¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

viernes, 29 de julio de 2016

SIGNOS DE MADUREZ ESPIRITUAL





Tengo tres hijos, de 24, 22 y 15 años de edad. Cada uno de ellos se encuentra en diferentes etapas de sus procesos de madurez. Mi hija mayor (Raquel) es independiente, trabaja y vive fuera de casa. Es capaz de enfrentarse a la vida y manejar situaciones que mi hijo Alberto, que vive en casa, no puede. Y Alberto, desarrolla más responsabilidades que mi hijo menor, Jorge. 

Sería absurdo pretender que Jorge tenga un nivel de madurez como el de Alberto, ni Alberto como el de Raquel.

La vida es un viaje hacia la madurez desde nuestro primer aliento al último. A lo largo de este camino, hay señales que nos ayudan a determinar si estamos en una curva o en una recta, si podemos adelantar o no, si vamos en la dirección correcta o hacia nuestro destino. 

Al igual que nos desarrollamos como seres humanos, también nos desarrollamos como cristianos. Y de la misma forma que existen señales de madurez física y mental, también las hay para la madurez espiritual. 

Sin embargo, la madurez espiritual no es una cuestión de edad. Necesita tiempo, energía y esfuerzo, pero también es posible ser un bebé espiritual de 50 ó 60 años de edad. La edad no implica por sí misma un alto grado de madurez.

La madurez espiritual no es una cuestión de conocimiento. Saberse el ritual de la misa o los libros de la Biblia no implica necesariamente madurez espiritual. Recordemos que  los escribas y los fariseos conocían a la perfección la Ley y la Escritura, lo que no significaba que fueran maduros puesto que se quedaban en los detalles, en lugar de ir al fondo.

La madurez espiritual no es una cuestión de apariencias. Recordemos el dicho:"el hábito no hace al monje". Del mismo modo, hay muchos cristianos que "pasan la prueba de los ojos" y que aparentemente, son maduros. Pero la apariencia no es una indicación exclusiva de la madurez espiritual.

Entonces, ¿qué es la madurez espiritual? Hay muchos evidencias (aparte de las anteriores) que proporcionan un marco de madurez espiritual, pero no por ello, son axiomas.

Nadie puede decir que ha alcanzado la madurez espiritual plena. La vida es un camino constante de conversión hacia la madurez espiritual y la santidad, donde existen señales que nos pueden ayudar a determinar dónde estamos. 

Relación con Dios

La vida es como una montaña rusa: subimos lentamente para bajar en caída libre a toda velocidad, para enseguida, volver a subir o para hacer varios "loopings". 

Lo que hace de las montañas rusas una experiencia impresionante son los ascensos y la caídas constantes. 

Sin embargo, las subidas y caídas no son lo que hace del cristianismo una vivencia apasionante. Muchas personas, cuando están en lo alto de la cima de la montaña (conversión, retiro de fin de semana, experiencia del Espíritu Santo, JMJ, etc.), disfrutan de una experiencia espiritual de relación con Dios maravillosa, pero cuando inician la bajada, su relación con Dios decae o desaparece.

Los cristianos maduros, sin embargo, impiden que los altibajos de la vida afecten a su relación con Dios. Desde luego, celebran los "momentos cima", pero no se basan en esos momentos para sostener su fe. Su fe está sostenida por Dios, en todo momento.

Hacia la Santidad

Dios está continuamente trabajando en las actividades cotidianas de nuestra vida. Cualquier cosa que hacemos en secreto, Dios lo revela en público.

Algunas personas creen alcanzar la madurez espiritual porque aman su parroquia o las actividades que allí se hacen mientras ocurren cosas increíbles... pero cuando no sucede nada "increíble", muchos cristianos abandonan y se rinden. 

Creen que todos los días van a ver la acción clara de Dios o van a ser respondidos de la forma que ellos quieren y en el tiempo en que ellos lo necesitan. 

Los cristianos maduros entienden el valor de su fe y la importancia de buscar la santidad (madurez) en todo momento.

Dios controla

Esta es una de las marcas más importantes que denotan un alto nivel de madurez espiritual. Los cristianos maduros no permiten que las situaciones "fuera de control" o desoladoras hagan descarriar sus vidas. No pierden el tiempo preocupándose y discutiendo sobre situaciones fuera de su control: sencillamente, rezan mucho. 

Sólo actúan en situaciones que puedan controlar. Dios es el Creador del Universo, es soberano y es quien controla todo.

Alimento espiritual

El alimento espiritual del cristiano maduro son los sacramentos. Nunca fallan. Si alguna vez no nos sentimos cerca de Dios, es porque no le damos a los sacramentos la importancia que requieren (Eucaristía, Confesión, etc.). 

Sin sacramentos, el resto de las actividades que nos encaminan hacia la madurez (Oración, Comunidad, Adoración, etc.), sencillamente, "no apetecen".

Los sacramentos no son negociables ni opcionales. sin ellos, no llegamos a la madurez ni a la intimidad con Dios. 

Las personas que son inconsistentes con los sacramentos son los que ponen constantemente excusas y cualquier cosa, antes que a Dios. 

Los cristianos maduros no buscan excusas en el ajetreo de la vida o en la falta de tiempo. Siempre encuentran tiempo y crean espacio para Dios

"Como niños"

Cuando nos convertimos en adultos solemos perder la maravillosa inocencia infantil de no maravillarnos ante las cosas pequeñas (y grandes) de la creación. Olvidamos la capacidad de asombrarnos y disfrutar de la vida. Dejamos de ser "Peter Pan" y nos convertimos en "Garfio".

Tal vez es por eso, Jesús nos dice que "debemos ser como niños pequeños para heredar el reino de los cielos" (Mateo 18, 3). Los niños asumen riesgos. Los niños son un poco inocentes, un poco "alocados", pero ven la belleza y la alegría de la vida. 

Los cristianos maduros poseen una cierta naturaleza infantil. Ellos no se aburren con facilidad. Se divierten, ríen, ven la vida como un regalo, ven oportunidades donde otros ven dificultades. Poseen una ingenuidad saludable.

Ser como niños" no significa ser inmaduros. Significa aceptar la vida con alegría e ilusión, como un magnífico regalo de Dios.

Mirada vertical

Vivimos en una cultura obsesionada por el culto al cuerpo, a las apariencias y a la posición en la vida. El mundo pretende llevarnos a ser más de lo que somos, en lugar de pretender ser la persona que Dios nos diseñó. Y esto produce vergüenza, amargura y frustración.

Los cristianos maduros no miran en horizontal para buscar aceptación o halagos. Entiende que para alcanzar la plenitud deben mirar verticalmente, hacia arriba, hacia Dios.

Escucha atenta

Habitualmente, la mayoría de nosotros escuchamos a otras personas que tienen un punto de vista diferente con el objetivo de criticarlas o de corregirlas.

Los cristianos maduros poseen una visión más amplia de lo que dicen las personas. Hablan con ateos, musulmanes, budistas, evangélicos, etc con el objetivo de compartir y, hasta de aprender.

Esto está en absoluto contraste con aquellos cristianos que creen que su trabajo consiste en solucionar todos los problemas según su idea y de cambiar a todos los que no piensan como ellos. Son los "pendencieros espirituales":  hombres (y mujeres) que nunca salen de casa sin su armadura y su espada, dispuestos a la batalla.

Los cristianos maduros no batallan, no condenan, no critican ni intentan convencer a otros. Saben que Dios no necesita fiscales de la fe o policías espirituales, sino seguidores apasionados. Y por ello, mantienen una escucha atenta, convencidos de su fe, pero no son tan cerrados de mente para pensar que todos los demás están equivocados. Entienden que escuchar otros puntos de vista no equivale a tolerarlos o aceptarlos, sino amar a la otra persona.

Buscando el corazón de Jesús

Jesús nos ama a todos. Pero Jesús ama especialmente a los sin voz. En la tierra, mostró un amor especial por los marginados y los pecadores. Por los enfermos y los pobres. Por los indefensos y los desvalidos.

Tal vez más que cualquier otra señal, ésta es la más clara de una madurez en la fe. Los cristianos maduros anhelan tener el corazón de Jesús. Sus corazones se rompen por los que no tienen voz. Sus corazones sufren por los desvalidos, los que aún no han nacido, los indefensos. Sus corazones se enternecen por los pobres, por los enfermos, por los incapacitados. Esos corazones son como el corazón de Cristo. 

Estilo de vida

La fe, para los cristianos maduros, va más allá de unas creencias y unas normas: es una forma de vida. Es un estilo, el de Cristo.

La vida cristiana no tiene un interruptor "on / off". Vivir para Dios supone 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 al año. No hay descanso.

Los cristianos maduros no se desconectan de Dios porque Él no sólo es parte de su vida ... Él es su vida (Romanos 12, 1-2).

Los cristianos maduros son conscientes de que Dios está continuamente trabajando sin descanso a su alrededor. Todas las ocasiones de la vida son oportunidades que Dios les ofrece para discipular, para amar y acoger: en el "super", en un restaurante, en la oficina, en la iglesia... 

Ritmo sostenible 

Los cristianos maduros no son adictos al trabajo pero tampoco perezosos. No son ni de bajo rendimiento o mérito superior. Saben que la salud es importante, valoran las vacaciones y el descanso.

Pero los cristianos maduros también trabajan duro, sirviendo a los demás. No dependen del éxito o del fracaso de lo que hacen ni que afecte a sus emociones o a sus estados de ánimo. Ellos ayudan a sembrar. Dios cosecha.

Seguro que me dejo muchos otros signos de madurez, ¿alguna idea?

jueves, 28 de julio de 2016

GETSEMANÍ ES DECIRTE SÍ HASTA EL FINAL



"Mas allá de mis miedos, 
mas allá de mi inseguridad 
quiero darte mi respuesta. 
Aquí estoy para hacer tu voluntad 
 para que mi amor sea decir que si 
hasta el final."


Cuando llega la hora señalada por Dios para salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado, contemplamos a Jesucristo solo en el huerto de Getsemaní, postrado en tierra, sufriendo dolorosamente, derramando su desesperación, quebrantado por cargar con todos nuestros pecados.

Así, durante tres horas, en una agonía de sangre, sudor y lágrimas pero aceptando el sacrificio que el Padre le reclama, causa del anonadamiento de su alma, y aún así, amando a los hombres. 

En nuestro día a día, todos todos nosotros experimentamos momentos difíciles (que no tienen comparación con los que vivió el Señor), pero la cuestión no es preguntarse a qué se deben, sino cómo enfrentarse a ellos.

El pecado nos aleja y nos separa del Padre, como también a Jesús en Getsemaní. Para acercarnos a Él, tenemos la oración. 

Debemos hacer de la oración, un estilo de vida y practicarla en todo momento, abriendo nuestro corazón en la presencia de Dios, sin condiciones y sin límites, en comunión con Él, abandonándonos a Su voluntad y confiando en su poder sobrenatural. 

Dios está ahí siempre con nosotros, en medio de la prueba para ayudarnos a soportarla (1 Cor. 10,13) Siempre nos da una salida, nos sostiene y nos ayuda. Y siempre responde, aunque no siempre sea para que se cumpla nuestra voluntad.

La obediencia y fidelidad a Dios trae sufrimiento en un mundo caído y como consecuencia, la burla y la oposición de familiares, el desprecio y la crítica de compañeros y amigos, y también, el insulto y la persecución de los que nos ven diferentes. 

Pero no estamos solos. Jesucristo que oró, suplicó y rogó con sangre, sudor y lágrimas, nos entiende y nos socorre. Precisamente porque sufrió como nadie, porque sufrió por todos los hombres a la vez, porque lo hizo por amor, nos muestra su infinita Misericordia, abrazándonos en el sufrimiento.

Por eso, nuestro Getsemaní particular es decirle sí hasta el final. Él nunca nos abandona. Nunca nos deja solos. Y de la misma forma que Él doblegó su voluntad a la del Padre, nosotros tenemos la certeza de que si nos abandonamos a Él y a su voluntad, nos recompensará. 

Se trata de un triunfo que, a ojos humanos, parece una derrota: "dar la vida para ganarla". Pero Cristo dio su "sí" hasta el final, dio su vida y triunfó sobre la muerte. Resucitó y ocupa el lugar que le corresponde en el cielo, a la derecha del Padre.

Sean cuales sean nuestros problemas, unidos a Jesús en nuestro propio jardín de Getsemaní particular, podemos resolverlos con el Padre en oración. ¡Esto es un verdadero privilegio!

Yo quiero ser copartícipe de ese triunfo sobre la muerte y por eso, mi "sí" es hasta el final.



"Señor, abrázame, consuélame, cobíjame
Yo sólo no puedo, ayúdame,

llena mi sufrimiento de tu luz, 
llena mi vida con tu presencia.

Ayúdame a recordar, 
que no existe mayor poder que el tuyo,
que por amor a mí diste tu "sí" hasta el final.

Impúlsame a ser buen discípulo tuyo, 
a actuar dignamente en todo cuanto digo, pienso y hago.


Ayúdame a reconocerte en todas las situaciones de la vida, 
en las alegrías y en las penas, 
en el gozo y en el sufrimiento,
en la felicidad y en la adversidad.

Llévame oh Señor a comprender 
que tú puedes convertir el mal en bien, 
la derrota en victoria, 
y el fracaso en triunfo 
para gloria y honra de tu santo nombre.

Enséñame a confiar en ti, 
 sabiendo que no importa el camino que tenga que recorrer,
 entre rosas o entre espinas, 
si Tú a mi lado estás, mi triunfo estará asegurado. 

Ayúdame Señor a serte fiel hoy, mañana y siempre,
a darte mi "sí" hasta el final".


domingo, 24 de julio de 2016

CUANDO OTRO CRISTIANO NOS LASTIMA




Cuando Marta se quejó a Jesús de su hermana María en Betania, María podría haber optado por sentirse ofendida. Sin embargo, no lo hizo. También podría haberse sentido ofendida cuando Judas y los discípulos le recriminaron su acto de adoración exagerada a Jesús. Pero, de nuevo, tampoco lo hizo.

En ambas ocasiones, María fue criticada injustamente por amar a su Señor con todo su corazón, y no por sus enemigos, sino por su propia hermana y por los propios discípulos del Señor.

Ella evitó la crítica, no hizo nada ni dijo nada. No abrió la boca para defenderse, sino que en silencio, confió el asunto a su Señor. Y en ambos casos, Jesús salió en su defensa.

Siempre habrá algunos cristianos que nos critiquen, nos denigren por nuestras buenas acciones. El punto es que si te sientes molesto u ofendido, y te enfadas y te quejas, el que sufre eres tú.

Por eso, ¿cómo actuar cuando nos ofenden?

Mis hermanos cristianos herirán mis sentimientos

A veces, actuarán con mala intención y deseo de hacer daño.


Otras veces te harán daño sin darse cuenta.

Cuando Marta y los discípulos se quejaron, no trataban de herir a María. Simplemente, juzgaron desde un punto de vista humano.

Cuando nos hagan daño, se demostrará nuestra madurez espiritual

Cuando nos lastimen, descubriremos nuestra verdadera relación con Jesucristo. Lo que hagamos en ese momento y después revelará cuán cerca estamos de Jesús.

Podemos reaccionar de dos modos: ponerlo delante del Señor, o dejar que otros nos destruyan. María lo dejó en manos de Cristo.

Dios transforma el maltrato en nuestro bien

José soportó maltrato y odio de sus propios hermanos pero lo dejó en manos de Dios, diciendo: "quisisteis hacerme daño, pero Dios lo usó para el bien".

Romanos 8,28 dice: "sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman". Todo lo que ocurre en nuestras vidas, ya sea bueno o malo, pasa primero por el amor a Dios, antes de llegar a nosotros. Y lo usa para nuestro bien y para nuestra transformación.

Cuando Jesús defendió a María, Él transformó la criticado de su acto en un ejemplo de cómo debemos actuar. 

No debemos ofendemos por dichos y hechos

Esto sucede generalmente cuando una persona es demasiado sensible o mal pensada. No debe ser propio de cristianos.

Los cristianos somos las personas más fácilmente ofendidas y atacadas en el mundo, cuando deberíamos ser los menos. María fue maltratada dos veces pero ella no se sintió ofendida.

Falsas acusaciones 

Los cristianos sensatos y maduros debemos ignorar los chismes, pues desacredita a quienes nos critican .

Cuando nos sintamos ofendidos por alguien, debemos ir a hablar directamente con la persona, en privado, tal y como Jesús nos enseñó a hacer. Preguntar en lugar de hacer acusaciones.

La pregunta es"¿Cómo me gustaría ser tratado si alguien estuviera diciendo estas cosas de mí?" 

Recuerda, Satanás es el calumniador (eso es lo que significa "diablo"), y usa la crítica para destruir las relaciones. Es una de las siete cosas que Dios aborrece "sembrar las semillas de la discordia entre los hermanos."

Lo que hagamos ante una ofensa es elección nuestra

Puedes elegir sentirte ofendido y tomar represalias o puedes optar por llevar tu herida ante Dios. 

A veces, el Señor te llevará a la persona para hablar con él de una manera amable, buscando la reconciliación. Otras veces te llevará a cargar con la cruz y seguir adelante.  Otras, te mostrará que has malinterpretado por completo las acciones del otro.

Quien ofende a un hijo de Dios, ofende a Dios

Cuando alguien ofende a otro cristiano está rechazando a Cristo, porque Él y su cuerpo están conectados, por lo que "si se lo has hecho al más pequeño de mis hermanos,  me lo has hecho a mí."

Se puede vivir sin sentirse ofendido

Esto no quiere decir que nunca vayamos a ser lastimados. Tampoco significa que nunca estaremos enfadados. Jesús se enojó. 

La ira es una emoción humana normal cuando alguien te maltrata o abusa de alguien que te importa. Pero lo que haces con tu ira determina si eres o no un buen cristiano.

El Señor nos llama a caminar sin ofensa. Siempre debemos ser "prontos para oír, tardíos para hablar, tardíos para la ira". 





miércoles, 20 de julio de 2016

LEX ORANDI, LEX CREDENCI

"Tú, en cambio, cuando vayas a orar, 
entra en tu aposento
 y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, 
que está allí, en lo secreto;
 y tu Padre, que ve en lo secreto, 
te recompensará". 
(Mt 6, 6)

"La forma en que oramos es la forma en la que creemos." ¡Qué importante es la oración en nuestra vida! ¡Qué grande su poder!

Y es que nuestra fe se manifiesta y se cultiva por nuestra comunión con Dios y eso se consigue mediante la oración, que es la manera de comunicarnos con Dios y saber lo que tiene pensado para nosotros.

Es una vía libre y directa de comunicación con nuestro Creador. Él nos exhorta a hablar siempre con Él y a escucharle, en público: "Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 19), y en privado, sobre todo. (Mt 6, 6). Orar en lo secreto...¡qué expresión tan bonita de intimidad, de complicidad, de amor!

Con la oración, conozco a Cristo personalmente, experimento el poder de Su resurrección, soy copartícipe en su sufrimiento, tomando mi cruz y con mi "sí hasta el final", hago Su voluntad. Él siempre está allí, dispuesto a escucharme, a hablarme, a abrazarme...¡una pasada!

La forma en la que rezo y el tiempo que dedico a orar, definen mi fe, pues el poder de la oración es lo más grande que Dios nos ha regalado. Todo lo pongo en sus manos, desde lo más importante hasta lo más insignificante.

La oración no sólo es el medio de pedirle a Dios. También es un instrumento para alabarle, glorificarle y agradecerle. Es un refugio de consuelo y paz. Es la forma de conocerle y de tener intimidad con el Padre. 

Es una herramienta maravillosa para interceder por otros. ¡Qué bonito es rezar por otros y que otros recen por mi!

Orar es una necesidad, no es una opción. Jesús nos enseñó su importancia. En sus momentos de mayor angustia, en sus momentos de tentación, encontró refugio y consuelo, orando al Padre. El nos insta a orar. Su Madre, nuestra Madre, no hace más que llamarnos a orar. Por algo será..."Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis" (Mc 11, 24)

Orar siempre, en todo momento, en los momentos buenos y en los malos. Las circunstancias no deben determinar si debemos orar o no. Oramos porque es una necesidad porque creemos en Dios y confiamos en Él. Esa es nuestra fe, la certeza en Dios. "En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido". (1 Jn 5, 14-15)

Orar es asunto de dos: de Dios y mío. Cuando hablamos entre nosotros, los humanos, lo hacemos en un plano natural, pero cuando conversamos con Dios, lo hacemos de modo sobrenatural. Por eso la oración tiene un poder sobrenatural.

Cuando nos ponemos en presencia de Dios en oración, Él actúa poderosamente. Le dejamos obrar y actuar en nuestra vida. Y es sobrenatural. ¡Qué regalazo!

Os animo a experimentar continuamente el poder sobrenatural de la oración.

martes, 12 de julio de 2016

DESARROLLANDO UNA CULTURA DE LÍDERAZGO


Hoy día, ante la escasez de vocaciones religiosas y la irrupción de los laicos en las tareas pastorales y evangelizadoras de una parroquia, la búsqueda constante de nuevos líderes para el desarrollo y crecimiento naturales de cualquier iglesia u organización es un hecho primordial. 

El crecimiento del Reino de Dios depende en gran medida del número de líderes que el sacerdote o párroco reclute. 

Pero no se pueden reclutar líderes, al menos no de manera efectiva, sin desarrollar una cultura de reproducción natural de líderes. Una cultura de liderazgo siempre reproduce líderes.

Para desarrollar esta cultura en nuestra parroquia debemos:

Tener una visión multiplicadora

Es difícil (diría que imposible) convencer de algo a alguien, si uno mismo no cree en ello. Por tanto, debemos creer firmemente que, para tener líderes que multipliquen, nuestra visión multiplicadora debe ser una prioridad absoluta.

Tener un carácter multiplicador

Un líder debe imprimir un carácter multiplicador a su grupo de líderes mediante  el apoyo, la delegación y la motivación constantes, para que éstos a su vez consigan el efecto rebote en otros. 

Dotar a la parroquia de una identidad propia multiplicadora marcará las diferencias entre una comunidad sana o una enferma, entre una iglesia en crecimiento o en estancamiento.

Tener una actitud multiplicadora

Cada líder laico de la parroquia debe estar dispuesto a ser relevado por otros líderes. 

La multiplicación y el relevo deben ser una parte importante de la estrategia general. Por ello, debe existir un proceso efectivo de reclutamiento y relevo continuo de líderes antes de que realmente se necesiten.

Invertir en formación y crecimiento personal

No se puede tener nuevos líderes, sí antes el sacerdote no ha formado a los primeros líderes o éstos han desaparecido.

La formación de líderes es otra prioridad del párroco.

Los líderes no deben tener miedo a ser relevados y ni recelar que nuevos líderes puedan dirigir mejor que ellos. 

Cuando los líderes permiten a las personas brillar bajo su dirección, su capacidad de liderazgo aumenta y se desarrolla un crecimiento personal impresionante.

Compartir responsabilidades 

La forma más fácil de aprender algo es haciéndolo, y dejando hacer. Cuánto más libertad de maniobra se dé a las personas, más motivadas estarán a comprometerse y participar. Debemos concederles incluso, el derecho a equivocarse.

Identificar el potencial

Es importante, en una cultura de liderazgo estar siempre en búsqueda de personas que algún día puedan ser grandes líderes. Un buen líder busca lo bueno en las personas. ¿Qué tienen, que atraen a la gente?

Crear un entorno propicio 

Los líderes no desarrollan bien bajo una dictadura. Si la gente se siente controlada continuamente o tiene miedo a una respuesta o a equivocarse, es menos propensa a actuar y a dar una respuesta. 

Los verdaderos líderes desaparecerán rápidamente en un entorno excesivamente controlador o de supervisión continua.

Reclutar sin esperar

El método "inscribirse" rara vez funciona bien. Un líder de calidad casi siempre es reclutado personalmente por el sacerdote. Jesús reclutó a sus discípulos, con sus caracteres y peculiaridades, aún a riesgo de ser entregado por ellos. La selección en la parroquia debe hacerse de igual forma: “Ven y sígueme”.

Transformar vidas

Algunas personas experimentan una mayor transformación en sus vidas cuando lideran a otros o cuando tienen algún tipo de responsabilidad en la parroquia. Nutrir líderes potenciales, haciéndoles partícipes en el desarrollo de su madurez espiritual, hará que alcancen ésta, dirigiendo a otros.

viernes, 8 de julio de 2016

AY DE VOSOTROS, FALSOS PROFETAS


“Haced, pues, y observad todo lo que os digan;
pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.
Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres. 

Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, 
que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! 
Vosotros ciertamente no entráis; 
y a los que están entrando no les dejáis entrar.

Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, 
que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, 
y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! 

¡Guías ciegos, que...sois semejantes a sepulcros blanqueados, 
que por fuera parecen bonitos, 
pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! 

Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas 
y apedrea a los que le son enviados! 

¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, 
como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, 
y no habéis querido! 

Pues bien, se os va a dejar desierta vuestra casa. 
Porque os digo que ya no me volveréis a ver hasta que digáis: 
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
(Mateo 23, 1-39)


Hoy comparto un fragmento del capítulo 23 del evangelio de Mateo, cuya lectura, recomiendo hacerla completa. Es el evangelio de los  lamentos, de los "ay" de Jesús.

El apóstol nos advierte de los falsos profetas, de los hipócritas vendimiadores, que ofrecen vino y venden vinagre. Predicadores posmodernos. Árboles con buena altura que no dan fruto. Sepulcros blanqueados por fuera y negros por dentro. 

Falsos profetas con máscaras de "cristianos" que dicen venir en nombre de Dios, pero que en todo lo que hacen no hay amor, no hay misericordia…no hay Dios (1 Corintios 13).

Falsos profetas con caretas de "cristianos", con apariencia de santidad y comunión con Dios, pero que realmente no le experimentan, no le viven. 

Falsos profetas con máscaras de "cristianos" pero con egos ensalzados que “dicen, pero no hacen”, de reconocida autoridad y capacidad pero que no observan lo que enseñan. 

Falsos profetas con disfraces de "cristianos", muertos espiritualmente a causa de sus pecados, con imagen de devoción, piedad y santidad, pero niegan el poder divino que puede transformarles en hombres nuevos, unidos a Cristo.

"No imitéis su conducta" porque todas sus obras son para alardear ante los hombres, anhelan el primer puesto en lugares destacados, que la gente les llame 'doctor', usan a la comunidad como medio de auto-promoción, para parecer más importantes ante los demás.

Están sólo interesados en tener “aforos completos” aparentando que su ”trabajo” está progresando y para vivir de ello. No buscan a Jesús por amor, sino por el “pan” que El les puede dar. ¡A los escribas les gustaba entrar en las casas de las viudas y hacer largas peticiones a cambio de dinero! 
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"Todo lo hacen para que la gente los vea": tele-predicadores posmodernos, contaminados por la soberbia que gusta de los lugares de privilegio, de la fama, de la rendición de pleitesía, se oponen a Dios, pues siempre buscan su propio beneficio.

"Recorren tierra y mar para ganar un solo adepto, y cuando lo han logrado, lo hacen dos veces más merecedor del infierno": buscan adeptos, no para Jesús, no para guiarlos hacia Dios y su salvación, sino para su propio interés, primero, para ellos y después, con el ánimo de que trasmitan su misma naturaleza hipócrita, vil y despreciable. 

"Guías ciegos", dirigen a la gente sin entender realmente lo que quiere decir seguir a Dios y cuando son confrontados con lo que Dios mismo dice, se dan la vuelta, porque no quieren oírlo. 

Quieren jugar un papel importante dentro de la fe, pero sólo en sus términos, con sus normas, sólo de una manera que ellos pueden controlar.

"Dan el diezmo pero descuidan los asuntos más importantes de la ley", que son el amor, la justicia y la misericordia que identifica a los discípulos verdaderos de Jesús. 

"¡Matan a los profetas y apedrean a los que le son enviados!, emitiendo juicios y dictando sentencia contra su prójimo, despreciándolo, considerándolo inferior a ellos, o sencillamente, relegándolo.

Ay de vosotros, falsos profetas, escribas y fariseos del siglo XXI, pues a Dios nadie le puede engañar. Dios ve a través de todas las máscaras, ve nuestro corazón y según sembremos así cosecharemos (Gálatas 6: 7-8).

No juzgo ni condeno (Lucas 6, 37), sin embargo, creo firmemente que el Señor en su infinita sabiduría, nos da respuestas y avisos. Y nos advierte sobre algunas personas, que no se están haciendo las cosas como Él quiere, nos llama para dar un cambio de actitud, una renovación de métodos y una variación de ciertas actividades.

Dios nos llama a quitarnos toda carga que nos aleje de Él y nos lleve al fracaso espiritual. Él es quien moldea, quien siembra y quien recoge. Nosotros, tan sólo debemos estar atentos a lo que Él nos dice.

¿POR QUÉ CREO EN DIOS?



¿Por qué creo de todo mi corazón y completamente en Dios? ¿Por qué tengo la certeza de que existe y de que está vivo? ¿Por qué me he convertido en un cristiano? ¿Dios es real? ¿Es fe o emoción? o ¿Es todo lo anterior? 

Dios es real, salva, protege, perdona, guía...pero sobre todo, me ama.

Ahora tengo la certeza de su existencia, me siento seguro, me siento a salvo, me siento perdonado, reconfortado, guiado, esperanzado y amado. 

He comprendido que mi vida tiene un propósito que va más allá de mi propia humanidad, de mi propio criterio y de mis propias expectativas.

Mi creencia de que Dios es real, que está vivo y que vive en mí, no es una frase hecha: Es reconocer en mi lo que Él es y lo que ha hecho por mí. 

Ahora soy capaz de ver claramente cuándo, cómo y dónde Dios ha intervenido, me ha guiado, y me ha interpelado durante toda mi vida. 

Es una cuestión, no tanto de abrir los ojos, sino de abrir el corazón. La distancia más larga de la fe: los 28 cm que van desde la cabeza (razón) al corazón (sentimiento). 

Y es que la fe no es una cuestión de razonar (que también) sino de experimentar. Para creer en alguien, hay que conocerle y luego, todo transcurre naturalmente...llegas a amarle (con locura).

No sólo puedo verlo actuando en mi vida, sino que también le siento. Sí. Siento su presencia. Suena raro, tal vez irracional, excéntrico o "friki", pero cualquier persona que ama de verdad a Jesús sabe lo que es sentir la presencia del Espíritu Santo.

Una vez que se experimenta a Cristo, no hay lugar a la duda, no se puede negar, no se puede falsificar ni olvidar... y lo más importante, no puedes perdértelo. Una vez que uno descubre y experimenta al Señor, siempre quieres más. Se trata de amor puro y en abundancia.

Según progresas en el conocimiento de Dios, te vas transformando. La vida ya no es como antes. Ya no soy quien solía ser. Soy una nueva creación. Un hombre nuevo. Una nueva criatura. 

Estoy tan lejos de quien solía ser, que a veces, hasta me sorprendo. No estoy seguro de que las personas cambiemos por nosotros mismos. Es más, estoy seguro de que no es así. Existe un catalizador y es Jesucristo.

Mi fe ha crecido y madurado, se me han abierto los ojos y sobre todo, el corazón. Veo con absoluta nitidez la evidencia de la existencia de Dios por todas partes y siento como actúa en mi vida y en las de los demás a mi alrededor. Lo que antes pensaba que eran casualidades o el "destino", ahora sé quien obra: Dios.

Ahora, me fijo en cosas que antes pasaban totalmente desapercibidas para mi mente, preocupada por la rutina del día a día. Mi visión se ha dimensionado, soy capaz de ver con una perspectiva mucho más amplia: desde la naturaleza, las personas que voy encontrándome en mi vida, el profundo amor de mi mujer, de mis hijos y de todos mis hermanos en la fe.

Sin duda, la vida es un milagro, es una maravilla, sólo hay que...estar atento. Atento a Dios. A lo que me dice, hacia donde me guía y me dirige, y cuanto me quiere.

Veo a Dios en todas partes. La evidencia de su acción es inconfundible. Y en ello estoy, preocupándome y sirviendo a otros, rezando por aquellos que todavía no han abierto sus ojos y dando gracias a mi Dios, que me quiere con locura.