¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

miércoles, 15 de julio de 2015

CREER SIN PERTENECER



“En verdad os digo: …El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, 
y yo le resucitaré el último día. 
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. 
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.”

(Juan 6, 53-56)

Reconozco que yo, antes, me aburría miserablemente en misa porque mi espiritualidad dependía de mi estado anímico, de mis sentimientos y mis preocupaciones. 

Hasta el día que comprendí que es necesario conocer a Cristo y amarle. Desde entonces escucho con atención, disfruto y entiendo la Eucaristía. 

No es merito mío ni por ello soy digno de elogio. Es a través de Jesús donde todas las lecturas, la celebración y la oración adquieren significado, sentido, valor y belleza en mí. 

En la actualidad, las convicciones religiosas del hombre postmoderno están basadas en intereses personales y consideraciones privadas. Cada cual sigue su propia guía moral. 

La fe religiosa es como la energía, no es que desaparezca, es que se transforma: este cambio supone una menor consideración hacia los preceptos y normas religiosas en la toma de decisiones de la vida privada y cotidiana. Sucede sencillamente que si no se cree en el Dios propuesto por la Iglesia, tampoco son percibidas como vinculantes las normas de comportamiento que emanan de la instancia religiosa. 

Por eso, muchos católicos caen en la tentación de construir su propia manera de ser cristiano, de crearse una fe a la medida, una “religión a la carta”: van a misa (si van) por quedar bien, por cumplir… como a cualquier otro acto social; creen en Dios pero creen sin pertenecerle, sin participar de Él, sin amarle, sin comprometerse con Él… y eso es una forma degradada de creer, una vivencia desarraigada de la fe que les conduce a una idea distorsionada, reduccionista, de lo que es la pertenencia. ¿Alguien puede casarse sin comprometerse con su pareja? ¿sin amarlla o sin participar de ella? 

Pertenecer significa sentir la satisfacción de haber sido creado por alguien, de haber sido elegido por alguien. Pertenezco a Dios porque El me ha creado, porque me elige y me ama. Lo mismo ocurre con mi comunidad cristiana que me quiere y me requiere. 

Pero también soy demandado, requerido (me gusta esta palabra: re-querido, querido dos veces), por el Señor y por mi comunidad, que esperan una respuesta de mi parte. La respuesta supone el deseo de contestar con una responsabilidad, con un compromiso. 

¿Caigo en la tentación de estar “harto de pertenecer”? ¿Pongo el énfasis en el compromiso y me agoto? ¿Mi anhelo es evitar involucrarme? 

Siempre puedo elegir, Dios me lo permite: puedo disfrutar el privilegio de ser elegido para pertenecer o salirme de ese vínculo para que mi vida no sea transformada; puedo quedarme eligiendo el contenido de mis creencias y desvinculado de la religión como una forma de crítica de la institución o puedo ir descubriendo que lo mejor que me puede pasar es implicarme con Dios en su Iglesia, dejarme orientar por mi creador en cada Eucaristía. 

Dios no nos llama a vivir la fe aparte, de un modo individual. Nos quiere congregados, en comunidad. Es ahí donde Dios está: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18,20). 

La fe sin comunidad se apaga; sin obras, está muerta; sin Cristo no tiene ningún sentido. 

martes, 14 de julio de 2015

YO QUIERO UNA PARROQUIA "PIT-LANE"







Ser cristiano es como correr el campeonato mundial de Fórmula 1.

Ecclestone (Jesús) creó la competición y estableció las reglas para que, los distintos equipos: Ferrari, McLaren, Williams, Lotus, Red Bull, Mercedes, Renault, etc.(distintas denominaciones cristianas: católica, anglicana, ortodoxa, protestante, etc.), se dispusieran a participar en su obra, dirigida por la FIA (Dios).



Los grandes premios (distintas formas de evangelización) se disputan en distintos países y en distintos horarios pero con las mismas normas. 


Algunos son circuitos cerrados al público general y otros, son circuitos callejeros públicos. 

Unos son diurnos y otros nocturnos, pero todos puntúan.

Durante el desarrollo de cada uno de ellos, los pilotos con sus monoplazas (laicos) están dirigidos y asesorados desde el pit-lane (parroquias) donde un gran equipo de personas: directores de equipo, mecánicos, ingenieros, etc. (obispos, sacerdotes, vicarios, pastores, etc.) bien instruidos, altamente cualificados, con experiencia reconocida y dirigidos por el director de la escudería (Papa) controlan la telemetría (teología), repostan combustible (dogmas), cambian neumáticos, alerones u otras piezas (paradigmas), dan instrucciones concretas (métodos para la evangelización: misiones, voluntariado, cursos Alpha, etc.) según cada momento de la carrera.

Nadie que forme parte de la F1 debe limitarse a ser un mero espectador, para eso está el público (el mundo).

Lo apasionante de la F1 es la ACCIÓN (MISIÓN), que va ligada a la EMOCIÓN (AMOR) para alcanzar el TÍTULO (VISIÓN).

Necesitamos parroquias "pit-lane" y laicos en monoplazas competitivos, pilotos sudorosos y extenuados, pero felices en el podio, al final de cada Gran Premio, al saborear carrera a carrera, la cercanía del título (primicias del reino de Dios).

Al final del campeonato, nos espera el título universal: el Reino de Dios.



domingo, 12 de julio de 2015

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS






En Juan 13, 34-35, Jesús nos dice: "Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros, como yo los he amado. En esto reconocerán todos que sois mis discípulos."

Cuando servimos con amor a los demás, no sólo hacemos que se sientan amados y cuidados, nosotros también desarrollamos felicidad interior y paz porque como discípulos de Cristo e hijos de Dios, sentimos su amor.

Y cuanto más amor, caridad, bondad y compasión ofrezcamos a los que nos rodean, bien a través de nuestra presencia, nuestras palabras, nuestras acciones o comportamientos, más amor y felicidad traeremos hacia nosotros. 

Y eso es, precisamente, la síntesis del plan de Dios.

En Alpha sucede también.


sábado, 11 de julio de 2015

SOBRE EL CLERICALISMO Y EL MINIMALISMO


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"Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, 
se enferma en la atmósfera viciada de su encierro"
(Papa Francisco)

El Papa Francisco nos alerta de los peligros del clericalismo. Sugiere a los obispos que adopten una actitud misionera y no dejen que la Iglesia enferme, "mirándose a sí misma". 

Dice: "Es verdad también, que a una Iglesia que sale, le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma".

Clericalismo

El clericalismo es una actitud propia tanto de sacerdotes como de laicos. Supone, por parte de los primeros, una conducta de poder orgulloso y autoridad tiránica; y por los segundos, una disposición de servilismo y dependencia propios de esclavos sin derechos.

Francisco dice: "El clericalismo aísla al clero y deja inmaduro al laicado. Un buen padre desea hijos maduros. Y un clero aislado cae con facilidad en la soledad y el abuso de poder, algo que está en la raíz de muchos abusos".

El padre James Mallon define el clericalismo como “la apropiación por parte del clero de lo que es propio de todos los bautizados”, como por ejemplo, evangelizar, la llamada universal a la misión y a la santidad.

Minimalismo

Para Mallon, la herejía del pelagianismo se concreta en que muchos católicos han caído en la cultura del “cumplir”, un “cumplir lo mínimo” y pensar que eso salva. Es una cultura del minimalismo, “que es lo que mata a nuestra iglesia”.

Por el contrario, la Biblia pide un amor apasionado y desmedido entre Dios y su Esposa, entre Dios y los hombres: “Yo soy tuyo y tú eres mío”.

El minimalismo espiritual no es otra cosa que tibieza contra la que el Papa Francisco nos advierte: "Los cristianos tibios son los que quieren construir una Iglesia según su propia medida, una Iglesia que no exija demasiado; pero ésa no es la Iglesia de Jesús. Estos cristianos no se consolidan en la Iglesia, no caminan en presencia del Señor, no tienen el consuelo del Espíritu Santo, no hacen crecer la Iglesia. Solamente son cristianos ‘de sentido común’: se mantienen a distancia. Cristianos, por así decir, ‘satélites’, que se hacen una Iglesia pequeña, a su propia medida."

Por tanto, las consecuencias del clericalismo conducen a la Iglesia, por parte de los sacerdotes, a un aislamiento egoísta, a una autoridad tiránica y a un útil distanciamiento del Pueblo de Dios, y por parte de los laicos, a un malsano servilismo, a una excesiva dependencia y a una imposible madurez espiritual.

El clericalismo conduce a un minimalismo pelagiano que desemboca en tibieza generalizada, y así, tanto sacerdotes como laicos tratan de cumplir con lo mínimo, de construir parroquias a la medida y de vivir una fe que no exija.

viernes, 10 de julio de 2015

EVANGELIZAR ES…


“Anunciamos Tu Muerte, 
Proclamamos Tu Resurrección. 
¡Ven, Señor Jesús!”


Evangelizar en mucho más que compartir tiempo y experiencias con personas en torno a una cena. Es mucho más que defender a la Iglesia y al cristianismo. Es mucho más que tratar de convertir a no creyentes…

Tampoco es hablar de una doctrina que hay que aprender de memoria o del contenido de una sabiduría para meditar. 

Del griego koiné εὐαγγέλιον (euangelos, εὔ = "bueno, buena", ἀγγέλλω = noticia, mensaje) se utiliza para resumir la expresión “anunciar una buena noticia”: alguien “evangelizado” es alguien que ha sido “puesto al corriente”. 

La Evangelización comenzó con Jesús mismo, y al igual que Él fue enviado por el Padre, Él envía a sus discípulos y a toda la Iglesia, comprometiéndonos en esa misión: la edificación del Reino de Dios. 

Es el anuncio de la resurrección de Cristo, es proclamar el amor de Dios por nosotros y llevar a las personas a un encuentro personal con Cristo.

Evangelizar es, ante todo, dar testimonio de una transformación en el interior mismo del ser humano: por la resurrección de Cristo nuestra propia resurrección ya ha comenzado. 

Jesús ha vuelto a dar valor y dignidad a cada uno y somos aceptados plenamente asumidos por él tal como somos, como hijos suyos. 



Por ello, todos los cristianos estamos llamados a evangelizar. Pero proclamar buenas noticias no tiene que ser una carga o una obligación. 

¿Pongo mala cara cuando tengo que contar algo maravilloso? ¿Creo que es un compromiso hablar de amor? ¿Me creo incapaz de hacerlo?

Nosotros allanamos el camino e indicamos la dirección poniendo nuestro servicio, nuestro ejemplo, nuestro testimonio y nuestra oración pero es el Espíritu Santo quien realmente se encarga de todo. 

No estamos solos, pidámosle a Dios su intervención. Nosotros sembramos y Dios cosecha. No es mérito nuestro.





"...recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, 
que vendrá sobre vosotros, 
y seréis mis testigos en Jerusalén, 
en toda Judea y Samaria, 
y hasta los confines de la tierra". 

(Hechos 1,8)



jueves, 9 de julio de 2015

HEMOS OLVIDADO QUIENES SOMOS


Hoy nos enfrentamos a una crisis de la iglesia, de fe, de vocaciones, de matrimonio, de valores, económica, etc. pero la fundamental es una crisis de identidad.

La iglesia de Cristo no tiene simplemente una misión, sino que la misión de Jesús tiene una iglesia. No es una opción: somos una misión. El principal problema es que hemos olvidado quienes somos.

Las iglesias están llenas de actividades lejanas de su identidad: reuniones seglares, scouts, clases para niños, etc. que rara vez conducen a formar misioneros. 

Isaías 56,7: “Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos”. Hoy, la Iglesia tampoco es una casa de oración y ha olvidado su principal misión: ser misioneros.

No es la primera vez que ocurre. Marcos 11,17: “¿No dice Dios en la Escritura: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? ¡Pero ustedes la han convertido en una guarida de ladrones!”

Allí se relata la expulsión de los mercaderes del templo por Jesús, que no fue un acto de repentina ira, sino deliberado pues ya había ocurrido antes: “¿En cueva de bandoleros se ha convertido a vuestros ojos esta Casa que se llama por mi Nombre?” (Jeremías 7,11).

Misión de la Iglesia

Mateo 28, 19-20 indica cuál es la misión de la Iglesia: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.”

El evangelio marca 4 tareas: Ir -  Hacer-  Bautizar -  Enseñar

La confusión de la Iglesia es que ha ido a todos, ha bautizado a todos y ha enseñado a todos pero NO HA HECHO DISCÍPULOS y NO HA PRODUCIDO FRUTOS.

Que es un discípulo

Es alguien que aprende, que está comprometido en un proceso de aprendizaje que dura toda la vida, que crece, que madura y esto ocurre cuando nos encontramos con Cristo, cuando le amamos, cuando nos enamoramos de él.

El objetivo de la evangelización es hacer discípulos. Son los que renuevan la Iglesia, los que dan, sirven, se convierten en apóstoles, en discípulos misioneros que hacen nuevos discípulos, que renuevan la Iglesia, que dan, que sirven y que se convierten en apóstoles…..Es un círculo continuo.

La Iglesia es maravillosa cuando funciona. 

Es como una fotocopiadora: coge el papel desde fuera, lo procesa, lo imprime y lo lanza fuera de nuevo. 

Pero ahora la fotocopiadora no funciona. Nada se mete, está atascada, nada se imprime y nada sale.

La Iglesia es como el Titanic, grande, veloz e insumergible. 

Une continentes y lleva a personas de un sitio a otro. Pero ahora se hunde aun habiendo pensado que era todopoderosa. 

Las parroquias son los botes salvavidas y hay gente en el agua muriendo de hipotermia. Pero no vamos a buscarlos. Decimos: “que naden ellos hacia aquí”. 

Pero Jesús nos dice: “Id”, pero no vamos. Hay una gran diferencia entre decir “Venid” y decir “Id”. Hemos olvidado nuestra identidad: “Id”.

Cuando la Iglesia es auto-referencial, sólo se mira a sí misma, ha cerrado sus puertas y sólo espera que la gente venga, está enferma, es un lugar oscuro, no hay luz. Ha olvidado su identidad.

Dos grandes tentaciones en la Iglesia:

Pelagianismo

Pelagio era un monje celta del siglo V que decía que no existía el pecado original, que el acto salvífico de Jesús era un acto de amor y un ejemplo para lo que debemos hacer: que solo tenemos que querer y elegir hacer el bien.

Pero San Agustín decía que no podemos salvarnos sin la Gracia de Dios, estamos rotos y no hay salvación fuera de la Gracia de Dios.

Hoy en la iglesia existe un neopelagianismo. Muchos piensan que la salvación es solo el resultado de lo que hacemos y no mediante Jesús.

Esta actitud nos impide recibir la buena noticia pues según este pensamiento, no hay malas noticias, no tenemos pecado, somos buenos.

Esto produce una cultura de minimalismo, todo lo que necesito saber es qué hacer, cumplir los mínimos requisitos. Pretendemos pagar lo menos posible. Pero esto no es la fe de Cristo.

Si no hay buena noticia, no hay deseo de compartirla con otros. No hay nada.

Clericalismo

Es la apropiación por parte del clero de aquello que es propio de los bautizados. 

La primera tarea del sacerdocio es proclamar la palabra de Dios. La segunda es administrar los sacramentos (sobre todo, la eucaristía) y la tercera, ser líderes del pueblo de Dios.

Las consecuencias del clericalismo son el aislamiento del clero y la inmadurez del laicado. La cultura de la Iglesia acepta la inmadurez de los laicos como algo bueno. Los laicos creen que no es su misión hacer nada sino sólo recibir.

Para que los sacerdotes sean líderes del pueblo de Dios, primero tienen que ser cristianos con los cristianos para ser luego sacerdotes de los cristianos,

Para renovar la iglesia debemos analizar la cultura de la Iglesia. Lo que es posible y lo que no, lo que es y lo que puede ser.

A lo que Jesús nos llama es a escuchar su Palabra y actuar.

Uno de los problemas actuales de la iglesia es la tendencia a sobre-espiritualizar, que no es sino una forma de quietismo: Todo lo que debemos hacer es escuchar la Palabra y orar, nada de acción. Pero la acción sin oración tampoco da fruto. San Agustín decía: “Ora como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti”.

La oración tiene que llevarnos a la acción. Nuestras acciones demuestran aquello que valoramos.

Diez valores para la renovación

1. Trabajar para el fin de semana. 

2. Hospitalidad y acogida.

3. Música que eleve.

4. Homilías transformadoras, no sólo informativas.

5. Comunidad llena de sentido. No vale el cristianismo individual.

6. Claras expectativas. ¿Qué se espera de nosotros?

7. Ministerio basado en las fortalezas: las personas que sirven con talentos.

8. Comunidad de comunidades: grupos pequeños o medianos de conexión.

9. Experiencia del Espíritu Santo.

10. Cultura de invitación.



P. James Mallon, “Pasión por la renovación de las parroquias”, ENE 2014

miércoles, 8 de julio de 2015

UN VIAJE INESPERADO





Muchos conocéis mi admiración y entusiasmo por la obra de J. R.R. Tolkien y su Tierra Media. Hoy quiero referirme a uno de sus primeros libros, “El Hobbit: un viaje inesperado”.

Aunque a primera vista parezca tratarse de un cuento de niños, se trata de una historia de desarrollo personal, de aprendizaje y de formación, más que de una aventura fantástica (que también).

El protagonista adquiere un sentido profundo de su identidad y una mayor confianza en el propósito de la misión gracias al viaje que decide realizar.

Tolkien describe el inesperado viaje de Bilbo como una búsqueda de madurez ante su negativa inicial a emprenderlo, dado que su acomodada, tranquila y despreocupada vida, la feliz ausencia de grandes agobios dentro en su “agujero hobbit” no le proporcionaba inquietud alguna por las grandes aventuras, llenas de inagotables dificultades e innumerables peligros.

A su vez, forman también parte de la línea argumental y moral de la historia: la superación de la codicia y el egoísmo, el alto concepto del compañerismo y la lealtad, el compromiso y el servicio a los demás, desde la mayor de las insignificancias, con momentos de duda, y muchas veces, incluso siendo ninguneado.

Volviendo a nuestro mundo, durante este curso a muchos de nosotros, nos ha ocurrido algo parecido. Nos hemos embarcado en un “viaje inesperado”, en una misión, en una aventura.

Al principio, como a Bilbo, nos invadió la duda, la desconfianza y el escepticismo, pero dimos el sí.



A lo largo del viaje, aprendimos a luchar contra las dificultades y los retos, conocimos el valor del compromiso y el servicio a los demás, nos tentaron y nos ningunearon.

Terminamos el viaje volviendo renovados y maduros en la fe, adquiriendo un profundo sentido identitario como hijos de Dios y discípulos de Cristo, disfrutando de la alegría del servicio, del valor de la unión comunitaria, de la fraternidad y del compañerismo.

Transcurridos unos meses de la finalización del curso y acabadas las "grandes aventuras", se abre ante nosotros la tentación de relajarnos, de “desacelerar”, de caer en el desánimo como le ocurrió a Bilbo, al regresar a la Comarca. Pero las cosas ya no son…no pueden ser… como antes.

“El mundo ha cambiado. 
Lo siento en el agua. 
Lo siento en la tierra. 
Lo huelo en el aire, 
pero pronto llegaría el momento 
en que los Hobbits tendrían en sus manos 
el futuro de todos...”
(Introducción de Galadriel en “El Señor de los Anillos”).

El mundo ha cambiado y nuestra visión de él, también. No podemos regresar a la rutina de siempre, a la tranquilidad de nuestra vida acomodada de antaño como si no hubiese sucedido nada.

Cristo, hallado en el ministerio del servicio, se ha convertido en alguien decisivo en nuestras vidas, como el "anillo único" para Bilbo, hallado en las profundidades de las Montañas Nubladas.

El Señor nos llama a seguir viviendo nuestra identidad cristiana con alegría, a mantener la misión en nuestra mente y en nuestro corazón y a retomar el viaje (que ya no es “inesperado”), sirviendo con un renovado dinamismo y con un reforzado entusiasmo, que surgen del encuentro con Jesús.



LA PROPAGACIÓN DEL EVANGELIO.


Extraordinaria representación visual del movimiento más importante en la historia: la difusión del cristianismo.
En la animación se muestran los viajes misioneros de los apóstoles, los puestos de avanzada de la iglesia primitiva, los focos de la persecución, las principales batallas teológicas de la Iglesia, etc.
2000 años después, aún queda mucho trabajo que hacer.

Vídeo:


AMOR FRENTE A ODIO, TOLERANCIA FRENTE A SECTARISMO


En los últimos tiempos, asistimos al resurgir de un odio radical y de una intolerancia desmedida, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, hacia lo religioso y en concreto, hacia la Iglesia católica y los cristianos.

Según cifras oficiales, en el mundo un cristiano es asesinado cada 5 minutos (105.000/año) por “odio a la fe”.

El odio y la intolerancia anti-cristianos surgen de un sectarismo ideológico planteado a propósito, difícil de digerir y quien se considera siempre en posesión de la verdad (pensamiento único) dictando unilateralmente lo que es correcto y lo que no, lo que se puede pensar y lo que no, lo que se debe hacer y lo que no.

Su objetivo parece no ser tanto la no-creencia o la no-relación con Dios, como una feroz y hostil reacción hacia los creyentes. 

Parece ser una ofensa, una afrenta o una osadía hacia su relativismo y subjetivismo, que les atemoriza, les ciega y les obliga a despreciar e insultar a quienes tienen fe.

Desgraciadamente, la intolerancia, el anticlericalismo y el secularismo se encuentran instalados en el odio: odio a lo que no les es propio, a lo que les incomoda o temen, odio a la Iglesia, al que es feliz, al que es creyente, al que va a misa, al que marca la “X” en la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta. Odian TODO lo religioso.

El odio es un rasgo característico del sectario y no es más que temor e ignorancia y sobre todo, ausencia de amor, ausencia de Dios. Ahí es donde muchos se justifican en el amparo de una ficticia defensa de principios progresistas o postmodernos.

Reconozco que nunca me gustaron los que odian por sistema, ni los anti…. pero no por una convicción personal (que también) sino porque el ser humano está pensado para ser capaz de argumentar, de razonar, de empatizar o cuando menos, de respetar. Sin embargo, hoy se trata de “o lo mío o nada”.

Para los cristianos, nuestra fe no es un argumento filosófico, ni una cosmología caprichosa y fabricada a medida de cada uno, ni tampoco una alternativa a la ciencia o a la no-fe.

Es más una experiencia, una vivencia, una certeza, una convicción personal, profunda y absoluta. La fe no se alcanza porque un día te levantas y dices que Dios existe; sino que es cuando empiezas a experimentar su amor, que pones tu fe y tu confianza en Él.

Todos sabemos que cuando una mujer tiene la certeza de estar embarazada, está segura; sería surrealista que nos dijera que está un “poco embarazada”. O está embarazada o no lo está.

O cuando alguien se casa, sería absurdo que dijera: “no estoy seguro, a veces, sí y a veces, no”. O está casado o no lo está.

Un cristiano tiene absoluta certeza de Dios; no trata de convencer ni de convertir y, mucho menos, de imponer a otros lo que experimenta, sino de expresar lo que siente, su felicidad, su alegría interior.

Una seguridad que le impulsa a transformar su entorno, a ser mejor persona, a demostrar el amor y la misericordia que experimenta frente a la intolerancia o el sectarismo por los que podría optar, prefiere el libre albedrío a la imposición, prefiere “no juzgar y no ser juzgado, no condenar y no ser condenado”. (Lucas 6, 37).

Nadie puede obligar a amar a nadie, ni a creer o confiar en él, si uno no quiere. Y Dios, mucho menos.

Ahora bien, cuando uno experimenta el amor de Dios, podrán desacreditarte pero nadie podrá convencerte de lo contrario. Y yo, doy fe.



“ID Y HACED DISCÍPULOS”




Evangelizar hoy en nuestra España, tradicional y culturalmente católica, significa, más bien, el "regreso a casa" de muchos bautizados que han salido huyendo de la Iglesia y a quienes llamamos: "tibios", "alejados", "enfriados".

La mayoría de ellos son católicos "sacramentales", que conforman la significativa cifra estadística del 80% de la población española, como miembros bautizados de la Iglesia, pero que sólo acuden a la Iglesia en los momentos clave de su vida: BAUTISMO, 1ª COMUNIÓN, MATRIMONIO y FUNERAL.

¿Se trata pues, de una forma de entender el cristianismo de forma superficial e individual, una fe hecha a la medida de cada uno? 

¿Ha sabido la Iglesia trasmitir el mensaje de Jesús, de una manera actual, a las nuevas generaciones?

Muchos de estos cristianos se han aburrido de ver que la Iglesia no ha sabido transmitir el kerigma con los modos, maneras y lenguaje del siglo XXI sino utilizando formas caducas, estilos obsoletos y estructuras de otras épocas.

Entonces ¿qué ha fallado? ¿la metodología o la teología?

Durante gran parte de la historia reciente, la Iglesia ha dado por supuesto que los fieles debían ser quienes acudieran a los templos, sin más; olvidando el mensaje que Jesús dio a sus discípulos: "Id y haced discípulos" (Mateo 28,19). Él no esperó sentado en un templo a que vinieran sus discípulos o que la muchedumbre se acercara. Tampoco se sentó con los que conocían a la perfección la LEY. Cristo cambió el método: salió al encuentro de los más necesitados y llevó el mensaje del Padre "a las periferias".

Por eso, hoy, en una sociedad postmoderna, es ineludible y necesario un cambio de metodología: un "salir a su re-encuentro", para abrazarles, para atenderles, para interesarnos por sus problemas, para que recuperen la dignidad de hijos de Dios y descubran su amor, su misericordia, de forma natural, no artificial, no forzada.

“Pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, 
porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; 
estaba perdido, y ha sido hallado". 

(Lucas 15,32)