¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

miércoles, 10 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (11): NO TE DIGO HASTA SIETE, SINO HASTA SETENTA VECES SIETE

"No te digo hasta siete veces, 
sino hasta setenta veces siete"
(Mt 18,22)

Jesús, a petición expresa de los apóstoles, les enseña a orar con el Padrenuestro. Seguramente, Pedro estuvo dándole vueltas a la cabeza a la última frase "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12; Lc 11,4), ya que los judíos se regían por la ley del talión (Ex 21,24). 

Por eso, le vuelve a preguntar: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?", y Jesús le responde con otra de sus ricas parábolas, la del siervo malvado, que simboliza el perdón divino y la necesidad de imitarlo por el hombre.

A nosotros nos pasa un poco lo mismo que a Pedro cuando rezamos (a veces, de forma mecánica) el Padrenuestro y nos comprometemos a perdonar...pero ¿realmente lo hacemos? ¿una y otra vez? ¿siete veces? ¿siempre?

En esta oración perfecta se concentra toda la esencia del concepto cristiano de misericordia divina. sin embargo, existen dos cosas que me impiden recibir la gracia y la misericordia de Dios, la culpa y el rencor. Y la forma de superarlos es el perdón.

El perdón es un perfecto acto de amor que manifiesta la grandeza de alma y la pureza de corazón de los que siguen el mandato de Jesús: "ser perfectos como nuestro padre celestial es perfecto" (Mt 5,48).

Mi capacidad de perdón no puede estar limitada ni por la magnitud de la ofensa ni por el número de veces que debo perdonar. Cuando no perdono a quienes me ofenden, mi corazón está lleno de resentimiento, pierdo la gracia y no puedo esperar que Dios me perdone. Pero además, la falta de perdón me esclaviza y me hace prisionero de quien me ha ofendido. El rencor, que conduce al odio, me envenena a mi mismo, y no a quien me ofende.
Jesús insiste para que seamos "misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso, a no juzgar para no ser juzgados, a no condenar para no ser condenados, a perdonar para ser perdonados...(Lucas 6, 35-37).

El perdón es una experiencia liberadora y sanadora. Cuando perdono, recobro la libertad que el rencor y el resentimiento me hicieron perder.

El perdón es uacto heroico de misericordia. Cuando soy compasivo con los demás, obtengo un corazón como el de Cristo. 

El perdón es comprender la importancia que tiene para Dios la persona que me ofendió para amarla libre y voluntariamente. “Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: 'Me arrepiento', lo perdonarás.” (Lucas 17, 3-4).

El perdón es permitir que Jesús entre en mi corazón y me llene de paz. “Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (Mateo 5, 23-24) .

El perdón no es quitarle importancia a lo ocurrido, sino sanar mi corazón y mis recuerdos, permitiendo recordar lo que me causó dolor o daño sin experimentar odio o resentimiento hacia quien me ofendió. 

El perdón no es olvidar la ofensa ni guardarla en un cajón, sino transformar heridas de odio y rencor, en amor y misericordiaSi olvido, programo mi mente para no recordar aquellos sucesos que me han herido, pero es una “programación” ficticia porque, en el fondo, ese recuerdo permanecerá siempre en el cajón de mi memoria, y saldrá en cualquier momento. 

¿Cuántas veces "juego" al falso perdón? 
¿Cuántas veces digo “perdono, pero no olvido”
¿Soy capaz de acercarme a Dios sin haberme reconciliado antes con mi hermano? ¿Perdono...siempre?



JHR

martes, 9 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (10): A QUIEN ME SIRVA, EL PADRE LO HONRARÁ


"A quien me sirva, el Padre lo honrará"
(Juan 12, 24-26)

El apóstol san Pablo, en la segunda carta a los Corintios 9, utiliza la misma pedagogía de Jesús con las parábolas: nos insta a sembrar  con abundancia, con generosidad y sin tacañería, según nos dicte el corazón, no a la fuerza ni a disgusto y nos asegura que Dios ama al que da con alegría.
El rey David en el Salmo 111 lo confirma: a quien hace obras de caridad le llama dichoso, es decir, le honra, le santifica, le diviniza...le guarda para la vida eterna.

El Señor, en tres versículos del evangelio de Juan, describe de forma directa la verdadera esencia del cristiano, la paradoja cristiana, esto es, morir para vivir, perder para ganar:

MISIÓN: "Caer en tierra y morir para dar fruto"

Jesucristo cumplió la misión que le encargó Dios Padre: se encarnó (bajó a la tierra) y murió (se sacrificó voluntariamente por nuestras culpas) para dar mucho fruto (resucitó y fue glorificado).

Con su ejemplo, me llama a ser fecundo:
  • Frente a la soberbia, humildad.
  • Frente al orgullo, docilidad.
  • Frente a la vanidad, amor.
SERVICIO: "Aborrecerse a sí mismo para ganar la vida eterna"

Jesús se negó a sí mismo (despojándose de su posición en el cielo) para servirnos y darnos la vida eterna (nos devolvió la amistad con Dios Padre).

Con su ejemplo, me exhorta a servir:
  • Frente al egoísmo, altruismo. 
  • Frente al individualismo, abnegación. 
  • Frente al egocentrismo, desapego.
COMPROMISO: "Servir a Cristo para alcanzar la gloria"

Cristo sirvió a Dios Padre (cumplió Su voluntad) y se comprometió con los hombres (amándonos hasta el extremo) para alcanzar la gloria.

Con su ejemplo, me invita a comprometerme:
  • Frente a la comodidad, esfuerzo. 
  • Frente a la desgana, compromiso. 
  • Frente a la pereza, acción.
Seguir a Jesús no es sólo creer en Él. Significa estar donde está Él, es decir, en la cruzLa cruz significa disponibilidad para enfrentarse a la prueba, valentía para servir hasta la muerte de uno mismo, generosidad para entregarse sin buscar recompensa. Es el camino para llegar a la luz...a la gloria...donde está Él, honrado por el Padre.

Seguir a Cristo es servir, es entregarse totalmente, es amar con al amor más grande, es dar la vida por los demás: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13). 

Servir a Cristo es morir a uno mismo es "desvivirse" por los demás, es "abrirse" a los demás, es "gastarse" en los demás". Amar es "sacrificarse" por los demás, es inmolarse por los demás, es servir al prójimo con alegría y abnegación. 

Servir a la manera de Cristo es "pudrir el yo para que germine el nosotros", es decir, la renuncia voluntaria a la propia voluntad, a los propios deseos, afectos o intereses en beneficio de los demás. 

Sólo muriendo, amando y sirviendo podré "dar fruto y guardarme para la vida eterna". Sólo así, el Padre me honrará.


JHR

MEDITANDO EN CHANCLAS (9): VELAD, PORQUE NO SABÉIS EL DÍA NI LA HORA

 
"Velad, porque no sabéis el día ni la hora"
(Mateo 25,13)

Las lecturas de hoy nos hablan de boda, de ceremonia y de banquete nupcial en el marco ritual de la mentalidad y estructura patriarcal judía, en el que las familias de los novios acordaban la dote, celebraban la pedida de mano, firmaban un contrato escrito y, por último, fijaban la fecha de la boda.

Después de todos los preparativos, el novio iba a la casa de la novia a buscarla acompañado de sus amigos y ataviado con una corona, como un rey. Las amigas de la novia, también vírgenes, aguardaban junto a ella, la llegada del novio, para acompañarlos en cortejo hasta la casa del padre del novio, donde se celebraba el banquete, portando lámparas de aceite para iluminar la oscuridad de la noche.

Encender una lámpara apagada era, sin duda, una tarea compleja ya que no existían las cerillas ni el fósforo, por lo que habitualmente se mantenía siempre encendida una lámpara. Para ello, era necesario cuidar y vigilar que esa lámpara nunca se apagase y disponer de reservas de aceite.

Pero la Escritura va siempre más allá y nos habla a todos los creyentes de todos los tiempos y de todas las épocas: 

La profecía de Oseas 2, 16-22 nos relata la reconstrucción de la relación de Dios (el Esposo Fiel) con su pueblo infiel que se prostituye con la idolatría, a través de una alianza de amor que implica una purificación de la Novia (la Iglesia), conduciéndola al desierto (el lugar de la prueba y de la presencia de Dios), hablándola al corazón (a través de Su Palabra), seduciéndola y enamorándola de nuevo (a través de Cristo). 


El Salmo 44,11-17 nos canta las instrucciones que se le dan a la novia para que escuche (incline el oído=preste atención), deje el pueblo y la casa paterna (sus apegos) porque el rey está prendado de su belleza (misericordia) y una vez vestida de perlas y brocado (santidad), llevarla ante el novio (Cristo) con un séquito de vírgenes (virtudes).

El evangelio de Mateo 25, 1-13 nos muestra una imagen escatológica: la importancia de la preparación y vigilancia ante la llegada del Novio con la conocida parábola de las diez vírgenes. 

¿Qué significan las diez vírgenes?

Las diez vírgenes simbolizan dos actitudes del creyente ante el encuentro (temporal o definitivo) con el Señor: en la Eucaristía, en las circunstancias cotidianas, en el día de nuestra muerte. Una, superficial, distraída y sin fe; y otra, vigilante, expectante y atenta.

Las lámparas simbolizan nuestro corazón, nuestra alma, nuestro compromiso con Dios pero que necesitan aceite para iluminar. El aceite simboliza la fe, la esperanza y la caridad. Las tiendas cerradas simbolizan la falta de gracia
Orígenes y San Jerónimo, entre otros padres de la Iglesia, señalan que las diez vírgenes simbolizan los cinco sentidos carnales (vicios) preocupados por los afanes del mundo y carentes de luz, y los cinco sentidos espirituales (virtudes) que caminan a la luz de Dios, anhelando entrar en el banquete nupcial: oído para escuchar al Verbo encarnado (1 Juan 1,1), vista y gusto para ver y gustar lo bueno que es el Señor (Salmo 33,9), olfato para oler el aroma del perfume de Su nombre (El Cantar de los Cantares 1,3) y tacto para tocar sus heridas y humillaciones por nuestras rebeliones y crímenes (Isaías 53,4-5).

Como siempre, los cristianos tenemos que elegir entre dos opciones: vivir en función de la carne o en función del espíritu, en función de lo material o de lo espiritual, en función del mundo o de Dios, en función del egoísmo o del altruismo.

La vírgenes necias simbolizan los cristianos tibios y mediocres, dormidos y desprovistos de luz sobrenatural, aferrados a las cosas materiales y a los afanes del mundo, católicos de cumplimientos mínimos y de fe a la medida de sus deseos. Creyentes que eluden el compromiso y el esfuerzo, creyendo que serán suficientes para entrar en el cielo.

Las vírgenes prudentes simbolizan los cristianos comprometidos y fieles, vigilantes ante la expectativa de la llegada del novio... orientados hacia su vocación de servicio y entrega, e iluminados por la Palabra de Dios y cumplidores su voluntad.
¿Qué recrimina Jesús?

Cuando llega el Novio, no recrimina que todas las vírgenes se duerman, sino la falta de previsión de las cinco necias. Y es que todos, hasta los santos, pasamos por períodos de aridez donde los sentidos se apagan y aparece la "noche oscura" y nos dormimos.

¿Por qué las vírgenes prudentes no compartieron su aceite con las necias?

No se trata de una falta de caridad ni fraternidad. No comparten su aceite sencillamente, porque no se pueden transferir los méritos de unos a otros. Cada persona debe adquirir los suyos y velar por ellos hasta el día en que venga el Señor y tengamos que rendir cuentas. Es una responsabilidad personal e intransferible.

Todas las vírgenes están invitadas al banquete pero no todas entrarán. Cuando llegue el Novio, la simple condición de "vírgenes", es decir, el hecho de decir que somos "cristianos" no nos dará el derecho a entrar en el banquete: "No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21)

Tampoco habrá tiempo para cambiar (salvo por la Gracia de Dios) ni modificar nuestros actos en un instante, ni hacer lo que deberíamos haber hecho. Será tarde. Las tiendas estarán cerradas y la puerta del banquete, también.

¿Qué nos pide Jesús?

Es por eso que Cristo nos pide: "Velad, porque no sabéis el día ni la hora" (Mateo 25,13). El mismo mensaje que les dio a sus discípulos en Getsemaní (Mateo 26,41) y al anunciarles los últimos días y su venida (Lucas 21, 36): "Velar, orar y estar despiertos".

Jesús nos previene para que estemos alerta y vigilantes con una vida interior de oración, sacramentos y estado de gracia. Vigilar significa tener los ojos bien abiertos y puestos en DiosVelar significa que los sentidos espirituales, las virtudes (las vírgenes prudentes) dominen a los carnales, los vicios (las vírgenes necias).

¡Cuántas veces cabeceo y me olvido de aprovisionarme de aceite!
¡Cuántas veces cierro los párpados y abandono las cosas de Dios!
¡Cuántas veces dejo de rezar, de asistir a misa o de confesarme!
¡Cuántas veces antepongo las cosas materiales y desatiendo las espirituales!
¡Cuántas veces pienso que el aceite del mundo (consuelo, bienestar, placer...) sirve para mi lámpara (corazón)!
¡Cuántas veces creo que puedo comprar aceite en las tiendas del mundo, "cerradas" a la gracia!
¡Cuántas veces busco donde no puedo encontrar!

¿Cómo tengo mi lampara? ¿Está limpia y reluciente? 
¿Tengo suficiente confianza, esperanza y amor? 
¿Qué me falta y qué me sobra para iluminar mi camino hacia el Señor?


JHR

lunes, 8 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (8): LO MATARÁN, PERO RESUCITARÁ

"El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, 
lo matarán, pero resucitará al tercer día"
(Mt 17,22-23)

El evangelio de hoy nos muestra dos temas distintos y en principio inconexos, en los que Jesús nos muestra varias virtudes implícitas de aplicación a nuestra vida cotidiana: fortaleza, solidaridad y prudencia.

El primer tema se refiere al segundo anuncio de su pasión, muerte y resurrección, el más breve, sucinto y genérico de los tres que realiza Jesús en los sinópticos. El primero lo realiza durante su transfiguración en el monte Tabor (Mt 16,21-23; Mc 8,31-35; Lc 9,21-24), el segundo, en Galilea (Mt 17,22-23; Mc 9,30-32; Lc 9,44-45) y el tercero será al entrar en Jerusalén (Mt 20,17-19; Mc 10,32-34, Lc 18,31-34). 

Jesús les repite a los apóstoles en varias ocasiones el desenlace de su misión, como una muestra de vida cristiana que elige voluntariamente hacer la voluntad de Dios. Según Mateo, este anuncio les entristece, y según Marcos y Lucas, no lo entienden.

El objetivo pedagógico de Jesús es claro: la necesidad de cultivar virtudes cristianas que nos ayuden a sobrellevar las dificultades.

Jesús nos muestra cómo el camino de la resurrección pasa indefectiblemente por el camino de cruz, del sufrimiento, a veces voluntario y otras involuntario, que debemos afrontar con valentía, fortaleza y confianza en Dios, porque la recompensa merece la pena. 

El segundo tema se refiere al pago de los impuestos anuales al Templo prescrito en Ex 30,11-16, con el que Jesús nos muestra la otra cara de la moneda de nuestra vida. Mientras caminamos hacia nuestra meta celestial, Jesús nos enseña nuestro compromiso cívico como cristianos de cumplir con nuestros deberes como ciudadanos. No existen privilegios ni excepciones, ni siquiera para el Hijo de Dios. 

El Señor me muestra la obligatoriedad de ser solidario en mis obligaciones humanas y la necesidad de ser prudente para no escandalizar. Aunque tenga razón en mis planteamientos, aunque tenga derecho a protestar ante la injusticia debo acatar las situaciones que la sociedad me impone para no hacer escándalo.

Nuevamente, la pedagogía divina me muestra la manera de afrontar mi peregrinaje en la tierra con los ojos puestos en mi destino eterno. Sé que, como el Señor, voy a ser entregado, humillado e incluso asesinado por los hombres pero sé...que resucitaré.

Y por eso, necesito reflexionar sobre algunas cuestiones:

¿Afronto mis dificultades con confianza y fortaleza o me entristezco y me derrumbo ante mis problemas a la primera de cambio? 
¿Entiendo el para qué o me paralizo en el por qué de mis padecimientos?
¿Cumplo y acato mis obligaciones ciudadanas y sociales o escandalizo a otros con mi dejadez?
¿Soy solidario con los demás o busco solo mi interés y bienestar?


JHR

sábado, 6 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (7): ESTAD PREPARADOS

"Tened ceñida vuestra cintura 
y encendidas las lámparas
(Lc 12,31)

Hoy Lucasel médico evangelista, nos invita a la vigilancia y la fidelidad a Dios. Y lo hace utilizando imágenes y enseñanzas del Sermón de la Montaña (Mt 5,1-7,29), parábolas (Mc 13,33-37;Mt 24,42-51;Lc 12,41-48), su gran conocimiento del TaNaK (Biblia hebrea), de la literatura sapiencial hebrea (Libro de la Sabiduría, Salmos) y de las cartas de Pablo. 

El Señor sigue hablándonos y preparándonos para nuestra cita con Él en la vida eterna, ofreciéndonos el "boarding passque contiene todo lo necesario para el viaje (nombre, fecha, lugar de origen y destino), así como el código de barras que se escaneará en la puerta antes de embarcar:

Vended vuestros bienes y dad limosna", me invita al seguimiento de Cristo a través del desapego hacia lo material y del servicio a los demás.

"Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón, me llama a reflexionar sobre dónde tengo puestas mis esperanzas e ilusiones, mis deseos y anhelos. 

"Tened la cintura ceñida" ("ceñid los lomos"), 
me exhorta a tener una disposición permanente a ponerme en caminoes decir, a estar preparado tanto para la venida de Cristo como para la de mi propia muerte. Evoca el uso de trajes talares en la antigüedad y que debían levantarse cuando tenían que trabajar, viajar o correr. 

"Tened la lámpara encendida"me invita a tener una preparación espiritual, es decir, a estar en presencia de Dios y en estado de gracia, cultivando una vida interior de oración y sacramentos. Evoca el éxodo del pueblo de Israel por el desierto hacia la tierra prometida: las lámparas ardían continuamente en la tienda del encuentro, el santuario donde se encontraba el arca de la alianza y las tablas de la Ley, es decir, el lugar de la presencia de Dios.

"Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo", el mismo Jesús hecho siervo por nosotros, me llama a estar alegre y en vela para invitarme a su mesa, a las bodas del Cordero (Ap. 21). 

"Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre"Me insiste en la incertidumbre de la hora y en la necesidad de estar siempre atento y preparado, que no preocupado y en permanente estado de ansiedad o de temor por la muerte o por la parusía ("No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino), sino más bien, a "tener todo en orden", a vivir en gracia de Dios, a estar desapegado de lo temporal y dispuesto a lo eterno.

Para concluir y ante la siempre impetuosa intervención de Pedro, Jesús le contesta (como a menudo, con indirectas y en este caso, a través de una parábola) y le habla de los que tienen mayor responsabilidad en su Iglesia (es decir, de él mismo y de los apóstoles, de los obispos y presbíteros, y por añadidura, de todos nosotros, los cristianos): 

"Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá"Se refiere a la sabia justicia divina, que exige mucho a quien se le han dado talentos, gracias y dones, y que exige aún más a quien se le ha dado gran responsabilidad y autoridad. 

Para hacer el "check in", registrarme como viajero y "facturar mis maletas" con la suficiente antelación, debo contestar una serie de cuestiones:

¿Sigo a Cristo y sirvo a otros? 
¿Me preocupo más de mis necesidades materiales que de las espirituales?
¿Llevo una vida interior de gracia y oración, en presencia de Dios? 
¿Estoy preocupado por mi muerte o alegre por mi vida eterna?
¿Estoy preparado para todo? 

JHR

viernes, 5 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (6): ESCUCHADLO

"Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo"
(Lucas 9,35)

La Transfiguración de Jesús en el monte Tabor tiene una gran importancia para los cristianos, pues no sólo nos muestra la visión de la gloria de Cristo en cuerpo glorioso e inmortal sino que nos anticipa la resurrección, base de nuestra fe: Su resurrección y, por ende, la nuestra.

Jesús elige una vez más a su "trío predilecto", a Pedro, Santiago y Juan, para llevárselos al monte Tabor (lugar de la presencia de Dios); los mismos que estarán con Él en el monte de los Olivos, antes de ser entregado. En ambas ocasiones, los apóstoles duermen plácidamente en la tierra, mientras desde el cielo la voluntad de Dios se hace presente.

Pedro, quien seis días antes, había proclamado la condición mesiánica de Jesús, ahora ve Su gloria con sus propios ojos pero... ¿es capaz de comprenderlo? 

Pedro, quien seis días antes, había escuchado de labios del Señor lo que tenía que padecer y sufrir, ahora lo escucha de los labios de Moisés y Elías pero...¿es capaz de comprenderlo?

Pedro, que seis días antes, había negado la voluntad de Dios, escucha de boca de Dios Padre la confirmación de todo lo anterior y ordena escuchar a Su Hijo: "Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo" (Mc 9,7; Mt 17,5; Lc 9,35). Pero...¿es capaz de comprenderlo?

La clave sobre la que hoy queremos meditar en el pasaje de la Transfiguración son las palabras del mismísimo Dios Padre: "Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo". Dios hace dos afirmaciones y una exhortación: 
  • "Este es mi Hijo". Dios mismo nos confirma que Jesús es Su Hijo.
  • "El Elegido". Dios mismo nos confirma que Jesús es el Mesías prometido. 
  • "Escuchadlo". Dios mismo nos manda escuchar a Jesús, su Hijo, el Mesías.
¡Escucha la voz de mi Hijo! ¡Oye su Buena Nueva! ¡Déjate impactar por su mensaje de amor para que transforme tu vida! Es lo que Dios me pide y es todo cuanto necesito: vivir su palabra. Pero...¿soy capaz de comprenderlo? 

Podría caer en la tentación de decir (como Pedro): "Maestro, qué bien se está aquí", esto es, limitarme a proponer cosas (como montar tres tiendas o cualquier actividad espiritual que se me ocurra) para satisfacer a Dios, sin escucharlo. Pero eso no funciona...

¡Cuánto me cuesta escuchar y cuánto me gusta hablar! ¡Cuánto me cuesta "dejarme hacer" y cuánto me gusta hacer! ¡Cuánto me cuesta seguir el consejo de la Virgen María: "Haced lo que Él os diga" y cuánto me gusta hacer lo que yo diga! 

Sin embargo, no se trata tanto de "hacer cosas para Dios" como de "dejar que Dios haga cosas", es decir, dejar a Dios hacerse presente y escucharlo a través de la Escritura, la Eucaristía y la Oración. Escuchar su voluntad y comprender sus palabras me conduce a imitar sus hechos en mi vida real.  

Es muy fácil acomodarme en el bienestar del "Tabor" en una Adoración Eucarística, en un retiro espiritual, en una peregrinación, etc... pero la visión gloriosa de Cristo me debe llevar a transfigurarme más que a sentir gozo, para que, como dice San Pablo, refleje la gloria del Señor y me vaya transformando en su imagen con resplandor creciente, por la acción del Espíritu del Señor (cf. 2 Cor 3,18).

Transfigurarme supone configurarme con Cristo, convertirme en "otro Cristo"; dejarme envolver por la nube del Espíritu Santo, es decir, ser dócil a su gracia, para amar y servir a los "desfigurados", a los despreciados de este mundo, que no son otros que el mismísimo Cristo.

El hombre de hoy, por su naturaleza caída, se ha desfigurado y ha perdido la imagen y semejanza de Dios con la que fue creado, que no es otra que la imagen de Cristo. Por eso, nuestro reto como cristianos, además de descubrir el rostro de Jesús en cada persona, es reflejar su rostro en el nuestro, hacerle presente en nuestra vida diaria.

Si lo consiguiéramos, quizás podríamos escuchar de Dios lo mismo que dijo de su Hijo: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco".


JHR

MEDITANDO EN CHANCLAS (5): NIÉGATE A TI MISMO, TOMA TU CRUZ Y SÍGUEME

"Si alguno quiere venir en pos de mí, 
que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga"
(Mt 16,24)

Seguimos nuestro camino de meditación escuchando las palabras de Jesús puestas por escrito en el evangelio de Mateo, que hoy nos sitúan en el radical y exigente planteamiento que supone el discipulado cristiano, el cual, no admite medias tintas. 

Muchos queremos seguir a Cristo pero ¿estamos dispuestos a asumir lo que ello supone?

Jesús dice "si alguno quiere..." ¡Cómo las lanza el Señor! …Expone toda su divina pedagogía sin quebrantar, sin imponer, sin exigir. Nos ofrece una opción, una alternativa, una propuesta de vida que no es fácil ni sencilla, pero que es libre.

Si elegimos seguirlo, nos muestra el camino: 

"Que se niegue a sí mismo". Implica aceptar y asumir libremente el compromiso que Cristo nos propone: negarse a uno mismo para afirmar a los demás, desprenderse de egoísmos y comodidades para ofrecer la vida a otros, amar a Dios a través del servicio y la entrega a los hermanos, olvidar mi "yo" para ir en pos del "vosotros". 

"Tome su cruz". Supone un camino de calvario, difícil pero dinámico y generoso, que conduce a un final que no es el fracaso de la muerte sino la victoria del amor: tomar la cruz para ganar la corona. 
"Y me siga". Nada de lo que Jesús nos propone es un imposible. Nada de lo que nos plantea es algo que no haya hecho Él antes. Es un camino de calvario pero la recompensa merece la pena. Pero tenemos que saber lo que supone seguir a Cristo.

"Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrar". Es la gran paradoja del evangelio: una llamada a morir para vivir. "Perder la vida" supone obediencia y humildad pero, sobre todo, un amor excelso que entrega el cuerpo para ganar el alma

"Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras". Cristo nos promete dos cosas: la primera, que regresará y la segunda, que hará justicia. 
Por otro lado, en Lucas 9, 57-62, Jesús se anticipa a nuestros cuestionamientos y propuestas, avisándonos de lo que supone el camino que nos propone:
  1. "Mientras iban de camino, le dijo uno: 'Te seguiré adondequiera que vayas'. Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza". Jesús nos avisa, para no llevarnos a engaño, que seguirlo supone abandonar las seguridades y las comodidades humanas.
  2. A otro le dijo: 'Sígueme'. Él respondió: 'Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre'. Le contestó: 'Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios'. Su propuesta implica renunciar a los lazos humanos y los vínculos familiares.
  3. Otro le dijo: 'Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa'. Jesús le contestó: 'Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios'. El seguimiento de Cristo implica anteponer a Dios sobre todas las cosas.
La negación y la cruz son el camino de exigencia que Jesús ha recorrido antes. No hay cristianismo al margen de la humildad, del "abajamiento", de la renuncia a uno mismo. No hay cristianismo sin entrega de la vida, sin desapego a los bienes o a los deseos, o incluso a la propia familia y amigos... "Quien no muere para nacer del espíritu, no puede entrar en el Reino de los cielos" (Jn 3, 5).

¿Elijo ir en pos de Ti? ¿Soy consciente de lo que ello supone? ¿Estoy dispuesto a negarme, a tomar mi cruz y seguirte? ¿Estoy dispuesto a renunciar a mis expectativas y deseos, a mis posesiones, familia y amigos? ¿incluso a renunciar a mi propia vida, y anteponerte a todas las cosas? 

"Señor, ayúdame" (Mt 15,25)…a serte fiel, a saborear la cruz sirviendo a los demás, y a seguirte hasta el final.


JHR

miércoles, 3 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (4): ¿QUIEN DECÍS QUE SOY YO?

"Tú eres el Mesías, 
el Hijo del Dios vivo" 
(Mt 16,13-16)

La nueva alianza que anuncia Dios por medio del profeta Jeremías en la primera lectura de hoy, se cumple plenamente con la llegada del Mesías prometido, Jesucristo y así nos lo muestra el evangelista Mateo.  

Sin embargo, muchos no le reconocen porque, ante la pregunta de Jesús "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?", los apóstoles le contestan que la gente no lo tiene claro, pues dicen que es Juan el Bautista, Elías, Jeremías o un profeta. 

Jesús rehace la pregunta para dirigirla a sus discípulos: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Y Pedro, con su habitual impetuosidad, hace una confesión de fe: "Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo". Ante esta declaración rotunda de Simón, movido por el Espíritu Santo, Jesús funda su Iglesia sobre la base petrina y le pone a la cabeza de ella, explicando todo lo que va a suceder y lo que ha de padecer, su muerte y su resurrección.

Pero parece que Pedro, aún cuando ha declarado la condición mesiánica de Jesús, no lo tiene claro, pues intenta cambiar la voluntad de Dios negando que Jesús tenga que padecer. Es un anticipo del negacionismo de Pedro, al que el Señor responde con dureza.

Veinte siglos después de esta escena, seguimos sin tener claro quién es Jesucristo. Muchos dicen que un hombre bueno, un gran pacifista, un sabio...Para otros, Cristo es una figura histórica relevante pero lejana, que vivió y murió en el primer siglo de nuestra era...  

Le dan por muerto y no permiten que grabe esa alianza de amor en sus corazonesanunciada en la profecía de Jeremías y pedida en el Salmo 50 

Han renunciado a Dios y han rechazado ser su pueblo, su Iglesia. Y como en la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32) han pedido su herencia, se han marchado a un país lejano y se han alejado del Padre.

¿Quién digo yo que eres, Señor?, me preguntas y me comprometes. Me ofreces tu corazón, tu cruz y tu amistad. Y me preguntas quién eres Tú para mí.

¡Tú eres, Señor, el Mesías, el Hijo del Dios vivo! Tú lo eres todo para mí. Tú eres mi maestro, mi rey, mi amigo. Me has mirado, has dicho mi nombre y me has enamorado. Porque sólo quien está enamorado, enamora. Y tú me quieres. 

Así te anuncio, Señor: el Amor con mayúsculas, la alianza eterna de Dios con los hombres, nuestro Salvador...

Señor, dame la facultad de pensar como tú y no como los hombres. Permíteme escuchar de tus labios tu bienaventuranza. Y sobre todo, Señor, que se cumpla siempre tu voluntad.



JHR


martes, 2 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (3): MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE

"Ten compasión de mí, 
Señor Hijo de David"
(Mt 15,22)

Jesús, con su magistral pedagogía, nos muestra hoy en el evangelio, al menos, tres enseñanzas. 

La primera es la universalidad de su Iglesia. El cristianismo no es un grupo "estufa" de amigos ni un circulo cerrado ni un club privado para unos pocos. La casa de Dios está abierta de par en par a todos los hombres de todas las naciones, de todas las culturas y de todos los ámbitos porque Su misericordia no entiende de límites ni de fronteras sino que está abierta a la fe firme y confiada en Dios.

Sin embargo, llama la atención la aparente indiferencia con la que responde Jesús con su silencio a la cananea desesperada, y después, la insultante brusquedad de su doble negativa, a los discípulos y a la mujer. Sólo ante la perseverante insistencia (incluso "cansina" y desesperada) de ésta, es cuando la gracia actúa y obra el milagro. 

Es la segunda enseñanza del pasaje de hoy, que nos conduce y nos guía en nuestro camino de fe para comprender la voluntad de Dios. Hablamos de la mayéutica divina (término que procede del griego "maietikos", que significa “ayudante en el parto"), una metodología que se utilizaba también en la antigüedad (Sócrates) y que más que dar respuestas, suscita interrogantes y cuestiones, para que la persona persevere y saque a relucir conceptos latentes en su corazón.

Dios utiliza la mayéutica con frecuencia, pero sobre todo, cuando rezamos y no recibimos respuesta alguna. En ocasiones, Dios calla y guarda silencio. Y casi nunca lo entendemos. Es como si asistiera al parto pero esperase a que "empujásemos" nosotros, para finalmente, actuar y dar luz. Dios quiere provocar nuestra reacción, quiere que hagamos una confesión de fe perseverante, humilde, sincera y confiada, para actuar.

La tercera enseñanza de Jesús es la objetividad de los contenidos de la fe, cuando afirma que la revelación plena de Dios, es decir, la auto donación amorosa de Dios a todos los hombres, sucede en el seno de Israel, el pueblo elegido de Dios, y en concreto, en la persona de Cristo: "Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel". Será misión de sus apóstoles, llevar la salvación al mundo gentil.
De un hombre proviene la salvación de todos. La cananea así lo confiesa: "Señor, hijo de David...tienes razón...pero ayúdame". Le reconoce como el Mesías prometido, y evoca la respuesta de los discípulos en el evangelio de ayer: "Realmente eres Hijo de Dios".

Es entonces cuando Jesús responde: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas". Una fe que mueve la compasión divina ante todo sufrimiento humano y que no conoce límites.

Ante las angustias, problemas y necesidades que experimento en mi vida, mi alma grita desesperada ¡Ten compasión de mí, Señor!, buscando una respuesta inmediata y una solución definitiva que no llega...y me pregunto ¿Por qué parece que no me escuchas? ¿Por qué parece que mis problemas te son indiferentes?

Señor, aunque me desconciertas, sé que tu propósito es purificar mi intención. Quieres que yo mismo compruebe cuán grande es mi fe y que crea en Ti, porque "sin fe es imposible complacerte, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a quienes lo buscan" (Heb 11,6). 




JHR

lunes, 1 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (2): ¿POR QUÉ HAS DUDADO?

¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
(Mt 14,22-33)

El evangelio de hoy está lleno de simbolismos que merece la pena meditar (No temáis, soy yo), pero hoy vamos a reflexionar sobre lo que podríamos titular como "Las tempestades del cristiano". 

Ocurre que los cristianos, que hemos sido enviados por Jesús en la barca (la Iglesia) al mar (el mundo) sumido en las tinieblas (falta de Dios) y tempestades (tentaciones) y con viento contrario (maldad), tenemos que ser conscientes de nuestra misión y de lo que la sustenta, porque tenemos poca fe y solemos dudar.  Necesitamos pedirle a Dios: "Auméntanos la fe" (Lc 17,5).

Volvamos al pasaje: parece que los discípulos no se asustan por el viento o por las olas, sino porque ven a un "fantasma" caminar sobre las aguas. La escena nos muestra la divinidad inequívoca de Cristo, nos anticipa su resurrección y, como comprobamos a lo largo de los evangelios, nos enseña la dificultad que tenemos los hombres para reconocer al Resucitado en medio de las dificultades o de las decepciones, como les ocurrió a los discípulos de Emaús (Lc 24,21). 

Incluso puede que cuando, como Pedro, reconozco a Cristo, que me dice "ven" y me llama a seguirlo, tomo la decisión (a veces impetuosa) de lanzarme al agua sin fe, sin pensar a qué me enfrento. Lo mismo que hizo Pedro cuando se levantó y fue corriendo al sepulcro (Lc 24, 12). Un gran amor me impulsa hacia nuestro Señor... pero no es suficiente. 

Y es que cuando pierdo de vista a Jesús (como Pedro que duda), aunque sea sólo por un instante, me hundo. Aunque estoy seguro de mi amor a Dios, necesito edificar una fe sólida, una vida interior de oración y sacramentos que me haga perseverar y no vacilar jamás. Necesito confiar en el poder divino para que, cuando sienta la fuerza del viento o de las olas, no tenga miedo y me hunda, sabedor de que "todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis" (Mc 11,24).

Necesitamos pedir, necesitamos rezar a nuestro Dios: "Señor, sálvame" (Lc 14,33). Es el poder de la oración confiada y de la vida eucarística, que nos ayuda siempre en nuestras tempestades, en nuestras dificultades porque Dios está en nuestra barca, todos los días, hasta el fin de los tiempos" (Mt 28,20).

La pedagogía de Dios utiliza el mal para sacar bien de él. Nuestras dudas, junto a nuestras certezas, son parte de nuestro camino de seguimiento a Cristo que nos hacen dar grandes saltos de fe cuando nos abandonan nuestras seguridades humanas. Entonces, somos capaces de reconocer a nuestro Señor y decir: "Realmente eres Hijo de Dios".

                             JHR