grande de todos los milagros en la actualidad, es el de la conversión, que se produce cuando un hombre cerrado a la gracia divina, se encuentra con Cristo resucitado, abre su corazón, confía en Él y llega a transformar, no sólo su mentalidad y su vida sino la forma de ver y vivir el mundo con los ojos de Cristo.

Los milagros de Jesús

Resultado de imagen de clima en belen en diciembreEl milagro más grande de Jesús es, sin duda, su Encarnación y nacimiento de la Virgen María. 

El hecho de que la divinidad de Dios haya querido nacer en carne humana y hacerse humanidad es un gran milagro. Dios dejó su trono celestial para acercarse al sufrimiento humano.

Después de ese gran milagro, Jesús continuó haciendo portentos. Según el Evangelio de San Mateo 11, 20-24, Jesús realizó la mayor parte de sus milagros en Corazín, Betsaida y Cafarnaún. 

Todos los milagros de Jesús se encuentran recogidos en los Evangelios canónicos y que podemos clasificar en cuatro grupos: exorcismos, curaciones, control sobre la naturaleza y resurrecciones de muertos:
Exorcismos (7)
Jesús curó a varias personas poseídas por demonios. Éstos se postraron ante Él, obedeciéndole y reconociéndole como el Hijo de Dios:
El de la región de Gerasa (Marcos 5, 1-19). Un hombre poseído por muchos espíritus inmundos que se hacían llamar Legión, que fueron expulsados y entraron en una piara de cerdos, que luego murieron.
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El mudo (Marcos 9, 14-29). La gente estaba asombrada y los fariseos afirmaban que Jesús expulsaba demonios por el poder de Belzebú.

El endemoniado ciego y mudo. (Mateo 12, 22-24)

La hija de la cananea en Tiro y Sidón (Mateo 15, 21-28, Marcos 7, 24-30). Llevado a por petición y gracias a la fe de la madre de la víctima.

El niño epiléptico (Mateo 17,14-21, Marcos 9, 14-29, Lucas 9, 37-43. Los discípulos que acompañaban a Jesús no pudieron curar al niño porque tenían falta de fe.

El de la sinagoga en Cafarnaúm (Marcos 1,21-28, Lucas 4, 31-37. Fue sanado en los días de reposo.

María Magdalena (Lucas 8, 1-3). De ella salieron 7 demonios, aunque también sanó a Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, y a Susana.

Curaciones (22)
Jesús sanó de males físicos a personas por su fe.

-Paralíticos (5)
El criado del centurión en Cafarnaúm (Mateo 8, 5-13, Lucas 7, 1-10). Curado a distancia por petición y gracias a la fe del centurión. No está claro si el relatado en el Evangelio de Juan es el mismo milagro, ya que el beneficiario es en este caso el hijo de un cortesano, aunque los detalles de la narración son idénticos.

El paralítico de Cafarnaúm (Mateo 9,1-8, Marcos 2, 1-12; Lucas 5, 17-26). Fue curado de su parálisis y también le fueron perdonados sus pecados. Los escribas acusaron a Jesús de blasfemo.

El hombre de la mano seca (Mateo 12,9-14, Marcos 3, 1-6, Lucas 6, 6-11): Tras este milagro, los fariseos se enfurecieron y murmuraban planeando la muerte de Jesús.

La mujer en la sinagoga que estaba encorvada y no podía enderezarse (Lucas 13,10-17). Jesús fue duramente criticado por este milagro al ocurrir en sábado y en una sinagoga.

El paralítico de Jerusalén (Juan 5, 1-18). Curado en sábado en un estanque llamado Betesda, tras treinta y ocho años paralítico.
-Ciegos (4)
Los dos ciegos de Cafarnaúm (Mtateo 9,27-31).
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Bartimeo, el de Jericó (Mateo 20,29-34, Marcos 10, 46-52, Lucas 18, 35-43, también narrado en el Corán). Suplicó misericordia y Jesús le dijo: "Tu fe te ha salvado".

El de Betsaida (Marcos 8,22-26). Jesús le sanó poniéndole saliva en los ojos e imponiéndole las manos.

El ciego de nacimiento (Juan 9,1-41): Jesús lo sanó restregando lodo hecho con su propia saliva en los ojos del ciego, a quien luego mandó lavarse en la piscina de Siloé ("enviado").
-Leprosos (2)
El leproso de Galilea (Mateo 8,1-4, Marcos 1, 40-45, Lucas 5, 12-16, también relatado en el Corán). Fue curado al ser tocado por la mano de Jesús.

Los diez leprosos (Lucas 17,11-19). Iban camino a Jerusalén y Jesús los curó con el poder de su palabra. Sólo uno volvió a darle gracias.
-Enfermos (6)
La suegra de Pedro (Mateo 8,14-15, Marcos 1, 29-31, Lucas 4, 38-39. Fue sanada de la fiebre en su casa en Cafarnaúm, al ser tomada por la mano de Jesús.
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La mujer con flujo de sangre (Mateo 9,20-22, Marcos 5, 25-34, Lucas 8, 41-48). Fue sanada al tocar el manto de Jesús.

El sordomudo en la Decápolis (Marcos 7,31-37). Jesús le sanó metiéndole los dedos en los oídos, escupiendo, tocándole la lengua y diciendo: "Effetá", que significa "ábrete".

El hidrópico (Lucas 14, -6). Fue curado de su acumulación de agua un sábado en la casa de uno de los principales fariseos.

La oreja de Malco (Lucas 22,50-51). Herido por un discípulo de Jesús en Getsemaní, a quien Jesús reprendió por ello.

El hijo del oficial del rey (Juan 4,46-54). Jesús y el oficial se encontraban en Caná, y el niño que moría se encontraba en Cafarnaún.
-Genéricas (5)
Además de las anteriores, los evangelios hacen referencia a ocasiones en que Jesús curó de modo genérico diversas enfermedades:

Recorriendo Galilea (Mateo 4,23-25, Lucas 16, 17-19), Al ponerse el sol (Mateo 8,16-17, Marcos 1, 32-34, Lucas 4, 40-41), Junto al mar de Galilea (Mateo 15,29-31), En el Templo (Mateo 21, 14-15), En el mar con sus discípulos (Marcos 3, 7-12).
Control sobre el orden natural (10)
Jesús realizó prodigios en los que puso de manifiesto su autoridad sobre las fuerzas de la naturaleza:
Resultado de imagen de cristo caminando sobre las aguasLa tempestad calmada en el Mar de Galilea (Mateo 8,23-27, Marcos 4, 35-41, Lucas 8, 22-25). Jesús les dice a sus discípulos hombres de poca fe, ya que estos se atemorizan y piensan que perecerán.


Caminando sobre el agua en Cafarnaún (Mateo 14,22-27, Marcos 6, 45-52, Juan 6-16-21). Los discípulos creyeron ver un fantasma y se asustaron.


La pesca milagrosa en el Lago Genesaret (Lucas 5,1-11). Tras este milagro, Simón Pedro, Tomás y Juan se convirtieron en discípulos de Jesús.



La moneda en la boca del pez (Mateo 17,24-27). Jesús mandó a Pedro a traer dinero de la boca del pez para pagar impuestos.

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Las Bodas de Caná (Juan 2,1-12). Jesús convierte el agua en vino. Fue el primer signo realizado por Jesús al inicio de su ministerio público, y pedido por la Virgen María.

    La primera multiplicación de los panes y los peces en el desierto de Galilea, cerca del lago de Tiberiades (Mateo 14,13-21, Marcos 6, 30-44, Lucas 9, 10-17, Juan 6, 1-14). Este es el único milagro que se encuentra en los cuatro evangelios canónicos. 

    La segunda multiplicación de los panes y los peces en el desierto (Marcos 8,1-10). 

    La higuera (Mateo 21,18-22). Secó la higuera ordenándola que nunca más tuviera fruto. Este milagro muestra la importancia y el poder de la fe. Jesús afirma que con fe se pueden mover montañas.

    La Transfiguración de Jesús (Mateo 17,1-13, Marcos 9, 2-13, Lucas 9, 28-36).

    La Transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo (Mateo 26,26-29, Marcos, 14,22-25, Lucas 22,19-20, 1 Corintios 11,23-26, 1 Pedro 1,16-18).

    Resurrecciones (4)

    Los tres primeros milagros denominados "resurrecciones" fueron en realidad "reanimaciones", es decir, un retorno a la vida anterior de esas personas. Sin embargo, la Resurrección de Jesús representa el triunfo definitivo sobre la muerte (Romanos 6,9).
    La hija de Jairo (Marcos 5,38-43, Lucas 8,49-56). Jesús afirmó que la niña de doce años no estaba muerta, sino sólo dormida.
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    Lázaro, el de Betania (Juan 11,38-44, también narrado en el Corán). Llevaba cuatro días muerto y estaba sepultado en una cueva. 

    El hijo de la viuda de la ciudad de Naín (Lucas 7,11.17). Jesús se compadeció de la viuda al verla llorar, tocó el féretro en el que llevaban al muchacho y le ordenó que se levantara.

    La Resurrección de Jesús (Mateo 28,1-10, Marcos 16, 1-8, Lucas 14, 1-12). Es el hecho más importante para un cristiano.

    domingo, 25 de noviembre de 2018

    CREADOS... ¿PARA QUÉ?

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    “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, 
    con toda tu alma y con todo tu espíritu 
    y amarás a tu prójimo como a ti mismo”
    (Mateo 22, 37,39)

    La mayoría de las personas nos hemos preguntado alguna vez en nuestras vidas ¿por qué estoy aquí? ¿tiene mi vida algún sentido? ¿cuál es el propósito de mi vida? ¿para que he sido creado?

    Los cristianos sabemos que Dios, que es Amor, nos ha creado por amor, para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las personas.

    No hemos sido simplemente puestos por Dios en este “satélite solar” llamado tierra, como si fuera una "casita de muñecas" para su entretenimiento. Tampoco hemos sido creados porque Dios se sintiera solo o nos necesitara. Dios no necesita nada. Si no nos hubiera creado, seguiría siendo Dios.

    Dios nos ha creado para ser santos (como Él), para ser perfectos (como Él), para ser felices (como Él), para ser amor (como Él). El amor de Dios es generosidad, bondad, pureza, humildad, entrega...
    San Ignacio de Loyola nos dice en su Principio y Fundamento“El hombre es creado para amar, alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma…”

    Dios nos ha creado para amarle, es decir, para conocerle porque no se puede amar lo que no se conoce.

    Dios nos ha creado para alabarle, es decir, para reconocerle en la creación, en el día a día, en lo cotidiano, cualquier situación, circunstancia, persona, gesto, etc.).

    Dios nos ha creado para reverenciarle, es decir, para acoger el don, el sueño que tiene para nosotros, que nos dará plenitud.

    Dios nos ha creado para servirle, es decir, para poner en marcha todas aquellas decisiones cotidianas que hagan realidad ese sueño de DiosSolo así podremos “salvar nuestra alma”, llenar de sentido esa sed y completar ese anhelo impreso en nuestro corazón.

    Ese sueño de Dios se concreta en una llamada suya para hacer algo o cumplir una misión específicas. Unos la cumplen con alegría, generosidad y confianza en Dios, otros no.

    Todos hemos sido creados incompletos para que, a imagen de Dios, podamos terminarnos, y ayudados de su divina Gracia, descubrir la vocación para la que hemos sido creados.
    Por eso la pregunta es ¿qué quiere Dios de mi en particular? ¿para que he sido creado específicamente? ¿a qué estoy llamado? ¿cuál es mi vocación como cristiano? ¿percibo su voz? ¿identifico su mensaje?

    Porque nos ama, Dios nos llama a cada ser humano a un fin exclusivo, una vocación única,  un plan específico, que debemos descubrir.

    La vocación es una llamada por y para Dios, es decir, que tiene su origen en Dios y su destino en Dios. Es una manera concreta y profunda de comprender, orientar, ordenar y vivir nuestra vida, que no emana de nosotros mismos sino como un don de Dios. Para ello, debemos:

    Escucharla (Atención)
    Para recibirla la llamada de Dios, debemos estar atentos porque no es tan evidente como lo que vemos y oímos a diario.  Dios viene silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad, y puede que no le oigamos si estamos pendientes de "nuestras cosas", de nuestras preocupaciones y necesidades.

    Discernirla (Formación)
    Para poder comprender, discernir y meditar esa llamada debemos estar preparados, salir de nosotros mismos y prestar atención a los detalles de nuestra vida cotidiana, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, mantenernos abiertos a las sorpresas del Espíritu y discernirlos a la luz de su Palabra.

    Responderla (Vivencia)
    Para vivir esa llamada personal debemos dar una respuesta libre, responsable y comprometida, aquí y ahora, sin dejarlo para más adelante, sin esperar a ser santos o perfectos. Dios no nos llama para el futuro sino para hoy, para el presente.
    Escuchemos la vocación a la que Dios nos llama, meditémosla y vivámosla.

    sábado, 24 de noviembre de 2018

    APRENDIENDO A EVANGELIZAR


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    "Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, 
    bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 
    y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. 
    Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". 
    (Mateo 28, 19-20; Marcos 16, 15)

    Porque el mundo necesita ser evangelizado, porque necesita encontrar amor, esperanza y propósito, porque necesita volver la mirada a Dios, Cristo nos exhorta a "ir", "predicar" y "hacer discípulos", es decir, nos invita a evangelizar.

    Y para evangelizar, nosotros los cristianos, necesitamos saber evangelizar, aprender a expresar nuestra fe en público, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros compañeros, e incluso a nuestros enemigos. 

    Aprender a evangelizar implica adoptar la actitud, la disposición, el talante, el comportamiento y la conducta correctas que, en sí mismas, ya son evangelizar. 

    Necesitamos educarnos en la humildad y en la sencillez, para ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo y no sentirnos superiores a los demás, ni mejores que los demás...porque no lo somos.

    Necesitamos aprender a "regalar" nuestro mensaje, que no "venderlo", con palabras y con obras...porque no se trata de convencer sino de amar.

    Resultado de imagen de evangelizarNecesitamos aprender a compartir y mostrar cómo Dios actúa en nuestra vida, a veces, sin darnos cuenta y, otras, con total claridad...porque eso no puede ser rebatido.

    Necesitamos aprender y practicar la experiencia de compartir nuestra fe, de tal forma, que no invada a los demás ni coarte su libertad...porque ese es el ejemplo que nos dio Cristo.

    Necesitamos a contar a otros como Dios nos ofrece un regalo que depende exclusivamente de nosotros, aceptarlo o rechazarlo...porque Dios no se impone a nuestra voluntad.

    Necesitamos aprender a establecer una escucha activa, una atención sincera y verdadera en lo que las personas quieren decirnos, en lo que quieren expresarnos, para comprender en qué parte del camino se encuentran...porque así podremos acompañarlos.

    Necesitamos aprender a hacer las preguntas correctas con calma y sin alterarnos...porque aunque tengamos la Verdad y la razón, no debemos imponerlas ni hacer ver que están equivocados.

    Necesitamos aprender a abandonarnos en Dios y a confiar en que Él, con su Gracia, actúa en nuestras debilidades y carencias, no en nuestras habilidades...porque Dios es quien cambia los corazones.

    Necesitamos aprender a ser amables, caritativos y cariñosos para buscar el bien de los demás, no el nuestro...porque no se trata de destruir sino de construir, no se tarta de ganar sino ejercitar el "arte de ser derrotados".

    Imagen relacionadaNecesitamos aprender a preocuparnos por los demás, no por propia satisfacción, sino por amor sincero a nuestros hermanos, a mostrar interés por sus dificultades, por sus problemas, por sus dudas, por sus heridas...porque Jesús nos enseñó a a ponernos en lugar de los demás y a ser amigos de nuestros enemigos.

    Necesitamos aprender a cultivar la paciencia y la perseverancia porque nuestros tiempos no son siempre los tiempos de Dios, quien respeta nuestra libertad y sabe el momento preciso para actuar...porque nosotros, plantamos y Dios cosecha.

    Necesitamos aprender a no elevarnos demasiado ni hablar con un lenguaje clerical o dogmático, de forma que los demás no puedan alcanzarnos...porque Jesús predicaba con palabras sencillas y comprensibles para todos los que le escuchaban.

    Necesitamos aprender a mostrarnos al mundo como "otros Cristos", enamorados de Él y amados por Él y quien nos impulsa a dar ese amor recibido a otros...porque lo que no se da, se pierde.



    martes, 20 de noviembre de 2018

    ¡CÓMO NOS CUESTA OBEDECER!


    "He aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad"
    (Hebreos 10, 9) 

    Desde nuestra humanidad herida, lo que más difícil nos resulta, lo que más nos irrita, lo que más nos fastidia es cumplir una voluntad que no sea la nuestra, provenga de donde provenga. 

    Nos rebelamos y rechazamos todo aquello que frene nuestra libertad individual. Es, en definitiva, la misma historia que se repite desde el principio del universo: desobedecer por causa de una libertad mal entendida. 

    ¿Por qué? Porque entendemos mal la libertad que, amorosa y misericordiosamente, Dios nos regala, para obedecerle con confianza plena, sabiendo que todo es para nuestro bien.

    Y es que, muy a pesar de nuestro empecinamiento orgulloso, todo el un
    iverso gira en torno a  leyes que están sujetas a la obediencia:

    Leyes fí
    sicas 
    Rigen toda la creación, que regulan nuestra relación con la naturaleza. Por ejemplo, la de la gravedad o de la inercia. Se acatan y punto. No hay otra opción. Por mucho que deseáramos obviarlas o saltárnoslas, estamos sujetos a ellas. Sí o sí. Nuestra libertad poco tiene que decir.

    Leyes socia
    les y políticas 
    Regulan nuestras relaciones entre los hombres. Por ejemplo, el código de circulación o el código penal. Podemos obviarlas en base a nuestro criterio y en aras de nuestra libertad individual, aunque debemos asumir la responsabilidad de desobedecerlas (sanciones, multas, juicios, prisión, etc.).

    Leyes religiosas
    Regulan nue
    stras relaciones dentro de la Iglesia. Por ejemplo, comulgar en Gracia o guardar celibato en el sacerdocio. Podemos saltárnoslas pero entonces no estaremos siendo consecuentes con la Doctrina y Tradición de la Iglesia.

    Leyes morales
    Regulan nuestra relación con Dios. Podemos obedecer a Dios por miedo a un castigo, por conseguir un premio (el cielo), es decir, por una actitud quizás algo egoísta, o podemos obedecer por amor incondicional y con confianza plena. 


    ¿Por qué obedecer a Dios?

    Sabemos qué debemos obedecer porque Jesús nos lo dijo: "Ya sabes los mandamientos: no cometerás adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre" (Lucas 18, 20); y además nuestro interior, nuestra conciencia nos lo dicta: hacer el bien y evitar el mal.

    Y además porque obedecer sólo tiene sentido y plenitud cuando las intenciones se traducen en hechos que nos llevan a la paz y a la felicidad. 

    La virtud de la obediencia a Dios supone confianza en el que acata y responsabilidad en el que manda, observancia en el que cumple y justicia en el que dicta, docilidad en el que obedece y misericordia en el que ordena.

    Modelos de obediencia y actitudes

    Dios jamás pedirá algo que esté fuera de nuestro alcance, algo que no podamos darle. Podrá parecernos humanamente imposible pero Dios, que nos ama infinitamente sólo nos pide más amor. Un padre no le pide a un hijo aquello de lo que no es capaz.

    Resultado de imagen de obediencia a diosTodos los modelos de obediencia que aparecen en la Escritura tienen las mismas actitudes: fe, amor, humildad, confianza y servicio; y un denominador común: obedecieron libremente.

    Abraham y Moisés tuvieron una fe inquebrantable. María es el paradigma de humildad, la confianza y el amor a Dios: su sí no era u
    no cualquiera, porque gracias a su fiat, Dios se hizo hombre.

    Y qué decir de Jesucristo, quien se humilló, dejó su trono celestial, vino al mundo para hacer la voluntad de su Padre y servir a la humanidad. Y además, lo hizo regalándonos el Amor más grande: aquel que da la vida por sus amigos.