¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 20 de agosto de 2019

ORANDO CON LOS SALMOS. SALMO 106: ACUÉRDATE DE MI, SEÑOR.

""Se mezclaron con los paganos y adoptaron sus costumbres; 
adoraron a sus ídolos y cayeron en sus trampas; 
inmolaron a sus hijos y a sus hijas a esos falsos dioses;
así se contaminaron con sus obras 
y se prostituyeron con sus malas acciones.
Él los libró una y otra vez, 
pero ellos se obstinaban en su rebeldía 
y se hundían cada vez más en sus maldades. 
Él reparó en sus tribulaciones y escuchó sus plegarias; 
se acordó de la alianza que había hecho con ellos, 
por su inmenso amor cambió de proceder" 
(Salmo 106, 35-37; 39; 43-45)

El Salmo 105 es un canto a la fidelidad de Dios y el 106 es la triste historia de la constante infidelidad y la falta de memoria de su pueblo.

Señor, como el pueblo de Israel, yo tengo poca memoria. Enseguida se me olvida lo que has hecho por mi. 

Me olvido de cuánto me has hecho por mi en cuanto las cosas me marchan bien. 

Me olvido de cuánto me has amado, de cuánto me has perdonado cuando creo que todo es por mérito mío. 

Me mezclo con los que no creen en ti, me deleito con sus modos, imito sus costumbres y me alejo de ti. 

Adoro sus ídolos, caigo en las cosas del mundo, en el materialismo, en el hedonismo, en el orgullo y te soy infiel. 

Me dejo arrastrar por sus seducciones, me contamino con sus acciones y me prostituyo con sus maldades. 

Resultado de imagen de salmo 106Cuántas veces me has librado una y otra vez de problemas y dificultades, y yo me obstino en mi actitud rebelde, hundiéndome en mi miseria.

Cuántas veces me has escuchado y obrado milagros en mi vida, y yo sigo con mi dura cerviz.

Cuántas veces me olvido de que cada acción tuya es no sólo obra, sino mensaje; no sólo es ayuda, sino promesa; no es sólo guía, sino amor; no es sólo perdón, sino fidelidad. 

Señor, haz que entienda, que recuerde y que le dé a cada uno de tus actos de amor en mi vida el valor que tiene. 

Enséñame a leer en tus intervenciones, el mensaje de tu amor y fidelidad a mi, para que nunca me olvide y nunca dude de que siempre estarás conmigo.

"Bendito seas Señor, desde siempre y por siempre. 
¡Amén! ¡Aleluya!"

domingo, 18 de agosto de 2019

CÓMO EVANGELIZAR Y CÓMO NO


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"El que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás; 
más aún, el agua que yo le daré 
será en él manantial que salta hasta la vida eterna" 
(Juan 4, 14)

Es un hecho evidente que nuestro mundo occidental está casi completamente secularizado. Dios ha dejado de tener un sitio preferencial en la vida de muchas personas. El mensaje del Evangelio no llega a las personas. Por tanto, urge más que nunca la evangelización. 

Pero, evangelizar no significa "convencer". Y aunque nuestras intenciones sean buenas, ocurre que muchas veces, nuestra forma de evangelizar no es efectiva y no logra llevar a otras personas a Dios.

Tendemos a presentarnos a los demás con la "Verdad" en nuestras bocas. Y aunque es cierto, el efecto que causa en las personas es el contrario al deseado. A menudo, no tenemos en cuenta la forma de ser y de vivir de aquellos a quienes pretendemos evangelizar y muchos nos responden: "Bueno, eso puede ser verdad para ti, pero no para mí."

Es preciso entender y hacernos entender por las personas alejadas de Dios y para ello, debemos empatizar con ellos. Muchas veces hablamos con términos que, para ellos son desconocidos o que significan cosas distintas, y por ello debemos tener claro qué significan para uno y para otro. Es decir, comprobar y cerciorarnos de que hablamos de lo mismo.

Preguntar, escuchar, entender

Una forma muy útil de ponernos en "modo evangelizador" es preguntar y, sobre todo, escuchar atentamente. No podemos "soltar nuestro rollo" sin antes escuchar lo que el otro tiene que decir. Además, uno no puede estar receptivo a llenar su corazón de Dios si lo tiene lleno de otras cosas. Es preciso que "exterioricen" lo que tiene dentro.

Un buen evangelizador no trata de llenar los espacios en blanco o las dudas del "evangelizado", y muchos menos imponer su criterio. 
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Más bien, lo que hace es escuchar primero, para saber que impide a otra persona abrirse al amor de Dios, identificar cuáles son los obstáculos que esa persona pone a la fe. En definitiva, trata de entender a la otra persona.

Un mal evangelizador trata de "apabullar" con múltiples razones teológicas, catequeticas y morales. Trata de "convencer" al otro, sí o sí, porque está equivocado. Le dice lo que tiene que pensar y hacer. Tiene todas las respuestas y pocas o ninguna pregunta, porque "lo sabe todo". Incluso, llega a juzgar su forma de vida. 

Y así, aleja más a las personas. Eso no es evangelizar, es imponer, es quebrantar su libertad. Y Dios jamás impone ni quebranta nuestra libertad. Nuestro Padre amoroso sólo espera...espera a que volvamos a Él y nos abraza. Nunca imponiendo; nunca reprochando; nunca juzgando.

Un buen evangelizador busca primero edificar una relación personal afectiva con los que están alejados de la fe. 

Sin relación no puede haber comunicación. Sin comunicación, no puede haber evangelización. 

En nuestra búsqueda de almas para Dios, lo importante, lo primero, es “escuchar y entender”,  porque es difícil amar lo que no se conoce.

Un buen evangelizador es honesto, se preocupa por las necesidades, los intereses, los problemas, las dudas o las preguntas de las personas. Para él, hablar de fe, hablar de Dios a otras personas es un acto natural, no una "encerrona". 

Un buen evangelizador es ejemplo de vida para otros y nunca, un enemigo suyo. Y desde luego, jamás da a entender lo "perfecto"que es y lo "malvados" que son los demás. Nunca considera a quienes, incluso, le odian como enemigos, sino como hijos pródigos, hermanos alejados de la casa del Padre.

Si vemos a los demás como
 enemigos, estaremos entablando una batalla y eso no tiene nada que ver con nuestro mensaje de amor. Es el Diablo (el Adversario, el Opositor) quien nos quiere divididos y en modo "beligerante".

Dios es un Dios de unidad y comunión
.  Por tanto, seamos un vínculo de unión y un factor de conexión que nunca intenta "cambiar" a otras personas, que nunca intenta que otros piensen como él. Puede desearlo, pero nunca coaccionar a los que están en desacuerdo. La coacción nunca puede cambiar el corazón de las personas. Es el amor auténtico el que cambia "vidas".

Jesús es nuestro ejemplo

Imagen relacionadaEn la evangelización, como en nuestro modo de vida, el modelo siempre es Jesús.

Cristo siempre rezaba e intercedía por otros. Su amor a todos, incluso a sus enemigos, se lo exigía.

Jesús vino a buscar a quienes estaban perdidos, curó a quienes estaban heridos, atendió a quienes estaban lejos de Dios, conversó con quienes pretendían matarle.

También nosotros debemos rezar por quienes están en descuerdo, por quienes, incluso, nos odian.

Debemos buscar espacios de unión, oportunidades de relación, ámbitos para el encuentro.

Debemos salir a encontrar a quienes están perdidos y sanar a quienes están heridos.

Debemos tratar de mirar a los demás con los mismos ojos que Jesús nos mira a todos.

Y como Él hizo, tomar la iniciativa, dar siempre el primer paso.

Y desde luego,  como hacía Jesús, pidiendo 
siempre la ayuda de Dios. 

Nadie dijo que ser cristiano fuera fácil, pero… es lo que tenemos que hacer.

sábado, 17 de agosto de 2019

EL CRECIMIENTO EFICAZ DE LA IGLESIA PRIMITIVA


El libro de los Hechos de los Apóstoles nos enseña el modelo de expansión milagrosa y crecimiento eficaz de la Iglesia que empieza a raíz de Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo. 

Al principio, la Iglesia contaba con, al menos, 120 creyentes, que oraban constantemente. "Todos ellos hacían constantemente oración en común con las mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos. Un día de aquellos, en que se habían reunido unos ciento veinte" (Hechos 1, 14-15).

Tras Pentecostés, las conversiones se producían continuamente y los cristianos aumentaban exponencialmente, llegando a 3.000 bautizados."Y los que acogieron su palabra se bautizaron; y aquel día se agregaron unas tres mil personas."
(Hechos 2, 41).

El número de cristianos había crecido hasta los 5.000. "Muchos de los que oyeron el discurso creyeron; y el número de los hombres llegó a unos cinco mil." (Hechos 4, 4). Si contamos a las mujeres y a los niños, la iglesia tenía al menos 15.000 personas.
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Los cristianos seguían creciendo en numero y se producían muchos milagros. "Y el número de hombres y mujeres que creían en el Señor aumentaba cada vez más. De las aldeas próximas a Jerusalén acudía también mucha gente llevando enfermos y poseídos por espíritus inmundos, y todos eran curados." (Hechos 5, 14-16). "La palabra de Dios crecía, el número de los fieles aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos sacerdotes abrazaban la fe." (Hechos 6, 7).

La Iglesia crecía y, a la vez, era perseguida. La persecución hizo que los cristianos se dispersaran por todo el mundo conocido, produciendo así la expansión de la fe cristiana.

Uno de los mas fervientes perseguidores de los cristianos fue Saulo, quien, camino de Damasco, se convirtió milagrosamente. Y así, nació en la Iglesia la gran figura del Apóstol de los Gentiles, San Pablo, que llevó el mensaje de Cristo hasta los confines de la tierra.

Con la predicación de San Pablo, la Iglesia de Cristo crecía y se multiplicaba, pasando de los judíos a los gentiles. "Mientras tanto la palabra del Señor crecía y se multiplicaba." (Hechos 12, 24). "La palabra del Señor se difundía por todo el país." (Hechos 13, 49). 
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Con los viajes evangelizadores de San Pablo, se fundaban muchas iglesias y se instituían presbíteros. "Instituyeron presbíteros en cada Iglesia" (Hechos 14, 23). "Muchos judíos abrazaron la fe, así como gran número de paganos, mujeres distinguidas y hombres." (Hechos 17, 12).

Hechos 21,20 nos relata que la Iglesia contaba con decenas de miles de cristianos. Podríamos estar hablando probablemente  de 50.000 a 100.000 cristianos.

En sólo 25 años, la Iglesia de Cristo creció y creció de forma milagrosa. ¿Por qué? ¿Cuál fue la razón de este crecimiento?

La clave del crecimiento 

En Hechos 5, 42 nos da la clave de este crecimiento: "Todos los días pasaban tiempo en el templo y en una casa tras otra. Nunca dejaron de enseñar y decir las buenas noticias de que Jesús es el Mesías". 
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Se reunían en grupos  grandes en el templo para el culto y proclamar la Palabra, y en grupos pequeños en casas para hacer comunidad y formarse. 

Este modelo bíblico tan eficaz todavía funciona hoy pero apenas lo utilizamos. Si queremos que nuestras parroquias crezcan, tenemos que reunirnos en grupos pequeños para afianzar la comunidad, y en grupos grandes, para alabar a Dios. Y sobre todo, "nunca dejar de enseñar".

¿Qué hicieron estos primeros grupos pequeños? ¿Cuáles fueron los pilares sobre los que se construyó y creció la Iglesia de Cristo?

Discipulado

Los apóstoles ponían en práctica el mandato de Cristo "Haced discípulos". Enseñaban en el templo el domingo, y la gente estudiaba sus enseñanzas con mayor profundidad en sus hogares. 

No dejaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva ni un solo día. Al hacerlo, todos crecían y maduraban espiritualmenteAquí está la cuestión: anunciamos a Jesús pero no enseñamos acerca de Él. Y sin alimento, no se puede madurar.

La formación es nuestra asignatura pendiente. Y lo es porque la damos por hecho, y mucha gente desconoce aspectos doctrinales básicos.  La fe que no se enseña ni se comparte, se pierde.

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"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles." 
(Hechos 2, 42)

"No dejaban un día de enseñar, en el templo y en las casas, 
y de anunciar la buena noticia de que Jesús es el mesías." 
(Hechos 5,42)

Comunidad

Eran constantes. Perseveraban. Hacían comunidad. Vivían en fraternidad y unidad. Compartían todo.

Comían juntos y desarrollaban relaciones entre sí. Alababan a Dios y eran bendecidos con su gracia.

¡Cuántas veces nuestra inconstancia y falta de compromiso hace que nos rindamos! ¡Cuántas veces miramos hacia otro lado ante las necesidades de nuestros hermanos! ¡Cuántas veces "consumimos" una fe particular y privada! ¡Cuántas veces chismorreamos y juzgamos a los demás creando división!
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"Eran constantes en la unión fraterna (...).
Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. 
Vendían las posesiones y haciendas, 
y las distribuían entre todos, 
según la necesidad de cada uno". 
(Hechos 2, 42 y 45)

"Partían el pan en las casas, 
comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 
El Señor añadía cada día al grupo 
a todos los que entraban por el camino de la salvación." 
(Hechos 2, 46 y 47)

Adoración

Estos primeros grupos pequeños de cristianos participaban en la comunión y adoraban juntos en el templo. Iban todos los días. Vivían la Eucaristía.

Los Apóstoles perseveraban en  la oración, en el culto y la proclamación de la Palabra.

¡Cuántas veces nos olvidamos de rezar! ¡Cuántas veces acudimos a misa pero estamos "ausentes", pensando en nuestras cosas!
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"Todos los días acudían juntos al templo
(Hechos 2, 47)

"Nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra" 
(Hechos 6, 4)

Servicio

Se ayudaban los unos a otros por caridad. Vendían sus posesiones para ayudar a los que lo necesitaban. Se apoyaban mutuamente.

Todo lo tenían en común. No había mendigos ni indigentes. Repartían todo a quienes tenían necesidades.

¡Cuántas veces vamos cada uno a lo nuestro! ¡Cuántas veces acaparamos "nuestras cosas" y no las compartimos! ¡Cuánto nos cuesta repartir nuestros dones y nuestros recursos con los demás!
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"Vendieron propiedades y posesiones para dar a cualquiera que lo necesitara" 
(Hechos 2,45)

"Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, 
y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, 
sino que tenían en común todas las cosas(...) 
No había entre ellos indigentes, 
porque todos los que poseían haciendas o casas las vendían, 
llevaban el precio de lo vendido, lo ponían a los pies de los apóstoles
 y se repartía a cada uno según sus necesidades." 
(Hechos 4, 32, 34 y 35)

Evangelización

Anunciaban la Palabra de Dios y evangelizaban. No podían callar lo que habían visto y oído.

Los Apóstoles no se quedaban quietos. Iban y evangelizaban por todas las aldeas. Era, en efecto, una "Iglesia en salida".

Si las personas se convertían a la fe en Cristo diariamente, ¡eso significa que la Iglesia veía al menos 365 conversiones al año! Dios bendecía estos grupos haciendo crecer el número de creyentes todos los días.

¡Cuántas veces pensamos que eso de evangelizar es labor de curas! ¡Cuántas veces creemos que eso no va con nosotros! ¡Cuántas veces preferimos la propia comodidad frente al sacrificio por otros!
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"Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (...) 
y anunciaban con absoluta libertad la palabra de Dios." 
(Hechos 4, 20 y 31)

"El Señor añadía a su número todos los días a los que se salvaban". 
(Hechos 2, 47)

¿Por qué fue eficaz?

La Iglesia Primitiva fue eficaz porque:

la fundó Jesucristo.
- estaba llena del Espíritu Santo. 
- era un estilo de vida de amor y alegría.
- estaba unida y utilizaba los dones de todos.
vivían la Eucaristía y rezaban a diario.
se formaban y testificaban con su vida.
todos eran apóstoles misioneros.
compartían todo y se ayudaban mutuamente.
- creaban comunidad en grupos.

Estos pequeños grupos que describe el libro de Hechos constituyeron un microcosmos dentro de la Iglesia. Células evangelizadoras que multiplicaron la gracia de Dios, desde lo pequeño a lo grande, desde el interior al exterior, haciendo crecer y fructificar a la Iglesia.

Y lo hicieron a través de los cinco propósitos de la Iglesia: Adoración, Comunidad, Discipulado, Servicio y Evangelización. 

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La Iglesia actual debe fijarse en la primitiva. Sólo si tenemos a Cristo como centro y nos llenamos de Espíritu Santo, pueden ocurrir milagros. 

Sólo si aplicamos los cinco propósitos de la Iglesia de forma natural, el crecimiento será automático y exponencial. Sólo si existe amor y alegría entre nosotros, los demás querrán tener lo que nosotros tenemos y unirse a nosotros. 

¿Ponemos esos propósitos en marcha en nuestras parroquias? ¿Imitamos el modelo de la Iglesia primitiva para que crezca nuestra Iglesia? ¿Seguimos nosotros hoy escribiendo el libro de los Hechos de los Apóstoles?

viernes, 16 de agosto de 2019

LA PAZ VERTICAL

"Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones"
(1 Cor 4,15)

¿Qué es para mí “paz”? ¿Tranquilidad? ¿Descanso? ¿Bienestar? ¿Cero conflictos? ¿Cero preocupaciones?

Cuando hablamos de paz, pensamos siempre en una paz horizontal: entre los pueblos, entre las razas, entre las clases sociales, entre las personas. Sin embargo, la paz primera y más esencial es la paz vertical, entre cielo y tierra, entre Dios y la humanidad. 

Cuando hablamos de "hacer las paces", hablamos de perdón, de reconciliación, de vuelta a un estado natural de justicia y caridad. 

Nuestro mundo es un mundo de agitación, angustia e inquietud donde no reina la paz. Y, consecuentemente, nosotros también vivimos nuestra vida, física y espiritual, de la misma manera, sin paz.

La paz que pu
ede ofrecer el mundo depende de la ausencia de guerra o de conflicto, de sus propias seguridades. Sin embargo, la paz que ofrece Dios, es la que no depende de nosotros sino de Él, es la que podemos tener en cualquier circunstancia, en medio de los problemas y de las pruebas. 

Es la paz del corazón, la paz interior, la paz que nos da Cristo"La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, os la doy yo. No estéis angustiados ni tengáis miedo" (Jn 14,27).

Por eso, los cristianos, en nuestro camino hacia la santidad, necesitamos aprender a tener y mantener esa paz en todo momento, ya que no la podemos conseguir sólo por nuestros méritos. Jesús nos dice: "Sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5).

Entonces, si no p
odemos hacer nada por nosotros ¿cómo puedo dejar actuar a Dios en mi vida? ¿Cómo puedo dejar que la gracia de Dios actúe en mí?

Muchas son las respuestas: oración, sacramentos, p
ureza de intención, docilidad al Espíritu Santo... Pero la primera de todas es: tener paz interior. 

Cuanto más serena esté nuestr
a alma, cuánto más tranquilo esté nuestro corazón, más puede actuar la gracia de Dios. Cuanta más agitación y turbación, menos actúa el Espíritu Santo.

D
ios es un Dios de paz (1 Tes 5,23; 2 Tes 3, 16; Rom 1, 33; Rom 16, 20;Fil 4,9; 1 Cor 14,33; Heb 13, 20-21) con un mensaje de paz (Hch 10, 36; Ef 2, 14,17; Ef 6, 14). 

A Dios le caracteriza la paz. El mismo experimenta paz. Es la fuente de la paz. Dios no habla ni actúa en el ruido, en la confusión o en la agitación. 

Por tanto, hemos de dejar espacio al sosiego, a la paz en nuestro corazón para que Dios nos suscite sus inspiraciones. 

Qué es

La paz del corazón no consiste en que todo vaya bien siempre, ni que no tengamos contrariedades ni que siempre satisfagamos nuestros deseos. Es la paz de Cristo, que ha vencido al mundo.
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La paz "shalom" de Jesús es un don suyo que nos da (Lc 24,36; Jn 20,19.21.26). Es la humildad y mansedumbre de Jesús, que ha vencido en la Cruz. "Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulaciones; pero tened ánimo, que yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33).

La paz de Dios es donación de vida,  es la posibilidad de experimentar la misericordia, el perdón, la reconciliación y la benevolencia de Dios, con la que somos capaces, a su vez, de vivir donándonos a otros por la caridad.

Por ello, paz interior no significa inacción, impasividad o indiferencia. Sólo la paz del corazón nos capacita para dar amor. Sin ella, no podemos ofrecer nada a los demás, salvo angustia e inquietud. 
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Aunque la vida cristiana es un constante y doloroso combate espiritual contra el mal, una lucha de purificación y crecimiento, sin guerra, no hay paz y sin paz, no hay victoria

No combatimos con nuestras fuerzas ni con nuestro pensamientos ni con nuestras capacidades humanas.

Nuestras armas son la fe, la confianza, el abandono y la adhesión total a Cristo. "Y la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." (Flp 4, 7).

No
 combatimos con violencia sino con un corazón sereno, tranquilo y lleno de paz, y de esa forma, la gracia de Dios actúa en nosotros.

El Enemigo busca arrancarnos esa paz para alejarnos de Dios y así, vencernos. El Demonio trata de atraernos sutilmente hacia donde puede vencernos: en la agitación.

El auténtico combate espiritual consis
te, no en nuestra infalibilidad ni en nuestra falta de tentaciones y caídas, sino en aprender a aceptar nuestros fallos sin desanimarnos, a mantener nuestra paz en nuestras derrotas y levantarnos de nuestras caídas

El objetivo de nuestra lucha no es conseguir siempre la victoria sobre nuestras deb
ilidades o tentaciones, ni alcanzarla inmediatamente, sino trabajar por la paz (Mt 5, 9), conservar la paz del corazón en toda circunstancia, incluso en la derrota. Sólo así la conseguiremos por la gracia de Dios y el abandono confiado al Señor.

Cómo conseguirla 

La paz interior se consigue estando cerca de Dios con la oración, orientando nuestra voluntad a la de Dios, es decir, con pureza de intención, o lo que es lo mismo, buena voluntad. 
La paz que sobrepasa todo entendimiento | Por qué seguir a Jesus. com
Pureza de intención es la disposición estable y constante del hombre a amar a Dios sobre todas las cosas y a hacer Su voluntad. Es la condición indispensable para tener paz del alma.

No es la perfección ni la santidad pero es el camino a ellas,por la gracia de Dios. Es dar un sí rotundo e inequívoco a Dios en todas las cosas, grandes y pequeñas.

La fuente de la verdadera paz es la perfecta armonía en
nuestra relación con Dios: nuestra buena voluntad de amarla sobre todas las cosas basta para agradar a Dios y por ello, ser llamados "hijos de Dios": "Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5, 9).

Cómo perderla

La causa principal por la que perdemos la paz interior es la pretensión de obtener todo por nuestros medios en lugar de abandonarnos confiados en manos de Dios. Es decir, la falta de confianza en Dios o en su Providencia.

Otra causa común por la que pe
rdemos la paz es el temor ante ciertas situaciones que nos amenazan y nos afectan personalmente
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Materiales: dinero, salud, fuerza, recursos, seguridad. 
-Morales: aptitudes, estima, afecto, reconocimiento. 
-Espirituales: ausencia o miedo a perder un bien o virtud, temor a caer. 

Otras causas son la desesperanza, el sufrimiento, el dolor, la muerte... 

Dios permite todas estas circunstancias por la libertad que nos da. Sin embargo, utiliza todo a nuestro favor, incluso el mal y el sufrimiento, aunque muchas veces no alcancemos a comprenderlo.
Para concluir, San Pablo nos hace un llamamiento:

Os suplicamos en nombre de Cristo: dejaos reconciliar con Dios”
(2 Cor 5, 20)

Dejémonos reconciliar con Dios, dejém
onos amar por Dios, dejémonos querer por Dios, dejémonos vivir en la paz de Dios.  

martes, 6 de agosto de 2019

DIOS ME ESCUCHA. ¡PURO DON!

Ésta es la seguridad que tenemos en Dios: 
que si pedimos algo según su voluntad,
 nos escucha. 
(1 Juan 5, 14)

Acabo de terminar de leer el libro de C. S. Lewis "Si Dios no escuchase - Cartas a Malcom" en la que el brillante autor y converso al cristianismo habla con gran convicción de la oración como puro don de Dios.

No puedo estar más de acuerdo con Lewis en que la importancia de la oración no se basa tanto en que Dios nos conceda lo que le pedimos sino en el hecho de que nos escucha.

Los cristianos, cuando oramos, no hablamos de "resultados" sino de que somos "escuchados" o incluso, "respondidos". Lo que no quiere decir que se cumplan nuestros deseos o expectativas.

Dios, como Padre amoroso, escucha a sus hijos pero, al igual que los que somos padres no podemos conceder todo lo que nos piden nuestros hijos, Él siempre nos da lo que es bueno para nosotros.

La oración no es en ningún caso un monólogo ni un soliloquio ni un diálogo entre mi yo exterior y mi yo interior.

Tengo la certeza de que Dios me escucha todos los días y de que yo le escucho a Él. Dios jamás defrauda.

¿Por qué lo sé?

Porque Dios me ha regalado la posibilidad de conocerle personalmente, íntimamente. ¡Puro don!

Porque le escucho en Su Palabra y en mi corazón cada día, porque tengo contacto directo con Él, porque a través de la oración me da a conocer su voluntad. ¡Pura gracia!

Porque le veo continuamente a mi alrededor, porque le veo sonreír en la creación, porque me hace guiños continuamente, porque le veo actuar en las personas que pone en mi camino. ¡Puro regalo!

Porque Él quiere...por ¡Puro amor!

La fe me muestra que todo lo que hay en la Tierra me habla de su amor y que me sigue allá donde vaya.

Dios quiere ser una presencia amorosa y constante en mi vida, si yo le abro la puerta de mi corazón.

Dios quiere comunicarse personal y directamente conmigo.

Dios quiere compartir conmigo confianza y naturalidad, sorpresas y enseñanzas, sonrisas y lágrimas.

Dios quiere que converse con Él, que le cuente "mis cosas", que le diga lo que me preocupa y, sobre todo, cuanto le quiero.

Dios quiere tener conmigo una relación profunda y sincera, real y auténtica, libre y espontánea. De corazón a corazón.
Y quiere, no porque me necesite, ni porque no sepa de mí, ni porque quiera tener "público".
Quiere...porque me quiere.

Cuando hablo con Él, trabaja mi corazón, cincela mi espíritu y moldea mi carácter.

Así es Dios. Un infinito torrente de amor hacia mí.

¡Puro don!

sábado, 27 de julio de 2019

DOS CLAVES DE CRECIMIENTO PARROQUIAL

Nuestra Iglesia Católica pierde gente de sus parroquias a un ritmo alarmante. Algunas personas se van porque no se sienten cómodas. Otras, porque no llegan nunca a comprometerse. Otras, porque su vida llega a su término y mueren. Y los jóvenes vienen sólo si les traen sus padres. Y a una cierta edad, ni eso.

No podemos evitar que la gente se vaya de nuestras parroquias. Por supuesto, no podemos evitar que mueran. Pero podemos plantearnos cómo hacer, de nuestras parroquias, un imán para las personas.

He escrito sobre este tema en varias ocasiones y seguiré haciéndolo las veces que haga falta. Aunque uno sigue aportando su granito de arena y poniendo en práctica lo que escribe, aún sigue sorprendiéndome el hecho de que en ámbitos católicos, nadie parezca inquietarse por esto. Dentro de la Iglesia, sólo existe la preocupación por la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas. 


Es cierto también, que nuestros monasterios y conventos envejecen a la par que sus denodados consagrados y sus perseverantes contemplativas. Pero es que, precisamente, el centro de gravedad de todo el problema de la falta de vocaciones, también, está en el crecimiento de comunidades parroquiales. Comunidades que puedan suscitar esas vocaciones.


Si nuestros monasterios echan el cierre por falta de "efectivos", si nuestras parroquias se van vaciando por falta de visión o por falta de misión, es que no estamos haciendo caso a la invitación de Jesús: 

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"Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20.y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado"(Mateo 18, 19-20; Marcos 16, 15; Lucas 24,47-48).

Con esta invitación, Cristo inició su Iglesia, delegando en sus apóstoles esa misma invitación para su continuidad y crecimiento. Hoy, dos mil años después, da la impresión de que hemos declinado esa invitación.

Para llevar a cabo esa invitación de Jesús, es decir, para que Su mensaje llegue hasta los confines de la tierra, para que nuestros monasterios y conventos eleven sus oraciones al cielo y para que nuestras parroquias crezcan cuantitativa y cualitativamente, los cristianos tenemos dos tareas: una, llegar a nuevas personas que están fuera, es decir, invitar, evangelizar, y dos, acoger, escuchar y ayudar a las que ya están dentro, es decir, discipular.

Invitar= Evangelizar

La mayor diferencia existente entre parroquias que crecen (porque algunas crecen) y las que se vacían o cierran, es la evangelización, es decir, el hecho de invitar a personas alejadas de la fe a un encuentro personal con el amor de Cristo.

Promover nuestras parroquias desde programas diocesanos y espacios publicitarios en medios o redes sociales de evangelización son grandes ideas, pero, a las pruebas me remito, por sí solos, no funcionan.

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La mayoría de las personas que realmente se encuentran con Dios son personas invitadas personalmente por un amigo o miembro de la familia, bien a través de un método de evangelización, de un grupo pequeño de fe, de una peregrinación, etc.

Nuestra Familia de fe crecerá, primero por amor, y segundo, por el "boca a boca"

Sin embargo, nadie que venga a nuestras parroquias se comprometerá con ellas tan sólo por el simple hecho de haber sido invitado por alguien conocido.

Las personas se comprometen de forma automática y natural por razones experienciales y vivenciales: por un sacerdote que se muestra cercano y comprometido con Dios y con la Verdad, por un ambiente de cálida acogida y fraternidad auténtica, por una escucha atenta de sus problemas, necesidades o heridas por parte de las personas que les reciben,  por una adecuada y continua formación en la fe, a través de grupos de oración, matrimonios, jóvenes, etc.

Evangelizar, invitar a las personas a la Iglesia es sólo la mitad de la ecuación. La otra mitad es enfocarse en que se comprometan y permanezcan a largo plazo, y la única clave para esto son las relaciones personales.

Acoger= Discipular
Como ya hemos dicho, las personas se acercarán a Dios y a su Iglesia por una invitación personal, o tal vez por algo que han visto o escuchado en relación con un retiro, una peregrinación, un contenido de enseñanza o un método de evangelización.

Pero las personas se quedan cuando desarrollan una conexión más profunda y personal con el Cuerpo Místico de Cristo. Vendrán porque han sido invitados, pero se quedarán cuando se sientan personalmente interpelados y comprometidos por, al menos, dos hechos:

-porque han desarrollado amistades auténticas en un grupo pequeño de fe.

-porque han dedicado su tiempo, talento y capacidad a comprometerse en un servicio.

No debemos confundir multitud con parroquia. Una multitud no es una comunidad. Una multitud puede convertirse en una comunidad parroquial, pero una multitud no es automáticamente, una parroquia. Puede haber mucha gente en momentos determinados pero, a la hora de una necesidad, puede que no haya nadie dispuesto o comprometido.

A los católicos se nos da muy bien "recibir". Mucho más que "dar". Es como si no nos hubiéramos enterado de nada de lo que Jesús nos ha dicho: "Hay más felicidad en dar que en la que hay en recibir" o "No hay amor más grande que el que entrega la vida por sus amigos". O puede que seamos "especialmente comodones" y "perezosos" para comprometernos.

Las parroquias con propósito, con visión y misión, son especialmente hábiles en mover a las personas hacia adentro y hacia afuera al mismo tiempo:

-Hacia el interior, mueven a la multitud hacia una comunidad atractiva, pidiéndoles que se comprometan con la parroquia, formándolas y sugiriéndoles su adhesión a un pequeño grupo o servicio. Promueven el compromiso personal de ellas, desarrollando los hábitos y las disciplinas propios de un discípulo. Mueven a las personas comprometidas hacia el núcleo de la parroquia, involucrándolas en el servicio a otros de la comunidad.

-Hacia el exterior, enviándolas de vuelta al mundo en misión para presentar a otras personas a Jesús.

Todos los miembros de una parroquia deberían estar formados y capacitados para invitar a otros a asistir y a pertenecer a ella. 

Y luego, para atender a los que ya se han incorporado a la comunidad, los sacerdotes y su núcleo de personas más comprometidas, deberían trabajar en dos tareas específicas: conectar a las personas entre sí, formando grupos pequeños de fe y conectar a las personas creando servicios pastorales.

¿Qué persona invita a un amigo a casa y luego le deja desatendido?

Los nuevos "creyentes" que formarán parte de nuestra parroquia dentro de uno o dos años a partir de ahora, son aquellos que se unen al grupo pequeño y se unen a un equipo de trabajo.

Resultado de imagen de evangelizar y discipularAprovechemos cualquier ocasión para invitar a otros a formar parte de nuestra familia, ya sea fuera o dentro de nuestra parroquia, en una boda o funeral, en un retiro, en una celebración de amigos, en un puesto de trabajo.

Y con los que ya forman parte de nuestra familia, invitemosles a seguir creciendo y madurando espiritualmente a través de la formación, el discipulado y el servicio.

Así es como crece la Iglesia: trabajando para llegar a nuevas personas y trabajando para cuidar a las personas que ya han llegado.

Así es como Jesús lo hizo. Así es como nos enseñó a amar a Dios y al prójimo.